Civilización y barbarie

Reportaje al filósofo Ricardo Forster, una figura aparecida en los últimos años con relieve propio, con sólida formación intelectual y con la claridad y hondura que lo hacen imprescindible para interpretar estos tiempos.
Uno de los fundadores del colectivo Carta Abierta, es un comprometido partícipe de la realidad.


Usted ha señalado en distintas oportunidades que el conflicto, lejos de empobrecer a las sociedades, las enriquece. ¿Por qué sostiene eso?

Existe cierto discurso, vehiculizado por la corporación mediática, que se refiere e la idea de conflicto demonizándola, convirtiéndola en una especie de lugar maldito. Y es todo lo contrario. El conflicto expresa, desde distintos lugares, la diversidad de una sociedad compleja, la existencia en el interior de la democracia de voces diferentes, de distintas experiencias y modos de atravesar la vida.
Entonces demonizar al conflicto y asociarlo con crispación, con violencia, es una manera de reducir la democracia a un lugar hueco, meramente formal, y de velar lo que ocurre realmente dentro de ella. Hay que decirlo, vivimos en una sociedad compleja, atravesada por lo que llamaría el litigio por la igualdad. Ese litigio –conflictivo, qué duda cabe- lo vemos ya en los orígenes de la democracia. Cuando a los griegos se les ocurrió que todos los ciudadanos podían disputar en ese lugar equidistante que era el ágora, quedó en evidencia que no todas las personas que discutían un idéntico acceso a los bienes. Y eso planteó un conflicto extraordinario, enriquecedor, un conflicto de orden económico, social, político y cultural. Y ese conflicto subsistirá mientras haya desigualdad, injusticia o formas de reducir la democracia a prácticas esquemáticas y falaces, como son las que en el mundo las democracias de los millonarios, ese mundo espectacular, frívolo y cruel donde los poderosos exhiben obscenamente sus riquezas y los pobres se hunden cada vez más en la miseria. Mientras la democracia no sea expresión de la diversidad y conflictividad de una sociedad y quiera ser encasillada en el pequeño universo de una mesa gerencial de empresa, donde todo se discute al modo de un negocio rentable, no estaremos frente a una verdadera democracia.

¿Lo contrario de la conflictividad, en ese lenguaje de las corporaciones mediáticas, sería el consenso?

Efectivamente. Lo que ocurre es que cuando el establishment tanto económico como político habla de consenso en realidad está poniendo en evidencia que lo que defiende es un tipo de organización de la vida social, económica y política que se relaciona con el amparo de sus propios intereses. Y toda medida que viene a romper con esa idea de consenso es descalificada como confrontativa, conflictiva. La Argentina arrasada de los años noventa vivió bajo la égida del consenso. Y así nos fue. Esa expresión, que da la sensación de una vida en acuerdo y sin problemas, es una falacia elaborada por el discurso neoliberal dominante en los últimos treinta años y que todavía sigue presente aquí y en muchos lugares del mundo. La crisis que viven los españoles en estos días apunta a una “solución” recurriendo a fórmulas neoliberales: ajuste, recorte de los derechos sociales, ataques directos a los derechos jubilatorios. Es decir, se le echa otra vez la culpa de la crisis al mundo del trabajo, al mundo de la producción cuando en los últimos tiempos vimos, con profunda claridad, sobre todo a partir del desenlace de la crisis del 2008, como el núcleo especulativo financiero era el responsable central de un tiempo de mucha zozobra.

En esa idea de consenso ¿no habría conflictos de intereses, solo problemas que deben ser resueltos por los técnicos?, dicen sus partidarios.

Ese es el otro razonamiento con que se completa la falacia: la economía sería una cuestión de técnicos, de especialistas asépticos y objetivos, portadores de un saber técnico que no estaría atravesado por la ideología, los intereses o las presiones.
Para ser presidente del Banco Central solo se requeriría ser un buen técnico formado vaya uno a saber en qué escuela de economía norteamericana. Y eso no tendría nada que ver con imaginar o diseñar un proyecto de sociedad. Me parece que ese es un punto clave de ese razonamiento mixtificador. Prat Gay decía hace unos días que Mercedes Marcó del Pont era una persona con formación, pero que no había sido elegida por su capacidad técnica, que eso sería lo importante, sino por su afinidad con el kirchnerismo. Pues bien, los extraordinarios supuestos técnicos que justificaron que el Banco Central estuviera presidido en los últimos 30 años por neoliberales no hicieron mas que vaciarlo, contribuir al endeudamiento, llevar a la caída brutal de la moneda, a la inflación, etc.
Por eso digo: ésta es otra de las falacias del sentido común que transmite el establishment a través de sus correas de transmisión corporativo-mediáticas.

Parecería que vivimos bajo la influencia de una mentira instalada como algo habitual en la sociedad, permanente.
Se trata realmente de un encubrimiento, del peso de lo que, en un sentido tradicional, designábamos con el concepto de ideología. La ideología es un enmascaramiento, el intento de hacer pasar por verdad universal lo que es un interés particular. Entonces, acá, durante muchos años, nos han bombardeado sistemáticamente la cabeza, se han introducido de alguna manera en nuestra intimidad y han logrado mediante ese procedimiento colonizar nuestra visión del mundo. De tal modo que lo que es sólo una construcción de sentido y de interés se convierte ahora en algo natural. Una de esas ideas que nos han introducido es: el Banco Central debe ser autónomo, intocable, intangible, debe dedicarse solamente a resolver arduas operaciones matemáticas que definan exactamente el valor de la moneda en un mundo donde nadie lo respeta y el que menos lo respeta es el gran pedagogo universal, los Estados Unidos, que se endeuda sin parar y tiene un déficit discal monumental, gigantesco, que hace con los dólares lo que quiere, emite permanentemente y empapela el mundo con sus billetes. Entonces hay una hipocresía, un cinismo, que es importante empezar a despejar.

¿Qué opina de la elección de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central?

Es una gran elección, no solo porque es una persona con un indiscutible virtuosismo académico o científico en el campo de la economía, que eso por supuesto es importante, sino porque tiene una clara convicción de lo que debe ser un presidente del Banco Central y cuál es la relación de ese organismo con el gobierno, y hacia qué modelo de desarrollo hay que apuntar. Y esta es la verdadera disputa. Es lo que en realidad haberse discutido en el caso Redrado, no tanto si era un buen o mal funcionario o si fue o dejó de ser funcional a la estrategia de los Kirchner. Lo que pasa es que nos hemos acostumbrados a través de cierto discurso dominante en los medios de comunicación a que solo se planteen las cosas desde un lugar absolutamente trivial, vacío, con palabras huecas, y eso ha calado muy hondo en el sentido común de gran parte de la sociedad.


Es cierto a veces se escucha a personas humildes repetir lo que dicen los medios sin someterlo a ningún razonamiento.
Un amigo me contaba que días atrás escuchaba a la cajera de un supermercado decir frente al caso Redrado: “Claro, ahora van a poner a otro para seguir haciendo sus negocios”. Se refería al ex titular como un héroe de la defensa de los derechos populares, de sus derechos. Y era una cajera de supermercado que todos sabemos que ganan sueldos muy bajos y son súper explotados. Y de pronto se identificaba con ese niño bien que todos saben, le importa un comino lo que le pasa a la gente del pueblo. Esta es una tragedia cultural no menor de la que hay que hacerse cargo. Algo semejante pasó con la resolución 125, sobre todo la que llega al Congreso, que era mas justa en sus términos. No logró ya convencer a gran parte de la sociedad, que había sido capturada por el discurso de la Mesa de Enlace, por la construcción de una imagen del campo como un espacio idílico, el lugar de la producción de la riqueza argentina. Súbitamente, habíamos pasado todos a formar parte de ese sector, tuviéramos un sueldo miserable, fuéramos desocupados o trabajadores rurales, que, es vox populi, han estado toda la vida en negro y laburan de sol a sol y en condiciones de súper explotación. De repente, los patrones rurales se habían convertido en adalides de una patria para todos, nada menos que ellos que tienen una historia negra. Es el triunfo del sentido común creado en el interior de una de las grandes patas del sistema contemporáneo que son los medios de comunicación. De eso se trata esa tragedia cultural.

¿Se trata de la actitud de determinados medios o de un fenómeno más general?


En rigor, cuando hablamos del fenómeno de los medios de comunicación, no discutimos a una empresa o un grupo en especial –que de hecho existen, sin duda, y pueden ser criticados-, o si ese grupo está a favor o en contra de otro, sino que nos referimos a como en un determinado momento del desarrollo del capitalismo, sobre todo en la etapa del neoliberalismo y del mercado, donde la imagen y la construcción de sentido, son decisivas para naturalizar la idea del mundo que tiene esa concepción económica, el papel de la corporación mediática es fundamental, clave. Eso es lo que está en discusión: qué significa que esas corporaciones desplieguen de determinado modo sus lenguajes, sus modos de construir opinión pública y por qué lo hacen. Como decía una amiga brasilera: nosotros nos confundimos por que los medios de comunicación dicen hablar de la opinión pública, cuando ellos son la opinión pública. Están allí como constructores del sentido a partir del cual aparece después la opinión pública.

¿Crean una opinión y luego simulan recogerla desde un supuesto lugar de observador independiente, como si no tuvieran que ver con la construcción de esa opinión?


Eso es un procedimiento. En los últimos tiempos, por ejemplo, hay una nueva moda que consiste en medir si un presidente tiene mejor o pero imagen. Michelle Bachelet tenía el 80 % de buena imagen de la sociedad chilena según esas encuestas. Y la comparaban con Cristina Fernández, señalando la solidez que exhibía la democracia chilena, lo increíble de ese gobierno. Pero resulta que a la hora de la verdad, en las elecciones, gana la derecha neopinochetista. Así funcionan esos dispositivos. Lo mismo puede llegar a pasar con Lula en las elecciones brasileras si la candidata del presidente, no logra ganar una posición, pelear y disputar. Hemos reducido la democracia al discurso encuestadológico, digamos. Esto tiene mucho que ver con la creación del sentido común.
¿Por qué es buena Bachelet? ¿Por qué es una señora que muestra un rostro amable o porque manejó la economía de acuerdo a los gustos del establishmente? ¿Por qué la Concertación no hizo nada por tocar intereses que hubieran demostrado que en la sociedad chilena también hay conflictos, crispación? Ahí está uno de los puntos también de todo este asunto. Recuerdo que en un discurso, Bachelet consideraba que lo mejor de su gobierno había sido la capacidad para cuidar el dinero de caja y enfrentar a la crisis financiera internacional. Que una presidenta que adscribe al socialismo –dentro de un gobierno que reivindica una matriz de centroizquierda-, tenga como máximo autoelogio una política cuasi ortodoxa en el sentido monetario y económico del término, es un verdadero problema. Y nos demuestra que ningún apoyo del establishment es inocente.

A menudo se palpa en varios sectores de la sociedad una verdadera rabia contra la presidenta Cristina Fernández. ¿De donde cree usted que viene ese sentimiento?
No hay respuestas sencillas. Es una combinación de muchas cosas. Por lo pronto es un tema que nos permite mirar en espejo otros momentos de la historia argentina. Para aquellos que no vivimos la travesía del primer peronismo nos permite comprender un poco ese lugar maldito de Evita, sin que por supuesto Evita y Cristina Fernández sean intercambiables. Pero, tanto Néstor Kirchner en su primer mandato, y después claramente Cristina Fernández en su gestión, reabrieron algunas lógicas del prejuicio, el clasismo y el racismo, que es evidente seguían muy vivas en nuestra sociedad. También debe haber un componente misógino, machista. Tiene mucho que ver con una clase política que históricamente había caído a un nivel intelectual bajísimo. Se puede estar de acuerdo o desacuerdo con las posiciones de la presidenta, pero no se puede negar que ella ha colocado el lugar de la política en un terreno argumentativo. Sin embargo, hay algo que ha generado, sobre todo en ciertos sectores de las clases medias, un odio que ya no tiene que ver con un rechazo político. A Menem no se lo odiaba, tal vez por que se podía usufrutuar vergonzosamente de sus políticas. Durante los noventa uno podía reírse de Menem y de la tinellización de la política, pero nunca en las clases medias emergió este discurso violento, brutal, de odio tan visceral como el que se siente hacia los Kirchner y particularmente hacia Cristina Fernández. Me parece que allí hay un punto para pensarnos como sociedad, de una violencia preocupante.

