La misión del peronismo


Unidos, pero con el espíritu pacífico y burlón de aquel 17 de octubre.

Por Antonio cafiero

La detención de Juan Perón por un sector del ejército en octubre de 1945 parecía significar el fin prematuro de la más importante reforma social de la historia argentina. Su salida del gobierno y de la Secretaría de Trabajo y Previsión fue acompañada del torpe revanchismo de sus adversarios que, lejos de asegurar rápidamente a los trabajadores las conquistas obtenidas, comenzaron a declamar su intención de volver la situación a las condiciones de la década infame.Frente al cúmulo de fuerzas que había desalojado a Perón del poder, no era fácil imaginar que pudiera organizarse una fuerza que se moviera en defensa del líder encarcelado. La embajada de Estados Unidos, todo el empresariado, todos los partidos políticos, toda la prensa, en fin, todo lo que de alguna manera simbolizaba el poder en la Argentina, no sólo exigían la prisión de Perón, sino además la disolución de los mecanismos que se habían generado durante su breve gestión.Ya el 14 de octubre comenzaron a llegar noticias a Buenos Aires de puebladas obreras en el interior que todavía no preocupaban a las nuevas autoridades, pero que sembraron confianza entre dirigentes que habían quedado fuera de circulación. El 16 ya circulaba el rumor en la calle: habría una gran manifestación popular para reclamar la libertad del entonces coronel Perón.El 17, núcleos de jóvenes llegaron a Plaza de Mayo. Estaban mal vestidos para aquella época, porque era inusual que hubiera gente que caminara solamente con camisa por las calles del centro. El diario Crítica, por ejemplo, señaló que “las muchedumbres agraviaron el buen gusto y la estética de la ciudad, afectadas por su presencia en nuestras calles. El pueblo las observaba pasar, un poco sorprendido al principio, pero luego con glaciar indiferencia”. Orientación, órgano del PC, criticó la presencia de “hordas de desclasados” y sostuvo que “pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la Ciudad no representan ninguna clase de la sociedad argentina”. Ni pueblo ni clase, a muchos les resultaba difícil concebir que se pudiera fundar un movimiento político a partir de un sector hasta entonces ignorado de la población argentina. La indecisión del gobierno y las dudas de quienes reclamaban una dura represión permitieron la llegada de cada vez más grupos a Plaza de Mayo. Seguramente, si hubieran reprimido, hoy tendríamos una Argentina muy diferente. De todas formas, contra las versiones que todavía insinúan una complicidad oficial, hay que recordar que se cortaron los puentes y se llenaron de policías las calles de Buenos Aires. No hubo unanimidad, claro: había quienes estaban a favor y quienes estaban en contra de la movilización. Los obreros que llegaron ese día a la plaza lo hicieron pacíficamente. Ese 17 de octubre fue una fiesta popular, no hubo un solo desmán ni una sola vidriera rota. Delfina Gálvez de Bunge, una señora de la aristocracia argentina, escribió: “Cuando vi a la gente que pasaba por la puerta de mi casa, lo primero que hice fue cerrar los balcones porque pensé que nos iban a agredir, pero de repente me di cuenta de que era una manifestación pacífica, que muchos de los que manifestaban lo hacían alegremente y todos cantaban”. Ninguno imprecaba, ninguno insultaba, solamente cantaban los cantos que fueron improvisando a lo largo del día.Así se fundó el movimiento que dividió a la historia argentina en dos partes. En paz. No fue un 17 excluyente, sino integrador. En la Plaza de Mayo no se escuchaban expresiones en contra de ningún sector, aunque sí algunas bromas. Los muchachos salieron de las fábricas y se fueron a la Plaza con sus uniformes de trabajo, marchando alegremente.Tengo presente el momento en que me di cuenta de que había triunfado el pueblo. En Avenida de Mayo, entre Chacabuco y Perú, había dos filas de cosacos (así llamábamos a la policía montada), una a cada lado de la calle, y venía por ahí una manifestación obrera de muchachos de los frigoríficos con sus delantales manchados. Pensamos que el choque sería inevitable. Sin embargo, cuando entró la cabeza de la columna, los cosacos los miraron nerviosos, hasta que uno de ellos se sacó la gorra, la tiró por el aire y dijo: “¡Viva Perón, carajo!”. Ahí se terminó la posibilidad de represión. El peronismo se formó como un movimiento popular arrollador que sólo podía ser frenado por la fuerza de los fusiles. Por eso el 17 de octubre es una fecha clave para los argentinos. Significó una renovación política profunda, un gesto de movilización social sin precedentes en la historia, una afirmación inédita del principio de igualdad y la posibilidad de realizar cambios revolucionarios en el país. Tal vez sea hora de aceptar que nuestra misión es volver a impulsar los cambios. Unidos, con la misma pasión pero con el espíritu pacífico y hasta burlón de aquel primer 17 de octubre.

No hay comentarios:

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.