Cuando los senderos se bifurcan



La pandemia del Covid 19 aceleró  los tiempos de una crisis económica financiera, que venía arrastrándose desde el estallido de la burbuja especulativa de la Lehman Brother en crisis  en 2008/9.
La economía global, viene de tumbo en tumbo de hace  décadas, siendo este, seguramente el  de mayor impacto en los últimos cuarenta años.
 Los economistas  creen que la pandemia podría costar al mundo al menos $ 5 billones de dólares en producción perdida en los próximos dos años. Eso representa casi el  8% del PIB bianual 2020/21. El costo para la economía global, será mayor que al de las dos mayores recesiones de 2008/09 y 197/75.
Donde se sentirá fuertemente el impacto será en la tasa de desempleo, en EEUU donde la contratación es muy flexible, lleva hoy alrededor de 16  millones de empleos perdidos, pudiendo pasar los 20 millones en los próximos meses.



En el resto de los países centrales el impacto será fuerte pero no alcanzará los números de catástrofede EEUU, ya que en general el empleo en esos países cuenta con una legislación protectora.

En los países emergentes y del Tercer Mundo, el impacto más fuerte será en el precio de los commoditys, o sea de su producción primaria exportable (granos, carne, minerales, energía, etc). Con el agravante que estos productos vienen bajando su precio internacional desde la crisis del 2008.
El FMI estima que estamos  “asistiendo a un colapso de los precios de los productos básicos y a un colapso del comercio mundial, el más grave de todos lo visto desde la década de 1930",
La caída pronosticada de la actividad rondara en entre el 1 y el 2 % en los países en desarrollo.
Está ocurriendo además, un hecho preocupante, que poco se habla y que afectara aun más a estas economías. La volatilidad de los capitales golondrinas especulativos, característico de la economía neoliberal global, están abandonando rápidamente estos países yendo a los países centrales. Además se  está produciendo una fuga masiva de capitales hacia las guaridas fiscales.
Esto llevara inexorablemente a muchos países emergentes al default de su deuda pública, con lo cual, de no tomarse medidas, esto acentuara la profundidad de la crisis.
Si bien el Banco Mundial y el FMI tienen o contarían con fondos importantes para salir en “ayuda” de estos países, las políticas tradicionales de estos organismos hacen peligrar, cualquier atisbo de recuperación. Las políticas de ajuste económico que estos organismos imponen como condición a su aporte,  lo muestra la historia económica de lo últimos setenta años, solo hace echar nafta al fuego, agudizando las crisis estructurales.



Si bien han ido mutando su discurso en estos últimos meses, y hacia posiciones más heterodoxas y más humanitarias, está por verse cuales será su ayuda y los condicionamientos que imponen.
También es justo reconocer que existen gurúes económicos que no concuerdan con estos escenarios pesimistas; en general no se minimiza el daño que esta situación está causando pero sostienen que aplicar las viejas recetas keynesianas permitirá salir rápidamente de la crisis. Inyectar dinero en la economía familiar, para que las familias consuman más y puedan  dar satisfacción a una demanda insatisfecha por la imposibilidad del libre tránsito en estos meses. El aumento del consumo hará que comience una expansión de la economía en su conjunto en pocos meses.
Este escenario no es descabellado, siempre y cuando, no ocurra lo que sucedió en la crisis del 2008, donde ingentes cantidades de dólares fueron volcados por los Estados para sostener la economía, pero fueron apropiados por la banca trasnacional, lo que les permitió volver a generar otras burbujas especulativas. Estas políticas de especulación global son la causa de no haber podido superar las consecuencias de la crisis del 2008, pero además son la causa de la actual crisis. El covid19 nos muestra la gravedad de la crisis pero esta ya estaba antes que se desatara la pandemia.
El otro condicionante es  hasta donde la prolongación de esta situación afectara  la capacidad de producción de los países.  Este párate global, si bien todos los pronósticos, transitorio, está generando una gran masa de deudas, que podrían sacar del mercado a muchas empresas muy endeudadas. Cuando comience la reactivación muchas empresas, sobre todo las pymes,  no podrán subirse al tren nuevamente
Es probable que una política neo keynesiana pueda ser efectiva, pero solo si se regula la actividad financiera, se restringe la circulación de capitales especulativos y  se controlan fuertemente las guaridas fiscales.


Si no se modifican las estructuras que sostienen el andamiaje de lógica rentistica global, de acumulación financiera,  el dinero que se inyecte va a ser apropiado por la banca trasnacional y va generar otra ola especulativa, dejando que los pueblos, sobre todo los del Tercer Mundo, paguen los costos de esta nueva crisis.
En el caso argentino, el Estado lanzó  una serie de medidas orientadas a inyectar dinero en el mercado y un amplio programa de apoyo para el sostén de la actividad económica. Por el momento el estado se hará cargo del pago de un porcentaje de sueldo de los trabajadores privados, una línea de créditos a tasa 0 para trabajadores autónomos y monotributistas. Esto se suma a medidas ya tomadas como el Ingreso Familiar de Emergencia o la Tarjeta Alimentaria para los sectores más vulnerables, créditos para pymes con destino a capital de trabajo y pago de salarios, etc.
Todas estas medidas implican un aumento en la emisión monetaria importante, ya que la recaudación de impuestos ha caído estrepitosamente  y en muchos casos se ha diferido su pago, así como cargas sociales, para después de junio.

                                  
Indudablemente algunas de estas medidas son resistidas por el sistema bancario y aquellos sectores aliados a una estrategia de acumulación financiera global. Por ejemplo los bancos han puesto trabas al otorgamiento de créditos al sector pyme, al diferimiento en el pago de los saldo de las tarjeta de crédito, etc, los empresarios ms ricos del país se niegan a pagar un impuesto de emergencia sobre su patrimonio para solventar los efectos de la pandemia, grupos empresarios locales, aliados a los fondos buitres están saboteando el acuerdo por la reprogramación de la  deuda externa y una cohorte de economistas y periodistas están  haciendo campaña defendiendo los intereses  de estas minorías 
Igualmente dentro del mismo gobierno, sobre todo en el Banco Central hay una fuerte oposición a esta política de inyectar dinero en la economía, prima en muchos economistas, aun los que se precian de heterodoxos, un visión clásica, que la emisión genera por si sola inflación y que una emisión “exagerada” podría llevarnos a un híper inflación. Esto a priori parece más un prejuicio ideológico, ya que las posibilidades de una corrida de precios son pocas. Sobre todo en una economía prácticamente parada, donde no hay transacciones, donde hay exceso de stock, que debe ser liquidado rápidamente, y por ende donde no hay precios, salvo, relativamente, en el sector alimentario
Siguiendo en el caso argentino es necesario además hay que ir por  un Estado muy fuerte que regule la actividad económica, con premios y castigos; una regulación del sector financiero, por ejemplo sería conveniente la reforma a las Leyes de Entidades Financieras y de Inversión Extranjera, dictadas por Videla – Martínez de Hoz  en 1976; avanzar en la des concentración  de sectores de la economía, en especial el sector alimento fuertemente oligopolizado en cuatro o cinco grupos empresarios; una reforma impositiva progresiva, donde sean los que más tienen quienes más paguen, etc. Es necesario que el Estado tenga un rol dinamizador de la economía, volver al estado empresario, que garantice no solo los servicios básicos de salud, educación y seguridad social, sino que sea un motor de un desarrollo industrial basado en las pymes.
Es fundamental  recuperar una cultura del trabajo y la producción de bienes y servicios. Sin esto, no hay salida, porque pasada la pandemia volveremos a la lógica de la especulación, la usura, la explotación del trabajo y los recursos naturales. Un modelo inviable, pero que asegura a sectores minoritarios fuertes ganancias y el control político y social de la sociedad. Hoy los vemos, como impúdicamente hacen campaña contra los intereses nacionales o tergiversan y sabotean las acciones del gobierno ante la pandemia, con la lógica de privilegiar sus negocios sobre la salud de sus connacionales. Para esos sectores la vida no vale nada, la de los demás por supuesto, solo vale para ellos maximizar su tasa de ganancia.

Antonio Muñiz
Abril 2020

Hacia una nueva gobernanza global



«La política, es la política internacional» J.D Perón

Un mundo a la deriva.

