Los desequilibrios de las Bolsas tienen mucho que ver con el software de los “grandes jugadores”.

Eduardo Anguita El español Juan Hernández Vigueras acaba de publicar El casino que gobierna el mundo, un texto sin desperdicios, donde el autor desmenuza cómo las empresas que cotizan en Bolsa siguen pagando dividendos a sus accionistas al tiempo que los estados europeos estatizan las deudas privadas vía los increíbles apoyos financieros a los bancos privados. Pero el problema no sólo es el descaro de convertir a los gobiernos en apéndices de la banca internacional. Además, los operadores financieros han desarrollado programas informáticos (software) de un nivel de sofisticación que les permite aprovecharse de la ingenuidad de los simples ahorristas y de los frágiles controles públicos. En el primer capítulo, Hernández Vigueras explica cómo, en cuatro segundos, las computadoras de los grandes inversores pueden invertir 1000 millones de euros en un menú de opciones que incluyen cientos de ciudades. Surge de la confesión de Jérôme Kerviel, un agente bursátil del Societé Général condenado por un tribunal parisino. Kerveil no tuvo la fama de Gordon Gekko, porque lejos de ser un actor de Hollywood contó que la realidad es peor que la ficción y que los desequilibrios de las Bolsas tienen mucho que ver con el software de los “grandes jugadores” capaces de inyectar cifras impresionantes que conmueven los precios y luego permiten a los operadores recomprar barato lo que habían vendido caro. Entre otras tantas cosas. En la Argentina hubo mucho de esto, y no sólo en los años (mal)llamados de valorización financiera del capital. Un caso, recientemente explicado por Cristina Fernández de Kirchner fue el de la salida bursátil de Clarín en 2007. Casualidad o no, el Grupo Goldman Sachs había comprado en 1999 el 18% del capital accionario del grupo dirigido por Héctor Magnetto. Como nota al margen, cuando Eduardo Duhalde recibió de manos del Congreso Nacional (por precisas sugerencias de Magnetto) el (mal)llamado Sillón de Rivadavia, tuvo como primera ley una que en los pasillos parlamentarios se mentaba como "Ley Clarín" y era el salvataje del grupo, superendeudado y con varios buitres –tanto como los de Goldman Sachs y Clarín– queriendo quedarse con los medios del grupo. La ley salió finalmente y se la conoció como Ley de Defensa de Bienes Culturales. Tuvo el detalle de cuidar a los “capitales argentinos” de los medios. Y como Clarín tenía que evitar que lo consideraran foráneo por tener un socio (norte)americano, se puso un permiso: hasta el 30% de esas empresas nacionales podían estar en manos extranjeras. Un traje a medida. Era el tiempo en que Clarín promovía el juego del truco. Bien criollo. Pero, claro, donde lo que vale es la mentira. No se sabrá si la culpa le brotaba a Magnetto desde el inconsciente o era una manera de burlarse socarronamente de todos los argentinos: vean, señores, el único que sabe jugar al truco soy yo. Pues bien, años después, cuando Clarín salía a cotizar simultáneamente en las Bolsas de Buenos Aires y Londres realizó una movida que le habría permitido hacerse de unos cuantos millones de dólares. La maniobra era simple: salieron con un precio inflado de las acciones que fueron compradas –a precio elevado– por varias AFJP. Hay que recordar que los fondos de jubilación privados todavía no habían sido estatizados. La administración de esa porción de los aportes de los trabajadores era manejada en base al más puro criterio especulativo. Las AFJP compraron acciones sobrevaluadas con la plata de los jubilados. ¿Por qué? Sencillamente porque Clarín les garantizaba un cierto silencio sobre el desmadre que hacían con fondos de la seguridad social. No es casual que Clarín se la agarre con la ANSES, en cuya página web están aclaradas las inversiones, y haya sido el impulsor de una maniobra donde los aportes jubilatorios se timbearon para terminar en manos nada menos que de Clarín. Algunos aliados o integrantes del Frente para la Victoria prefieren surfear o esquivar estos asuntos. El caso más notorio es el del gobernador Daniel Scioli, quien prefiere mantener el buen trato con los directivos de ese grupo porque confía en que muchos de sus lectores o televidentes lo acompañan. El tema es que la provincia de Buenos Aires, como tal, es la mayor beneficiaria de los programas sociales que se financian con fondos de la ANSES, que existen, precisamente, por la estatización de las AFJP. Una cosa es no cultivar un estilo confrontativo y otra distinta es pretender beneficiarse de dos sectores en pugna. En pugna por cuestiones ideológicas de fondo que merecen un debate serio sobre lo que ahora da en llamarse capitalismo casino. Unos pocos jugadores de peso. Jamás los países europeos que componen la zona euro y los Estados Unidos hubieran llegado a semejante capitalismo casino sin la intoxicación previa de los medios de comunicación sobre los lectores y televidentes. En efecto, desde hace dos décadas las grandes cadenas de comunicación, no sólo fueron un sostén indispensable del relanzamiento intelectual del neoliberalismo, sino que, además, pusieron en un lugar de privilegio a la información bursátil. La naturalización de que los ahorristas debían guiarse