Hay una gran circulación de esos mensajes de odio por Internet.
En ese lugar lo que se produce suele tener un contenido casi cloacal. La violencia verbal es brutal, de un fascismo salvaje. Por que lo que se construye es básicamente un discurso de rechazo violento, del escupitajo. Una cosa terrible. Y también se ve en las sobremesas, en los comentarios que se escuchan en las colas del supermercado, en los restaurantes. Hay una sobre exposición, un odio que no tiene nada que ver con la realidad efectiva, porque –y esto da para pensar- a los portadores mayores de este odio les ha ido en estos últimos años razonablemente bien. Esos sectores olvidan, de pronto, la destrucción institucional de la Argentina, la lapidación económica de los noventa, la crisis salvaje de finales del 2001, las colas de los jóvenes en las embajadas de los distintos países con el fin de irse a cualquier lado. Olvidan la crispación y la violencia reales que existían en las calles de la Argentina, y que, en gran medida, fueron contenidas por aquellos que hoy son demonizados, que son los piqueteros. Los piqueteros ocuparon un lugar muy interesante en la historia argentina, porque en medio de un descalabro de todas las estructuras de poder en la Argentina, los más pobres de los más pobres se organizaron y le transmitieron racionalidad a su protesta.
Entonces, cuando se leen estas cosas que se escriben y se piensa lo que fue el gobierno de Duhalde y la crisis económica y cultural, y se la compara con lo que ha sucedido den los últimos años, es imposible no coincidir en que hay una exacerbación buscada. Se pueden tener diferencias con este gobierno de Cristina Fernández, pero lo que se palpa es demasiado exagerado.

¿El trabajo de la corporación mediática ha aportado mucho a esa visión exacerbada?

Sí, por supuesto. Hasta cierto punto podría entender porqué Clarín se ha convertido en un pasquín que ya ni siquiera responde al código más berreta de ética periodística. Es una empresa que ha construido intereses colosales, que ocupa un lugar político y económico en la Argentina, y sus intereses han sido puestos, en parte, en riesgo. Pero, acá hay algo de otro orden, que por supuesto, hay pensarlo, porque cualquier proyecto más o menos progresista en la Argentina, que quiera avanzar sobre una transformación real de la sociedad, tiene que conquistar y capturar a algunos sectores medios, sino no hay chances. Es un tema que habrá que seguir discutiéndolo, poniéndolo en evidencia. En ese sentido hay que decir que el kirchnerismo con frecuencia no ha sabido encontrar esos vasos comunicantes y ha mostrado más de una vez ciertas opacidades, actitudes que han resultado inapropiadas o inoportunas. Nadie va a discutir a Néstor Kirchner el derecho a invertir como quiera su dinero, pero su compra de 2 millones de dólares no ha caído bien. Primero, para aquellos que defienden al gobierno, que se preguntan: ¿cómo en medio de una crisis como ésta hay tiempo para pensar en una operación de semejante naturaleza, cuando uno está metido en la pasión de una disputa política diaria? Para los que no defienden al gobierno es como tirarle carne a las fieras para que se diviertan un poco más. Cada avance, durísimo, costoso, se cae a pedazos frente a situaciones así.

Convengamos, de todos modos, que los Kirchner no son una pareja revolucionaria y que, dentro de su óptica, no está mal hacer buenos negocios. Pero, claro, el tema pasa por otro lugar.
Desde luego y tienen el mérito de no haber ocultado nunca lo que son. Cuando Cristina dice ahí está nuestras declaraciones juradas, esto es algo raro que también molesta en la Argentina. Ellos dicen lo que son, no son por supuesto una pareja que imagine que van a encabezar un proceso de transformación socialista en la Argentina. Es más, yo creo que ellos han ido avanzando posiciones en función de los ataques despiadados que han recibido. Por allí escribí que cada vez que reciben un ataque muy fuerte o que se equivocan en la forma de implementar una medida, la salida de esa crisis suele ser duplicar la apuesta. Y pienso al respecto en la estatización de las AFJP después de la 125, la nacionalización de Aerolíneas, en la ley de medios luego de la derrota electoral del 28 de Junio. Es cierto que la ley de medios no es un fenómeno exclusivamente del Kircherismo, sino mucho más amplio, pero la voluntad del gobierno, en especial de Cristina, permitió llevar adelante el proyecto. La crisis de Redrado no terminó con el nombramiento de un Blejer, como todos decían, sino en el nombramiento de Mercedes Marcó del Pont. Lo que está marcando que en ellos hay una lógica de lo espasmódico, pero cuando se toma el gran mapa de las medidas, sobre todo en estos últimos dos años, claramente casi todas ellas eran inimaginables en el contexto argentino del que veníamos. Y son históricamente medidas muy significativas, quizás las más importantes en efectos globales de los últimos cuarenta o cincuenta años en la Argentina.

¿Cuál es el déficit que se puede señalar de estas medidas?

Que tengan a veces como una cierta distancia entre esa capacidad de salir de los momentos difíciles con decisión y la posibilitar de rentabilizar el sentido y la potencia de esas medidas en la construcción de un apoyo social y político. Me parece que qué allí hay una dificultad, pero también es cierto que en muchos aspectos los Kirchner tienden a realizar mucho de lo que la sociedad argentina nunca imaginó que se iba a hacer y con lo que está en contra. Recuerdo que Pancho Aricó decía, en los tiempos de crisis de Alfonsín, que éste estaba a la izquierda de la sociedad. De alguna manera los Kirchner han desplegado una política en un contexto histórico completamente inimaginable en términos de lo que se esperaba para la Argentina. Siempre insisto: si nos trasladamos al 2003, la sociedad estaba más dispuesta o preparada para un Reutemann o un ballotage entre Carlos Mnem y López Murphy que para un Kirchner. Y Kirchner efectivamente nos sorprende a todos con el discurso de mayo del 2003 y a partir de ahí todo es complejo, todo es costoso. Cuando Claudio Escribano desde el editorial de La Nación le dice al comienzo que tenga cuidado con lo que hace porque de lo contrario durará menos de un año ya le está marcando la cancha. Mientras el kirchnerismo sirvió para apagar un incendio colosal de la sociedad argentina se lo tuvieron que bancar. Era el tiempo en que las fuerzas conservadoras tenían también que reconstruirse. Cuando recuperaron capacidad de acción, cuando vieron que la cuestión no era estabilizar a la argentina, recuperar un poco el mapa productivo, sino también cambiar la redistribución, la compleja trama de la renta en la Argentina, la paciencia se acabó.

Es evidente que uno de los factores que irrita al establishment es que este gobierno no ha cedido a sus presiones.
Todos los gobiernos democráticos se resignaron o fueron derrocados en la Argentina desde 1955. El establishment se acostumbró a ejercer el poder sin resistencias. Recuerdo la famosa frase de los esnobistas de los noventa sobre los humores del mercado. Los argentinos dependíamos de los humores de algo tan abstracto e intangible como eso. Hay determinadas épocas que están organizadas de acuerdo con ciertos discursos que parecen inexorables. Los noventa marcaron el predominio de los economistas del establishment, el triunfo final de la economía de mercado, la desaparición del Estado, la quimera de una sociedad global en la que todos pudiéramos entrar en el Shopping center del consumo generalizado. Gran parte de la sociedad e incluso sectores progresistas compraron esos valores como inconmovibles y eternos. Creyeron que, puesto que la economía y la política tenían ya sus modelos definitivos, lo único que quedaba por hacer era mejorar la calidad ética de la República.
Esa fue la frustrante historia de la Alianza, que instaló la idea de que se podía luchar contra la corrupción menemista sin tocar el modelo económico neoliberal. Era suponer la posibilidad de una República virtuosa en el interior de un orden económico devastador. El país pagó las consecuencias de esa concepción. Por eso, es interesante hacer un ejercicio mental de ubicarse a mediados de los noventa y tratar de proyectar imaginariamente a la América Latina de una década siguiente. ¿Quién hubiera podido imaginar una década como la que estamos viviendo en Sudamérica? La experiencia boliviana, ecuatoriana y, con sus contradicciones, las experiencias de Brasil, de Argentina, de Venezuela, de Uruguay, Paraguay.


Inimaginable que un obrero metalúrgico llegara ser presidente de Brasil, que un hombre proveniente de los pueblos originarios como Evo accediera a la presidencia de Bolivia, que en el Ecuador Correa hiciera lo que está haciendo, que estuviéramos discutiendo lo que estamos discutiendo hoy, para descubrir la capacidad que tiene la historia de mutar, de generar sorpresas, de devolvernos la posibilidad de un lenguaje de la esperanza cuando todas las puertas parecen cerradas.

¿Cómo se puede reconstruir en la sociedad ese lenguaje de la esperanza?

La creación de una mentalidad no es algo que se resuelve ni reconstituye de la noche a la mañana. Implica una combinación de factores. Por un lado, la puesta en evidencia o las señales precisas de un proyecto político que sea capaz de transmitir un cierto entusiasmo, una cierta esperanza, que pueda de alguna manera comenzar a eludir los cercos mediáticos que se producen. Es un punto no menor, hay una responsabilidad de quienes están al frente de un proyecto de transformación de crear condiciones para que esos acontecimientos puedan metabolizarse social, política, culturalmente. Y eso no termina de acontecer, ni en los estratos medios, obviamente, paro tampoco con claridad en los sectores populares. Hay una deuda todavía, que no es una deuda de los Kirchner, sino de todos aquellos que son parte de un proyecto de transformación democrática e igualitaria en la sociedad argentina, que es reconstruir sustento y participación popular, sabiendo que desde 1976 en adelante pasaron muchas cosas en nuestra sociedad: descomposición, destrucción, eliminación, caída en picada de proyectos de transformación. Todo eso tiene un peso muy significativo. Hay que desmontar los modelos culturales que vienen dominando en la Argentina de las últimas décadas y que han logrado producir sentido común y penetrar en la sociedad, modelos como los que mencionábamos hace un rato que hacen que un hombre o una mujer de extracción popular sienta que los intereses de Redrado o Biolcatti son equivalentes a los suyos. Ese trabajo de desmontaje es arduo y de largo plazo, sabiendo además que hay urgencias del día a día. Es necesario también entrar en los espacios de la comunicación, que siempre son un problema. Uno dice: hay que estar en los medios de comunicación, salir a dar la batalla de la comunicación. Por supuesto. La discusión de la ley de medios audiovisuales fue un momento más que importante y muy significativo. Y hay que seguir avanzando en lo que propone la ley. Pero, se debe pensar también el tema de los lenguajes mediáticos, que es en si mismo un problema. Veamos, por ejemplo, un programa como “6, 7, 8” que tiene hoy cierta audiencia y aparece como la niña bonita en el interior del espectro de televisión por ser un programa que logra defender aspectos de la política del gobierno que son defendibles. Pensemos en su estética. En cierto modo, puede ser utilizada para hacer también otra cosa. Digo esto, porque ahí nos enfrentamos a una serie de cuestiones que no son menores. Los lenguajes mediáticos operan sobre la gramática del efecto, del shock, del golpe bajo. Y puede ocurrir que, mientras ayudamos a algunas personas a que se les corra el velo que cubre ciertas cosas, por otro lado podemos estar fomentándole el lugar de la pasividad.
Por que lo que generan los medios de comunicación es una reacción de empatía, difícilmente puedan provocar la necesidad de salir a construir una reflexión crítica, intervenir en los hechos, participar. Es un problema de no poca monta. Desde luego me parece un paso adelante que, con mucha sagacidad se avance sobre políticas comunicacionales que hasta ahora estuvieron ausentes.
Pero, también me parece fundamental recrear la participación social y los marcos organizativos dentro de los espacios comunes, compartidos. Allí hay un enorme déficit, que tiene que ver con la despolitización, la ruptura de las tramas organizativas, la desideologización. Incluso los propios movimientos sociales, que fueron tan importantes sobre todo en la época de la travesía del desierto neoliberal de final de los noventa y de principios de los 2000, tienen una deuda paradojal con este tema.

