La democracia conservadora

Por Edgardo Mocca


La imposibilidad de reelección de Cristina Kirchner les da a las próximas elecciones presidenciales una tonalidad particular. Entre las múltiples facetas de esa particularidad está el hecho de que no existirá una figura capaz de polarizar radicalmente el territorio político entre quienes la apoyan y la rechazan; el impedimento constitucional tiene, visto así, un efecto que modifica la geometría de la disputa, en el sentido de una mayor pluralidad de candidaturas realmente competitivas y un mayor nivel de incertidumbre respecto del resultado. Vuelve, de la mano de ese diagnóstico, un renovado interés por los partidos políticos argentinos y se acentúa una suerte de balance sobre su evolución en la última década y sus perspectivas de desarrollo.
Una vasta literatura politológica da cuenta de las transformaciones producidas en las últimas décadas en la naturaleza de los partidos políticos, sus formatos organizativos, los discursos sobre los que se sostienen y la estructura del sistema en el que “compiten”. Como ocurre siempre con las teorías sociales, la descripción de los cambios está siempre asociada a su interpretación y su valoración prescriptiva. Así, se afirma que los partidos políticos han ido abandonando sus anclajes ideológicos en la dirección de un mayor pragmatismo; que se han ido corriendo de los extremos programáticos para ocupar el “centro” y desde allí convocar el apoyo de una población poco intensa y definida en sus inclinaciones político-ideológicas. Se sostiene que, en consecuencia, el sistema de partidos ha ido perdiendo polaridad ideológica. La descripción nos habla también de un aumento de la tasa de “alternancia”, entendida por tal la frecuencia con que partidos diferentes se suceden mutuamente en el gobierno. Todos esos cambios, se interpreta, confluyen en la doble dirección de una mayor “previsibilidad” de los gobiernos y una consiguiente mayor “estabilidad” de la democracia. El trasfondo de esta prescriptiva es una filosofía política de cuño liberal cuyo núcleo esencial es la desconfianza en el Estado, la sospecha de que su fortalecimiento conlleva siempre la amenaza del autoritarismo y la consiguiente exaltación de los derechos individuales como núcleo excluyente de la vida política.
La época en la que se desarrolla este canon teórico como sentido común dominante del pensamiento político coincide con la etapa civilizatoria abierta en el mundo hace cuarenta años. Es la etapa de desarrollo y posterior triunfo mundial de un nuevo paradigma económico, social, cultural y político que nuestro tiempo reconoció con el ambiguo nombre de “globalización”. En lo económico significa la hegemonía del capital financiero y un salto gigantesco en la capacidad de reproducción mundial del capital. En lo social es el triunfo contundente del capital frente al trabajo, el debilitamiento a escala mundial del movimiento obrero. En lo cultural es la expansión del individualismo, la erosión de las identidades propias de la sociedad industrial-salarial, el crecimiento de las incertidumbres y la inestabilidad social, la centralidad cultural del consumo y sus subproductos (la publicidad, la comunicación de masas, la industria cultural).
En el terreno político, es la época de un doble movimiento aparentemente paradójico: por un lado la afirmación de una oleada mundial de avance democrático y caída de los autoritarismos; por otro la progresiva pérdida de autonomía de la política respecto del poder económico que ha llegado al punto de la colonización de la democracia parlamentaria por parte de los grandes grupos empresarios. Hace poco se celebró el 40o aniversario de la caída del autoritarismo portugués a través de la llamada Revolución de los Claveles. En estas cuatro décadas cayeron sucesivamente los autoritarismos europeos en España, Grecia y Chipre, los autoritarismos del Cono Sur de América hace tres décadas y los de Europa Central de cuya fecha emblemática –la caída del Muro de Berlín– se cumplirán pronto 20 años. Sin embargo, el balance democrático no puede cerrarse de modo triunfalista; en estas horas los europeos votan en cada país la representación en el parlamento regional en un clima que pronostica muy alta abstención, el retroceso de los partidos paradigmáticos de la democracia liberal de las últimas décadas y el auge de fuerzas cuestionadoras del sistema en un arco que va desde una izquierda crítica de la socialdemocracia hasta las variantes más radicales de la ultraderecha racista y la xenófoba. Es el fruto de una visible rendición de los sistemas políticos a los dictados del poder económico encarnado en la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). La política –no solamente la europea– empieza a marcar los límites de una evolución mundial que viene recogiendo críticas de una amplitud de perspectivas filosóficas que va desde los análisis de economistas que supieron pasar por la conducción de grandes organismos internacionales hasta pronunciamientos eclesiásticos como el documento de los obispos latinoamericanos de Aparecida o las más recientes intervenciones del papa Bergoglio.
Hay quien sostiene que en el mundo no pasa nada importante. Que estamos en el mismo punto que cuando cayó el sistema hegemonizado por la Unión Soviética y cuando el neoliberalismo se convirtió en la verdad definitiva del planeta; que solamente asistimos a dificultades circunstanciales del capitalismo, vinculadas con esquemas “técnicos” particulares, fácilmente corregibles. Y hay también quien considera que asistimos, por fin, a los estertores finales del sistema. La discusión, en la que lógicamente participan también interpretaciones más matizadas y críticas, no tiene solución en el campo teórico: nadie puede dictaminar definitivamente acerca del curso futuro de una situación como la que vivimos. La discusión es, en realidad, un conflicto político y no un debate teórico. Son apuestas antagónicas y están en la base misma de cualquier interpretación de la realidad por mucho que se pretenda ocultarlas. De esa apuesta política está cargada la interpretación dominante de la política, de los partidos y los regímenes. Cuando se dice que la alternancia es mejor que el dominio prolongado de un partido, que el acercamiento hacia el centro es mejor que la polarización ideológica, que los partidos deben ser pragmáticos y no involucrarse en perspectivas ideologizadas, que es una suerte para la estabilidad democrática que la militancia política no exista, que la ausencia de pasiones políticas es un activo de la democracia, entonces se está abogando de modo rotundo por una visión conservadora del mundo; una concepción legítima como cualquier otra pero que no merece revestirse, como de hecho lo hace, con la pompa de la “ciencia política”.
Dice esa “ciencia”, con mucha difusión mediática últimamente, que los partidos se han debilitado durante esta década y que con el “fin del ciclo” comenzará su reverdecimiento. Los epígonos “científicos” embellecen su diagnóstico (su programa) con nobles alusiones a las instituciones, al pluralismo, a la concordia y la tolerancia. Necesitados de un fantasma para validar su apuesta acuden a la noción de “régimen”: creen ver en la política de estos años una tendencia a la instalación de un “régimen autoritario”. Curioso autoritarismo que soporta las más infames mentiras repetidas las veinticuatro horas de todos los días (la última importante no dudó en involucrar al Papa, la penúltima alude a un personaje que declaró en la Justicia a favor de Boudou y ahora insinúa que el Gobierno lo amenaza sin explicar por qué). Pero la invocación al autoritarismo es casi un reflejo condicionado en la legitimación del neoliberalismo. Fue, como vimos, el derrumbe de los viejos autoritarismos de diferente signo el telón de fondo sobre el que se desplegó la ofensiva política neoliberal. La “nueva democracia” surgida de los escombros autoritarios tenía (tiene) que ser de bajas calorías; puede llorar lágrimas de cocodrilo sobre la desigualdad social pero tiene que abstenerse de cuestionar el núcleo duro de la estructura que la sostiene y la reproduce. Al fin y al cabo, el mecanismo de la legitimación del orden vigente estuvo siempre vinculado (como magistralmente lo enseñó Albert Hirschman) con el recurso retórico de dar por sentado, al mismo tiempo, que la transformación es perjudicial, que es riesgosa y que es imposible. En los últimos años la agitación del fantasma autoritario –inseparable de cualquier intento de cambio– fue y sigue siendo su núcleo principal de la retórica reaccionaria. Mientras tanto en nuestro país y en varios otros de nuestra región, la política de partidos ha renacido porque han resurgido los conflictos silenciados durante el largo período del consenso neoliberal.
Hay otra apuesta posible en la Argentina. Es la de pensar la democracia como una sociedad que se gobierna a sí misma, en la que los partidos no son empresas o aventuras personales sino portadores de proyectos colectivos. A la política como el reconocimiento de un bien público irreductible al magma de las inclinaciones individuales. Como una práctica sin la cual no hay frontera alguna para la rapacidad, la explotación y la destrucción de la vida en común. Es una apuesta para la que el cinismo político es el obstáculo principal. Es la apuesta que ve en el autoritarismo de mercado el peligro actual más importante para la democracia.