por las páginas de economía y finanzas de los diarios de mayor tirada o los canales de más audiencia iba acompañada de los cambios accionarios de los medios. Es decir, a la existencia de un puñado de medios que iban coartando y desvirtuando la libertad de expresión, se sumó la captura de los medios especializados en finanzas en manos de esas empresas. Algunos casos son más o menos conocidos, pero vale la pena refrescarlos. Rupert Murdoch, accionista mayoritario y presidente de News Corporation tiene tres pasaportes –australiano por nacimiento, inglés por adopción y estadounidense por millonario– y medios en todo el mundo. Expandió su imperio con la compra de la mayoría del grupo Dow Jones y en consecuencia tiene el control de las ediciones de The Wall Street Journal en diversos centros financieros del mundo, además del famoso índice Dow Jones, que es casi un libro sagrado para los inversionistas y agentes financieros. Murdoch entró en Dow Jones poniendo mucha plata en 2007. Da la casualidad que al año siguiente explotaba la crisis (mal)llamada de la burbuja inmobiliaria. Claro, lo que había detrás de eso fue un cambio profundo en el modo de dominación mundial. El historiador británico que vive en Nueva York, Eric Hobsbawm, lo dijo con todas las letras dos años antes de que Murdoch se hiciera del Dow Jones, en su libro El nuevo imperialismo. Lo resumió el autor en un artículo publicado en el diario inglés The Guardian el 25 de junio de 2005 y que no tiene desperdicio para quien quiera entender el matrimonio entre el Tea Party y los fondos de inversión. Empieza así: “La actual megalomanía de los Estados Unidos tiene raíces en las certezas de los puritanos de la época de la Colonia. Hay tres lazos de continuidad en el intento de supremacía mundial que emergió en 2001. La primera es que terminó su posición dominante en relación con sus aliados durante la Guerra Fría. Esa hegemonía no es tal dada la endeble economía de ese país. Ya no es el gigante de las manufacturas: la industrialización se mudó al este asiático. Dejó de ser un exportador neto de capitales o de ser el país cuyas compañías privadas se establecían en otros países. Su Estado dejó de tener la fortaleza financiera que tuvo en otros años y ostenta un impresionante déficit fiscal. Sólo su enorme poderío tecnológico-militar está más allá de todo desafío: Estados Unidos es el único poder capaz de una intervención militar rápida y efectiva en cualquier lugar del mundo.” El segundo es que “siempre prefiere estados satélites o protectorados que colonias formales”. El tercero es “la certeza que tienen los neoconservadores actuales, tal como la tuvieron los puritanos que liberaron las colonias, de ser instrumentos de Dios en la Tierra: la expansión de la revolución estadounidense es una misión. Washington siempre debe descubrir un enemigo externo que representa una amenaza mortal para el estilo americano de vida. El fin de la Unión Soviética removió al candidato ideal, pero en los años noventa descubrieron un choque entre Occidente y aquellas culturas que se negaron a aceptarlo: especialmente el Islam. Fue entonces que el potencial de Al Qaeda fue detectado y explotado por Estados Unidos”. Al final, el gran historiador advierte: “Esta política puede tener sentido en cuanto a cálculos electorales o a otras cuestiones domésticas, pero representa un síntoma de una crisis más profunda dentro de la sociedad norteamericana. Representa el poder alcanzado por un grupo doctrinario con pretensiones revolucionarias. Es razonable pensar que este proyecto va a fracasar, pero de momento hace que cualquier parte del mundo sea un blanco de invasión norteamericana y un muy inseguro lugar para el resto de los habitantes del planeta.” No sólo es Murdoch. La agencia Reuters, una de las más prestigiosas del mundo, tiene el 90% de sus ingresos en base a clientes corporativos y no a información periodística. El alcalde de Nueva York desde hace diez años es Michael Bloomberg, fundador de la agencia de noticias financieras homónima. Bloomberg fue demócrata y republicano pero ahora es independiente y los habitantes de la Gran Manzana, lo mismo, le dan su voto. Para un estudio antropológico serio es casi increíble que haya desplazado en popularidad al durísimo de los duros Rudolph Giuliani, que había ganado la campaña electoral en 1993 prometiendo castigo a los corruptos y a los traficantes de droga. Usaba los trajes de Eliot Ness, el gran perseguidor de contrabandistas de la ley seca. De nada le sirvió a Giuliani el miedo imperante después de los atentados a las Torres Gemelas. Los neoyorquinos prefirieron al hombre que les daba la información útil para invertir sus ahorros y ganar plata “sin trabajar”, casi el contrasentido del espíritu laborioso de los puritanos fundacionales. Muchos de los lectores se guiaron por los consejos de la televisión y los diarios para comprar acciones o para meterse de cabeza en las hipotecas de casas o departamentos sobrevaluados. Claro, después los políticos de los países europeos y de los Estados Unidos dicen ser rehenes de un capitalismo popular de mercado, cuando en realidad ellos fueron socios de la liberalización del sector financiero que convirtió en un casino aquello llamado mercado.

