EL GOBIERNO ANUNCIO MEDIDAS PARA MEJORAR LA COMPETITIVIDAD, REDUCIR EL EMPLEO NO REGISTRADO E IMPULSAR LA INVERSION

Plan a tres bandas para la economía real Después de reunirse en varias oportunidades con empresarios y gremios, el Poder Ejecutivo diseñó un paquete de acciones que busca elevar los niveles de inversión productiva y el empleo, combatiendo a la vez la informalidad. El Gobierno anunció ayer una serie de medidas para reducir el empleo no registrado, impulsar la inversión productiva y mejorar la competitividad. Fue en el marco de una nueva reunión con empresarios y sindicalistas en la Casa Rosada, encabezada por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el ministro de Economía, Axel Kicillof. Las medidas van a permitir crear 830 mil puestos de trabajo, entre registración de trabajadores informales y nuevos empleos, planteó Kicillof. Aclaró que “esto no agota las medidas en estudio, es lo que está en vías de instrumentación en forma inmediata”. En materia laboral, el objetivo es reducir la informalidad del 34,6 a menos del 30 por ciento en dos años. Las líneas con estímulo oficial de fondeo a la producción se incrementarían, hasta fines de 2014, de 52 mil millones a 110 mil millones de pesos. En relación con la competitividad, se prevé un cambio en el sistema de devoluciones y reintegros, la mejora en los puertos y la baja en el costo de transporte en camión. Ayer tuvo lugar el quinto encuentro de diálogo del Gobierno con empresarios y sindicalistas. Acompañaron a Capitanich y a Kicillof los ministros de Trabajo, Carlos Tomada; de Planificación, Julio De Vido; de Industria, Débora Giorgi, y de Interior y Transporte, Florencio Randazzo; además del titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. Por el lado empresario, estuvieron presentes Héctor Méndez (UIA), Daniel Funes de Rioja (Copal), Carlos Heller (Abappra), Gustavo Weiss (Cámara de la Construcción), Juan Carlos Lascurain (Adimra), Marcelo Fernández (Cgera), Ider Peretti (CGE) y Osvaldo Rial (Uipba). Entre los sindicalistas, el titular de la CGT cercana al Gobierno, Antonio Caló, Gerardo Martínez (Uocra), Víctor Santamaría (Suterh) y Andrés Rodríguez (UPCN), entre otros. En tanto, acompañaron a Hugo Yasky, secretario general de la CTA, Pedro Wasiejko (trabajadores del neumático), Stella Maldonado (Ctera) y Edgardo Llanos (personal aeronáutico). n Trabajo no registrado. “Se ha establecido una meta, que es reducir la tasa de no registro por debajo del 30 por ciento”, planteó Kicillof. Recordó que la crisis de 2001/02 llevó a la informalidad a casi el 50 por ciento de los asalariados. Después de muchos años de fuerte crecimiento, creación de empleo y recomposición salarial, el 34,6 por ciento de los trabajadores carece de derechos laborales básicos. El objetivo oficial de bajar en casi cinco puntos la tasa de informalidad “es una tarea compleja y, sobre todo, no es responsabilidad única y exclusiva del Estado, sino que involucra a empresarios y trabajadores”, agregó el ministro. La herramienta es el Plan Integral de Combate al Trabajo no Registrado (ver aparte). Prevé ampliar la cantidad de inspectores y crear un registro de empleadores infractores. El Gobierno implementará un programa de subsidios para estimular la creación neta de empleo registrado para las micro y pequeñas empresas. Además, extenderá a las actividades vinculadas al agro la utilización de los convenios de corresponsabilidad gremial, que definen un nivel “teórico” de trabajadores de cada actividad en función del cual el empleador paga los aportes patronales. “En total, el plan va a permitir registrar 480 mil nuevos trabajadores”, dijo Kicillof. n Crédito a la producción. El Gobierno creó el Fondo para el Desarrollo Económico Argentino (Fondear), un fideicomiso destinado a “ampliar y flexibilizar la oferta de crédito para proyectos estratégicos”, dijo el titular de Hacienda. Ofrecerá préstamos directos para la construcción de plantas, compra de activos fijos, certificación de procesos y financiamiento de capital de trabajo. También otorgará avales para obtener financiamiento bancario o en el mercado de capitales y bonificará tasas de interés. Para el caso de las empresas nuevas, podrá realizar aportes no reembolsables. Las facilidades financieras del Fondear se van a aplicar a través del Banco Nación (BNA), que contará con la asistencia de una mesa interministerial para analizar la viabilidad de cada proyecto y la conveniencia de brindar el apoyo público. Supondrá una erogación de 10 mil millones de pesos por parte del Estado nacional hasta fines del año que viene. El dinero se destinará a proyectos de inversión en “sectores estratégicos”, con alto contenido tecnológico, y en economías regionales. También se prevé incrementar los créditos destinados a la inversión productiva con recursos del Banco Central hasta los 100 mil millones de pesos a fines del año que viene. Hasta ahora, detalló Kicillof, la exigencia a los bancos para que presten el 5 por ciento de su cartera a una tasa del 15 por ciento alcanzó una cifra de 52 mil millones de pesos en préstamos. En el primer semestre de 2014, esos recursos se van a ampliar en 22 mil millones y el resto en la segunda parte del año. n Competitividad. Se implementará un régimen de reintegros y devoluciones a los exportadores “asociado a la presentación de proyectos de inversión que permitan ampliar la capacidad productiva y las exportaciones”. En el caso de las pequeñas y microempresas, habrá una “automatización” en el trámite para que reciban de forma más ágil las devoluciones del IVA en los sectores que tengan ese beneficio y de las retenciones a las exportaciones industriales. En el plano del transporte, se buscará incentivar el uso de los bitrenes, que son “camiones con doble acoplado de hasta treinta metros de longitud, que reducen hasta un 40 por ciento los costos de transporte por vía terrestre, un sistema utilizado en Australia, Canadá, Brasil, Uruguay, México, Alemania, Francia, Holanda, Noruega, Francia y Finlandia”, dijo Kicillof. El ministro también recordó que el año que viene comienzan las tareas de renovación del Ferrocarril Belgrano Cargas, a partir del financiamiento de China para las obras de ingeniería, renovación de vías, trazado y renovación del parque rodante. A la vez, mencionó la intención de ampliar el acceso al puerto de Buenos Aires y generar nuevas vías de ingreso ferroviarias a otros puertos.

Un oscuro día de “la Justicia”

Por Mario Wainfeld El veredicto del Tribunal Oral Federal 3 absolvió a todos los acusados (ver nota aparte). Era el resultado esperado, el favorito en las apuestas que se cruzaban en los tribunales de Comodoro Py. No hubo sorpresa, en ese aspecto. Lo que sí son asombrosos, chocantes y deprimentes otros puntos de la decisión. Los magistrados no se “conformaron” con absolver en base a la presunción de inocencia, que es un noble imperativo legal. Ni en disentir con el juez federal Daniel Rafecas, lo que es una contingencia habitual cuando una instancia superior revoca lo resuelto por una inferior. Trastrocaron todo, transformaron al magistrado y a la Oficina Anticorrupción en presuntos culpables. Un disparate, desde ya, cuyos fundamentos no se conocen en su totalidad. Apenas se presentó un resumen a cuenta, más parecido a un alegato (o a un panfleto) que a una sentencia: pletórico en adjetivos y parco en análisis de las pruebas. Se agregó un mojón en la penosa trayectoria de una fracción importante del Poder Judicial. Un abuso de poder manifiesto, una arbitrariedad que forzará a cualquier fiscal con conciencia (y con coraje) a recurrir a instancias superiores. El principal acusado, el ex presidente Fernando de la Rúa, aprovechó para victimizarse, su especialidad. El ex mandatario denunció un complot en su contra. Sigue sin percatarse de que cayó como consecuencia de lo que hizo o dejó de hacer. No por conspiraciones o conjuras. El cronista, que siguió en detalle el episodio en sus primeras etapas, está convencido de que los sobornos existieron. Es admisible, a título de hipótesis, que las pruebas no bastaran para una condena penal. El derecho anglosajón utiliza como alternativas para sentenciar que el acusado es guilty o not guilty (culpable o no culpable). Es un lenguaje adecuado para delimitar los alcances de la competencia (y hasta del saber) de un juez penal. Pero acá sus Señorías no dicen que los hechos no se comprobaron, que de eso se trataría en el mejor de los casos, sino que no existieron. Sólo arrogándose tales poderes extrasensoriales pueden llegar tan lejos y aducir que hubo mala praxis de quienes investigaron o querellaron. Este escriba entiende, por otro lado y sin desmentir lo anterior, que las responsabilidades políticas de De la Rúa y sus acólitos son más graves que las posibles dádivas. Lo peor no fue la eventual corrupción, fue el sesgo de la ley y de la política que era su contorno. Repasemos toda la historia, no sólo el capítulo de ayer. *** Los que formaban opinión: El cronista recuerda haber visto dos diarios sobre los escritorios de dos protagonistas centrales de esta historia, funcionarios ambos. El primero fue un ejemplar del diario español El País de fecha previa a la aprobación de la Reforma. Mostraba incidentes en las calles, gomas quemadas: quería transmitir la imagen de un gobierno débil frente a la protesta social. “Si piensan así de nosotros”, repetían los funcionarios, “jamás vendrán inversiones”. Ese era un aliciente para dictar la ley. El otro diario era el prestigioso The New York Times, ensalzándola de lo lindo. De lo lindo para su visión del mundo, compartida por el gobierno aliancista empezando por su vértice superior. La nota, que esos hombres del presidente mostraban en triunfo, es bien reveladora. En política rige plenamente el adagio “a confesión de parte, relevo de prueba”. Se irán transcribiendo párrafos de ese artículo. No se los consigna todos juntos porque en estos días se come mucho, hace calor en la mayor parte del territorio nacional y la lectura completa podría indigestar a cualquiera. Ahí va el primer trozo. *** NYT (part I): “La joya de la corona de la política económica de De la Rúa es su reforma laboral. La ley aumentará a seis meses de los actuales 30 días, el período de prueba obligatorio por ley para los nuevos trabajadores, dándoles más tiempo a las empresas para despedir a un empleado sin pagarle indemnización. Bajará la tasa de impuesto de los sueldos de un 18 por ciento a un 12 por ciento”. *** Lo intocable y lo removible: De la Rúa se había juramentado no tocar la convertibilidad, ni siquiera la paridad cambiaria uno a uno, aunque esa norma permitía adecuarla. Los intereses de los laburantes y la intangibilidad de sueldos o jubilaciones no integraban su credo. Su gobierno auguraba que ése era el precio para reactivar la economía. Ese fin supuestamente no se logró, los nefastos objetivos de la Reforma laboral sí. Tal vez porque sintonizaban con las circunstancias fácticas que dejaban desguarnecidos a trabajadores sin empleo, cuyo número crecía día a día. *** NYT (part II): “Se eliminará una ley que obliga a las empresas a retener los viejos contratos si fracasan las negociaciones, un cambio que prohibiría que los líderes de los sindicatos protegieran leyes laborales anacrónicas al negarse a negociar de buena fe. Quizá más importante, el nuevo código laboral les quitaría el poder a los líderes de los sindicatos nacionales para determinar salarios y condiciones de trabajo en todas las industrias, permitiéndoles a las empresas más pequeñas y más nuevas negociar sus propios términos en lugar de tener que pagar los mismos salarios que las grandes empresas ya establecidas”. *** Huevo, huevo, huevo: Según la prensa independiente de los países centrales y el gobierno, la Argentina entraría así “al mundo”. No resultó así, por lo visto. Eso sí, muchos argentinos se cayeron del mapa. La reacción de los sindicatos que conservaban dignidad era de manual. Sus protestas fueron reprimidas, el secretario general de los judiciales, Julio Piumato, fue baleado por las fuerzas del orden. Los objetivos de la norma iban más allá del derecho laboral y de las asociaciones profesionales, lo que extasiaba a los comentaristas gringos, que tenían buenas fuentes por acá. Con suerte, se podrían desregular (linda expresión) más derechos. *** NYT (part III): “La aprobación del nuevo código laboral en el Senado, predicen los consejeros de De la Rúa, le daría a la nueva administración el momentum para reducir aún más los costos en las empresas al desregular el sistema de salud pública. ‘Solía ser aburrido antes de ser presidente, y ahora se está divirtiendo’, dijo Eduardo Elsztain, presidente de IRSA y Cresud, las mayores empresas de Argentina en bienes raíces. ‘Está haciendo las jugadas correctas’”. Huelga añadir algo a la clara lectura de un medio calificado y a la verba de un “burgués nacional”. Se venía un “momentum” delicioso. *** Las pruebas de cargo: Es complejo probar una dádiva, sobre todo si hay entre todos los implicados un pacto de silencio. La confesión de Mario Pontaquarto alteró la ecuación. Era un cómplice de la jugada, se autoincriminó, hizo una descripción minuciosa de los movimientos del dinero y de los protagonistas. La actuación del juez Rafecas y del fiscal Federico Delgado agregó potente evidencia circunstancial. Su labor fue notable, plena de méritos, convincente. Ayer se los cuestionó y castigó por eso, en particular a Rafecas: un trance tan injusto como doloroso. Entre las pruebas materiales que consiguieron sobresalen los cruces o ubicación de llamadas telefónicas que probaban que los presuntos cobradores de la coima habían rondado la morada del senador peronista Cantarero, como moscas a la miel... justo en las horas en que éste habría tenido la valija con la millonada de dólares. *** A modo de saldo: La sentencia decepciona, en su esfera de influencia. Pero no reivindica al gobierno aliancista ni a los acusados. Ni los absuelve de sus tamañas responsabilidades políticas. Zafaron, por ahora, de las acusaciones criminales. Pero no convencerán seguramente ni en ese rubro. Otro tribunal Oral Federal, el número 1, había condenado a dos peritos (uno de ellos propuesto por Fernando de Santibañes) por truchar pruebas para descalificar a Pontaquarto. Con el resultado de ayer, serán los únicos condenados en esta causa. En fin... De la Rúa entró y salió del tribunal sin que lo rodearan más que allegados y una nube de periodistas. No había gente ni para vitorearlo ni para insultarlo. Es un muerto político, como lo son todos los acusados. A veces “la política” es más justa que el Foro. La ley se aprobó en el año 2000. La causa remoloneó para comenzar, fatigó a ritmo de tortuga sus laberintos kafkianos, la sentencia llega más de trece años después de los hechos. Sus Señorías tendrán meses para redactar y difundir sus fundamentos completos. No hay por qué pedirles, caramba, que se apuren o que dejen de disfrutar de la feria de enero. Así funcionan la mayoría de los juzgados y Cámaras en nuestro país. No todos ciertamente, aunque sí demasiados. Hablamos de un poder del Estado, el Judicial, al que es habitual apodar “la Justicia”. Hay muchas personas VIP que opinan que no es necesario que haya una reforma judicial. La increíble, triste y morosa historia que tratamos de reseñar induce a pensar lo contrario. mwainfeld@pagina12.com.ar