¿Esta es una tarea del gobierno?

No, esta es una tarea que excede al gobierno. Por otro lado, Cristina tiene algunos inconvenientes: es una mujer en extremo inteligente, irreprochable en lo conceptual y capaz de improvisar un discurso sin errar el núcleo argumentativo. En ese sentido es un placer escucharla y discutir con ella. Pero, gran parte de la sociedad, no quiere eso, no quiere que nadie le explique, porque ese discurso le pone en evidencia su propia carencia.
En ese sentido, a ese discurso le falta y le faltó la capacidad de interpelar otras cosas, de ir más allá de lo pedagógico-conceptual, que es irreprochable, para entrar en una dimensión más interpelativa, que penetre en las emociones de la gente. Por eso cuando ella se sale del discurso mas cristinista y quiere ser diferente inmediatamente el discurso suena como si fuera una impostura. Y la matan por ese lado. Se trata de que ella siga haciendo lo que vino haciendo, que siga gobernando, avanzando, y después es tarea de todos aquellos que creemos que hay que seguir defendiendo lo mejor de todo esto, porque lo otro, lo que puede venir en reemplazo, es terrible.

¿Usted cree que ese tono pedagógico del discurso de la presidenta es lo que molesta?


No nos olvidemos que esta sociedad sufrió el duro proceso de analfabetización de los noventa. La miseria nunca viene sola. La programación televisiva que ve la mayor parte de la gente está construida sobre el golpe bajo, las frases hechas, la adoración de personajes como Tinelli, Rial o Ricardo Fort. Somos el producto de eso también, sino ¿de qué estamos hablando? La oligarquía argentina de hoy no se sentiría representada por una mujer como Victoria Ocampo o el Proyecto Sur. Los actuales dirigentes rurales son gente de bajo nivel intelectual, igual que muchos dirigentes políticos.
¿Cómo van a tolerar que alguien les enseñe, les recuerde de dónde vienen o lo que son en realidad? Y también algo baladí: una parte de esta sociedad ha necesitado siempre bañarse en las aguas puras de la irresponsabilidad y la virginidad.
Con la dictadura fue:”Yo, en realidad, no sabía nada” y con las Malvinas:” Hay un maravilloso general que nos lleva a la guerra”.
Con el menemismo:”Que suerte que la Argentina se parece ahora a los Estados Unidos y podemos viajar todos los años a Miami”. Claro, luego nadie aceptaba haber votado a Mnem o haber estado con la dictadura. Eso es una gran falacia, incluso uno puede agarrar a un ciudadano medio de Buenos Aires y hacer su recorrido electoral de 1983 en adelante y se encontrará con que votó a Alfonsín, a Alsogaray, Zamora, Ibarra y últimamente a Macri. La misma persona emitió todos esos votos. Es la misma contradicción de esos tacheros que te dicen:”A los negros hay que matarlos a todos” y después por ahí te agregan: “Ah, si, a mi me gusta ese tipo Zamora”. En fin, Buenos Aires ha sido siempre una ciudad muy complicada, muy prejuiciosa y que se creyó más de lo que era.

Y que, a partir del momento en que descubrió que debajo de sus pies había un tembladeral permanente, decidió como respuesta colocar sobre otro, la responsabilidad de su propia miseria. Hablo de aquellos que han tenido la suerte de resolver en su vida la cuestión económica, porque el tipo que está sumergido no tiene responsabilidad de nada.
Apenas si tiene la fuerza y la entereza necesarias para sobrevivir.

¿Usted cree que esos sectores medios no son recuperables?


No, de ninguna manera. Uno habla de esos sectores y por ahí se cree que son los únicos malos de la película. Y no es así. Creo que sobre muchos de esos sectores hay que actuar para que vean las cosas con una claridad que hoy no tienen. Es fundamental no olvidar tampoco que ciertos sectores de la clase media han tenido un recorrido interesante en nuestra historia y es en función de esa historia que hay que recuperarlos. Pero, no se puede negar que hoy no son pocos los que están en esa actitud de rechazo poco entendible de la que hablábamos antes. Y es por eso que considero equivocado el discurso de Pino Solanas. Porque puedo aceptar que él se diferencie del gobierno. Está en todo su derecho y está bien que lo haga dese la izquierda. Lo terrible es que comparta el discurso impostor y salvaje que ha construido la derecha, que exprese el común más pedestre de los sectores medios colonizados por la corporación mediática. Ahí, hay una responsabilidad, en términos de los costos que esa actitud puede acarrear hacia el futuro, que es gigantesca. Existe cierta alucinación en la conducta de ese grupo, es como si sus integrantes creyeran que con la caída del kirchnerismo ellos quedarán como los herederos naturales, ahora si, de un proyecto “progresista”. No piensan, ni por un instante, que la caída del kirchnerismo lleva hacia la instalación de una derecha dura y fuerte. No les preocupa. No han leído tampoco como la corporación mediática infló la figura de Pino Solanas en el tramo preelectoral porque veía que por izquierda se podía horadar también al gobierno.
Es algo no muy diferente de lo que pasó con la Alianza cuando el Chacho Álvarez forjó su crecimiento político yendo todos los jueves al programa de Mariano Grondona.

De todos modos, y aún admitiendo lo incorrecto de las posturas de oposición, ¿no cree que el gobierno falla a veces en la implementación de sus medidas?
Allí cuando el gobierno lanza una medida sin ofrecer con claridad y potencia el sentido real de esa medida tiene una responsabilidad. Porque, en verdad, cuando se decide echar a Redrado es porque dijo que no. Y entonces, alguno comentó seguramente:”Hay que echar a este hijo de puta”. Ahora, ¿por qué alguien no desaceleró un poco este impulso y se puso a medir las consecuencias de lo que podía venir, a imaginar esa película? ¿Por qué el gobierno no preparó una estrategia para evitar los hechos que sobrevinieron con la justicia, la oposición y la operación mediática? Es difícil entenderlo en personas que juegan tan bien al ajedrez, al póker político. Pero, bueno, son así, es su ADN y no van a cambiar. Por suerte, Redrado era un personaje de cuarta, pero podría haber sido un personaje más inteligente y haber salido como virtuoso. Yo atribuyo esta forma de proceder al modo encriptado con que se toman muchas decisiones, diría que el grueso de ellas. Me parece que allí falta generosidad. Y si se quiere tener chances para el 2011 se deberán abrir espacios. Y es importante, porque de cara a esa fecha en la Argentina se juega esa dicotomía decisiva de nuestro futuro: o a este gobierno le va bien o entramos en una etapa de restauración conservadora.

¿Qué papel puede jugar Carta Abierta con respecto a esto en el año del Bicentenario?

Manteniendo el núcleo de acuerdos y defensa estructural de lo que se ha impulsado en estos años, y dentro de ese espíritu crítico que ha caracterizado al grupo, creo que es un buen momento para que Carta Abierta salga a discutir una cantidad de discursos que dominan el sentido común argentino. Este me parece que es un papel interesante y fuerte de Carta Abierta: discutirle al establishment su visión de la Argentina, ser capaz de trabajar en ese juego en espejos de doscientos años de historia para pensar el presente y seguir interviniendo con intensidad en la escena pública. Hay realmente muchísimas cosas por hacer.

¿Ustedes creen que los debates y los textos de Carta Abierta han tenido una difusión efectiva?

Efectividad ha tenido. Carta Abierta se convirtió en un lugar referencial tanto para los amigos como para los enemigos. De Carta Abierta han hablado más La Nación y el Grupo Perfil que los sectores progresistas. Eso indica algo. Al mismo tiempo están los límites propios del espacio. Carta Abierta tiene de alguna manera que ser un espacio que ayude a solidificar ámbitos de encuentro. Si imagino un papel de carta abierta es el de poder juntar a los distintos movimientos sociales, a los distintos grupos políticos, generando la idea de un espacio cada vez más participativo, más común, que logre marchar hacia el 2011 en la idea Desh un frente. Lejos de ser un actor que opera con la lógica habitual de los actores políticos, que es la de conseguir un cargo, Carta Abierta es un ámbito habilitador de encuentros y de debates político-intelectuales, político-sociales. Y en ese sentido hemos construido una referencia respetada y tenemos un lugar que hay que amplificar, evitando siempre las cristalizaciones.

Usted ha usado alguna vez una frase de Walter Benjamín, filósofo alemán en el que es especialista, que dice que a la historia hay que pasarle el cepillo a contrapelo.
¿No es ese un buen consejo hoy para abordar la realidad y la propia historia?
Me parece que si. A él le preocupaba mucho escuchar en la historia lo que no se había escuchado, meterse en el relato de los vencidos, dar vuelta el discurso hegemónico, uniforme, el discurso del sistema, del establishment. Y también le preocupaban los aduladores del progreso, aquellos que dicen que mientras la historia avance en un sentido progresivo no importa los daños que cause. No hay una historia de los derrotados por el progreso y sobre los muchos daños generados por él, incluso en la naturaleza.
Otra frase muy poderosa de Benjamín es:”Todo documento de civilización es al mismo tiempo un testimonio de la barbarie”. ¿Qué estaba diciendo, si siempre nos han enseñado que la civilización es la antagonista de la barbarie? Bueno, él decía que el desarrollo científico-técnico, el desarrollo del capitalismo tiene dentro suyo un nivel de violencia que ha operado sobre el propio desarrollo de la trama civilizatoria. Entonces me parece que en este punto su pensamiento es importante, sobre todo en una época como ésta en que tenemos que pensar la cuestión civilizatoria, la cuestión de la supervivencia, la cuestión ecológica, la cuestión del relato hegemónico de la denominación y la necesidad de recuperar esas virutas que deja la historia y que podemos recoger si le pasamos el rastrillo a contrapelo.
Y diría más: es de una actualidad extraordinaria, como lo demuestra el fracaso de la cumbre de Copenhague, que expresa el nivel de barbarie a que ha llegado el sistema.

El acto del 24 de marzo: la historia y la política

Raúl Isman. Docente. Escritor.
raulisman@yahoo.com.ar

“Cada nieto que aparece es una victoria sobre el olvido y la muerte, y es esencialmente una victoria del Estado de Derecho de la calidad institucional , porque no puede haber Estado de Derecho y calidad institucional si no hay identidad". Presidente Cristina Fernández, en el acto en el Museo de la Memoria.

“Nuestro futuro habita en la memoria”
Martín Sabatella. Diputado nacional.

