Burguesía nacional, ¿mito o realidad? (1 parte)

Antonio  Muñiz

Luego de la crisis del modelo neoliberal en 2001,   Néstor Kirchner, el presidente electo que debió enfrentar la implosión de la economía  argentina, expresó  desde un principio su intención de “rescatar a la economía argentina de las ruinas del neoliberalismo”. Declaró además,  que “es imposible construir un proyecto nacional si no consolidamos la “burguesía nacional”.
De hecho, en varios de sus discursos posteriores  enfatizó la necesidad de tener un “capitalismo nacional”.
También en Brasil, el ascenso al poder de Luis Ignacio Lula Da Silva y el “Partido de los Trabajadores” reavivó  el hablar de un pacto social entre el trabajo y el capital y la posibilidad de  forjar un espacio para el desarrollo de Brasil por medio de una alianza con los “industriales nacionales”.  
Ambos procesos resultaron  exitosos en cuanto a  logros de inclusión social, disminución de la pobreza, desarrollo de algunos sectores industriales, autonomía con integración regional, etc, también mostraron las limitaciones de estas burguesías nacionales, que terminaron en Argentina favoreciendo y apoyando el modelo neo liberal saqueador de Macri y en Brasil apoyaron primero el golpe palaciego contra Dilma Rouseff y luego la proscripción y cárcel de Lula, permitiendo el escandalosos gobierno de Bolsonaro.


Un poquito de historia:

Este modelo de alianza entre el sector obrero y la burguesía nacional más el Estado fue la alianza social que sustentó, si bien con marchas y contramarchas,  contradicciones y conflictos, casi todo el proceso de industrialización por sustitución de importaciones, desde la crisis del 29 hasta la crisis del petróleo a mediados de los 70.
En Argentina, si bien el proceso de industrialización también comienza en los años 30, con la depresión y el comienzos de la segunda guerra mundial, es luego de la asunción del gobierno de Juan domingo Perón, que el proceso se acelera, basado en una fuerte participación del Estado con políticas muy activa, con planes nacionales de desarrollo y una alianza social entre el trabajo y la producción, en el marco de un “proyecto nacional”.
Durante los primeros gobiernos peronistas (1946-1955), los cambios económicos, políticos y sociales provocan profundas transformaciones en el desarrollo del movimiento de la sociedad argentina, plasmándose una nueva conformación de fuerzas sociales enfrentadas.
A su vez ya superada la guerra emerge un mundo bi polar  en el marco de una “guerra fría” entre las dos potencias  “ganadoras” del conflicto mundial.  Este nuevo orden político y económico marcó  la necesidad de un cambio en las políticas económicas del peronismo hacia el desarrollo de las industrias pesadas y energía. Además el modelo requería un aumento en la productividad de toda la economía. En ese marco se realiza el  Congreso de la Productividad y el Bienestar Social, convocado conjuntamente por la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Confederación General Económica (CGE), con apoyo institucional del Estado justicialista, en marzo de 1955, se propuso discutir la forma de llevar adelante un proceso de racionalización de la producción para incrementar los niveles de productividad, de acuerdo con las metas planteadas ya en el Segundo Plan Quinquenal
El Congreso fracasó, ya el golpe militar estaba en marcha y la burguesía se estaba alineando con las fuerzas golpistas, junto a la Iglesia, un sector de las fuerzas armadas, las oligarquías agro ganaderas y las empresas de capital extranjero.  Sin embargo es interesante el análisis de las posiciones en conflicto, mientras el sector obrero se mantuvo muy fuerte en defensa de las conquistas logradas en ese periodo, para la representación empresaria nucleada en la CGE las ‘excesivas’ conquistas obreras eran en definitiva un freno a la organización de los planes de producción”.
Para Alejandro Horowicz, a partir del año 1952 se va a producir una ofensiva del capital norteamericano basado en la difícil situación financiera nacional producto de la caída de los precios internacionales de las materias primas exportadas por nuestro país y de las nuevas relaciones de fuerza a partir de la consolidación de EE.UU. como potencia hegemónica. Según el autor, la “estructura productiva nacional constituía un obstáculo para el avance del capital norteamericano”
Al mismo tiempo, y ante la imposibilidad de seguir importando bienes de capital debido a la falta de divisas, los industriales comenzarán a presionar para “aumentar la productividad del trabajo como único camino para incrementar ingresos”.
Así, el comienzo del fin de la etapa nacional y popular  y el fin de la alianza de entre el sector obrero y los empresarios nacionales. Estos en el nuevo bloque hegemónico  pasaron a realizar una “ofensiva política, ideológica y económica para instalar socialmente la convicción de que el problema radicaba en la excesiva intervención y gasto estatal y en el elevado nivel de los salarios y las elevadas condiciones de trabajo que limitan la productividad”
Este pensamiento simplista y falaz, se mantendrá constante hasta nuestros días. La pregunta es ¿Porque la “burguesía nacional” nacida al calor de las políticas del estado y que había prosperado notablemente  tira por la borda toda la experiencia y termina asociándose y subordinándose a la oligarquía campera, al capital norteamericano, a la banca y los sectores rentísticos.?
Este renunciamiento de la burguesía nacional muestra su incapacidad para liderar un proceso de desarrollo autónomo, incapacidad que se volverá a mostrar en las décadas siguientes. (1)
A lo largo de las siguientes décadas la burguesía industrial busco su camino lejos de los sectores obreros, abandonando el proceso de desarrollo nacional y popular y apostando a un desarrollismo de carácter liberal. Este modelo fue complicado, con idas y vueltas, pero de crecimiento del sector durante toda la década del 60, llegando a principio de los 70,
En 1966, con el gobierno militar de Ongania, el primer Ministro de Economía, fue un empresario nacional,  Jorge Salimein, Ceo del grupo Sasetru y presidente de la CGE
Salimei expresaba una estrategia diferente a la de la UIA, y afín a la política reformista impulsada por las fracciones de la burguesía representadas por la Confederación General Económica. La resolución de la crisis económica, cuya principal expresión era la caída de la tasa de ganancia industrial, requería para la UIA medidas diferentes que anudaban una serie de alianzas distintas a las tejidas por Salimei. Para la UIA la salida para superar la crisis de acumulación demandaba  la caída de los salarios reales y la reestructuración de los gastos estatales, el aumento de la productividad y la eficiencia, el disciplinamiento de los sectores obreros y la restructuración de la legislación laboral y previsional en virtud de disminuir el costo de la mano de obra. A su vez, se demandaba el apuntalamiento estatal para generar la competitividad industrial que permitiera apuntar hacia la conquista de los mercados internacionales.
 La gestión Salimei estaba muy lejos de coincidir con los objetivos de la UIA, así duro apenas 6 meses y fue reemplazado por Krieguer Vasena, con posiciones más liberales y cercanas a la UIA. El proceso militar termina en medio de fuerte movilizaciones populares, motorizados por los sectores obreros organizados contra las políticas económicas y la fuerte políticas represivas.
El desarrollo logrado permitió grandes logros durante el período 1930/76, entre los primeros se puede mencionar una elevada tasa de crecimiento económico: entre 1964 y 1974 el crecimiento anual promedio fue del PBI fue del 5 %, mientras que la tasa promedio del PBI industrial fue del 7 %. Otro dato significativo es que mientras el porcentaje en 1960 de exportaciones de productos manufacturados fue del 3 %, en 1974 fue de un 24 %  sobre el total de exportaciones.
Sin embargo en toda la década se ve que la burguesía fracturada y subordinada a los capitales extranjeros, con una economía cada vez más extranjerizada y más concentrada.
La experiencia del gobierno peronista de 1973/76 reedita el modelo de Pacto social entre la CGe , liderara por José Ver Gelbard, tal vez el más lúcido exponente de esa burguesía nacional, con un claro proyecto político y económico, de desarrollo industrial, la CGT liderada por José Rucci y el fuerte apoyo del Presidente Perón, que hizo de ese Pacto Social y el Plan Trienal, ejes centrales  de su  gobierno.


