La Otra Historia de la Revolución de Mayo

Por Centro Cultural E.S. Discépolo – Equipo de Historia

No se trata de una mirada nostálgica y derrotista de lo ocurrido hace doscientos años sino de un profundo análisis de la historia real, de los protagonistas y de sus pensamientos, en lucha contra la colonización cultural expresada en la Historia Oficial mitrista. Como decía Jauretche, “la historia es la política pasada, y la política la historia presente”.
La existencia de distintas interpretaciones sobre la Revolución de Mayo obedece a la íntima vinculación que tienen la historia y la política: “la historia es la política pasada, y la política la historia presente”, como señala Arturo Jauretche en su libro Política Nacional y revisionismo histórico. La corriente historiográfica del revisionismo latinoamericano se basa en la visión de Juan Bautista Alberdi, en su libro Grandes y pequeños hombres del Plata, para quien “la revolución de Mayo es un capítulo de la revolución hispanoamericana, así como esta lo es de la española y esta, a su vez, de la revolución europea que tenía por fecha liminar el 14 de julio de 1789 en Francia”.

Con el ascenso de Napoleón la Revolución Francesa iniciará una política expansionista. En 1808, con el pretexto de atacar Portugal -fiel aliado de Gran Bretaña, su gran enemigo- el ejército francés invade España y toma prisioneros al Carlos IV y su hijo Fernando VII. Carlos IV era la expresión de una monarquía degradada y corrupta, en tanto su hijo Fernando, debido a su oposición a su padre y a la corte en general, encarnaba la posibilidad de una regeneración progresista, a tono con el clima de época. El 2 de mayo de 1808 el pueblo español dio inicio a una revolución nacional, en tanto se originó por rechazo al invasor francés, pero en su mismo desarrollo fue tornándose democrática pues si luchaba por la expulsión de los franceses, no buscaba restaurar el Antiguo Régimen sino concretar los ideales de libertad, igualdad y fraternidad; paradojalmente era en nombre de esos ideales que se lo estaba invadiendo. La forma organizativa que tomó la revolución fue la creación de Juntas populares que juraron fidelidad al rey cautivo, Fernando VII, en quien cifraban la esperanza de la transformación democrática. Consecuentes con los ideales del liberalismo revolucionario, en enero de 1809 la Junta Central de Sevilla declara que los territorios de ultramar no son colonias sino provincias, y la Junta de Cádiz las convoca a derribar a los virreyes, constituir Juntas y enviar representantes para la sanción de una Constitución.

Pero hacia fines de 1809 y comienzos de 1810, los liberales revolucionarios en España comienzan a ser desplazadas por el Consejo de Regencia, donde priman las posturas absolutistas. Se extiende la sensación de que la Península está perdida, lo que origina que muchos militares abandonen España con el propósito de continuar la misma lucha en América (José de San Martín por ejemplo). Al conocerse en América la noticia de la caída de la Junta Central de Sevilla, estallarán revoluciones en todo el territorio como una prolongación de la revolución acorralada en España: el 25 de mayo de 1809 Chuquisaca, el 16 de julio La Paz, 10 de agosto Quito, 19 de abril de 1810 Caracas, 25 de mayo Buenos Aires, 20 de julio Bogotá, 16 de septiembre México, 18 de septiembre Chile, y en 1811 la Banda Oriental y el Paraguay. Entre 1809 y 1811 se forman Juntas que desplazan a los virreyes y juran fidelidad a Fernando VII, pues guardaban en él la misma esperanza que los juntistas peninsulares. De este modo asoma el carácter hispanoamericano, democrático y antiabsolutista de la Revolución de Mayo.

Es decir que aquí la revolución fue inicialmente democrática, acompañando el proceso español, y luego, una vez que Fernando VII vuelve al poder en 1814 tras la caída de Napoleón, de la mano de la Santa Alianza, y emprende una política absolutista que persigue a los liberales, la revolución se tornará independentista como única manera de conservar y profundizar las conquistas democráticas. Por eso el desplazamiento del virrey es en 1810 y la independencia seis años más tarde.

