Políticas ofertistas vs. políticas de demanda

Según la ley neoclásica “toda oferta genera su propia demanda”. Es decir, para la escuela neoclásica basada en este ley de Say la economía es motorizada por la oferta y por lo tanto todos los esfuerzos del gobierno deben estar en aumentar la oferta de bienes.

Asimismo, según esta ley es imposible que exista sobreproducción debido a que cualquier aumento de la oferta se traduce automáticamente para los neoclásicos en un incremento proporcional de la demanda. De esta forma, el gobierno debe realizar permanentemente políticas ofertistas sin preocuparse en el incremento de la demanda. Por ejemplo, una política ofertista central es reducir los impuestos a las ganancias de los empresarios para así de esta manera se incrementa la inversión y con esto la oferta de bienes.

Sin embargo, esta lógica condujo a la crisis más profunda del capitalismo. En efecto, la crisis de 1929 fue una crisis de sobreproducción relativa. De sobreproducción porque durante la década del veinte en Estados Unidos se produjo un abrupto crecimiento de la oferta que no fue acompañado por la demanda, lo cual generó un exceso de oferta de mercancías. Y relativa porque no es que la gente no demandaba porque tenia sus necesidades satisfechas, sino más bien debido a que no tenían los ingresos necesarios para hacerlo.

De esta forma, la crisis de 1929 desarticuló la ley de Say mostrando claramente que no toda oferta genera su propia demanda, y que además el capitalismo tiende a producir excesos de oferta, lo cual para los neoclásicos era imposible.

La sobreproducción en el capitalismo se traduce en crisis debido a que genera una caída de precios, es decir, un proceso deflacionario que produce una disminución de la tasa de ganancia de los empresarios con la consiguiente caída de la inversión, aumento del desempleo y reducción de los salarios de los trabajadores.

En este contexto surgió la llamada teoría keynesiana. Según Keynes, a diferencia de los neoclásicos, el motor de la economía es la demanda. Es decir, en vez de que un incremento de la oferta genera un aumento de la demanda, para Keynes es la demanda lo que genera un incremento de la oferta.

En otras palabras, si se incrementa la demanda efectiva el empresario venderá más mercancía y por lo tanto incrementara la inversión y la oferta de mercancía. Por lo tanto, según la lógica keynesiana el gobierno se debe centrar en llevar a cabo políticas de demanda, sobre todo en un contexto de crisis económica.

De esta forma, Keynes recomendaba para salir de la crisis de 1929 un conjunto de políticas económicas que condujeran al crecimiento de la demanda para estimular nuevamente la expansión económica y poder salir de esta manera de la crisis más profunda por la cual había atravesado el capitalismo. Pero además para Keynes el encargado de aumentar la demanda es fundamentalmente el Estado actuando como complemento del sector privado.

En Estados Unidos el encargado de aumentar la demanda y permitir a los Norteamericanos comenzar a salir de la crisis fue el New Deal o Nuevo Acuerdo aplicado por Roosevelt en 1933. En Argentina se aplicó el denominado Plan Pinedo en 1933 durante la presidencia de Justo que también implicó un incremento de la demanda.

En la actualidad este debate vuelve al centro de la escena. Con Reagan en Estados Unidos y asesorado por el economista Laffer volvieron las políticas ofertistas basada en la Ley de Say. Justamente, según Laffer, el gran problema que tenía Estados Unidos eran los elevados impuestos, por lo cual el economistas recomendaba reducir el impuesto a las ganancias para así de esta manera el empresario aumentaba la inversión y esto permitiría la reactivación de la economía Norteamericana.

Ronald Reagan redujo efectivamente el impuesto a las ganancias y no sólo que no logró una expansión de la economía de Estados Unidos sino que además generó un desfinanciamiento del Estado y una fuerte concentración del ingreso. Es decir, que la política de Reagan fue enteramente funcional a los sectores dominantes norteamericanos sin lograr además un crecimiento económico.

De nuevo, el problema no era que los empresarios de Estados Unidos no tenía dinero para invertir. No invertían justamente porque no había demanda. Por lo tanto, a pesar de la reducción del impuesto a la ganancia, los empresarios no aumentaron la inversión porque no tenía a quien venderle las mercancías que producían.

En la Argentina el debate entre políticas ofertistas y políticas de demanda también es actual. Cuando el gobierno de la Alianza asumió la presidencia en 1999, la economía argentina estaba atravesando un crisis que se había iniciado a mediados de 1998.

El ministro de Economía de la Alianza, José Luis Machinea, tenía su propia diagnostico de la crisis. Según el ministro el gran problema de la economía argentina era el déficit fiscal. En efecto, según Machinea, el déficit del sector público generaba que el Estado nacional debía endeudarse en el sistema financiero local, lo cual se traducía en un aumento de la demanda de crédito y por lo tanto en elevadas tasas de interés.

Justamente, estas elevadas tasas de interés generaban que los empresarios no tomen crédito y por lo tanto no inviertan. Es decir, según Machinea, el problema era un tema de oferta y no de demanda.

Por lo tanto, la solución según Machinea era eliminar el déficit fiscal para así de esta forma evitar que el Estado nacional compita en el crédito con el sector privado generando de esta manera un disminución de la tasa de interés, un aumento del crédito para los empresarios y un incremento de la inversión permitiendo de esta manera reactivar a la economía argentina.

Con este objetivo el ministro Machinea llevo a cabo dos políticas: un aumento de los impuestos a los asalariados (la tablita de Machinea) y una reducción de las jubilaciones y los salarios del sector público.

De esta forma, según el ministro de economía, aumentaría la recaudación que unido a la reducción del gasto público permitirían eliminar el déficit fiscal. Sin embargo, la única consecuencia que esto generó fue una reducción de la demanda, lo cual se tradujo en una profundización de la crisis económica.

De nuevo, con la asunción del ministro Cavallo como ministro de Economía de la Alianza el diagnostico fue el mismo. Según el nuevo ministro de Economía el problema de la Argentina era por falta de políticas ofertistas. Para lo cual Cavallo lanzó los planes de competitividad que consistían en una reducción de los impuesto a los empresarios. Al igual que en el gobierno de Reagan, no sólo no generó un crecimiento de la economía sino que además se tradujo en un desfinanciamiento del Estado.

Estas políticas nos condujeron a la peor crisis de la economía argentina en el 2001 que implicó la salida anticipada del gobierno de la Alianza. En efecto, el problema de la economía argentina no era la oferta sino que lo que no crecía era la demanda lo cual profundizaba la crisis económica y social.

En la actualidad, ante los “coletazos” de la crisis “mundial” el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en contraposición a lo realizado durante el gobierno de la Alianza, implementa un conjunto de políticas de demanda con el objetivo de evitar la desaceleración de la economía argentina.

El actual gobierno reduce los impuestos a los asalariados con la eliminación de la tablita de Machinea, y no a los empresarios, y lleva a cabo una política de crédito “blando” para alentar al consumo. Junto con esto, en lugar de reducir el gasto público, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner lanzó un plan estratégico de obras públicas y realizó un pago extraordinario para los jubilados.

Sólo el crecimiento de la demanda podrán evitar un mayor contagio de la crisis internacional. Por lo tanto, sólo las políticas de demanda, como las que esta aplicando el gobierno, son las mediadas adecuadas para evitar un mayor derrame de la crisis “mundial” a nuestra economía.

Por el Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP). www.geenap.com.ar (Agencia Paco Urondo)

La mala leche

Por Enrique Lacolla

El primer año del gobierno de Cristina Kirchner ha sido saludado por los medios con un agresivo coro de condenas. Esto es inmerecido, sobre todo proviniendo las críticas de donde provienen: es decir, de los sectores responsables de la catástrofe neoliberal.

Cualquier evaluación de la coyuntura debe partir de la conciencia de un trasfondo histórico que ayude a revelar su sentido. La apreciación del primer aniversario del gobierno de Cristina Fernández no ha sido acompañado, desde los monopolios de la comunicación, por una visión de este carácter. En cambio esa evaluación ha consistido en una serie de críticas arbitrarias, que dosifican las medias verdades con los silencios. Esto es mala fe, si no mentira, a la que se redondea, como lo hace La Nación, con encuestas que evalúan la calidad de la gestión. Los resultados de esas encuestas, de ser ciertos, serían apabullantes. Las apreciaciones negativas o catastróficas sumergen como un alud a las que afirman lo contrario. Claro que los lectores de ese matutino provienen en gran parte del sector acomodado y medio acomodado de Buenos Aires, pero como quiera que sea la mensura es indicativa de algo. Es posible que un considerable sector de la opinión de la clase media digamos genérica, se decante por ese criterio. Pero, ¿en qué medida esta tormenta de protestas refleja una convicción real, es puro ruido mediático o es el resultado inducido por una campaña publicitaria que no da respiro y que se apoya en una reducción de la capacidad de pensar históricamente, a la cual la historia oficial y los mass media se han ocupado con diligencia de instalar?

Hay, por supuesto, quienes son antikirchneristas por lo mismo que son antiperonistas: esto es, por su pertenencia a un modelo dependiente de país, del que siempre se han aprovechado y del que son parte fundamental; modelo que ha trabado nuestro desarrollo a lo largo de los años. Pero hay también quienes no participan de esa jugosa repartición de las ganancias y son incapaces de ver más allá de este escenario porque han sido moldeados por la propaganda insidiosa emanada de ese sector, propaganda que todo lo impregna y que consiste, en lo esencial, en adherir a un “realismo” económico y político que no es otro que el realismo de nuestros grupos dominantes, ausentes desde siempre de toda noción generosa del concepto de nación. El componente gorila –es decir, subliminalmente racista y clasista- no es tampoco ajeno a este tipo de evaluación.

El Sr. Joaquín Morales Solá, analista de cabecera de La Nación, en el número del pasado miércoles aludía a la gestión presidencial y a la forma en que se diseñó la gira de Cristina Fernández por Rusia, definiéndolas como “el regreso a las formas más rancias del nacionalismo”. Reproches al gobierno por “despreciar la inversión extranjera”, por esposar la tesis rusa en el conflicto con Georgia; por estatizar las AFJP, por expropiar Aerolíneas, y una ironía –incisiva y no del todo carente peso en este caso- en el sentido de que el kirchnerismo, más que en generar una burguesía nacional, se interesa en generar una burguesía kirchnerista, “que no es la misma cosa”…

Alejándonos de la acrimonia de este tipo de discurso, y ensayando una aproximación más informada por la conciencia de aquello por lo que ha pasado nuestro país en el último medio siglo, es evidente que este gobierno, como el anterior, más allá de los renuncios, de las debilidades y de las sospechosas maniobras de algunos de sus operadores, ha promovido un avance considerable en varios planos. Como señala Aldo Ferrer, en primer término ha devuelto al Estado su papel como elemento regulador de la economía. Luego ha aportado un dato fundamental: la capacidad del país de salir de la más profunda de sus crisis apelando a recursos propios. El PBI es hoy un 60 por ciento superior al de al de 2002, el desempleo se ha reducido notablemente y hay un superávit en los presupuestos y en la balanza de pagos, que pone a la Argentina en condiciones de resistir bastante bien a la turbulencia en los mercados internacionales, mientras que crisis externas de dimensiones mucho menores (como el efecto tequila, por ejemplo) provocaron en tiempos del menemato un descalabro que nos orientó a la ruina. La adopción del modelo neoliberal y la orgía de vaciamiento de las empresas del Estado y de estrangulación de las Pymes provocada por ese modelo, representaron la cúspide –o más bien la sima, el fondo- de la configuración dependiente de la Argentina, querida por la cipayería política, económica y cultural. La fractura de esta experiencia en 2001 reflejó su inconsistencia y su incapacidad para gestionar el país, aunque no su habilidad para destrozarlo.

