A cara o cruz..


América Latina vive una etapa muy convulsionada. Casi todos los países de la región están envueltos en crisis políticas y económicas, con protestas sociales en las calles, que cuestionan todo el orden vigente.
¿Por qué  una región relativamente estable en la primera década del siglo XXI ha ido degenerando nuevamente en escenas del pasado, que se creían superadas?
Golpes de estado tradicionales, como Bolivia, golpes “blandos” o palaciegos en Paraguay o Brasil, "lawfare", o sea el ataque contra oponentes utilizando indebidamente los procedimientos legales, para dar apariencia de legalidad, injerencia de la embajada yanky en las políticas internas de los países, caso emblemático es Venezuela, atacada y saboteada sistemáticamente por los intereses yanquis asociados, siempre como antaño, a oligarquías locales.

Progresismo, populismo y el siempre presente neoliberalismo.

Experiencias nacionales y populares, relativamente exitosas, Brasil, Argentina, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Venezuela, etc, fueron desmanteladas una a una, desde el golpe palaciego en Paraguay contra Lugo, hasta el golpe parlamentarios a Dilma en Brasil, que continuó  con la persecución sistemática a Lula, líder histórico del PT, encarcelado y proscripto, para que ganara un ignoto militar, Jair Bolsonaro.
La cooptación de Lenin Moreno por parte del establishment ecuatoriano y la embajada yanki, su traición y la persecución al ex presidente Correa es otro de los jalones del proceso de  destruir cualquier intento, aunque tímido, de políticas populares y de integración.
Atrás quedaron los BRICS, el Mercosur, el banco sudamericano y todas las organizaciones que tendían a la organización y unidad de un espacio latinoamericano.
Tal vez el país más “estable” de ese grupo sea Argentina, que a pesar de cambios de gobierno y de modelo político económico, casi antagónicos, ha permitido cambios dentro de un marco democrático consensuado. Si bien el país atraviesa una nueva crisis originada en la deuda externa, tomada por el gobierno anterior, los mecanismos de la democracia formal funcionan con cierta normalidad.
La crisis también tomó por sorpresa a los países alineados al Consenso de Washington y las políticas neoliberales. El mejor alumno, Chile, usado como ejemplo a seguir, mostró  claramente su cara oculta. Una partidocracia corrupta que se alterna en el poder, pero que solo sigue profundizando el modelo pinochetista, de acumulación de riquezas en un pequeño grupo social, una economía extrativista y de servicios, una privatización total de la vida cotidiana de la ciudadanía, donde solo prima el individualismo extremo y el éxito material como meta, un estado ausente en los asuntos cotidianos, pero armado para dar sostén a los negocios de ciertos sectores y reprimir y castigar cualquier insubordinación al orden establecido. Un pueblo y sobre todo los jóvenes han dicho basta y desde hace meses las protestas se expresan en las calles, a pesar de la brutal represión por parte de los carabineros y otras fuerzas.
Perú vive una inestabilidad política muy fuerte desde hace décadas, jaqueada su clase política por la corrupción, desde Fujimori en los 90, hasta Kuczynski, destituido por el caso Odebrech. La crisis continua con su vice presidente Vizcarra, enfrentado al Congreso y la demás fuerzas políticas.
En México, los graves enfrentamientos armados en Culiacán, Sinaloa, tras la detención del hijo de "El Chapo" Guzmán, Ovidio Guzmán López, son solo una muestra de un país fracturado, un Estado muy débil y el manejo del territorio y las armas por parte del narcotráfico. Producto de la  violencia política, el narcotráfico y las bandas para militares, la cifra de asesinatos en México durante 2019 asciende a más de 26.000 víctimas. El nuevo  gobierno de López Obrador abre un panorama alentador, ya que rompe la vieja hegemonía de los partidos tradicionales, sin embargo la crisis del estado mexicano es demasiado profunda, para tener por ahora,  expectativas optimistas.
En Centroamérica, Nicaragua, Guatemala y Honduras, por distintos motivos, presentan un escenario problemático en términos de estabilidad económica y gobernabilidad.

