Déjà-vu. Grecia arde por los ajustes

Como los argentinos en 2001, los ciudadanos griegos protagonizan la mayor revuelta contra medidas económicas dentro de la Unión Europea. Similitudes y diferencias.
Por Raquel Roberti


Un país endeudado que no puede afrontar los vencimientos millonarios de sus cuotas crediticias. Un país al borde del default o, para decirlo en criollo, de la quiebra financiera. Un país que pide ayuda y que, como manotazo de ahogado, implementa las medidas que le exigen sus acreedores para no bajar el martillo. Medidas que sumirán a gran parte de su población en la pobreza. ¿Suena conocido? Tal como escribió Marcelo Zlotogwiazda en su columna de la semana anterior, la situación por la que atraviesa Grecia es un déjà-vu para los argentinos, que en diciembre de 2001 reclamaron “que se vayan todos” al ritmo de las cacerolas. Pero no es un calco fiel. La revuelta social en Grecia, con paros, movilizaciones y molotovs y que ya ocasionó al menos tres muertos, afecta no sólo a los políticos y gobernantes de ese país sino a toda la Unión Europea (UE).
“El origen de la crisis es un proceso de endeudamiento, que de todos modos para los parlamentos europeos es elevado pero no espantoso, en el marco de una inflexibilidad en el tipo de cambio. Cuando se produce un desfasaje de este tipo, evidentemente o se devalúa o se aplican políticas absolutamente recesivas”, señala Enrique Arceo, economista especializado en Economía del Desarrollo, integrante del Plan Fénix de la UBA e investigador de Flacso Argentina.

En 2001, el entonces presidente Fernando de la Rúa optó por la devaluación y el valor del dólar rápidamente se triplicó, depreciando los salarios. Nueve años después, el primer ministro griego, George Papandreou, imposibilitado de devaluar por no tener moneda propia –Grecia es uno de los 16 países que adoptó el euro como moneda común–, se inclinó por el ajuste: supresión de aguinaldos para los funcionarios públicos y jubilados, congelamiento de salarios del sector público hasta 2013 y recortes en el plus vacacional; en el sector privado flexibilización de normas con permiso para despedir hasta el 4% de la plantilla por mes; y más impuestos al tabaco, el alcohol y el combustible.

“En Grecia se da una situación especial y diferente, porque pone de manifiesto los límites de la UE como construcción decidida por el pensamiento neoliberal”, agrega Arceo.

Según el Tratado de Maastricht, que en 1992 selló la unión económica europea, el monto de la deuda del país no podría haber excedido el 60 por ciento de su Producto Bruto Interno (PBI), sin embargo hoy el monto adeudado por Grecia representa el 115 por ciento de su PBI. El disparador de la debacle fue un vencimiento de 20 mil millones de euros. En febrero de este año (hace apenas dos meses) los oficiales de la comunidad descartaban una ayuda financiera europea, más allá de que las reglas comunitarias prohíben al Banco Central Europeo (BCE) financiar el endeudamiento de un Estado miembro.

La situación obligó a las autoridades griegas a pedir ayuda al FMI, lo que constituyó no sólo una humillación para los europeos sino un serio inconveniente para la independencia del BCE, responsable de la política monetaria europea. Y si en Argentina el FMI impuso sus recetas, en Grecia son los socios de la UE, Alemania y Francia, los que exigen ajuste fiscal.

“En los dos casos tenemos los mismos conceptos económicos neoliberales en contextos distintos –aclara Arceo–. Las recetas son iguales porque ese es el límite del modelo. La política económica no puede inventar recetas en sistemas que se construyen a través de anclar variables y poner impedimentos a políticas activas bajo el supuesto de que los mercados arreglan todo. El problema griego es el problema de la UE, que no puede eximir a su población de la debacle económica de Grecia, con el agregado del escándalo desatado porque tuvo que recurrir al FMI. El ajuste será brutal y le costará a la UE entre cuatro y seis años de lento crecimiento y, me temo, un reforzamiento de la xenofobia en el continente.”

Un fenómeno que también se vivió en la Argentina: cuando los índices de desocupación alcanzaban los dos dígitos, la población culpó a los extranjeros de “robar” los puestos de trabajo a los locales. Quienes vivimos en esta tierra ya sabemos el costo de la recuperación, ya detallada por Zlotogwiazda. ¿Qué pasará con Grecia? Responde Arceo: “Entramos en una pugna de dos proyectos de Europa: o avanza en la construcción de un Estado federal que implemente políticas de absorción de deuda de los países más relegados, con planificación de un relanzamiento productivo, o ingresa de lleno en una creciente debilidad, con fuerzas centrífugas que pueden llevarla a un estallido. Es una pugna que no se resuelve en Grecia, es una crisis europea. La conformación de un Estado federal sería un cambio notable en política internacional, pero no es lo más probable. Lo cual tampoco significa un aumento de poder de Estados Unidos porque ahora surge otro polo poderoso en el este de Asia. Estamos viviendo un cambio en la relación de fuerzas internacionales y aún es impredecible”.

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