Es cierto que los actuales gobernantes no fueron en absoluto inocentes respecto de ese proceso, pero también es cierto que han sido los únicos en el poder capaces de sacar algunas de las conclusiones que se imponían respecto a ese desarrollo. El problema reside, más bien, en el temor o la incapacidad del equipo de Cristina y Néstor Kirchner para profundizar esa conclusión y para promover un modelo de país que lo haga invulnerable a ese tipo de operaciones. El mismo plan anticrisis elaborado por el gobierno para enfrentar a la difícil situación generada por la recesión mundial, es insuficiente en este sentido. Está muy bien incentivar la obra pública a través de asuntos que hacen a la salud y el bienestar de la población, como anuncia el plan. Viviendas, tratamientos de efluentes cloacales y otros rubros vinculados a la infraestructura de la vida cotidiana, dan empleo y son de mucha importancia. No así la hipotética repatriación de capitales fugados al exterior, no sólo o no tanto por el carácter éticamente dudoso de la medida, sino por el hecho de que no es probable que tales capitales vuelvan…

La cuestión, sin embargo, es que a este plan de coyuntura le faltan criterios vinculados al crecimiento orgánico de la nación. Como son la construcción de autopistas, el rescate de los servicios ferroviarios y el direccionamiento de la inversión hacia las industrias de punta. Pero para esto es necesario un proyecto orgánico de crecimiento, todavía inexistente. Este “plan de operaciones” debería poner en marcha una reforma fiscal progresiva, que allegase los fondos que son necesarios y que no tienen porqué provenir desde fuera, generando más deuda; debería articular una ley que controle la especulación financiera y debería tal vez imponer un bloqueo de capitales que impida su fuga al exterior. Son expedientes posibles, que tienen antecedentes en los gobiernos conservadores de la década del ’30 y en los del primer peronismo. Pero para asumirlos hacen falta agallas, una efectiva voluntad de cambio y, en especial, una siempre postergada ley de radiodifusión, que rompa el monopolio mediático e instale una sana competencia en ese ambiente, hoy en manos de una mecánica mercantilista que “jibariza” la capacidad de intelección del público y que transporta un discurso político que ni siquiera podría definirse como opositor sino más bien como negador, que se pierde en el debate pequeño y en la moralina de peluquería, sin atender jamás a las causas estructurales de nuestro fracaso histórico. Y que, cuando las roza, es para poner de manifiesto una perspectiva prestada, inducida por la versión oficial de nuestro pasado y cimentada en una representación eurocéntrica del mundo.

Se trata entonces de crear canales alternativos por los que puedan volcarse criterios ajenos a los de la trama monopólica, de matriz imperialista. Sin duda, nuestra inmadurez política responde también a causas intrínsecas, pero estas hubieran podido ser superadas hace tiempo si la lápida de la historia oficial y del discurso único de los voceros de la dependencia, no hubiesen pesado sobre una cultura como la nuestra, que es aluvional y aun se encuentra en proceso de elaboración.

La tarea que tiene por delante el gobierno de Cristina es muy grande. No va a poder asumirla si no se anima a interpretar el mandato que la historia le ha asignado. Que no es otro que construir, a través de la praxis, la densidad nacional, la conciencia de quiénes somos y de dónde estamos. El primer gobierno peronista generó el único proyecto estratégico que conoció la Argentina desde la época de Mariano Moreno; un proyecto que apuntaba a la integración social, a la independencia económica y a la inserción de dicho programa en un esquema de poder latinoamericano. Pero fracasó en su intento en gran medida por su torpeza comunicacional y por su excluyente personalismo, que ahuyentaron a grandes sectores de la clase media que hubieran podido apoyarlo en vez de caer víctimas de sus propias inadecuaciones ideológicas, que los hacían sensibles al discurso de la derecha conservadora. Ahora se dan las condiciones opuestas. El actual gobierno tiene más cintura política. Pero carece del plan de fondo del que disponía el primer peronismo, aunque asuma bien la visión latinoamericanista de aquel.

¿Para cuándo la síntesis?

Un año de Macri en la ciudad:


Defecarse en el pueblo es PRO

Por Raúl Isman.
Docente. Escritor.


En los días que corren- entre apurados festejos previos a la navidad- se han cumplido doce meses del arribo a la jefatura de gobierno de la ciudad capital de nuestro país por parte de la gran esperanza blanca de la neoderecha ¿nacional?, Maurizio Macri. El play boy neoliberal había ocultado en ocasión de ser electo, con cierta habilidad, su verdadero rostro reaccionario tras una inteligente campaña diseñada por el experto publicitario ecuatoriano Jaime Durán Barba. Se presentaba como ascético vendedor de un pensamiento eficientista y pre-ideológico; por fuera de la conflictividad que resulta consustancial de modo inevitable al juego político. De tal modo construyó una nada desdeñable mayoría que superó levemente el 60% de los sufragios en el ballotage del 2007. Pero no dejo pasar ni siquiera la noche triunfal para mostrar sus auténticas intenciones. En efecto, desde el propio festejo emplazó al gobierno nacional a propiciar la impunidad para el genocidio cometido por la dictadura 1976-1983, circunstancia que en modo alguno puede calificarse como casual. Es que S.O.C.M.A. (Sociedades Macri), el grupo creado por papá Franco, fue uno de los conglomerados empresarios más beneficiados durante el trágico período. Se puede decir sin exageraciones que grandes fracciones de las ganancias del holding- como de otros núcleos de negocios- están teñidas con la sangre de los compañeros desaparecidos. La solidaridad de Macri con los asesinos, violadores, torturadores y secuestradores de niños tiene- como diría Karl Marx- una indudable base material. Los militares cegaron vidas para que empresarios activaran y engordaran sin posibilidad de hartazgo sus cajas registradoras, sus cuentas on y of-shore, se comprasen lujosos automóviles y viviendas, realizaran suntuosas fiestas y podríamos detallar mucho más. Pero la presente no es una nota de las revistas dedicadas a exaltar los modos de vida del jet-set, por lo cual no abundaremos en semejantes detalles menores.

Además, la misma noche apoteótica que lo ungió para el cargo que detenta- luego de ensayar una ridícula danza desde el escenario- cambió su rostro sonriente de vendedor de ilusiones para responsabilizar a los maestros y docentes en general por las dificultades de la educación. Todo aquel observador que deseare contemplar la esencial coincidencia entre tal discurso y lo repetido hasta el hartazgo por el menemismo en la nefasta década del ’90, puede. Pero a condición de que no piense que se trata de una coincidencia fortuita. Más bien el PRO- la alianza que sustenta al Macrismo- es la actualización política, doctrinaria y práctica para el retorno al poder del estado de la peor derecha; bien que no ocupa tal sitial en exclusividad. Lo comparte con la Coalición Cínica (llamada por ciertos ingenuos y por algunos otros hipócritas Cívica), los restos mortales de la U.C .R., el peronio-duhaldismo, el peronio-menemismo, el peronismo puntano (y fiestero) de los Rodríguez Saa y más formaciones muy menores.

En rigor el triunfo de Macri no podía achacarse exclusivamente a la eficiencia en su labor desplegada por el mencionado publicitario ecuatoriano. Coayudó a ello la ineficacia en la gestión desplegada por gran parte de los anteriores gobiernos, la crisis generada por la tragedia de Cromagnon y la posterior fragmentación de los espacios progresistas. No menor por cierto es el desplazamiento hacia la derecha de vastas capas de las clases medias, dato inocultable que no sólo acontece en la Argentina. Es- por desgracia- parte de la realidad económica y social en la casi totalidad de las áreas más ricas en toda nuestra América Latina.

Che Macri: La ciudad no es tu empresa

No podía pasar desapercibido para ningún conocedor serio de la política que el nuevo jefe de gobierno se conduciría en su nueva función con los modales propios del más despótico patrón de estancia; o sea al modo con que los empresarios nativos o radicados en nuestro territorio conducen los destinos de sus emprendimientos y de los trabajadores que allí laboran. Por otra parte, la figura de Macri cuenta con una rara ventaja: llega por igual a los estratos más poderosos- lo cual es casi natural, ya que no se le cae idea ninguna que no los favorezca- y a los humildes, pasando por vastos sectores medios ansiosos de orden y mano dura. Pero lo descripto, que son condiciones excepcionales para ganar una elección, se vuelve una dificultad compleja de solucionar puestos a gestionar acciones de gobierno; ya que no es posible cumplir del mismo modo con las expectativas de coalición tan amplia y variopinta. No es un secreto para nadie que observe la realidad con mínimo detenimiento y una pizca de rigor ciéntifico: Macri optó por su compromiso orgánico con los núcleos más concentrados del poder económico; al punto que sólo faltaría cambiar el nombre institucional del cargo que detenta. En caso de realizarse la transformación pasaría (que ocultamente desea) pasaría de jefe de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires a Super gerente general de inmobiliaria financiera Macri de Buenos Aires. Los núcleos más pobres de la población deberían conformarse- a perpetuidad- con una serie de estampitas del play boy y su vice jefa de gobierno, Gabriela Micheti, manifiestamente alejada de los primeros planos a fin de no dar cuanta de tanta promesa incumplida. Por de pronto, realizaremos un mínimo e incompleto análisis de sus primeros meses de gobierno.

A poco de asumir mostró claramente su orientación al vetar la ley que permitía en la ciudad la elaboración estatal de (más baratos) medicamentos. Faltaba más, no fuera cosa que disminuyan los negocios de los laboratorios medicinales (monopolios). Luego, pretendió dejar un tendal de desocupados entre los trabajadores municipales. En tal ocasión quedó demostrado una vez más que la tan cacareada calidad institucional- una bandera hiperamplificada por la derecha contra el gobierno nacional- es sólo un slogan hipócrita. Es que Macri se refregó los diversos mandatos en su contra de la justicia por sus diversas partes pudendas; tanto traseras como delanteras. Por cierto que no existe auténtico imperio de la ley sin estricta separación de poderes. Por lo cual la siguiente pregunta es precedente: ¿Y la calidad institucional? Por allí mismo. La sinceridad del PRO en la búsqueda de una institucionalidad transparente lo manifiesta la sesión en la legislatura de la ciudad del 4 de diciembre del 2008. En tal ocasión, los diputados Macristas Oscar Moscariello y Silvia Majdalani votaron por dos de sus colegas de bancada que no estaban presentes en sus lugares; escándalo que fue silenciado por la gran prensa, cómplice discursivo inefable, infalible, e infatigable de la derecha telúrica, latinoamericana e universal. Sólo les faltó decir que interpretaban cabalmente el pensamiento de los curules no presentes. Es que si eran Macristas, no votarían de ninguna manera en contra de su propio proyecto. Los grandes massmedia y el Pro (y la derecha en general) constituyen lo que bien puede definirse como asociación (por ahora) lícita para ocultar la verdad y desorientar al pueblo en la percepción de cuales son sus verdaderos enemigos. Un ejemplo de lo que decimos es el hecho que con el pretexto de transparentar el sistema de compras y suministros de los hospitales de la ciudad se modificó el mismo. El resultado: los nosocomios quedaron completamente desabastecidos de medicamentos (en algunos establecimientos se denunció que se rebajaban con agua, de modo que no surtían efecto), gasas, vendas y comidas. Mientras esto ocurría, nada quedaba reflejado en la T.V , la radio o los grandes diarios. Imaginemos por un instante lo que hubiere acontecido si la responsabilidad de semejantes desatinos hubiere correspondido al ejecutivo nacional. Hasta el día de hoy y por varios años más, los Lanata, Morales Solá, Gelblung, Gonzalez Oro, Grondona, Tenenbaum, Nelsones Castros o Magdalenas nos hubieran agotado con sus descarados lamentos por la salud pública. Pero nada dicen de las circunstancias que describimos, así como la pretensión de Macri de impedir la atención hospitalaria a los ciudadanos provenientes de la provincia o países limítrofes.