El gran Satán

Está claro que en cada país los problemas y el descontento son diferentes y se expresan de distinta manera de acuerdo a cada escenario.  Sin embargo un análisis político e histórico nos puede indicar que si hay causas comunes.
El primero y más trascendente es el avance de las políticas del “gran garrote” y la doctrina de “América para los americanos” por parte del Departamento de Estado yanky. La vuelta de EEUU a la política de cuidar su patio trasero, a partir de sus fracasos evidentes en Medio Oriente y el retroceso, como potencia económica y militar, frente al nuevo eje ruso chino. Como lo marca la historia latinoamericana la injerencia norteamericana en los países del sur solo genera inestabilidad política y económica. La matriz es siempre similar, la acción de los organismos de inteligencia, CIA, DEA, etc, en el interior de los países, la cooperación de los servicios locales, la prensa concentrada, la justicia y los sectores económicos parasitarios, que terminan boicoteando a su país y se asocian a los intereses extranjeros son el ariete que llevó  adelante los golpes blandos y la destitución de Lugo, Manuel Melaya y Dilma, la cárcel y proscripción de Lula, la persecución mediática y judicial contra Cristina Fernández de Kirchner y muchos dirigentes sociales y políticos alineados con ella.
Este accionar proscriptivo es sistemático y se reproduce en todos los países, Correa en Ecuador, Evo Morales y muchos de los dirigentes del MAS, fraude en Honduras, boicot de las elecciones en Venezuela, et, etc, Siempre con la complicidad de la OEA y su presidente el “canalla mayor” Luis Almagro.
El objetivo estratégico de Washington es llevar a América Latina a la condición neocolonial imperante durante el siglo XX y abortar cualquier  intento de desarrollo de fuerzas populares en la región.
Por el otro lado analizando la realidad política de cada país se pueden encontrar semejanzas en los procesos. Por un lado la aplicación de recetas económicas neoliberales desde mediados de los 70, con las experiencias pilotos de Chile y Argentina, durante las dictaduras militares, y luego se extendió a casi todos los países  fue modelando la región a los requerimientos del Consenso de Washington y el FMI. Estas políticas llevaron a las crisis de deuda que azotaron la región durante casi toda la década del 80 y 90, terminando con la crisis en Argentina en 2001. Esta crisis permitió el “veranito”  de regímenes más o menos nacionales y populares, que dieron un giro y un  freno al neoliberalismo extremo, terminado ese proceso se volvió a políticas neoliberales, el caso más notorio fue Argentina.
El resultado de todo ese proceso fue por un lado el surgimiento de ciertas capas medias, y como contraparte un empobrecimiento de sectores de la población que fueron quedando excluidos del sistema. Siempre dentro de una concentración creciente de la riqueza en sectores de las elites tradicionales.
La retracción del estado benefactor que marcó la región hasta mediados de los 70, las reformas laborales y previsionales, que pauperizaron las condiciones laborales y salariales, un libre comercio que fue destruyendo la industria local, un extrativismo depredador del medio ambiente, la falta de oportunidades para los jóvenes, etc, consecuencias directas del modelo van sumando frustración, resentimiento, odio, etc, en los sectores más vulnerados, que cuando sale a la superficie lo hace violentamente, tomando por sorpresa a los mismos dirigentes.