LA TOZUDEZ DE LA VIDA QUE BROTA

por Eduardo de la Serna No es grato reconocer Cuando fuimos derrotados Porque no es grato perder Y creer que así hemos fallado. Y más cuando nuestra causa, Por la que tanto hemos luchado Es una causa divina Es Dios mismo que ha hablado. Habló en unos campesinos, En un pesebre y un asno Habló en unos migrantes Y unos pastores del campo. Es cierto que esta palabra No es un pregón soberano Pero dicen que pa’calentar El fuego ha de venir por abajo. Se celebró un nacimiento Que es fiesta que celebramos. Pero otra fiesta se impuso, Ya no hay niño sino anciano, Ya no hay pañales y bueyes Sino renos, nieve y tapados Ahora cuentan chimeneas Y no el pesebre y el pasto. Ya no se celebra la vida El encuentro y los abrazos Sino las compras y ventas Y la importancia del regalo Porque al Dios ese, pequeño Lo venció el dios del Mercado. Y sin embargo, tozudos, Seguiremos celebrando Seguiremos compartiendo Seguiremos festejando Que ese niño es el Dios vivo Que está con los humillados Que está con los perseguidos Está con los derrotados.

Desafíos de la economía que viene

EL ANÁLISIS DE CUATRO ESPECIALISTAS POR PABLO GALAND 13.11.2013 Consejos para enfrentar la inflación, las restricciones cambiarias, la caída de reservas y el déficit energético. Claudio Lozano, Martín Burgos, Carlos Heller y Rogelio Frigerio dan sus recetas. Rumores descartados. Hubo versiones de cambios en el equipo económico pero fueron descartados. En los últimos años, temas como la inflación, las restricciones cambiarias, la caída de reservas y el déficit energético se convirtieron en condicionantes que el Gobierno necesita resolver para garantizar la sustentabilidad del modelo productivo inaugurado hace una década. Veintitrés convocó a cuatro economistas de diferentes orígenes para que planteen su visión para superar la coyuntura: Claudio Lozano (diputado nacional de Unión Popular), Martín Burgos (investigador de Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina Cefid-Ar) y miembro de la Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche), Carlos Heller (diputado nacional de Nuevo Encuentro) y Rogelio Frigerio (legislador porteño del Pro y próximo presidente del Banco Ciudad). 1) ¿Qué políticas se pueden llevar adelante para disminuir los actuales índices de inflación? Claudio Lozano: –En un país donde tres de cada diez hogares son pobres, la inflación nunca puede ser un problema de demanda. Es, centralmente, una cuestión de oferta insuficiente de bienes y servicios por falta de inversión. En nuestra economía, pocas empresas, en su mayoría extranjeras, tienen el poder de mercado de los principales productos que la Argentina desarrolla. Es esta estructura empresarial la que muestra una falta de inversión productiva que se paga con aumentos de precios, que son asumidos por el conjunto de la sociedad, tanto los trabajadores como incluso los segmentos más débiles de los empresarios. Desde este punto de vista, resolver el problema inflacionario requiere regular el comportamiento de las empresas más concentradas, y el mejor modo de hacerlo es por la vía de Mesas de Concertación por Cadena de Valor, que junten en un mismo ámbito a los responsables de las series de transacciones que recorre un producto hasta llegar a la góndola. Martín Burgos: –Lo que hay que evitar es que la inflación desacelere la economía impactando en la demanda de los sectores populares. Los cuentapropistas no se ven afectados por la inflación, dado que ajustan sus márgenes. En los asalariados conveniados, se dio un proceso de aumento de salarios nominales a través de los convenios colectivos de trabajo. Para los asalariados en negro, lo importante fue el aumento del salario mínimo vital y móvil, que les sirve de pauta para aceptar o rechazar un empleo. En cuanto a la inflación en sí, se la puede frenar mediante acuerdos sociales amplios. La otra alternativa es la que se propone desde sectores con poca sensibilidad social, que es la de aumentar el desempleo. Sin embargo, esta opción sólo incrementaría la conflictividad social en un contexto de recuperación de la fuerza sindical, por lo que seguramente terminaría agudizando la inflación por un proceso de puja distributiva. Carlos Heller: –A corto plazo se requiere avanzar en una concertación entre el Gobierno, los empresarios y los sindicatos para reducir los niveles actuales de inflación. Paralelamente, hay que estudiar los costos de las grandes empresas formadoras de precios, para analizar que su política de ganancias no esté generando impulsos inflacionarios, y analizar también la formación de precios a lo largo de toda la cadena de producción y comercialización de los bienes de la canasta popular de consumo. El sistema impositivo debe jugar un papel importante, con una modificación de la ley de ganancias que, partiendo de una ganancia porcentual razonable, aplique muy altas alícuotas a las ganancias extraordinarias. Rogelio Frigerio: –Más allá de discutir sobre las actuales causas de la inflación en la Argentina, cabe destacar el hecho de que el gobierno nacional ignora el problema y, en cierta forma, se aprovecha del aumento de precios como una fuente adicional de recaudación, vía impuesto inflacionario. Una solución de base al problema requeriría coordinar la política macroeconómica, las expectativas del público, la política de ingresos y gastos. El esquema que se utiliza en el mundo para estos casos se denomina “metas de inflación”. En concreto, se deben aplicar políticas fiscales, monetarias y cambiarias coherentes y en paralelo el público debe enterarse y creer en la intención del Gobierno de bajar la inflación; forjándose pautas salariales acordes a las metas de inflación que fije el Gobierno. 2) A dos años de la implementación de las restricciones cambiarias, ¿ve necesario salir de ese esquema? Claudio Lozano: –Lo que hace falta es recuperar seriamente el control sobre el comercio exterior de manera de evitar que se consume el proceso devaluatorio en curso, y al mismo tiempo encarar los cambios coyunturales y estructurales que hacen falta para resolver las tendencias devaluatorias. Se requiere recuperar el control sobre la oferta de divisas, minimizar los pagos externos (entre ellos los vinculados con la deuda pública que insumen no menos que U$S 10.000 millones al año), frenar la inflación, abrir nuevas opciones de inversión vinculadas al desarrollo de la infraestructura local (redes de transportes, etc.), sustituir en serio las importaciones y generar un piso de ingresos para una Argentina que tiene cerca de un tercio de su población en situación de pobreza. En ese marco, se podría pensar un perfeccionamiento de las restricciones cambiarias por vía de la instrumentación de tipos de cambios diferenciales de acuerdo a la productividad del sector. Martín Burgos: –No creo que sea necesario salir de las restricciones cambiarias; no sé, incluso, si es deseable. Este gobierno, más allá de unos resultados que pueden discutirse, eligió el camino de la sustitución de importaciones para lograr sortear el problema de divisas típico de un país dependiente como el nuestro, problema que aqueja a la mayoría de los países del mundo. ¡Y no existe proceso de sustitución de importaciones que se haya hecho sin restricciones a las importaciones! Por lo que este proceso requiere adaptar las conductas empresarias y de los consumidores a la estrategia del país. Carlos Heller: –Resulta eficiente mantener continuamente un sistema de administración de las divisas, que debe ser adecuado a la situación de cada momento. El mismo también debe tender a desincentivar progresivamente los deseos de ahorrar en dólares, ideando instrumentos que fomenten el ahorro en pesos. En esta temática se requiere que la sintonía fina funcione lo más aceitadamente posible, evitando importaciones innecesarias pero permitiendo aquellas indispensables para la continuidad de la producción. Habría que recrear las Juntas Reguladoras de Carnes y de Granos con participación del Gobierno, los trabajadores, los productores y los consumidores. Rogelio Frigerio: –La evidencia empírica mostró que el cepo por sí solo no es capaz de cortar la pérdida de reservas. Por el contrario, al igual que lo que ocurre con la inflación, se requiere de una estrategia más general que incluya a la política macroeconómica, como la principal herramienta. Es necesario usar políticas monetarias, fiscales y cambiarias para bajar el aumento de precios y “controlar” las expectativas de devaluación y de inflación. Paralelamente, se deben incentivar los canales de ingreso de capitales a nuestro país. Para promover la inversión externa directa es necesario brindar un marco de seguridad jurídica y estabilidad económica a los inversionistas. 3) ¿Considera preocupante que durante este año el Banco Central haya perdido 10.000 millones de dólares de reservas? ¿Se corre peligro de que el próximo año se repita una caída similar? Claudio Lozano: –Claramente es preocupante que se hayan perdido más de 10.000 millones de reservas en lo que va del año, ya que alimenta las expectativas devaluatorias en curso. En tanto, la situación en términos de política económica sigue igual y considerando que los próximos dos años suponen vencimientos de deuda pública por unos 18.000 millones de dólares, la situación en materia de reservas implica un alerta para el futuro de la economía argentina. Martín Burgos: –La caída de las reservas es un problema mucho más importante aún que el de la inflación. Por eso el Gobierno tomó al respecto medidas mucho más draconianas: porque sabe que la caída de reservas puede comprometer su proyecto político en lo económico. Se puede vivir con inflación si se logra sostener un proceso de distribución de ingreso (como se ha hecho), ¡pero no se puede vivir sin reservas! El 2014 no es tan preocupante dado que no hay vencimientos de deuda importantes, por lo que se debe lograr recuperar reservas liquidando las exportaciones de soja que se están reteniendo en los silos. Carlos Heller: –Las reservas internacionales están para ser utilizadas, hay que descartar la vieja idea de la convertibilidad. Se defenderá el valor de la moneda en la medida en que crezca el PBI, el consumo popular, la inversión bruta fija y mejore la distribución del ingreso. Pienso que el próximo año se irán adecuando las operaciones a las normativas cambiarias, y que los equilibrios del sector externo serán conservados. Rogelio Frigerio: –Hoy en día, el síntoma de la enfermedad argentina son los 10 mil millones de dólares que perdió el BCRA a pesar de las medidas proteccionistas. En este contexto, las exportaciones que dependen principalmente del complejo sojero y de la industria exportadora cuyo principal producto son autos hacia la economía brasileña, son el amortiguador con que cuenta nuestro sector externo. El año que viene difícilmente estas partidas muestren incrementos mayores a los de este año. El Gobierno se enfrenta con una restricción externa creciente. Y se ve obligado a elegir entre cuidar los dólares a costa de moderar el crecimiento; o contrariamente, sacrificar la pérdida de reservas e intentar apuntalar el nivel de actividad. 4) ¿Cómo se puede revertir la caída de divisas que se genera fundamentalmente por el déficit energético y turístico? Claudio Lozano: –En materia de déficit energético se requiere una regulación a fondo sobre el conjunto de firmas que operan en el sector. No alcanza sólo con estatizar YPF. Se impone una revisión de la estructura de costos de cada firma para verificar que el costo de producción del barril (U$S 12) se encuentra muy por debajo de su precio interno (U$S 70) permitiendo una ganancia extraordinaria apropiada por las grandes firmas. Capturar esta renta por parte del Estado supone menores subsidios a la energía y al transporte sin aumentar la tarifa. Esta mejora del cuadro fiscal permite financiar en pesos, y a un tipo de cambio como el vigente a nivel local, las importaciones de energía que demanda nuestro país, al tiempo que permite abrir líneas de financiamiento para la exploración de nuevas opciones energéticas. Martín Burgos: –Es reducido el margen de maniobra dado que es un proceso de ciclo largo, estructural. Sin embargo, hoy es poco lo que se puede criticar de las medidas que se tomaron desde la nacionalización de YPF. Si hasta los “mercados financieros” dan señales positivas al respecto: ¡sólo falta ver la cotización de la acción, que subió de 60 pesos a 220 en un año! La crítica más aceptable es la del “demasiado tarde”, pero tampoco toca en lo fundamental del proceso. Quedan pocas dudas de que el déficit energético se va a solucionar, pero tal vez tendremos que esperar algunos años. Carlos Heller: –El déficit energético se genera en gran medida por el aumento de la actividad económica de la última década. Si bien se han tomado importantes medidas, entre ellas la reestatización de YPF, la resolución del déficit energético llevará tiempo. Un incremento de tarifas segmentado para los usuarios de altos ingresos resulta conveniente, aunque difícilmente opere sobre el déficit global. También hay déficits comerciales en los rubros turismo, automotriz, autopartes y artículos electrónicos de consumo. Debe trabajarse sobre todos estos sectores para ir reduciendo los déficits actuales sin perjudicar la producción nacional. Rogelio Frigerio: –Las exportaciones de soja y autos han motorizado a todo el sector comercial externo y han financiado el déficit de la industria y del sector energético. Sin embargo, nuestro país estaría enfrentando un contexto de pérdida estructural de reservas en el que estos rubros ya no alcanzan para revertir el drenaje de capitales. Para revertir la caída se debe hacer una política macroeconómica que integre herramientas fiscales, monetarias y cambiarias, con un sesgo antiinflacionario. A la vez, se deberían estimular los canales de ingreso de dólares, como la inversión externa directa, las ventas externas provenientes de nuestras economías regionales, las exportaciones energéticas y el turismo receptivo, entre otras áreas.