Recién llegado del acto en el que se conmemoró un nuevo aniversario del nefasto golpe mencionado en el título- convertido en feriado en la Argentina como día de la memoria (del genocidio)- y luego de las intensas emociones vividas escribimos un mínimo balance de lo ocurrido. Lo emotivo se vinculó a la enorme alegría de haber visto varias generaciones hermanadas en la militancia callejera. En efecto, coexistieron con idéntico fervor desde nonagenarios hasta mi pequeña hija Malena, de apenas un mes. Pero lo emocional no obsta para avanzar en el análisis; por lo cual es preciso realizar algunas reflexiones políticas necesarias que liguen el pasado, el presente y el futuro.
Decía el imprescindible filósofo y militante político italiano Antonio Gramsci que historia y política son (prácticamente) la misma cosa. Si durante el acto en la plaza flotaban los espectros insepultos y el ejemplo de los queridos compañeros desaparecidos, como destacó Hebe de Bonafini en su discurso durante el festival popular posterior al acto, también el espíritu crítico del sardo sobrevoló por la plaza y el acto que se realizó por la mañana. Veamos sintéticamente uno y otro evento.
Por la mañana nada menos que en la E.S.M.A., sitio de indudable significación simbólica, la presidente Cristina Fernández, magnífica y descollante oradora, se sostuvo desde la historia, la filosofía y la política para engarzar el pasado de la sociedad argentina con la política actual y marcar a fuego al poder real en la persona de la propietaria de un monopolio de la comunicación, que tanto le debe a los déspotas del ’76 una empresa productora de papel como (presumiblemente) sus dos hijos. La negativa pertinaz de la familia Noble a someterse a imprescindibles análisis (¡por más de ocho años!) da cuenta que algo desean ocultar. Cristina concluyó diciendo que no hay verdadera calidad institucional sin derecho a la identidad; desnudando la impostura de la oposición al reivindicar las cuestiones institucionales; cuando las pisotean en los hechos. En el acto estaban escenificados los grandes contendientes de la política argentina. De un lado el gobierno, aliado a lo mejor de la sociedad. En frente, los núcleos dominantes y la oposición golpista. Nos separan, según Cristina, del impresentable carnaval golpista la consecuencia para buscar memoria, verdad, justicia. Por otra parte, al señalar, sin nombrarla, a la clarinezca empresaria la Presidente dijo indubitablemente que si el poder real no se aviene a respetar la democracia, la justicia, el estado de derecho, las instituciones y la voluntad popular, las inevitables confrontaciones proseguirán
Por la tarde se dotó de carnadura social y de masas a las palabras de Cristina. Con eje en el peronismo y en la mayoría de los organismos defensores de los derechos humanos una multitud de más de 50.000 personas se hizo presente para rendir homenaje a los queridos detenidos desaparecidos; pero también para poner un límite a la golpista ofensiva procesista de la oposición. Desde Elisa Carrió, defensora política de monopolios y de secuestradores de niños (“los hijos de Clarín son nuestros hijos”, declaró), hasta el indultador de criminales de ayer y de hoy, Eduardo Duhalde; pasando por el golpista radical Oscar Aguad (cholulo por fotografiarse con el criminal y cuchillero Luciano Benjamín Menéndez) la defensa abierta o encubierta de la dictadura es uno de los pocos puntos de articulación de una oposición que muy mal disimula su prosapia destituyente y golpista.
Identificar los enemigos de ayer con los de hoy lo realizó de modo sencillo la multitud en la plaza. O sea conjugó, desde lo práctico, las palabras gramscianas que citábamos al comienzo de estas notas, sin dejar de respetar la caleidoscópica diversidad de agrupaciones, movimientos, partidos, conglomerados y aún personas sueltas.
Quienes nada saben de historia (los pueblos irremediablemente desunidos marchan a la derrota) y menos de política fueron los participantes de una marcha posterior integrada por varios partidos de izquierda, Libres del Sur y el desdichado pinosolanismo.
Los tiempos se van acortando y el juego de asumir posiciones de manera extrema, mientras en el parlamento se avala y aceita el juego de la oposición golpista resulta cada vez más peligroso. No se les pide que apoyen al gobierno nacional; si les parece insuficiente la perspectiva kirchnerista. Pero si en la puja entre el gobierno y los golpistas continúan sirviendo a estos últimos la estupidez se convierte en mañosa complicidad.
Por otra parte, las actitudes de los partidos de izquierda delirantes sólo pueden sorprender a los ingenuos que no frecuentan la historia y la politología. Los “maoistas” del Partido Comunista Revolucionario- en los ’70 simpatizantes del grotesco asesino José López Rega- asombraban con un cartel en el cual decían que el ajuste K llegaba vía inflación. Los grandes empresarios, verdaderos causantes de los aumentos de precios, agradecidos por la invisibilización. Mientras que la fauna troskosaúrica encabezada por la absurda enfermera Vilma Ripoll irrumpió en la plaza cantando un estribillo que buscaba responsabilizar al gobierno por la desaparición del compañero Jorge Julio López. No se trata de callar el reclamo por la situación descripta; ya que son actos en los que es preciso priorizar la unidad popular. Pero inútil es mentar la amalgama del movimiento frente a fuerzas que han hecho del fraccionamiento un modo de identidad indubitable. Si no fuera así ¿Cual es la explicación plausible para la existencia de casi una docena de minúsculas sectas trotskistas separadas por exóticas e insignificantes diferencias entre si?
Lo dicho, historia y política son la misma cosa y el acto de la mañana y el de la tarde presentó en sociedad a una coalición en crecimiento (luego de las derrotas del 2008 y 2009) y armada con un proyecto que rescata la mejor tradición de las luchas populares, los mejores valores que nos llegaron desde la filosofía y que por añadidura, conserva una capacidad de iniciativa política irrefutable. Frente y contra nuestro se halla el poder económico y la impresentable oposición. Es preciso tomar partido día a día en marcha hacia las elecciones del 2011. Los tiempos que vienen, como casi siempre en la Argentina, serán intensos, difíciles y complejos. Desde la historia, los amados compañeros desaparecidos señalan su ejemplo maravilloso.

Desde el golpe del ’76 a la acción destituyente del 2008-2010: El poder económico en acción



Por Raúl Isman



“Bastante sabemos, hoy, que es preciso renunciar a considerar la venganza como la reconquista serena de un orden razonable y justo. Y sin embargo, debemos aún aspirar al castigo de los auténticos criminales. Pues castigar es reconocer que el hombre es libre tanto en el mal como en el bien, es distinguir el mal del bien en el uso que el hombre hace de su libertad, y es querer el bien.”
Simone de Beauvoir. Escritora y filósofa francesa. De su libro El existencialismo y la sabiduría de los pueblos (1946).


“Por lo general, a las dictaduras de los cabos y los sargentos, en los países democráticos les siguen las dictaduras de los grupos financieros. Los efectos son los mismos, aunque el “modus operandi” de las imposiciones de los segundos sean otras más sutiles, menos perceptibles a simple vista, …. La “diferencia” que media entre unos y otros es la misma que existe entre un asalto a mano armada y la estafa.”
Arturo Jauretche. Pensador nacional.


Introducción

En este texto- escrito originalmente en ocasión de recordarse un cuarto de siglo en el 2001 del más nefasto 24 de marzo y actualizado mínimamente cada año- se analiza el golpe de 1976 y cierta continuidad que logró dicha asonada a partir de la reacción gauchocrática desatada desde marzo del 2008 y que continua en la actualidad; entendiéndolo como punto de partida de la profunda recomposición económica y social a la que fue sometido nuestro pueblo y de su continuidad durante el menemismo y el gobierno radical-aliancista (1999-2001). Por cierto que esta realidad es la que, en los días que corren, tratamos de transformar gestando una Argentina con pleno empleo e integración social, y; en particular cerrando todos los caminos y resquicios posibles para la impunidad. Nada casualmente, para el gobierno nacional actual su política de derechos humanos es inescindible de la distribución del ingreso; mientras que la defensa incondicional de las atrocidades cometidas en la década del ’70 es uno de los aspectos que articula a la torva oposición que debe soportar el gobierno nacional. Pero en realidad las acciones de las fuerzas que se identifican como oposición se hallan conducidas por el poder económico, gestor, beneficiario e impulsor de ambos golpes mencionados en el título del presente trabajo. Con respecto a la asonada de 1976, a lo largo de las presentes notas, se describen algunos hechos, se señala a culpables y responsables, se analizan los métodos más que repudiables y los objetivos de los genocidas, aún los que no eran manifiestos. Además, se incorpora una visión de los resultados perdurables hasta nuestros días de la dictadura. Finalmente se realiza una síntesis desde una mirada contemporánea, a la luz del pensamiento de algunos filósofos y de un mínimo debate político acerca del golpismo desencadenado desde marzo del año 2008 y sus orígenes.