Un conflicto global

Por otro lado surge, producto del sentido común que construye el neoliberalismo, pero también de los sistemas democráticos vigentes y las clases políticas, muchas veces alejadas de las demandas sociales, un odio a la política y los políticos, que van generando un caldo de cultivo para experiencias autoritarias, xenófobas y racistas como la de Bolsonaro en Brasil.
Es indudable que las instituciones de la democracia liberal representativa están siendo cuestionadas, junto a los políticos y las elites empresarias y sociales.
La respuesta del sistema dominante y las elites es la represión y el uso de las fuerzas armadas como garantes del orden, esta lógica autoritaria, caso Chile, muestra la incapacidad de las elite política de entender que está pasando en sus bases sociales, y como dar respuesta a los reclamos y expectativas de mayor bienestar, igualdad y libertad.
En Latinoamérica se está jugando una partida global de difícil pronóstico, porque como en el billar es a varias bandas.
Por un lado los intereses norteamericanos en la región, de someter y reconfigurar a estos países en un modelo neocolonial dependiente, cerrando las puertas a su rival, China, que tiene intereses políticos y económicos fuertes y pretende continuar el proceso de inversiones.
Por el otro las oligarquías locales tradicionales, asociadas al capital financiero internacional, obsesionadas con mantener sus intereses parasitarios sobre el resto de la población y los recursos, que intentaran bajo cualquier alternativa mantenerse en el poder, el camino elegido seguramente será la bolsonarización, un gobierno de derecha, muy autoritario en lo político, neo liberal en lo económico, cerrado, racista y xenófobo.
Desde el campo popular es necesario construir un modelo alternativo y superador del neoliberalismo dependiente y de esta democracia restringida que nos quieren imponer. Para ello debemos  trabajar por la unidad de los espacios populares, defender la democracia en todo el continente, levantar la bandera de la unidad latinoamericana,  recuperar la política como herramienta de construcción de poder ciudadano, abrir la democracia formal hacia mecanismos de democracia directa, social y participativa, reconstruir el Estado, como vehículo de integración y desarrollo social y económico, construir un sistema productivo que genere puestos de trabajo, sustentable y respetuoso del medio ambiente. En síntesis construir sociedades más abiertas, participativas y consensuar un nuevo pacto fundacional que tenga en claro programas de inclusión y ascenso social para todos.
La moneda está en el aire, a cara o cruz, los pueblos tienen la palabra, pero lo que se está jugando en Latinoamérica tendrá repercusiones globales y de largo plazo.


Antonio Muñiz
Febrero 2020
genialujan@gmail.com
https://causapopularynacional.blogspot.com/


Esperando el futuro

Mientras el verano trascurre con altas temperaturas, con una temporada turística exitosa, la mejor del último lustro, Alberto Fernández luego de  recorrer los principales países europeos con intereses en la Argentina buscando consensos, sigue trabajando en la renegociación de la deuda externa, Axel Kicilioff paga la deuda de 250 millones de dólares,  mientras negocia  reprogramar la deuda provincial,  muere el  Juez Bonadío, símbolo de una justicia Argentina corrupta y enferma, escala el debate sobre la libertad de los presos políticos, niños wichi mueren de desnutrición o de causas totalmente evitables, ante la indiferencia de la sociedad.  La realidad   Argentina sigue mostrando una situación política y económica compleja y peligrosa.

Los primeros pasos:

La acción del gobierno pareciera no arrancar  a la espera de los resultados de la renegociación de la deuda externa.
El éxito en esa tarea es clave para poder encarar la etapa que viene.  Sin un acuerdo con el FMI y acreedores privados que prorratee  los vencimientos en los años venideros. Sin ese  acuerdo se hará dificultoso pensar un plan de crecimiento sostenible en el mediano y largo plazo.
En lo interno, como medidas concretas, solo puede mostrar como política efectiva la tarjeta alimentaria, tendientes a solucionar en forma urgente el tema del hambre y volcar ingresos en los bolsillos de los sectores populares. Estas políticas, si bien necesarias y bien encaminadas,  se muestran insuficientes ante el deterioro del tejido social y la pauperización de sectores importantes.
Los primeros casi sesenta  días apuntaron, aunque parcialmente, a atacar ese flagelo, con medidas de distribución directa de volcar recursos hacia los sectores que más habían quedado rezagados durante los últimos cuatro años. Los resultados de la transferencia de ingresos vía bonos, aumentos de salario, congelamiento de tarifas y el programa alimentario comenzaron a mostrar algunos resultados, sobre todo ayudaron  a cambiar las expectativas de la población. Es evidente el cambio de humor y de expectativas. Esto se vio reflejado en la exitosa temporada turística.

