El arte de vencer se aprende en las derrotas.

El próximo viernes 10 de diciembre se cumplirán dos años de gestión del gobierno de Alberto Fernández y asumirán los legisladores electos en la elección del 14 de noviembre.

Esta elección marcó  una derrota importante de los candidatos gubernamentales en manos de la Alianza Cambiemos. El oficialismo perdió en 13 provincias, muchas de ellas históricamente peronistas como Buenos Aires y La Pampa.

El “imbatible” peronismo bonaerense solo logro contener algunos distritos del conurbano, sobre todo en la tercera, pero perdiendo en todo el interior.

El gobierno, rápido de reflejos, pudo a partir de una remontada importante en el caudal electoral y una convocatoria a la movilización popular el 17 de noviembre, minimizar los efectos de la derrota.

La oposición sumida en sus internas y sin un liderazgo claro, perdió la iniciativa. Un dato que parece nadie tener en cuenta es que su triunfo se basó  en conservar su caudal electoral y que con estos números no tiene para nada asegurada sus chances de cara a 2023.

El crecimiento de los votos del FDT en las últimas semanas, y el crecimiento de terceras fuerzas ponen una señal de alerta.

El oficialismo  tiene que enfrentar  las consecuencias de la derrota y una sumatoria de errores políticos que llevaron a esta situación. Superada lo peor de la pandemia, el gobierno debe abocarse a gobernar seriamente y enfrentar varios desafíos para llegar bien a 2023: que se cierren las internas dentro del Frente de Todos y se refuerce la figura presidencial,  se logre el acuerdo con el FMI que permita diferir pagos y ajustes, trabajar sobre una política coherente de precios y salarios, apuntando a mejorar los ingresos de los sectores populares y lograr acuerdos básicos con la oposición.

Todos objetivos muy complejos, pero ninguno imposible.   

La situación del FDT:

Si Cristina habla es porque quiere imponer sus ideas,  si no habla porque no habla y no da certezas. Esta paranoia que consume a los dirigentes opositores y a muchos dirigentes propios, muestran primero la centralidad política de CFk, y por el otro la falta de ámbitos de debate. 

La política nacional trascurre en un marco de agresiones, mentiras, operaciones de prensa, causas judiciales armadas, boicot permanente a las acciones del gobierno, etc, por parte de la oposición. Esto no es casual, “Juntos”, luego de su tremendo fracaso como gobierno no puede discutir la gestión de Macri, ni tampoco las ideas y políticas que le dieron sustento, por lo cual huye ante cualquier debate serio. Pero tampoco el gobierno se sienta y discute política. La falta de una política clara de comunicación por parte del gobierno es una limitación seria para la gestión.

En un marco general donde no hay debate político, las apariciones de CFK adquieren mayor trascendencia.

Si hubiera un debate amplio sobre los ejes centrales donde debe pasar la política, su voz sería  importante, por supuesto, pero sin capacidad de generar tantas expectativas. 

Tal vez la falta de espacios de debate interno dentro del FDT sea una muestra de la debilidad del espacio en estos días.

La construcción de una alianza vario pinta que se armó detrás de la figura de AF sirvió para ganar, pero rápidamente mostró  sus limitaciones a la hora de gobernar. Un esquema de reparto de espacios, ministerios loteados, pero con vetos cruzados, feroces internas, lógicas de “orgas” y luchas despiadada por las espacios de poder, sobre todo donde hay “cajas”, etc, no puede funcionar nunca y menos en una situación de crisis general y de debilidad del espacio frente a todos los factores de poder hoy imperantes.

Este tipo de coaliciones  requieren de un liderazgo fuerte, capaz de arbitrar los conflictos internos y marcar los objetivos estratégicos.

Un paso adelante seria la conformación de una mesa de conducción y consenso, pero esto debe estar acompañado por un fortalecimiento de la figura presidencial.

La construcción de la figura de un “presidente débil”, jaqueado por la interna, sometido al poder de CFK, está siendo abonada por los grandes medios hegemónicos, con el objetivo claro de ir esmerilando la figura presidencial, alejándola de los sectores populares que siguen acompañando al gobierno.

El gobierno de AF comenzó con un gabinete y una agenda bastante lejana de la agenda popular, una agenda progresista y un gabinete demasiado atado a lógicas porteño céntrico.

Es cierto, q a los tres meses estalló  la pandemia del covid, cambiando muchos de los ejes y estrategias del gobierno. Sin embargo esta situación acentuó los déficits del gobierno, cuando como toda crisis, también pudo haber sido una oportunidad de profundizar y acelerar políticas más de fondo.

En estos dos años se pueden contabilizar numerosas iniciativas muy positivas pero también políticas erradas que han ido desgastando al gobierno y desde allí se puede explicar la fuga de cinco millones de votos.

Existe una agenda que construyen los medios y la oposición, el gobierno hasta ahora ha corrido por detrás, tratando de dar respuesta a esa agenda.

Esa es una lucha perdida, no hay forma de contrarrestar desde lo discursivo el aparato mediático que se ha ido institucionalizado. Un gobierno en acción construye e instala los temas a debatir, desde una posición de fortaleza que te da el poder estatal.

Tampoco pudo sintonizar y por ende dar respuesta a la agenda de los sectores populares, base de su poder electoral.

Un claro ejemplo es el tema inflación, que esta primero en todas las encuestas. El gobierno no tuvo prácticamente política frente a este fenómeno durante casi los primeros dos años, la derrota en las Paso impuso un cambio de persona y sobre todo de política. El nombramiento de Roberto Feletti y  el control estricto de los precios de la canasta familiar, mostraron resultados positivos y adhesión popular a la medida.

Sin embargo más allá de aciertos y errores es indudable que desde sectores del albertismo se lo está boicoteando, en nombre de vaya a saber qué. La salida destemplada de Débora Giorgi debilitó  a Feletti, un verdadero papelón que terminó  afectando al propio Fernández. Una muestra más de la desconexión entre las distintas áreas y sectores.

Otro tema central en la agenda popular en el tema de la seguridad. Para el progresismo el tema pasa como una queja de los sectores altos o de los medios y se lo minimiza. Sin embargo el problema de la falta de seguridad se da básicamente en los barrios, en el hurto de celulares, zapatillas, entraderas a casas, el robo en la parada del colectivo cuando la víctima va al trabajo o a la escuela, etc,  con el consiguiente peligro para la vida humana en este tipo de situaciones. El otro flagelo que está creciendo ante los ojos de todos es la  comercialización y el consumo de drogas en los barrios del conurbano. El horizonte de Rosario no esta tan lejano en la pcia de Buenos Aires. Sin embargo el gobierno gasto dos años de gestión en una pelea estúpida en nación y provincia, sin dar respuestas concretas.

Otra más, hace un par de días,  fue la desmentida de Cerruti en cuanto a no iba a haber bono de fin de año  para los jubilados, fue desmentida 24 horas más tarde la titular del Anses. Raverta salió a anunciar un bono para el sector. Pequeños papelones que van afectando al gobierno y lo muestran débil y desorientado. 

Una clara falta de sintonía fina se vio en las políticas y acciones destinadas a los sectores populares durante la pandemia.

Existe una población que esta fuera del circuito formal de la economía, monotributistas, comerciantes, cuenta propistas, trabajo eventual, construcción, trabajo doméstico, changas, etc. Es un sector importante de la sociedad, muchos de los cuales se visualizan como clase media.

Este es el sector más golpeado por la pandemia y al que no han llegado ninguna de los paliativos implementados. Tal vez solo el IFE,  que en su primer momento tuvo más de 9 millones de beneficiarios, alcanzó a cubrir parte  de esa demanda. Pero que rápidamente fueron dejados de lado, cuando con una lógica de ajuste del gasto se sacó el IFE y se lo intento paliar con otros programas de menor alcance.

 Por un lado los sectores más pobres o más vulnerables tuvieron y tienen cobertura por programas y asistencia nacionales y provinciales. Este sector en algunos casos ha sido sobre cubiertos, en contraposición hay un gran sector que no ha tenido ninguna ayuda. Esto genera una grieta de pobres contra pobres, los que reciben planes y ayuda del estado y los que no. Este proceso viene desde el segundo gobierno de CFK, agudizado por la pandemia y las erráticas políticas del gobierno.