Fue un periodo complejo, donde primaba la lógica de la violencia sobre la política, el asesinato de José Rucci, dio un golpe muy fuerte al proyecto, la muerte de Perón en 1974, le quitó  poder político a Gelbard y al Pacto social, que finalmente renuncia 4 meses después.
El sector empresario no acompañó el proyecto, más bien hubo un saboteo constante, con aumentos de precios, desabastecimientos, agio y especulación. El último discurso de Perón el 12  de junio hace referencia y denuncia estas acciones de sabotaje. (2)
El posterior golpe militar de 1976 marco el fin del proceso de industrialización por sustitución de importaciones, no porqué estuviera agotado sino por la decisión de la  burguesía argentina de acoplarse al mundo a través de un modelo de acumulación basada en lo rentístico financiero. Este escenario de predominio de la especulación sobre la producción  potenció la concentración del capital, el endeudamiento externo, el desmantelamiento del tejido industrial, desocupación, indigencia y un alto nivel de exclusión social.
Es decir pasar de un modelo industrialista basado en la producción y el trabajo a un modelo de acumulación basado en la especulación financiera.
Para esto debió apoyar el golpe militar de 1976, con la represión brutal incluida, para poder imponer el programa económico de Martínez de Hoz, que les garantizaba su inserción en los negocios de la intermediación financiera, pero renunciaba a un desarrollo industrial autónomo.
Estas políticas neo liberales generaron una fuerte concentración económica, sobre todo en los grandes grupos locales y las empresas trasnacionalizadas, que pudieron insertarse en el nuevo orden, aquellas industrias que producían para el mercado interno o en escalas muy baja no pudieron competir, así ramas enteras de producción nacional pymes desaparecieron  o quedaron en una mínima expresión.
En el periodo 76/83 dejo una argentina fracturada, con un tejido social y económico hecho añicos, endeudada y condicionada por las siguientes décadas.
“De nuestra famosa “burguesía nacional” podríamos decir que maduró tarde y se pudrió bien temprano. Incapaces de conducir el proceso de sustitución de importaciones que tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XX “, aceptaron y apoyaron las políticas neoliberales de desindustrialización de Martínez de Hoz  y más tarde durante el gobierno menemista subordinándose  a  las firmas trasnacionales. (3)
Hubo grupos económicos que pudieron acoplarse al nuevo orden, aprovechando su internacionalización, pero también los vínculos con el estado, a través de prebendas pero también vía corrupción. Durante los 80 un tercio de las empresas eran de capitales argentinos. Sin embargo ya sus intereses y forma de acumulación no tenían que ver con los intereses nacionales. Por el contrario comienza un proceso perverso de acumulación interna a partir de negocios  asegurados y de alta rentabilidad, para luego dolarizar sus ganancias y fugarla hacia paraísos fiscales.
También durante el menemismo se asocian con grupos extranjeros en las privatizaciones y el desguace del estado, a fin de integrarse verticalmente y consolidar su posición de oligopolio en algunos mercados
Hacia el final del periodo 89/2001,  en el panel  de las 200 empresas líderes en la estructura productiva del país, solo 47 eran nacionales.
Por un lado puede contactarse el afianzamiento estructural de un puñado de grupos especializados en procesar,  comercializar y exportar materias primas, por el otro se continuó con la extranjerización de gran parte de estructura productiva así como una mayor concentración de las cadenas productivas y de comercialización.

La década kirchnerista

Como decíamos al comienzo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner intentaron recrear una burguesía nacional que acompañara el proceso de reindustrialización que llevaron adelante durante los doce años de gestión.
Haciendo un balance del periodo puede decirse que más allá de errores y contradicciones el proceso fue exitoso en cuanto al crecimiento de la economía, y del sector industrial en particular, aumento de los puestos de trabajo, mejora de salarios, reducción de la pobreza,  inclusión de sectores marginados.
Basada en el objetivo de defender el mercado interno, aumentar la demanda a partir de paritarias libres, fuertes inversiones del estado, salario mínimo y jubilaciones, aumento de las exportaciones, el periodo 2003/08 fue un quinquenio donde se crecía a “tasas chinas”, estancándose ese crecimiento hacia el 2008/9 dada la crisis global originada por la debacle de la “Lehman Brothers”.
Sin embargo el crecimiento de la economía argentina en todo el periodo 2003/15 marco un crecimiento que nos da un tercer lugar en el mundo después de China e India.
Es de destacar que se crearon miles de empresas. De 1996 a 2002 cerraron más de 9 mil empresas. Pero desde 2003 a 2014 se crearon 14.621, de las cuales más de 6 mil eran pymes. Se pasó de 80 parques industriales en 2003 a 330 en 2014, teniendo como objetivo llegar a 660 en 2020.  