Hoy el mundo cruje, envuelto en una crisis global, sin precedentes históricos. La pandemia de  Covid19 puso de manifiesto la crisis del sistema mundo que se ha regido en los últimos cuarenta años. Más allá de la gravedad de la pandemia y del números de enfermos o muertes causadas por ella, aun de incierto pronostico a la fecha, esta aceleró y puso ante nuestros ojos la crisis del modelo globalizador neoliberal. El mundo construido por la restauración conservadora de Reagan – Thatcher a fines de los años 70, modelado y estructurado bajo los dictámenes del FMI, la OMC y los objetivos del Consenso de Washington, muestra hoy su inviabilidad histórica.
Un modelo basado en  la explotación desmedida de los recursos naturales, la explotación de la mano de obra barata de los países periféricos, una lógica rentística financiera en detrimento de una lógica productiva, la concentración de la riqueza hacia los países centrales y una elite mundial, una lógica guerrera armamentista que no respeta a los pueblos y a las naciones, en búsqueda de los recursos naturales para su saqueo, la destrucción del ecosistema tierra, en beneficio de un capitalismo parasitario, son solo muestras de un sistema de acumulación capitalista que va en contra del hombre y de la naturaleza.
Este modelo contra natura muestra hoy sus grietas y falencias. La pandemia del corona virus muestra una vez más que el rey está desnudo, que el modelo se agotó hace ya tiempo y que solo vemos hoy sus últimos estertores.
La historia de los últimos cuarenta años (1980/2020) muestra que la globalización neoliberal ha ido de tumbo en tumbo, desde las crisis de la deuda en los ochenta y noventa, la gran crisis del modelo argentino en 2001, el estallido de la burbuja financiera en EEUU y Europa en 2008/09, etc. Estas crisis económicas financieras tuvieron y tienen su correlato político y social.
La situación de la Unión Europea, hoy totalmente resquebrajada, luego de la salida de Gran Bretaña, el surgimiento de gobiernos de derecha en varios países, la crisis humanitaria originada por la emigración de grandes contingentes africanos hacia sus costas, las crisis sucesivas de las economías más débiles, Grecia, Portugal, Irlanda, etc, fuertemente endeudadas,  muestran que la experiencia de la Unión Europea está en sus últimos tiempos, sino modifica la lógica neoliberal de acumulación rentístico financiero. La región,  regida por las normas del mercado, y los intereses de la burocracia de Bruselas y sobre todo por la lógica predatoria de la banca alemana, que es quien conduce el proceso actual, está yendo al abismo.
Describiendo la situación desde la perspectiva inglesa, Katya Adler, editorialista europea de la BBC de Londres, en un comentario se enfocaba en el papel de Alemania. Según ella, “Berlín ha rechazado una petición de Italia, España, Francia y otras naciones del continente para compartir la deuda que surgirá de la crisis del Covid-19 en forma de eurobonos. Muchos italianos se sienten abandonados, igual que durante la crisis migratoria del euro”. Y la editorialista recordaba que “la semana pasada, un grupo de alcaldes italianos y otros políticos, compraron una página en el periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung para recordarle a Alemania que nunca se le obligó a pagar sus deudas después de la Segunda Guerra Mundial”.
La prensa alemana se encargó de atizar  la disputa: “La mafia (italiana) espera la ayuda de la Unión Europea”, escribía en un artículo provocativo el cotidiano Die Welt. Y subrayaba que “los italianos deben ser controlados desde Bruselas”.
También EEUU viene perdiendo espacio en el liderazgo global. La potencia hegemónica, desde la caída de la Unión Soviética, está siendo aventajada por el surgimiento de China y otros países asiáticos, India sobre todo. Rusia, luego del colapso de los noventa, es hoy otro actor importante. El mundo unipolar, regido por EEUU, está viendo sus últimos días. Poco a poco se va configurando un mundo multipolar, donde China se ira convirtiendo en la primera potencia mundial, por el peso de su economía, su poder militar, pero sobre todo porque está ganando la carrera científico tecnológica.
Esta nueva situación  geopolítica está modificando el eje central de la economía global;  se está dejando atrás a la alianza euro yanky, con base en Atlántico, por las nuevas economías euro asiáticas con base en el Océano Pacifico.



El fin de una época.

Está claro que la actual gobernanza mundial venia  herida  de muerte desde hace tiempo. La pandemia solo la mostró  con toda su crudeza.
También puso en evidencia la incompetencia de los líderes mundiales, el accionar de Trump,  Boris Johnson,  Giuseppe Conte, Jair Bolsonaro y otros, que privilegiando la lógica de los mercados y  los negocios, descuidaron a sus pueblos, sometiéndolos a los riegos de la pandemia en aras de la economía. Una falacia del pensamiento liberal, que pone a los negocios por sobre la vida, a la economía sobre la política y la salud pública, al mercado por sobre el estado. El resultado en esos países es una tragedia en cuanto a vidas humanas pero además la pandemia descontrolada está destruyendo la  frágil economía mundial.
La situación ha generado amplios debates en el mundo intelectual y político, sobre como será el mundo que viene post pandemia. Seguramente, lo muestra la historia, ya nada será igual, pero ¿podremos construir un mundo mejor o veremos un retroceso civilizatorio?
Tomando solo como ejemplo algunas de la posturas e ideas, en un intento de realizar un análisis prospectivo,  podemos citar a  Slavoj Zizek , filósofo esloveno, que caracterizó los efectos inmediatos del coronavirus como “un golpe mortal contra el capitalismo”. Ahí Zizek sostiene que la epidemia de coronavirus mantiene un “potencial utópico” en el sentido de que obliga a “repensar las características básicas de la sociedad en la que vivimos” y de que ofrece una “señal” respecto a que “no podemos continuar por el camino que estábamos recorriendo hasta ahora, de que un cambio radical es necesario”.
“Nos permite pensar una sociedad alternativa, una sociedad más allá del Estado nación, una sociedad que se actualice a sí misma en la forma de la solidaridad y la cooperación global”.. La coyuntura sanitaria revelaría entonces “un capitalismo global que se aproxima al colapso” y cuyo desplome inminente redundará en una reorganización casi automática “de la economía global para que deje de estar a merced de los mecanismos del mercado”
Para Byung-Chul Han, filosfo coreano, ningún virus, por más fuerte que sea, es capaz de hacer la revolución política-económica; pues lejos de generar un sentimiento colectivo, aísla e individualiza, al grado de que cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia.
Stephen Walt, destacado catedrático inglés, con una visión liberal sostuvo: “La pandemia fortalecerá al Estado y reforzará el nacionalismo… También acelerará el cambio de poder e influencia del oeste al este… En resumen, Covid-19 creará un mundo menos abierto, menos próspero y menos libre. No tenía que ser así, pero la combinación de un virus mortal, una planificación inadecuada y un liderazgo incompetente ha colocado a la humanidad en un camino nuevo y preocupante”.
Es cierto, como dice Zizek, que las crisis nos dan la oportunidad de pensar en una sociedad alternativa, pero esto es solo un ejercicio del pensamiento. La construcción de esa sociedad alternativa no se dará por arte de magia, ni por discutidas leyes del determinismo histórico. La historia la escriben los pueblos, día a día, ladrillo a ladrillo. Como sostiene Han,  ojalá “tras el virus venga una revolución humana” pero “somos nosotros, personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo”.