Los hechos y sus causas


El 24 de marzo de 1976, todo el país “fue puesto bajo el control jurisdiccional de las Fuerzas Armadas”, como constataba el comunicado oficial de los asaltantes del poder. Los antecedentes y las causas hay que buscarlas en la agudización de los conflictos propios de la guerra fría con el consiguiente endurecimiento imperialista en nuestra América Latina, la impotencia de un gobierno peronista jaqueado por la crisis económica (que implicaba una situación casi hiperinflacionaria), la incapacidad para canalizar la consiguiente puja sectorial y la desgarradora y paralizante para las masas populares violencia política. Por otra parte no pueden omitirse las constantes peleas internas en el peronismo, el cinismo de la U.C.R. (que al tiempo de manifestar la búsqueda de una salida democrática pactaba en las sombras con los golpistas) y el hecho que el poder económico se había orientado hacia una salida favorable para sus intereses, que incluía el total reformateo de la economía y la sociedad.
Una etapa para la cual cuesta encontrar los calificativos adecuados estaba comenzando en la Argentina. La tortura- incluyendo la que se realizaba con mujeres embarazadas, delito aberrante si los hay- el robo y secuestro de niños pequeños o nacidos en cautiverio, la ausencia total de libertades: de expresión, de reunión, la prohibición de funcionar para los partidos políticos y sindicatos de trabajadores, la liquidación de las instituciones democráticas, la anulación de conquistas laborales de larga data, la subordinación de la justicia y muchas otras violaciones a los derechos humanos que se resumen y coagulan en la más cruel de todas: la desaparición forzosa de personas. En efecto, la palabra desaparecido se dice en castellano en todos los idiomas del mundo para recordar a los 30.000 seres- entre ellos, los jóvenes estudiantes secundarios de La Plata, en el episodio conocido como la noche de los lápices- que fueron secuestrados en sus hogares, lugares de trabajo o estudio o en la propia vida pública. No puede omitirse que una de las actuales defensoras de las citadas aberraciones, la apologeta de homicidios diversos Cecilia Pando de Mercado, se halla alineada en el bloque “opositor”, como el golpista legislador de la U.C.R. Oscar Aguad, siempre presto a fotografiarse junto a criminales como el ahora condenado Luciano Menéndez. Los citados señalamientos son realizados a fin de destacar que el ’76 tiene plena continuidad en las fuerzas de la llamada oposición; donde unos desvergonzados que se autodenominan Coalición Cívica no tienen empacho en reivindicar el secuestro y robo de niños, despojándolos de su historia e identidad.
En plena época dictatorial, en 1977, el periodista y escritor argentino Rodolfo Walsh denunciaba semejantes violaciones a los derechos humanos en su último texto, escrito poco antes de caer prisionero de la dictadura para convertirse en un desaparecido más. Este trabajo (la Carta a la Junta Militar en el primer aniversario del golpe; del cual existen diversas ediciones y se halla disponible en la gran biblioteca existente desde Internet) sigue siendo un modelo de periodismo riguroso, exhaustivo y de fuerte compromiso con las necesidades del pueblo, realizado en las durísimas condiciones de clandestinidad que el régimen le imponía. Allí dice Walsh que la represión practicada de modo tan impiadoso por los militares tenía una finalidad precisa, definiendo indubitablemente los verdaderos objetivos del golpe de estado... “En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”. El subrayado es nuestro.
Dicha política económica (de características neoliberales) fue impulsada por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz, durante el lustro que va de 1976 a 1981, coincidente con la presidencia del general Jorge Rafael Videla y luego profundizada ya en democracia por Carlos Menem y por su (poco aventajado) continuador De La Rua. Y nada casualmente son los lineamientos que el poder económico y sus esbirros massmediáticos machacan cotidianamente por volver a imponer en la Argentina del siglo XXI. Desde Alfonso Prat Gay, conocido personero de la banca globalizada, hasta Los Rodríguez Saa y Duhalde, pasando por los Patricia Bullrich y los Macri y De Narvaez, un solo clamor unifica a las fuerzas políticas de la derecha: clausurar el ciclo de mejoría popular comenzado en 2003 y volver a las peores latrocinios de los ’90 con su secuela de retroceso industrial, desempleo, miseria popular y descuentos en los haberes jubilatorios; por citar sólo algunos derivados de su receta.
El plan tecno-económico de Martínez de Hoz tenía en principio dos finalidades fundamentales:
a) Como punto de partida, la finalidad era provocar una drástica redistribución del ingreso, favoreciendo a los sectores empresarios y perjudicando a los asalariados. Para ello, fueron liberados todos los precios de la economía con excepción de los salarios. “Extraño” liberalismo el del Ministro orejudo, por cierto. El liberalismo económico implica necesariamente la libre negociación de todos los precios en una economía. Si uno de ellos, el salario de los trabajadores, quedaba sometido al “asfixiante yugo estatal” (palabras del propio ministro), no hay dudas que estábamos en presencia de un liberalismo intencionadamente tuerto. Además, fue modificada la Ley de Contrato de Trabajo aprobada durante el gobierno anterior; favoreciendo claramente a las patronales. Se liquidaron distintas conquistas sectoriales de los trabajadores, quedando el mundo del trabajo sin protección por causa de las dificultades para ejercer la representación sindical y la inaccesibilidad de derechos constitucionales, como la resistencia por medio de huelgas. La virulencia de la represión garantizó el éxito de esta primer operación.
b) Por otra parte, la política económica buscó alentar la valorización financiera en detrimento de la actividad productiva. Los instrumentos para lograr este objetivo fueron la Ley de Entidades Financieras y la llamada tablita cambiaria. Por efecto de la ley citada, el estado garantizaba los depósitos realizados en moneda nacional de todo el sistema bancario, con lo cual se alentó la proliferación de instituciones sin solvencia, conducidas por auténticos bucaneros modernos, que prometían muy altos intereses. El ahorrista de todos modos acudía a estos llamados, en razón de la garantía estatal para el pago de los depósitos en moneda nacional incluida en el ordenamiento legal citado. Además, se vivió una euforia constante consistente en dineros que venía al país a obtener durante un mes, las tasa que en el primer mundo se conseguían en un año de colocaciones en el sistema bancario. Complementaba semejante maniobra la tablita financiera, la cual era una pauta progresiva de devaluación que permitía a los especuladores extranjeros maximizar sus ganancias- en lo que ya se llamaba bicicleta financiera- y luego recomprar sus dólares más las pingues tasas que no existían en ninguna parte del universo. La clave secreta de toda la operatoria, una auténtica piedra filosofal neoliberal que muestra de modo irrefutable a quienes servían los integrantes de la dictadura, la constituía una gigantesca transferencia de recursos de los sectores productivos, hacia los bancos, financieras y y grandes ahorristas e inversores externos. El círculo fue cerrado con la estatización de la deuda externa privada, medida impulsada y aprobada por el entonces presidente del Banco Central, Domingo Felipe Cavallo, luego impulsor del plan económico denominado de la convertibilidad durante el menemismo y que resultó ruinoso para la industria nacional. El (para)equino ministro presidió también el derrumbe del neoliberalismo en 2001, inolvidable corralito mediante. La U.C.R. y aliados, lejos de haber realizado una autocrítica de porque semejante enemigo del interés nacional y popular haya integrado su gobierno, persiste por el mismo camino presionando para que se adopte una política económica al servicio del poder económico globalizado; gestor, impulsor, beneficiario y mandante en los citados proyectos antinacionales y antipopulares. La diferencia sustancial entre los golpes del 76 y del 2008-2010 con los cuales la reacción intentó consumar sus propósitos reside en la centralidad de las armas utilizadas. En efecto, en el primero, los instrumentos de fuego son los decisivos. En el segundo, los cañones son comunicacionales, los grandes medios de (in)comunicación masiva. No cabe ninguna duda que sin ellos, Elisa Carrió no podría trascender la condición de chusma barrial o Gerardo Morales no sería más que un pícaro mentiroso jujeño.
Gran parte de la sociedad pequeño burguesa fue ganada por la pretensión de vivir sin trabajar y muchas de estas personas vendieron sus propiedades para vivir de los intereses. Mientras tanto, una porción mayor y significativa de los que no entraban en esta utopía reaccionaria se hundía en la miseria. Además de la inviabilidad económica de semejante pretensión, en lo que ya por aquellos años se llamaba “la plata dulce”, anidaba una crisis ética que corroía las bases morales de toda la sociedad. La garantía última de toda esta aberración presentada como política económica era la capacidad represiva de los militares, casi intacta durante los cinco años de la presidencia de Videla. Las internas entre Los Videla y los Menéndez y todos estos contra los Massera no los hacían disminuir un ápice en eficacia represiva y en saña torturadora. Cuando se trataba de masacrar y torturar al pueblo, todas las fracciones se unificaban.
En este contexto, tiene un rol central la desaparición forzosa de personas, método que no fue exclusivo de los genocidas argentinos; pero que quedó ligado a ellos para la percepción de gran parte de la opinión pública mundial. La desaparición de personas tenía varias finalidades. Algunas de ellas fueron las siguientes:
1) Partiendo del hecho que todos los operativos se hacían con un indudable carácter oficial, ya que se realizaban con las calles cerradas por la policía, exhibiendo vehículos de las fuerzas armadas, con efectivos uniformados y se invocaba la pertenencia a las distintas fuerzas de seguridad para entrar en un domicilio; en resumen todo convergía en un punto: el objetivo central era aterrorizar a la población. El mensaje resultaba claro: si existía cualquier tipo de compromiso con alguna actividad opositora a la barbarie militar, todos los ciudadanos eran pasibles de seguir el mismo camino. Cuando se llevaban a alguien a la vista de todo el vecindario, la finalidad última era transmitirle a quienes quedaban la percepción que todos podrían correr la misma “suerte” que el desaparecido.
2) Demostrar a la población y al mundo entero que los militares podrían - si ellos lo consideraban necesario- ir más allá que los propios nazis. Efectivamente, estos criminales alemanes solían entregar en algunos casos los cadáveres de sus víctimas. En la Argentina, miles de madres y otros familiares a más de tres décadas, aún anhelan justicia y quieren saber acerca del destino que tuvieron sus seres queridos. La nula colaboración con la justicia, más de tres décadas después, sólo puede ser leída como el mafioso pacto de silencio de los genocidas, que ni siquiera prestan alguna mínima cooperación- aunque fuera esporádica y aislada- para determinar la suerte corrida por los hijos arrebataos a sus madres en las cámaras de tortura y no recuperados aún.
3) Siguiendo con lo antedicho, en toda cultura, el duelo está aceptado como forma de despedida del fallecido. Al ocultar definitivamente el cuerpo, los represores instalaron en la memoria colectiva de la sociedad civil, y particularmente entre los seres queridos del desaparecido, la sensación de un dolor desgarrador, continuo y sin final. Al no poder despedir a su hijo, toda madre espera que en algún momento reaparezca. Esta es una herida que sangra permanentemente y que, como tal, genera terror. Paradójicamente, también originó una forma de resistencia hasta entonces desconocida: la de las madres de Plaza de Mayo. Acerca de este movimiento, volveremos más adelante. Agreguemos para subrayar la identidad central entre los represores del 76 y los caceroleros del 2008 y sus sirvientes políticos la nostalgia explícita de la dictadura por parte la rnfla caceroluda y la presencia entre ellos de la conocida apologeta de criminales Cecilia Pando de Mercado, quién ha reivindicado explícitamente el robo de bebes ya citado.

Acerca de los culpables y los responsables del horror

Cuando los militares se hicieron con la suma del poder público, faltaba menos de un año para el momento de que debían realizarse elecciones que, además, podían ser anticipadas. Por lo tanto, la crisis económica y social que vivía el país podía- y debía- ser encausada sin pisotear la voluntad popular. Pero si se respetaban los deseos del soberano, el rumbo hubiera sido diferente. La cirugía económico-social que deseaba el poder económico, por aquellos tiempos, no era posible en democracia. Por lo tanto, la tragedia que comenzaba a vivir la Argentina tenía culpables, por acción u omisión, además de los altos oficiales de las fuerzas represivas. Los grandes empresarios, verdadero poder detrás del trono, motorizaron un conjunto de acciones que ayudaron a consensuar la salida golpista. Se trataba de los más poderosos monopolios organizados en lo que por aquellos momentos se llamó Alianza permanente de entidades gremiales empresarias (A.P.E.G.E.), que tensaron y agitaron la situación económica, debilitando al gobierno de Isabel Perón, porqué habían apostado a la salida golpista. El sector industrial más cercano a los monopolios (agrupado en la Unión Industrial Argentina, U.I.A.) se había disuelto en los inicios del proceso democrático de 1973 en la Confederación General Económica (C.G.E.), organización que nucleaba al empresariado nacional, pero frente a la crisis del gobierno peronista se volvió a escindir y reapareció impulsando la solución represiva. Por cierto que en la A.P.E.G.E. militaban con “encomiable” entusiasmo gran parte de las confederaciones patronales agrarias que bajo la piadosa (o cómplice) denominación de “campo” encabezaron la revancha procesista contra el gobierno nacional presidido por Cristina Fernández.
Ciertamente no puede omitirse que en el nivel de la máxima culpabilidad ética y penal se halla la participación- algo más que entusiasta- de gran parte de la jerarquía, cuadros medios y aún simples clérigos que comprometieron institucionalmente a la iglesia argentina con la vil matanza sufrida por nuestro pueblo. Al punto que fueron absolutamente minoritarios aquellos prelados y obispos que resistieron el genocidio y aún perecieron mártires. La dictadura genocida y la conquista colonial castellana necesitaron de idéntica alianza entre “la cruz y la espada”; en la que las “armas espirituales” desempeñaban una función decisiva, bendiciendo (legitimando) el poder material destructivo de los instrumentos bélicos, mientras los clérigos cómplices actuaban confortando espiritualmente a quienes los empuñaban. La complicidad de la jerarquía eclesiástica ha quedado tan demostrada que no es preciso ya discutirla. Sacerdotes condenados por la justicia en razón de su conducta infame o el silencio estentóreo frente al asesinato del Obispo Angelelli nos señalan que el llamado “magisterio” de la iglesia lo es sólo para el mal.
Sin dudas que es distinto el concepto de responsabilidad- que implica un grado relativamente menor de compromiso con los luctuosos sucesos que soportó el pueblo argentino- que el de culpa, aplicable únicamente a los grandes terratenientes, a los monopolios, a comunicadores serviles en la creación de “climas” golpistas, a obispos y a clérigos apologetas de la masacre y a las Fuerzas Armadas. En ellos anida la máxima imputabilidad. Quienes favorecieron la acción de los represores y resultaron responsables- en grado diverso- de la tragedia que se avecinaba, fueron los siguientes actores de la política argentina:
a) Los partidos políticos mayoritarios resultaron sin dudas responsables de la imposibilidad de mantener la capacidad de autodeterminación de nuestro pueblo: por miopía, falta de grandeza, egoísmos mezquinos, colaboración con los represores e incapacidad para preservar las instituciones democráticas. Veamos los fundamentos. La mayor parte de los políticos del peronismo se negó a provocar un recambio institucional de la jefe de estado, la señora María Estela Martinez de Perón, manifiestamente debilitada. De este modo, se podía haber oxigenado el proceso democrático y alejar la salida golpista. Así fue como el efímero interinato de Italo Argentino Luder, a fines de 1975, pasó sin pena ni gloria e inclusive, durante esta etapa además se firmaron decretos que favorecieron el accionar militar.
Por el lado radical no fue menor la parálisis cómplice. La ausencia de soluciones declamada por Balbín no era más que la preparación escénica del golpe. Por otra parte, una porción significativa de los funcionarios del nuevo gobierno militar fue aportada por la Unión Cívica Radical, inclusive el embajador en Venezuela Héctor Hidalgo Solá, víctima de la represión y desaparecido por las fuerzas genocidas. El máximo dirigente radical Ricardo Balbín- del cual ya habíamos mencionado un acuerdo secreto con los genocidas- nunca repudió explícitamente a la dictadura, ni siquiera cuando fueron asesinados los dirigentes y militantes partidarios Mario Amaya y Sergio Karakachof. Aún en 1980, declaró que los desaparecidos estaban muertos sin exigir el consiguiente castigo para los criminales y su única salida del país en toda su vida fue para defender en el exterior a la dictadura. Cerremos la cuestión diciendo que basta repasar los diarios de los tres meses previos al golpe para tener una idea de la profunda parálisis del Parlamento, controlado por la entente integrada por el P.J. y la U.C.R., que fue incapaz de dar una respuesta desde la democracia a la crisis del país.
b) Una dirigencia sindical históricamente alejada en sus modos de vida de sus bases y que apostó, cuando el gobierno peronista se hundía, a la defensa excluyente del salario, como si esta lucha pudiera darse independientemente del contexto político del país. Por ello, el golpe sorprendió a algunos sectores sindicales... haciendo una huelga por aumento de sueldos o si no desentendidos de la realidad. “Pagamos dos con diez”, decía el sindicalista metalúrgico Lorenzo Miguel breves instantes antes del golpe. El otro líder sindical importante, el textil Casildo Herreras musitaba desde Montevideo “me borre”, voz que en nuestra Argentina menta más una huida cobarde que una decorosa salida elegante.
c) Una guerrilla que se embarcó en una espiral irracional de violencia que hacía caso omiso de los sentimientos y deseos del pueblo y no preservó la democracia como marco necesario para que los sectores populares pudieran resolver sus problemas y padecimientos por si mismos. El sector llamado Ejercito Revolucionario del Pueblo (E.R.P.) afirmaba que ya había comenzado- hacía algo más de un lustro- la guerra popular revolucionaria. Bastaba comunicarle esta novedad a todo integrante del pueblo argentino para tomar conciencia del profundo abismo que existía entre esta guerrilla y la población del común. No menor era la desconexión entre los Montoneros- el núcleo más importante de la guerrilla peronista- y la sociedad civil. Durante 1974, 1975 y parte de 1976 las acciones de violencia abierta contra objetivos empresariales, estatales y militares o el irracional secuestro del cadáver del genocida general Pedro Eugenio Aramburu sólo servían para inmovilizar al movimiento popular.