El presupuesto dedicado a la educación fue sub-ejecutado, especialmente en los rubros destinados a le mejoría edilicia en las escuelas más carenciadas. Tal vez Macri piense- en ademán sarmientino- que si los alumnos sufren mucho frío, tal circunstancia incentivará el aprendizaje. Lo propio puede referirse a pasar hambre. En aplicación de tan estrafalario principio, se les redujo el componente calórico y proteico a los suministros para los comedores escolares. Además, se provocó una fuerte disminución en la entrega de becas destinadas a los más débiles. Indudablemente, que los pobres sufran trabas, limitaciones y dificultades para estudiar es PRO. Por otra parte y contando con recursos como para otorgar un incremento salarial a los docentes el jefe se negó a otorgarlo buscando consolidar por medio de ademanes de fuerza su base de apoyo electoral, fuertemente refractaria a la protesta social. Con las huelgas docentes, el coro mediático difamador repetía incansablemente que los niños no podrían completar su aprendizaje por culpa de los paros: Su complicidad les impidió instalar el debate acerca si docentes (muy) mal pagos son una precondición para una educación de excelencia. Y nada se dijo en los grandes medios de un indudable logro PRO: varias escuelas lindantes con el conurbano mostraban cargos sin cubrir. La razón: los docentes escogían la provincia de Buenos Aires- jurisdicción donde el salario de maestros y profesores en nada se acerca al dorado primer mundo- antes que el magro haber porteño.

No puede obviarse que los recursos dedicados a talleres culturales y ayuda social fueron reducidos o eliminados y pesa sobre la escuela Isauro Arancibia- dedicada a niños de la calle- la amenaza de cierre. La complicidad del Macrismo con la dictadura llega a tales extremos que la institución escolar referida lleva el nombre de un docente desaparecido por los genocidas y Macri aspira a clausurar la iniciativa educativa al tiempo que inmortaliza a los asesinos en nombres de calles, plazas, colegios y avenidas.

De las promesas en pro de la vivienda popular lo único que puede apuntarse el descontento de los habitantes de la villa de Retiro, que debieron cortar la autopista para que al menos fuera oído su reclamo. Complejos habitacionales destinados a los sectores carenciados se construyen en Michetipolis, el reino imaginario de la ladera del jefe. Pero en la realidad de la sociedad sólo crecen torres de lujo, pisos en barrios suntuosos u oficinas futuristas en Puerto Madero.

El PRO- como el conjunto de la derecha- suele agitar y utiliza la problemática de la inseguridad (¿Qué estado en el orbe le puede garantizar a sus ciudadanos que podrán vivir garantizadamente seguros?) para asegurarse rédito político; prédica que le brindó cierta cosecha electoral. Pero puestos a gobernar, el armado de la futura policía de la ciudad quedó en manos de cavernarios PRO(cesistas) expertos en seguridad. El resultado está a la vista: la política anti-delictiva del Macrismo se reduce a denuestos contra el gobierno nacional y a la segura comisión de atentados contra los derechos humanos, cuando dispongan de los resortes para ejercer la vigilancia pública. De modo que- llegado el momento- con toda seguridad los pobres pagarán el delito de serlo y los estudiantes revoltosos serán objeto de policías bravas muy PRO.

Hemos realizado un incompleto recorrido por las áreas más sensibles de la gestión Macrista. Sólo hemos realizado una somera fotografía. En caso de desmenuzarla exhaustivamente el resultado sería el mismo: gobernar en beneficio del pueblo no es PRO. En lo que resta de la nota, analizaremos las perspectivas político-electorales para el año próximo.

2009, elecciones y después…

Pese a las sobradas muestras de la orientación consustancial y marcadamente antipopular de su gobierno, el PRO ganará la próxima compulsa electoral en la Capital a favor de la dispersión del espectro nacional y progresista; mas el peso inocultable de la reaccionaria derecha porteña, oscilante en un duro y recalcitrante tercio del electorado. Al menos es lo que surge de los diversos oráculos encuestadoriles. En rigor, las mejores perspectivas devienen del hecho que la derecha presentará al menos dos formaciones (el Macrismo y el Carrioismo o Coalición Cñinica) y que la fuerza del jefe de gobierno carece de candidatos aglutinantes de voluntades y de sufragios.

Por nuestra parte, las perspectivas son poco halagüeñas. El Kirchnerismo pejotista le achaca al progresismo Ibarrista la defección del ex jefe de gobierno, durante el pasado conflicto contra la reacción (urbana y) agropecuaria. Mientras que desde campamentos cercanos al incendiado en Cromagnon se pasa la factura por el hecho que la deposición de Ibarra sólo fue posible con el guiño de algún sector Kirchnerista. Nada de esto se dice en voz alta, por lo cual el elector anti-Macrista del común carece de elementos para darse una composición de lugar sobre las causas de la suicida dispersión que presentamos. A tales divisiones hay que sumar la de algunos movimientos sociales ex K (Libres del Sur), del espacio Pinosolanista o del Partido Socialista de la ciudad de Buenos Aires. Sería ideal que fueran depuestas las grandes y pequeñas miserias que nos fragmentan; en pos de construir una coalición electoral con posibilidades para dar pelea a la barbarie PRO. Pero tal situación es tan factible de ser realizada como esperar un gesto de piedad y solidaridad en una reunión cuyos integrantes fueren George W Bush (arbusto), Condolezza Rice (arroz) y Donald Rumsfeald aquejados por añadidura de diversas insatisfacciones. Más fácil es esperar que una piedra emita pensamientos filosóficos que semejantes sádicos y genocidas pudieran prorrumpir sentimientos fraternales. Por lo tanto, las perspectivas oscilan desde el cauto pesimismo hasta la total desesperanza. Mientras tanto podamos gestar fuerza política para discutir el mando en la ciudad, quienes resistimos al Neoliberalismo PRO debemos seguir diciendo con todas nuestras fuerzas desde la lucha de calles que tanto incomoda al jefe: Macri, la ciudad no es tu empresa.

raulisman@yahoo.com.ar
www.geocities.com/raulisman
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CARTA ABIERTA AL PERONISMO


Sobre la solicitada desvergonzada y cínica del duhaldismo contra el Gobierno Nacional.
por Claudio Diaz


Sólo falta la rúbrica fantasmal de Menem, porque su espíritu rastrero está entre las palabras que intentan ser un bálsamo purificador y son una nube tóxica.
Sobre la solicitada en la que duhaldistas y menemistas realizan una desvergonzada y cínica crítica contra el Gobierno Nacional


Sólo falta la rúbrica fantasmal de Menem, porque su espíritu rastrero está indudablemente mimetizado entre las palabras que intentan ser un bálsamo purificador y en verdad son una nube tóxica que quiere narcotizar al peronismo como en la década que marcó el fin de siglo.
Es que el espantajo ya no está para salir a escena y conviene tenerlo arrumbado en el desván de los malos recuerdos.
Sólo por eso no aparece corporizado.
Porque los que le ayudaron a manejar los hilos de la gran función titiritesca de la traición y el oprobio, están ahí.
Manchadísimos pero inmaculados; jubilados aunque activos; desvergonzados pese a que no les pinta ni una pizca de rubor; prescribiendo recetas después de haber enfermado a esta paciente llamada Argentina.
La solicitada aparecida en Clarín el miércoles 10 de diciembre, firmada por varios protagonistas de la tragicomedia política que padecimos bajo el nombre de menemismo, es una prueba más de que el peronismo original sigue siendo insoportable para esa casta dirigencial que hace ya varios años decidió servirse del movimiento para satisfacer nada más que sus apetitos materiales.
Guay del que quiera acercar su mano a la mesa para servirle a todos, porque esta especie carnívora está dispuesta a cortársela a quien sea. La única verdad es la realidad, dicen, entre otros, Eduardo Duhalde y su esposa Chiche; Ramón Puerta; Miguel Angel Toma; Luis Barrionuevo; Julio César Aráoz y una curiosa lista de empresarios y cuadros del liberalismo que uno viene a enterarse que son peronistas, como Francisco de Narváez y Javier González Fraga.
Otra vez, como una constante de las últimas décadas, Perón es reivindicado sólo para la utilización de alguna frase suya, porque a la hora de poner en marcha la melodía nacional, esta clase de politiqueros interpreta la letra de otros autores.
Vaya si lo sabrá el pueblo peronista… Quienes pretenden pasar como sus conductores se ufanan de haber encontrado su razón de ser en La Comunidad Organizada o en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.
Todo muy lindo, sí. Pero de la boca para afuera: cuando llega el turno de gobernar, los señores ya se recibieron de secretarias que se sientan en la falda de las fundaciones del gran capital para copiar lo que les dictan.
La única verdad es la realidad –insisten en decir los menemistas de ayer reconvertidos en los duhaldistas de hoy- porque sugieren que el gobierno del último lustro sería químicamente impuro, incompatible con la naturaleza del verdadero peronismo e incluso terriblemente perjudicial para la Argentina, mucho más aún que la Alianza para el Progreso que subió al poder en 1999 montada en la ola de la clase media y escapó apenas dos años después en helicóptero.
Convengamos que el llamado kirchnerismo tiene muchas cosas cuestionables y que varios de sus gestos y guiños dejan más de una duda respecto del ADN movimientista y nacional que se reclama desde gran parte de la militancia.
¿Pero tienen autoridad moral (o mejor: autoridad doctrinaria) los Duhalde y su séquito para tomarle el pulso peronista al matrimonio que gobierna desde 2003?
¿Desde qué virginidad política vienen ahora a calzarse un cinturón de castidad ideológica, justamente ellos, que impúdicamente revolearon los principios más sagrados cuando llevaron al PJ a tener relaciones carnales como miembro de la Internacional Liberal?
¿Firmaron solicitada alguna, emitieron acaso un documento crítico en los 10 años de antiperonismo practicado desde la Casa Rosada y otros satélites del menemismo?
Hay que tener mucha desvergüenza para vestirse hoy con el uniforme de fiscales del movimiento nacional.
Hay que tener mucha desvergüenza, hipocresía y cinismo.
Porque lo que en verdad salta a la vista en este nuevo espacio neo-peronista (como el que alguna vez intentó Vandor: el de hacer peronismo sin Perón), es el objetivo de volver a ubicar a nuestro país en la góndola de los territorios sumisos que no pueden participar en el tablero del ajedrez mundialista si no es como peones que ponen sus materias primas para el banquete de los reyes y las reinas.
Concretamente: han salido a mostrar la hilacha… O sea: la costura del viejo traje que le quieren poner a la Argentina desde Martínez de Hoz en adelante.
Dicen en la solicitada… Estamos en el medio de una transición entre lo viejo, que no termina de extinguirse, y lo nuevo, que no logra consolidarse.
Lo viejo, nos inculcaron todo este tiempo los sacerdotes de la religión liberal, es ese Estado que se niega a desaparecer e impide la libre y sana competencia del Mercado, tan sensato e integrador de pueblos como es.
Lo viejo es esa concepción nacional de planificar y controlar, que también le impide a las buenas corporaciones transnacionales alcanzar su efectividad con la generosa mano que llega para desarrollar el planeta entero.
En cambio (seguimos copiando de la solicitada)… lo nuevo es un escenario internacional signado por el ascenso del mundo emergente, encabezado por China, India, Brasil y Rusia.
Brillante juego de espejos el que nos proponen.
En el que refractan un rayo de luz engañoso que lo que en realidad busca es oscurecer la verdad.
Porque lo que caracteriza a esas potencias es, precisamente, el grado de autonomía capitalista que han logrado a partir de la construcción de un Estado fuerte que no se agacha en aras de satisfacer al bloque mundialista que pretende regir el destino de la humanidad y poseer al hombre en toda su dimensión.
Bregar por un Estado vivo y no bobo es lo que ha intentado hacer (mal, bien o regular) el gobierno argentino en los últimos cinco años.
Sin embargo, las patas de la mentira quedan en offside, solitas, cuando los jugadores de Duhalde, de tan acelerados que están en sus movimientos, se muestran tal como son y salen a promocionar el módico paisito agrario-liberal, el preferido del Mercado, para el que vienen trabajando desde la época de Menem.
Dice la solicitada publicada en Clarín… Se presenta un extraordinario incremento de la demanda global de alimentos, lo que constituye una oportunidad histórica hasta ahora desperdiciada.
Vamos a ver de qué se trata.