La construcción de un nuevo orden

Los estados nacionales, nacidos desde el pacto Westfalia, entraron en crisis al calor del avance neoliberal globalizador. El neoliberalismo, una ideología de dominación del imperio, necesitaba destruir la lógica y el poder de los estados nacionales. Por un lado destruir nociones básicas que hacen al hombre, su sentimiento de pertenencia, su sentido de Patria, su solidaridad con el prójimo, destruir la cultura popular de los pueblos, reemplazándola por otra vacía y enlatada, suprimir la historia, quebrar al ciudadano y quitarle sus derechos como hombre político, y por el otro quitarle poder al estado, transfiriéndoselo  al mercado. Y de última que el estado chico e ineficiente sirviera a los negocios e intereses las elites.
Seguramente los Estados nación recuperaran terreno en la próxima etapa post pandemia, ya que por lógica estos estarán fortalecidos al calor del fracaso del mercado, como gran regulador de la vida política social y económica. Sin embargo todo parece indicar que se marcha hacia un orden mundial multipolar, donde prevalecerán los grandes bloques continentales, EEUU, China, en alianza con Japón y Corea,  India y los países limítrofes, Rusia y la Confederación de Estados Independientes (CEI), Europa, etc. En ese marco global los países periféricos individualmente, como los sudamericanos,  no tienen lugar ni peso suficiente en la mesa de la toma de decisiones globales.
O sea que para los países de la región el único camino en la integración en un gran  bloque continental. Ese viejo anhelo de los libertadores en siglo XIX, de construir una gran nación latinoamericana, naufragó en las guerras civiles y la acción de la diplomacia anglo yanky de dividir el sub continente en republíquetas. Ya a mediados del Siglo XX , Juan Domingo Perón,  el mayor impulsor e ideólogo de la unidad latinoamericana planteaba la necesidad histórica de consolidar un gran bloque continental que pudiera tener el volumen político, económico y comercial para negociar con las potencias dominantes de su época. Durante las primeras décadas del siglo XXI hubo experiencias muy interesantes, durante la etapa de gobiernos populares, como la Unasur, la profundización del Mercosur, la Celag, etc, quedando en el camino, proyectos como el Banco del Sur, que hubieran permitido un mayor avance en la integración política y económica. Sin embargo la muerte prematura de Néstor Kirchner y Hugo Chávez, le quitaron dinamismo al proceso de unidad continental. También es cierto que la acción de la diplomacia y los servicios de informaciones (CIA) norteamericanos operaron fuertemente para abortar el proceso, como por ejemplo los golpes “palaciegos” contra Zelaya y Lugo. También, como siempre marca la historia, las burguesías de estos países no solo no tuvieron un rol activo, en un proceso que  requería su liderazgo, sino que muchas veces boicotearon y entorpecieron, aliándose con las oligarquías, locales y los intereses del imperio.
Hoy América del sur y parte de Centro América están en ebullición permanente, producto del fracaso, una vez más, de las políticas económicas neoliberales impuesta por los organismo internacionales al servicio del proyecto imperial globalizador.  Así los pueblos están en pie de lucha, contra las economías del ajuste permanente, y hoy deben enfrentar la pandemia desguarnecidos, por  una elite saqueadora que ha destruido los sistemas de salud y asistencia social en casi todos los países del continente. También una vez más las dirigencias locales, muestran su inoperancia casi suicida, figuras como Lenin Moreno, Sebastián Piñera y Jair Bolsonaro muestran con toda crudeza la estupidez e ignorancia de las elites neoliberales en nuestro continente.
Somos un continente en lucha, por ende, todas las alternativas están abiertas para la construcción de otro  modelo, dentro de un marco de unidad continental.
No hay recetas, ni caminos marcados, no sirven las “teorías” de los empresarios especuladores,   interesados solo en el rédito  de sus negocios, no se puede confiar en los mercados y mucho menos en los economistas neoliberales.
En América Latina será  necesario diseñar un nuevo modelo de sociedad, basado entre otras cosas en desarrollar una nueva economía, social, equitativa, racional y sustentable, la industria nacional, una industria militar eficiente e infraestructura científica tecnológica,  fortalecer al Estado y sus servicios básicos, democratizar la sociedad, buscando nuevas formas de participación popular directa, políticas de redistribución de la riqueza, soberanía monetaria, control del sistema de transporte y comunicación y crear un sistema de solidaridad e integración política y económica en la Patria Grande.


Una nueva gobernanza global.

Al estar en crisis el sistema mundo, también están en crisis los organismos internacionales que se han ido constituyendo desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Esto es así, entre otras cosas, porque el mundo bipolar, construido tras los acuerdos de Yalta ha dejado de existir desde hace por los menos cuarenta años, cuando finaliza la etapa keynesiana, comienza la hegemonía del pensamiento conservador neoliberal.
Así organismos como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, son hoy instituciones que actúan como gendarmes del orden neoliberal impuesto por los países centrales a los países periféricos. No son, como fueron planeados, institutos para lograr una mayor integración e igualdad entre los pueblos, sino herramientas de dominación y saqueo de los países periféricos en beneficio del capital concentrado de los países centrales.
El daño que ha producido el FMI, por ejemplo, en las economías locales donde ha actuado es inconmensurable. A su paso, tras la aplicación de políticas enlatadas para todos los casos, solo  deja miseria, dolor y muerte. Una economía destrozada en beneficio de la banca internacionalizada y las elites locales. Su única función es perpetuar el sistema colonial imperante y garantizar que la banca cobre la deuda  sobre los países sometidos.
La misma Organización de la Naciones Unidas, heredera directa de la Liga de Naciones, creada luego de la primera guerra Mundial, hoy es solo una caricatura de lo que fue. Usada por EEUU, principal financista de la organización, para avalar sus incursiones armadas en Medio Oriente. Estas agresiones, con el argumento de defender o instaurar la democracia, invaden, destruyen, someten y saquean los recursos naturales de esos países, en este caso el petróleo. Es una organización internacional, que más allá de los objetivos fundacionales, de muchas buenas iniciativas y del altruismo de muchos de sus funcionarios y organizaciones dependientes es solo un títere del imperialismo de turno. La misma lógica fundacional de que hubiera países con derecho al veto, los cinco países con armas nucleares, marca una lógica discrecional, donde hay países de primera y países de segunda.
Podríamos seguir enumerando otras muchas organizaciones que garantizan la actual gobernanza global, pero en todos los casos la situación es la misma. Hoy, no solo no cumplen los objetivos para los que han sido creados, sino muchas veces, son herramientas de los países centrales para someter a los países periféricos a regímenes de subordinación y coloniaje.
El caso, tal vez, más patético es la Organización de Estados Americanos (OEA), totalmente cooptado por las políticas imperiales de EEUU hacia los países latinoamericanos, como una herramienta de bloqueo, obstrucción y sabotaje hacia las democracias populares en esa región. Antes EEUU usaba a la CIA o a sus embajadas para incitar y generar golpes de Estado en esos países. Hoy usa a la OEA y a su presidente Luis Almagro,  títere de sus intereses, para llevar adelante la sucia tarea.
Si pensamos en la construcción de un nuevo orden, superador del modelo actual agotado debemos pensar instituciones que tengan por objetivo garantizar un nuevo derecho internacional que contemple los derechos humanos, la defensa del medio ambiente, el uso racional de los recursos naturales, que limite y regule el uso de la violencia, se respete el derecho de los pueblos a su autodeterminación, a la búsqueda de la paz y la justicia, garantizar un nuevo orden económico, que tenga como eje central al hombre y a la naturaleza, que ponga límites a la especulación financiera y a las guaridas fiscales, donde se esconde el capital sucio, proveniente de la corrupción, la droga, el tráfico de armas, el tráfico de personas, y toda otra actividad global delictiva.
Es necesario generar espacios e instituciones con poder, y no solo acciones declarativas, pero para ello hay que generar contra poderes internos, para que estas sirvan al bien común y no terminen siendo funcionales a algún imperialismo de turno.
La crisis del sistema mundo construido por el neoliberalismo nos deja problemas estructurales nuevos,  pero de muy difícil solución: crisis climático ambiental, crisis sanitarias, donde el Covid19, puede ser solo un preanuncio, crisis económico financiera, migraciones, grandes hambrunas, conflictos militares,  pobreza y marginación extrema en muchos países del mundo y por el contrario una gran concentración de riqueza en algunos países centrales y en las elites de esos países, etc.
Ninguno de estos problemas puede ser resuelto aisladamente, ni afrontados por los Estados Nación en forma individual. Son problemas globales que requieren respuestas globales.
“La nueva gobernanza global debe ser universal e inclusiva y reflejar los intereses, las necesidades y los objetivos de la comunidad internacional en su conjunto”, señala la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena.
Para la funcionaria es necesario construir, “una agenda universal de desarrollo que tome en cuenta las necesidades tanto de los países desarrollados como de los países en desarrollo”. Esta construcción debe basarse "en procesos participativos de abajo hacia arriba, que vayan desde lo nacional hacia lo regional y de lo regional a lo mundial, e involucren a la sociedad civil, el mundo académico y las instituciones” y por supuesto a los Estados y sus instituciones.

Antonio Muñiz
Abril 2020

La pandemia es el neoliberalismo.


“La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar.” La Peste. Albert Camus

La estupidez siempre insiste.