Es notoria la pérdida del voto joven hacia experiencias de izquierda, lo cual no sería novedoso, pero si es novedoso y alarmante la fuga hacia expresiones de derecha, caricaturas fascitoides pero preocupantes. También aquí hay una responsabilidad en el FDT, que no tuvo políticas para los ámbitos juveniles. Se descontinuó  la entrega de notebook en un momento, la cuarentena, donde más se la necesitaba. El sector juvenil –adolescente de  los barrios populares fue uno de los más por  golpeados por la pandemia. El mundo en que se movían se derrumbó de un día para otro, sin las herramientas emocionales y materiales para enfrentar la nueva situación.

Para terminar este ítem es también notoria la fuga de votos de los adultos mayores hacia Cambiemos, no es un fenómeno nuevo, pero que ha ido consolidando. También aquí ha  habido una serie de errores tanto desde el Anses y el Pami: una jubilación mínima de 25000 pesos es una afrenta a la dignidad del jubilado. La jubilación mínima no cubre ni el 50 % del monto necesario para no caer bajo la línea de pobreza. Podrán decir que hubo ayudas importantes por parte de PAMI en la compra de medicamentos o “bonos” de dinero esporádicos, dado como dadivas y no como una ampliación de derechos hacia un haber  jubilatorio digno.

También es posible visualizar, si se analizan las elecciones en los últimos veinte años,  que a partir de la crisis del 2008  el peronismo ha ido perdiendo votos en los sectores medios urbanos, habitantes de los pueblos de la pampa sojera. Esa ruptura se ha ido acrecentando, y es fácil visualizarla en un mapa donde toda la región sojera y granaria vota al PRO. La falta de una política clara para el sector agro pecuario es fundamental. Configurar al “campo”  como un núcleo único, donde no existen contradicciones internas es favorecer a los grupos dirigentes del sector, minoritarios pero fuertemente alineados con la línea más dura de Cambiemos. Este error costó  la derrota de la 125 en el 2008 y es un error que el FDT viene arrastrando.

Los desafíos que debe enfrentar el gobierno son múltiples, si bien existen condicionantes  externos, como la deuda, hay  muchos de ellos tienen que ver con problemas internos, de más sencilla solución.

Es  largo el listado  de acciones positivas que hizo el gobierno en estos dos años, en especial el manejo de la pandemia y la provisión de vacunas. A pesar de la despiadada campaña en contra de la oposición.

Esta feroz oposición mediática política u judicial ha golpeado y hecho daño al gobierno y a la figura presidencial. El gobierno tiene en este terreno una asignatura pendiente, carece de una política comunicacional. Como decíamos al principio corre detrás de la agenda de la oposición, pero además comunica muy mal aun acciones correctas, dejando la pelota siempre picando en el área chica para que cualquier opositor la patee y hagan un gol.

Para terminar estos apuntes el gobierno tiene varias tareas por delante:

Construir una agenda para el corto plazo pero a su vez debatir y consensuar una agenda a mediano y largo plazo

Llevar adelante la gestión, con mayor sintonía sobre lo que quieren y necesitan los sectores medios y populares, fortalecer el proceso de reactivación económica que está en marcha y una política activa de precios y salarios que favorezca la redistribución de la riqueza hacia la clase media y los sectores de trabajadores.

Otros temas que centrales que, que  el gobierno ha eludido en esta primera etapa son  la reforma judicial y una política de medios que ponga límites al monopolio de la información. Dos batallas que generaran conflictos seguramente, pero con estos dos condicionantes no existe posibilidad de funcionamiento de una democracia.

Y por último el fortalecimiento y ampliación de la coalición de gobierno, institucionalizar una mesa de conducción y espacios de debate y consenso, sumar a otros sectores afines, sobre todo lo que conforman el “movimiento nacional”.

En este escenario es fundamental fortalecer la figura presidencial, una figura débil hace débil a todo el gobierno y no olvidar que CFK, sigue teniendo un protagonismo imposible de soslayar.

 

Antonio  Muñiz

Diciembre 2021


Un Estado fuerte para la construcción de nuevos consensos.

 

Esta demás explicar la crisis que padece la Argentina, ya mucho hemos escrito sobre el tema. Cuarenta años de un modelo político y  económico bajo las reglas y leyes impuestas por el neoliberalismo han hecho estragos en el tejido económico, político y social de nuestro país.

La última experiencia neoliberal, el macrismo dejo una deuda externa impagable y condicionante, una inflación del 50 % anual, un deterioro en el salario real de todos los argentinos de más del 20 %, 50 % de la población en la pobreza, podríamos seguir, pero todos los números de la macroeconomía macrista son catastróficos.

Sin embargo la crisis actual no es nueva, viene desde la etapa del proceso militar que vino a “resetear” la economía y la sociedad argentina. Se puede decir que en ese sentido que el proyecto del golpe civil –militar fue exitoso, logró destruir gran parte del entramado productivo, al hacer desaparecer gran parte de la industria con su secuela de desocupación estructural y aumento  de la pobreza.

Estas políticas de ajuste permanente, achique del estado, desindustrialización, endeudamiento y la fuga de capitales, como políticas de estado han llevado la pobreza y la indigencia  a niveles hoy escandalosos.  

El actual momento histórico, con un gobierno que tiene como plataforma de gobierno políticas contrarias al neoliberalismo es una oportunidad de quebrar un ciclo  histórico.


El momento es hoy, porque la crisis es estructural y pone en peligro la existencia misma de la Argentina. Los números marcan una crisis social y  económica catastrófica con casi un 50 % de argentinos bajo la línea de pobreza, con sectores de indigencia, es decir de pobreza extrema vergonzantes.

Pero además de la crisis social, hay una crisis moral y ética, con instituciones totalmente en crisis, como el sistema judicial o la seguridad, estamentos de la política, el periodismo y de los grupos empresarios, todos marcados por una corrupción profunda, que poco a poco va consumiendo el tejido social, rompiendo lazos sociales, comunitarios, instaurando una cultura del individualismo, del sálvese quien pueda y  un verdadero desorden nacional que pone en riesgo hasta la integración territorial Argentina.

Es necesario poner un límite a este proceso de deterioro general, hacia un nuevo modelo que lleve a fortalecer valores básicos, y sobre todo a integrar a la sociedad argentina sobre una cultura que promueva el trabajo, la producción, la educación, la eliminación del hambre y la pobreza.

La experiencia histórica indica que si seguimos la lógica neoliberal, de confiar en las fuerzas del mercado el resultado será el mismo desastre social y económico.

Es necesario romper esa lógica y desmontar el aparato político, legal, económico y cultural que dan sustento al neoliberalismo.

Por supuesto que no es fácil, que el poder económico concentrado, surgido de las políticas neoliberales, es un opositor muy fuerte, y más aliado al periodismo mercenario, las corporaciones mediáticas y los sectores más putrefactos del aparato judicial y los sistemas de seguridad.

Es necesario recuperar la política como herramienta de  transformación, un estado fuerte, capaz de intervenir y conducir el nuevo proceso y la construcción de nuevos consensos a través de nuevos espacios de debate, discusión y acuerdos.

 El Estado es el protagonista esencial en asegurar a la sociedad las necesidades básicas de  educación, salud, seguridad  y trabajo, pero además se necesita una “estado desarrollador”, es decir un estado que sea motor del desarrollo productivo pero también social.  

En lo referente al trabajo todos los gobiernos han manifestado su preocupación, sin embargo si bien hay restricciones por las características cada vez más especializada de los mismos y por el desempleo generado por la automatización, también es cierto que un modelo de desarrollo dentro de la lógica neoliberal no genera empleo. Por el contrario expulsa mano de obra al basarse en una lógica de acumulación solo en lo financiero o las actividades extractiva. Solo la industria y dentro del sector, la pymes las que crean trabajo.