UN PAIS IMPORTADO
Si el peronismo es sinónimo de industria y mercado interno, si el peronismo es razón de ser a partir de un movimiento obrero fuerte y activo, el “neo-peronismo” de esta clase dirigencial pejotista es, como mucho, desarrollista hacia afuera.
Como nuestro liberalismo, también está convencido de que la Argentina no da más que para satisfacer las necesidades de un tercio de su población, con ellos, lógicamente, en lo más alto de la pirámide.
En el fondo sueñan con un país importado.

De sólo imaginarlo a uno le da pánico.
Pero es la ambición que los mueve. Aunque se hagan los criollos, les gusta lo de afuera…
En la solicitada que publican se observa claramente la mano de quien fuera el exégeta del llamado Rey de Anillaco.
Nos estamos refiriendo a Jorge Castro, un cuadro del trostkismo surgido en los años sesenta que viró bruscamente hacia el liberalismo y terminó abrevando en el pensamiento internacionalista de inspiración rockefelleriana, a tal punto que se convirtió en un referente de la Comisión Trilateral creada por el banquero y su mano derecha, Henry Kissinger.
Desde mediados de los ’90, Castro trabaja como propagandista del Gobierno Mundial de esas corporaciones que tiene asignado para la Argentina un papel menor, un bolo se diría, en el gran teatro planetario: su especialización como proveedor de alimentos.
Castro expuso su tesis en el libro La Tercera Revolución, editado en 1998.
Incluso, hacia 2004 la expuso de manera brutal en un artículo que publicó Clarín el 16 de febrero de ese año: Un país emergente no elige hoy el tipo de industria que puede desarrollar. En la fase actual de la globalización, las características de la industria en un país emergente como la Argentina las establece el mercado mundial.
En ese entonces, Castro iba más allá de la enunciación referida a la sumisión de acatar lo que el Dios Mercado dicta.
Y establecía que el camino del desarrollo argentino debe pasar por aceptar convertirse en un eslabón de la llamada cadena agroalimentaria, es decir: una vuelta al pasado, al siglo XIX, al pre-peronismo, como lo soñaron los fundadores del modelo liberal hacia 1880.
No obstante ello, ahora nos darían un plus: a la Argentina esta vez se le permitiría desarrollar cierta industria vinculada al campo.
Algún tipo de maquinaria, pero no más que eso. Del resto hay que olvidarse.
Y sacarse de la cabeza esa idea peregrina que tuvo Perón para que fabricáramos nuestros propios ferrocarriles, aviones, automóviles.
El Mercado, ya lo explicó Castro, tiene el mazo en la carta y decide a quién le da el ancho y los siete bravos.
Nosotros, en el reparto, jugaríamos (como ya nos pasó), con algún Cavallo y una De la Sota. No nos sirve ni para mentir en el envido…
El armado político de este esquema colonial quedó expuesto claramente entre marzo y julio de este año, cuando el espacio duhaldista jugó con decisión a favor de las patronales agrofinancieras.
Ahora mismo lo sigue haciendo el ex presidente.
Desde su Movimiento Productivo Argentino acaba de arengar a la tropa campechana al exigirle que no abandonen la pelea, para seguir la lucha en el Congreso porque las trincheras tienen que ser las bancas, en un cordial convite a que se postulen como candidatos a legisladores para las elecciones de 2009.
Los patrones de la soja al poder, podría ser el lema.
La estrategia del grupo se cerró con la incorporación de los cuadros intelectuales que acompañaron a Menem hasta el final de su hundimiento.
Hablamos del propio Castro y de la elite de ideólogos del llamado grupo Segundo Centenario: Pascual Albanese y Jorge Raventos.
Con ellos también participan el vicecanciller de Guido Di Tella, Andrés Cisneros; y el ex embajador Archibaldo Lanús, entre otros.
Un país importado; un granero del mundo remozado…
He allí la última utopía de esta gente que no se priva de usar con impudicia y oportunismo a Perón para darle sustento doctrinario al país-granja que auspician.
En una de sus publicaciones reproducen estos conceptos del General: La técnica moderna presiente la futura escasez de materias primas perecederas y orienta su mirada hacia las producciones de cultivo. En las pampas inagotables de nuestra pampa se encuentra escondida la verdadera riqueza del porvenir.
Y luego: Solamente las grandes zonas de reserva del mundo tienen todavía en sus manos las posibilidades de sacarle a la tierra la alimentación necesaria para este mundo superpoblado y la materia prima para este mundo superindustrializado. Nosotros constituimos una de esas grandes reservas. Ellos son los ricos del pasado. Si sabemos proceder, nosotros seremos los ricos del futuro.
Claro que son verdaderas estas afirmaciones de Perón.
Pero jamás dijo que el Estado (es decir: la nación) debe someterse a los dictados del Mercado.
Y tampoco propugnó modelo alguno donde los nacionales y revolucionarios fueran los grandes productores de soja…
Que ni siquiera son auténticos, porque hoy están metidos en ese negocio como lo estuvieron antes, durante la Patria Financiera, en los bancos y las mesas de dinero.
Un país importado, entonces.
Una cuestión de extracción y no de creación.
Sencilla ecuación: sacamos todo lo que tenemos adentro para dejarlo en manos de los afuera.
Eso supone recibir muchos millones de dólares provenientes de los commodities.
Entonces no necesitamos pensar, inventar, fabricar…
De yapa podríamos alimentar al mundo entero, porque son muy humanistas estos nuevos progresistas del liberalismo.
Estamos en condiciones de darle de comer a 300-400 millones de hermanos de todo el mundo, nos dicen Castro, Duhalde, Chiche y Narváez…
Ahora, que en la Argentina queden un montón de compatriotas sin posibilidad de tomar un plato de sopa, porque exportamos todo, no importa… ¡Qué le vamos a hacer, son las reglas del juego (perdón, del Mercado)!
La vida es más fácil así; lo compramos todo hecho.
Y como ya no hay necesidad de hacer nada, porque lo traemos de afuera, podemos cerrar las fábricas (que encima contaminan y dan feo aspecto en las ciudades) y sembrar soja…
¿Saben qué paisaje hermoso, todo verde y prolijito?
Sería un mundo fantástico: sobraría gente porque ya no tendría que ir a trabajar… No habría mucho tránsito en las calles: ¡para qué querríamos trenes, colectivos, subtes y taxis…!
Y los pibes y jóvenes casi ni tendrían que estudiar: con unos pocos que aprendan a tirar semillas y regar los campos sería suficiente.
Un mundo feliz…

¿QUEREMOS SER PERONISTAS?
El peronismo no puede ser vehículo de cualquier política.
Esto de que el movimiento es un colectivo al que se sube cualquier conductor sin importar a dónde quiere llevarnos, hay que empezar a discutirlo en serio y de una buena vez.
Haber postergado el debate, fomentar ese descompromiso de lo dejamos para más adelante (porque la maldita partidocracia de roscas y campañas se traga la mística militante), permitió que nefastos personajes de la política o de lo que se llame hayan desembarcado en nuestro puerto con la vista gorda de los encargados de la aduana.
Así nos metieron cualquier tipo de mercadería trucha, de contrabando.
A la par de esos mercachifles que todavía quieren vendernos el buzón del fin de las ideologías y de la desaparición del Muro de Berlín (como si en la Argentina la contradicción hubiese sido capitalismo-comunismo), también aparecen algunos figurones que apoyados desde una concepción culturosa y cholula (una suerte de jet-set progresista) intentan hacer pie en el movimiento con el propósito de convertirse en vanguardia ideológica, pretendiendo pasar por sobre los trabajadores y el movimiento obrero organizado.
Hay que decir, una vez más, que debemos ser originales y entender que el peronismo no puede prestarse como maniquí de modelos antinacionales, llámense liberales o progresistas.
Estamos, entonces, frente a un tironeo a derecha e izquierda para convertirlo en lo que no es.
De modo que el peronismo debe sentarse a definir qué quiere ser… O mejor dicho: SI QUIERE SER…
Hay que discutir si deseamos realmente transitar un camino que nos lleve, definitivamente, hacia un capitalismo nacional, autonómo y soberano, con inclusión y justicia social, UN MODELO NUESTRO, como el que propuso Perón, que establezca claramente cómo nos desarrollamos y a quienes se les pide el mayor esfuerzo para SER, ESTAR Y TENER un destino en el universo.
Todo lo demás será dejarnos chantajear con las ventajas comparativas del globo de la globalización, el nuevo fetiche que no es más que un sucesor del plan imperial salvaje y rapaz, colonialista y desnacionalizador, antipopular y antisocial.
Cabe preguntarse, ¿qué teoría política, o filosófica, va a presidir el ingreso de la Argentina a su bicentenario?
Hay que promover un gran debate para que, de una buena vez, todos nos saquemos la careta y digamos de qué lado queremos estar…
No podemos dudar de la más firme convicción que tenemos: de este país sometido a un rígido y asfixiante control del pensamiento se sale con más peronismo.
Ya no hay más chances de gobernar lo menos peronísticamente posible disimulando nuestra matriz nacional, ese factor clave de identidad que debe aglutinar a todos los que deseamos escapar del chantaje ideológico que fluye de la democracia colonial.
Si realmente sentimos el compromiso de ir en busca de la distribución y el reparto real de la riqueza, debemos estar convencidos de que la única vía por la que se llega a ese estado de justicia y plenitud es por la del peronismo.
No sólo desde el punto de vista doctrinario sino además como fuerza de ordenamiento social.
Peronizar de una vez por todas las decisiones que se tomen desde la Nación, desde las provincias, desde los municipios, desde cada sindicato, desde cada unidad básica…
Esa debería ser la cuestión. O la única solicitada que firme el peronismo…
CD/

LUCES Y SOMBRAS DEL PERONISMO

Walter Moore

En este nuevo siglo, no sólo se perfila una era de unificaciones continentales, sino una época en que la cooperación tenderá a sustituir la confrontación.