El futuro llegó hace rato


“Quiero convocar a todos los argentinos, a que a esta década ganada le siga otra década más en la que los argentinos sigan ganando (...) es necesario empoderar al pueblo, a la sociedad, de estas reformas y de estas conquistas, para que ya nunca nadie más pueda arrebatárselas.” Cristina Fernández de Kirchner, 25 de mayo de 2013
Hace exactamente un año Cristina nos invitaba a celebrar los logros de la década iniciada el 25 de mayo de 2003 con la llegada de Néstor Kirchner a la Casa Rosada. En el marco de un nuevo aniversario de la gesta que abrió las puertas de nuestra independencia hace más de 200 años, la celebración fue, sin embargo, una celebración curiosa. Lejos del confort de la autocomplacencia y la satisfacción por lo realizado, el mensaje de Cristina fue profundamente movilizante: nada de lo hecho era suficiente. Mientras persistieran en nuestro país resquicios de desigualdad, la tarea debía seguir adelante.
Cargados de futuro, aquel 25 de mayo nos fuimos con la responsabilidad de estar a la altura de ese desafío, que no es otro que el de honrar a los hombres y mujeres de una tradición histórica que hunde sus raíces en los revolucionarios de mayo, se nutre con los caudillos populares de nuestra Argentina profunda, toma forma con los liderazgos de Yrigoyen y Perón, se hace intensamente plebeya y solidaria con el sacrificio de Evita y la militancia revolucionaria, crece con la valentía de Alfonsín y retoma su capacidad de modificar la historia con Néstor y Cristina.
La transformación de nuestro país, durante estos últimos diez años, se vive en cada casa, lo experimentan los pibes en las escuelas, los científicos en las universidades, nuestros abuelos con sus últimas travesuras y los trabajadores en los lugares de trabajo. Los enormes avances sociales, económicos, culturales y políticos hacen irreconocible aquella Argentina de principios de siglo.
Cuando en 2003 asumió Néstor Kirchner la Argentina estaba sumergida en la peor crisis de su historia. El panorama se componía de un cóctel de desconfianza ciudadana en sus instituciones y sus dirigentes, altísimos niveles de desocupación, caída de actividad económica, fuerte endeudamiento exterior y un enorme porcentaje de argentinos en situación de alta vulnerabilidad social. El primer objetivo de aquel gobierno fue asegurar la paz, para inmediatamente luego reconstruir el tejido social a través del fortalecimiento del Estado y la generación de trabajo. En una década se crearon más de 5 millones de nuevos puestos de trabajo y surgieron 200 mil nuevas empresas. Hoy el salario real es el más alto de los últimos veinte años.
La ampliación de la ciudadanía y la profundización de nuestra democracia se hizo a través de la generación de trabajo, que es el ordenador medular de nuestra sociedad, pero también se densificó a través de la política de derechos humanos, del matrimonio igualitario, de la ley de medios, del acceso a las nuevas tecnologías, de la Asignación Universal por Hijo, del Plan Pro.Cre.Ar y del recientemente lanzado programa Progresar. Un Estado activo, eficiente, armonizador de las inevitables tensiones, pero no neutral, siempre del lado de los más vulnerables.
Sobre el telón de fondo de esas decisiones de rumbo, también se sentaron las bases para el desarrollo del futuro. En estos años se inauguraron más de 12 nuevas universidades nacionales, donde más del 75 por ciento de los estudiantes son primera generación de universitarios. Se jerarquizó la política científica con la creación de un Ministerio para el área; hoy nuestros científicos vuelven al país y estamos produciendo tecnología de avanzada como el satélite Arsat-1.
Este nuevo país genera ahora desafíos aún más complejos. Los argentinos y las argentinas somos, afortunadamente, muy inconformistas y siempre queremos más. Aquel desocupado de 2003 hoy es un trabajador formal: cada año negocia salarios y condiciones de trabajo, tiene obra social, sus hijos van a una escuela mejor y aspiran a ir a la universidad. Hoy ese ciudadano tiene diferentes preocupaciones y más ambiciones.
Las rutas y las vías que durante el estancamiento económico eran suficientes por la falta de actividad, hoy se vuelven un embudo que dificulta el ir y venir de los laburantes y de la riqueza producida en todos los rincones del país. Desde el 2003 se pavimentaron miles de kilómetros de rutas productivas, fundamentales para industrializar la ruralidad. También hemos encarado la refundación del transporte ferroviario, además de recuperar la aerolínea de bandera, multiplicando los destinos. El compromiso es profundizar la tarea. Las telecomunicaciones se saturan porque nos incorporamos de a millones al uso de nuevas tecnologías. Por ese motivo, ya se ha tendido una red de fibra óptica de más de 30 mil km que permitirá conectar a casi todo el territorio. La intensidad de la actividad económica y los niveles de consumo domiciliarios nos exigen producir más y mejor energía. La emblemática recuperación de YPF y la reversión de los declinantes niveles de producción hidrocarburífera muestran el camino a seguir. Los enormes avances en la integración regional deben ser aún mejor institucionalizados para que la cooperación con nuestros vecinos en la defensa de la democracia, y en la complementariedad económica, ya no dependan exclusivamente de la buena sintonía personal de nuestros presidentes. La actividad de articulación de la Unasur y la Celac son las referencias para cristalizar los avances.
Los logros producen nuevos desafíos. Cuando uno sube un escalón, se anima a intentar con el siguiente. El desafío de las fuerzas políticas del campo popular es acompañar a los argentinos y argentinas que están dando esos pasos.El peronismo, tal como lo entendemos y sentimos nosotros, es una pulsión igualitarista, profundamente rebelde, que nos obliga a ir por más, a ensanchar continuamente los límites de nuestra democracia. La movilidad social ascendente es un imperativo ético, pero también una decisión estratégica para que nuestro país crezca equilibradamente. Como dice Cristina, no se trata de que todos seamos iguales, sino de que todos tengamos las mismas oportunidades. La construcción de una patria libre, justa y soberana, que albergue a los 40 millones de argentinos no es tarea de un solo gobierno. Es el resultado de la participación de un pueblo organizado, comprometido con su presente y futuro.
La invitación entonces es a organizarnos para profundizar lo hecho y asumir los desafíos de lo que falta; debatiendo apasionadamente, sin prejuicios, pero sin negociar nuestras convicciones.
Del sueño que nos propusieron Néstor y Cristina a este futuro que llegó hace rato. Este es el punto de partida para nuestra generación. Nunca menos.
* Diputado FpV. Militante de La Cámpora.