Un área a tener en cuenta en la lucha contra la pobreza y que genera integración es la construcción de viviendas. Una traba estructural en los sectores populares y medios es la imposibilidad de acceso a la tierra y a la vivienda. La construcción de un millón de viviendas, además de dar una solución habitacional, puede ser generadora de puestos de trabajo y la dinamización de amplios sectores industriales.

Los planes sociales, una política que cubre una necesidad básica de los sectores populares, deben ser una herramienta de creación de  empleo genuino y de fortalecimiento del desarrollo industrial. Es necesario reformular estos planes, dejar de lado el asistencialismo e ir hacia políticas de creación de empleos reales y bien remunerados. Hoy  muchos de estos planes solo encubren mano de obra barata al servicio del estado, en especial los municipios, cubriendo servicios de recolección, barrido o tareas de servicio dentro del aparato municipal.

Una alianza estratégica:

Hay mucho que discutir y debatir. Estamos en los umbrales de un nuevo ciclo de industrialización, una nueva revolución industrial, basado en las nuevas tecnologías. Por lo que es necesario una mirada hacia el futuro, la creación de una agenda de desarrollo hacia adelante, teniendo claro desde donde partimos y la deuda social que arrastramos y debemos resolver en  forma urgente.  

Un gobierno por sí solo no puede hoy llevar adelante esta tarea y menos el “mercado”; se requiere la construcción del estado fuerte, con poder de policía, con capacidad de orientar y guiar un proceso de desarrollo social y productivo. Un estado asignador de recursos, un estado que premie o castigue,  generando las condiciones para  movilizar todos los recursos de la comunidad tras el rumbo marcado.

Esta es la alianza estratégica en la que la producción y el trabajo con el Estado Nacional más los sectores de la educación, la investigación y el desarrollo científico tecnológico elaboren los planes y acciones de gobierno.

Existe hoy en ámbito creado por el actual gobierno que puede y debe ser el ámbito donde se dé el debate, el Consejo Social y Económico. Este espacio creado al efecto para abordar políticas de Estado a mediano y largo plazo, está hoy vaciado de contenido y objetivos.

Tal como Perón creo que el Consejo Nacional de Posguerra lo convirtió en una usina de ideas y proyectos que dieron sustento a los planes de su primer y segundo gobierno, el actual Consejo tiene la potencialidad de ser un espacio de elaboración de un plan de desarrollo consensuado y que además permita al gobierno ir construyendo a través de la política un nuevo modelo hegemónico, que dé respuesta a las necesidades pero además genere la esperanza, la confianza y el acompañamiento de la sociedad, aislando a aquellos sectores reaccionarios que hoy boicotean cualquier acción del gobierno.

El momento es difícil, además de la crisis estructural tenemos que llevar una lucha contra una pandemia que golpea al mundo. Sin embargo, esta no puede ser una traba, también con política se puede convertir en una oportunidad de plantear otra agenda, otras alternativas, de profundizar y hacer posible los cambios estructurales que son necesarios y la sociedad reclama.

 

Antonio Muñiz

6 de julio de 2021



El Hilo de Ariadna

 El gobierno y sus laberintos.

 ¿De dónde venimos?

 

Es indudable que la fórmula de Alberto Fernández – Cristina Fernández sintetizó y sigue sintetizando la unidad de todo el peronismo y los sectores populares aliados.

 Esta unidad del campo popular rápidamente demostró su fortaleza, que se vio claramente en las elecciones de 2019.  La victoria aplastante del Frente de Todos, colocó a AF como Presidente de la Nación iniciando un nuevo ciclo de un gobierno nacional y popular.

AF inició un proceso de construcción de poder, a partir de un accionar político muy activo de diálogo  y búsqueda de consensos, primero hacia dentro del espacio y luego con todos los sectores económicos y sociales, así fue consolidándose como líder y generando estatus  presidencial.

 Todo el proceso está mostrando varias aristas complejas pero interesantes para el análisis de lo que viene. Por un lado la capacidad de resiliencia del peronismo, entendida esta como  como un proceso donde la persona y  las organizaciones deben adaptarse positivamente a las situaciones adversas.

 El peronismo parece siempre resurgir de sus cenizas, cuando parece la borde de la extinción, cuando se cree que viene su superación histórica, el peronismo se readapta y cambia, sin perder su esencia histórica. A pesar de procesos largos de desperonizacion de la sociedad, de la persecución de sus cuadros, de la calumnia y la difamación de sus dirigentes,  a lo largo de su historia, el peronismo muestra una capacidad de reponerse, reagruparse, generar nuevos liderazgos y volver a representar a amplios sectores populares.

Así por ejemplo la “renovación” en los 80, el kirchnerismo en el 2000, Alberto Fernández en el 2019, son momento de rearticulación interna, debate, surgimiento de nuevos líderes pero también fundamentalmente la conformación de nuevos pactos con la comunidad sumando sujetos políticos dispersos.

 

Así el peronismo trata de construir una alternativa política que sume además de lo anterior, a la marea verde feminista, a los sectores de clase media, que se habían alejado del gobierno de Cristina Fernández, trabajadores de la cultura, de la educación, de las ciencias, uniendo a la vieja militancia y dirigencia peronista con las nuevas camadas juveniles, más los partidos “progresistas” filo kirchneristas, etc.

 

Pero la vida te da sorpresas:

 

Luego de cuatro años de destrucción de la economía y el tejido social por parte del gobierno neo liberal macrista,  ha dejado una brutal herencia, crisis económica, quiebra del aparato productivo, desocupación, y una brutal deuda externa. En síntesis una crisis casi terminal, similar a la del 2001.

Nada es extraño, la experiencia liberal conservadora mostró  una vez más su cara más perversa. Deuda más fuga, que todos los argentinos debemos pagar. Asumido el nuevo gobierno nos encontramos además con el covid19. Una pandemia que ha puesto en jaque a toda la economía global.

Los gobiernos  populares de Alberto Fernández  y Axel Kicillof han llevado adelante una tarea ciclópea ejecutando políticas preventivas en cuanto a la pandemia y un proceso de vacunación masiva, que ha sido elogiado a nivel mundial. Al mismo tiempo pudo, con firmeza, lograr  acuerdos de renegociación de la deuda heredada con alto éxito hasta el momento. Mucho se ha hecho, pero todavía faltan los tramos más duros.

En este año 2021 nos vuelve a golpear, antes de los previsto, una segunda ola de Covid19, más dura que la primera, a pesar del importante programa de vacunación en marcha.

 

A pesar de eso, y del impacto negativo, que la pandemia tiene sobre el aparato productivo, los pronósticos económicos para el 2021/22 son positivo; tal vez por ello una oposición político mediática cerrada, violenta y autoritaria, que no  reconoce las reglas del juego democrático está intentado, desde el primer día sabotear al gobierno popular.

 

Los frentes de batalla:

Hoy el gobierno de AF se encuentra luchando en varios frentes, muy complejos cada uno de ellos.

Por un lado el frente externo, la renegociación con los acreedores externos y el FMI, tratando de lograr un acuerdo que difiera los pagos en el tiempo, a una tasa razonable, que no impliquen condicionamientos ni ajustes sobre nuestra economía y lo sectores populares. En estos días el Presidente, junto a varios ministros, han finalizado un viaje a Europa, buscando apoyos para la negociación.

Por el frente interno, la oposición política, encarnada por Cambiemos, con fuerte presencia en la Cámara de Diputados, ha planteado una oposición muy dura y violenta contra toda acción del gobierno nacional, llegando a boicotear las políticas sanitarias contra la pandemia.

El fanatismo opositor está costando al país cientos de contagios y muertes por el virus. A esta situación debe sumarse el papel de los grandes medios que juegan un rol tanto o más destructivo que la coalición opositora.  A esta situación debe sumarse el comportamiento de las grandes empresas concentradas, que están  abocadas a una acelerada escalada de precios sobre los productos básicos, alimentos sobre todo, cuando no hay razones económicas para un proceso inflacionario de estas características.

Es evidente una campaña concertada para esmerilar al gobierno a través de una “inflación descontrolada”.