La Argentina, y América toda, están por entrar en un nuevo período histórico. El grupo de historiadores de El Umbral ha realizado un trabajo de gran trascendencia al definir que nuestro Pueblo tiene 1400 años de historia, e identifica siete Proyectos de país en esta larga historia, el Peronismo en sí mismo es un Proyecto de País diferenciado, y lo ubican como el Proyecto número 6, el proyecto 7, que ubican en el período de 1976 hasta la actualidad lo denominan El Proyecto de la sumisión incondicionada al Norte imperial y globalizador. La importancia política de esta caracterización es que ubica al Peronismo como un proceso histórico que comenzó y terminó, constituyendo una base importante para definir el Proyecto de País número 8, que inició el Pueblo Argentino marchando por el centro de las calles el 19 de diciembre de 2001 y que busca la forma en que -Se vayan todos, y espera pacientemente que aparezcan los nuevos líderes, capaces de lograr ese Umbral de Poder que Marcelo Gullo define como -el poder mínimo que necesita una Nación para no caer en un estadio de subordinación, en un momento determinado de su historia. Eso lo logró el peronismo, pero no pudo sostenerlo, y después de 20 años de embates, el proyecto de sumisión lo desplazó definitivamente del poder. Ahora ha llegado el momento de hacer un balance sobre lo que debemos rescatar del peronismo, más allá de la nostalgia de esos años felices, y las tareas que dejó pendientes el movimiento ideológico más potente del siglo 20, después del capitalismo, para lo cual es pertinente comparar a ambos, ahora que este modelo también está entrando en las sombras. El Peronismo logró plenamente todos sus propósitos: La Felicidad del Pueblo, la Grandeza de la Nación, la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social, en eso fue impecable, y estos objetivos será necesariamente los mismos en el 8º Proyecto, las diferencias estarán en los proyectos y los protagonistas, puesto que algunas variables son completamente diferentes en el siglo 21, a de los dos siglos anteriores, con lo cual tanto el proyecto Peronista como el Proyecto del ´80, requieren grandes cambios. En otro artículo analizamos los mitos que instaló el capitalismo, o demoliberalismo[1], mitos que fueron la base de su persistencia, pues los Centros de Dominación o Centros de Saqueo, usaron eficazmente su poder. Y aquí, en la concepción del poder de los Centros imperiales y la del Peronismo existe una diferencia sustancial. Mientras el primero organiza un poder ofensivo, destinado a perpetuar la dominación, el peronismo no pudo, no supo o no quiso, organizar su poder para oponer una defensa eficaz a la enorme capacidad agresiva de los centros imperiales que habían ganado la Segunda Guerra Mundial, y que percibían que si el ejemplo del peronismo se extendía por América Latina podía convertirse en una amenaza real para sus intenciones. En esta falta de apreciación del potencial y de las intenciones de los Centros de Saqueo, y en consecuencia, de movilizar todos los recursos necesarios para organizar una defensa efectiva de nuestra soberanía. Una defensa que tuviera en cuenta la eficacia de la Guerra Cultural emprendida contra nuestra Nación, con operaciones en este campo capaces de desarrollar una eficaz Quinta Columna en las fuerzas armadas argentinas, y de conseguir el apoyo de grupos sociales con poder, que siempre vivieron de las comisiones de los saqueadores. El peronismo descalificó el poder que puede ejercer un sistema que opera con una falta total de escrúpulos jurídicos y éticos con tal de consolidar una estructura de saqueo permanente. El peronismo cometió el error de creer que la clase obrera, por si misma, era capaz de oponerse al grado de organización de que disponen los Centros Mundiales de Saqueo, con su capacidad de corrupción mediante el dinero y el chantaje, además del fraude comunicacional que caracteriza su operación de guerra psicológica destinada a desgastar el poder nacional. Otro error central de la política peronista fue permitir el desmesurado crecimiento de las ciudades. Durante su gobierno no se fundaron nuevas poblaciones, el desarrollo industrial se concentró en las ciudades existentes y la trama de comunicaciones se mantuvo igual a la diseñada por el Imperio Británico, formando un embudo hacia el puerto, consistente con su programa de distribución internacional del trabajo (Inglaterra la fábrica y Argentina la granja). Si bien el peronismo libró una gran batalla para tomar el control del comercio internacional de la Argentina, mantuvo la misma estructura de dependencia económica de la venta de commodities hacia los países ricos, en lugar de expandir la producción destinada al mercado interno hacia los países limítrofes, compitiendo con la penetración que los Centros de Saqueo desplegaban en los mismos. El esfuerzo de industrialización para sustituir importaciones, y aún el de buscar formas de desarrollo de punta (energía nuclear, petroquímica, aviónica, etc.) no estaba sustentado por un esquema diferente al propuesto por el liberalismo para el consumo interno, ni estaba sostenido por un nuevo modelo de consumo y distribución nacional del sistema productivo que pudiera oponerse, por sí mismo, a la presión política y cultural de las multinacionales, aunque se hicieron movimientos en esa dirección, tales como obligar a rotular nuestra producción con Industria Argentina. En otras palabras, el peronismo organizó una mejora sustancial del sistema Demoliberal, con una equidad social desconocida en nuestro país, un amor por la familia, los niños, los jóvenes y los ancianos que no tuvo parangón, puso una parte sustancial de la producción de nuestro país bajo el control de los argentinos, pero mantuvo el sistema Demoliberal intacto, y eso ocasionó su derrota. El error de concepción fue creer que bastaba con conseguir nuestra independencia, sin tomar en cuenta que esta sólo puede ser sostenida en la medida de que se disponga de un sistema de poder capaz de disuadir a Centros de Saqueo que fueron capaces de mover el tablero internacional hasta propiciar el derrumbe de una potencia como la Unión Soviética. El peronismo esbozó políticas capaces de ofrecer esa resistencia, como la Tercera Posición y el intento de la alianza ABC, entre Argentina, Brasil y Chile, pero confió en que la afinidad política sería suficiente, cuando todos los estadistas saben que las naciones lo único que tienen en común en forma permanent, son los intereses. A la Argentina le sobraban recursos materiales, intelectuales, éticos y estéticos para desplegar una arrolladora influencia en los países sudamericanos, donde debería haber dado la batalla en todos los mismos frentes en que nuestros enemigos avanzaban. Cuando los marinos genocidas bombardearon a sus conciudadanos de Buenos Aires, la batalla ya estaba perdida en términos estratégicos. Nunca existió la posibilidad de una contraofensiva peronista porque la cultura de nuestro pueblo no admite el saqueo de otras naciones, y el modelo demoliberal está organizado para eso. Pero tal como lo están demostrando los actuales acontecimientos, el poder saqueador ya no tiene un futuro promisorio, aunque se recuperen o intenten desplazar los centros de saqueo desde el Atlántico Norte al Mar de la China o a los Urales. Algo sustancial ha cambiado en este Siglo. El capitalismo se pasó de vueltas y el desarrollo de las comunicaciones lo puso en evidencia, y una vez que se conocen los engaños de los estafadores, es difícil que puedan volver a usar las mismas tretas, y además porque: EXISTEN DIFERENCIAS ESTRUCTURALES ENTRE EL SIGLO 20 Y EL 21. Una de las diferencias principales entre ambos períodos, consiste en que las Pirámides de Poder han alcanzado su nivel de ineficiencia, con lo cual se incrementa la entropía de los sistemas piramidales hasta llevarlos a lo que Lazlo denomina Umbral de Crisis, situación en la cual el sistema tiene dos alternativas, o se bifurca dando origen a dos sistemas diferentes, o desaparece. En este Umbral se encuentran las grandes empresas automotrices norteamericanas, que fueran paradigmas del poder del capitalismo industrial avanzado del siglo 20, y que hoy están prácticamente quebradas. Esto no significa que no se vayan a seguir produciendo automóviles, sino que su uso y posesión ya no será determinante para organizar el modo de vida de las sociedades avanzadas. Como bien menciona Marcelo Gullo, si la industrialización fue la condición necesaria para alcanzar un umbral dominante de poder en el siglo 20, en el siglo 21 será una condición necesaria pero no suficiente, pues las estructuras productivas evolucionaron desde las pirámides industriales hacia las redes de proveedores de partes y de distribución global de productos y servicios. Con lo cual, cualquier país podrá acceder al autoabastecimiento de productos industriales utilizando estas redes deseosas de vender sus partes, insumos y conocimientos en existencia. Esto posibilita que todas las naciones puedan Vivir con lo nuestro como propuso Aldo Ferrer, y cuando lo hagan, todo el sistema de dominación mercantil inaugurado por el Imperio Británico, y tardíamente imitado por la República Popular China, entrará en su propio Umbral de Crisis. Otra diferencia sustancial entre ambos siglos es la cantidad de personas que viven en el mismo planeta, que se estima que en este siglo llegarán a los 10.000 millones, o sea casi 10 veces más que 100 años antes. 10.000 millones que necesitan comer todos los días y todos los días generan desechos, y como han calculado algunos, para que todos los seres humanos pudieran vivir una vida considerada hoy decente en los países ricos, harían falta 3 planetas como la Tierra. En consecuencia todo el sistema de producción y consumo de alimentos, de distribución de los mismos y de control de los desechos generados en este proceso deben modificarse radicalmente. No debemos preocuparnos por encontrar esas soluciones, los europeos y los chinos, con una carga de 140 habitantes por kilómetro cuadrado y sin dinero para importar nada, tendrán que resolverlo. Nosotros, con 10 veces menos habitantes, tenemos otros problemas: Proteger la calidad de nuestros recursos productores de riqueza, y generar las condiciones para absorber la gigantesca corriente inmigratoria procedente de una humanidad hambrienta. Ambos problemas no admiten las soluciones de grandes organizaciones competitivas con voraz crecimiento, solo pueden resolverse con redes de pequeñas organizaciones cooperativas, dedicadas a producir lo que no tienen y proteger lo que tienen defendiéndose de la rapiña de los que no se resignan a vivir de lo suyo. Esa intención de rapiña no es un tema menor, pues para robar hay que armarse, y vimos como dos grandes naciones, con dos proyectos hegemónicos basados la idea narcisista de su superioridad, y la falta de temor a Dios por sus pecados de codicia, han destruido a sus economías en una loca carrera armamentista destinada a perder las guerras [2]. Parecería que las comunidades germánicas del norte de los Estados Unidos se las ingeniaron para que el país que los derrotara en su tierra, cometiera sus mismos errores, creando otra de esas paradojas que brotan en la Historia. Eso también permite pensar que es factible que el dólar corra el mismo destino que el marco alemán después de la Primera Guerra Mundial: Empapelar paredes como su único fin útil, ya que carecen de riqueza real que los respalde. A pesar del monstruoso aparato de propaganda organizado por el Departamento de Estado norteamericano a través de Hollywood, de su red de satélites de comunicaciones y de la aceitada maquinaria de corrupción montada en casi todos los países que saquean (o quieren saquear) sus Centros de Poder, no pudieron ocultar que no pueden ganar una guerra en países del Tercer Mundo (sólo han tenido éxito desmembrando a la Yugoslavia que Tito construyera con tanto talento), y tampoco pueden hacerlo sus gendarmes israelíes en Medio Oriente, derrotados en la República del Líbano por el Ejército Popular Hezbollah. Los norteamericanos ya llenaron los agotados pozos petroleros de su país con el oro negro que saquearon en Irak y Kuwait, pero eso no ha resucitado su poder menguante, pues Estados Unidos es un país envejecido prematuramente. Cometieron el error de haber comprado para sí mismos la filosofía decadente que tratan de instalar en el resto del planeta: el American way of life, que ahora parece declinar en su cuna también, donde, como una consecuencia de la crisis que les impide seguir endeudándose, el pueblo norteamericano está revisando sus valores consumistas. EL CONTINENTALISMO SUDAMERICANO ES UNA REALIDAD EN MARCHA En este nuevo siglo, no sólo se perfila una era de unificaciones continentales, sino una época en que la cooperación tenderá a sustituir la confrontación. Con lo cual el negocio que les quedará a los países industrializados es cooperar con el autoabastecimiento y la recuperación ambiental de las naciones que anteriormente se dedicaban a saquear. En el siglo 21 se extinguirán también muchas de las actividades de saqueo monetario, porque esas estafas ya han quedado en evidencia, lo mismo que robar materias primas a cambio de chafalonía industrial o papeles sin valor. La paciencia de los pueblos tiene su límite y los espejitos de colores ya no brillan igual que antaño. Durante el último cuarto del siglo 20 el capitalismo jugó todas sus cartas, y su crisis actual es la prueba de que perdió el juego. La herencia que el Peronismo ha dejado en la Argentina hace previsible que nuestro país recuperará su voluntad de poder, su vocación de independencia y su capacidad para expandir la justicia social en todo el territorio sudamericano, la voluntad del pueblo ya se expresó en ese sentido, solo falta el Plan y que asuman el poder estatal los que tengan la energía para consumarlo. Esta vez no podemos volver a desperdiciar nuestra oportunidad, los Centros de Saqueo no desaparecerán, se recuperarán en unos años, y a menos que se los expulse de todas las naciones del planeta volverán a saquearnos. Por eso es necesario desarrollar un sistema capaz de impedir su implantación nuevamente. Debemos organizar los recursos necesarios para neutralizar sus capacidades de agresión mediante la guerra física de alta o baja intensidad, sus recursos usados para ganar la guerra política y diplomática y organizar su invasión económica y cultural, debemos ganarles en la guerra psicológica y ambiental. Si queremos ser libres, debemos definir recursos defensivos en cada uno de estos rubros, pues ninguno es descuidado por ellos. En el mundo de hoy hablar de Naciones Desarrolladas y No Desarrolladas, de Países Centrales y Países Periféricos es un anacronismo. La única diferenciación que permite profundizar los análisis políticos y comprender lo que sucede en la política y la economía internacional es comprender que la principal dicotomía se establece entre los Pueblos y las Naciones Saqueadas y los Centros de Saqueo. Son los Centros de Saqueo los que se apoderan de los aparatos gubernamentales, los que controlan los directorios de las multinacionales y manejan los organismos internacionales. Grupos como los que controlan el Complejo Militar Industrial y el Sistema Financiero de Estados Unidos saquean a todo el mundo, pero también a los mismos norteamericanos, y son ellos los que controlan a todas las instituciones de ese país, incluyendo al Congreso, a todas las estructuras del Ejecutivo y también al sistema judicial, sin contar que, a través de la participación en los directorios controlan a las corporaciones y los medios de difusión, y su influencia en las universidades sirve para poner a su servicio a toda la clase dirigente, de su país y a las de las de los países en los que tienen repetidoras. Pero la verdad es que solamente gozan de gran prosperidad los grupos del pueblo norteamericano y de los países europeos occidentales que actúan como cómplices de los saqueadores, y lo mismo sucede en los países saqueados, la prosperidad sólo le llega a aquellos colaboracionistas, estén en la actividad privada o en el gobierno. El resto del pueblo está cada vez menos feliz y menos próspero, consumir más o menos no es su decisión sino la de los grupos que controlan la economía. Esto es igual en los países centrales y en los periféricos, pero en todos el nivel de vida real no cesa de debilitarse, a pesar de las mediáticas afirmaciones de la economía contable, a la que, como ahora todos pueden ver, no se le puede creer nada. El paroxismo del monetarismo ha tenido un resultado positivo para los pueblos: el extender la conciencia sobre quienes son nuestros enemigos. Ahora necesitamos desarrollar las hipótesis sobre lo que debemos hacer para defendernos de estos agresores. Si bien es positivo que aparezcan medidas puntuales de oposición en muchos de nuestros países, todavía no se despliegan las propuestas necesarias para instalar un modelo que nos deje a salvo de los saqueadores en forma definitiva. El Continentalismo y la Guerra Asimétrica son dos iniciativas que se consolidan en nuestras tierras. El concepto de Autoabastecimiento está también en el aire, como así también el retomar el control de nuestras monedas y de los sistemas financieros de nuestros países. El desarrollo de un modelo en que premie la producción y no la especulación comienza a perfilarse como una necesidad importante, y la necesidad de deshacer el desbarajuste jurídico que significó la anulación de la Constitución de 1949 por un bando militar, aparece como el primer paso para restaurar la juridicidad en la Argentina. Todo esto, si bien necesario, no es suficiente, porque debemos encontrar la manera de instalarnos en la línea del tiempo de nuestro siglo, y eso requiere transformaciones profundas, pues así como la invención de la imprenta instaló la idea de la producción industrial, el fulmíneo desarrollo de Internet, la Red de Redes, está abriendo las mentes al sistema de colaboración y libre expresión de todo el mundo, de un sistema recíproco de poder, de libre acceso y uso del conocimiento, de un sistema multidimensional de relaciones, muy diferente del inmovilismo de las pirámides de poder. El cambio no provendrá ya de un líder carismático inspirado (que necesariamente reinstalará una pirámide de poder) sino de la interacción de sistemas de pensamiento y acción semejantes, de una conciencia clara de quienes son los agentes de la muerte, y cuales los que propician la felicidad y la liberación en este mundo. En este sentido el punto de mayor claridad dejado por el Peronismo, son los 10 años de Felicidad del Pueblo, que nos servirán de guía, pues para llevar a este gran movimiento histórico hasta su actual derrota, o sea al punto de su mayor oscuridad, hicieron falta tres golpes militares (Aramburu, Onganía y Videla), tres gobiernos radicales (Frondizi, Alfonsín y De La Rua) y tres gobiernos del partido Justicialista (Menem, Duhalde y Kirchner). El Proyecto de la sumisión incondicionada al Norte imperial y globalizador, no se inicia en 1976 sino 20 años antes, con el golpe de Estado de Aramburu y Rojas, que despojó a los niños y a los ancianos del amparo que les diera el peronismo, que volvió a endeudar a una Argentina que no debía un dólar, que le abrió las puertas al FMI, que dejó al país sin Constitución y convocó a un apólogo del neoliberalismo como Raúl Presbich que propició maniobras con divisas generaron una alta inflación. Ese gobierno fue el que comenzó una tarea de acoso y corrupción ante la dirigencia obrera que se prolongó hasta el año 1990, donde el desarme de su poder en defensa de los intereses nacionales quedó terminado: la dirigencia sindical no defiende ya ninguna causa nacional, se limita a sus intereses sectoriales, iguales a los de cualquier corporación. Frondizi siguió con la tarea de desguace de la potencia Argentina iniciado por el gobierno liberal de Aramburu. Tomó el plan de un general norteamericano, Thomas Larkin, y cerró un tercio de los ramales ferroviarios, dejó a 60.000 personas sin trabajo, demolió la potente industria automotriz argentina abriéndoles las puertas a 14 empresas automotrices que todo lo que hacían era montar partes importadas y como si eso fuera poco, le abrió las puertas a las multinacionales petroleras y a las universidades extrajeras (o privadas, es lo mismo), el trabajo de demolición iniciado por Frondizi lo terminó Menem. El presidente Arturo Illia detuvo por un tiempo el desastre y una breve racha de prosperidad volvió al país, hasta que la banda de Onganía retomó el saqueo y el desguace de la Argentina peronista: destruyo a la Universidad Estatal y espantó a los cuadros intelectuales de la Argentina, instalando la Primera Era de Terror. Demolió a las PyMEs industriales cerrando las cooperativas de crédito que les permitían autofinanciarse. Las maniobras financieras y monetarias desde el Banco Central provocaron la quiebra de grandes empresas industriales como SIAM y Sasetru, preparando el terreno para el saqueo de las empresas nacionales estatales y privadas que finalmente se concretaría en el proceso 1976 - 2003, donde quebraron más de 160.000 empresas industriales nacionales. El resto de la historia todos la conocen, 30.000 desaparecidos, en su mayor parte cuadros sindicales y políticos del peronismo, dejaron las puertas abiertas a la liquidación del resto de poder popular encarnado en la dirigencia obrera, terminó con la derrota final del peronismo, cuyas consecuencias más trágicas no son el calamitoso estado de nuestro sistema de transporte, ni la decadencia de la calidad educativa o sanitaria, ni siquiera el hecho de que tengamos 3 millones de viviendas menos de las que se necesitan. El punto más trágico de esta derrota son el millón de niños desnutridos y los millones de desocupados con sus secuelas de degradación física, familiar y social. Estos son hechos inadmisibles en un país que genera alimentos para centenares de millones de extranjeros y donde todo está por hacerse. Los responsables de tamaño desastre deberán rendir cuentas por él, en un futuro más o menos próximo, deberán responder ante la justicia comunitaria por su omisión de acción ante tamaño desastre, de la misma manera que los genocidas ya perdieron su impunidad, esta camarilla de ineptos no puede pasar por la función pública sin rendir cuentas de su incompetencia. El crepúsculo del Peronismo abre el camino hacia una nueva alborada, ha quedado en los genes de nuestro pueblo, inspirando la valentía que será necesaria nuevamente, no tanto para pelear contra enemigos inasibles, sino para construir con inteligencia el Nuevo Estado Continental. El Peronismo nos ha dejado un gran espacio para la nostalgia, para la reivindicación de sus próceres y sus logros, formando una valiosa biblioteca viviente de la experiencia que hace medio siglo nos hizo pisar el Escalón de Poder, pero debemos tomar en cuenta los déficits que no nos permitieron instalarnos sobre él.