Los actores sociales que se enfrentan en los sucesos de Mayo se dividen en dos grandes frentes, uno partidario del absolutismo y el otro heredero del “evangelio de los derechos del hombre”. El frente absolutista estaba conformado por la burocracia virreinal, las familias ligadas al monopolio comercial y la cúpula eclesiástica. En el frente democrático se encontraba la pequeña burguesía revolucionaria liderada por Juan José Castelli, Mariano Moreno y Manuel Belgrano, y que cuenta con el apoyo de los “chisperos”, las fuerzas armadas expresadas en Cornelio Saavedra, y la burguesía comercial nacida al calor del contrabando y del libre comercio sancionado en 1809 (con un sector nativo y un sector inglés) cuyos exponentes políticos eran Bernardino Rivadavia y Manuel García. La Historia Oficial está escrita desde la óptica de este último sector -profundamente probritánico y que tenía en el libre comercio su razón de ser- que se apropiará de la Revolución después de la caída de Moreno y especialmente con el Primer Triunvirato.

Durante la lucha contra el absolutismo, la disputa al interior del frente revolucionario va a estar dada por la conducción del mismo. Desde el comienzo se perfilan lo que años más tarde Raúl Scalabrini Ortiz denominaría “las dos rutas de Mayo”: una liderada por Moreno y la otra por Rivadavia. Los primeros meses estuvieron hegemonizados por el morenismo, momento en el que se intentó implementar el programa de la Revolución: el “Plan de Operaciones” redactado por el secretario de la Junta.

Los aspectos centrales del Plan pueden resumirse en cuatro ejes: la búsqueda de apoyo popular, la política exterior, la democratización de la sociedad y el rol del Estado en la economía. De este modo, la necesidad de dotar al proceso de una base social de masas lleva a Moreno a señalar a José Gervasio Artigas como un hombre clave en la Banda Oriental. Respecto de la política exterior, se menciona la necesidad de ganar el apoyo de Gran Bretaña para defenderse tanto del absolutismo como de una supuesta invasión francesa, pero se señala el peligro que constituye este acercamiento transitorio, alertando el riesgo de caer bajo su dominio. En el aspecto político-social, el Plan buscaba asegurar la igualdad social como la única forma de resguardar la libertad, barriendo con todos los vestigios absolutistas mediante la aplicación de una violencia revolucionaria. En el aspecto económico, Moreno va a plantear por primera vez un problema que atraviesa toda nuestra historia: ante la ausencia de una burguesía nacional, es el Estado el que debe ocupar el rol unificador y ser el motor del desarrollo económico. Así propone medidas avanzadas, como la expropiación de los mineros del Alto Perú, la protección de las producciones locales, la restricción de las importaciones (en especial las lujosas, a las que califica de “vicio corrompido”) y la distribución del ingreso, pues la riqueza en pocas manos es como “el agua estancada”.

De mayo a diciembre de 1810 la Junta aplica las medidas del Plan, pero con la incorporación de los diputados del interior Moreno queda en minoría y renuncia. Morirá envenenado en alta mar. La burguesía comercial porteña, usando a Saavedra, desplaza a los “jacobinos” y tuerce el rumbo de la Revolución en abril de 1811, con el Primer Triunvirato, aplicando una rebaja en los aranceles de importación y enfrentándose con Artigas. Los morenistas para esa fecha se hallan muertos o exiliados en las provincias. Recién volverán durante el Segundo Triunvirato, cuando San Martín -recién llegado de Europa- empiece a tener un protagonismo creciente. Precisamente, la llama de la revolución en las Provincias Unidas se mantendrá encendida con San Martín en Cuyo -donde aplicará medidas similares a las propuestas en el “Plan de Operaciones” para levantar el Ejército de los Andes- y con Artigas en la Banda Oriental y el litoral: ambos serán enemigos irreconciliables de Rivadavia.

Pero en 1814 la revolución entra en una encrucijada con el regreso de Fernando VII y la frustración de las esperanzas puestas en él. El 9 de julio de 1816 en Tucumán se declara la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica: asisten al Congreso diputados de provincias del Alto Perú, actualmente Bolivia. Pero el absolutismo, ya derrotado en Buenos Aires, permanece amenazante en Chile, Perú y el Alto Perú. De allí la necesidad de proseguir la lucha continental, pero el grupo rivadaviano se desentiende de la suerte de sus hermanos, contentándose con el libre comercio. El fin de la etapa de la emancipación en Hispanoamérica llegará en 1824, con la batalla de Ayacucho, venciendo definitivamente al Imperio español.

Una vez derrotado el orden absolutista y declarada la independencia, la cuestión central será la organización de los territorios. Dentro del frente revolucionario está el germen de la guerra civil, que se expresará políticamente en la disyuntiva unificación-balcanización y económicamente en el dilema proteccionismo-liberalismo.

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