Y si esto fuera poco, el gobierno está siendo jaqueado por la Corte Suprema de Justicia. No es nuevo el alineamiento de la Corte y de gran parte de la Justicia Federal con la coalición opositora. Ha quedado claro que el papel del poder judicial fue clave en el proceso que conocimos como “lawfare”, de persecución política mediática y judicial contra funcionarios del gobierno kirchnerista y sobre todo sobre Cristina Fernández de Kirchner. Esa entente hoy sigue funcionando sin ningún tapujo, atacando claramente el accionar del gobierno nacional y entorpeciendo su funcionamiento normal.

Es indudable  si vemos este proceso en el contexto latinoamericano, que estamos en presencia de un accionar orientado a condicionar y debilitar al gobierno y preparar el terreno para un “golpe blando”.

 

Todos este escenario no es más que la punta del iceberg de una profunda crisis institucional y social que atañe a todos y que cobra mayor actualidad cuando el país vive situaciones de extrema pobreza, marginación y desigualdad.

Hay que mirarse en el contexto latinoamericano para ver un posible escenario futuro para nuestro país, protestas populares masivas en Colombia, como ayer en Chile, producto de broncas acumuladas que están explotando, haciendo evidente una situación social explosiva.

 

Latinoamérica es un continente en disputa, cuarenta años de neoliberalismo han generado un continente en crisis y violencia. Argentina todavía no está en esa situación pero se vienen juntando broncas por debajo que si no encuentran su salida terminará estallando.

 

Hoy en la realidad argentina se ven además asomar otras urgencias. Se trata lisa y llanamente de una descomposición interna.

 

El neoliberalismo ha construido un poderoso sistema alrededor de la exportación de commoditys, sistema financiero, la ciudad de Buenos Aires, la pampa húmeda, los puertos de la cuenca Paraná - Río de la Plata. Allí se concentra toda riqueza, pero también los grandes bolsones de pobreza y frustración.

Frente a este poder central se yergue un interior desarticulado, con provincias ricas,  pero con sus economías en crisis permanente, donde aparecen expresiones de autonomías o separatismo que amenazan con una disgregación nacional.

El neoliberalismo en los últimos cuarenta años  ha ido construyendo, bajo la lógica del mercado, un país totalmente fragmentado socio económicamente, pero también geográficamente.

 

Fortalezas y debilidades:

 

Los desafíos para el actual gobierno son muy pesados, no solo estabilizar la economía, domesticar la inflación y controlar el dólar, detener la fuga de divisas, y renegociar el pago de la deuda, genera puestos de trabajo, poner en marcha las pymes, y hacer una fuerte campaña contra el hambre y la pobreza, terminar con la fragmentación social que deja afuera de sus derechos más elementales a casi el 50 % de la población.  Al mismo tiempo que debe enfrentar la segunda ola de la pandemia que a la fecha ha causado cerca de setenta mil muertes.

 

Además, como decíamos más arriba, la crisis no es solo económica y social, hay una crisis institucional muy seria, con un trasfondo de corrupción muy grave que afecta instituciones estatales y sectores empresarios, evasión impositiva, blanqueo y fuga de capitales, contrabando, avance de los carteles de la droga, etc. 

 

Todo esto en un escenario interno y externo muy complejo, donde el conflicto de intereses es muy fuerte y los protagonistas muy poderosos.

 

La principal fortaleza es también una debilidad. El gobierno hoy representa una coalición de casi todos los sectores populares. La unidad fue una lógica que permitió ganar sobre las fuerzas de derecha, pero la misma alianza no necesariamente es la mejor herramienta para gobernar. Por un lado el poder ejecutivo está “loteado” por el reparto entre las distintas fuerzas, donde no siempre hay coincidencias sobre el accionar y por el otro muchas veces priman los intereses  de las “orgas” por sobre el conjunto.

 

También la elección de los funcionarios tiene que ver en  muchos casos con razones de cumplir con los distintos espacios por sobre la capacidad del funcionario. Esto queda claro cuando hay muchos lugares que no funcionan y ameritarían un cambio de personas y de políticas.

 

Por el otro lado hay un fenómeno que está limitando la acción gubernamental. Cuarenta años de neoliberalismo han ido destruyendo al Estado, cercenando funciones, destruyendo sus fuentes de recursos, quitándole toda posibilidad de ejercer su poder de control y policía. Hoy se ve claramente la incapacidad del Estado, en sí mismo, de controlar cosas tan básicas como un control de precios, o regular un servicio esencial como las telecomunicaciones y los servicios de internet. Por el otro se puede ver claramente que existen sectores económicos y sociales, que rechazan o desconfían de cualquier acción estatal. Este fenómeno no es nuevo y es el resultado de una política de desprestigio de las instituciones estatales por parte de las elites.

 

Por un lado Argentina cuenta con una sociedad civil fuerte y movilizada y por el otro un Estado débil e impotente.

La grandes movilizaciones en defensa de la democracia, los derechos humanos, contra el 2 x1, la despedida del Cristina Kirchner, o las luchas en la calle contra las políticas de ajuste del gobierno macrista, para poner solo unos ejemplos. También es justo mencionar que la derecha ha mostrado en los últimos años capacidad de movilización y bloqueo contra políticas estatales. El primer round de dio con la “125”, donde minorías activas pudieron bloquear caminos, requisar mercaderías, ante la pasividad del Estado.

En los últimos dos años, movilizaciones puntuales, ruidosas y a pesar de ser muchas veces minoritarias, lograron torcer el rumbo del gobierno, caso Vicentin, o campañas anti vacunas, negacionistas, oposición a las medidas de prevención, presencialidad en las escuelas, etc.

 

El Estado, por su parte, desde hace décadas carece de cualquier capacidad para imponer medidas, arbitrar conflictos o disputas de facciones, o para encauzar y darle continuidad a diseños y ejecución de políticas y proyectos.

En esta democracia Argentina de hoy parece q ser opositor es sencillo; gobernar, casi imposible.

El activismo y la participación  ciudadana no son  preocupantes, sino por el contrario son elementos positivos,  si contáramos por el otro lado con un aparato estatal coherente y dotado de poder para planificar e imponer decisiones, arbitrar los conflictos, e imponer premios y castigos, que trasciendan los límites de  proyectos sectoriales.

Esta situación de una sociedad civil activa y un Estado impotente,  solo pueden generar  inestabilidad y en la largo plazo violencia política.

 

En este escenario cualquier política de redistribución del ingreso o de control sobre actores concentrados veremos que los factores de poder se activan para bloquearla, a través fallos judiciales de dudosa legalidad,  campañas mediáticas, violentas movilizaciones de los afectados, bloqueos parlamentarios, ataques y escraches personalizados, etc, que  harán fracasar cualquier iniciativa por tibia que esta pueda ser.

 

El escenario:

 

El neoliberalismo ha construido una sociedad partida en dos, donde hay sectores, que han crecido y consolidado un poder político y económico considerable al calor de esas políticas, mientras dejaban afuera del mercado y de los derechos sociales y políticos a casi el 50% de la población.

Ese sector ha construido también a su alrededor una alianza política y social que acompaña su proyecto político y económico, que trasciende su espacio de clase.

A podido sumar a su alrededor, un espacio trasversal de sectores medios y en algún caso sectores populares, a partir de instaurar un “nuevo sentido común de derecha”, por penetración cultural través de los grandes medios de prensa y el formateo de la sociedad que ha ido llevando a cabo desde el proceso militar, el menemismo y  ahora el macrismo.

El fenómeno no es nuevo y se está desarrollando a nivel mundial. El surgimiento de una nueva derecha, con una nueva cara “moderna y eficiente”, pero tan autoritaria, violenta y peligrosa como siempre.

Es necesaria una digresión sobre el comportamiento político de los sectores medios, pues son un sector clave en la lucha política presente y futura, para no quedarnos con una mirada jauretcheana

En principio la clase media argentina es muy grande como porcentaje de la población a comparación con otros países latinoamericanos, por ende su peso político es mucho mayor.