Los resultados del terror

En la necesidad de producir una profunda reconversión en la economía y la sociedad en su conjunto radicaba una de las causas del golpe. En estas condiciones es que el estado argentino demostró toda su capacidad para disciplinar a los actores sociales, sea por medios legales o transgrediéndolos- como ocurrió en la mayor parte de las ocasiones- su propio orden jurídico. A la represión por fuera de la ley la llamamos terrorismo de estado. Existía la pena de muerte, aún en la torva legalidad encarnada en la ley marcial. Pero ni siquiera esta parodia de juridicidad fue aplicada. Los treinta mil desaparecidos son inocentes puesto que ninguno fue juzgado, ni aún por el grotesco remedo de un juez castrense. Como en nuestro sistema legal existe la presunción de inocencia, nadie es culpable hasta que quede demostrado en un juicio justo que, obviamente, incluye el derecho de defensa. Seis años después y luego de la oprobiosa derrota de las Malvinas, los genocidas debían batirse en retirada. Entonces la Argentina era un país profundamente modificado. Nunca esta de más recordar que para realizar estas transformaciones antipopulares y antinacionales es que se produjo el baño de sangre que la dictadura significó. Algunos de esos cambios eran los siguientes:
1) De ser un país centralmente industrial, la Argentina pasó a tener una economía centrada en la valorización financiera, como afirmamos precedentemente. Esto es que la industria dejó de ser la principal fuente de ganancias para pasar a ser la especulación con el dinero y los intereses que de él podían obtenerse. Este modelo recién fue revertido por la sublevación de diciembre del 2001 y el proceso económico y político posterior iniciado el 25 de mayo de 2003. A su vez, restaurar la política económica neoliberal, obturar- y si es posible deponer- lo mejor de la etapa citada son los objetivos del golpe posmoderno iniciado bajo la forma de look-out agrícola y cacerolazos gorilas desde el año 2008.
2) Se produjo un alarmante crecimiento en los índices de marginalidad, pobreza y desocupación al descender la inversión productiva. Desde aproximadamente 1945 y hasta la dictadura, la Argentina era un país casi sin desocupación. A partir de este gobierno de desdichada fama, la desocupación estructural se instaló prácticamente hasta nuestro tiempo. Piénsese en el hecho que en los días que corren celebramos que el desempleo bordee el 10 %, para darnos cabal idea del retroceso soportado. La naturalización de la injusticia es uno de los modos (tal vez, el principal) con que el poder económico real combate los reclamos populares de manera simbólica. Pero no puede omitirse que un estado con fuerte capacidad de iniciativa en lo económico resultó vital para que la Argentina atravesase el complicado año 2009 sin incrementos sustanciales en el desempleo. Derrumbar los modestos triunfos populares citados es el objetivo que (mal) unifica a la oposición, digna heredera del ’76.
3) La deuda externa pasó de ser aproximadamente ocho mil millones de dólares a casi sesenta mil millones. La mayor parte de la deuda externa fue contraída por grupos económicos que realzaron enormes ganancias con estos capitales puestos en la ruleta financiera. Luego transfirieron estos dineros al exterior y procedieron a estatizar la deuda mediante cómplices insertos en funciones gubernamentales. Factotum de esta maniobra fue el ex presidente del Banco Central y ex ministro de economía Domingo F. Cavallo durante las presidencias de Carlos Menem y Fernando De La Rua. Paradójicamente hacia el 2010, muchos de los que crearon e incrementaron la referida deuda ya en democracia se han parapetado en la negativa a pagar con reservas para resistir al único gobierno en democracia que desendeudó al país; al tiempo que favoreció el diseño de una economía centrada en la producción. No puede omitirse señalar que la deuda externa es una situación de elevada carga material y simbólica; ya que constituye el modo que tiene el poder real globalizado de dominar al estado, condicionándolo por medio de los reclamos de los organismos de crédito consabidos (F.M.I. y B.M, por ejemplo). En lo simbólico se trata la cara económica de la impunidad para los crímenes procesistas. Evitar o complicar el desendeudamiento es el modo que tienen los seguidores actuales de Videla y Martínez de Hoz de seguir recreando las condiciones para el sometimiento popular. Por otra parte, una cuestión no menor y ligada a lo anterior es que los desfachatados referentes de la oposición- que incrementaron en gran medida la deuda y la pobreza- se escudan en denunciarlas para seguir aumentándolas.
4) Creció un poder económico que incluía rasgos diferenciales (básicamente que desconectó su crecimiento del correlativo al resto de la sociedad) con relación a etapas anteriores de nuestra historia. Por otra parte, gran parte del anclaje territorial de sus empresas, capitales y conveniencias se halla fuera de la Argentina. Dicho poder económico, un conjunto de grandes monopolios, resultó el principal impulsor y beneficiario de los cambios que el denominado proceso de reorganización nacional infligió en la distribución del ingreso y en toda la sociedad. Tales son las razones por las que lo apoyó hasta en sus aspectos más bárbaros. A modo de ejemplo se puede mencionar la complicidad de la empresa Mercedes Benz con la desaparición de obreros de su planta de González Catan. En aquellos años era vox populi que oficiales uniformados iban a las distintas empresas a recabar listas de operarios, para ellos indeseables por su actividad en defensa de los derechos de los trabajadores. Con honrosas, pero muy escasas excepciones, los jefes de personal brindaban la información solicitada y la desaparición de estos trabajadores era seguramente cuestión de horas. Lo “peor”, lo que jamás le perdonarán las variopintas derechas vernáculas al actual gobierno nacional es que enfrentó al poder económico en varias cuestiones centrales. En el combate recién citado reside el único modo de beneficiar al pueblo con que cuentan los diversos elencos gubernamentales y también en tal cuestión brilla el actual como el único que lo ha intentado durante la actual etapa democrática. La continuidad del salvajismo del ’76 en la actualidad son los Senadores Morales, Duhalde, Macri, Carrió, Aguad, Bergman, Aguinis, Grondona, Morales Solá y otros adefesios reclamando impunidad para crímenes imperdonables.
5) La sociedad civil quedó profundamente herida por el terror generado. Esto pudo comprobarse cuando en 1992 existía un importante movimiento en defensa de la educación pública; Carlos Menem, por entonces presidente, amenazó a los concurrentes con que se convertirían en los próximos desaparecidos. Luego de esta intervención, en la marcha siguiente, la concurrencia se vio profundamente disminuida. Pero la peor de las secuelas de la dictadura es, sin dudas, la existencia de un núcleo muy importante de población proclive a la defensa de la dictadura o al menos de sus métodos que atraviesa diversos segmentos sociales. Que los sectores poderosos se identifiquen con la barbarie procesista no puede sorprender: los militares secuestraron, robaron niños, mataron y torturaron para que los grandes empresarios multipliquen sus ganancias. En tal sentido, resulta inevitable señalar que gran parte del patrimonio acuñado por los referidos sujetos dominantes se halla manchado con la sangre de los compañeros desaparecidos.
Los destacamentos de clase media que se identifican con el despotismo militar lo hacen desde diversas vías: su ancestral autoritarismo (“aquí hace falta una mano fuerte”), su seguidismo monicolewinesko hacia las clases dominantes o su ninguneo casi constante hacia la memoria histórica. Con todo revertir semejante situación resulta una tarea más que urgente, habida cuenta que no existe articulación de un frente nacional y popular sin la presencia de segmentos significativos de las clases medias en él.
Las personas integrantes de los sectores populares se suman a la coalición reaccionaria motivados por el repiqueteo mediático, cuya finalidad esencial es difundir la cosmovisión derechista de la realidad. Así se amplifica hasta el paroxismo la problemática de la delincuencia; no porque a la derecha le preocupe seriamente la llamada inseguridad, si no por causa que es el mecanismo principal con que cuenta la reacción para introyectar sus “valores”, principios, proyectos, íconos simbólicos y candidatos políticos en el seno de los sectores populares. Una vez más la mirada histórica arroja incuestionable claridad. En 1976, nadie podía encontrar referencias mediáticas a la inseguridad, mientras hordas de ladrones y asesinos saqueaban casas, patrimonios, hijos y asesinaban muchas personas En la actualidad los medios “chorrean sangre”. Sugestivo, ¿verdad? ¿Tendrá algo que ver la conducta de los monopolios de la comunicación con el hecho que la dictadura le obsequiara a la dueña de Clarín dos hijos de presuntos desaparecidos y una empresa productora de papel?

La política, la historia, la filosofía y la educación contra el golpe de 1976… y el de 2010.