Venimos diciendo desde hace tiempo, siguiendo el pensamiento de muchos intelectuales anti globales, que el neoliberalismo viene llevando al mundo a varias crisis superpuestas, una más peligrosa que la otra.
Una crisis económica, que viene desarrollándose desde hace una década, que marca el fin del ciclo neoliberal de acumulación financiera global.  La quiebra de la empresa símbolo “Lemmans Brother” en 2008, mostró la inviabilidad de una economía basada en la especulación desenfrenada y el uso irracional de los recursos naturales y humanos. Una crisis climática – ambiental, producto de la misma lógica predatoria del capitalismo actual, la destrucción del ecosistema global en beneficio de los negocios de corto plazo y  una guerra larvada, focalizada regionalmente, pero que puede generalizarse y extenderse a una guerra mundial.
A este escenario, se le suma ahora una crisis sanitaria, generada por la pandemia del Coronavirus, que rápidamente agudizó  las otras crisis, con un daño todavía no mensurable sobre la ya precaria estabilidad económica - financiera global.
En principio la pandemia, no parece ser la causa de la crisis del modelo neoliberal, sino por el contrario, un producto fallido, consecuencia, de un modelo de producir y consumir predatorio, donde hasta la vida misma es descartable. No se sabe y a  nadie parce importarle el origen del virus Covid-19; si es producto de un laboratorio, donde se desarrollan armas biológicas, de destrucción masiva, o si proviene de los sistemas actuales de producción intensiva de carnes para el consumo humano. La producción intensiva de porcinos en China se da en pésimas condiciones higiénico sanitarias y ya ha causado otras enfermedades epidémicas, por ejemplo el virus que diezmó  los planteles de cerdos en ese país. Y hay más antecedentes de la peligrosidad esta forma aberrante y anti natural de producción, tanto porcina, avícola o vacuna, por ejemplo el mal de la vaca loca o la gripe aviar años atrás.
En cualquiera de ambos casos muestra que los sistemas de producción en que se desarrolla la humanidad actual carece de límites, donde la vida es una moneda sin valor y la naturaleza un bien de cambio.

La pandemia  que azota al mundo.






La llegada del COVID‑19 puso sobre la mesa  los defectos, limitaciones y los resultados nefastos de más de cuarenta años de aplicación del modelo neoliberal en el mundo.
En principio, mucho de lo que está aconteciendo en el mundo occidental, tienen que ver con la aplicación de las medidas neoliberales de ajustes permanente sobre el gasto público, sobre todo salud, educación, previsión social, etc, y por el otro la privatización de esas áreas, así la salud y la educación y tantas otras cosas pasaron a objetos de negocios privados, dirigidos por una lógica de mercado. La salud se convirtió en una mercadería más, mientras las estructuras sanitarias publicas eran desmanteladas o llevadas a la mínima expresión.
No es casual que la pandemia comenzara en China, pero estallara en los países europeos y luego en EEUU. Es que a pesar de ser países centrales, en las últimas décadas hubo un gran desinversión en el área de salud. Italia e Inglaterra son los más notorios y por ende donde más golpeo al enfermedad. EEUU siempre tuvo un sistema público muy deficiente, y un sistema privado de alto nivel profesional y tecnológico, pero solo destinada a una elite que pudiera pagar esos altos costos.
Además de estas deficiencias estructurales e históricas del sistema de salud norteamericano, la administración Trump lleva tiempo tratando de recortar fondos y capacidades a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), además de otras instituciones cruciales para una etapa como la que vivimos.
Desde 2015, el Reino Unido redujo el presupuesto sanitario en mil millones de libras (1200 millones de dólares), lo que impacto sobre el abandono de muchos médicos del Servicio Nacional de Salud y redujo  las inversiones a largo plazo en el sistema hospitalario.
El otro caso europeo paradigmático es Italia, en su momento contaba con un sistema de salud altamente eficiente, pero luego de una sucesión de ajustes presupuestarios desde la década de los noventa y agudizada después del 2008, bajo el gobierno de Berlusconi, que fueron llevando al sistema sanitario a una parálisis.
Latinoamérica no escapa a esta situación, décadas de políticas neoliberales, fueron destruyendo el estado de bienestar, construido en la post guerra, y con él los sistemas de salud pública, entre tantas otras cosas.
La década progresista (2002-2015) en el que desde gobiernos como los de Lula, Kirchner y Cristina Kirchner, Morales, Correa y Chávez se intentó con suerte diversa transformar las estructuras productivas, democratizando las rentas provenientes de las commodities (fundamentalmente petróleo, gas, minerales, granos y oleaginosas) y reconstruir el Estado, como eje regulador de las relaciones económicas y sociales. Hubo, en cambio,  varios países que siguieron en la órbita neoliberal, Chile, Perú, Colombia. Igualmente todo el subcontinente entró en su tercera oleada liberal a partir de 2015. Las dos anteriores fueron en las décadas de 1970 y 1990.
En este esquema no es casual, que por lo menos al día de hoy, los países más golpeados por la pandemia sean Ecuador, Brasil, Colombia y Chile, donde impera un neoliberalismo extremo y se tiende a privilegiar la actividad económica por sobre la salud y la vida de sus habitantes.
Después de décadas de neoliberalismo, de ajuste sobre los sistemas de salud, previsión social, educación, etc,  de América Latina, los estados ya no están con capacidad para atender a la población, especialmente a los pobres, sometidos a la amenaza de la pandemia de COVID-19.
De los 630 millones de personas en América Latina y el Caribe, el 30 por ciento no tiene acceso regular a los servicios de salud, principalmente por cuestiones geográficas o de ingresos, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), afiliada a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Si la pandemia de COVID-19 continúa propagándose en la región,  Brasil, Ecuador, Bolivia, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Chile  son "los países latinoamericanos con mayor riesgo", según la OPS.
El coronavirus ha generado un horizonte sombrío en América Latina. La CEPAL prevé un golpe múltiple a través la disminución de la actividad económica en sus principales socios, abaratamiento de las materias primas, interrupción de las cadenas de valor, menor actividad turística, reducción de las remesas e intensificación de la aversión al riesgo.
El trabajo informal, mayoritario en los países latinoamericanos, es el primero en caer, cuando la medidas preventivas llevan al aislamiento social, pero también el que más tarda en recomponerse en la etapa de crecimiento. Por ello la Cepal prevé que la pobreza extrema estará entre el 6/11 % de la población en 2030, de no mediar políticas estatales precisas destinados a eliminar el flagelo.

Las cabezas de la Hidra.

Esta compleja crisis ha puesto en evidencia los problemas estructurales del modelo capitalista neo liberal actual, que como las cabezas de la Hidra deben ser cortadas juntas, no se puede atacar un problema puntual, porque vuelven a aparecer nuevos problemas o se profundizan los existentes. La  clave es la crisis del 2008, los gobiernos inyectaron liquides a tasas casi cero, pero  en vez de ser dirigida a los sectores populares, fue direccionada hacia el sistema financiero, que se los apropió y los usó  para continuar con la especulación desenfrenada.

En los países periféricos,  el neoliberalismo es más que una ideología política o económica de las elites, es una herramienta de dominación de los países centrales para el sometimiento de esos pueblos y su saqueo. Por supuesto, como marca la historia, los imperios requieren de alianzas locales con alguna elite, para someter al resto de la población.
El neoliberalismo es también un proyecto de “reseteo” cultural e ideológico de las sociedades dominadas, apunta a la colonización de las subjetividades. Así mientras en lo económico saquean recursos naturales, destruyen el aparato productivo, maximizan ganancias bajando salarios y explotando los recursos humanos de esos países, el aparato ideológico cultural, que ya ha cooptado a los grandes medios audiovisuales y a ciertos sectores de la intelectualidad, el periodismo y otros formadores de opinión, apunta a una colonización cultural y pedagógica, que destruye las culturas locales y los valores propios de esas comunidades. Se destruyen valores como el patriotismo, el sentido de patria y nación,  de pertenencia histórica a un pueblo y a su historia; al quitarle al ciudadano su historia, le quitan sus derechos políticos  y lo convierten en un mero productor - consumidor pasivo. Ese ciudadano pasivo es presa fácil de los mensajes del aparato cultural, así las técnicas de marketing y comunicación modernas van construyendo un sentido común que va en contra de el mismo. Así, por ejemplo,  le imponen candidatos de derecha, sin preparación ética y política, sin formación intelectual, que luego de llegar solo responden a los intereses del mercado y lo negocios. Pero además  de esto o como correlato necesario el neoliberalismo destruye la solidaridad y al unidad de los pueblos, no solo exacerba un individualismo extremo, un sálvese quien pueda, sino que además fomenta un odio al “otro”, al distinto, al pobre, al indígena, al extranjero. Así divide, confunde, rompe lazos, el enemigo pasa a ser el que transita a su lado y no la oligarquía o los intereses económicos concentrados que saquean al Estado y le roban el presente y el futuro.
Estos procesos de penetración y sometimiento a los intereses del imperio, además de una faz cultural e ideológica, tuvieron un objetivo de reestructuración económica, social y política de esas sociedades, junto con desguace de los estados, la apropiación de ese capital social acumulado (servicios públicos, salud, educación, fondos de pensión, etc)  en un auténtico proceso de acumulación por desposesión. Con cada particularidad nacional estos mecanismos se repiten desde fines de la década de 1970 en nuestro continente y en muchos países periféricos.