Es también notorio el comportamiento de sectores, sobre todo asalariados, que técnicamente no son clase media pero ellos si se consideran dentro de ese rango. Es indudablemente una clase media aspiracional, pero también parte de esa clase media  tiene parámetros de comportamiento cultural, político, consumo, etc, similares a los otros sectores de mayores recursos. Tal vez esta situación de da como elemento residual de la vieja sociedad argentina, donde había parámetros de mayor igualdad y potencialidad de ascenso social.

En cuanto al comportamiento político, a grandes rasgos podríamos decir que por un lado están los “independientes”, los que fluctúan su voto y muchas veces definen una elección, son parte del electorado que sumo CFK con el 54%, aportaron para el triunfo de Macri en el 2015 y ahora acompañan al Frente de Todos; por el otro un sector de clase media muy refractario al peronismo, a pesar de ser la primera víctima de las políticas neoliberales.

Si algo demostró el gobierno macrista es la vulnerabilidad  económica de la mayor parte de la clase media argentina. Las políticas de ajuste permanente del neoliberalismo llevan a los sectores medios a un empobrecimiento generalizado, que lo acercan a los sectores populares más pobres.

Hubo un sector   que por falta de cultura política o histórica creyó en los globos de colores o en la virtud el cambio,  pero hoy descubrieron en carne propia que el neoliberalismo solo genera el empobrecimiento de toda la comunidad.

Sin embargo, hay otros sectores donde esto genera  situaciones de angustia y miedo, que los hace votar a modelos políticos que les prometen una salida individual, un salvarse solo, una meritocracia que les hace creer que son distintos y superiores a los pobres, Un síndrome de Estocolmo que los hace votar a quienes lo perjudican y odiar a aquellos que los benefician o ver a los “otros”, los pobres,  como enemigos.

Por supuesto que también  hay sectores medios importantes que acompañan al peronismo y a partidos de centro izquierda alineados hoy en le FDT.

 

¿Qué hacer? La respuesta está en la política:

 

En principio para un escenario tan complejo como el que describimos, con el aditamento nuevo de la pandemia que desconocíamos, no hay y recetas.

Es indudable que las viejas recetas no funcionan, que estén agotadas. Las viejas políticas neoliberales que se han aplicado en el mundo en estas últimas cuatro décadas, no solo muestran su fracaso, sino que son culpables de muchos de los problemas de hoy.

 

El gobierno de AF ha encarado, por los menos en este año y medio políticas muy tibias en cuanto a no cuestionar el fondo del modelo, muy similar a experiencia anteriores de conciliación de clase, acuerdos sectoriales, control de alguna variables, alguna tibia política redistributiva, sin tocar los ejes donde se asienta el poder político y económico de la clase dominantes. Estas experiencias también han fracasado, y volverán a fracasar porque estas clases no van a ceder ningún espacio de su poder sin luchar.

 

Parafraseando a Nietzsche “el poder debe ir por más poder o se empieza a perder”

 

El  gobierno cuenta con un poder político importante y muy sólido, más allá de la crisis que vamos atravesando y de la bambolla ruidosa y dañina de la oposición política - periodística a la que nos vemos todos sometidos.

 En ese marco el gobierno debe usar el poder que tiene y no dejarse amedrentar por el accionar de la oposición macrista, se debe fijar su propia agenda de gobierno y  no correr detrás de la agenda que le marcan los medios opositores; generar una agenda de futuro post pandemia, dejar de hablar del pasado y mostrar un proyecto de país superador.

Un gran objetivo, que movilice a la sociedad. Por ejemplo encarar una batalla que genere épica,  podría ser una gran lucha contra el hambre y la pobreza, y/o una batalla por el desarrollo industrial y la generación de empleos genuinos.

También y al mismo tiempo debe apuntar a reconstruir el Estado, dotarlo de funcionarios en todas las líneas consustanciados con el proyecto encarado;

si no estuvieran  esos funcionarios hay que formarlos rápidamente. En esta reconstrucción del Estado se debe ir por los bolsones de corrupción que anidan en el estado: sectores de la justicia y de las fuerzas de seguridad, servicios de inteligencia, comercio exterior, aduanas, bancos y cuevas que son drenaje para la fuga de divisas, etc;

Es necesario desmontar las leyes que son el andamiaje de la estructura neoliberal dominante: ley de inversiones extranjeras, ley de entidades financieras, ley de medios, reforma judicial, etc, son solo un ejemplo de lo mucho que hay hacer.

Son batallas que hay que dar, muy duras, que amedrentan a muchos políticos. Pero hay que romper algunas lógicas, no hay que jugar con la pelota ni las reglas del adversario.

 

Es cierto que el gobierno no tiene mayoría en la cámara de diputados y que cualquiera de estas acciones podrían ser  bloqueadas desde la justicia o el parlamento.

Pero para evitar o neutralizar eso está la política.

Hay que  generar consensos, abrir el juego democrático, ampliar la democracia y sacarla de los ámbitos palaciegos.

Hay que crear comunidad, tarea opaca y de resultados lentos, pero perdurables y sólidos. El neoliberalismo destruyó, entre tantas cosas los lazos sociales, culturales e históricos y sus instituciones, que son el entramado donde se asienta una nación, un pueblo, una sociedad. Se pueden usar los recursos que el Estado tiene y fortalecer la participación en las instituciones y organizaciones de base, la escuela y su cooperadora, el comedor comunitario, las salas de medicina preventiva en los barrios, las sociedades de fomento, las cooperativas y mutuales de base, y toda organización comunitaria que surja. Hasta la pandemia de covid puede ser una oportunidad donde la comunidad se organiza para enfrentarla solidariamente, cuidándose y cuidando al vecino.

Ir construyendo comunidad organizada y un pueblo empoderado.

           

El gobierno tiene como una  herramienta política a su disposición y que ha puesto en marcha muy tímidamente  AF,  es el Consejo Económico y Social. Una herramienta peronista, que Perón puso en práctica en el Consejo Nacional de post guerra en su primera presidencia.

Un  espacio donde participen todos los sectores de la comunidad, de la producción, el trabajo, la educación, las iglesias y por supuesto la instituciones del estado y desde donde surja una proyecto de país consensuado, que incluya a los 45 millones de argentinos, que rompa la lógica de la “grieta”  que solo beneficia a los grupos dominantes

Por supuesto que la historia argentina muestra que estos pactos solo funcionan cuando existe un poder político muy fuerte que actúa como articulador o negociador entre las partes, pero también como dador de premios y castigos e imponga los límites al conflicto  de intereses entre todos los sectores.

 

El fortalecimiento del sujeto político:

 

La experiencia también muestra que es necesaria la construcción de un sujeto político que encarne y lidere el proceso.

Este sujeto no es más que el pueblo empoderado y movilizado, detrás de un proyecto emancipador, que dé respuesta a las múltiples demandas de los distintos sectores que conforman el colectivo pueblo.

Esta constitución de un sujeto político debe estar  basada en la historia, la memoria colectiva, la experiencia popular, en una cultura, y sintetizados en un proyecto de nación.

Este sujeto político es el encargado de la disputa por los significados, por la construcción del relato hegemónico, por el sentido común, de dar  la lucha  por el poder y la hegemonía.  

En síntesis  la reconstrucción del Estado, la construcción y fortalecimiento del/los sujetos políticos democráticos y populares deben ser  garante y sostén de este gobierno, de dar la batalla cultural y política y la construcción de contra poderes para la instauración de un nuevo orden social.

 Sin un Estado fuerte y activo, sin el pueblo empoderado y movilizado, sin la comunidad organizada, la tarea de este gobierno será ardua y llena de escollos.

 

 (#) Revista Hamartia

Antonio Muñiz


Mayo 2021

Apuntes en días de pandemia.


 Turbulencias sobre Latinoamérica

Como decíamos en viejos artículos, Latinoamérica sigue siendo un continente en disputa. En ese sentido América Latina sigue en una etapa signada por viejas y nuevas tensiones sociales y políticas.