Indudablemente los acontecimientos que hemos reseñado no deben quedar en el olvido. Tal vez semejante amnesia pueda aportar algo para explicar el resurgimiento del golpismo desde el 2008, con idénticos mandantes; aunque, relativamente, con diferentes actores sociales, políticos y callejeros.
Con enorme acierto el gobierno presidido por Néstor Kirchner (2003-2007) ha hecho de la memoria y el combate contra la impunidad una política de estado; nada casualmente en alianza con las Madres de Plaza de Mayo y otros organismo defensores de los derechos humanos. De hecho fue el elenco gubernamental que más destacó la importancia ética de los movimientos por la vida ya citados. Cuando el 24 de marzo de 2004, antes de cumplir un año en el poder, se realizó el acto de imposición de la E.S.M.A.- la sigla correspondiente a Escuela de Mecánica de la Armada, un verdadero paradigma de campo de concentración en la Argentina- como museo de la memoria quedó simbólicamente graficado un rumbo de impecable e implacable vigencia para una política que hace de la ética de la no impunidad un rumbo no negociable. Nunca está demás decir que la Argentina es prácticamente el único país en nuestra América que persigue los crímenes del terrorismo de estado. Por ejemplo, la justicia insiste en investigar la masacre de Trelew perpetrada por la Marina… en 1972 y los ya ancianos criminales van a dar con sus decrépitos cuerpos a la cárcel o aunque sea, prisión domiciliaria. Compárese con la situación de cualquier país latinoamericano o del mundo. Jamás hay que perder de vista que lo dicho recién fue central para originar la golpista reacción antipopular caceroluda que comenzó en marzo de 2008. Pero que ya había sido vaticinada desde La Nación por periodistas largamente expertos en la preparación y legitimación de golpes de estado. Los mismos mandantes (el poder económico), los mismos difusores (los grandes medios de comunicación) nos señalan líneas de continuidad irrefutables entre los golpes de 1976 y 2008-2010. Por cierto que existen diferencias. La casi totalitaria censura, explícita en la larga noche y niebla presidida por los uniformados, asume un rostro más complejo; pero no menos existente. De hecho, los dirigentes políticos simpatizantes del gobierno nacional son prácticamente proscriptas en los grandes medios, que por otra parte ni siquiera informaron a sus públicos de una importante marcha contra el golpismo realizada el 12 de marzo de 2010. Es que las “casualidades” no son otra cosa que causalidades.
Vista la cuestión de un punto de vista más teórico, el ensayista argentino José Pablo Feinman, en una serie de notas dedicadas al recuerdo de la dictadura procesista y la barbarie nazi, escribe parafraseando al filósofo alemán Theodor Adorno: “La exigencia de que la ESMA no se repita es la primera de todas en la educación”, afirma en Página12 del 30/12/2000. Feinman escribe ESMA en el sitio que Adorno escribió Auschwitz, equivalente al matadero del barrio de Nuñez (en su dimensión material y simbólica) entre los horrorosos campos del nazismo. De modo que en esta cuestión se juegan nudos éticos decisivos. Es que la educación o bien sirve para crear espíritu reflexivo y crítico o no es más que un instrumento para perpetuar las condiciones de injusticia y sometimiento. De modo que para avanzar en el sentido de crear una educación crítica y liberadora es preciso gestar este ámbito reflexivo y, en consecuencia, es fundamental no olvidar: no hay dudas que el olvido es la gestación de nuevos horrores. Para decirlo en palabras cotidianas, la memoria no es PRO y si lo es el olvido culpable. No es casual que el organismo que nuclea a los hijos de los desaparecidos se llama H.I.J.O.S., sigla que significa hijos por la identidad y la justicia contra el olvido y el silencio. Olvido y silencio son las dos caras de la impunidad, una enfermedad que corroe al cuerpo entero de la sociedad. Para nada y para nadie puede pasar desapercibido el hecho que la derecha propicie el máximo castigo para carteristas, ladrones y asesinos provenientes de sectores empobrecidos; mientras impulsa a fondo el olvido para el genocidio que la contó como gran beneficiaria.
En lo que queda de esta nota, reflexionaremos sobre dos problemas decisivos: ¿Cómo fue posible este horror? Tal vez muchos jóvenes- que no vivieron la época- se formulen esta pregunta habida cuenta de que ningún gobierno, por despótico que fuera, puede sostenerse sin contar con un cierto consenso en una fracción importante de la sociedad. El otro, como evitar que el horror vuelva a producirse. Feinman contesta que “La sociedad en su actual estructura no se funda en la atracción sino en la persecución del propio interés en detrimento de los intereses de los demás (...) La incapacidad de identificación (aquí identificación se entiende como sentir como propio el dolor de otro, aclaración nuestra) fue sin duda la condición psicológica más importante para que pudiese suceder algo como la ESMA (...) Lo que suele llamarse ‘asentimiento’ fue primariamente interés egoísta: defender el derecho propio antes que nada y, para no correr riesgos –¡eso no!–, cerrar la boca. Es ésta una ley general en relación con el orden establecido. El silencio bajo el terror fue solamente su consecuencia”. “La frialdad de la mónada social (monada aquí se entiende como individuo aislado de los demás, sin crear vínculos solidarios, aclaración nuestra), del competidor aislado, en cuanto indiferencia frente al destino de los demás, fue precondición de que sólo unos pocos se movieran. Bien lo saben los torturadores.” La totalidad de las referencias al filósofo fueron tomadas del matutino ya citado.
La reflexión es más que inquietante: el egoísmo individual y la falta de solidaridad fueron la causa principal de que el horror fuese soportado y tolerado por la sociedad civil... y esta situación continúa siendo muy fuerte en la Argentina actual. Es sin dudas un saldo superviviente y acuciante del ’76. Haber instalado estos disvalores entre nosotros ha sido tal vez el más importante triunfo de la derecha que continúa manejando, desde su arsenal mediático, el diseño de gran parte de la agenda pública. Por ello, el procesismo- ese monstruo con mil rostros: unas veces asume la amenazante en degüellos figura de Cecilia Pando, otras la dolorida cara del falso ingeniero Bumberg; mientra que en ocasiones se viste con el rezo bergogliano, la kipa de Bergman o se broncea a lo Carrió, cuando no machaca con los modales positivos de Macri o presenta la tullida estampita de Gabriela Michetti para inspirar piedad- puede movilizar parte de la sociedad civil, como lo hizo escondiéndose tras la figura del padre dolorido de Axel Blumberg. Hoy ya no habla de terrorismo, si no de inseguridad, ocultando bajo una deliberada invisibilidad mediática la existencia de otras problemáticas.
Por cierto que lo contrario del individuo solitario, aislado y temeroso lo constituyen los organismos defensores de los derechos humanos, en especial las madres de Plaza de Mayo. Nacidas- como organismo colectivo- del dolor de buscar pertinazmente a sus hijos arrancados por las fuerzas represivas, se convirtieron en una realidad cualitativamente distinta a la simple sumatoria de su condición de mujeres individuales. Desafiaron la furia homicida del régimen, las amenazas, las provocaciones, el aislamiento, los insultos y se convirtieron en un ejemplo y un símbolo para la conciencia ética de toda la humanidad. Las madres, las abuelas, los hijos y todos los organismos de derechos humanos no se limitan a su importante tarea de denuncia. También gestionan significativas iniciativas para superar las injusticias de la sociedad actual. De tal modo tienden a realizar, aunque fuera en parte, los proyectos liberadores por los cuales sus hijos fueron desaparecidos.
Por todo lo antedicho, una temática de debate decisiva es pensar como es posible que cada uno de nosotros no cree y recree las condiciones del horror. Feinman- parafraseando a Adorno- lo resuelve con una reformulación del imperativo categórico ideado por otro gigante del pensar: el filósofo alemán Inmanuel Kant (1724-1804). El imperativo categórico Kantiano- principio fundamental en la ética del pensador germánico formulado en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres- afirma la necesidad de actuar de acuerdo a un precepto que, a su vez, se desee transformar en máxima universal. Es decir que no debe haber excepciones o dobles discursos. Para decirlo en otros términos: haz no sólo lo que yo digo, sino también lo que yo hago (cuando decir y hacer se hallan unidos solidamente por una unidad moral inquebrantable). Feinman lo enuncia con palabras sumamente radicales en la Contratapa de Página12 del 29/1/001. “Este imperativo podría formularse así: actúa de tal modo que ninguno de tus actos pueda contribuir a crear las condiciones de posibilidad de otro Auschwitz”. Crear lazos de solidaridad, no enfrentarse inútilmente entre víctimas de los abusos de poder, sentir como propias toda violación a los derechos humanos cometida en los sitios más lejanos son sólo algunas de las tareas para hacer realidad el mencionado imperativo categórico, reformulado de acuerdo a la necesidad de dar testimonio del pasado siglo XX- la centuria de barbarie más terrible que conoció la humanidad- así como del presente siglo XXI que se nos aparece como no menos horroroso, vía la descarada y pandillezca orientación del imperialismo norteamericano y sus corifeos vernáculos en cada uno de nuestros países. La derecha boliviana que, defenestra a Evo Morales y a sus seguidores con aristocrático racismo, defiende a capa y espada a los gauchócratas y sus caceroludos sirvientes de la Argentina.
Dice Feinman ya transitando este nuevo milenio: “Quienes piden que maten a los otros para vivir en una sociedad segura están instaurando el régimen que puede devorarlos”. La prédica contra la inseguridad es un antiguo caballito de batalla de las derechas. Cuando una vida pierde su valor, la pierden todas. Quienes reclaman mano dura irracionalmente frente a cualquier circunstancia, quienes justifican alegremente matar a los delincuentes o a los simples sospechosos, quienes postulan que no puede hacerse nada para resolver los problemas acuciantes de la realidad social; predicando el sometimiento y la resignación, quienes postulan una vuelta a la cerrazón de la vida familiar y privada, están- consciente o inconscientemente- creando las condiciones para que el horror vuelva a mostrar su disciplinador rostro sediento de sangre. Nada casualmente, a los denuestos contra la delincuencia sigue irremediablemente la defenestración de los organismos por los derechos humanos que realizan casi cotidianamente avejentadas divas televisivas; entre otros personeros reaccionarios.
Según el psicoanalista Carlos Guzzeti... “la lectura de Lacán nos ha advertido: el campo de concentración es la coagulación institucional más cabal del fenómeno segregativo propio de nuestro tiempo, imperio de la pulsión de muerte”. Es decir que el capitalismo impone su dominación ligada primigenia y consustancialmente con la lógica de las E.S.M.A.S. Agrega el citado autor más adelante en un artículo publicado en Página 12. 7/03/02, donde dice que... “la lógica concentracionaria no es exclusiva de los campos.”. Por cierto, podemos agregar que un cerco virtual separa el mundo de los incluidos de la ciudad marginal, por ejemplo. Por lo tanto, todo movimiento que cuestione la hegemonía neoliberal es una afirmación del impulso a la vitalidad y una negación profunda de la muerte y de rechazo activo al fenómeno equivalente a los campos de concentración en nuestro tiempo: la represión preventiva (gatillo fácil), la marginación, el desempleo, la pobreza y la exclusión social. Para finalizar estableceremos algunas conclusiones necesarias del análisis desplegado:
1) En la medida que el poder económico- causante de fondo y beneficiario de la barbarie recordada- no ha sufrido derrotas decisivas ni definitivas es factible que se den nuevos hechos como la desaparición de Jorge Julio López, que ya lleva más de tres años de producida. La mejor confesión de la procedencia del crimen mencionado fue que ninguna fuerza reaccionaria- ni siquiera desde la hipocresía- realizó pedido alguno por el testigo. Es que la continuidad del genocidio permite a la derecha recrear las condiciones ya analizadas de terror e inducción al individualismo, machacando con su amenaza constante sobre la sociedad civil. La Sociedad Rural Argentina (S.R.A.), uno de los organismos representativos de los terratenientes, en 1982 afirmaba que resultaba apresurado convocar a elecciones. En 2008 es la vanguardia intelectual de un paro agrario- superestructura visible del golpe reaccionario- cuyas finalidades son entre otras que no sean barridas las determinaciones supervivientes de la economía procesista y detener los avances políticos del movimiento popular.
2) Por otra parte resulta innegable que el único modo de superar a fondo el contexto histórico cultural de la dictadura es ligar indisolublemente la exigencia de justicia con la liquidación de las condiciones socio-económicas injustas impuestas a partir de 1976. Contra dicha orientación se alzo la coalición gauchocrática-caceroluda-republiquienta que sueña con deponer a Cristina Fernández y si no lo logra, condicionarla.
3) El actual gobierno de la Argentina marcha en el buen sentido, más allá de algunas innegables inconsecuencias. Pero no hay dudas que la presidente Cristina Fernández, homenajeando a las madres en su discurso de asunción, marca un rumbo digno de elogiar. Y la presencia en cargos legislativos de hijos de desaparecidos rescatados de sus apropiadores (Victoria Donda o Juan Cababdié, este último nacido en la E.S.M.A.) permite purificar en parte los espacios parlamentarios, que no hace mucho fueran utilizados para mancillar los intereses del pueblo. Los mencionados jóvenes legisladores resumen simbólicamente en sus figuras la posibilidad de recuperar la memoria histórica, tarea siempre inacabada y de continuo, recomenzada.
Como se ve, sólo desde una reflexión crítica, en la que dialoguen pasado, presente y futuro, se podrá aportar a que se hagan realidad las palabras del Fiscal del juicio que en 1985 se realizó contra los comandantes de las juntas militares asesinas. En aquella histórica ocasión, el doctor Julio Cesar Strassera finalizó su alegato pidiendo: Nunca más. Agreguemos, nunca más torturas, desapariciones y robo de niños. Pero también nunca más consenso popular para políticos esbirros de la derecha.