La puesta en marcha:

La idea de Fernández es que el consumo  ponga en marcha el motor de la economía y que las exportaciones sean el combustible que le permitan seguir andando. El consumo reprimido después de casi dos años completos de caída en las ventas  y la capacidad de producción instalada  ociosa, por la crisis de las pymes, son una oportunidad  para que una inyección de recursos en los sectores bajos y medios bajos reactiven rápidamente vía demanda  el mercado interno.  
Las medidas de contingencia, reducción de la tasa de interés, estabilización de los precios internos,  controlar valor del dólar y demás variables de la macroeconomía deberían dar paso a un plan económico consistente y de largo plazo.
Esta claro que el gobierno deberá cabalgar en los próximos cuatro años con tres frentes complejos y a veces contrapuestos, iniciar un proceso de crecimiento sostenido, esto solo puede hacerse con un programa de reindustrialización acelerada, con base en el sector pyme, y en este marco generar puestos de trabajo bien remunerados; hacer frente a los pagos de intereses y capital originados en la deuda contraída por el gobierno de Macri y tal vez lo más complejo, encarar un proceso de inserción social, económica y política de amplios sectores de la población.
La experiencia histórica y la etapa kirchnerista anterior muestran que un modelo basado en el consumo interno, lleva a una crisis externa, por falta de divisas para afrontar el proceso productivo. Esta crisis es estructural en nuestra historia, llamada “stop and go” y muy estudiada por los historiadores económicos. En necesario acompañar el desarrollo del mercado interno con una política fuerte exportadora que genere los dólares necesarios.
En ese sentido el sector más viable es la exportación de alimentos. Argentina produce y exporta commoditys agro pecuarios, sin embargo es necesario exportar valor agregado. 
En ese sentido es necesario dejar de lado la matriz económica primaria y enfocarse a generar más riqueza a partir de la producción agro pecuaria.
Si bien hay grupos de productores rurales enganchados en discusiones pasadas de moda, generando tractorazos y corte de ruta, negándose a pagar impuestos y queriendo seguir viviendo en forma parasitaria  de las ventajas comparativas de nuestro suelo, hay otros, más numerosos, que están viendo una oportunidad de negocios muy interesante. Es necesario construir una burguesía agro industrial activa y dinámica que acompañe este proceso.
Energía, petróleo, gas, oro, litio y otros minerales son potenciales fuentes de ingresos de divisas en el mediano plazo. Hoy estos sectores se están explotando muy por debajo de su potencialidad. Según algunas proyecciones estos sectores podrían aportar más de 10 mil millones de dólares anuales.
Es necesario dar a estas explotaciones un marco de sustentabilidad del ecosistema en el mediano y largo plazo y generar condiciones para el agregado de valor a la exportación de estos productos.
Otra fuente de ingresos de divisas es turismo internacional, Argentina cuenta con ventajas comparativas importantes, si bien está lejos de los centros mundiales el flujo de turistas es importante, sobre todo cuando se tiene como ahora un dólar competitivo: es necesario un programa de desarrollo, inversión y promoción  del sector.
El ultimo y tal vez el más importante en el largo plazo es la inversión y desarrollo en ciencia y tecnología aplicada y asociada a la producción. La exportación de servicios informáticos, software, industria nuclear y aeroespacial, etc, son fuente de ingresos importantes en un mediano plazo. Pero a su vez la aplicación de los avances tecnológicos y científicos  redundara  en mejoras en los sistemas productivos, logrando mayor productividad de toda la economía.
Para el logro de todos esos objetivos es fundamental reconstruir el Estado como agente dinamizador, planificador, articulador y desarrollador de la economía.

La deuda interna:

Según el INDEC cerca del 40% de la población se encuentra bajo la línea de la pobreza, con muchos sectores muy por debajo de la línea de indigencia. Esta deuda interna no puede esperar. La muerte de niños wicchi en Salta es una afrenta a la sociedad argentina, la  incapacidad y perversidad del gobierno salteño que está destruyendo el ecosistema del Chaco salteño y generando un verdadero genocidio sobre la población aborigen, debe obligar al gobierno nacional a una rápida respuesta humanitaria de alimentos, agua y atención médica sobre esos compatriotas olvidados.
Existen muchos sectores que deben ser atendidos a partir de ayudas directas urgentes, la tarjeta alimentaria es una buena herramienta, pero solo atiende a sectores ya protegidos.
Claramente  el trabajo es la herramienta  más directa para lograr inserción social y dejar atrás la pobreza y la indigencia. Sin embargo los últimos lustros de crecimiento e industrialización han mostrado que la economía argentina no genera puestos de trabajo suficientes. Debería estudiarse más a fondo este fenómeno, pero no parece ser solo causado, como dicen algunos, por falta de capacitación y calificación de la mano de obra, sino una incapacidad de generar nuevos puestos de trabajo dentro del sistema productivo actual.
Por ello es fundamental encarar el proceso de reindustrialización basado en las mipymes, ya que estas son generadoras de puestos de trabajo. Además es necesario encarar actividades productivas que requieran mano de obra intensiva, en ese sentido un programa nacional de construcción de viviendas y la pequeña obra pública pueden cumplir la doble función de generar empleos y a su vez construir infraestructura social. 
Para completar una estrategia de solución de la deuda social es fundamental invertir en salud, educación y capacitación en programas de largo plazo.
En síntesis es necesario encarar un proceso sostenido de crecimiento económico, industrialización, con fuerte inserción social, sin caer periódicamente en situaciones de inflación y estrangulamiento externo.
La muerte, totalmente evitable y prevenible, de niños argentinos en Salta, es el espejo nefasto donde la sociedad argentina debe mirarse, porque es la imagen clara de una Argentina decadente, destruida económicamente y sobre todo moralmente.
Reconstruir es la tarea. Difícil, compleja, pero imprescindible.

Antonio Muñiz
Febrero 2020
http://causapopularynacional.blogspot.com/


Acero o caramelos:

El ciclo de la industrialización por sustitución de importaciones 

Durante la dictadura cívico militar un secretario de Comercio de ese gobierno dejó registrada una lamentable expresión que quedó  en el imaginario colectivo. Fue ante empresarios que le solicitaban que el gobierno favoreciera a ciertos sectores estratégicos o básicos, cuando aquel funcionario respondió que eso no correspondía y que la inversión debía orientarse siguiendo las señales del mercado, ya sea "acero o caramelos". Esta política de apertura y libre cambio puso fin al proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI),que duró  desde 1930/1976.
La experiencia de otros países, mostraron que el proceso ISI era viable y que Argentina sería otra, de no haberse aplicado una política económica neoliberal que durante décadas favoreció el sistema financiero, abrió los mercados, destruyó el mercado interno y desmanteló la industria nacional; tirando por la borda 50 años de un proceso contradictorio pero rico en experiencias individuales y colectivas.


La Argentina agro exportadora



El liberalismo, ideología de la burguesía europea, triunfante en el mundo en el siglo XVIII, aconsejaban a las naciones periféricas abocarse a su “vocación agrícola”, aprovechando sus “ventajas comparativas”, dejando a otros (Inglaterra sobre todo) la producción de los bienes manufacturados.

Las elites gobernantes compran esta visión del mundo y desarrollan, sobre todo a partir de 1880, una economía abierta e inserta en el mundo dentro de la “división internacional del trabajo” basada en un modelo agro exportador y condenado a ser mero proveedor de materias primas para los países centrales.
Si bien es cierto que desde la finalización de las guerras civiles hasta casi 1930, Argentina pasó de ser un país atrasado y marginal a figurar entre los primeros del mundo, el modelo funcionaba con limitaciones, que le generaban profundas y periódicas crisis. Una es la dependencia del exterior, tanto de los mercados internacionales en carne y granos como también una dependencia financiera ya que requería un continuo endeudamiento externo.

Estas dos dependencias hacían muy vulnerables a la economía argentina. Gran Bretaña, que por su propio proceso de acumulación necesitaba en su fase de expansión exportar flujos de capital hacia la periferia e iniciando allí ciclos de endeudamiento. Pero en la fase del ciclo recesivo, cuando se veía obligada a repatriar capitales, hacía subir las tasas de interés a través del Banco de Inglaterra, y dejaba a los países periféricos con una altísima deuda externa, arrastrándolos a profundas crisis, como en Argentina en 1873, 1885, 1890, 1913 y 1929.

Otra gran limitación del modelo fue la exclusión de los sectores populares, manifestado en las pésimas condiciones de vida de la mayor parte de la población. Cabe recordar aquí el informe del médico catalán Biale Masset que en 1904 recorrió el país e hizo una feroz descripción de las condiciones de vida de la clase trabajadora en el apogeo del modelo.
Las altas tasas de crecimiento y de ganancias en esos años fueron apropiadas por la elite gobernante y se impidió cualquier intento de distribución de esa riqueza.