El mercado ha muerto:

No vamos a caer en la remanida frase de que una crisis genera a su vez una oportunidad, pero hay algo de eso. Hoy, hasta en los países centrales, que dicho sea de paso están tomando de su propia medicina, se está discutiendo sobre la necesidad de construir otro orden de cosas; pareciera que hay conciencia global que estamos en el final de una era. Que es necesario y oportuno plantearnos como salimos de esta crisis estructural, como construimos una sociedad más justa e igualitaria, como construimos una economía, que tenga como centro al hombre, la vida y la naturaleza, un sistema económico inclusivo y sostenible. 
Muerto el mercado como dador de recursos y vehículo de articulación  de lo económico, lo social y lo político, surge nuevamente el Estado como tabla de salvación ante el naufragio general.
Hay que evitar que las corporaciones globales y las elites locales se apropien nuevamente del Estado. Hoy la discusión en el mundo es quien paga los costos de la pandemia global, pero  también y más trascendente, como se articula el nuevo orden, quienes serán los ganadores y lo perdedores, quienes se apropian de los recursos del Estado, destinados  a paliar la crisis. No hay que cometer el error del 2008, donde los estados dirigieron su ayuda a sostener al sector bancario - financiero, salvándolos del derrumbe  pero  permitiéndoles multiplicar sus ganancias en detrimento de los sectores productivos y alargando la agonía, con los costos que hoy sufrimos, del modelo neoliberal.
En Europa y en Argentina se está evaluando cobrar un impuesto extraordinario  los ricos sobre su patrimonio, para con esos fondos hacer frente a la pandemia global y sus consecuencias. Rápidamente se deberá atender a través de ayuda directa a los sectores más vulnerables, vía subsidios y alimentos, a los pobres e indigentes, y también  a ese sector importante del empleo informal o en “negro”. También en este marco es necesario sostener el empleo formal y sostener los niveles salariales.
La ayuda directa del estado hacia las empresas vía créditos blandos, excepciones impositivas  o ayuda directa para complementar la nómina salarial debe llevar como condición que no haya despidos y que luego, cuando la situación se normalice invertirán en capacitación y en mejoras de las condiciones laborales.
Todo esto es fundamental para sostener las condiciones de vida de la población, sostener el nivel de ingresos de los grupos familiares, mantener el consumo interno en niveles aceptables para no caer en una recesión generalizada, etc, y permitir a las empresas un reinicio rápido de su producción, pasada la crisis.
Y pensando en el día después, es necesario recuperar un estado fuerte y empoderado, que garantice la salud, la educación, los servicios públicos esenciales, proteja al medio ambiente, regule la economía en beneficio de la comunidad y no para los mercados.
Como Estado y sociedad debemos planificar en forma participativa un nuevo modelo de producción, que sepulte a la especulación financiera y vuelva a la producción de bienes y servicios esenciales, donde el hombre en comunidad sea el eje de un nuevo modelo social y político, democrático, eficiente, inclusivo y sustentable.

Antonio Muñiz
Abril 2020

Salud y Economía en los tiempos del coronavirus. Una falsa opción..


¿Privilegiar la salud o la economía?… esta pregunta está dando vuelta en los medios de prensa y en los debates políticos desde el comienzo de la pandemia.
Hubo, es justo reconocerlo, una subestimación del impacto del virus en Occidente. Europa, sobre todo, minimizó  la situación, no tomó las medidas extremas que se aconsejaban, y tarde se dio  cuenta del error. Los números europeos son de catástrofe. Sobre todo en España e Italia, pero el resto de los países también lo están sufriendo, aunque como en el caso de Alemania, habría una ocultación de datos sobre las muertes.
El Primer ministro inglés, minimizó  también la epidemia y privilegio mantener la actividad económica, negándose a tomar acciones directas de prevención de la expansión de la enfermedad. Solo días después tuvo que virar en la estrategia y anunciar una cuarentena extrema.
Trumps, para peor, en un acto de soberbia, pero de supina estupidez y desprecio por la vida de sus compatriotas, primero negó la pandemia, catalogándola de una gripe china, y maltratando a un periodista que le pregunto durante una conferencia de prensa…
Otro ejemplo de mezcla de soberbia, estupidez e ignorancia es Jair Bolsonaro, quien sigue minimizando la emergencia nacional, ante la desaprobación ciudadana  y de muchos de sus pares en el gobierno.
Rápidamente la realidad golpeo  con toda dureza, sobre todo en aquellos países que no tuvieron una estrategia de contención y prevención de la pandemia.
Hoy EEUU es el país con el mayor número de enfermos y muertes por el virus, Brasil tiene la primacía en América del sur, acompañada por una fuerte crisis política de su presidente, por las erradas políticas ante la pandemia.



Demás está decir que desde un punto ético, es  inhumano y egoísta  pensar que la economía y los negocios puedan estar por encima de la vida. Sin embargo, hay economistas neoliberales y empresarios y dirigentes políticos que así lo plantean.


Desde el Papa francisco, hasta empresarios globales como Bill Gate, han planteado la primacía de la vida.
El reclamo del Papa fue: "Una empresa que despide para salvarse no es una solución"
“Nadie se salva solo”,” tenemos que remar todos juntos”, en un claro llamado a la solidaridad social
¿Qué persona sensata podría estar en desacuerdo de esta afirmación? Lo lógico es que no, pero sin embargo vuelvo a decirlo encontramos a muchos sectores expresando lo contrario, se preocupan por el rumbo económico y de los indicadores y  sólo piensan en los intereses personales o en el de los grandes empresarios y/o grupos privilegiados.
También en esto está oculto un debate, ¿quién se hace cargo de pagar la crisis?.
Los grandes grupos concentrados y la banca apuestan, como siempre, a que sean los pueblos quienes paguen los platos rotos originados por la crisis. Y a su vez quieren quedar mejor posicionados, manteniendo sus privilegios y tasas de ganancias,  cuando la pandemia sea solo un recuerdo.
Las respuestas de estos grupos ante la crisis son del manual neoliberal,  el despido de trabajadores o una rebaja salarial, un ajuste en el gasto estatal, disminución de impuestos y ayuda económica, vía subsidios hacia sus empresas, lo cual además de egoísmo muestran estupidez e ignorancia económica.