¿Qué va a pasar?

Por Alfredo Zaiat. Pâgina12

En la sucesión de discursos y artículos sobre los 25 años de democracia en muy pocos se ha enfatizado la influencia del poder hegemónico en las crisis y desencantos en el mundo de la economía y, por lo tanto, en las expectativas sociales durante ese período. En esa misma línea del descuido por esa omisión tampoco ha sido destacado el rol que tuvieron los economistas profesionales, como voceros de los intereses de ese poder asumiendo la tarea de relatores y protagonistas del profundo deterioro de las condiciones materiales de las mayorías. De esas varias figuras conocidas que habitualmente circulan por gran parte de los medios de comunicación, Domingo Cavallo es el símbolo de esa asociación promiscua entre el economista del establishment y el poder económico que se enriqueció y consolidó en esos años. Un grupo de argentinos residentes en París realizó un relevante aporte para que Cavallo volviera al lugar que le corresponde en esa historia, y no el que aspira a ocupar con la connivencia de ciertos sectores. Sólo la impunidad que detenta el poder ha permitido que uno de los responsables de la estatización de deudas privadas (1982), la renegociación del Plan Brady, las privatizaciones y la convertibilidad (década del ’90) y el megacanje y el corralito (2001), acontecimientos que marcaron, por herencia de la dictadura y por derecho propio, estos 25 años de democracia, regresara a los medios a realizar pronósticos de catástrofes y a brindar consejos sobre lo que se debe hacer en materia económica. Es fundamental develar la compleja trama de complicidades, negocios y financiamiento entre el poder y la figura del economista rey, que establece qué es lo que se puede y no se puede hacer en materia de política económica. Con un discurso acerca de lo económico pretendidamente técnico se ocultan intereses políticos y sectoriales. Esos economistas poseen el invalorable aporte de lo que se denomina la sociedad del miedo, que convierte a las mayorías en masas ansiosas por saber qué va a pasar en un mundo lleno de incertidumbre. Ellos se presentan como los portadores de ese saber, constituyendo de ese modo un increíble engaño colectivo. Para desencanto de esa grey incrédula que busca el imposible, puede resultar conveniente señalar que esos economistas no saben qué va a pasar. Más bien, no tienen la menor idea sobre qué puede suceder en la economía, y han dado muestras de esa ignorancia en los últimos años con sus análisis y estimaciones fallidos. Pese a esos fracasos tienen el extraño don del que carecen arquitectos o médicos, que cuando se equivocan quedan fuera de sus respectivas profesiones. Los economistas de la city, en cambio, no padecen consecuencias pese a sus reiterados pronósticos-deseos errados.