"El dólar fue usado en la campaña electoral”

Por Cristian Carrillo “El dólar paralelo fue usado como parte de la campaña electoral. Con clara intencionalidad política, lo que se hace es querer institucionalizar el precio del blue como el verdadero valor de la moneda, pero es un mercado negro e insignificante, que se nutre de estafar a turistas”, señaló a Página/12 el titular de la Comisión Nacional de Valores (CNV), Alejandro Vanoli. El funcionario le restó entidad al tratamiento mediático que analistas realizan en torno del precio que se solicita en las cuevas para la divisa y que en la semana previa a las elecciones se posicionó por encima de los 10 pesos. Esta semana se realizaron controles conjuntos entre los distintos entes reguladores, que permitieron neutralizar la operatoria en ese segmento informal. Vanoli aseguró que estos controles continuarán la semana próxima, mientras se avanza en medidas que contribuyan a generar expectativas positivas. Reconoció que habría que buscar soluciones pragmáticas a la demanda genuina de dólares. La semana pasada se inició un desplazamiento del precio informado por las cuevas desde los 9 pesos en que se había estabilizado hace varios meses hasta los 10 que superó el martes último. Los montos se mantuvieron reducidos. Fue entonces que se realizó una serie de operativos en la city porteña para evitar un mayor impacto en las expectativas. “El mercado ahora está en orden. Se realizaron inspecciones con personal de la comisaría 1ª, agentes nuestros (CNV), de la Procelac, la AFIP, el Banco Central y de la Secretaría de Comercio Interior. El mercado paralelo es una actividad que se minimizó”, señaló Vanoli, quien reiteró que también deben llevarse adelante “otras líneas de trabajo y medidas de política económica” para contrarrestar la tradición del ahorro en moneda extranjera en el país. –¿Continuarán los controles? ¿Cuáles son esas otras líneas de acción? –consultó este diario. –El lunes no van a estar todos voceando el tipo de cambio. La idea es que las inspecciones sigan. El tema de fondo es que haya un cambio en las expectativas, a partir de las señales que surjan de los acuerdos con el Banco Mundial y el Club de París. Lo importante es cuidar el superávit externo. En las próximas semanas vamos a ver un alivio del sector externo. –¿Por qué? –No sólo por las inversiones que pueda hacer Chevron con Vaca Muerta, sino también posibles suscripciones del bono Baade de empresas como Bridas. Estos son ingresos reales de divisas. También hay bancos de inversión extranjeros que se posicionan en acciones y activos vinculados con infraestructura –en fideicomisos financieros– porque consideran que este tipo de papeles en el país están baratos. El objetivo, al menos desde la CNV, es ofrecer alternativas para el ahorro. El dólar no es la alternativa para invertir. En lo que va del año los precios de las acciones líderes protagonizan un alza acumulada record. Dentro del Merval se destacan subas de 323,5 por ciento para las acciones de Edenor, seguidas por Grupo Galicia (126,7), Pampa (125,8), Telecom (122,6), Banco Macro (116,5), Francés (115,7) e YPF (108,1), según un relevamiento realizado por la CNV. “El objetivo es movilizar el ahorro hacia el desarrollo”, agregó Vanoli. La volátil cotización ilegal del dólar blue aumentó alrededor del 32 por ciento en lo que va del año. “De todos modos, utilizan los movimientos del blue con intencionalidad política. Es un mercado insignificante y hoy prácticamente paralizado. Venden dólares que consiguen estafando turistas. De hecho, los grandes compradores no van al blue, sino que los adquieren a través del contado con liquidación”, señala Vanoli. Según los registros del organismo, este tipo de operatoria también es reducida: ayer movilizó unos 630 mil dólares. –Cuando habla de modificar la restricción cambiaria, ¿a qué se refiere? –A cuestiones de demanda genuina, no especulativa, como la vinculada con la compra de viviendas usadas. Se pueden buscar adecuaciones de manera gradual y pragmática. –¿Flexibilizar las restricciones? –Para una economía en desarrollo y un mundo en crisis no se puede permitir el acceso a la formación de activos externos. No veo espacio para flexibilizar. Lo que se puede es trabajar en activos en pesos, algo similar al Cedin, y atraer los fondos externos a la actividad productiva. –¿No hay riesgo de endeudamiento? –La discusión no es endeudarse sí o no. Si permite aliviar este ingreso de capitales y se mantiene el desendeudamiento externo es legítimo. El desendeudamiento no implica emitir cero, sino mantener el peso de la deuda en los niveles actuales, del 9 por ciento del PIB.

Desamericanizar Por Alfredo Zaiat

Estados Unidos es la primera potencia mundial y seguirá siendo una de las grandes economías en las próximas décadas. El dólar es la moneda de aceptación universal para transacciones comerciales y financieras, y seguirá siendo una divisa relevante en el flujo de capitales internacionales. Pero la centralidad absoluta de Estados Unidos en la economía mundial y el dólar está empezando a ser cuestionada. Los análisis conservadores repiquetean hasta el cansancio con la idea de que la Argentina está fuera del mundo. Tienen razón. Pero por otro motivo del que ellos expresan, concentrado en muletillas sobre la confianza y en deseos del rechazo del inversor extranjero que colisiona con la realidad. La Argentina está realmente fuera del mundo por otra cuestión. Lo está cuando influyentes sectores sociales, cuyos intereses están amplificados por grandes medios hacia toda la sociedad por razones económicas y políticas, manifiestan fanatismo por el dólar. Si tuvieran la capacidad de observar apenas un poco por encima del ombligo, descubrirían que en ese mundo exterior que tanto invocan existe un debate intenso sobre el destino de la primacía del dólar como moneda de reserva y de transacción universal. Las razones para explicar la dolarización de excedentes son variadas, necesarias de conocer para comprender la dinámica de la economía doméstica: diferencial de tasa de interés local e internacional, conducta rentista, refugio por la memoria de crisis pasadas, operaciones inmobiliarias en dólares, fuga de capitales, régimen hiperliberal de acceso a la moneda extranjera durante más de tres décadas. Pero también es importante saber que lentamente algo está cambiando en la economía mundial. Y ese cambio tiene como protagonista al dólar. Una expresión impactante de esa transformación fue el editorial de Xinhua, la agencia de prensa estatal china, que refleja el pensamiento de los líderes del Partido Comunista. Convocó a que quizá sea un buen momento para que el mundo, confundido (por el cierre parcial del gobierno de Estados Unidos y la crisis por el techo de la deuda), empiece a considerar la construcción de un mundo “desamericanizado”. La tregua entre demócratas y republicanos que evitó la cesación de pagos de Estados Unidos es frágil, al extender el techo de la deuda hasta el 7 de febrero y la reapertura de la administración federal hasta el 15 de enero de 2014. Con la irrupción de nuevas potencias en el nuevo siglo, sobresaliendo China, y con la crisis de 2008 que aún persiste, el sistema monetario mundial empezó a ser cuestionado. En ese contexto, la sola posibilidad de un escenario de default de los bonos del Tesoro de Estados Unidos reavivó el debate sobre el dólar como moneda dominante de la economía mundial. Y China juega un papel central en esa eventual reconfiguración. China es el mayor acreedor extranjero de Estados Unidos y, por lo tanto, tiene mucho en juego. En 2000, China poseía apenas 60 mil millones de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos, equivalente al 2 por ciento del total de los 3,3 billones en manos de residentes estadounidenses. Desde entonces, el desequilibrio de las cuentas fiscal y externa, a lo que se le sumó el salvataje a bancos, compañías de seguro y automotrices, elevó la deuda a casi 12 billones de dólares (16,7 billones incluyendo las tenencias de las dependencias públicas). En ese período, China aumentó la cartera de bonos del Tesoro en más de cinco veces, al ubicarse en el 11 por ciento (1,3 billón de dólares) del stock circulante en el mercado abierto, en julio de este año. Stephen Roach, investigador y profesor de la Universidad de Yale, explica que esa acumulación de deuda estadounidense está en el centro de la interdependencia que une a las dos economías. Publicó el artículo “China’s wake-up call from Washington” en Project Syndicate, precisando que China no ha estado comprando bonos del Tesoro “por benevolencia o porque piensa que Estados Unidos es un ejemplo de riqueza y prosperidad”. La absorción de esa deuda en las últimas tres décadas fue porque ha sido funcional a su política monetaria y cambiaria para facilitar su crecimiento impulsado por las exportaciones. China ha contabilizado superávit de cuenta corriente desde 1994 y ha derivado gran parte de ese excedente de ahorro a la compra de bonos del Tesoro. Autor de los libros The Next Asia y Unbalanced: The Codependency of America and China, Roach precisa que China ha reciclado el 60 por ciento de su ahorro a deuda pública de Estados Unidos, con el objetivo de limitar la apreciación del yuan frente al dólar y, de ese modo, mantener la competitividad de su producción para fortalecer el crecimiento impulsado por las exportaciones. Ese dinamismo también ha sido muy beneficioso para Estados Unidos debido a que su economía basada en el hiperconsumo registra una importante escasez de ahorro interno, lo que deriva en un crónico déficit de cuenta corriente. Desequilibrio que tiene que cubrir con deuda tomada por inversores extranjeros, con China a la cabeza. La necesidad de compra abultada de deuda por parte de China implica también otro beneficio para Estados Unidos porque define tasas bajas ante la fuerte demanda. Y el elevado consumismo lo cubre con la importación barata de productos chinos que favorece a los consumidores estadounidenses, quienes logran así estirar sus presupuestos en una etapa crítica para el empleo y los ingresos reales. “Durante más de 20 años, esta codependencia de beneficio mutuo les ha servido a ambos países para satisfacer sus respectivas agendas de crecimiento”, afirma Roach. Un error habitual es evaluar el recorrido futuro en base a acontecimientos del pasado. Es decir, pensar que no pueden ocurrir cambios debido a lo acontecido durante tantos años. Roach no lo cree así al sostener que el pasado no debe ser visto como prólogo. “Una transformación radical está próxima, y las últimas polémicas fiscales de Estados Unidos bien pueden ser el punto de inflexión.” Menciona que China ha tomado una decisión estratégica para modificar su política de crecimiento en el 12º Plan Quinquenal, de marzo de 2011. Estableció un marco general para un modelo de crecimiento más equilibrado basado cada vez más en el consumo privado doméstico. Ese plan está a punto de ponerse en marcha, y una señal relevante en ese sentido será el III Plenario del Comité Central del 18º Congreso del Partido Comunista de China, que se desarrollará el próximo mes. Esto tendrá como consecuencia una disminución del excedente de ahorro de China, con un ritmo más lento de acumulación de reservas en dólares, y por lo tanto una reducción de la demanda de activos nominados en dólares, como los bonos del Tesoro de Estados Unidos. Del mismo modo que China está revisando su modo de crecimiento, también Estados Unidos empieza a plantearse la necesidad de la reindustrialización de su economía, teniendo en cuenta que con la explotación de yacimientos de petróleo y gas no convencional alcanzará el autoabastecimiento a un costo más bajo que la energía que compra a precio internacional. Esto le permitiría sustituir importaciones con una producción competitiva. El debate sobre el techo de la deuda estadounidense es un acontecimiento que navega en la superficie del sistema monetario mundial, pero las corrientes subterráneas están fluyendo a mayor velocidad. Una de ellas tuvo su expresión en el reciente acuerdo del Banco Central Europeo con el Banco Central de China para intercambiar yuanes y euros; o sea, realizar su comercio sin acudir al dólar. La Unión Europea es el mayor mercado de China, y acuerdos de este tipo debilitan el dólar y aumentan el poder del yuan. La moneda china es la novena moneda más transada en el mundo y camina hacia su creciente internacionalización, proceso económico de largo plazo que ya ha comenzado. El Banco Popular de China informó que la liquidación de operaciones en yuanes en el extranjero ascendió a 3,16 billones (515 mil millones de dólares) en nueves meses de este año, 50 por ciento más que en igual período del año pasado. China hoy tiene acuerdos de intercambio de divisas con 22 países por un total de 2,2 billones de yuanes, unos 370 mil millones de dólares. Son pasos con paciencia oriental en el camino de la desamericanización de la economía mundial, que es lo mismo que desdolarizarla. azaiat@pagina12.com.ar