“Cuidar las conquistas de estos años”

El PJ bonaerense realizó ayer en Los Toldos un encuentro de debate y trabajo, donde ratificó su unidad bajo la conducción de la Presidenta. Estuvieron Daniel Scioli, Sergio Urribarri y Julián Domínguez, tres de los precandidatos presidenciales.


El peronismo bonaerense ratificó su unidad bajo la conducción de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y convocó a marchar esta tarde a la Plaza de Mayo en apoyo del gobierno nacional, tras un encuentro de trabajo y debate que se llevó a cabo ayer en la localidad de Los Toldos y del que participaron los gobernadores Daniel Scioli (Buenos Aires) y Sergio Urribarri (Entre Ríos), y el titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, tres de los precandidatos presidenciales del PJ. La cita estuvo encabezada por el responsable del Partido Justicialista en esa provincia, Fernando Espinoza, que sostuvo en su discurso que “el peronismo no es una cáscara vacía, y estamos haciendo lo que siempre hizo el PJ: mejorar la vida de los argentinos”.
A pesar del trato cordial entre los tres postulantes que dieron el presente ayer en Los Toldos, la interna peronista de cara a 2015 se coló en el debate cuando Domínguez pidió que no haya “ninguna actitud individualista que se anteponga a la construcción colectiva del proyecto nacional y popular”, en lo que algunos interpretaron como una alusión a las tempranas campañas de Scioli y Urribarri. Sin embargo, todos pusieron énfasis en la necesidad de que el peronismo se mantenga unido ante el desafío electoral que tiene por delante y reconocieron la guía de la Presidenta como máxima referente del espacio.
El II Encuentro de Reflexión y Debate del Consejo del Partido Justicialista de la Provincia de Bueno Aires, diseñado desde comienzos de año por las nuevas autoridades partidarias para llevar los debates del peronismo a todo el territorio bonaerense, se realizó en la ciudad en la que nació Eva Perón en el marco de las actividades por el 95 aniversario del nacimiento de la ex primera dama, y el cierre fue frente a la casa donde ella nació. “Vinimos a inspirarnos en Evita, a escuchar las distintas realidades y encontrar las soluciones para profundizar este proyecto que impulsó Néstor Kirchner y sigue Cristina”, manifestó Espinoza.
Más temprano, diferentes figuras del peronismo habían expuesto ante cientos de militantes, la mayoría de ellos jóvenes, sobre los desafíos que tiene a futuro el PJ en el último año del mandato de CFK y de cara a la sucesión. En ese sentido hubo coincidencia en la “necesidad de unidad del peronismo” para los tiempos que vienen y todos los candidatos resaltaron como objetivo fundamental “cuidar las conquistas sociales logradas en estos años y profundizar este modelo” más allá de diciembre de 2015.
“Hay un compromiso de unidad para el presente y el futuro del país –dijo Scioli a los militantes–. La mejor manera de homenajear a Eva es continuar este camino de transformaciones y justicia social que empezó Néstor y continúa Cristina y que amplía derechos.” El gobernador bonaerense, encargado de dar cierre a la jornada, celebró la decisión de realizar este tipo de actividades lejos de los grandes centros políticos. Tenemos que movilizar cada vez más nuestro partido a distintas regiones para seguir interpretando las demandas del pueblo”, dijo.
Por su parte, Urribarri señaló que “el proyecto de Néstor y Cristina logró, con políticas de Estado, cambiar la realidad del país y hoy demuestra que se puede vivir con dignidad en Argentina” y acusó a los “grupos económicos concentrados” de atacar al Gobierno “por estos logros y porque el rumbo económico lo define el presidente”. En respuesta, sostuvo, “el peronismo debe proponer a los argentinos un país que mire al futuro pero sin dar un paso atrás”.
A su turno, Domínguez afirmó que “no hay una sola medida de la Presidenta que haya perjudicado al conjunto del pueblo argentino” y que “la única conductora del partido es Cristina Fernández de Kirchner”. Además, el legislador envió un mensaje a quienes especulan por una asociación de sectores del peronismo con el Frente Renovador: “No nos preocupemos por los que se han ido. Ellos no interpretan lo que necesita el pueblo, sino que son los candidatos de los poderosos, que los usan para cuidar sus intereses”, definió.
Del encuentro también participaron, entre otros, el intendente de Berazategui, Patricio Mussi; el de Ituzaingó, Alberto Descalzo: el apoderado del PJ, Jorge Landau; el titular de la Anses, Diego Bossio; el ministro de Seguridad provincial, Alejandro Granados; el diputado provincial Juan José Mussi; y los diputados nacionales Carlos Kunkel y María Teresa García.