En el libro La impostura de los economistas (Ediciones de la Flor), el profesor francés Michel Musolino empieza señalando que el discurso dominante muestra que “no hay economía sin predicción” y que “la economía no es útil si no es capaz de dar indicaciones precisas sobre las decisiones que hay que poner en práctica”. Predecir es el imperativo fundamental del economista y no es de ningún modo una actividad conexa a su objeto de estudio. Los políticos y las empresas no deberían tener entonces problemas para moverse en las aguas turbulentas de la coyuntura porque el economista ofrece un instrumental sofisticado y un ejército de técnicos y de estadísticas para saber lo que va a pasar. “Aquí es donde se empecinan más ostensiblemente en el error”, señala Musolino, recuperando una definición del especialista Michel Godet, que ha trabajado muchos años en el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas: “Los constantes errores de predicción han dejado su huella en la historia económica de la sociedad industrial. Lo grave no es tanto la existencia de éstos, sino el olvido sistemático de los errores pasados cuando se establece la predicción. Cuanto más estrepitosos son sus fracasos, más triunfante se muestra”. Para concluir que “el error es tan frecuente que bien podría acabar por presentarse como una de las principales características de la predicción”.

Esa forma de abordar la cuestión económica genera una sucesión de yerros que no serían relevantes si no fuera porque tiene su repercusión en medios de comunicación, en tomadores de decisiones y en futuros economistas. Y, en especial, porque son formadores importantes de expectativas. Un ejercicio contrafáctico podría determinar cuánto han sumado en la incertidumbre de los protagonistas de la economía tantos pronósticos pesimistas –y equivocados– de los últimos años y, por lo tanto, en el costo asociado a ese escepticismo. En los hechos, esos profesionales manifiestan limitaciones en abordar las raíces de los acontecimientos de la historia reciente y relacionarlos desde el análisis económico con los procesos sociales y políticos. La debilidad de las sociedades modernas y dependientes es que están atrapadas del discurso de esos economistas que en forma permanente emiten mensajes de que algo malo puede suceder si no se hace lo que ellos dicen, cuando en realidad sus propuestas están dirigidas a defender el interés de una minoría.

Además de ser funcionales a los intereses de los grupos económicos y de ayudar al disciplinamiento social presentando escenarios de fatalismos inmediatos, varios de esos economistas han pasado a un estadio superior en esa profesión. Se han erigido en defensores de multinacionales que están litigando contra el país, reclamando montos millonarios en tribunales internacionales parciales (Ciadi, del Banco Mundial), que en caso de un fallo adverso implicaría una carga pesada para toda la sociedad. Ya no se trata solamente de errores de pronósticos, sino que es la exteriorización de un cinismo mayúsculo. Advierten en sus presentaciones ante esos tribunales sobre supuestas debilidades de la macroeconomía, pero con su labor profesional suman dificultades financieras a las cuentas públicas. En esa tarea “profesional” se encuentran economistas que fueron funcionarios públicos. En la mayoría de los casos, ocuparon cargos clave en el gobierno durante el proceso de privatización de las empresas de servicios públicos. Varios elaboraron los pliegos de concesión, les pusieron precio a las compañías estatales, concretaron las ventas, asesoraron en materia legal, diseñaron los marcos regulatorios y tuvieron a su cargo las modificaciones normativas que se introdujeron en los años posteriores. Durante los noventa cumplieron esa tarea o fueron propagandistas de la liquidación de activos públicos. Ahora se desempeñan en el sector privado con ese mismo objetivo. O sea, trabajan para esas grandes empresas. Han testimoniado a pedido de las privatizadas y otras compañías extranjeras en los juicios que se llevan adelante contra Argentina en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi), un tribunal dependiente del Banco Mundial que deberá decidir si corresponde indemnizar a esas compañías por la pesificación y el congelamiento de tarifas.

La historia de los 25 años de democracia es incompleta si no se incorpora en el relato la expansión del poder hegemónico mientras la economía se derrumbaba. Esa historia también quedará fragmentada si no se suma en ese período la tarea de los economistas del establishment, que hoy siguen ofreciéndose como pitonisas de un saber oscuro pese a los resonantes fracasos que acumulan en su haber en estos fascinantes años de democracia.