La historia muestra que situaciones extremas de epidemias, guerras, luchas armadas internas, cataclismos, etc,  generan daño económico de por sí. La economía no puede funcionar correctamente en un país donde hay miles de enfermos y muertos en la calles.  En principio estas situaciones generan un aislamiento de la población y una baja sostenida en el consumo, con lo cual se produce un efecto recesivo muy importante. Demás está decir que una política de ajuste, rebaja salarial o despidos solo será echar  leña al fuego del parate económico. Y lo más probable es que también estas medidas favorezcan  la expansión de la enfermedad al sacar recursos al estado.  El caso ecuatoriano que bordea la tragedia social, es un ejemplo de la miopía de la mirada economicista. Las primeras medidas fueron de ajustar el gasto público y sostener la actividad productiva. La pandemia en Ecuador llego a altos niveles de muertos en las calles y  un estado que no puede atender a los enfermos y ni siquiera ocuparse de los cadáveres.
El caso argentino muestra, creemos el camino correcto, en cuanto a tener una política acorde desde lo sanitario y lo económico. En  principio, y hasta el momento, las medidas de aislamiento social tomadas tempranamente, parecieran exitosas, viendo la evolución muy aplanada de contagios y muertes, muy por debajo de casi todos los países de la región.  También al mismo tiempo el gobierno argentino lanzó una política de ayuda directa a los sectores medios  y populares, sobre todo aquellos que están en la economía informal. Además de acercar alimentos hacia los más vulnerables, generó inyecciones dinero directa a esos sectores y los trabajadores autónomos y trabajadores en “negro”.
Por el otro está intentando ayudar al sector industrial pymes, vía créditos a tasas bajas para capital de trabajo y/ pago de haberes. Estos todavía con problemas de ejecución por la negativa de la banca privada a llevar adelante estas medidas.
También se ha encarado una política de control de precios y de abastecimiento. En épocas de crisis profundas, como guerras o enfermedades, proliferan las acciones de agio y especulación sobre las necesidades básicas de la población.
En necesario un estado fuerte, empoderado, que marque objetivos y prioridades. Pensar que el mercado pueda marcar el camino, es un suicidio colectivo, como lo demuestran los países del primer mundo y su fracaso al enfrentar la emergencia.
Hay que tener claro que una epidemia de estas  característica, va a afectar no solo la economía, sino también a las instituciones y la relaciones políticas y sociales. El daño va a ser importante. Pero lo que hay que lograr, y en este caso el gobierno argentino está bien encaminado, es sostener la actividad económica, sostener el empleo, sostener a las pymes, que son la mayor dadoras de trabajo, o sea minimizar el daño económico, para que cuando la tormenta amaine, poder despegar rápidamente con una política expansiva de crecimiento.
Pero todo esto supeditado a la evolución de la enfermedad y  protegiendo la salud y la vida de los argentinos.
El escenario actual es muy difícil, incierto y complejo de manejar. No hay recetas mágicas. Es probable que haya errores y que todavía debamos enfrentar lo peor de la tormenta.
Por eso lo razonable como seres humanos en sociedad, es poner el objetivo de cuidar la vida como bien supremo, la atención de los más débiles, garantizar a todos los bienes indispensables y minimizar los daños. Como dijo alguien “no hay actividad económica en los cementerios”.

Antonio Muñiz

El Fracaso argentino (2 parte)

“A mí no me la vas a contar, Mordisquito”. Enrique Santos Discepolo


“Sin Industria No Hay Nación” - Carlos Pellegrini –

De cipayos, burgueses y garcas.

En Argentina a partir de 1930, como respuesta a la crisis económica mundial se inicia un proceso de industrialización basado, en el modelo de sustitución de importaciones.
Aun cuando la etapa anterior se caracterizó por un modelo agro exportador, inserto en el mundo dentro de la división internacional del trabajo, hubo, sin embargo, un desarrollo de algunas industrias orientadas al mercado interno. Este proceso fue encarado por algunos miembros de la oligarquía tradicional,  asociado en general  a capitales externos. Basualdo en sus investigaciones denomina a este grupo como “oligarquía diversificada”, que “está compuesta por capitales de diferente origen y grado de diversificación económica”. Entre ellos “un conjunto de capitales extranjeros que expresan formas de internacionalización temprana, ya que se instalaron en el país a fines del siglo XIX mediante la radicación de algunos integrantes de las familias propietarias y, como tales, se integraron con la clase dominante local en términos sociales y económicos”.
A pesar de sus nuevos intereses industriales “… tuvieron una destacada presencia en la propiedad y producción agropecuaria pampeana y extra-pampeana, formando parte de los grandes terratenientes, participaron en la exportación de productos primarios y en los negocios financieros de la época”.
Como ejemplo,  los Braun Menéndez, la familia Bember, Grupo Torquinst, Ingenio Ledesma, Terrabussi, Fortabat y Corcemar) como extranjeros, Alpargatas-Grupo Roberts y Compañía General de Combustibles-Brown Boveri, Bunge y Born.

Según Basualdo esta fracción empresaria se diferencia tanto de las empresas subsidiarias extranjeras, así como de la oligarquía más tradicional. Es un sector de la oligarquía local que diversificó sus intereses en la industria, el agro y otras actividades y que constituyó el sector “más estable y tradicional” del establishment económico de la época.
Siguiendo a Basualdo podemos decir que por un lado estaba la oligarquía tradicional terrateniente, el capital extranjero que tuvo una incidencia importante hasta mediados de 1940, la oligarquía diversificada  y la burguesía nacional que comienza a tener peso a partir de 1930, y tuvo  activa participación en el proceso económico y político, hasta mediados de los años 70.

A partir de la década del 30 el proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) no deja de crecer, sobre todo en la etapa de la segunda guerra mundial (1939/45), donde se cierran los mercados y esto obligó a producir muchos bienes que hasta ese entonces eran importados.
Pero es a partir de  1946, bajo el gobierno de JDP, que este proceso toma impulso, se convierte en una política del estado nacional.  Acompañando el modelo económico se instala un fuerte desarrollo del estado de bienestar, mejorando la calidad de vida de la población, a través de una legislación del trabajo, aumento de la participación de los trabajadores en la distribución del ingreso, vacaciones pagas, aguinaldo, convenios y paritarias, planes de vivienda, etc, que van conformando una clase media pujante, pero también una sociedad integrada e igualitaria.

 Hubo una clara estrategia de ampliar el mercado interno, con pleno empleo y salarios altos. También el Estado tuvo un rol central, se nacionalizaron las empresas de servicios públicos, todas ellas en manos de capitales ingleses, trenes, agua, energía, transportes, comunicaciones, etc.
Los gobiernos de JDP, si bien tuvieron crisis económicas en 1950 y más grave 1952, salió de ellas indemne de ellas y con gran apoyo popular.
Hacia 1955, colisiones y conflictos con la oposición y sobre todo con la iglesia, que había sido uno de sus principales sostenes en la primera etapa, llevaron a un clima de violencia opositora creciente. El bombardeo a la Plaza de Mayo, por parte de la aviación naval, que dejó  cuatrocientos de muertos y miles de heridos de civiles, o la colocación de bombas en las estaciones de subterráneos en horas pico, iniciaron un proceso destituyente, que termina con un golpe militar y el derrocamiento del gobierno.
Se inicia a partir de allí un ciclo de alta violencia e inestabilidad política. La proscripción del peronismo y la persecución de sus dirigentes generó  una alternancia de gobiernos civiles y militares débiles todos ellos, por su escasa aprobación popular.
Siguiendo a Basualdo la fuerte intervención estatal en el proceso económico permitió que este se apropiara de la renta extraordinaria del sector agropecuario y los redistribuyera hacia la industria orientada al mercado interno, a los sectores trabajadores y hacia el  propio estado. Hasta ese momento esa renta era apropiada por la oligarquía terrateniente y el capital extranjero.
El acelerado crecimiento industrial que en el periodo peronista 46/55 terminó con el modelo agroexportador. Se caracterizó además por la incorporación económica, social y política de la clase trabajadora, reflejada en una abundante legislación sobre convenios colectivos, tribunales laborales, salarios mínimos y seguridad social.
También las políticas del gobierno tendieron a que se fuera desconcentrando la propiedad rural, con lo cual la oligarquía terrateniente fue quedando subordinada a la fracción de la oligarquía diversificada.
La tasa de ganancia de la industria en ese periodo en muy alta, sobre todo en el periodo 46/52, por eso es explicable el amplio apoyo de los sectores industriales al gobierno en esa etapa. Cuando la tasa de ganancia comienza a decaer, disminuye también el apoyo, aunque la tasa seguía siendo muy alta.
El  peronismo no logró superar la etapa de la industrialización liviana, si bien en los últimos años se intentó comenzar ese proceso de desarrollo de la industria pesada. El objetivo era ir desarrollando  las industrias de base, para permitir una mayor expansión económica con  autonomía nacional. Los cuestionados contratos con la California en cuanto a extracción de petróleo apuntaban en ese sentido. Sin embargo estas políticas no generaron suficiente consenso, dado que la situación política se iba deteriorando. La fuerte oposición, a veces muy violenta, de los partidos opositores, sectores de las fuerzas armadas tradicionales, la oligarquía terrateniente; cuando se suma la iglesia Católica, el gobierno queda aislado. 
“La crítica repetida desde derecha e izquierda señala la redistribución progresiva del ingreso, los gastos improductivos del Estado y la nacionalización de los servicios públicos como causales de esa oportunidad perdida, al malgastar las reservas de divisas acumuladas durante la segunda guerra mundial. (Basualdo)
Sin embargo estas críticas no tienen en cuenta que ni la oligarquía diversificada, ni la burguesía nacional, grandes ganadores, no volcaron sus utilidades en nuevas inversiones como hubiera sido lógico para afrontar la nueva etapa. Por eso solo quedaban dos caminos para financiar el desarrollo pendiente, aumentar el rol del Estado en la producción industrial pesada o buscar inversiones extranjeras.
Superado el gobierno de la Revolución Libertadora, que intentó  desperonizar el país y volver a una situación pre cuarenta y cinco, sin éxito por supuesto, a pesar de la fuerte represión sobre los dirigentes políticos, gremiales y militancia del peronismo, el  gobierno desarrollista de  Frondizi-Guido (1958-1964), vuelve a las políticas industrialistas. Intenta fomentar el desarrollo de las industrias de base, para completar el ciclo industrializador. Elige el camino de atraer a las inversiones extranjeras, es así que en esos  años se produce una fuerte expansión del sector energético  (petróleo), automotriz, metalurgia, química-petroquímica, maquinarias, material eléctrico, etc.
El proceso iniciado en 1946 de industrialización, más allá de vaivenes políticos pronunciados, idas y vueltas, crisis económicas periódicas, marcó  el crecimiento económico e industrial más acentuado e ininterrumpido de la historia argentina.
Así, entre 1963 y 1974 el PBI se expandió un 54%, que es equivalente a una tasa de crecimiento anual acumulativa del 5,8%. Más acentuado aún fue el aumento del PBI per cápita al llegar al 82%, lo que supone una tasa de crecimiento anual acumulativa del 6%. (Rapoport)
Durante esos años de expansión económica, las exportaciones de bienes de origen industrial crecieron sensiblemente, y dentro de ellas las ventas externas de bienes de origen industrial exhibieron una participación creciente, que llegó a casi el 20% de las exportaciones en 1974.
En esta etapa se ve nuevamente el predominio del capital extranjero sobre las empresas de la oligarquía diversificada y la burguesía nacional. La burguesía nacional funcionaba como furgón de cola de la oligarquía diversificada, además de copiar sus modos, costumbres e ideología, confundiendo sus intereses con los de la oligarquía. En ambos casos unos y otros siguieron con la vieja lógica, invertir en producciones para el mercado interno, en áreas protegidas, y en muchos casos monopólicos, sin vocación de competir ni salir a los mercados internacionales. Por supuesto que esta situación les permitía asegurarse, sin mayores riesgos, una alta tasa de ganancia.
A pesar de la convulsionada situación política en esos años, a mediados los setenta el proceso de industrialización basado en la sustitución de importaciones exhibía una  consolidación importante. Hubo en esos años, crisis periódicas,  conocidas como “stop and go”, “pare y arranque”, causadas por restricciones externas, sin embargo estas no significaban una caída importante, solo una desaceleración del ciclo productivo. Esto fue así porque la industria había comenzado a tener presencia importante en las exportaciones y se utilizó además endeudamiento externo para cubrir los baches. (Basualdo)