“Soy la mejor expresión del kirchnerismo”

Urribarri marca que su fuerte es su gestión. “Todos los indicadores en Entre Ríos –destaca– están muy por encima de la media nacional.” Supone que en las primarias competirán “no más de tres o cuatro” postulantes del Frente para la Victoria.
 Por Fernando Cibeira

Sergio Urribarri ya recorre el país con el objetivo de promocionar su precandidatura. Reconoce que su desventaja frente a otros aspirantes a la presidencia del Frente para la Victoria es su nivel de desconocimiento, pero cree que conseguirá revertir la situación cuando se acerque el momento de las definiciones y se evalúen las gestiones, donde siente que cuenta con el respaldo de lo realizado como gobernador en Entre Ríos. “Veo que la semilla germina rápido”, asegura. Imagina que finalmente serán “tres o cuatro” los postulantes del Frente para la Victoria y que ahí puede sacar ventajas por su identificación con el Gobierno. “Creo ser la mejor expresión de las transformaciones de estos once años de kirchnerismo por los resultados de Entre Ríos”, sostiene.
–¿Cómo tomó la decisión del PJ de nombrar en siete vicepresidencias a los que aparecen con alguna posibilidad de convertirse en candidatos?
–Tiene que ver con el momento que vive el país y el proyecto nacional. Mientras que muchos vaticinaban que ese congreso iba a ser una riña de gallos, resultó todo lo contrario. Demostramos que más allá de los matices nos podemos respetar y eso se expresa en el lugar que ocupamos quienes, algunos tibiamente y otros no tanto, decimos que vamos a disputar las PASO. Es una muestra de madurez.
–¿Es bueno o es malo que haya tantos candidatos?
–No es malo. En mayor o menor medida, todos los que estamos expresando esta decisión tenemos gestión, sea de algo más chico como puede ser un ministerio o de algo más grande como una provincia. No es malo que los matices de los dirigentes aparezcan y la gente pueda sacar sus conclusiones. Pero no creo que lleguemos siete, vamos a ser no más de tres o cuatro.
–Una de las novedades de ese encuentro del PJ fue ver a dirigentes de La Cámpora ocupando lugares en la mesa de autoridades. ¿Cómo ve esa incorporación de referentes juveniles?
–El análisis debería ser un poco más amplio porque el fenómeno es la irrupción volcánica de la juventud durante estos años, producto de la iniciativa de Néstor Kirchner. Esa es la hermosa novedad en la Argentina. La Cámpora es una agrupación que tiene muchos integrantes que son cuadros profesionales, leales a este proyecto, y que no tienen miedo. Quizás esto moleste. Pero el fenómeno es la irrupción de la juventud en la política en general.
–Aparecieron encuestas en las que muestran a Florencio Randazzo en ascenso muy cerca de Daniel Scioli. ¿Usted maneja esos datos?
–Fue una gran operación periodística de alguno o algunos, porque creo que fue más de uno el que hizo esa operación. No son esos los números. Si bien soy consciente de que mi principal desafío es ganarle al desconocimiento, y por eso soy el que más recorre, sé que estoy mucho mejor de lo que ahí aparece. No sólo en la provincia de Buenos Aires, sino que en la Capital estoy muy bien. Y eso que todavía no hice ninguna actividad importante.
–¿Le parece que Randazzo aprovecha su situación como ministro para fortalecer su candidatura?
–El tiene el manejo de un área específica. Es más bravo para aquellos que tenemos varias cosas como en una provincia. La verdad es que lo está haciendo responsablemente, pero está acotado a una cosa muy específica.
–El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, manifestó hace unos días que no será candidato. ¿Tuvo oportunidad de hablar del tema con él?
–No. Me llamó el otro día, tengo una relación excelente con él, y me invitó para ir el primer fin de semana de junio a Chaco para compartir una actividad en el Partido Justicialista. No me dijo nada sobre su decisión.
–Algunos integrantes de Carta Abierta plantearon en el encuentro del fin de semana pasado que se oponían a que Daniel Scioli se convirtiera en el heredero del modelo del kirchnerismo. ¿Usted comparte esa visión?
–No sólo el kirchnerismo sino que los argentinos van a tener más de una opción entre los candidatos del proyecto nacional. Yo soy una opción que también está dentro de este proyecto nacional como Daniel pero diferenciado, con matices marcados, y ahí cada uno podrá expresar sus preferencias. Creo ser la mejor expresión de las transformaciones de estos once años de kirchnerismo por los resultados de Entre Ríos. Hoy todos los indicadores –en producción, industria, turismo, educación, salud, seguridad– en Entre Ríos están muy por encima de la media nacional. Lo mismo en crecimiento, búsqueda de igualdad. No pasa lo mismo en todas las provincias, aunque es cierto que otras son más complejas. Yo garantizo que no va a haber borrón y cuenta nueva, todo lo contrario. Va a haber continuidad en crecimiento, desarrollo, inversión más inclusión. Soy garantía de eso y de lealtad.
–¿Y Scioli qué representa?
–Su fortaleza es la imagen. Ha sufrido muy poco desgaste, incluso en momentos bravos de la Argentina. Daniel es más mediático, yo me siento más gestor. Pero, con diferencias, él también está dentro del proyecto y competiremos. Yo doy muestras de lealtad, de continuidad con crecimiento, pero también muestro resultados de gestión. El miércoles el presidente de la UIA (Héctor Méndez), que no ha sido muy complaciente con las políticas del kirchnerismo, elogió muchísimo la política industrial en Entre Ríos y dijo que era el ejemplo en materia de desarrollo y crecimiento en estos años. Eso podemos mostrarlo también en lo social y en áreas como la agropecuaria, donde hubo una cooperación inédita durante estos años.
–La Presidenta lo llevó en su comitiva en varios viajes al exterior. ¿Qué sacó de esos viajes?
–En muchas de esas misiones comerciales iban también empresarios entrerrianos y no es lo mismo cuando van sólo con el gobernador que cuando van con el gobernador y la Presidenta. Concretan muchísimas operaciones más. También se aprende mucho. Yo fui, salvo a una, a todas las reuniones del G-20.