En este periodo de gobierno el Estado nacional retomó el control de algunas empresas privatizadas durante el menemismo, entre las cuales sobresalen por su importancia los casos de YPF, Aerolíneas Argentinas, Aysa (ex Aguas Argentinas), Correo Argentino y las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones. Este proceso, que comenzó con una serie nacionalizaciones aisladas en el gobierno de Kirchner y se intensificó desde 2008, llevó a que creciera la importancia de las firmas públicas y las asociaciones con presencia estatal en el conjunto de las empresas más importantes del país. Ahora bien, las estatizaciones no formaron parte de un plan diseñado para incrementar estratégicamente la presencia del sector público en la economía, como sí aconteció en otros países de la región, sino que más bien fueron respuestas tácticas en determinadas coyunturas críticas.
Como paradoja, o no tanto conociendo la historia, los grandes grupos económicos ganadores de este proceso histórico más el sector pyme en general acompañaron el cambio de gobierno, dándole su apoyo a un sector político que representan los intereses de  los grandes grupos concentrados, el sector agro exportador y la banca.  

“En el agrupamiento de los “ganadores” de la posconvertibilidad se encuentran algunos holdings que mantuvieron prácticamente estable su posición, tres grupos claves del poder económico de la Argentina: Techint, Clarín y Madanes.
Fueron doce los grupos empresarios que aumentaron su ponderación dentro la cúpula, la mitad de los cuales posee base agroindustrial (Urquía, Vicentín, Navilli, Mastellone, Ledesma y Arcor). Esta inserción sectorial marca un claro punto de continuidad con las transformaciones del capital concentrado durante la década del noventa.”
Entre los que permanecieron en la cúspide pero perdieron importancia relativa durante estos años figuran Pérez Companc, Eurnekián, Sancor, Temis Lostaló y Roemmers. Este proceso también estuvo vinculado con la extranjerización de muchas, aunque las operaciones no implicaron la enajenación total del grupo sino solo una reducción de su tamaño.”
Un perfil diferente poseen los diez holdings que se colaron entre los más pudientes a partir de los 90, donde sobresalen los vinculados a la construcción y a los servicios públicos. Los conglomerados ODS (Calcaterra), Caputo, José Cartellone e IRSA coparon el rubro de la construcción (privada y pública).
Por su parte, Pampa Holding, Electroingeniería e Indalo (Cristóbal López) lograron expandirse gracias a la política de “argentinización” del sector energético que propició el Gobierno nacional.
El cambio de rumbo impuesto por el nuevo gobierno del presidente Macri tiró  por la borda los aspectos positivos de las políticas kirchneristas, al tiempo que profundiza los límites estructurales que restringen las posibilidades de la economía argentina.
Cuenta una historia que al final de su mandato Cristina Fernández preguntó a un poderoso empresario ¿Porque si con el peronismo ganaban mucha plata, como lo demostraba el crecimiento de su empresa, eran tan anti peronistas? El empresario balbuceo  unas palabras pero no respondió la pregunta.

Una vez más ¿porque empresarios con empresas industriales  exitosas  acompañaron alegremente a sus verdugos, apoyando políticas de des industrialización y primarización de la economía?
¿Porque la burguesía sigue teniendo un discurso y un diagnóstico de la realidad que no condice con sus propios intereses: liberación de los mercados financieros, liberar importaciones, reducir salarios,  ajuste del gasto estatal, políticas monetaristas para controlar la inflación, etc. todas medidas que reducen el mercado interno y deprimen la actividad económica, en especial la industrial?


Bibliografía:

·         De la sustitución de importaciones a la sustitución de exportaciones.   Max Flores

·         http://causapopularynacional.blogspot.com/2019/06/el-pacto-social.html

·         ¿REVIVIR EL ESTADO DESARROLLISTA? EL MITO DE LA “BURGUESÍA NACIONAL” Vivek Chibber

·         Burguesía nacional y Estado: la acción política de la Unión Industrial Argentina durante la Revolución Argentina (1966-1969)

Una patada a la escalera.



