LEÓN ROZITCHNER, CON LOS TAPONES DE PUNTA

“Hoy los medios son los pedagogos de la ciudadanía”

Es una figura destacadísima del campo intelectual argentino con una trayectoria pública iniciada en la mítica revista Contorno de los años frondicistas. No es, como se dijo en otros medios, un “intelectual K”. Pero rescata el surgimiento del grupo Carta Abierta cuando, durante el lock-out agrario, “toda la derecha formó un frente único”. Y como sus colegas de Carta Abierta comparte una crítica común y despiadada contra los medios y sus modos de construir la realidad.

Gabriela Vulcano



AQUELLA VIEJA RABIA INTACTA. Es imposible hablar de la nueva izquierda intelectual argentina de los años 50 y 60 sin remitirse a la figura de Rozitchner. El apasionamiento que vivía por esos días en la revista Contorno, junto a otros íconos de la intelectualidad como Oscar Masotta, David Viñas y Noé Jitrik, parece estar intacto cada vez que se sulfura con los medios de comunicación. Se acomoda en la silla, sacude los brazos y eleva la voz como si su interlocutor no lo escuchara.

–Todos los medios, salvo algunos, muy pocos, forman parte de una gran estrategia de dominio económico, religioso y político. Dejan intersticios, es cierto, y éste es quizás uno desde el que ahora estoy contestando sus preguntas. El objetivo al que apuntan los media es el dominio del hombre: distorsionar el poder unitario del cuerpo pensante e imaginario para adecuarlo a esas necesidades ajenas. Los medios nos seducen o inquietan; nos ordenan a su gusto mientras nos desorganizan. Al hombre unitario hay que fragmentarlo por las ideas, las imágenes o los sonidos. Penetran por los grandes orificios del cuerpo: las figuras visuales, la palabra hablada y escrita, los sonidos. Pero activan, cada uno de ellos, los cinco sentidos. La letra impresa de los diarios todavía deja un margen para tomar distancia.

–¿Y la televisión?

–En la tevé, la pasividad es extrema: es casi una trampa del resplandor destellante frente a la mirada que se rinde, sumisa. Todo se fragmenta, se mezcla, se distorsiona con cálculos exactos y cortes imprevistos: la Biblia y el calefón sean por fin unidos. Al comprar y unificar los medios, el poder financiero nos fabrica en serie: todos igualitos aunque vestiditos de manera distinta.

–¿Por ejemplo?

–En Francia, hace treinta años, Le Monde era un diario muy serio, cuyo director era nombrado por los redactores; hoy forma parte de un grupo de capital extranjero. Es casi igual a Clarín, tanto en lo que calla como en lo que muestra. Las mismas noticias centrales, los mismos enemigos y los mismos amigos, y la misma importancia para los deportes: la misma estrategia.

–¿Cree que el hecho de que la política haya dejado de estar en las calles, los locales partidarios, las universidades y las fábricas puede reducirse al papel que juegan los medios?

–Es evidente que los medios son los que construyen la imagen de la realidad “verdadera”. Todos los hechos y saberes que no coinciden con el sostén de esos núcleos de interés quedan excluidos: no existen ni para la conciencia ni para la imaginación de la gente. Los media se proponen que los propios conflictos y las necesidades colectivas se jerarquicen o desaparezcan para quienes los viven. El colapso de los mayores bancos del mundo y la caída de las bolsas de Estados Unidos aparece como una catástrofe sólo numérica, abstracta: no se muestra la miseria, las muertes, las guerras, que infló con los suspiros de la gente viva esa “burbuja” etérea, como si no estuviera llena de personas a las que se les expropió la vida.

VENIMOS DEL TERROR. –Según su mirada, los medios parecerían haberse apropiado del debate público.

–Claro, pero en la Argentina esto se acentuó mucho más con el genocidio, porque la paz política nos mostró en cada golpe militar o económico el fundamento de muerte que la sostiene. La política es una tregua cuya duración está dada por nuestra resistencia: si soportamos todo no nos va a pasar nada. La política viene de un golpe genocida que sigue presente en el horizonte futuro, y hay un genocidio prometido con el que se nos amenaza de múltiples formas si se quiere realmente cambiar algo. Los media son los que sostienen el único horizonte de futuro posible. Nos moldean y al mismo tiempo nos muestran los límites insuperables de ese molde, si queremos seguir vivos. Con el “golpe del campo” el terror adormecido en la memoria de nuestros cuerpos volvió a despertarse, y con él se valorizó el espacio del “divertimento” de los medios con el que nos anestesiamos.