Me acuerdo de la primera, en Washington, cuando hacía poco había caído Lehman Brothers. Aprendí de nuestra Presidenta que, además de prepararse mucho y estudiar, el ser coherente da réditos. En ese primer G-20 la Presidenta advierte lo que va a pasar en el mundo si los países no tomaban alguna decisión respecto de los mercados. Y después pasó lo que pasó. Lo mismo que dijo en Washington la escuché decir en el último G-20, y hoy la respetan mucho por su coherencia, además de por su inteligencia.
–¿Habló con la Presidenta sobre su candidatura?
–No, no lo hablé pero, lo mismo que la decisión de otros compañeros, no ha caído mal. Mientras no se desatienda la gestión, que es la principal responsabilidad, y yo no la desatiendo.
–¿Qué posición cree que tomará la Presidenta respecto de quién será el candidato presidencial?
–Sinceramente, no sé. Hoy la veo equidistante, pero faltan 15 meses para las PASO. Hay que ver cómo llegamos cada uno de los precandidatos. Hoy no imagino una actitud o un rol de la Presidenta. Lo que no tengo dudas es que va a lograr muchas cosas todavía. Imagino los próximos meses de mucha producción legislativa con iniciativas del Poder Ejecutivo. La veo en ese rol: ejecutando y muy activa.
–El comienzo del año estuvo complicado para el Gobierno respecto de algunas variables económicas como inflación, dólar y reservas. ¿Para usted esas preocupaciones ya quedaron definitivamente atrás?
–Desde el punto de vista macroeconómico el país está más sólido que nunca. Me parece que hay tantos candidatos porque van a recibir un país como nunca antes recibió un presidente. Un PBI de 500 mil millones de dólares, un Estado desendeudado, un sector privado también desendeudado y con ahorros. Por supuesto, estamos pasando algo que es la foto no la película, que tiene que ver con la escasez de divisas. Esto es provocado por un deficitario intercambio comercial con Brasil, estamos afrontando la importación de varios miles de millones de energía y pagando los servicios de la deuda que contrajeron otros gobiernos. Eso provocó la escasez de divisas, pero el Gobierno no se quedó quieto. Utilizó partes de la reservas del Banco Central que habían generado Néstor y Cristina, se está regularizando financieramente con el sector externo para destrabar lo que está bloqueando Estados Unidos en materia de créditos con el Banco Mundial y el BID, lo del Club de París para lograr financiamiento para bienes de capital, la negociación con Repsol justamente para habilitar un flujo de recursos para YPF, se está recomponiendo con Brasil para achicar la brecha. Repito, la economía de este país nunca estuvo tan sólida como ahora. Hay una coyuntura que es lógica. Y también hay actitudes de especulación, como los exportadores de granos que presionaron hace unos meses y eso fue un intento de debilitar al Gobierno. Por eso digo que el Estado también tiene que intervenir ahí.
–Eduardo Duhalde reapareció en escena esta semana para pedir que Scioli y Sergio Massa vayan juntos. ¿Le parece posible eso?
–También lo ligó a Randazzo, habló de los tres. Ya me llamaron otros periodistas para pedir que hable de Duhalde y la verdad es que no tengo ganas. Duhalde es el pasado. Sería darle entidad a alguien que no la tiene.
–Más allá de la opinión de Duhalde, ¿ve a Massa con alguna posibilidad de volver al PJ a disputar una interna o cree que está definitivamente afuera?
–Está afuera. Massa es el catalizador de muchos dirigentes fracasados y otros con poca autoridad moral del peronismo.
–¿De la Sota se irá con él?
–Está muy cerca de Duhalde en lo generacional, son lo mismo. Son parte del pasado de la dirigencia política. Que se queden donde están, quietos. No veo que esos dirigentes puedan hacer ningún aporte importante para el presente, y mucho menos para el futuro.
–¿Le ve posibilidades de éxito al armado que intenta Ma-ssa con intendentes de distintas partes del país?
–Massa está percibiendo que su piso es su techo y no encuentra una estrategia de crecimiento más allá de lo que tiene. Entonces un día le escriben un guión muy liviano sobre la reforma del Código Penal y sale a hablar del Código Penal, al otro día le escriben un guión con dos o tres frases sobre la reelección de intendentes y no se dio cuenta de que está rodeado por intendentes que llevan 20 o 25 años en el cargo. Está desesperado por aparecer con algo y no lo encuentra. Leí que cambió de asesor de imagen. El es eso, un producto mediático. Cuando invertís tanto en asesor de imagen es porque no tenés materia. Y gestión, cero. Creo que no alcanza el 20 por ciento de servicios de cloacas en Tigre, y eso que tiene un 70 u 80 por ciento de barrios privados que se prestan servicios solos. Por eso, insisto en que es bueno comparar las gestiones.
–¿Cómo lo definiría ideológicamente a Massa?
–Me cuesta definirlo porque es muy vacío. No hay en él un tema o un perfil que lo identifique. Lo de él es muy pobre. Un montaje mediático, un guión que le escriben, pero rascás y no aparece nada.
–El Frente Amplio Unen se lanzó como una opción de centroizquierda, ¿piensa que le puede disputar ese lugar al kirchnerismo?
–Algunos que se autodenominan izquierda se han ido tan a la izquierda que aparecen por la derecha. Para mí es más centroderecha que centroizquierda. Es una melange bastante especial que me hace acordar a mezclas que se hicieron en otras épocas en la Argentina sólo para ganarle a alguien. Pero, sinceramente, entre ellos no se ven afinidades salvo la intención de llegar con posibilidades a una segunda vuelta.
–¿Le parece posible que sumen al PRO como propusieron algunos dirigentes como Elisa Carrió y Martín Lousteau?
–No me sorprendería para nada que lo sumen a Macri. Para mí ese espacio es mucho más centroderecha que centroizquierda. Pero, hoy por hoy, lo único que puede verse como su sustento es unirse para ser competitivos. No hay coincidencias programáticas ni objetivos comunes.