“Que tiempos serán los que vivimos que debemos defender lo obvio” Bertolt Brecht

En Argentina la discusión sobre libre cambio o proteccionismo existe desde hace más de dos siglos.
Ya con las invasiones inglesas al Virreinato del Rio de la Plata, se profundizó  el debate entre estos dos modelos, entre la burguesía comercial porteña, enriquecida por el contrabando y la trata de esclavos y la nueva generación intelectual como Belgrano, Moreno o Castelli. Quienes luego tuvieron un papel destacado en las jornadas de mayo y las guerras de la independencia.
De un lado se encuentran quienes dicen que el libre comercio mejorara la calidad de vida y el desarrollo de todos los países, que la mano invisible del mercado llevara mágicamente a despertar las fuerzas productivas de cada sociedad y por ende trabajara por el bien común.
Por el otro existe una corriente, que sostiene que las economías débiles deben ejercer un proteccionismo económico sobre sus industrias y su trabajo.
La historia económica clásica predica que el motor del desarrollo del capitalismo, la revolución industrial y el progreso de los países centrales se debió al libre comercio. Sin embargo existen otras visiones sobre el desarrollo económico e industrial de las naciones.
Según Ha-Joon Chang, referenciándose en trabajos previos del economista alemán Friedrich List, comparando los procesos de desarrollo de Europa nos dice que   “cuando  eran países en desarrollo, prácticamente ninguno de los hoy desarrollados practicaba el libre comercio (ni una política industrial de liberalización como contrapartida doméstica). Lo que hacían era promover sus industrias nacionales mediante aranceles, tasas aduaneras, subsidios y otras medidas”.
“La mayor brecha entre la historia «real» y la historia «imaginaria» de la política comercial es la que se refiere a Gran Bretaña y EE. UU., que son considerados países que alcanzaron la cima de la jerarquía económica mundial adoptando políticas de libre comercio cuando otros países bregaban aún con políticas mercantilistas obsoletas. … en sus estadios iniciales de desarrollo esos dos países fueron de  hecho los pioneros y, a menudo, los más ardientes practicantes de medidas comerciales intervencionistas y políticas industriales.” (Chang, 2002)
Los países que hoy se consideran desarrollados usaron en épocas pasadas el proteccionismo para defender su industria naciente y solo pasaron a predicar las virtudes del libre comercio cuando se hallaban ya en una situación en la que eran capaces de competir internacionalmente con otros países que no habían avanzado en el desarrollo industrial. Como dijo Friedrich List, una vez alcanzada la cima, es una argucia común dar una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás, impidiendo que otros países hicieran lo mismos. Es más, el ejemplo de Inglaterra que predicaba el libre cambio pero abría mercados muchas veces a cañonazos y otras contando con la complicidad de burguesías comerciales locales a las que asociaban.  Por un lado buscaban  mercados donde colocar su mercadería y a su vez extraer materias primas de esos países para alimentar sus industrias. Se generó una división internacional del trabajo, donde cada país debía especializarse en aquellas  producciones donde tenía ventajas comparativas, Así ellos se reservaban el rol de países industriales y a los demás como meros proveedores de materias primas poniendo limite a cualquier posibilidad de desarrollo autónomo.
Este no es un debate del pasado, sigue vigente en nuestros días. Los países desarrollados siguen con su retórica hipócrita librecambista. Mientras aplican en sus países políticas proteccionistas de fomento y subsidio a sus producciones locales mientras promueven el libre comercio para el resto del mundo.
En la actualidad, este debate tiene particular vigencia para la región. Por un lado, se están llevando adelante negociaciones sobre acuerdos de libre comercio con Europa y EEUU. O sea que mientras el mundo se cierra en postura más proteccionistas, sobre todo luego de la crisis del 2008 y más luego triunfo del Trump, a contramano la región, con nuevos gobiernos neoliberales, se abre al libre comercio.

La Unión Europea y el proteccionismo.