Las experiencias políticas en el continente durante las dos primeras décadas del siglo XXI, fueron marcadas por experiencias “progresista” o de izquierda, Lula, Chavez, Kirchner, Correa, Lugo, etc, Podría decirse y ponerle como fechas topes 1998, con la elección de Chavez hasta 2015 con la derrota de Daniel Scioli en Argentina y el triunfo del candidato de la derecha más rancia en Argentina.

Si bien la definición progresista o de izquierda son conceptos  que no concuerdan en todos los casos y no significan lo mismo en cada país, se las ha utilizado para conceptualizar ese proceso. Así como la derecha lo caracterizo  despectivamente como “populismo”.

Por un lado tenemos  las experiencias «nacionales y populares» más o menos «radicales» de Venezuela y Bolivia, otras experiencias más orientadas hacia la social democracia  por ejemplo el Frente Amplio de Uruguay o Brasil o experiencias neo desarrollista como en Argentina. Sin embargo, así como hay diferencias, también es posible encontrar muchas similitudes, el rol del estado, el anti neoliberalismo, posición clara frente a EEUU, desarrollo y re industrialización y sobre todo las políticas de inclusión e igualdad social, vocación por la unidad latinoamericana, etc,

El triunfo de Macri y la derecha empresarial en Argentina  pareció haber marcado el tiro final  al “progresismo” y el comienzo de una etapa de restauración conservadora, bajo la tutela de EEUU.

Sin embargo “pasaron cosas”, básicamente los pueblos continuaron las luchas, en muchos casos aun ante la deserción de su dirigencia. 

El triunfo de López Obrador en Méjico, trajo aires nuevos en un país jaqueado por el narcotráfico, la violencia política y  la corrupción. El fracaso estrepitoso de la experiencia macrista en Argentina, que mostró  una vez más la inviabilidad el proyecto neoliberal dependiente  en cuanto a poder contener a los 45 millones de argentinos y el triunfo del peronismo una vez más, el fracaso del golpe contra Evo en Bolivia, el  desastre que la derecha fascistoide está haciendo  Brasil, con la figura de Lula creciendo,  las próximas elecciones constituyentes en Chile, luego de grandes manifestaciones populares contra el régimen de la derecha pinochetista, encarnado por Piñera, luchas populares en Colombia, con un marco de mucha violencia para estatal, elecciones en Perú con final incierto, luego de un largo periodo de inestabilidad política institucional, la lucha constante del pueblo venezolano contra las agresiones de EEUU y algunos gobierno aliados, Cuba, dando el ejemplo, convirtiéndose en un país pionero en Latinoamérica en temas de salud, lanzando en estos días su vacuna “Soberana” contra el Covid, a pesar del bloqueo y a la agresión de EEUU desde hace más de cincuenta años.

Como contrapeso la derrota del correismo en Ecuador fue un cachetazo a las expectativas progresistas, así como la derrota del MAS en Bolivia en las elecciones de gobernadores en cuatro estados.

Todo está situación política en medio de una pandemia que azota al mundo, pero que está pegando muy duro en toda América Latina.

Así como el fracaso del proyecto neoliberal en Latinoamérica que se intentó implantar desde fines de los setenta y en especial en la década de los noventa, con su secuela de primarización de la economía, concentración y extranjerización y una situación social angustiante, abrió las puerta para las experiencias populares del siglo xxi, también hoy el fracaso manifiesto del orden neoliberal y el caos global  generan espacios para reconstruir experiencias nacionales y populares.

Es justo reconocer que hubo en aquel periodo una coyuntura económica favorable a nivel internacional dada por el aumento de los precios de los commoditys y un aumento en el comercio internacional que permitieron en el mediano plazo, el retorno de los programas  de lucha contra la pobreza y  políticas de desarrollo económico y social. Así amplios sectores sociales empobrecidos en las décadas anteriores se insertaron nuevamente en las clases medias.

En ese contexto, algunas fuerzas políticas populares, con suerte diversa,  intentaron crear redes con los  sectores y movimientos populares, creando una base social que les permitiera  enfrentar a las derechas neoliberales y conservadoras.

Sin embargo, visto desde hoy, las políticas de inclusión social no dieron los frutos esperados, ya que esa movilidad social alcanzada no fue acompañada de conciencia política, organización popular ni mucho menos un cuestionamiento serio a las estructuras económicas y productivas. Los bloques dominantes siguieron y en muchos casos concentraron más poder político y económico, lo que les permitió, primero sabotear a los gobiernos para luego avanzar sobre ellos, no siempre con procesos límpidos y democráticos.

No en todos los países fueron iguales, allí donde se avanzó sobre las estructuras del poder  hegemónico  se pudo afianzar más los procesos políticos, caso Venezuela o Bolivia, en otros la situación fue más lábil, sobre todo en Brasil donde el PT le dio el manejo de la economía a los sectores liberales, con lo cual fue rompiendo lazos con su base social, lo mismo puede decirse del proceso uruguayo, donde el FA mostró claramente sus limitaciones, no avanzando más allá de lo declamativo y desde posiciones muy light..  No es casual la derrota del FA  a manos de la derecha uruguaya o Brasil donde el PT cae en un golpe de palacio y en una movida proscriptiva  hacia su candidato pero sin capacidad de reacción desde la dirigencia y menos desde los sectores populares que el PT pretendía representar.

El caso argentino, es más complejo, pero no escapa a la misma realidad latinoamericana.

Luego de la crisis argentina del 2001 el peronismo fue poniendo la cimiente para la recuperación económica, así  Argentina crece a “tasas chinas” en la primera década del siglo XXI, luego se estanca la economía sobre todo luego de la crisis global de la 2008/9, Aunque este estancamiento solo significó  crecer a tasas más bajas. Los grupos empresarios, acompañaron mientras su tasa de ganancia era alta, cuando esta, producto de la crisis global disminuye comienza una lucha de desgaste contra el gobierno, utilizando a la justicia, los medios de prensa, la oposición y los servicios de inteligencia y comenzó lo que después se conoció como lawfare, llegando a su apogeo con las denuncias del fiscal Nisman y su posterior suicidio.

Si bien hubo un crecimiento importante en lo económico en todo el periodo, un fuerte desarrollo de la industria, una disminución de la pobreza y la indigencia, no hubo una construcción de organización popular que acompañara el proceso histórico, esta falta de una base organizada no permitió avanzar en las reformas estructurales que la situación ameritaba.

Unas primeras conclusiones que puede inferirse del balance de esa etapa es que es imposible avanzar en políticas de desarrollo social y económico en los países de la región si no se pone en cuestión la estructura hegemónica de dominación, la apropiación del excedente de la renta, sea agropecuaria, minera, energía, etc,. Esta es apropiada por la elite hegemónica y casi siempre fugada a los paraísos del imperio. Poner en cuestión esta situación obliga a tensionar la política, y enfrentar conflictos. Pero no existe una política de liberación sin conflictos. Es necesario desarticular el andamiaje neoliberal de dominación que ata a nuestros países desde hace siglos.

Sin esta voluntad de enfrentar al poder dominante no hay posibilidad de éxito en un proceso que se precie nacional y popular.

Tomemos el ejemplo  de esta etapa y veamos la paradoja que todos los gobiernos reforzaron la matriz extrativista. Es cierto que el Estado tuvo más protagonismo y en algunos casos hubo un desarrollo de la industria, sin embargo, tal vez debido al alto precio de las materias primas, se reforzó el modelo estrativista y la dependencia de la producción y venta al exterior de commoditys.

Pero esta situación no es gratis, genera fuertes impactos sociales, políticos y ambientales, alimenta la corrupción, favorece el autoritarismo,  expulsa a la población, devasta territorios, genera daños ambientales de difícil solución.

Pero también sería justo reconocer que los pueblos latinoamericanos no pueden prescindir de la riqueza de su suelo, sería necio no explotarlos en nombre de un purismo exagerado. Hay que lograr un desarrollo sustentable, que no destruya el ecosistema, pero que a su vez la renta originada en la explotación de las materias primas queden en nuestros países y en beneficio de nuestros pueblos.