Contrariamente a lo que hicieron otras naciones agro exportadoras como Canadá o Australia, que habían iniciado el proceso de industrialización a principios de siglo cuando ya el modelo agro exportador empezaba a mostrar signos de agotamiento, la elite gobernante en Argentina mantuvo a rajatabla el modelo agro exportador y por lo tanto impedía, por acción u omisión cualquier intento de industrialización. Solo cuando la crisis mundial del 29 puso de golpe fin al modelo se comenzó a pensar en la industria, basado en un modelo de sustitución de importaciones

El período de industrialización por sustitución de importaciones (ISI)

La crisis del 29 al restringir el comercio internacional, redujo la existencia de divisas por lo que fue necesario generar industrias que pudieran producir bienes sustitutivos a los importados. Los gobiernos conservadores comenzaron a aplicar medidas que favorecían el desarrollo de la industria.

Según datos de esa etapa, es muy intenso el desarrollo de producciones que sustituían en forma fácil importaciones de productos manufacturados, tales como textiles, metal mecánica, maquinarias, artefactos eléctricos, electrodomésticos, en general bienes de consumo final.

Toda la producción iba destinada al mercado interno, por lo que la expansión del sector tenía un techo; el crecimiento solo podría darse con el aumento vegetativo de la población.
Resulta clave destacar que la transformación del Estado en la Argentina no sólo respondió a nuestras propias necesidades económicas, sino que en todo el mundo reinaban ideas tendientes a que el Estado tuviera un rol activo en la economía.

Cabe agregar, que en esta etapa, comienza a perfilarse el “empresariado industrial argentino”,  invierten solo en los negocios seguros, es decir hacia aquellos renglones productivos que gozan de protección natural, control del mercado, y demanda abundante. El caso emblemático es la industria azucarera. Así se conforma una burguesía, que no se preocupa por los cambios tecnológicos, la innovación, el mejoramiento del producto, o por mejorar la competitividad de sus productos y su empresa.

Con la segunda guerra mundial (1939- 1945) el proceso toma mayor impulso dado las restricciones al comercio internacional. Pero es luego de 1945, con el gobierno del Gral. Perón, donde el proceso industrializador fue una política de estado.

Se crea la DINIE, un consorcio estatal que cubría amplios sectores: construcciones, industrias metalmecánica, plantas eléctricas, químicas y farmacéuticas. Fabricaciones Militares cobra una gran impulso, termina de desarrollar las fábricas que había comenzado a instalar durante la guerra y pone en marcha una serie de proyectos, en algunos casos formando empresas mixtas, en la exploración de los recursos mineros, siderurgia, química, armamento, aeronáutica, etc.

Entre las empresas creadas figuran Atanor, Somisa, industria petroquímica en Zárate y la modernización de la fábrica de aviones de Córdoba. Tal vez el caso más emblemático de la época fue SIAM. En 1948 tenía una capacidad fabril para la producción de heladeras a un ritmo de once mil unidades anuales, para alcanzar las setenta mil unidades diez años más tarde. En lo que respecta a lavarropas pasó de dos mil (2000) unidades al año a treinta y ocho mil (38000) unidades en 1958. En 1952 lanzó la producción de motonetas, que despertó una enorme demanda latente por este artículo.

Hacia 1950/52 el proceso encontró restricciones importantes y comienzan a mostrarse signos de estancamiento. El nudo del problema en aquellos años era que el país no poseía una industria básica para proveer equipos de producción e insumos a la industria local, por lo que se requería un cambio de orientación que el gobierno encaró hacia 1952: desarrollo de la industria pesada, combustibles y derivados del petróleo, químicos, maquinarias y vehículos.

El censo industrial de 1954 arroja un total de un millón de trabajadores en el sector, equivalente a un 10% por encima de lo registrado en 1946, pero la potencia instalada aumentó un 50% respecto del censo de 1946. La composición por ramas destaca algunos cambios ocurridos. Metales, vehículos y máquinas aumentó su participación en el producto fabril del 13.3% en 1946 al 20%, mientras que la actividad textil se mantuvo en los niveles previos y se nota una leve caída en alimentos, bebidas y tabacos (del 32% al 29.9% del total).