Los que se anotan en la otra pelea

Desde el Frente para la Victoria se promueven nombres de intendentes, funcionarios y legisladores. El dilema del Frente Renovador, donde hasta se especula con postular a Malena Galmarini. La falta de candidatos en el FA-Unen.

Mientras los focos persiguen a los precandidatos presidenciales que, a un año y medio de los comicios, comienzan a perfilar sus campañas, otros contendientes se preparan asimismo para una contienda con menos brillos, pero cuyo resultado puede acabar influyendo en la elección del próximo ocupante del sillón de Rivadavia: la puja por suceder a Daniel Scioli al frente de la principal provincia del país cuenta ya con un surtido variopinto de candidatos, tanto en el oficialismo como en la oposición, que se preparan para disputar la gobernación. Intendentes del conurbano y del interior, diputados, funcionarios de primera línea del kirchnerismo, figuras de afuera de la política y hasta un ex gobernador se anotan en la línea de largada.
Hacia finales del año pasado, apurado por la Justicia electoral que amenazaba con una quita de la personería, el Partido Justicialista bonaerense renovó sus autoridades para ponerse en regla tras varios años de interinatos desde que el último titular, Alberto Balestrini, quedara inhabilitado por motivos de salud. En esa primera interna se anotó un poroto el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, que consiguió consenso en apoyo a su candidatura y fue nombrado presidente del PJ provincial.
Espinoza, jefe comunal del partido más poblado del conurbano, se ve como el sucesor natural del actual gobernador y asegura contar con su apoyo. Scioli, fiel a su estilo, no dio señales claras, pero su respaldo al matancero fue clave para que ganara la interna pejotista. En esa rosca se medía otro candidato que se precia de haber sido elegido por el ex motonauta para reemplazarlo después de 2015: el diputado nacional Martín Insaurralde.
El ex intendente de Lomas de Zamora quiere aprovechar la popularidad que ganó encabezando la boleta del Frente para la Victoria el año pasado como plataforma para el lanzamiento de su candidatura. Con esa idea en la cabeza, Insaurralde se muestra ante las cámaras y continúa recorriendo la provincia. En su contra pesa que su relación con los sectores más kirchneristas del peronismo se resintió por las fotos que se tomó recientemente con Sergio Massa y su nunca comprobado coqueteo con el Frente Renovador (ver aparte).
Tanto Espinoza como Insaurralde apuestan a ser los elegidos por Scioli y contar con el empuje en las PASO para imponerse a sus rivales, pero el gobernador todavía no manifestó su preferencia y no es seguro que vaya a hacerlo, en un espejo de la posición que adoptó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner respecto de su propia sucesión.
Otros intendentes se anotaron en la carrera: agrupados bajo la etiqueta Los Oktubres, un puñado de jefes comunales sub 45 alineados directamente con la Casa Rosada preparan un armado para que alguno de ellos pueda disputar la candidatura en las internas, o para apoyar a algún otro candidato de corte más kirchnerista. “No tenemos todavía un candidato propio pero sí sabemos qué perfil queremos que tenga”, explicó uno de ellos, Juan Patricio Mussi (Berazategui), consultado hace unos días por Página/12.
El presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, también manifestó en su momento su voluntad de ser gobernador, aunque la campaña de stickers y carteles que lanzó en los últimos días solamente aclara su alineación con “el proyecto de Cristina” y dice “Julián Domínguez 2015”, sin aclarar a qué cargo apunta: se reserva el derecho de recalcular y treparse a alguna fórmula presidencial si los vientos soplan a favor, pero su batería principal apunta a la provincia.
El ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, en tanto, ya aclaró públicamente que su campaña –montada sobre su gestión en la recuperación de los trenes– apunta a ser presidente y no gobernador bonaerense, pero “todavía falta mucho y pueden pasar muchas cosas”, según admiten en el Gobierno. El senador bonaerense Aníbal Fernández, que manifestó su voluntad de ir por la Presidencia, también podría “bajarse” a disputar la provincia, si ve la oportunidad.
El último candidato kirchnerista que está trabajando con miras a la gobernación es el titular de Anses, Diego Bossio. Su rol le permite una presencia en el territorio envidiable por cualquier otro candidato, y en los últimos meses ha multiplicado su presencia en actos en toda la provincia. Cuenta con buena relación con la Casa Rosada, pero también con Scioli, y tiene una alianza táctica con La Cámpora que resulta fructífera para ambos socios. En silencio, Bossio se prepara para la campaña.
Dos casos aparte configuran dos outsiders que no resignan sus chances: el diputado nacional Francisco de Narváez, que apuesta todas sus fichas a su sociedad sotto voce con el sciolismo, pero al que le pesa como un lastre de plomo su oposición férrea al gobierno nacional. El empresario, que en 2009 venció a una lista que incluía a Néstor Kirchner, Scioli y Sergio Massa, cuenta como ventaja su nivel de conocimiento: “En la provincia lo conocen todos”, se jactan en su entorno.
Por último, el senador provincial Mario Ishii lanzó extraoficialmente su precandidatura hace una semana, cuando presentó su monobloque en un Luna Park repleto. Con una liturgia que combina kirchnerismo con antisciolismo y un discurso de mano dura, el ex hombre fuerte de José C. Paz volverá a intentar su patriada en el marco de la interna peronista. Las veces anteriores que buscó lo mismo no le fue bien, pero él no parece darse por vencido.