La batalla de la palabra

ALEJANDRO ROBBA, ECONOMISTA DE “LA GRAN MAKRO”, “Se roban la plata de los jubilados” o “el dólar está barato”, son algunas de las “zonceras” que desbarata esta agrupación técnico política que recorre barrios. Cuántas veces se escuchó decir que la Argentina crecía por el viento de cola. Ahora, en plena crisis internacional, algunos dicen que hoy el país no crece porque hace todo mal y la economía internacional no afecta en nada. Lo mismo pasa con el dólar: algunos dicen que está barato y hay que subirlo y otros aseguran que no es conveniente. Cada vez hay una mayor necesidad de abrir el debate y entender un poco más de qué se trata la economía o cómo son los lineamientos de este modelo. Por eso en 2011 un grupo de economistas que ocupaban cargos en el Gobierno decidieron salir a dar la batalla, desde la palabra, en los barrios, en las universidades y donde sea necesario. Hoy son un total de 20 profesionales con convicciones, economistas, politólogos, abogados que se bautizaron “La Gran Makro” y que recorren las calles explicando cómo es este modelo nacional y popular. Alejandro Robba, economista, ex subsecretario de Coordinación Económica, explica las claves del modelo. En los últimos meses la gran pregunta fue por qué se limita la compra de dólares, Robba da su versión: “La gran batalla es que el dólar no sea sólo una moneda de intercambio, sino de reserva de valor y hace casi medio siglo que no se hablaba de eso. Todo empezó el año pasado con el golpe de mercado que el sistema financiero quiso darle a la Presidenta, una vez que ganó las elecciones. Hay que recordar que todos los golpes de mercado en la Argentina se dieron a partir de que las reservas del Banco Central se achicaban”. Y continúa: “Cuando la Argentina crece, importa, porque es muy dependiente de insumos y bienes de capital importados. Cuando importás y exportás menos se te estrangula la balanza comercial. Si hay menos dólares no se va a poder seguir importando. Entonces hay que devaluar, se cae el salario real porque aumentan los precios y se entra en una recesión. Por eso el Gobierno, en un ciclo recesivo internacional, dice yo me cuido en salud, por eso protege la industria sustituyendo importaciones”. Otra pregunta recurrente es ¿a qué precio debería estar el dólar? Y Alejandro Robba, como buen traductor del modelo, asegura: “Hoy el precio de 5 pesos es razonable. Una devaluación profunda sólo haría que baje el salario real y se beneficiarían sólo los que están posicionados en dólares, ya que por la crisis internacional una devaluación no haría que se vendan más nuestros productos. Tanto el dólar como las tasas de interés son precios políticos que fija el Gobierno. Los que quieren llevar el dólar a 6 o 7 pesos quieren que se beneficien sólo los bancos y los exportadores agropecuarios. Por eso cuando un economista habla, es necesario saber desde qué lugar habla. Yo lo hago desde el modelo nacional y popular”. Hasta el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz dijo en su última visita al país que “todos los gobiernos necesitan tener una agencia de estadísticas independiente”. El creciente desprestigio del Indec plantea cómo seguir en el futuro: “En 2007, debido a sospechas de que en el Indec se realizaban mal las mediciones del IPC para beneficiar al sistema financiero, se cambia la metodología del IPC GBA. Esa metodología ahora es puesta en duda por consultoras muchas veces ‘amigas’ del sistema financiero que empezaron a dar índices sin tener ni la metodología ni el personal para hacer las encuestas. El IPC GBA es un índice de una zona del país, no mide la inflación y aún antes del 2007 todo el mundo decía que el IPC no era la inflación que se percibía. Por otro lado, hay otros índices provinciales cuyas metodologías están completamente desactualizadas. Este debate se saldará el año que viene cuando salga el índice nacional que medirá todo el territorio-país”, asegura