Si bien es cierto que en las décadas siguientes, a pesar de las crisis políticas periódicas, con un alternancia de gobiernos civiles y militares y donde la proscripción del peronismo hacía inviable cualquier proceso político, en el periodo 1955/ 1965 el crecimiento del PBI fue del 34%. También puede comprobarse que hubo cambios significativos en la composición, ya que sectores como química, petroquímica, automotriz, metalmecánica, adquirieron una gran protagonismo. La tendencia creciente del sector continuó en los años de la Revolución Argentina, a tasas de más del 6% anual.

Todo el período, hasta 1976, puede definirse como un proceso que resultó incompleto debido a la falta de desarrollo de algunos eslabones productivos claves, e impidió una mayor diversificación y complejización de la estructura industrial argentina, generando una dinámica cíclica, conocida bajo el nombre de stop and go (pare y arranque).
En la fase de expansión crecía sustancialmente el mercado interno, aumentando las importaciones de bienes e insumos intermedios destinados a la industria, y por ende, la necesidad de divisas. Pero aumentaba también el consumo de bienes de origen agropecuario, debido a los mayores salarios que pagaba la economía y a los niveles de mayor empleo, con lo cual se reducían los saldos exportables. Cabe acotar que durante todo ese período hubo, a nivel internacional, un aumento constante de los bienes industriales y un estancamiento de los precios de las materias primas exportables, produciendo en la economía local un proceso denominado “deterioro de los términos de intercambio”.
Este desequilibrio en la balanza de pagos traía aparejado un estrangulamiento externo que, según las teorías clásicas, “obligaba” a un ajuste recesivo que se desencadenaba vía una devaluación cambiaria. Se reducía el salario real y el consumo, los saldos exportables crecían y las cuentas externas mejoraban porque crecían las exportaciones y se reducían las importaciones. De esa manera, el ajuste recesivo permitiría alcanzar un nuevo equilibrio y el ciclo se reanudaría nuevamente.

Sin embargo podemos decir que a pesar de las marchas y contramarchas en estos ciclos económicos, siempre el crecimiento del sector industrial fue positivo durante el período.
También en lo que respecta a las condiciones de vida, resultó evidente que durante este período el crecimiento económico fue acompañado por un desarrollo social mucho más incluyente con relación a los sectores de menores recursos, por una alta participación de los asalariados en el ingreso nacional y por escasos niveles de desocupación.
Pero este proceso se cortó bruscamente en 1976, impidiendo la consolidación del modelo y la superación de las trabas estructurales.

La interrupción del ISI no sobrevino por su agotamiento o fracaso, basta recordar que entre 1964 y 1974 el crecimiento anual promedio fue del PBI fue del 5 %, mientras que la tasa promedio del PBI industrial fue del 7 %. Otro dato significativo es que mientras el porcentaje en 1960 de exportaciones de productos manufacturados fue del 3 %, en 1974 fue de un 24 % sobre el total de exportaciones.
Citando a Mario Rapoppot, “muchos economistas e historiadores liberales sostienen todavía que las riquezas de la época agro exportadora fueron despilfarradas sin sentido a partir de los años 30, al promoverse la industrialización y la intervención del Estado, conduciendo así a la declinación económica del país, la inflación y la inestabilidad política que habrían imperado bajo el modelo de sustitución de importaciones, pero el análisis cuantitativo y cualitativo no les da la razón. El país fracasa  porque no completa su ciclo de industrialización, y no porque se industrializa”.

En síntesis el modelo de industrialización (ISI), permitió grandes logros durante el período 1930/76. Entre los primeros se puede mencionar una elevada tasa de crecimiento económico, el desarrollo de una clase media y un sector obrero con altos salarios, con bajos niveles de indigencia y pobreza y con tasas de desocupación mínimas. En síntesis una sociedad homogénea e integrada.

Aceros o caramelos

Esta frase, tan poco feliz, sobre que el mercado decidiría si Argentina producía aceros o caramelos, marcaba cual sería la tendencia del nuevo programa económico: la renuncia a una Argentina industrial.
El golpe militar de 1976, tenía como objetivo modificar la compleja estructura económica, política y social, generada luego de 1930 y más concreto a partir de 1945 con la impronta que le dio el peronismo. El objetivo fue modificar en forma irreversible las bases de una Argentina industrial.