Sube la imagen de Cristina Fernandez luego de las PASO

la imágen de Cristina en estos tiempos después de las PASO con estos datos de Carlos Fara: La aprobación de la gestión presidencial pasó del 49 % en julio al 51 % ahora; Quienes pensaban que el país iba por el buen camino eran el 39 % en julio y ahora son el 45 %; El optimismo sobre la situación personal pasó del 62 al 74 %; La evaluación positiva de la última década creció del 56 al 60 %; La imagen negativa personal de CFK bajó del 33 al 29 %; Los decepcionados con las medidas que tomó Cristina desde que asumió por segunda vez descendieron del 50 al 32 %; El 40 % evalúa positivamente las medidas que ha tomado desde la elección de agosto (las PASO); Pese a todo eso los que están de acuerdo con reformar la constitución nacional para permitir la reelección bajaron del 30 al 25 %. Coincidiendo con ellos le sumo los de la consultora Analogías en Tandil de un trabajo reciente: Evaluación del desempeño de Cristina en septiembre: Aprobación 64,6% Desaprobación 33,1%. Seguramente está influyendo algunas de las medidas tomadas luego de las primarias y algunas novedades en el modelo de comunicación. ¿Pueden modificar los resultados de agosto?.

"REPÚBLICA, DEMOCRACIA Y KIRCHNERISMO" Por Eduardo Jozami

La pretensión de considerarse como defensores de la República y la democracia de quienes, en 1955, derribaron a un gobierno elegido por el voto popular tuvo mucho que ver con cierto desapego por esos conceptos en la tradición del peronismo y, en general, entre los sectores populares argentinos. Los golpistas de 1976 ya no pudieron invocar la democracia, pero siguieron hablando de la República: la clase dominante argentina siempre había considerado un orden republicano aquel que aseguraba la exclusión política y social de las mayorías. Por eso, en el debate realizado una semana atrás en la Universidad Di Tella, recordé que Federico Pinedo había titulado En tiempos de la República su recopilación de escritos y discursos de la llamada Década Infame. No porque yo pensara que el dirigente conservador expresara el ideal republicano, como sugiere Roberto Gargarella en su nota publicada en Clarín el 1º de octubre. Como él, también prefiero pensar la República partiendo de Rousseau, Artigas o Bolívar. Pero el discurso de Vicente Palermo, al que yo contestaba en el debate citado, no estaba inspirado en esas grandes figuras sino en esa tradición argentina que sostiene un poder limitado para que los gobiernos de mayoría no controlen el poder económico y aprueba la ilimitada extensión del poder cuando gobiernan las minorías, por el fraude o por la fuerza. Precisamente en la idea de poder limitado se centró, en buena medida, la discusión en la Universidad Di Tella, en su momento ampliamente reflejada por Página/12. Luego de una intervención de Horacio González que destacó que “las liturgias podían convertirse en tabiques para el debate” y reclamó la necesidad de renovar los conceptos de liberalismo, República y democracia, discurso que hubiera merecido una respuesta más ponderada, Palermo consideró que el actual gobierno debía ser juzgado con la lente de la Constitución liberal de 1853 y luego de calificarlo como corrupto, expresión de un poder personal y casi despótico, consideró “negativo y amargo” el saldo de la década y concluyó en señalar como clave de una política alternativa la necesidad de instaurar un poder limitado. Respondí que esta opción por el poder limitado tenía que ver con una escasa vocación por las transformaciones necesarias para profundizar la democracia. En una sociedad donde cada vez se concentra más el poder económico y mediático, la construcción de poder político y el dotar al Estado de más capacidades para regular y controlar los mercados y poner límites al gran capital es condición indispensable para avanzar en un programa popular. Hubiera sido subestimar a quienes me escuchaban abstenerme de cuestionar esa reivindicación del poder limitado por el temor de que se me considerara partidario del “poder ilimitado”. Gargarella señala que él no hace esa atribución fácil, pero el artículo de Clarín lleva por título: “El kirchnerismo es partidario del poder ilimitado”. De este modo se desplaza la verdadera discusión, olvidando que, dentro de los límites que establece la arquitectura constitucional de la separación de poderes, todo gobierno que quiera llevar adelante un ambicioso programa de reformas deberá acumular poder político y respaldo popular. En busca de mayor comprensión, no puse el ejemplo de Perón, seguramente poco simpático a alguno de mis interlocutores, sino el de Roosevelt. El presidente de Estados Unidos bregó por ampliar los poderes estatales para hacer frente a la crisis de los años ’30 y sufrió el hostigamiento de la Justicia estadounidense hasta que logró modificar la integración de la Corte, nombrando nuevos miembros, pero Gargarella niega esta evidencia. Como tampoco toma en cuenta la constatación de Ernesto Laclau, quien señaló que, a lo largo de la vida independiente, la realidad latinoamericana muestra que, en la mayoría de los casos, las reformas populares nacieron de los Ejecutivos, mientras las oligarquías que las resistían se hacían fuertes en los Parlamentos. No se equivoca Gargarella cuando señala que mi crítica al gobierno limitado puede caberle al de Fernando de la Rúa, débil frente a los acreedores internacionales, pero capaz, sin embargo, de despedirse con una represión que dejó más de 30 muertos. Pero el polemista no muestra buena información cuando intenta relacionarme con ese gobierno que no integré. Fundador del Frente Grande, cuestioné la política que llevó a esa fuerza a aliarse con De la Rúa y más tarde a participar de su gestión. Es necesario aclarar también que no abogo –como Gargarella me atribuye– por que se otorguen facultades a los Ejecutivos para gobernar por decreto de necesidad y urgencia, por la simple razón de que ya las otorga la Constitución. Lo que sí cuestioné fue la hipocresía de un discurso político que alternativamente utiliza esas facultades para luego condenarlas cuando no se está en el gobierno. Más allá de chicanas y aclaraciones, lo que importa es señalar que en el debate de la Di Tella, como en la confrontación entre el actual gobierno y la oposición, aparecen ideas que es importante profundizar. A veces, en el afán de cuestionar el discurso conservador, corremos el riesgo de regalar el republicanismo a nuestros opositores. Nosotros no somos menos republicanos que quienes rechazan la participación popular, simplemente somos partidarios de una República de mayorías, la que alienta la presencia del pueblo, creando las condiciones sociales que permiten la extensión de la ciudadanía, y asegura la vigencia de la libertad con medidas como la prohibición de reprimir las manifestaciones sociales adoptada hace más de diez años. Razonando en este mismo sentido, Eduardo Rinesi ha señalado el error de contraponer el fortalecimiento del poder con la restricción de la autonomía individual. El poder político puede funcionar expandiendo derechos o limitándolos, incorporando ciudadanos o excluyéndolos y la clave que diferencia y explica uno y otro caso es la relación con el poder económico. Quienes poseen grandes propiedades y mayores derechos requieren del gobierno para que los proteja e impida el ascenso social de los que menos tienen, pero éstos, a su vez, no tienen otro modo de cambiar su situación que a través de la acción de los gobiernos. “¿Cómo?”, expresará horrorizado un pensador autonomista ante lo que supone un inaceptable paternalismo. “¿Qué rol se le asigna entonces a la organización y movilización de los sectores populares, a los propios interesados?” Un rol fundamental, respondemos, el de construir conciencia social y organización, fortalecer el poder popular junto al gobierno para sustentar y hacer posible las transformaciones. El autonomismo extremo que recela de toda presencia del gobierno termina llevándose bien con el ultraliberalismo que limita la intervención del Estado, menos preocupado por garantizar los derechos de los individuos que por evitar toda posibilidad de cuestionar el verdadero poder, no necesariamente el que ocupa el gobierno sino el de quienes reinan en la sociedad. Roberto Gargarella aboga en sus trabajos por la extensión de los derechos y la real participación del pueblo en el poder. Imposible no concordar con esos generosos objetivos, aunque de sus textos se desprenda tanto temor a la construcción de mayorías populares y a la intervención estatal como para que aquellos planteos iniciales parezcan difícilmente realizables. Llama la atención, también, que esas definiciones que orientan sus trabajos no lo hayan llevado a apreciar más las grandes transformaciones igualitarias que los gobiernos de Néstor y Cristina han producido en la sociedad argentina. Menos comprensible aún resulta que considere que el kirchnerismo se ha convertido en la derecha verdadera, “la política más de derecha que nuestra sociedad puede soportar, luego de todo lo ocurrido en el país desde mediados de los años ’70”. (La Nación, 16 de agosto del 2013) Azorados por lo que venimos de leer, podríamos dudar de la utilidad de discutir cuando son tan distintas las miradas. No hay otro camino, sin embargo, que seguir discutiendo para aclarar problemas, revisar los propios puntos de vista y bregar por ese consenso más amplio que hace falta hoy. Claro que no resulta fácil aceptar que para nuestro polemista, en el país que sufrió la dictadura y el menemismo neoliberal, nada pueda considerarse hoy más a la derecha que el gobierno que enjuició a los genocidas, terminó con las relaciones carnales, estableció el matrimonio igualitario y la asignación universal.