el economista de “La Gran Makro”. Mucho se habla de “la plata de los jubilados” y del saqueo a los fondos de la ANSeS. ¿Cuál es la explicación de ese relato, ya convertido en mito? “El Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) son los fondos de las AFJP que se traspasaron al sistema actual de reparto. Está compuesto por diversos tipos de activos financieros: títulos públicos, acciones de sociedades anónimas (por eso ANSeS tiene directores en esas empresas), tenencias de plazos fijos, etc. En diciembre de 2008 estaba valuado en 98.000 millones de pesos; actualmente asciende a unos 210.000 millones de pesos”, puntualiza el economista. Y da más detalles: “El FGS prioriza las inversiones en infraestructura y en otros sectores de la economía real que, además de generar ganancias financieras para el Fondo, promueven el crecimiento económico y aumentan el empleo formal. Este proceso genera un círculo virtuoso porque incrementa las contribuciones a la seguridad social y el pago de impuestos (IVA, Ganancias y Combustibles) que sirven para pagar las jubilaciones. El saldo (contribuciones e impuestos-pago jubilaciones) es girado al FGS. Por lo tanto, las jubilaciones se pagan con lo recaudado mes a mes por el Sistema Integral Previsional Argentino (SIPA): 58% por aportes y contribuciones de trabajadores y empleadores y 42% vía impuestos (IVA, Ganancias y Combustibles). El FGS puede aportar fondos adicionales si lo requiere la ANSeS, por alguna causa justificada”. Cuando escucha hablar de la plata de los jubilados, a Robba se le ponen los pelos de punta y aclara: “El Fondo no es un stock (mal llamado plata de los jubilados) que no debe usarse para así pagar jubilaciones o los juicios, sino que debe ser invertido y acrecentado para promover el crecimiento económico y así se pagarán mejores jubilaciones. En la actualidad, se ajustan dos veces al año”. En un ping pong de temas, la tasa de inversión en la Argentina no podía faltar, ante los reiterados dichos de “la falta de seguridad jurídica que aleja a los inversores”. Como si se tratara de una zoncera, de esas que hablaba el pensador Arturo Jauretche, Alejandro Robba aclara una vez más el tema: “La tasa de inversión de la década del ’90, donde tenías problemas de mercado, desempleo alto, sin reclamos de aumentos de salarios, era del 18 por ciento. Y ahora, con un gobierno que ‘no respeta la seguridad jurídica’, es de 24 por ciento. La inversión se produce cuando hay mercado, no cuando hay clima de negocios, y este gobierno asegura mercado”. La suba del mínimo no imponible es uno de los reclamos que más se ha escuchado en los últimos meses. ¿Por qué no se sube? Desde “La Gran Makro” tienen explicación para todo: “Se subió todos los años, esta vez yo sería muy cauteloso porque tengo una crisis internacional que me afecta la recaudación. Prefiero que el Estado recaude y pueda financiar a aquellos que están mucho peor que un empleado de cuarta categoría. La Presidenta lo dijo: ‘queremos un fifty-fifty dentro de la clase trabajadora’. No obstante, habría que abrir la discusión sobre cuál debería ser el piso a partir del cual empezar a tributar, cómo hacer más progresivo el escalonamiento de las alícuotas y revisar excepciones”. Dentro de la misma lectura, a tono con la sintonía fina, habría que poner la lupa en sectores que no tributan lo debido. Robba dice: “Tal vez llegó la hora de avanzar en una reforma fiscal que grave ciertas rentas hoy no alcanzadas, como la financiera o la minera”. El Gobierno aún tiene asignaciones pendientes: “Modificar sustancialmente la estructura productiva y profundizar la industrialización; bajar las disparidades regionales; bajar el trabajo informal; alcanzar una mayor homogeneidad de los niveles salariales y alcanzar una reforma tributaria más progresiva y más contracíclica”, concluye Robba. En barrios y universidades, para estos militantes del modelo, su lema es “saber para defender”.