La Unión Europea viene aplicando subsidios a la producción agrícola afín de sostener a los agricultores y mantener la población rural. También aplican barreras antidumping, barreras para arancelarias, etc, para detener el ingreso de productos del agro desde el Mercosur, que en general son mas competitivos
Por ejemplo en Europa se lleva adelante la Política Agrícola Común (PAC) que establece ayudas directas por superficie (agricultura) o por cabezas de ganado (ganadería) y garantiza un precio mínimo de venta a los agricultores para cuando los precios internacionales bajan de determinado nivel. Esta política abarata los costos de producción en Europa limitando la competencia extranjera, favoreciendo las exportaciones primarias europeas e impacta a la baja en el precio internacional de los alimentos.
Un acuerdo con la EU supondría entre otras cosas para el Mercosur una rebaja de aranceles para las importaciones industriales, con lo cual Europa podría colocar todos sus excedentes industriales en la región, compitiendo en forma desleal sobre la producción local, por precio y calidad, con lo cual daño al aparato productivo industrial puede llegar a ser terminal para varios sectores.
Por el otro lado  las empresas europeas  exigen el mismo trato preferencial con las empresas locales en cuanto a licitaciones por obras y servicios públicos.  De concretarse Argentina entregara el negocio de la obra pública y  los recursos del Estado a las grandes empresas constructoras extranjeras.
Más allá de la intención de los gobiernos del Mercosur por firmar el acuerdo, este no se firma porque los países europeos, en particular Francia, no ceden en la protección a su sector agrícola. La capacidad de negociación del Mercosur es tan baja que ni siquiera negocia por liberar aranceles sino que negocia porque se le habiliten cupos de exportación al viejo continente en materia agropecuaria. En este esquema el Mercosur importara  desde Europa autos, maquinaria agrícola, máquinas y equipos, productos de consumo básico de origen industrial, alimentos con valor agregado, etc, Demás está decir que el efecto será la desaparición de ramas industriales completas como la automotriz, o la textil y la metal mecánica, etc, pero además afectara a muchas economías regionales como Cuyo con la importación de vinos y bebidas, aceitunas en el noroeste, biodiesel, etc.
O sea que desaparecerán sectores productivos enteros o quedaran reducidos a una pequeña expresión a cambio de beneficiar a las grandes empresas, en especial las de capital europeo, a los grandes productores del campo y a los exportadores de carne, soja, maíz, trigo y algunos minerales, con el consecuente aumento de la desocupación y por ende la indigencia, además de renunciar en forma definitiva a cualquier desarrollo industrial y a cualquier posibilidad de desarrollo autónomo,
Si bien históricamente los países centrales imponían tratados de libre comercio a los países periféricos, ahora la debilidad política del Mercosur y las necesidades de los gobiernos de Brasil y Argentina hace que estos sean los que apuran la firma de acuerdo a pesar de los escasos beneficios para el Mercosur.
Si estas teorías liberales solo logran destruir nuestras industrias y perder grandes cantidades de puestos de trabajo, y nos condena a ser meros proveedores de materias primas y a tener un rol periféricos y subordinado en el contexto mundial, ¿cuál es el beneficio de los tratados de libre comercio?

Antonio Muñiz
7 de julio de 2019

Acuerdo Mercosur – UE. Un nuevo pacto para afianzar el coloniaje?


Desde diciembre de 2015 el programa económico macrista lleva implícito un proceso de reprimarización de todo el sistema productivo. Es decir que estamos en un proceso de desindustrialización acelerada, con su secuela de cierres de plantas, desocupación, miseria e indigencia  de los sectores asalariados. Esta primacía de la explotación intensiva  recursos naturales  y su exportación sin el agregado de valor es una constante en  la historia económica argentina.
Las discusiones sobre  el modelo agro exportador versus modelo industrialista, o proteccionismo o libre cambio fueron y son discusiones no saldadas desde los tiempos del virreinato.
Sin embargo en estos tiempos de globalización financiera la primacía de un modelo agro – minero exportador  es  una necesidad  directa de la política macroeconómica que busca privilegiar el capital financiero.
En este modelo, las políticas monetaria y fiscal están organizadas para transferir recursos de los sectores reales de la economía al sector financiero. Para que ese modelo neoliberal monetarista funcione le es necesario apropiarse de los recursos generados por la explotación intensiva de los recursos naturales  y la mano de obra barata.
Pero más grave aún,  estas ganancias extraordinarias se vuelcan al sistema financiero, constituyendo una burbuja que forma parte de un proceso perverso, esta actividad no solo no derrama hacia el resto de la sociedad, sino más bien constituyen un canal de apropiación, deuda externa y posterior fuga de capitales hacia paraísos fiscales.
Este modelo ha mostrado sus limitaciones por el alto costo social y económico; nos lleva una desaparición de la industria pyme y por ende a millones de desocupados o sub ocupados con su secuela de pobreza e indigencia.
El caso de la soja en emblemático, un cultivo que requiere poca mano de obra, es totalmente exportada, ya que no se consume internamente, como grano, sin valor agregado alguno. China, principal comprador, ha decidido dejar de comprarnos aceite de soja y circunscribirse al grano. Esta claro que esta realidad solo beneficia a los grandes pool de siembra y a los exportadores, no “derramando”, salvo por las  retenciones,  sobre el resto de la economía.
Está por demás claro que el objetivo central de estas políticas es insertar a la Argentina en la nueva división internacional del trabajo como mero proveedor de materias primas, renunciando a cualquier desarrollo industrial.
En estos días el gobierno  anunció que el Mercosur llegó a un acuerdo de "asociación estratégica" con la Unión Europea al que calificó como "histórico" y ahora seguirán las negociaciones para delimitar el tratado de libre comercio entre ambos bloques.
La grandilocuencia con que el gobierno “vende” esta firma tiene que ver en que el  acuerdo con la Unión Europea tiene más de redito político que de ganancia.
En ese sentido, podría tener un impacto real en 10 años o más, de acuerdo a la propia información del Gobierno. Pero el anuncio se apuró para que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, Macri y el brasileño Jair Bolsonaro, pudieran exhibirlo en la cumbre del G20 que se desarrolla en Japón.