En marzo de 1976 irrumpió una nueva dictadura militar, introduciendo un giro en el funcionamiento económico tan profundo que implicó un cambio en el régimen social de acumulación, dejando atrás la industrialización basada en la sustitución de importaciones.
Es decir que el programa de industrialización no había llegado a su techo, ni se había agotado, sino que hubo  una interrupción abrupta, decidida  por el nuevo bloque dominante cuando la industrialización sustitutiva estaba en los albores de su consolidación (Basualdo, 2006).
 “Muchos economistas e historiadores sostienen todavía que las riquezas de la época agroexportadora fueron despilfarradas sin sentido a partir de los años 30, al promoverse la industrialización y la intervención del Estado, conduciendo así a la declinación económica del país, la inflación y la inestabilidad política que habrían imperado bajo el modelo de sustitución de importaciones, pero el análisis cuantitativo y cualitativo no les da la razón. El país fracasa, porque no completa su ciclo de industrialización no porque se industrializa”. (Rapoport).



Simplificando el Gobierno militar abortó el modelo sustitutivo de importaciones, no porque estuviera agotado, sino por la decisión de la gran burguesía argentina de acoplarse al mundo a través de un modelo de acumulación basada en lo rentístico financiero.
Esto transformó el comportamiento económico y social del país. Este escenario de predominio de la especulación sobre la producción potenció la concentración del capital, el endeudamiento externo, el desmantelamiento del tejido industrial, desocupación, indigencia y un alto nivel de exclusión social.
Quedó  claro que un programa de ajuste tan brutal, solo podía hacerse bajo una fuerte represión, sobre todo sobre los sectores obreros sindicalizados. Así el accionar represivo más fuerte fue sobre las comisiones obreras internas y la mayor parte de los detenidos desaparecidos eran de origen sindical.
La política económica del proceso, tenía como objetivo modificar la compleja estructura  económica, política y social, generada  luego de 1930 y más concreto a partir de 1945 con la impronta que le dio el peronismo.  El objetivo fue  modificar en forma irreversible las bases de una Argentina industrial. 
La persistencia de las elevadas tasas de interés, la dolarización de la economía, la apertura indiscriminada a las importaciones,  el atraso cambiario fueron cambiando la economía Argentina. Esos factores, junto con los cambios en la demanda local, sorprendieron a la industria y, rápidamente se vio su nefasto resultado. 
En  el periodo 76/83 cerraron sus puertas más de veinte mil establecimientos industriales, el PBI industrial cayó el 10 % y la ocupación en el sector disminuyó un 35 %.
A partir de 1977 con la reforma del sector financiero bancario el núcleo dinámico de la economía paso a ser el sector rentístico - financiero.
Un gran número de empresas clásicas desaparecieron en ese remolino. El mercado bursátil, donde se podía comprar el paquete de control de algunas empresas a muy bajo precio, fue un ámbito privilegiado de esas maniobras. Lo mismo ocurrió con muchas otras; con el tiempo se convirtieron en depósitos, supermercados, shoppings, esperando caer sobre la piqueta para dejar espacio libre a nuevas actividades.
Una vez más la oligarquía terrateniente, asociada a los intereses del imperio puso un veto al desarrollo industrial argentino. No es casual que el ministro de economía y mentor ideológico del Proceso Militar haya sido un conspicuo miembro de esa oligarquía tradicional, Alfredo Martínez de Hoz, ni que Argentina y Chile hayan sido las pruebas de ensayo de las políticas neoliberales monetarista, diseñadas por Milton Friedman en la universidad de Chicago y que solo un par de años después fueron globalizadas a partir de la revolución conservadora, iniciada por la dupla Thacher – Regan.
Durante esos años se instala una campaña sistemática, que llega hasta nuestros días, para instalar en el sentido común de la gente que el problema radica en la excesiva intervención y gasto estatal en el elevado nivel de los salarios, en la falta de inserción en el mundo, en la ineficiencia de nuestra industria, su mala calidad y altos precios, que la solución es abrir nuestra fronteras a la libre circulación de bienes y capitales.  
Numerosos autores señalan la paradoja que la burguesía nacional se acopla a estas políticas acríticamente, cuando ellas iban claramente en contra de sus propios intereses.




Así  mientras que una parte de las burguesías nacional se asoció durante las décadas del ochenta y noventa a la oligarquía terrateniente dominante para acceder a los negocios del mercado financiero internacional, otra parte, la más débil desapareció víctima de las políticas económicas neoliberales,
La tan mentada “burguesía nacional” es un ejemplo histórico más de las clases sociales que se “suicidan”. Es una burguesía fallida que no tiene vocación ni conciencia de sus intereses de clase.
Es indudable que la falta de una burguesía nacional industrialista fue la limitante general a todo este proceso y la razón última del fracaso de los varios intentos por profundizar y completar el ciclo de la industrialización.
Los sectores más tradicionales de la oligarquía, tanto la terrateniente, como la que intentó la diversificación de sus negocios, eran hijas de la misma matriz parasitaria.
Cuando a mediados de los años setenta se produce el cambio en el ciclo de acumulación en la industria  se pasa a un modelo de acumulación rentístico financiero internacionalizado, esta oligarquía no duda y se acopla al nuevo modelo imperial de los negocios globalizados.
Las décadas siguientes los años ochenta y  noventa se siguieron aplicando las mismas políticas neoliberales instauradas por el proceso, con matices, por supuesto, pero en el fondo nunca su pudo superar la matriz oligárquico – rentístico y primarizadora de nuestra economía impuesta por el modelo neoliberal.
Para tener una idea del daño que causaron las políticas neoliberales en los últimos cuarenta años, el nivel de pobreza de Argentina en 1974 era del 6%, o sea era una sociedad integrada e igualitaria, para hoy 2020 tener un nivel de pobreza por encima del 40 %. Estos números dan una magnitud de la destrucción del entramado productivo, industrial en primer término, la destrucción de puestos de trabajo y la regresión y concentración del ingreso en las elites, en detrimento de los sectores populares.