Argentina: una identidad estratégica sur

Por Juan Recce* Por su privilegiada posición geopolítica y por su agenda de oportunidades futuras Argentina se re-define nítidamente frente al mundo como un país Austral, Suramericano y Emergente. Este trípode, es una clave que viene no sólo para orientarnos, sino también a definirnos como sociedad y como actor estratégico en el nuevo contexto global. Una clara identidad estratégica nacional sienta posición, abre espacio y define cómo y qué esperar del otro. Adquiere carácter estructural y está llamada a transcender a las sucesivas administraciones del poder ejecutivo nacional. El sur es más que un mero espacio geográfico, es una idea que re-otorga significado al espacio y al modo en que las relaciones se generan. Cuando hablamos de sur, nos referimos a tres ámbitos de relaciones estratégicas para Argentina del futuro:el sur regional, con UNASUR como horizonte -Argentina Suramericana-; el sur global, conocido también como relaciones “sur-sur” -Argentina Emergente-; y el sur austral, donde la agenda antártica nos permite entender con otros ojos la cuestión Malvinas y sus connotaciones globales futuras -Argentina Austral-. Argentina Suramericana Para Argentina, Suramérica es un proyecto de poder, por cuanto representa una oportunidad real de ser un co-condicionador de su entorno estratégico, es decir, un líder, pero un líder junto a Brasil. Argentina, tiene de cara a esta asociación, el mandato histórico regional de ayudar a Brasil a moldear su liderazgo, un liderazgo suramericano pero a la medida de Suramérica. La clave de una Suramérica fuerte e integrada es el endoconsumo local y la división regional del trabajo. Los suramericanos consumiendo los bienes que produce Suramérica, integrando sus mercados y con ellos sus destinos. Suramérica, pero muy especialmente el núcleo Argentina-Brasil, transita esta aventura con la certeza de que nuestro destino colectivo promete réditos sociales y estratégicos muy superiores a los costos impuestos por coyunturas comerciales y productivas. Argentina Emergente Brasil y Argentina juegan un rol insustituible en el debate político del G20, por el tándem que han logrado desempeñar como interlocutores de las distintas escalas del mundo emergente. Cada uno, por sus particularidades económicas, productivas, geográficas y demográficas, deviene, respectivamente, en interlocutores de síntesis entre los grandes y los medianos emergentes. Brasil es un BRIC, y su liga es la de los grandes, aquellos que tienen vocación de “grandes potencias”. Argentina es un emergente mediano, y su liga es la de los países con vocación de “potencias medias”. Debemos seguir jugando fuerte en el mundo emergente para terminar de dibujar el borrador de un prometedor grupo VISTA (Vietnam, Indonesia, Sudáfrica, Turquía y Argentina) que se constituya en el segundo anillo de construcción política y emergente de los BRIC. El gran desafío abierto respecto de las relaciones sur-sur es la vinculación con los países emergentes de mediano porte. Estos países con vocación de potencias medias tal vez sean el espejo en el que la política exterior argentina deba mirarse en el futuro a la hora de interpretar que rol jugar de cara al poder asimétrico que los BRIC (40% de la población mundial y casi el 25% del PIB mundial) pueden ejercer en sus áreas de influencia. Por nuestras particulares condiciones económico-productivas y nuestras peculiaridades geográficas y demográficas, los VISTA podríamos desempeñar un rol muy específico como interlocutores de síntesis de un amplio espectro de países en vías de desarrollo, que ni los BRIC ni países con niveles de desarrollo relativo menor pueden desempeñar. El grupo VISTA tiene futuro. Imaginémoslo un segundo nomás. Asia y Suramérica están llamados a moldear juntos el mundo post-europeo y post-occidental que está en gestación. Argentina Austral Pensar una Argentina Potencia Media, es decir, país habitado por una clase media popular próspera y económicamente autosustentable, es un sueño inseparable de la cuestión Malvinas y la cuestión Antártica. La crisis en la matriz hidrocarburífera global, la incertidumbre frente al cambio climático, el agotamiento de las reservas de mineras estratégicas y el boom de la biodiversidad marina aplicada a la industria farmacéutica han resignificado la cuestión Malvinas y la cuestión Antártica constituyéndolas en un único tema estratégico para planificar el futuro de la sustentabilidad económica y productiva de nuestro país, de la región