¿Quién gana?  ¿Quién pierde?

En el comercio internacional siempre hay ganadores y perdedores. La Unión Europea, y pesar de su retórica en favor de la globalización neoliberal y el libre comercio, protege y subsidia a su producción y en especial a su sector agrario, por lo que siempre impuso barreras y  limitaciones al ingreso a la eurozona de  productos agropecuarios procedentes del Mercosur.
El ejemplo de la carne es claro, existe una cuota anual de 78000 toneladas anuales de ingreso sin aranceles, el Mercosur ha solicitado sin éxito que esta cuota sea llevada a 100 mil toneladas, siendo negado hasta hoy.
El proteccionismo europeo es lógico, en gobiernos que velan por el desarrollo armónico de sus países.
Lo que resulta irritante es la predica liberal del libre comercio que imponen al resto del mundo,  obligando a la liberalización económica y comercial, “haz lo que te digo y no lo que hago”.
Este doble discurso y la férrea defensa de sus intereses por parte de los negociadores de la UE empantanó  las negociaciones durante casi veinte años. La debilidad del Mercosur, en crisis y sin rumbo, dado las políticas neoliberales en Brasil y Argentina, y las necesidades políticas interna de ambos gobiernos de mostrar algún éxito económico y político, ha llevado a este acuerdo. Es probable que UE ceda en algunos ítems y libere cuotas de importación de alimentos, en especial  productos cárnicos a cambio de  que las empresas europeas tengan acceso preferencial a los contratos por obras, servicios y contrataciones públicas. Esto haría que más de 60.000 empresas europeas pudieran entrar libremente en las economías del Mercosur y apropiarse  de la obra y el dinero público de los estados.
A modo de conclusión, y sin conocer la letra chica del acuerdo puede presumirse que en lo local el impacto sobre el Mercosur será letal para el comercio entre los países miembros, ya que las empresas europeas inundaran ambos mercados con productos industriales de mayor calidad y menor precio. Hay que decir que este menor precio no siempre llegara al consumidor final, sino, como muestra la experiencia esa diferencia será apropiada por las cadenas de comercialización interna.
El gran ganador interno serán los grandes productores de carnes y cereales, las exportadoras y en el sector industrial las grandes corporaciones.
El impacto para el resto de la industria y en especial las pequeñas y medianas empresas nacionales será muy alto y muchas de ellas seguramente se verán obligadas a cerrar. La industria automotriz y su cadena de valor, basada en la integración intra Mercosur, seguramente entrara en crisis casi terminal al no poder competir con la producción europea.
Exportar materias primas, alimentos y minerales e importar productos industriales provocara un impacto a largo plazo muy elevado en términos de desindustrialización, desempleo y menor capacidad de generación de riqueza por parte de los países del Mercosur. Este modelo asegurara el rol de los países del Mercosur, como países periféricos, reforzando su especialización como proveedores de materias primas para los países desarrollados, comprometiendo su capacidad de industrialización futura.
Además, si los países del Mercosur ceden en un tema tan delicado como es el de las licitaciones públicas, muchas empresas constructoras de la región  se verán obligadas a competir en forma desigual, regalándole el mercado a las firmas europeas.
El Mercosur debería primero reforzar su integración interna, fortalecer los procesos de complementariedad productiva entre los países, promover la integración política, financiera, económica y social, etc., que garanticen una unidad fortalecida para negociar con otros bloques.
 Los gobiernos liberales de la región, con la excusa de “volver al mundo”, nos plantean una apertura apresurada de los mercados sin importarles el fuerte costo social y económico.
Esta apertura suicida se convertirá en el corto plazo en una pesada mochila, que impedirá la construcción de una sociedad moderna, pujante y más igualitaria.


Antonio Muñiz
1 de julio de 2019

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.