En ese sentido, la deuda externa, auto generada por el Proceso en beneficio de los grandes grupos fue un corset que marcó  las siguientes dos décadas. En los noventa se intenta completar el ciclo neoliberal iniciado por Martínez de Hoz, así se profundizan las privatizaciones de las empresa públicas, se modifican la legislación y se avanza en reformas para fortalecer la concentración y extranjerización de la economía en beneficio los grandes grupos económicos tradicionales.
Se profundiza en el periodo 1976/2001 un fenómeno, que si bien venia de antes alcanza con el gobierno militar y los subsiguientes un grado consolidación, los contratos con el estado para la obra pública. Se genera una cartelización de la obra pública que beneficia a grupos, algunos tradicionales, otros más nuevos, que se apropian de los recursos del estado en beneficio de una veintena de empresas, (Roggio, Roca – Techint, Macri, etc). Son los que se conocieron en los ochenta como “la patria contratista”. Estos grupos fueron luego los grandes ganadores  de la privatización de la empresa publicas hecha por el gobierno menemista.
Luego de la crisis del 2001, donde estalla el modelo neoliberal dependiente, vigente desde 1976, comienza un etapa nueva, donde el peronismo  en el poder intenta recomenzar el proceso de industrialización a partir del modelo de sustitución de importaciones.
Los números de ese periodo 2003/2015, marcan tasas de crecimiento de la economía a niveles altísimos en los primeros años, hasta el 2008, donde se produce la crisis internacional generada por la quiebra de Lemman Brother en EEUU.
En ese año se produce el conflicto con los sectores sojeros y los consorcios agro exportadores, “la 125”. Donde un aumento en la retenciones a la exportación de granos fue violentamente resistida por los sectores oligárquicos terratenientes, las empresas dedicadas a los agro negocios, sectores de la banca, y los grande medios de prensa concentrados, ya con intereses diversificados en el agro y la banca.
Este conflicto vuelve a mostrar a una oligarquía y a sectores burgueses asociados, como un factor parasitario, de rapiña, que se niega a pagar impuestos, rompiendo las normas de convivencia mínima que hacen a una nación.
Igualmente el gobierno de Cristina Kirchner culmina su mandato en 2015 con números de la económicos y sociales altamente satisfactorios. Por eso, a pesar de las campañas de desprestigio, calumnias y persecución judicial CFK es una de las dirigentes argentinas que conserva un alto grado de popularidad, sobre todo en los sectores medios y bajos.
En este periodo hubo una apuesta firme de Néstor Kirchner de recrear una nueva burguesía nacional, por eso todas su política económica estuvieron destinadas a fortalecer al sector industrial, en especial las pymes y un mercado interno importante, tanto local como mercado latinoamericano. A pesar del éxito del proceso de crecimiento industrial, tasas del 8/9% anual, el proyecto se estanca cuando surgen las restricción externa, o sea hay escases de dólares para financiar la compra de insumos y maquinaria para la industria. En esos días se produce un enfrentamiento en los mercados locales entre el sector privado que quería los dólares para el consumo suntuario o para el turismo en el exterior de sus clases altas y el Estado que los necesitaba para sostener el nivel de crecimiento económico.
 Una vez más el intento de reconstruir una argentina basada en el desarrollo industrial quedó  trunco, porque una vez más  que el sujeto histórico que debería liderar este proceso defeccionó. Siguió privilegiando sus   prejuicios de clases, su sometimiento económico y político a la oligarquía tradicional y copiando de esta sus vicios, errores, su parasitismo y sobre todo su corrupción interna. La burguesía nacional es una “burguesía fallida”, que no tiene vocación ni conciencia de sus intereses de clase.

Hemos escrito mucho sobre el gobierno neoliberal que sucedió a CFK y no vamos a profundizarlos nuevamente en este artículo. Solo haremos mención a algunos hechos que marcan la tendencia histórica ideológica y actitudinal de estas elites oligárquicas.
Con Macri llegan al gobierno sectores oligárquicos tradicionales, la banca nacional y extranjera, el empresariado concentrado, etc, mas toda una  camarilla de empresarios, ceos y “garcas” de toda laya, que intentan aplicar las viejas recetas neoliberales apoyadas por el FMI y el Departamento de Estado yanqui. El resultado esas políticas ha sido el previsto y ya todos lo conocemos, un rotundo fracaso, que mostró una vez más la inviabilidad del proyecto político y económico de la elite tradicional. Su proyecto es un país para una minoría privilegiada, que deja afuera, en la pobreza y marginalidad a casi el 50% de la población. Una Argentina agro exportadora en una idea reaccionaria, una Argentina sin industrias es una Nación inviable ([1]).
Una vez más estos grupos mostraron su carácter parasitario y corrupto.
Una vez más las políticas aplicadas  fueron el ajuste de los gastos del estado en los servicios básicos (salud, educación, previsión social, seguridad, etc), baja de salarios, despidos masivos, desindustrialización y por ende primarización de la economía, más la dolarización de la economía, las altas tasas de interés, el endeudamiento externo, la especulación financiera, y la posterior fuga al exterior de los capitales, amparados en el “relato” neoliberal del libre comercio y la libertad de circulación de capitales, es el mecanismo perverso con que los sectores oligárquicos se apropian de la mayor parte de la riqueza generada por toda la sociedad en su beneficio.
Por un lado, siguiendo los estudios de José Sbatella sobre el comportamiento de las elites y la apropiación del excedente económico, queda claro este va destinado a consumos suntuarios, una pequeña parte a reinversiones en la actividad y el resto al acaparamiento y fuga.
No es casual que el vehículo más vendido en los últimos años sea la Toyota Hillux, o que una de las primeras medidas del macrismo, fuera la quita de impuestos a los autos importados de alta gama o  sea consumos suntuarios de la elite, Por el otro lado queda claro que el fuerte endeudamiento en los últimos años por parte del macrismo fue destinado a financiar la fuga de capitales de esos mismos grupos.
La deuda externa fue, desde 1976 a la fecha, entre otras cosas, un mecanismo de apropiación de dólares para su posterior fuga. Según informes confiable los capitales fugados por las grandes empresas argentinas hacia el exterior en las últimas décadas ascienden a un PBI, o sea unos 500 mil millones de dólares. O sea que se han robado un monto similar a la riqueza generada por todos los argentinos en un año.
Hoy podemos afirmar que detrás de toda la hojarasca de debate y discusión ideológica, detrás de los relatos, detrás de las campañas de difamación se esconde el verdadero problema central. La oligarquía y sus socios no quieren perder el control de esa renta extraordinaria o  excedente económico, ya que es la principal fuente de acumulación de capital y el que le da su poderío económico y político.
El Estado debe hallar la forma de apropiarse de ese “superplus” generado por toda la sociedad, para redistribuirlo equitativamente  en toda la comunidad. La apropiación por parte del Estado permitiría entre otras cosas solucionar la falta de dólares en la economía,  garantizar una mejor calidad de vida para toda la  población y se podría encarar un camino. sustentable y moderno, hasta completar el  proceso de industrialización trunco.
Por ello es necesario avanzar sobre los mecanismo que tiene el estado la apropiación del excedente, por ejemplo vía impuestos a las ganancias, al patrimonio o a la herencia, planificar su distribución en el seno de la sociedad, ya que es una riqueza generada por el trabajo de toda la sociedad. Para esta tarea es necesario un estado fuerte y empoderado que pueda enfrentar y doblegar a los grandes grupos económicos concentrados, que en su avaricia son y han sido capaces de utilizar la violencia terrorista para sostener sus privilegios de casta.
El destino de esa disputa marcara  el éxito o el fracaso del proyecto político nacional y popular de construir una nación industrial, con integración social en el marco de una gran nación sudamericana.


Antonio Muñiz
Abril 2020
genialujan@gmail.com
http://causapopularynacional.blogspot.com/



[1] La colocación monopólica de la producción agropecuaria  Argentina representaba el 3 por ciento del comercio mundial  en la década de 1910. En 2020 alcanza apenas al 0,4 por ciento, siendo casi los mismos productos. El proyecto oligárquico tuvo como golpe mortal la Gran Depresión de 1930 que forzó fuertemente a la baja de los precios externos.  (Ezequiel Beer)

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.