Por supuesto que esta política se basó en una feroz represión de los sectores populares a través de 30.000 desaparecidos, la mayoría de ellos, trabajadores con activa participación gremial. En el periodo 76/83 cerraron sus puertas más de veinte mil establecimientos industriales, el PBI industrial cayó el 10 % y la ocupación en el sector disminuyó un 35%.

A partir de 1977 con la reforma del sector financiero bancario el núcleo dinámico de la economía paso a ser el sector rentístico – financiero. Los capitales internacionales ingresaron a nuestra economía en búsqueda de ganancias rápidas, aprovechando políticas de apertura irrestricta y, más adelante, la compra de los activos estatales a precios realmente irrisorios. Bajo este esquema el funcionamiento de la economía argentina -como el de otros países de la región- se encontraba fuertemente atado a la entrada de capitales y al mantenimiento de un seguro de cambio, primero fue la “tablita” de Martínez de Hoz y más tarde la “convertibilidad” de Cavallo – Menem. La única manera de sostener el modelo era el endeudamiento externo para de conseguir las divisas necesarias.




Vale recordar que en ese período se consolida un modelo económico donde un número reducido de grupos nacionales y extranjeras y de grandes empresas multinacionales concentran toda la riqueza generada por el país, pero además concentran un gran poder  que les ha permitido coaccionar al poder político. Las grandes crisis de 1981, 1989, 1990, 2001, fueron “golpes de mercado” para condicionar la política en su propio beneficio: la nacionalización de la deuda privada, por parte de Cavallo en 1981, la apropiación a precios viles de las empresa públicas, durante la década del noventa, la devaluación y la pesificación asimétrica del 2002, son solo ejemplo de los dicho.

El fracaso del modelo rentístico financiero llevó al país a la crisis, casi terminal, del 2001, dejando entre sus secuelas de cerca del 50 % de la población bajo la línea de pobreza.
En los años siguientes 2003 – 2015 hubo un cambio de orientación en las políticas económicas, basadas en premisas distintas al periodo anterior: el crecimiento de estuvo basado en el ahorro interno de la economía, es decir, sin necesidad de endeudarnos en el exterior.
En segundo lugar, una re industrialización, basado en la sustitución de importaciones, en el desarrollo del mercado interno, salarios altos, etc, que permitieron crecimiento a tasas “chinas” hasta 2008/09, en que la crisis internacional puso límites al crecimiento local.  Luego de un par de años de estancamiento comienza en 2014/15 una etapa de crecimiento.
Lamentablemente a partir diciembre de 2015 asume un nuevo gobierno, producto de elecciones libres, que cambia totalmente la lógica económica y política. Se vuelven a las viejas políticas neoliberales, el Consenso de Washington  y las recetas de FMI. El resultado era previsible, las erradas políticas nos llevaron a otra crisis, virtual default, deuda externa impagable a corto plazo, inflación galopante, el cierre de más de veinte mil empresas pymes, desocupación, desempleo, etc.
El desastre del gobierno macrista permitió el regreso del peronismo nuevamente al poder.
Es indudable que el nuevo gobierno enfrenta un escenario complejo, por un lado una renegociación de la deuda externa, que saque al país del default macrista, pero a la vez permita un desahogo en las finanzas locales con el objetivo de poder encarar un proceso de reactivación económica.
Resulta evidente que la actual coyuntura económica carga con una deuda interna tremenda,  entre un 30 y un 40 % de la población sigue estando bajo la línea de pobreza. Para corregir este desfasaje social hacen falta políticas activas de inclusión social, y además de tasas altas y sostenidas en el tiempo, de crecimiento económico.
Podemos afirmar que la actual  política económica deberá  cabalgar sobre un modelo de desarrollo reindustrializador y la necesidad de resolver el déficit social.
Seria conveniente en la etapa que se nos avecina estudiar y pensar todo proceso ISI,  50 años de un ciclo histórico contradictorio, pero rico en experiencias individuales y colectivas.

Antonio Muñiz
Febrero 2020
genialujan@gmail.com

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.