El kirchnerismo en la nueva etapa

Por Eduardo Jozami No es bueno vender la piel del oso antes de cazarlo. La remanida sentencia vale para quienes, partiendo del resultado electoral desfavorable para el kirchnerismo, anuncian ya el advenimiento de un nuevo ciclo político. El surgimiento de una figura en ascenso con una propuesta engañosa destinada a ganar adeptos dentro y fuera del peronismo no basta para construir una nueva mayoría de gobierno, a pesar del notable apoyo mediático con que cuenta el candidato que obtuvo el mejor resultado en la provincia de Buenos Aires. Aunque ya algún dirigente de la CGT que llaman oficialista se apresuró a declarar que, si en el 2015 gana otro sector político, estaría dispuesto a acompañarlo –expresando una novedosa concepción de la democracia, que consistiría en apoyar siempre al vencedor– no parece que el anunciado éxodo hacia el massismo vaya a producir los efectos en cascada que algunos anuncian. El Gobierno retiene los bloques legislativos mayoritarios y gobernadores e intendentes kirchneristas priorizan, todavía, por sobre todas las cosas, su relación con el gobierno nacional. Cuestionamientos a la gestión de la Presidenta y señalamientos de asignaturas pendientes pueden haber tenido incidencia en el resultado electoral, pero ninguno de ellos hubiera sido decisivo si la oposición no hubiera instalado con éxito en el imaginario colectivo esa idea de fin de ciclo. Las nuevas cifras que indican un mayor crecimiento de la economía permiten rechazar los augurios de quienes señalaban el agotamiento de las capacidades distributivas del modelo kirchnerista y, por otro lado, las políticas de expansión de derechos parecen haber ganado fuerte consenso en la sociedad. Sin embargo, la dificultad para analizar y proponer alternativas para la renovación presidencial impidió imaginar claramente un horizonte de futuro. Demonizando una reelección que nunca llegó a proponerse formalmente, la oposición encontró una consigna unificadora, mientras el kirchnerismo dejaba de hablar del tema pero no encontraba el modo de proyectarse hacia una nueva etapa. Quizás algo puede hacerse en este sentido antes del 27 de octubre, porque frente a la ofensiva opositora no basta con abroquelarse en la defensa, es necesario alumbrar la perspectiva de la continuidad. La idea de que el gobernador de Buenos Aires se consolidaba como candidato excluyente con su presencia en la campaña de Insaurralde no puede considerarse seriamente. En el kirchnerismo existen otros precandidatos a la presidencia, como el gobernador de Entre Ríos que hizo una excelente elección, y no tardará en plantearse la pregunta acerca de cómo habrá de definirse esta candidatura del partido de gobierno. En la ciudad de Buenos Aires, donde el pálido desempeño en la elección contribuye a dificultar aún más la proyección presidencial de Mauricio Macri, la novedad fue la acumulación de votos de Unen, que reunió al importante electorado de origen radical que en los años recientes no encontraba una definitiva ubicación. Es evidente que no existe en esa alianza un proyecto común que vaya más allá del ánimo oposicionista. La rehabilitación de Carrió se explica porque expresa mejor que ninguna ese discurso cacerolero cercano al cualunquismo político que revive el más rancio antiperonismo. Los esfuerzos de Solanas por acompañarla no dieron resultado porque los antecedentes del cineasta le impiden desempeñar con coherencia ese papel y ello explica una merma de votos que hubiera dificultado su consagración como senador si no hubiera sido arrastrado por el crecimiento de los sufragios logrados por la eterna profetisa del apocalipsis. Pero el crecimiento del agrupamiento que, contra toda evidencia, La Nación y Clarín insisten en ubicarlo en el centroizquierda, no puede explicarse sin considerar la metodología elegida para designar a los candidatos. La interna abierta permitió a Unen ocupar el centro de la escena con la confrontación entre sus precandidatos y reunir un conjunto de figuras con cierta convocatoria que ninguna lista por separado hubiera logrado nuclear. Ocultó también, en buena medida, el carácter de rejunte de un conglomerado sin acuerdos claros que se benefició ante el juicio de los electores con la adopción de un método participativo para la selección de candidatos. Como las PASO representaron un significativo avance en la democratización de la vida política y el mérito de la sanción de la ley corresponde enteramente al oficialismo, es difícil explicar que éste haya renunciado hasta hoy a una forma de integración de las listas que no sólo lograría un mayor consenso interno, sino que facilitaría la convocatoria a cierta periferia que oscila entre el apoyo al Gobierno y la crítica puntual a varias de sus políticas. El debate con esos sectores que critican al Gobierno desde la izquierda es crucial para obtener en la ciudad de Buenos Aires los votos que permitirían asegurar el ingreso del primer candidato a senador. Pero, además de esta búsqueda de votantes –tarea prioritaria hasta el 27 de octubre–, cabe señalar que la discusión con todos los que acompañaron en otro momento al kirchnerismo y esta vez no lo hicieron es de una importancia crucial para la nueva etapa, como se ha señalado desde Carta Abierta en estos días. Hay que recomponer una mayoría que apoye la profundización del proceso y eso requiere, sin duda, fortalecer el núcleo duro militante, pero también dialogar con todos los que no tienen razones para oponerse a este proyecto de transformación. La provincia de Buenos Aires sigue siendo el ámbito principal de la contienda, no sólo por su incidencia en el total nacional, sino porque allí puede fortalecerse o debilitarse quien se ha convertido en principal figura de la oposición. Las propuestas dadas a conocer por Massa en los últimos días alejan ya cualquier duda sobre su condición de opositor y, además, tienen un sabor noventista que excluye cualquier posible afinidad con el kirchnerismo. El discurso ante los empresarios ofreciendo la posibilidad de que los bancos vuelvan a tener acceso al sector de las jubilaciones y las propuestas sobre seguridad, que recuerdan las de Blumberg, muestran cuán poco hay de nuevo en quien se ofrece como candidato de una renovación. Por eso, es necesario preguntarse si la campaña en la provincia reflejó esta profunda contradicción entre los dos proyectos. En lo que viene, a mi juicio, se trata menos de seguir con una campaña de tono amable que muestre las virtudes de nuestro candidato que de enfatizar, sin ahorrar la dramaticidad del momento que se vive, el profundo riesgo que implica toda victoria electoral de quienes añoran los tiempos del neoliberalismo. Los guarismos que en la mayoría de los distritos nos fueron desfavorables no alteran la condición de única fuerza política nacional del Frente para la Victoria. Tampoco es hoy menos nítido el contraste entre la incoherencia de los alineamientos partidarios unidos por la corporación mediática y el impresionante saldo de transformaciones que han producido en diez años los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. La fuerza política que devolvió la condición ciudadana a millones de argentinos hambreados y humillados a comienzos de siglo, que recuperó la dimensión del valor Justicia terminando con la impunidad de los genocidas, que restableció nuestra dignidad de latinoamericanos dejando atrás las relaciones carnales, tiene aún mucho resto para seguir transformando este país y Cristina sigue siendo la líder natural de este proceso. No hay razón entonces para mensajes derrotistas, pero hace falta, para asegurar esa continuidad posible y necesaria, comprender que es necesario rectificar errores y enfrentar los temas pendientes con mayor incidencia social. Además, será poco todo lo que se haga por avanzar en la construcción política, con disposición al debate y criterio abierto y convocante, no sólo para mejorar los guarismos el 27 de octubre sino para afirmar la proyección futura del movimiento que construyó una nueva época en la política argentina.

Elecciones, corporaciones y debate político

Por Edgardo Mocca El primer hecho político importante después de las primarias abiertas fue protagonizado por la Presidenta. Y no se trata de un anuncio ni de una promesa. La convocatoria a un debate sobre el futuro económico del país, dirigida a las organizaciones de empresarios, banqueros y sindicalistas no fue estrictamente el anuncio de una medida: no se habló concretamente de un cronograma, ni de las formas que tendría ese debate. Simplemente es la formulación de una necesidad política, la de sincerar la existencia de una divergencia de fondo en la apuesta al tipo de estrategia económica que tendría que adoptar el país, en el contexto de una sostenida crisis del capitalismo global cuyos efectos sobre el país y la región tenderán a agudizarse. No estaría mal que la convocatoria a los líderes de sectores económicos –los titulares del equipo, según la Presidenta– se materializara de algún modo, porque sería una forma de convertir un conjunto de perspectivas corporativas, conocidas por pocos en una propuesta política de carácter público. La oposición suele hacer suyos los reclamos corporativos; la más intensa de las experiencias de esa práctica fue el conflicto desatado por las patronales agrarias en el otoño de 2008. Los reclamos corporativos son justos, razonables y realizables... si se los mira desde la perspectiva de sus promotores. Nadie puede decir que no sea razonable el reclamo de aumento de la tasa de ganancia de tal o cual actividad económica. Cómo no entender que ese aumento de la tasa de ganancia tendrá efectos benéficos sobre la economía en su conjunto, y por lo tanto, para toda la sociedad si se lo valora desde la posición de sus beneficiarios. La política democrática –aun en la más liberal de sus interpretaciones– consiste en la ilusión compartida de que hay un interés nacional común, y su identificación se resuelve desde abajo hacia arriba a través, principalmente, del sufragio universal. Es decir, la política democrática tiene una inspiración universalista, superadora de las particularidades corporativas. El hecho de que muchos países, sobre todo en la Europa de posguerra, hayan adoptado formas “neocorporativas” para la discusión y gestión de políticas públicas no modifica la cuestión porque en esa “concertación” la última palabra estaba, por lo menos formalmente, reservada al Estado, es decir al portador material y simbólico de la “voluntad general”. Cuando hablamos de reclamos corporativos puede surgir la idea de que se trata de forcejeos entre actores más o menos equilibrados en su capacidad de presión. No se trata de eso, la trama corporativa tiene una estructura caracterizada por la concentración de recursos de poder en pocas manos. Cualquier tendencia estatal a abrir ampliamente las compuertas a las presiones corporativas vuelca la balanza de las decisiones públicas a favor de los sectores más poderosos. De modo que una política democrática necesita reequilibrar la balanza y hacer pesar en ella la relación de fuerzas que se expresa en el voto. La historia constitucional argentina es, en buena parte, la historia de la dialéctica entre democracia y poderes concentrados: de ella son tributarias la pseudodemocracia previa a la ley Sáenz Peña, los golpes militares, la sistemática extorsión sobre gobiernos de diverso grado de legitimidad democrática y, en las últimas décadas, los procesos de desestabilización y desencadenamiento de situaciones de “ingobernabilidad”. La forma más habitual en la que el discurso opositor presenta los reclamos corporativos es la de una colección de demandas aislables entre sí, que serían fácilmente satisfechas con el recurso mágico de “abrir un diálogo amplio”. En esa caricatura, el Estado (el gobierno según el enunciado formal de la idea) es el personaje malo, el que por su ignorancia, por su autoritarismo, por su corrupción o por todo eso junto, mantiene tensa la cuerda del conflicto y no lo resuelve. Por eso podemos escuchar, en el registro propositivo de algunos partidos y candidatos, que es necesario, por ejemplo, llevar las jubilaciones al 82 por ciento de los ingresos de los trabajadores en actividad y poner más plata en el transporte y la seguridad pública, al mismo tiempo que se argumenta a favor de la eliminación de las retenciones, la baja de la presión tributaria y la contención del gasto público. En apariencia, el fraude es inofensivo porque no está definiendo situaciones sino acumulando fuerzas electorales para definirlas después del triunfo. Sin embargo, el efecto real es el de naturalizar las demandas de los grupos concentrados de la economía, al mezclarlas “inocentemente” con las de los sectores populares que son las que deben ser convocadas a la hora de definir elecciones. No casualmente, la Presidenta enuncia la necesidad del debate pocos días después del resultado electoral desfavorable para el Gobierno en las elecciones primarias y abiertas: parece estar convencida de que ese debate estuvo insuficientemente presente en las campañas de las PASO. La lectura de esos resultados indica que fue insuficiente la iniciativa de las fuerzas que apoyan al Gobierno en el planteo de ese debate de fondo. Fue sobre esa base que la puesta en escena de los descontentos de sectores medios y populares con aspectos de la política del Gobierno pudieron ser discursivamente colocados como agotamiento y fin de un ciclo político. El amontonamiento opositor de demandas distintas y en muchos casos contradictorias logró instalarse en el lugar de una promesa. Una promesa ambigua y fraudulenta que, en algunos casos, terminó por reducir la política a un ejercicio basado sobre la tolerancia y la capacidad de escuchar, virtudes éticas seguramente muy abundantes en las filas opositoras. Una vez que se reconoce que el déficit fue una insuficiente politización del debate electoral conviene aclarar de qué se está hablando. No es de un nuevo set de consignas, una retórica mejorada o spots publicitarios más punzantes; o por lo menos no se trata solamente de eso. No es tampoco un debate técnico-académico el que hace falta. No será la destreza o la sapiencia de los expertos la que cubra el bache de politización de la discusión electoral. Por otra parte la insuficiente politización no radica en que se haya hablado poco de la diferencia entre el proyecto de país que propone el Gobierno y el de las fuerzas de oposición. Acaso el problema haya sido el insuficiente diálogo entre la formulación del proyecto y las decisiones políticas que lo corporizan y las formas reales en las que esas políticas llegan, o no llegan, a las personas. Son esas experiencias sociales las que procesan el debate. En la cotidianidad de las personas y los grupos sociales es donde se da la disputa entre proyectos de país alternativos. Es, por lo tanto, un debate hecho de palabras y de hechos e iniciativas prácticas. El resultado electoral sirve para medir el estado de esa discusión, para registrar el efecto de las políticas públicas en la vida social, para detectar los problemas concretos de gestión. El discurso presidencial que propone el debate establece los marcos en los que el Gobierno lo encarará: la devaluación brusca, la vuelta al endeudamiento internacional, la reprivatización del sistema jubilatorio no forman parte de esos marcos. Es decir, el límite es la extorsión de quienes quieren regresar al país de los años noventa y encubren ese objetivo bajo la agitación de justos reclamos populares. Lo que se plantea es una intensificación del diálogo político entre los sectores medios y populares. Y esto habilita y demanda algo que también está en el discurso presidencial, el reconocimiento de los errores y de las insatisfacciones sociales. El desafío político que enfrenta el Gobierno es el de mantener firme el timón de las decisiones políticas contra la presión, no solamente retórica, sino sobre todo fáctica de las grandes corporaciones y, al mismo tiempo, aumentar la flexibilidad y la actitud innovativa de la acción política en el terreno de la implementación de esas decisiones. En muchos casos se trata también de asumir los costos de algunas medidas –especialmente las que apuntan a defender al país de los procesos especulativos desatados por la crisis internacional– y de racionalizar su aplicación disminuyendo en ella el margen de incertidumbre. Aun en la adversidad –no matemática, sino política– del resultado, el Gobierno sigue gobernando. Puede incidir en el debate abierto con medidas políticas concretas que apunten a recuperar expectativas favorables que lucen circunstancialmente debilitadas. Ese es su recurso principal a la hora de disputar una compleja batalla cultural en el contexto de una ofensiva mediática inédita en la historia y que ha colocado a las corporaciones económicas del sector en el lugar central de la defensa de los intereses económicos y políticos de los sectores más poderosos.