.Putas y guerrilleras


Militantes en su juventud y periodistas después, las autoras relatan –en el libro Putas y guerrilleras, que distribuye Planeta en estos días– las torturas, abusos y violaciones que sufrieron cientos de mujeres en los centros clandestinos en la década del ’70. En algunos casos fueron también relaciones tortuosas nacidas bajo tormentos con sus victimarios. Aquí, como anticipo, un extracto de la introducción de Miriam Lewin.



Mártires y prostitutas

Era un 24 de marzo, aniversario del golpe, y me habían invitado a Almorzando con Mirtha Legrand. Aceptar estar ahí significaba para mí renunciar a ir a la ESMA, ahora a un acto multitudinario, el día de su conversión en espacio para la memoria. Decidí ir al programa de la ex diva del cine argentino devenida entrevistadora, sobre todo porque iban también Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y Mariana Pérez, cuyos padres, desaparecidos, habían militado conmigo. Mariana había buscado incansablemente a su hermano Rodolfo, nacido en la Escuela. Yo había estado presente en el parto. Había visto a ese bebé sobre el pecho de su madre, sabía que había sido arrebatado después y había declarado en tribunales sobre el tema. La mesa la completaban dos jueces del Juicio a las Juntas y un periodista. Seguramente el programa iba a ser visto desde sus casas por mucha gente que aún no sabía o no reconocía la verdadera dimensión de lo que había pasado en los dominios del grupo de tareas 3.3.2. Otros miles de personas se reunirían a la misma hora en Avenida del Libertador, frente al campo de concentración, donde el presidente Néstor Kirchner iba a compartir el escenario con Juan Cabandié, otro recién nacido a quien yo había visto en noviembre de 1977 en un pasillo del campo, en brazos de su mamá, una chica de dieciséis años, después asesinada.
Llegué temprano. Un productor veterano, que conocía sólo de vista, me atajó en la entrada. Me llevó a un costado y, consternado, me advirtió que “la vieja” tenía planeado hacerme algunas preguntas inconvenientes y que quería que yo estuviera prevenida.
¿Qué preguntas inconvenientes? –indagué, con la seguridad de que no iba a ir más allá de lo que alguna vez me habían preguntado los defensores de los militares en algún proceso al que había ido como testigo. Por lo general, me atribuían –para descalificarme– hechos armados, atentados o secuestros en los que no había participado.
El productor tosió, nervioso.
–No sé, me imagino que algo tendrá que ver con la colaboración, con la delación. Te lo adelanto para que no te sientas incómoda.
–No te preocupes, estoy acostumbrada. Te lo agradezco mucho.
Tenía en claro para qué estaba ahí y las intrigas no me importaban. El día de la recuperación del espacio del campo de concentración para la sociedad civil yo le iba a hablar a una parte de ella que tal vez nunca había prestado atención al tema. Tal vez si lo decía sentada a la mesa de Mirtha todos comprenderían. Me vinieron a buscar y me arrearon al estudio.
Detrás de unos paneles me colocaron el micrófono, casi invisible, un cable que trepaba por debajo de mis ropas hasta el escote y un receptor colgando de la cintura. En pocos minutos estaba en el centro de la escena, rodeada por cristales, jarrones con flores, brocatos, caireles, alfombras y cortinados. Ya había concluido el rito acostumbrado de la descripción del vestuario, zapatos y joyas de la conductora, y las risitas y aplausos del enjambre de asistentes y empleados que la acompañaba detrás de cámaras.
Era una jornada especial. No hubo almuerzo servido por mucamas de uniforme. Tampoco se distribuyó el regalo acostumbrado para cada invitado, un reloj pulsera. “No es un día para festejar”, dijo Mirtha, y todos asintieron, admirando su sensibilidad.
No sé cómo ocurrió. No me acuerdo si ella tenía la pregunta anotada en un papel “ayudamemoria”. Tampoco recuerdo si en ese momento estábamos solas, todo lo solas que se puede estar frente a una audiencia de cientos de miles de personas... Pero después de hacerme una observación sobre lo bien que me quedaba mi nuevo color de pelo, me disparó: “¿Es verdad que vos salías con el Tigre Acosta?”. Hubo un silencio sólido, un contener la respiración de todos los que estaban en el estudio.
–¿Cómo que “salía”?
–Bueno... –reculó–. Si es verdad que salían a cenar, eso es lo que dice la gente...
Inhalé profundamente, como reuniendo fuerzas. Podría haberme levantado y salido del estudio, podría haberme ofendido. Seguramente, la escena habría sido reproducida decenas de veces en los programas de chismes del espectáculo. “Periodista de Puntodoc le hace un desplante a Mirtha cuando le pregunta si tuvo un amorío (nadie diría ‘fue abusada sexualmente’, por supuesto) con el jefe del grupo de tareas de la ESMA.” Pero no lo hice. Le respondí.
–Es verdad, nosotras mismas lo relatamos en el libro Ese Infierno que escribimos sobre lo que vivimos en el campo. Nos sacaban a cenar. No salíamos por nuestros propios medios. No teníamos derecho a negarnos. Eramos prisioneras. Nos venían a buscar los guardias en plena noche y nos llevaban. A una compañera, Cristina Aldini, el Tigre Acosta la llevó a bailar a Mau Mau después del asesinato de su marido. Que a una mujer la lleven a bailar a un lugar de moda los asesinos de su compañero me pregunto si no es una forma refinada de tortura. A Cristina un oficial de la ESMA le llevó la alianza de su esposo, Alejo Mallea, a su cucheta en Capucha, adonde estaba engrillada, para demostrarle que lo habían asesinado. Le preguntó si ella quería ver el cadáver. Cristina al principio dudó, pero después aceptó porque pensó que, de lo contrario, siempre se iba a quedar con la incertidumbre. Cuando lo vio, tenía dos tiros en la cara. Uno era el de gracia, entre ceja y ceja. Lo habían ejecutado.