Aquí surge otra necesidad histórica, la integración política y económica de los países de la región a partir de hechos concretos, por ejemplo la explotación e industrialización de nuestros recursos en forma conjunta y en beneficio mutuo. El litio por ejemplo, con grandes yacimientos en Bolivia pero también en Argentina y Chile, podría ser un eje de desarrollo de toda esa región en la fabricación de baterías para el uso de celulares y hasta autos eléctricos.

Ninguno de nuestros países tiene la capacidad y el poder de salir solo de estos esquemas de saqueo y dependencia, más  cuando el neoliberalismo ha consolidado, muchas veces en forma violenta,   la “división internacional del trabajo”, asignando a nuestro continente el rol de mero proveedor de materias primas.

Es necesario ir construyendo una  agenda de integración y la cooperación económica, y en temas como infraestructura, defensa, seguridad, comercio, unidad política, ciudadanía común,  banco regional de fomento,  etc, que serán claves para el desarrollo de nuestros países, porque lo regional no reemplaza lo nacional, sino que lo fortalece.

Uno de los efectos de la pandemia, es haber demostrado la necesidad de la integración más allá de las ideologías. Los ejemplos de cooperación logística entre Argentina y Bolivia para la provisión de vacunas, entre Argentina y Méjico para la producción de vacunas, boicoteado por EEUU, la provisión  de insumos hospitalarios entre los países, son algunos de los ejemplos.

Queda claro que otra enseñanza que deja la etapa es que no hay posibilidad de liberación para un solo país, solo un proceso continental de liberación podrá tener éxito. Romper la lógica de fragmentación de nuestros países, que nos marcó el imperio ingles luego de la independencia del imperio español, para un mejor dominio de la región. Construir la patria grande latinoamericana, no es una quimera, o un sueño ingenuo, sino una necesidad histórica. Por ello se debe avanzar en la conformación de espacios políticos comunes, buscando las coincidencias, que son muchas, e ir elaborando una estrategia común.

Los movimientos populares deben tomar la iniciativa de la integración, generar los lazos y acciones  capaces de negociar, persuadir y consensuar los acuerdos necesarios con todos los países de la región.

 A la diplomacia de los países, muchas veces al servicio del imperio, ir construyendo la unidad desde abajo, desde los pueblos.

La prospectiva geopolítica parce indicar que vamos hacia la conformación de grandes bloques continentales, la unidad política y  económica de la América del Sur es un destino y una oportunidad que nos marca la historia.

Esta unidad planteada entre los pueblos, debe tener como base la unidad interna. Es necesario que los movimientos populares construyan dentro de sus países procesos de unidad amplia, con todos los sectores populares. El ejemplo de Ecuador es claro, el correismo dejó  de lado a los sectores indígenas, complejos y fragmentados, pero que entre los votos en blanco, la abstención y los que se corrieron hacia Lazzo permitieron el triunfo de este.

La derecha ecuatoriana pudo construir una unidad con un simple consigna “todos contra Correa” explotando la contradicción principal y poniéndolo nombre propio.

Otra conclusión que nos deja, a la distancia, es el tremendo poder de las redes y las nuevas tecnologías en la lucha política, pero también y muchas veces son subestimados,  el poder de los medios de prensa, que como en toda Latinoamérica están en manos de la derecha más rancia. Es un enemigo poderoso, pero hay que trabajar arduamente en la construcción de medios alternativos y de una agenda propia y sobre todo el trabajo en la base, solo una organización popular puede enfrentar a tremendo poder. Esto no solo es Ecuador, en toda Latinoamérica se da el mismo fenómeno.  

Es preciso profundizar el debate interno en los movimientos populares, fomentar la organización de base, el surgimiento de nuevos dirigentes, construir la sociedad civil o la comunidad organizada como la planteo Perón. La lucha política se da todos los días y en todo lugar, la gran batalla electoral es el resultado de un largo proceso de construcción del poder y de una nueva clase dirigente.

Latinoamérica  –como el resto del mundo– vive un período de fuerte turbulencias, una crisis económica gigantesca marcada por el fracaso del modelo neoliberal, la crisis sanitaria exacerbada por el covid , la profundización de la crisis medio ambiental, con su secuela de hambrinas, destrucción del ecosistema humano y fuertes migraciones, y una nueva polarización social, política e ideológica. Todo en el marco de la lucha por la hegemonía mundial entre EEUU y China, que agudizan los conflictos ya existentes.

Hay que ser claros, y no caer en ingenuidades izquierdosas no siempre los pueblos salen de las crisis por izquierda. La historia del siglo XX muestra que de la gran crisis del capitalismo en 1929 se salió por derecha y la nueva hegemonía se definió en una gran guerra mundial que dejo millones de muertos.

La historia no tiene por qué repetirse pero los movimientos populares deben estar atentos al crecimiento de nuevas derechas, algunas libertarias, casi anarquistas, o reaccionarias como la expresada por la penetración de las iglesias evangélicas electrónicas, financiadas por la CIA, o la vieja derecha latinoamericana, liberal en lo económico, autoritarias en lo político y alineadas firmemente con EEUU.

Esta derecha ha conseguido penetrar y cooptar sectores populares, en especial algunos sectores juveniles.

Esta derecha cuestiona la política y a los políticos, pero en el fondo pone en cuestión la democracia misma, por lo que la defensa de la democracia debe ser una bandera de los movimientos populares, pero no esta democracia formal, sino profundizándola, yendo hacia formas organizativas  que lleven a una democracia social y directa, donde el  pueblo sea el sujeto histórico.

Como corolario final,  hay que tener en claro que es un capítulo más de una historia que lleva quinientos años, es la lucha de nuestros pueblos por su liberación y autonomía frente al imperio de turno.

Como siempre, hoy estamos dando una batalla, sabiendo que la lucha es larga y nos trasciende.

Solo somos un eslabón en una larga historia, que vamos escribiendo y construyendo ladrillo a ladrillo.

 

Antonio Muñiz

Abril 2021


Los senderos de una construcción política.

 “Solo la imaginación, la audacia y el sueño permiten tantear y anticipar lo que por definición es siempre inesperado”. Rafael Poch de Feliu

 

A partir de la nota publicada por Jorge Alemán se puso en evidencia un debate dentro del FdT, que ya estaba, en forma más o menos larvada.

Es evidente que existe malestar en distintos sectores del frente gobernante sobre el perfil de la gestión de AF. Estas disonancias las expuso, con todo el peso de su palabra, Cristina Fernández de Kirchner.

En normal que en una alianza amplia, construida con la lógica de ganar una elección, haya diferencias a la hora de gobernar.

Pero es necesario analizar la etapa en  toda su complejidad, primero la crisis económica heredada, con la hipoteca de la deuda con los fondos buitres y el FMI, y para completar la situación, la pandemia de coronavirus, con sus consecuencias en el ámbito de la salud de la población pero también con muy fuerte impacto sobre la actividad económica global.

Con estas restricciones el gobierno de AF comenzó a funcionar, condicionado también por una oposición muy fuerte, y sobre todo muy agresiva. La alianza de los productores rurales,  los grupos concentrados, con los grandes medios periodísticos, un sector de la justicia, la mano de obra de los  “servicios”, con el mascaron de proa del macrismo. Esta alianza opositora cuenta además, con el siempre presente accionar, en Latinoamérica, de agentes de la CIA, DEA y otros organismos de inteligencia financiados por el gobierno de EEUU.




También es necesario tener en cuenta que vivimos una etapa atípica para la acción política, por lo menos tal cual la conocíamos o llevamos adelante los argentinos. El trabajo político perdió presencialidad, no hay reuniones en los locales partidarios, no hay actos, no hay asambleas ni grandes marchas, el debate y la política se circunscribió a las redes, a los grupos de washapp y a las video conferencias. En ese terreno la derecha cuenta con mayor bagaje técnico, experiencia y sobre todo los “fierros” necesarios para dar esa batalla por el control de la agenda y el “sentido común”.

Como corolario de este año, el gobierno ha mostrado debilidades y fortalezas. La fortaleza fue haber gobernado en unidad una coalición muy dispar, sin grandes disidencias.  Tal vez el manejo de la pandemia. La minimización de los daños que esta podría haber alcanzado,  y sobre todo el manejo de la provisión de vacunas y la puesta en marcha, a pesar de los contratiempos, del proceso de vacunación, siendo uno de los pocos países del mundo en llevarlo adelante; le ha dado al ejecutivo una fortaleza en la opinión pública.