Mientras los gobiernos europeos sigan priorizando los intereses de los especuladores, no habrá salida-

Sin embargo, esto no fue homogéneo para todos los países ya que mientras los desarrollados disminuyeron su tasa de crecimiento (2,3% vs 2,8%) los periféricos la duplicaron pasando del 3,7% al 7,4 por ciento. En ese marco fue posible que una cantidad enorme de seres humanos mejoren sensiblemente su calidad de vida. Si bien el ritmo de crecimiento volvió a ser importante en 2010 y 2011, la continuidad de la crisis internacional, como consecuencia de las políticas de contracción de demanda que se aplican en los países centrales y fundamentalmente en Europa, condiciona la posibilidad de mantener ese sendero de crecimiento. La decisión política de la Eurozona de que los gobiernos reduzcan sus gastos con el objetivo de alcanzar la "consolidación fiscal" recuerda la imagen del perro que intenta morder su propia cola. Esta analogía viene a cuenta de que la merma en la actividad económica provocada por los recortes repercute en los ingresos del gobierno impidiendo alcanzar el resultado esperado. De esta forma, la necesidad de seguir tomando deuda para hacer frente a los desequilibrios sumado a la recesión autoinflingida va configurando un escenario de empeoramiento de los indicadores fiscales. Por ese motivo, en agosto del año pasado, el BCE manifestó su voluntad de intervenir comprando títulos de deuda de los países en problemas evitando un final explosivo para esta situación habida cuenta del incremento en las tasas de interés. Lamentablemente esta ayuda vino acompañada de compromisos de reformas estructurales en la economía que condicionan aún más las posibilidades de salida. La superación de la crisis en Europa impactaría positivamente sobre el crecimiento global ya que sus importaciones motorizan la producción de otras partes del mundo permitiendo relajar la restricción externa que enfrentan los países que no emiten una moneda de reserva internacional. De esta forma sería posible continuar reduciendo la pobreza y mejorarían las condiciones para alcanzar el desarrollo en el mundo periférico. Sin embargo para eso se necesita que los gobiernos europeos empujen la demanda a través del gasto público, algo que, dado el arreglo institucional vigente que prioriza los intereses del capital financiero, no se avizora en un horizonte cercano.

La economía cotidiana de los pobres.