–¿Considera que los medios y varios sectores políticos abogaron por la búsqueda de consenso en contraposición a la confrontación de ideas durante el conflicto del campo?

–No existía confrontación de ideas porque había una sola idea en circulación, que era la que transmitían los medios en cadena. El consenso era el que impusieron los más fuertes. Quedamos tan absortos como desinformados. La gente se preguntaba, impotente, mientras volvía a sentir la amenaza del derrumbe, ¿cuándo va a venir alguien a decirnos en verdad qué pasa? Los dos meses de desabastecimiento fueron de nuevo una amenaza a la vida por temor al hambre. La tierra como propiedad privada perdió su sentido como suelo de todos los argentinos. No era la tierra madre o patria, sino la tierra financiera.

–¿Por qué hay tanto miedo al conflicto y a la confrontación de ideas?

–¿Dónde confrontar ideas si no existe ese espacio público? Ese espacio, lo sabemos, fue comprado por el capital financiero. Las “ideas” van y vienen de un solo lado. Ni siquiera el Gobierno fue capaz de poner la tevé en cadena para decir lo suyo e informar a la gente. Cuando todo está unificado por el poder de los media, ni las campanas del Gobierno suenan. A la “verdad” política del
kirchnerismo sólo se la sentía en el odio que la derecha y los ciudadanos/as ahítos gritaban: era el único índice donde la mayoría leía si el Gobierno era el bueno o el malo. Tanto más bueno cuanto más malos se mostraban los del campo, los curas y los políticos. Los media, sobre todo la tevé, estaban implorando al desastre por razones contables. Los media fueron el ariete para atacar las necesidades mayoritarias.

–¿Qué le pasa a usted frente a ese discurso de los medios?

Los miro, los escucho, los leo, pero muy poquito: es un mundo obsceno al que terminás espiando para evitar que, de verlos todos los días, entren a formar parte de tu propia familia. Pasamos mirando o leyendo año tras año a esos mismos personajes cumpliendo su faena, y con ellos convive la mayoría de nuestros conciudadanos. La “familia” está unita por los personajes de los grandes media. Uno que sí lee y escribe trata de entender desde abajo: cómo hemos llegado a esto. No es fácil. La gente que tiene que decir algo en serio no está en los medios, o son muy pocos y por tiempo breve.

ESCRIBA CIEN VECES “NO SOY K”. Sentado en el escritorio de un departamento construido durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón y con la pipa entre sus dedos, echa luz sobre el malentendido de algunos medios que lo mencionaron como uno de los firmantes de Carta Abierta: “Nunca firmé las cartas de los intelectuales, sólo asistí a la primera reunión”. Se queda en silencio y lanza una mirada desafiante antes de completar la idea.

–Muchos de los intelectuales que firmaron la carta sólo retoman el camino que los define como intelectuales plenos, y lo hicieron en un momento dramático de la amenaza, cuando toda la derecha formó un frente único, como si un director invisible organizara la orquesta para ejecutar una misma música sacra. Se sentían dueños del mundo circulando por los caminos que les abrió el genocidio: imponer la primarización de la economía prolongando la fuerza del terror pasado. Aunque uno no coincida en todo con lo que expresa la carta, tenemos algunas ideas básicas que nos son comunes. Creo que es una experiencia importante, pero cada uno busca el lugar que cree más adecuado a sus propias ganas.

Sin demasiados rodeos, evita hablar de lo que no tiene ganas. Cuando se le pregunta por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, corta en seco: “No creo que sea un tema importante”. Pero sí se entusiasma cuando la charla apunta a uno de los caminos que él mismo elige transitar: la izquierda argentina.

–Usted dijo que la derecha logró formar un frente único. ¿Qué sucede con las izquierdas de nuestro país que no consiguen obtener un mínimo nivel de representatividad política?

–Las izquierdas de nuestro país son izquierdas políticas trabajadas por la razón patriarcal cristiana, aunque no lo sepan. Por eso quieren bajar los conceptos a la tierra, aunque ésta se resista. Trabajan sobre el fondo de una materialidad, como diría Marx, “no subjetiva”, no de los cuerpos sensibles vivos: tienen sólo un corpus de palabras. Si la izquierda no comienza a plantear los problemas desde la relación con el cuerpo y la tierra –que es por definición el cuerpo común de los argentinos– y sólo lo hace desde las “necesidades” que la economía define, no va a tener arraigo. Si no “materializan” el concepto de Nación para incluirnos carnalmente en la tierra, le están regalando nuestra base terrestre a la derecha, con cuyas categorías la gente de izquierda misma piensa.

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