Mirtha se sintió en falta. Miró detrás de cámaras, como buscando apoyo.
–Bueno, yo tengo que preguntar...
Nadie contestó.
–¿O está mal que pregunte? –dijo, al borde del lloriqueo, ensayando un mohín angelical.
Cuando todo terminó, me acompañó a la puerta una productora.
–No sé cómo pedirte disculpas –me dijo, resoplando y sacudiendo la cabeza. Me dio la impresión de que a ella también le había dolido. Era una mujer de mi edad. Parecía abatida, indignada, avergonzada. Tal vez tenía algún pariente o amigo desaparecido, pensé.
Ese “salías” de Mirtha encerraba un significado concreto. Tenía razón en sorprenderse por la reprobación de su claque. Probablemente Mirtha encarnaba el pensamiento de miles de personas, esas que hubieran querido preguntar como ella, así, elípticamente, si me había salvado por acostarme con el jefe del grupo de tareas. Porque alguna explicación tenía que tener que yo hubiera pasado de encapuchada en el campo de concentración a invitada a la mesa de la diva. Y su pregunta implicaba una condena, una sentencia que en ese momento no supe desarticular dando vuelta el argumento, provocándola como ella me provocaba, desde su pretendida ingenuidad informada. Diciendo, por ejemplo: “No, no me acosté con el Tigre Acosta, pero si lo hubiera hecho para salvar mi vida, ¿qué? ¿Quién podría juzgarme? ¿Quiénes pueden asegurar qué es lo que habrían hecho si hubieran estado en mis zapatos?”.
Ninguna de nosotras tenía posibilidad de resistirse, estábamos bajo amenaza constante de muerte en un campo de concentración. Estábamos desaparecidas, sin derechos, inermes, arrasada nuestra subjetividad. Su dominio sobre nosotras era absoluto. No podíamos tomar ninguna decisión, eso era absolutamente inimaginable. De ellos dependía que comiéramos, que durmiéramos, que respiráramos. Ellos eran nuestros dueños absolutos. No quedaba resquicio alguno para nuestro libre albedrío. ¿Pero si hubiera existido? Si la mirada lasciva de ellos sobre nuestros cuerpos hubiera sido usada por nosotras como un arma en su contra, un resquicio de fortaleza en nuestra extrema indefensión, ¿hubiera sido correcto condenarnos socialmente?
Como mujeres, la utilización de nuestros cuerpos o el deseo que despertamos en el otro como instrumento de manipulación o de salvación es condenable. No pasa lo mismo con los hombres.
(...)
Las mujeres sobrevivientes sufrimos doblemente el estigma.
La hipótesis general era que, si estábamos vivas, éramos delatoras y, además, prostitutas. La única posibilidad de que las sobrevivientes hubiéramos conseguido salir de un campo de concentración era a través de la entrega de datos en la tortura y, aún más, por medio de una transacción que se consideraba todavía más infame y que involucraba nuestro cuerpo.
Nos habíamos acostado con los represores. Y no éramos víctimas, sino que había existido una alta cuota de voluntad propia: nos habíamos entregado de buen grado a la lascivia de nuestros captores cuando habíamos podido elegir no hacerlo. Habíamos traicionado doblemente nuestro mandato como mujeres: el de la sociedad en general y el de la organización en la que militábamos. No se nos veía como víctimas, sino como dueñas de un libre albedrío en verdad improbable.
Resulta imposible explicar por qué quienes nos juzgaban sin haber vivido las condiciones que se sufrían en un centro clandestino de detención suponían que las mujeres teníamos el poder de resistirnos a la violencia sexual, a los avances de los represores y podíamos preservar “el altar” de nuestros cuerpos impoluto.
Las mujeres teníamos un tesoro que guardar, una pureza que resguardar, un mandato que obedecer. Nos habían convencido de que así era.
Yo no escapaba a ese mandato. Por eso, lo abrumador del rechazo que me provocaba la conducta de la mujer de mi responsable. Nunca se me ocurrió que podía usar la atracción que provocaba en su captor para conseguir el precioso tesoro del contacto telefónico con su hijita, para aliviar su dolor de madre separada de su cachorra. Tampoco que no había tenido el poder de resistirse a los avances sexuales de su secuestrador, desaparecida y privada de todos sus derechos, en manos de un grupo de ilegales que disponía de su vida y de su cuerpo. Del mismo modo que no había podido preservarse de las laceraciones de la picana. Para mí, para la Petisa, para todos, esa muchacha era la encarnación de lo peor, de lo más repulsivo. Sentíamos más miedo de convertirnos en eso que de inmolarnos. Queríamos ser mártires y no prostitutas.
No me era posible terminar este libro, que ideé con mi amiga y compañera Olga, sin incluir un pasaje de mi propia historia que me atribuló durante años. No podía, no hubiera sido honesto, exponer las experiencias de otras mujeres y callar la mía. Es en realidad parte de una novela autobiográfica que empecé a escribir hace un tiempo, precisamente para clarificar dentro de mi mente lo que había atravesado. Por eso, al final de Putas y guerrilleras, relato lo vivido en La Casa de la CIA.

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.