También en el haber podemos mencionar como logros del gobierno:

prohibición de despidos y doble indemnización, congelamiento de alquileres y desalojos, servicio básico a las telcos, impuesto a las grandes riquezas, acuerdo con los fondos buitres, créditos a tasa 0 y subsidios a los sectores más golpeados por la cuarentena, AUH y asistencia directa con alimentos hacia los sectores más golpeados por la pandemia y la caída económica, ayuda a empresa privadas para el pago de sueldos vía subsidios y ahora vía repro, acuerdo con los bonistas en condiciones favorables,  Negociación con el FMI en marcha,  Interrupción voluntaria del embarazo, el programa 100 días, los aumentos periódicos a los jubilados, etc.

Por otro lado mostró  claras debilidades de gestión y orientación política. Hay deudas pendientes, donde el gobierno se muestra lento o indeciso. El caso Vicentín es el ejemplo más serio, dado que una decisión estratégica, se dio marcha atrás ante algunas movilizaciones de vecinos de la zona santafesina. El gobierno de AF pareciera tenerle miedo al conflicto, ante el menor atisbo retrocede o no avanza donde se debería. Esto es evidente, en por ejemplo, la reforma judicial que duerme en la cajones de  la cámara de diputados, mientras que la corporación judicial se auto protege, sigue manteniendo presos a funcionarios del anterior gobierno y “blinda” de manera escandalosa a los funcionarios del gobierno macrista denunciados. Los presos políticos, en especial Milagro Sala, son una afrenta a la democracia y una deuda de este gobierno.

En esto hay que aprender de la derecha argentina, conocen el poder y lo usan sin miramientos, como los demostró la gestión de Macri, donde se llevaron puesto a todas las instituciones de la democracia. Hay que recordar como sostenía Nietzsche “cuando no se hace uso del poder, este se empieza a perder”.

La política es acción  pero también ideología.

Es evidente, como dicen algunos funcionarios,  que  el gobierno debe ir construyendo poder y apuestan a ganar las elecciones de medio término y aumentar el número de diputados en una cámara donde la mayoría propia es limitada. Ahora para ganar las próximas elecciones se requiere un gobierno eficiente que dé respuesta sobre todo a los sectores populares que lo votaron en 2019 y después ir por más, por esos sectores “independientes”, más alejados de la política.

En esta coyuntura el Gobierno debería no solo apuntar a consolidar la unidad del espacio, sino, es más, aumentar el nivel de representación hacia  sectores independientes y sectores populares que hoy están fuera.

Por supuesto que  necesario construir mucha fortaleza política,  generar nuevos liderazgos, y esto solo se puede lograr articulando con las organizaciones populares (sindicatos, cámaras empresarias, organizaciones de base, sociales, clubes, agrupaciones estudiantiles, y toda expresión de la comunidad organizada),  la lucha política debe ser claramente una lucha por el poder  y para ello hay que abandonar ciertos infantilismos izquierdosos de subestimar la lucha por tomar los resortes del estado. Así como la siempre presente opción de los gobiernos populares por sumar y dejar en las estructuras del estado a cuadros de la derecha neoliberal, que reconvertidos en “cuadros técnicos”, se convierten en “quinta columnas”, que terminan ´por hacer fracasar los procesos populares. En la historia de los gobiernos populares y sobre todo en los gobiernos peronistas sobran los ejemplos de esta práctica nefasta.

En  una etapa convulsionada como esta, los movimientos populares  deben articular la política de otra forma. Es necesario retomar la política como eje central, profundizar la relación directa con los sectores populares y sus organizaciones  para poder llevar adelante la política en todos los ámbitos y momentos.

Hay que dar las batallas en el territorio, en el barrio, en la calle, en el cara a cara con la gente.

Si nos cerramos en una lógica puramente electoral o en una batalla en las redes sociales, la guerra está perdida. Un pensamiento básico del Arte de la Guerra es que hay que dar la batalla donde el enemigo es más débil, hay que elegir el terreno que nos sea más propicio. Y para el movimiento popular la lucha es en la calle. Sin descuidar lo electoral por supuesto, pero entendiendo la política como una acción permanente y constante.

Fortalecer el espacio

La llegada de Máximo Kirchner  a la presidencia del PJ bonaerense puede ser una piedra basal en la reconstrucción y fortalecimiento del PJ, preservando la unidad lograda pero sumando al mismo tiempo a otros sectores y organizaciones,  abriendo la afiliación, el debate y la participación.

La vieja disyuntiva entre movimiento y partido que planteaba Perón, hoy carece de sentido, ya que el movimiento nacional se encuentra fragmentado y sin conducción estratégica clara. 

Ya va a haber tiempo para ir reconstruyendo el movimiento nacional en la medida que se vaya construyendo una nueva síntesis política ideológica.

El fortalecimiento del PJ, como núcleo central del FdT puede ser un paso adelante. Siempre y cuando se entienda que el primer desafío de la dirigencia del FdT es abandonar las lógicas de “orgas”, para, entre todos,  conducir el conjunto. Este es un requisito que la militancia en su conjunto debe exigir.

 

Construir una agenda propia

Hay que construir una agenda propia, nos pasamos discutiendo el pasado o los temas que nos impone el aparato mediático.

Hay que animarse a decir lo “políticamente incorrecto”, aquellos que se calla, expresar la voz de los sectores que están afuera del sistema, aquellos que nadie quiere expresar, construir una voz colectiva desde lo nacional y popular, aunque este discurso espante algunos votos “ de sectores medios”.

Es necesaria la construcción de fuertes consensos sociales y políticos que den sustento a las políticas del gobierno.  

Ahora, estos consensos se generan abriendo el debate, profundizando la discusión política, generando la agenda, hacia toda la comunidad y por supuesto que también hacia dentro del movimiento. Encauzar el debate interno, darle forma y contenido es prioritario en un movimiento de carácter popular. Este debate debe ser alentado y sostenido por la conducción.

En el caso argentino y en el peronismo en particular existe una larga tradición de participación ciudadana, donde se discuten y debaten las acciones políticas, organizativas, instrumentales e ideológicas. Es necesario volver a esa tradición, ir construyendo desde el barrio, desde el local partidario o la asociación de fomento  poder popular, y desde ahí ir creciendo y profundizando la participación y el debate, hasta llegar a los consejos de la comunidad.

El fortalecimiento de estos ámbitos permitirán la construcción de  consensos sociales y políticos que aíslen y ponga límites  a los grandes grupos económicos que se sienten dueños de la riqueza y a su vez permitan desmontar todo el “aparato legal del coloniaje”, que permite y avala “legalmente” y “culturalmente” el coloniaje y el saqueo.

El conflicto como escenario

Por ejemplo es claro en la política actual que  no es viable pensarla sin considerar el conflicto como inherente a la misma. En todo caso podrá discutirse como se resuelve el conflicto pero no negarlo. El neoliberalismo con su lógica de apropiación por desposesión, solo puede generar procesos de violencia para llevar adelante su saqueo y por ende va a generar resistencia y lucha de los sectores populares.  El conflicto es inherente a cualquier sociedad humana, es la esencia que da origen a lo político y a la política, pero el colonialismo y su versión actual el neoliberalismo lleva el conflicto al límite. 

El objetivo de sociedad más justa,  de igualdad e inclusión, lleva aparejada una lucha, casi nunca pacifica,  por la apropiación de los excedentes que esa economía produce para volcarla en el bien común.

Perón sostenía que,  que la política, “…. es construcción de relaciones de fuerza, implica oposiciones, voluntades que se enfrentan, que se asocian, que disputan la apropiación de recursos materiales y simbólicos. Es conflicto, es contradicción, pero es también la capacidad de aunar y conducir fuerzas diversas”.

La tares es ardua y compleja, pero es ahora.

 

Antonio Muñiz

Presidente del PJ Luján

Febrero 2021

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.