LUCES Y SOMBRAS DE VEINTICINCO AÑOS


Por Hugo Presman



Ese 10 de diciembre de 1983 el sol brillaba a pleno. El calor anticipaba el
verano próximo. En esa primavera en retirada, los rayos del sol permitían
atisbar tenuemente los horrores que quedaban atrás.
Había demasiado expectativas, que eran fácil apreciar no estaban sustentadas
en el análisis de la realidad. A ese 10 de diciembre de 1983 se llegaba
después de padecer una enorme derrota popular solo igualada por la implosión
del régimen militar que habían ejecutado lo que los sectores del
establishment se propusieron: la desindustrialización como condición
necesaria y suficiente para llevar a la anorexia al monstruo que habitaba en
sus entrañas: la clase obrera. Esta vez se iba a completar las tareas
pendientes, con los mismos objetivos, de los golpes de 1955 y 1966. Y para
ello no iban a tener escrúpulos. Se iba a desmontar el modelo de sustitución
de importaciones reemplazado por el de rentabilidad financiera sobre
cadáveres, asesinatos, campos de concentración. No iban a dejar delitos por
perpetrar.
Al 10 de diciembre de 1983 no se llegó por un avance popular como había
sucedido una década atrás, sino que fue precipitado por el desbande
provocado por la derrota en Malvinas. Una democracia que nacía condicionada
y emergente de una derrota militar, con una sociedad que había convivido con
el horror y apoyado en franjas importantes el derrocamiento de Isabel Perón
y luego su aprobación de la dictadura criminal.
Es cierto que hubo focos, islas de resistencia desde la perseverancia y
valentía de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo a las oposiciones
parciales de algunos sectores sindicales.
Pero fueron los propios fracasos del régimen en materia económica, social y
militar, junto a la erosión que produjo el conocimiento de sus tropelías
criminales, con la figura dantesca del desaparecido, las apropiaciones de
bebes y menores, el arrojar personas vivas al mar o al río, lo que condujo
al desemboque del 30 de octubre.
Muy diferente había sido diez años atrás, donde a partir del Cordobazo, un
gigantesco avance de masas había permitido el regreso de Perón, la llegada a
elecciones, con una cláusula que proscribía al ex presidente, y la primavera
camporista. Luego la esperada tercera presidencia de Perón. Todo ello empezó
a malograrse a partir de la muerte del jefe de las grandes mayorías
populares, el contragolpe del establishment, las notorias limitaciones del
gobierno de Isabel y los errores garrafales de las organizaciones armadas.
LOS GOBIERNOS DE LA DEMOCRACIA
Ricardo Alfonsín en los dos primeros años se alineó con las expectativas de
aquél 10 de diciembre. La política económica de Bernardo Grispun, el Juicio
a las Juntas, el tratado de Paz y Amistad con Chile, superando la locura del
delirio bélico entre países integrantes de la frustrada Nación
Latinoamericana, una política exterior con grados de independencia, son
algunos de los hitos que merecen reconocimiento. Pero en la fuerte política
de desmalvinización, estaban prefiguradas las debilidades y genuflexiones
futuras. El posibilismo claudicante de la Juventud Radical, la idea de la
imposibilidad de enfrentar a los poderes internos y externos a la luz de la
derrota sufrida, se iba a cristalizar a partir de la llegada de Juan Vital
Sorrouille al Ministerio de Economía. Fue un intento débil de alineamiento
internacional a los nuevos tiempos y avance frustrado en el camino de las
privatizaciones que concretaría desembozadamente el gobierno siguiente.
Alfonsín no era enteramente confiable para el establishment y no se contaba
con las fuerzas armadas para dar un golpe de estado. Se recurrió a un golpe
de mercado y al estallido hiperinflacionario que dejaría en la conciencia
colectiva una herida disciplinadora tan poderosa como en lo político fue el
terrorismo de Estado. La entrega anticipada del gobierno fue la consecuencia
obtenida.
La llegada de Carlos Menem, luego de casi dos años de asociación con Bunge y
Born tuvo como consecuencia un nuevo rebrote hiperinflacionario y la
asunción de Domingo Cavallo como Ministro de Economía. Con su designación
quedo definido definitivamente el rumbo. A partir de ahí, y con la
convertibilidad, se consuma todas las tareas pendientes de la dictadura
criminal, ahora con apoyo popular explícito. Son diez años y medios de una
segunda década infame. La solución de los problemas limítrofes con Chile, es
una de las pocas medidas rescatables de ese período oscuro en donde se
perpetraron los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA y la voladura
intencional de la fábrica de armas de Río Tercero
La Alianza que lo sucedió fue el engendro que incumplió todas las promesas,
menos la que la llevaría a su salida precipitada de la Casa Rosada: el
mantenimiento de la convertibilidad. El estallido arrojó a la Argentina a la
peor crisis política y económica de su historia. De ahí se surgió con una
devaluación fenomenal concretada por el mercado y homologada por el gobierno
de Eduardo Duhalde.
Fue el retorno a algunos principios básicos de la economía. La salida
electoral llevó a la presidencia a un desconocido gobernador santacruceño,
después de ser vencido en primera vuelta por Carlos Menem.
El kirchnerismo fue una sorpresa, partiendo de una sociedad fragmentada, con
una pobreza e indigencia extrema. Se cambió el discurso, se privilegió la
política sobre la economía, se hizo una política de derechos humanos
desbalanceada pero positiva en muchos aspectos, se renegoció la deuda
externa con quitas importantes, contra la opinión política generalizada que
era imposible, se reestatizo algunas de las privatizaciones, se designó una
Suprema Corte de Justicia inédita, se disminuyó significativamente la
desocupación, se cambió la política exterior de relaciones carnales
oponiéndose al ALCA, se alineo al país con los nuevos aires transformadores
que surcan América Latina, se creció a tasas chinas, sin mejorar
significativamente la distribución del ingreso. La continuación de Cristina
Fernández, con un cambio considerable de la situación exterior, propuso una
medida impositiva justa pero manejada incorrectamente que generó un
desgastante conflicto con los sectores agropecuarios, cuya derrota dejó al
gobierno en situación de extrema debilidad. Desde ahí avanzó con la
estatización de los fondos previsionales y la recuperación de Aerolíneas. Su
suerte en las elecciones del año próximo es un signo de interrogación que
tal vez traduzca el enorme despilfarro de capital político consumado en
apenas un año.
LOS DILEMAS DE UNA SOCIEDAD
La gravedad y profundidad de los problemas de una sociedad que ha girado a
posiciones extremadamente conservadoras (triunfos de Menem 2003 y Macri
2007, amplio apoyo urbano al paro patronal agropecuario, sin olvidar la
elección del criminal Bussi ), con profunda fragmentación social, con enorme
desigualdad, con núcleos duros e irreductibles de pobreza e indigencia, con
el estallido de los partidos políticos, sólo podría ser, posiblemente,
acometidos por un proceso revolucionario. Eso está muy lejos de suceder en
nuestro país. Es cierto que se podría hacer mucho más cosas dentro del
actual contexto, desde la reforma impositiva a recuperar la minería y el
petróleo, o emprender una lucha que termine con la pobreza extrema en poco
tiempo. Pero eso es pedirle, posiblemente, mucho más de lo que está
dispuesto a avanzar un gobierno claustrofóbico, que actúa sin planificación
y con respuestas sobre la marcha antes los problemas que se van presentando.
Con esas limitaciones y otras muchas que harían un largo listado, donde
además se conjugan manejos pocos claros y un debilitamiento escandaloso de
los organismos de contralor, el gobierno les saca varios cuerpos de ventaja
a sus adversarios.
Enfrente, una oposición que agrupa fragmentariamente, a una mezcla de
procesismo y menemismo. Donde debajo de rostros jóvenes se puede percibir
las orejas de Martínez de Hoz, la calvicie de Domingo Cavallo, o las
primigenias patillas de un riojano.
Carlos Marx sostenía que el hombre hace la historia, pero no en las
condiciones elegidas por él. Las sociedades, hasta que haya propuestas y
actores sociales surgidos de su seno que superen el presente, elige sobre lo
que existe. Y lo que existe seguramente no es lo óptimo sino lo que esa
misma sociedad ha sido capaz de concebir y proponer.
La superación sólo puede venir desde la política y no desde el
enarbolamiento de discursos antipolíticos. La idea de sociedades impolutas y
políticos corruptos e ineficientes es una falacia que alientan los que hacen
política denostando a la política.
Un camino que conduce de ninguna parte a la nada
LOS NÚMEROS DE LA DEBACLE
El Sindicato de la Asociación del Personal de los Organismos de Control ha
producido un trabajo de investigación sobre la distribución del ingreso en
nuestro país en el período 1950-2007. Ahí está expresada en números la
enorme derrota padecida. De la que a veces se habla, pero no se la
internaliza. No como un acto de masoquismo, sino como un prerrequisito para
entender conductas y del pozo profundo de donde partimos.
En el período 1950-1974, el ingreso promedio de los trabajadores en el PBI
fue de un 44,5%. En el lapso 1975-2006 esa participación se redujo al
29,19%. El pico está en 1954 con 50,84%. El nuevo acercamiento se produce en
1974 con 48,46%. Recién en el año 2006, por primera vez en treinta años,
logró superar el nivel del PBI de 1974. "Sin embargo, dice el estudio, los
indicadores sociales no se acercaron en aquél año, ya que a diferencia de
1974, en este nuevo milenio se observan guarismos altamente desfavorables en
desempleo y pobreza, sumado a ello la gran cantidad de trabajadores en
negro, con amplias desventajas frente a las condiciones laborales de los
asalariados en blanco". Un solo dato más para ejemplificar el tamaño de la
derrota: la población del Gran Buenos Aires que se encontraba por debajo de
la línea de pobreza aumentó de un 5% en 1974 al 53% en el 2002
Todos estos números tienen una imagen implacable en la anécdota que cuenta
el dirigente sindical Miguel Gazzera en "Peronismo, autocrítica y
perspectivas" y que transcribe el historiador Norberto Galasso en su libro
" Cooke: de Perón al Che. Una biografía política". El relato es el
siguiente: "El 25 de septiembre ( de 1955) el general Leonardi concedió una
audiencia a lo que quedaba de la conducción de la CGT. Los compañeros
estaban en la antesala cuando por el despacho pasó un marino. Se detuvo, les
preguntó quienes eren y que esperaban. Respondida la pregunta, los miró
detenidamente y les hizo explotar esta sentencia: - Sepan ustedes que la
revolución libertadora se hizo para que en este país el hijo del barrendero,
muera barrendero. Era el contraalmirante Arturo Rial".
También es preciso aclarar, simplificando y en forma brutal que no fue
Videla el que designó a Martinez de Hoz, sino que los Martínez de Hoz como
clase pusieron a Videla, como antes a Aramburu , Rojas , Onganía y Cia.
LUCES Y SOMBRAS DE VEINTICINCO AÑOS
Se termino de concretar el remate del país en plena democracia y con apoyo
popular. El país padeció desde la hiperinflación hasta la peor crisis
económica del siglo XX. Se aumentó la desigualdad social y se consolidó como
nunca antes un núcleo duro de pobreza e indigencia. Sin pensar en golpes de
estado, la sociedad decidió cambiar los rumbos incorrectos, efectuar virajes
que la encaminara en la búsqueda de sus mejores momentos. Muchas veces la
democracia se vació de contenido, pero las dolorosas experiencias
perpetradas en su ausencia, llevaron a defenderla. A diferencia de la década
del setenta donde el leitmotiv de amplios sectores era la revolución, y se
vituperaba a la democracia como formal, hoy se la reconoce como el marco
necesario para conseguir los cambios. Durante estos 25 años se ampliaron
las libertades individuales, olvidándose los ciudadanos lo que era salir con
su documento de identidad, antes posibles reconocimientos policiales. Nadie
actúa de censor estableciendo que debe verse. Los medios actúan con absoluta
libertad, al tiempo que se acentúa la monopolización de los mismos. Se
amplió el reconocimiento de las minorías y de las opciones sexuales, a
niveles impensables en 1983. Se aprobaron leyes importantes para la vida
cotidiana como la de divorcio y las uniones civiles, otras que
incrementaron la presencia de la mujer en todos los ámbitos. Se discute
sobre el aborto, la despenalización de las drogas. La educación sexual dejó
de ser un tabú. Los quioscos están cubiertos de publicaciones de todas las
tendencias ideológicas. No hay proscripciones. El espacio público está
surcado por manifestaciones. Con la perseverancia y astucia de las Abuelas
de Plaza de Mayo se han consumado milagros como la restitución de la
identidad a noventa y cinco nietos.
Orlando Barone ha definido con su habitual precisión, aspectos de la vida
cotidiana: "En la "no democracia" las tapas de los grandes diarios que hoy
leemos debían pasar antes por el control de los militares. Lo que leíamos
entonces era únicamente aquello que a los diarios y periodistas les estaba
autorizado publicar. Todos convivíamos cómplices de la resignación a la
censura. Se nos concedía enterarnos de aquello que los otros querían
enterarnos. Las radios y la televisión eran también un reflejo obediente. Lo
que hoy es natural y democrático- criticar, denunciar y acusar a gobiernos y
funcionarios con pruebas, sin pruebas o porque se nos da la gana- en los
tiempos de la "no democracia" era mortal. No había opositores ni
oficialistas: la política estaba prohibida. En ningún barrio había asambleas
vecinales para reclamar nada. Ni siquiera por la caca de los perros. Los
vecinos estaban tan callados que parecían mudos. La gente caminaba y
conducía los autos disciplinadamente. En las plazas y parques no había nadie
que osara tomar sol en malla. Una remera con leyenda era sospechosa y
temeraria. Un arito en la oreja de un varón una condena. Ya ni nos dábamos
cuenta que nos habíamos acostumbrado a hablar en voz baja. Éramos tan
educados que daba miedo de que estuviéramos muertos. Cuando uno viajaba a
otro país democrático se daba cuenta que allá sí estaban vivos. Éramos raros
porque no les teníamos miedo a los asaltantes, porque los asaltantes también
tenían miedo. A los que les teníamos miedo eran a los policías. El Congreso
era un edificio. Escribir un graffiti era un alto riesgo. No encender las
luces del interior del auto si la policía lo detenía en un procedimiento,
era un acto suicida. Todos automáticamente pálidos se bajaban del auto y
decían si señor, si oficial, si coronel. Si y si. Porque el "no" era
patrimonio de quienes mandaban. Era una sociedad distinta... Los jóvenes no
tienen ese lastre. No entiendo que aún haya gente con nostalgia. Amaban
tanto el orden que no se sentían mal que les impartieran órdenes. Para
sentirse reprimido hay que saber qué es sentirse libre.. Es paradójico, pero
algunos que hoy se rasgan la garganta y denuncian que no viven en
democracia, se la pasan diciéndolo a los cuatro vientos, contradiciéndose.
Sin democracia no existiría el debate acerca de la jubilación estatal y
privada. A nadie se le ocurriría objetar el tren bala. Ni incendiaría trenes
por bronca: porque la bronca era exclusividad legal de quienes mandaban. No
existirían los sabios que saben cosas del Gobierno que nadie sabe, y a veces
ni el gobierno. Los travestís se vestirían de machos. No habría carpas
frente al Congreso porque no habría quienes les alquilaran las carpas.
Tampoco habría lock out rural ni piqueteros. Los maestros dictarían clase
todos los días. Ya no. La "no democracia" es un pensamiento viejo....Las
voces más opositoras, las más insultante y violentas son quienes más hacen
por la democracia, porque le plantean el desafío de estirarse hasta el
infinito como sucede ahora. Y se estira tanto que tolera aquello que es
intolerable. Pero la más feliz prueba de la democracia- la más
fantásticamente democrática- es que hay un vicepresidente opositor al
Gobierno. Y que es feliz y se sonríe."
Para los que son jóvenes, o mayores que dado el cuarto de siglo transcurrido
se han olvidado de aquellas épocas infaustas, merece recordarse un escrito
paradigmático, muy trasgresor y valiente para el silencio de la época,
escrito por María Elena Walsh, en Clarín 16-08-1979, bajo el título
"Desventuras en el País-Jardín de Infantes". Hoy parece una crítica light
pero certera, con elogios a los asesinos, ya que marca con cuidado las
limitaciones a la libertad que padecían los argentinos con párrafos
colocados estratégicamente para hacerlo potable y salvaguardar la vida, como
el siguiente: " Que las autoridades hayan librado una dura guerra contra la
subversión y procuren la paz social son hechos unánimemente reconocidos. No
sería justo erigirnos a nuestra vez en censores de una tarea que sabemos
intrincada y de la que somos beneficiarios. Pero eso ya no justifica que a
los honrados sobrevivientes del caos se nos encierre en una escuela de
monjas preconciliares, amenazados de caer en penitencia en cualquier momento
y sin saber bien por qué"
También es necesario señalar, que como herencia del pasado, continúa la
policía del gatillo fácil, la sospecha por portación de cara, muchas
cárceles convertidas en campo de concentración. Hay un incremento importante
del delito, consecuencia de las políticas económicas aplicadas, la
desigualdad social, la falta de perspectivas de futuro para sectores
significativos.
Apenas algunas de las luces y sombras de 25 años. Los déficits son tan
notorios como la convicción de intentar superarlo dentro de un marco que sea
mucho más que elecciones periódicas.
Es una lección aprendida con mucha sangre. Un aprendizaje tan duro que
aunque las luces iluminen las poderosas sombras heredadas y otras
desarrolladas o continuadas en democracia, la convicción de la defensa de lo
iniciado en diciembre de 1983 parece afortunadamente inconmovible. Pero la
democracia será definitivamente perdurable si es capaz de llenarla de
contenido conjugando la libertad política con la soberanía popular y la
justicia social en un marco de independencia económica y búsqueda de un
destino común en la integración latinoamericana.
Con sus luces y sombras, podemos decir, acudiendo a la poesía de Juan
Gelman: "Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al dolor antes
de merecer esta esperanza/ Hemos abierto las ventanas para darles mil
rostros"

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS . Hugo Presman. Para publicar citar la
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Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.