El dinero y los pobres, sospechados- Fuente de corrupción, puerta a la degradación moral, ácido que corroe la vida social: esa negatividad predomina en las miradas sobre la moneda, más aún cuando se la ubica entre los pobres. El dinero es mendigado, robado o cobrado por mercaderías robadas o por tráfico de drogas, recibido de punteros o en planes sociales que eliminan la dignidad del trabajo… etc., etc., etc. La marginación, desde las ciencias sociales y el arte El mismo tema que Ariel Wilkis trata desde la sociología –la sospecha sobre los pobres y sobre el dinero– aparece en la obra de Yoska Lázaro y el Grupo TeatroATresVelas, Vago. Ambientada en un barrio precario del Conurbano a finales de los ’90, la obra presenta a un grupo de personas expulsadas y atrapadas en la marginación y la incertidumbre. Miradas al Sur pidió a Wilkis, a Gabriela Cabezón Cámara (autora de la novela La Virgen cabeza, que aborda los mismos problemas desde la ficción en una historia de amor) y a Lázaro que hablaran sobre los cruces de enfoques. “Quisimos compartir la epopeya de quien es un mito viviente” John Naranjo es un diseñador gráfico que está en la producción de libros desde hace 20 años. Con su esposa, Carolina Rey, hace tres años creó Rey+Naranjo Editores, una editorial con sede en Bogotá que ahora asoma al conocimiento global con el cómic de García Marquez. “Me imagino que este cómic va a dar pie para que los argentinos hagan su Borges. O los mexicanos a sus autores”, dice. Como fanático de Gabriel García Márquez, no sorprende que haya echado a andar el proyecto de Gabo: memorias de una vida mágica. Corrupción, plaga política La política brasileña siempre se alimentó del dinero de la corrupción. No todos los políticos. Muchos son íntegros, tienen vergüenza en la cara y sinceridad en el bolsillo. Pero las campañas son caras, el candidato no dispone de recursos o evita reducir su economía, y los intereses privados en la inversión pública son voraces… De ese modo se teje la trampa. El candidato promete, por debajo de la mesa, facilitar negocios privados a la par de la administración pública… y como por arte de magia aparecen los recursos para la campaña. Otro grupo de tareas Roberto Andrada es un trabajador que, desde siempre, vive en Villa Gesell. Nunca sospechó que en su ciudad le podría pasar lo que le pasó. La noche del 17 de febrero, mientras se bañaba luego de una jornada de trabajo, oyó que llamaban a la puerta. Apenas tuvo tiempo para la sorpresa de ver a dos policías uniformados (una mujer y un hombre). “Me empujaron hacia adentro y me empezaron a pegar, me pedían dos mil pesos y el celular”, dice Andrada. Una vez que lo ataron, cuenta, el policía sacó su arma reglamentaria y procedió a un simulacro de fusilamiento. La reforma financiera de Obama Luego de un año de debate la Cámara de Representantes aprobó la versión final de la mayor reforma de Wall Street en más de 80 años. Obama instó al Senado a que la apruebe rápidamente y se la envíe para que pueda sancionar la ley la semana entrante. La reforma está diseñada para evitar repetir la crisis financiera del 2008, que desató la peor recesión del país desde la Gran Depresión Existe la falsa creencia de que el dinero es tema para quien lo posee. El director de la carrera de Sociología de la Unsam la desmiente. Su trabajo muestra cómo las circulaciones llamadas marginales generan riqueza colectiva, conflictos y sueños en las barriadas humildes. No veo mi ganancia”, dice Mary en voz alta para que la escuchen sus nietos. Ellos revolotean alrededor del refrigerador de tergopol que transporta los helados que elaboró con un polvo sintético que consiguió en el almacén de la villa. Se enoja y sonríe a la vez al ver cómo los helados desaparecen en las manos de sus nietos. Esta mujer de 58 años vive hace veinticinco en Villa Olimpia. Su casa actual, menos precaria que la anterior, presenta igualmente un sinfín de problemas por la falta de agua corriente, de cloacas y de un techo que evite las filtraciones. Llegó desde el Paraguay al Oeste del Gran Buenos Aires junto a sus cuatro hijos. La esperaban dos hermanos, ya instalados en Villa Olimpia, quienes trabajaban como albañiles. Como tantas otras familias, los establecidos y los recién llegados a la periferia relegada de la ciudad de Buenos Aires integraban un movimiento migratorio que crecía a la par de las esperanzas de encontrar una vida mejor en el país vecino. Al abandonar la pieza que le prestó uno de sus hermanos, sintió que sus anhelos se concretaban: el sueño de la casita propia parecía posible. Pero nada fue fácil. Para comprar su terreno, Mary le pidió una ayuda a su hermano menor. Este dinero prestado quedaría grabado en su memoria y en su dolor porque nunca logró devolver el préstamo. A veinte años de aquel episodio, no puede perdonar cuando alguien de su familia le reclama esa deuda, originada por su condición de inmigrante, mujer, madre soltera y pobre. Cada noche antes de dormir, Mary hace sumas y restas. En esos pequeños montos de dinero, en esos cálculos de escala minúscula, concentra su deseo y su imaginación para mejorar un presupuesto que permanece en déficit permanente. Mary imagina nuevas fuentes de ganancias. Piensa visitar la feria de La Salada para comprar ropa a precios módicos y luego revenderla. Muchos vecinos de la villa prefieren quedarse en sus casas antes que trasladarse al mercado popular gigantesco que se despliega sobre la vera del río más contaminado de la región. Ella replica un modelo de negocio que realizan muchas otras mujeres, que ganan su dinero mediante la intermediación entre los consumidores y los vendedores de las ferias populares. Estas mujeres forman un eslabón más en las redes de comercialización de mercancías que provienen de China, Brasil, Paraguay, o de los talleres de costura que inundan la periferia de la Ciudad de Buenos Aires. También imagina cómo aumentar ese dinero ganado mejorando su venta de bebidas y alimentos, todos los fines de semana, en la cancha de fútbol de la villa, el lugar y el momento de mayor efervescencia. El deporte se mezcla con las apuestas de dinero y el consumo de bebidas y comidas. Mary se ha ganado el respeto suficiente para que nadie invada su lugar en el estadio, un respeto que alcanza incluso para que medie cuando los equipos rivales dejan de lado el balón y regulan sus pasiones a golpes de puño. (...) No siempre hace falta salir a buscar las oportunidades: a veces llegan hasta la puerta de la casa de Mary. Cada tanto, la visitan unos jóvenes del barrio que le ofrecen objetos robados. Para Mary es una ocasión para equiparse con teléfonos celulares, televisores nuevos, reproductores de DVD. O puede, a su vez, revender los bienes robados entre sus vecinos. Presta atención: espera que los jóvenes pasen presurosos, como si transportaran algo que les quema las manos, y le digan: “Doña, ¿quiere…?”. Estos muchachos se parecen a sus hijos mayores. No sólo por la edad. Cuando sus hijos llegan del frigorífico donde trabajan, sacan de un bolso unos cuantos kilos de carne. Antes de cambiarse la ropa manchada de sangre, preparan varios paquetes pequeños con fracciones; poco tardan en llegar los clientes, que negocian la cantidad dinero que pagarán por cada envoltorio. El dinero y la carne se intercambian bajo la mirada atenta de Mary. Una vez finalizadas las ventas, les pide a sus hijos una parte de lo recaudado. “Ellos saben que me tienen que dar el dinero, ¡yo pongo también!”, me dice en guaraní primero, y luego lo traduce al español. Mary aplica este principio al dinero que proviene de la venta de carne robada y a todos los ingresos de sus hijos. Para ella, la fuerza y unidad de su familia descansa en este principio de equidad distributiva. El dinero, piensa y siente Mary, debe ser cuidado; sólo así se cuida a la familia. La memoria del dinero que marcó la historia con su hermano pauta estos valores que quiere transmitirles a sus hijos. Sus hijos son, además, su sostén. Mary está enferma, tiene un tumor desde hace algunos años. A veces el mal se hace sentir, y mucho: en esos momentos debe dar un paso al costado y descansar. Sus hijos la ayudan y la acompañan. Los vecinos saben que cuando Mary no visita sus casas junto a Luis Salcedo, el líder político de la villa, es porque su salud se lo impide. Ella recibe un sueldo por su trabajo de militante, “un sueldo político”, aclara. Este dinero militado tiene dos tiempos: la expectativa de recibirlo es constante, el monto y el día del pago varían. Mary hace su trabajo (visita las casas de sus vecinos, les resuelve problemas en nombre de Salcedo, los invita a algún acto o movilización al centro de la Ciudad de Buenos Aires y aguarda. La espera del dinero también pauta sus sentimientos. Cuando se prolonga mucho, Mary se enoja con Salcedo y por unos días evita encontrarse cara a cara con él. Cuando se encuentra “deprimida”, como ella dice, se acerca a conversar con el cura de la villa. Los problemas materiales con Salcedo tocan sus emociones, y siente que del sacerdote recibe contención, que hablar con él le hace bien. “Decile que te pague”, le aconseja el párroco desde el lugar de quien sabe cómo administrar el dinero en un contexto que mezcla necesidades materiales, cuestiones políticas y afectos. Las donaciones monetarias llegan a su parroquia como un gesto de solidaridad con su obra: las empresas de la zona o algún político en ascenso proveen el dinero donado. Algunas personas cobran por hacer tareas de limpieza, pero las mujeres del barrio más próximas al párroco no reciben nada, son “voluntarias”: ellas encarnan el dinero sacrificado. Mary aguarda y renueva sus esperanzas. Las madres de sus nietos han empezado a cobrar las becas de ayuda escolar del Gobierno; su hijo menor ha ingresado a un plan social para trabajar en una cooperativa de construcción: he ahí buenas señales. Ahora falta que sus hijos mayores obtengan la ciudadanía argentina y puedan conseguir un empleo en la Municipalidad, con “un salario de verdad”. Difícilmente se podría narrar la vida cotidiana de Mary y su familia si dejamos de lado la relación que mantiene con el dinero. ¿Cómo comprenderíamos muchos de sus sufrimientos, sus angustias, sus imaginaciones, sus esperanzas? Al excluir el dinero de la narración, una porción del mundo de los sentimientos y afectos de Mary quedaría oculta y silenciada. (…) Mary y su familia nos muestran la primera evidencia de la tesis que defiende este libro: el dinero ocupa un lugar central en la vida personal y colectiva de las clases populares. Esa afirmación desafía las interpretaciones habituales sobre el papel del dinero en el mundo popular. La literatura, el periodismo, la sociología y la historia suelen exponer dos posiciones: o bien el dinero está excluido de la vida popular o bien se lo tiene en cuenta para exhibirlo como símbolo de degradación moral. Ambos posiciones remiten a la misma concepción. (…) Se comprende, por lo tanto, que las sospechas sobre el dinero hayan delineado una forma de interpretarlo. Mi propuesta parte de la tensión entre la perspectiva de la sospecha y la realidad concreta del dinero en la vida personal y colectiva de personas como Mary. Mientras que la primera es parcial, ya que sólo subraya una dimensión del dinero, la segunda es total: con y por él se conectan cada una de las dimensiones de esas vidas, en intensidades variable. Desde esta perspectiva, el dinero resulta tan central como lo son las piezas en el armado de un rompecabezas. Así como éstas son múltiples, también lo son los significados y usos del dinero en la vida social. Lo sistematizó de manera ejemplar Viviana Zelizer en The Social Meaning of Money (1994). Algunas de estas piezas surgen en el relato de Mary, pero en la vida social hay muchas otras: existe el dinero prestado, el donado, el militado, el sacrificado, el cuidado y el ganado. Sin estas diferentes piezas de dinero no se arma el rompecabezas de la vida personal y colectiva. El dinero sospechado dejaría este tablero incompleto. Aunque se trata de una pieza que sólo muestra la degradación, la corrupción o el individualismo, vimos en relación a Mary y su familia que el dinero conecta a las personas a través de elementos similarmente subjetivos: esperanzas, afectos, deseos, respeto, orgullo, odios y conflictos.Latinoamérica: un laboratorio del dinero. Acostumbrados a observar la globalización de bienes y personas de las clases más acomodadas, perdemos de vista cómo los mercados populares no sólo representan los signos del atraso económico –informalidad, pobreza, marginalidad– sino también los de una economía popular globalizada (Lins Ribeiro, 2012). Estos mercados constituyen nodos de la circulación mundial de mercancías. Los flujos de dinero que ellas mueven construyen un paisaje nuevo del mundo subalterno, que vibra al ritmo de las ganancias y el consumo. En el D.F. mexicano, en La Paz o en el Gran Buenos Aires, los mercados populares están repletos de mercancías y de dinero que se funden con los sueños y las esperanzas de las miles de personas que transitan por sus calles y sus puestos precarios. En mercados como Tepito, El Alto o La Salada, se respira una misma atmósfera, impregnada de las expectativas de ganar y de gastar dinero. Personas como Mary, que piensan y sienten al ritmo de quienes están buscando su ganancia, respiran este aire. Mary anhela comprar una heladera con la tarjeta de crédito que le prestará su comadre. Este deseo señala del lugar que ocupan las grandes cadenas de comercios, los bancos, las agencias financieras y las compañías de tarjetas en la realidad material y simbólica de las clases populares latinoamericanas. Encontramos que estas instituciones del capitalismo financiero llevan su oferta de dinero prestado hasta las periferias de las grandes ciudades: se establecen en las cercanías de los barrios marginales e, incluso, ingresan a ellos. Las tarjetas de crédito ya no portan su tradicional signo distintivo de clase: se han vuelto plebeyas. En manos de trabajadores informales, de cuentapropistas, de beneficiarios de planes sociales, de jóvenes de las barriadas se han convertido en un pasaporte al consumo. Las prácticas financieras (obtener préstamos formales o informales, endeudarse o sobreendeudarse) configuran la palanca que mueve el consumo popular, cuya intensidad económica quedaría inexplicada sin tomar esa financiarización. Tanto Mary como sus hijos y las madres de sus nietos han recibido dinero de origen estatal mediante programas sociales. Sus historias de esperas y esperanzas sobre este dinero se confunden con las de otras familias de la región. Los Estados latinoamericanos han asumido un paradigma idéntico de intervención social: poner dinero en las manos de los pobres. El Plan Bolsa de Familia (Brasil), los Bonos Juanito Pinto (Bolivia), el Programa Tekoporá (Paraguay), el Programa Familias en Acción (Colombia), el Programa Oportunidades (México), el Programa Juntos (Perú) y el Bono de Desarrollo Humano (Ecuador) son variaciones locales de un proceso monetario transnacional. El dinero llega a las familias mediante el Estado bajo planes diseñados por expertos de organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el Banco Mundial. El clientelismo político se ha instalado como una imagen poderosa sobre la relación de las clases populares con la política y también con el dinero. La relación de Mary con Salcedo se puede interpretar bajo esta etiqueta deformante: el sueldo político que recibe, produce escándalo y pavor entre cientistas sociales, periodistas y activistas de ONG anticorrupción. La misma indignación que condena la degradación política entre los habitantes de las favelas (Brasil), los pueblos jóvenes (Perú), las Callampas (Chile) o los cantegriles (Uruguay). Si se deja de lado esta indignación, un hecho asoma crucial para los regímenes democráticos de la región: la presencia creciente del dinero en la política. Cabría plantear una hipótesis sugestiva que la perspectiva del clientelismo oscurece: los regímenes democráticos se han desplegado a la par que la política popular se ha monetizado. Para decirlo rápidamente: más democracia ha significado más dinero en la política e incluso, o sobre todo, en la vida política popular. (…) El dinero circula en relaciones mercantiles, políticas, religiosas, familiares, amorosas, ilícitas y lúdicas. También se asocia a procesos transnacionales como la globalización de mercancías, la financiarización o los programas de transferencia monetaria que transforman el paisaje de la vida popular. Al calor de estas circulaciones monetarias locales y transnacionales, recientes y tradicionales, mercantiles y afectivas, que se mezclan, el dinero adquiere una nueva centralidad en la vida popular. El dinero está en todos lados. Todas las dimensiones de la vida personal y social de las personas se conectan con y por el dinero que resulta –para emplear un concepto muy caro al pensamiento de Marcel Mauss– un hecho social total. Este libro invita a pensar este nuevo papel del dinero que ha convertido a la vida popular en un laboratorio, que ayuda a comprenderlo mucho mejor incluso fuera de ella. Sin embargo, nos hallamos aún lejos de captar la ramificación del dinero por cada rincón de la vida social. Entre las realidades y el pensamiento del dinero se alza un desacuerdo de intensidades: mientras que las primeras son múltiples y heterogéneas, el segundo es monocorde y gira en torno de una misma melodía: la sospecha.Las palabras de la sospecha. (...) En un artículo que publicó en 2011 en la revista venezolana Nueva sociedad, Gonzalo Garcés sacaba a la luz una estructura narrativa recurrente en la literatura latinoamericana: al compararla con la literatura europea y la estadounidense, encontraba que la referencia al dinero era escasa. Veía allí un síntoma claro (y negativo) de la relación de una cultura literaria y un objeto específico. Si el dinero trazaba un capítulo en la literatura fuera de la región (El mercader de Venecia, de William Shakespeare; Rojo y negro de Stendhal; Madame Bovary de Gustave Flaubert; El mercado de Émile Zola; El jugador de Fedor Dostoyevsky, entre otros), en nuestros países era apenas un pie de página. El síntoma se medía no sólo por la cantidad de textos. También era cualitativo o, para decirlo con precisión, narrativo. En las obras mencionadas nunca se cuestionaba el dinero; en cambio, la literatura latinoamericana mostraba otro vínculo. “El Zahir” de Borges ofrece una narrativa embelesada por el dinero. Una aproximación poco frecuente en cultura literaria latinoamericana. Con una contundencia extrema, Borges dice por medio de sus personajes: “Quizás detrás de la moneda esté Dios”. La forma que asoma depende de mitos y creencias; lejos de tornarse indiferente y neutra, el zahir es una moneda de fe. En las páginas del cuento resuena el eco de cierta sociología que pretendió ver que todo poder, incluso el monetario, tiene un origen religioso. Émile Durkheim y varios de sus discípulos (Marcel Mauss, François Simiand) contribuyeron a crear un programa de sociología que descifra el mundo económico por sus componentes religiosos. El sociólogo alemán Georg Simmel, que provenía de una tradición diferente, también compartió esta intuición. Para todos ellos, como para Borges, el dinero no es un dato objetivo sino una cuestión de fe. No obstante, la historia de la literatura y el dinero siguió otro camino. Garcés encuentra que Roberto Arlt, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Roberto Bolaño coinciden en el estupor y la desconfianza frente al hecho monetario. Si para Borges tal vez detrás del dinero estaba Dios, la narrativa posterior sólo ve como trasfondo seguro la desconfianza. A esta conclusión también arribó Esther Whitfield en Cuban Currency (2008), su trabajo sobre los significados del dinero en la literatura cubana de la década del ’90. Esta producción, agrupada bajo la etiqueta del nuevo boom cubano, tomaba el dólar como figura de la corrupción, la disrupción, los juegos de poder y el contacto desigual entre los cubanos y los extranjeros. Entre los textos analizados se encuentra “Money”, de Rolando Menéndez, un cuento que narra la legalización de la moneda estadounidense durante el denominado Período Especial, cuyo curso legal no se acompañó de un curso moral: el dólar siguió circulando bajo la estela de la desconfianza. Sospechosamente. Los personajes de Te di la vida entera, de Zoé Valdés, confunden las palabras dólar y dolor, repara Whitfield. En obras como Los siete locos, El General no tiene quien le escriba, Conversación en la Catedral, 2066,“Money” o Te di la vida entera, el dinero es narrado –de manera paradójica, dada la variedad de estilos y escritores– desde el monorritmo escritural de la decadencia y la corrupción. Siempre asoma el síntoma de la sospecha: no importa si la narración se sitúa en la Buenos Aires de los ’30, el Perú de los ’50, Colombia durante la década del ’60, La Habana durante la del ’90 o en una desfiguración futurista: más allá del tiempo y el lugar, esta narrativa retorna sobre el dinero sospechado. Estas ideas se pueden explorar en otros registros de escritura, además de los de la literatura, como el de las ciencias sociales o la política. Se vería entonces que en los debates que forjaron las ciencias sociales desde las décadas del ’40 y el ’50, los espacios concretos del mundo del dinero y del consumo (ferias, mercados, comercios) consiguieron escasa legitimidad intelectual y política. Para hablar del proceso de constitución de un mundo popular centrado en la clase obrera, la sociología organizó sus preocupaciones en torno de la fábrica o la plaza pública. Las dimensiones políticas y laborales de estos sectores acapararon su atención, una jerarquía que se prolongó con el tiempo, quedando el dinero relegado. En una esquematización exagerada, si en la década del ’80 la filosofía y la sociología política dominaban la agenda de las ciencias sociales, durante los ’90 se produjo una modificación sustantiva hacia los análisis de las consecuencias sociales del neoliberalismo: análisis del mercado de trabajo, de la reestructuración del Estado, aumento de la pobreza, transformación de las políticas sociales, auge del clientelismo y los movimientos sociales. La fortaleza ideológica del discurso antineoliberal exigía la asunción de sus premisas a la hora de construir determinados objetos, y la posición dominante suponía, como principio, la tesis socialmente desintegradora de la economía. (...) El imaginario político de la izquierda latinoamericana se afirma a la idea del dinero sospechado. ¿Se puede criticar al capitalismo y poner en remojo una inclinación o una actitud de aversión al dinero? Desde sus formas nacional-populares, pasando por el marxismo, el maoísmo o las más recientes ideologías de corte autonomista, las izquierdas políticas han alimentado posiciones de rechazo al dinero como camino privilegiado a la crítica anticapitalista. La idea de dinero sospechado funciona como un instrumento de lucha política. Sin embargo, ¿podemos comprender la realidad contemporánea de los usos del dinero entre las clases populares latinoamericanas desde la perspectiva del dinero sospechado? (…) Si el dinero sospechado impone una mirada parcial con valoraciones como la desconfianza, la corrupción o la desintegración, habrá que tomar otro rumbo para captar la realidad total del dinero. Esta vía implica restituir, junto a los usos múltiples del dinero, las valoraciones heterogéneas y contradictorias que pone en juego. Este camino abandona el ritmo monocorde de la sospecha y sitúa en el centro de la vida social de las clases populares la sociología moral del dinero.