raulisman@yahoo.com.ar

Los resistentes


Por José Pablo Feinmann. Pagina 12

Ahora son viejitos. O están viejitos. Porque serlo, no lo son. Aunque vacilen al hablar o el Parkinson asome aquí y allá. Esta gente no envejece. Protagonizó una de las luchas más puras de nuestra historia. La hicieron al margen de la conducción de Perón. La hicieron desde el corazón de las masas. No mataron a nadie. “Nosotros no matamos a nadie.” Llevaron adelante una huelga ejemplar respaldada por todo un barrio populoso y proletario: Mataderos. Hicieron, así, la Comuna de Mataderos, pero hablada en el idioma del Buenos Aires obrero, de los perseguidos por la “Libertadora”, de los que estaban dispuestos a no ceder, a no humillarse, a seguir peleando. Si Alejandro Fernández Mouján mostró en su film anterior, Pulqui, cómo era “la patria de la felicidad”, en éste nos muestra la patria de la persecución y de la resistencia a esa persecución. Los que toman la palabra son los veteranos luchadores. Uno de ellos dice que la lucha que protagonizaron (La Resistencia) “está oculta. No la quiere levantar nadie”. Por supuesto: nadie tiene ni tuvo mucho interés en levantarla. Si bien la Jotapé la reconoció siempre como antecedente, era sólo eso: un comienzo, un balbuceo. Incluso en esa estrofa que le añade a la Marcha Peronista está expresada la imposibilidad de entender el germen, el núcleo esencial de la Resistencia: Ayer fue la Resistencia/ Hoy Montoneros y FAR/ Y mañana el pueblo entero/ en la lucha popular. Error, grave error. ¿Cómo tantos podían vocear una consigna tan mal construida? ¿Nadie se daba cuenta? La consigna debió ser: Y por siempre el pueblo entero/ en la lucha popular. ¿Cómo el pueblo va a estar recién mañana en una lucha que se define popular? ¿Cómo va a ser popular una lucha que no tiene pueblo? Ahí está el iluminismo de la vanguardia foquista. Ellos son el pueblo. El pueblo, todavía, no está en la lucha que se hace en su nombre porque le falta, porque no está preparado o no está organizado. Falso: si no está el pueblo, la lucha no es popular. Podrá ser foquista, vanguardista, el germen de un Vietnam, lo que se quiera. Pero no popular. (Vietnam fue popular porque la lucha la hizo un ejército con una gran conducción y el apoyo de todo un pueblo. No fue por azar que ganaran.)

Hubo, en las guerrillas latinoamericanas, un error fatal: creer que se podía luchar en nombre del pueblo pero sin el pueblo. Los resistentes de la Resistencia Peronista eran el pueblo. Por eso la continuidad que marca la versión montonera de la marchita es errónea: Ayer fue la Resistencia/ Hoy Montoneros y FAR. No es así. Montoneros y FAR no son la continuidad de la Resistencia. La Resistencia estaba formada por obreros. Las formaciones especiales (que Perón bautizo bien: especiales, para una etapa especial de la lucha) no nucleaban obreros, sino jóvenes de la mediana burguesía, educados, con lecturas, con instrucción militar en Cuba y con la lucha armada como metodología principal de la praxis. La Resistencia es anterior a la Revolución Cubana. Nace –como bien dicen los militantes que filma Fernández Mouján– el 16 de junio de 1955. Es decir, retornado a la queja que estamos analizando (¿por qué nadie recuerda, nadie levanta a la Resistencia Peronista?) tenemos una primera respuesta: la Tendencia Revolucionaria del ’70 la levanta mal. Desde el foquismo, no desde las masas. ¿Quién más pudo haberla levantado? ¿Perón? No: la Resistencia fue la más importante acción de lucha del pueblo peronista, pero se dio al margen de la conducción de Perón. Los viejitos de Fernández Mouján son peronistas, pero no esperan ni carta de Perón, ni comunicación telegráfica o telefónica ni el famoso casete del grabador Geloso de la época. No esperan nada. No pueden esperar. Se han largado a pelear por su cuenta. Incluso la dura condena que Perón arroja sobre el levantamiento de Valle tiene ese raro tufillo: se hizo sin la orden correspondiente, sin el visto bueno del Padre Eterno. Por eso fracasó. Fue prematura. Claro: él no la había ordenado, ¿cómo no habría de ser prematura? Los resistentes no pueden ser levantados por el líder porque el líder no los condujo. La Resistencia tendría que haber sido levantada por el Movimiento Obrero, pero, una vez derrotada, los jerarcas de la conducción sindical se olvidan de la lucha y adhieren al diálogo, a la conciliación, al pacto, a la negociación infinita. Se acabó la lucha. Y no hay nadie más. Los comunistas –aunque participaron– nunca se llevaron bien con los obreros peronistas. Los radicales, ni hablar. Partido de clase media, siempre pacta con el régimen antes de hablar con los obreros.

Por eso es tan valioso este film. Hay que verlo. (Se da en el Malba. Hay que verlo pronto para que no baje. Si no, los resistentes van a sufrir otra tristeza: haber tenido poco tiempo para que la gente los conozca, para contar su apasionante historia.) Hay que escucharlos y hay que mirarles las caras curtidas por los años y por las luchas que protagonizaron. Son Eladio “Tate” Martínez, Enrique “Chiche” Pecorino, Jorge Vázquez, Juan Carlos “El Negro” Cena, Rafael Cullen y Reynaldo Mena. Ellos miran a la cámara y hablan. Y dicen muchas cosas memorables: “¿Qué nos dio el peronismo? El coraje de discutirle a un patrón. ¿Vos sabés lo que es discutirle a un patrón? ¿Lo que era eso en 1946, 1947? Era increíble. Y nosotros lo hacíamos. Con el peronismo habíamos aprendido que teníamos el derecho de hacerlo. Que el patrón no era el mandamás al que había que tenerle miedo. No, era un tipo como cualquier otro. Y nosotros le discutíamos. Si le pedíamos aumento de sueldo, nos decía: ‘Andá a pedírselo a Perón’. Si queríamos vacaciones, lo mismo: Perón, que te las dé él. Era una venganza. Los habíamos ofendido. Porque el obrero –con el peronismo– empezó a tener dignidad. ¡Empezó a ir a Mar del Plata! De pronto, los patrones que paseaban cómodos y tranquilos por la Rambla nos vieron aparecer a los negros ¡haciendo lo mismo! No lo podían creer. Iban a los cines del centro. Al Gran Rex. O al Opera. Y de pronto se les sentaba un negro al lado. Ahí les nació el odio. Si llevábamos una carretilla y la teníamos que dejar 10 metros más allá pero sonaba el timbre del mediodía, ¡a la mierda!, dejábamos la carretilla donde estaba. Exactamente en el punto al que había arribado no bien llegó el timbre. Algunos decían: ‘¡Negro hijo de puta! Llevá la carretilla ésa adonde tiene que estar’. ‘Llevala vos. Yo trabajo hasta que suena el timbre. Ahí, el tiempo es mío’. Nos odiaban. Por eso se vengaron tan fieramente. El decreto 4161. Si decías Perón o Evita, si cantabas la Marcha ibas en cana. ¡Y cómo picaneaban, hermano!” “Yo –dice otro– salía con el escudito peronista en la solapa, pero lo daba vuelta para que no se viera. A veces, un cana me bloqueba el paso. ‘¿Qué llevás ahí?’ ‘¿Dónde?’ ‘¿Cómo dónde? En la solapa, atorrante. Dalo vuelta, vamos.’ Yo lo daba vuelta y el cana veía el escudito. Me decía: ‘Boludo, te puedo meter en cana un mes o más por eso? Yo le sonreía. Me le acercaba un cachito y le decía: ‘Dale, si vos también sos peronista’. El cana se sonreía, pero como conteniéndose. Por fin, decía: ‘Andate. Pero cuidate más. No te regalés. No todos son como yo’.”

Las reuniones se hacían en las cocinas. Ahí se juntaban los morochos de la Resistencia. Le decían la militancia de las cocinas. A uno no le gustaba que le dijeran Negro. “¿Cómo Negro, carajo?” –decía–. “Yo soy un morocho sudamericano.” Iban a bailar. A los clubes de barrio. A las milongas. Las mujeres contra una pared. Los hombres, contra otra. A las mujeres les decían “Teneme el chico”. Porque no tenían dónde dejar a los pibes y eran madres solteras. Entonces, si algún morocho sudamericano las cabeceaba para bailar, ellas le decían a la amiga que tenían al lado: “Teneme el chico”. Eran todos laburantes. Todos tenían que ver con algún gremio. El PC buscaba unírseles. Pero sus militantes no querían cantar la Marchita. Ahí se armaba. Había canas jóvenes que colaboraban. Toda la primera resistencia –hasta 1960– fue cerradamente peronista. No hubo izquierda. Pero no porque fuera rechazada. Sino por otro motivo: no se presentó. La izquierda era culta y discutía en revistas –que los resistentes no podían conocer– si el peronismo había sido un fenómeno nacional burgués, bonapartista o, sin más, fascista. Por qué no había hecho la reforma agraria, por qué no había expropiado a los Bemberg, por qué sólo fue un fenómeno distributivo y no revolucionario. Entre tanto, los obreros ponían caños. Hacían sabotajes. Eran sacados de sus casas. O los milicos entraban en las villas.

No hubo ni habrá nada como la Resistencia Peronista. La hizo el coraje y la lucidez de los auténticos obreros. No la condujo Perón. Ni pensaron en la lucha armada, en matar a alguien. Se reunieron en las cocinas y la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre fue ejemplar. La tuvieron que liquidar cruelmente con tanques Sherman y 2000 soldados. Bajo el Conintes de Frondizi. Pero nada podrá detener la lucha de los desposeídos, de los condenados. No significa que van a ganar. Eso nadie puede decirlo. Y ya se dijo demasiado. No. Significa que van a seguir peleando. Porque un día –en plena lucha de la Resistencia– apareció una pintada en un pequeño lugar que llevaba por nombre Villa Manuelita. Y expresa el empecinamiento de los hombres por pelear hasta el fin por eso que los hace –precisamente– hombres, su libertad. La pintada decía: Los yankis, los rusos y las potencias reconocen a la Libertadora. Villa Manuelita no.

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.