y del mundo. Nuestra economía real del futuro, no la inmediata, sino la de los próximos 30, 40 y 50 años, está intrínsecamente vinculada a nuestra identidad sur. Nuestra profundidad estratégico-territorial en el sistema Antártida-Malvinas tiene que estar asociado a nuestro desarrollo antes que al incremento de nuestro poder relativo militar. Por ello, nuestra avanzada en Malvinas debe ser el CONICET. A diferencia de 1982, la batalla se da en el campo del conocimiento y la carrera no es armamentista sino científica. Siempre ha sido así, al menos desde la modernidad. Este es el momento de repensar donde concentrar la energía de nuestro poder social constructor forjando nuevos criterios de pragmatismo socialmente comprometido para nuestra política exterior de cara al futuro próximo. *Juan es Director Ejecutivo y Miembro Fundador del Centro Argentino de Estudios Internacionales. Director de la Iniciativa Pueblos por Malvinas. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Magíster en Defensa Nacional (EDENA). Profesor graduado en Filosofía (UCA) y Lic. en Relaciones Internacionales (UAK). Autor del libro “Poder Plástico”, IPN, Bs. As, 2010. Docente en la Escuela Superior de Guerra Conjunta de las FFAA, en el Máster de Inteligencia Estratégica de la UNLP y en el Instituto de Inteligencia de las FFAA.

Hacia una justicia social sustentable

Venezuela suma, y mucho. La incorporación de Venezuela como quinto miembro pleno del Mercosur constituye un patrimonio político y material clave para pensar nuestro futuro estratégico como región, con los ojos puestos en las próximas generaciones. Por: Juan Recce
La coyuntura global nos impulsa y el ambiente generado por los procesos políticos de la región auspicia el marco de garantías políticas necesarias para iniciar este camino juntos. Pero la meta está lejos, porque el desarrollo es un viaje largo. De eso se trata, de desarrollo y prosperidad para todos. Venezuela (no sólo como proceso político situado e histórico, sino fundamentalmente como realidad estratégica) deviene en un aliado crítico para pensar el mayor desafío que tenemos por delante: la construcción de una "justicia social sustentable", es decir, una justicia social posible para nuestras próximas generaciones. Juntos, planificando, trabajando y sorteando coyunturas críticas (arancel externo común, barreras paraarancelarias, ciclos productivos) pero al mismo tiempo poniendo pilares sólidos de un proyecto regional colectivo con vocación de poder y transformación transgeneracional. Venezuela suma a nuestra independencia económica, puesto que amplia nuestro patrimonio colectivo de economía real. El Mercosur deviene indiscutiblemente en un potencia energética global petrolera, gasífera e hidroeléctrica; y en un potencia alimentaria con capacidad de proveer alimentos a gran parte del mundo emergente. Suma al crecimiento del consumo mercosureño de los bienes del Mercosur, porque la clave del crecimiento está también en el endocosumo en el nuevo mercado regional ampliado de 270 millones de personas. Integrarse es difícil, sobre todo cuando las asimetrías entre los Estados y al interior de estos es el punto de partida, pero los beneficios prometen réditos muy superiores a los esfuerzos compartidos que tengamos por delante. Venezuela suma a nuestra soberanía política, por Chávez, y más allá de Chávez. Con Venezuela, el Mercosur conforma un sistema geopolítico con formidables potencialidades. El nuevo Mercosur cierra el frente Atlántico de América del Sur, consolidando un único universo de oportunidades estratégicas. El Atlántico Sur para los suramericanos y para los africanos. Así de mucho han cambiado los tiempos. Venezuela suma, porque el nuevo Mercosur integra en un único proyecto tres de los sistemas de cuencas hidrográficas más importantes del mundo: el Orinoco, el Amazonas y el Río de la Plata dentro de un mismo bloque estratégico. Una oportunidad histórica para la conformación de un proyecto colectivo con peso global. Venezuela suma porque aporta un nuevo eje vertebrador al continente, Maracaibo - Tierra del Fuego, que fortalece la identidad estratégica de nuestro país, un jugador Austral, Sudamericano y Emergente, en un espacio colectivo de poder ampliado. Pensemos un segundo, el auspicioso futuro que constituye este nuevo Mercosur y su aporte para pensar, planificar y hacer la prosperidad colectiva necesaria para una justicia social sustentable, es decir, para los que vienen después.

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.