Consideraciones sobre la Constitución y su eventual reforma

Por Eric Calcagno, Diputado Nacional (FpV) Alfredo Eric Calcagno, Dr. en Ciencias Políticas Las orientaciones básicas de las dos Constituciones: la de 1853 y la de 1949 Conviene contextualizar el debate de fondo que se instala en la sociedad argentina acerca de la reforma constitucional. En efecto, la excesiva personalización que hace el establishment desconoce y soslaya la cuestión fundamental sobre los alcances de una eventual reforma. Alberdi y la reforma constitucional En las últimas semanas, el debate sobre una eventual reforma constitucional que podría incluir una reelección presidencial sin restricciones adquirió un notorio protagonismo en la opinión pública. Los objetores a su realización han adoptado un discurso institucionalista que pretende identificar democracia con statu quo constitucional, adjudicando simultáneamente oscuras pretensiones y convicciones autoritarias. La participación de los trabajadores En 1994 resurge en el texto de la Constitución el concepto de justicia social que había sido introducido en las reformas de 1949 y borrado por la brutal abrogación de éstas en 1956. El nuevo texto encomienda al Congreso proveer lo conducente al progreso económico con justicia social, unido al concepto de productividad. Anomalías institucionales: La tergiversación de las formas de gobierno La forma de gobierno que rige en un país consiste en el modo que el ordenamiento jurídico positivo distribuye el ejercicio del poder político y establece el procedimiento para la determinación de los sujetos que ejercen ese poder (Arturo E. Sampay, Teoría del Estado). Es decir, dispone quiénes adoptan las decisiones estatales y cómo se instrumentan dentro del marco jurídico que se fija. En la clasificación de Aristóteles se distinguen la democracia, la aristocracia y la monarquía, que pueden degenerar en formas impuras (la demagogia, la oligarquía y la tiranía). Lo que proponen los que quieren el debate sobre la Carta Magna En las próximas semanas, varias agrupaciones afines al Gobierno Nacional comenzarán una serie de actos para difundir y debatir la posibilidad de una reforma constitucional. El primero de estos eventos ya se hizo, a fines de abril, en la Facultad de Derecho. Allí disertaron sobre el tema referentes muy diversos: Eugenio Zaffaroni, Luis D’Elía, Ricardo Forster y Eduardo Barcesat. Cambios de la cultura política durante el kirchnerismo Muchas veces surge la cuestión de saber si los cambios realizados durante las transformacionales sociales profundas son duraderos o efímeros. Esta interrogante aumenta cuando es precedido por una triste y sangrienta historia: en la Argentina se hizo desaparecer a una generación política, se derogó una Constitución Nacional por un bando militar, se proscribió a partidos políticos por decenios, se prohibió por decreto mencionar el nombre de un líder político; después, en otros períodos, se minimizó al Estado, se destruyeron las empresas públicas y se vivió del endeudamiento externo. En los últimos tiempos se ha reactualizado el tema de la reforma constitucional. Para que se entienda de qué hablamos, es bueno definir qué son las constituciones, para qué sirven y cuál es el significado de una reforma, tan cargado de significado político como su no reforma. LA CONSTITUCIÓN. De acuerdo con la definición de Aristóteles, una Constitución es la ordenación de los poderes gubernativos de un Estado. En la realidad, existen diferentes constituciones: “En las democracias, es el pueblo el soberano; en las oligarquías, por el contrario, es la minoría compuesta por los ricos; y así se dice que las constituciones de la democracia y de la oligarquía son esencialmente diferentes”. (Aristóteles, Política, libro 3, cap. 4). Además, las constituciones no son declaraciones abstractas, sino mandatos imperativos. Deben reflejar la realidad de las relaciones de poder existentes en un país; si ello no ocurre, son letra muerta (Ferdinand Lassalle, ¿Qué es una constitución?). En general, las Constituciones se dictan para institucionalizar reformas o contrarreformas políticas, económicas o sociales, que resultan de nuevas relaciones de poder.PARA QUÉ SIRVE UNA CONSTITUCIÓN. La Constitución de 1853 sirvió para resolver el problema de la organización nacional; ése fue su eje. Una vez solucionada esa cuestión fundamental, pasó al primer plano la forma cómo se estructuraría la economía, lo cual era un tema ideológico y de intereses concretos, nacionales y regionales. Decía Alberdi que “la Constitución contiene un sistema completo de política económica”; ese sistema se adscribía al pensamiento liberal clásico entonces dominante, que a su vez se inspiraba en los fisiócratas. En descargo de los constituyentes de 1853, Arturo Sampay expresó en la Convención Constituyente de 1949 que “la generación de 1853 estaba constituida por doctores de una ideología y no por servidores de una plutocracia”. Más de un siglo después, una de las características del sistema neoliberal que prevaleció –con interrupciones– desde 1976 hasta 2003, es la hegemonía de la economía por sobre la política en el gobierno del Estado; esta tendencia se agravó cuando la economía estuvo regida por el sector financiero. En cambio, la Constitución de 1949 privilegiaba el rol del poder público en el desarrollo del Estado-Nación. Ahora debe analizarse en qué medida predominan en la actual Constitución Nacional los principios liberales de la de 1853; por ejemplo, si la propiedad tiene o no una función social, de qué instrumentos dispone la conducción política para regir la actividad económica, qué permeabilidad a formas democráticas existe en las instituciones económicas, qué límites se fijan a la hegemonía del sector financiero. Existen temas relevantes, a los cuales la Constitución les determina orientaciones –ya sea por acción o por omisión– como son la prestación de los servicios públicos; la propiedad y el aprovechamiento de los recursos naturales; los principios básicos y la forma de organización de los sistemas financiero, monetario y fiscal. En el fondo persiste en la Constitución la orientación liberal originaria. Otro tema básico, que no figura de modo explícito en las Constituciones, es el que se refiere a las relaciones de poder que se desean consolidar, eliminar o modificar (por ejemplo, la influencia de las corporaciones). Para su determinación debe analizarse la estructura de poder existente y confrontarla con cada una de sus cláusulas económicas. De allí surgirá la naturaleza económica de la Constitución, y en qué medida puede calificársela de democrática u oligárquica, en la terminología de Aristóteles. Con este enfoque, el análisis constitucional adquiere realismo político, pues se compara la estructura de poder con las normas jurídicas que se pretende aplicar. También deben diferenciarse los casos en los que la Constitución expresa una doctrina global, de aquellos en los que es el resultado de pugnas y compromisos contradictorios. Asimismo, debe determinarse en qué medida las cláusulas económicas satisfacen o contrarían los intereses de los diferentes grupos económicos y sociales; y vincularlas con el cambio o el inmovilismo de situaciones históricas. ¿NECESITA LA ARGENTINA UNA REFORMA CONSTITUCIONAL? Existen numerosas corrientes de opinión que sostienen la necesidad de reformar la actual Constitución basada en la de 1853; por su parte, el arco opositor se opone con obstinación a toda reforma. Tratemos de explicar estas posiciones. En 2003, la Argentina comenzó a salir del período neoliberal, durante el cual la economía estuvo al servicio del establishment económico nacional y extranjero; en esa época prevaleció el interés de corporaciones y grupos privilegiados, que vaciaron al Estado de funciones y de empresas, desindustrializaron al país, relegaron a la mitad de la población a la situación de pobreza, extranjerizaron la economía y se endeudaron de modo exorbitante. El Estado Nacional sólo era un dispositivo de privatización de ganancias y socialización de pérdidas. Al derrumbarse ese modelo, por su inconsistencia, comenzó a partir del 25 de mayo de 2003 la construcción de un proyecto nacional basado sobre el desarrollo económico con inclusión social. Ya lo hemos definido varias veces en estas páginas como “Democracia Industrial”. La instrumentación de este nuevo modelo implica por una parte la necesaria acción de gobierno; y por la otra, la construcción de poder político que lo haga viable. Éstos son los dos ejes de la acción política. Algunos de los cambios fundamentales ya están ejecutados y los partidarios del régimen oligárquico tratan de impedir que se consoliden. Saben que en el futuro, en el orden político les será muy difícil resucitar el fraude electoral, los golpes militares y de mercado, las “relaciones carnales” internacionales. En lo social, discriminar en contra de la pobreza o el sexo, o impedir el establecimiento del Estado de bienestar. En lo económico, el recrudecimiento de la desocupación, la eliminación de los convenios colectivos de trabajo, la desindustrialización, la concentración económica, la distribución regresiva del ingreso. En lo cultural, mantener el oligopolio de los medios de comunicación, impedir la participación política de la avalancha de jóvenes que irrumpen y renuevan la vida pública; bloquear la incorporación a los puestos de conducción de la política y las empresas de los egresados de las nuevas universidades del conurbano y de muchas provincias, cuyas familias tenían vedado ese nivel de educación. Hablar sobre una Constitución de la Democracia Industrial puede significar un avance importante para la incorporación al régimen jurídico de los principios fundamentales de un nuevo estilo de Nación, Estado y gobierno, basado en la búsqueda del bien común. Poco debería ofuscarse el arco opositor, ya que son necesarias todas las opiniones. Pareciera que negar hasta la posibilidad de reflexión sobre la Constitución los sitúa como guardianes de un imaginario republicanismo, que es apenas la defensa objetiva de intereses sectoriales, que, lejos del juego democrático, precisan de textos que aseguren la rentabilidad corporativa. Las consecuencias de esta decisión son de largo alcance. En primer término influyen sobre la naturaleza, funciones e importancia relativa del Estado y de las corporaciones. Puede consolidarse el Estado democrático, que esté al servicio del bien común, que contemple todas las posiciones políticas y que distribuya el ingreso, la palabra y el conocimiento; o, por el contrario, que predominen las corporaciones dedicadas a privatizar ganancias y socializar pérdidas, como ha sucedido muchas veces en la historia argentina. Habría que ver en su momento si la sociedad argentina desea que las reformas implantadas desde 2003 se reflejen en la estructura institucional básica, que es la Constitución; o si prefiere que persistan los principios liberales heredados de la Constitución de 1853. Al final y por suerte, la Soberanía reside esencialmente en el Pueblo.

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.