«El Tango del Poder: Cristina, Kicillof y la Batalla por el Peronismo Bonaerense»

En un tablero donde cada movimiento es un guiño al pasado y una apuesta al futuro, la pulseada por las elecciones en la Provincia desnuda heridas abiertas y ambiciones que podrían redefinir la geografía política argentina.


Una jugada sorpresiva en la medianoche legislativa

En los pasillos de la Legislatura bonaerense, donde el mármol guarda ecos de pactos y traiciones, una iniciativa presentada el miércoles por la senadora kirchnerista Teresa García desató un terremoto. El proyecto, respaldado por Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa, busca atar las elecciones provinciales a las nacionales, evitando que Axel Kicillof —el gobernador que alguna vez fue su delfín— desdoble los comicios. La propuesta, envuelta en retórica constitucional, es un jaque  político: o el mandatario acepta la concurrentividad o enfrenta una batalla legal que podría fracturar al peronismo.

Desde La Plata, un asesor cercano a Kicillof resume el malestar: «Es como bailar un tango con alguien que pisa fuerte para quebrarte el ritmo. Presentaron esto sin avisar, rompiendo la mesa de negociación. Ahora, o cedemos o la grieta será interna».

El desdoblamiento: más que fechas, un símbolo de autonomía

El núcleo del conflicto no son meramente las fechas electorales, sino quién dirige la orquesta peronista. Kicillof, con un ojo en su futuro presidencial, insiste en separar las elecciones provinciales de las nacionales. Su cálculo es claro: un triunfo en solitario le daría oxígeno para despegarse de la sombra de Cristina y construir una marca propia. Pero la expresidenta, que hoy preside el PJ Nacional, ve en esa estrategia un intento de relegarla. «Ella no va a permitir que la borren del mapa —advierte un histórico dirigente del conurbano—. Si Kicillof desdobla, Cristina podría no candidatearse, pero le pasará la posta a Massa. Y ahí, el peronismo se partirá en dos».

El fantasma de la fractura ronda. Si las PASO se suspenden y las elecciones son concurrentes, las listas se negocian en una mesa única; si no, cada sector medirá fuerzas en las urnas. «Es una pulseada por el control de los intendentes —explica una fuente del Frente Renovador—. Con votos unificados, los lideres locales arrastran la boleta de Cristina y Massa. Si se desdobla, Kicillof podría capitalizar su propia red».

La Constitución como arma arrojadiza

El proyecto kirchnerista, que invoca la «unidad nacional», ha sido tachado de inconstitucional por los aliados de Kicillof. La Carta Magna provincial otorga al gobernador la potestad de convocar a elecciones, un detalle que los juristas del oficialismo esgrimen con furia. «Es una extorsión legislativa —denuncia un diputado oficialista—. Usan mayorías circunstanciales para torcerle el brazo a quien debería liderar la Provincia».

Pero el kirchnerismo contraataca: «Si Kicillof quería suspender las PASO, ¿por qué no aseguró el quórum la semana pasada? —se pregunta un senador cercano a Cristina—. Los libertarios pidieron la sesión, pero La Cámpora y Massa faltaron. Ahora culpan a otros de su propia desorganización».

Massa, el equilibrista en la cuerda floja

En este ajedrez, Sergio Massa emerge como un actor bisagra. Su alineación con Cristina —al menos en esta pulseada— no es casual. El exministro, que sueña con recomponer su imagen tras la crisis económica, necesita del aparato kirchnerista para mantener influencia. Pero también sabe que, si el peronismo se parte, él podría ser el puente entre dos aguas. «Massa juega a no quemar naves —analiza un intendente del Frente Renovador—. Apoya a Cristina hoy, pero mañana podría negociar con Kicillof si la balanza se inclina».

 

El riesgo de un final sin abrazo.

La tensión recuerda a los viejos cismas del peronismo. Pero esta vez, el escenario es más volátil. Si no hay acuerdo, la Provincia podría ver dos elecciones: una en agosto, con candidatos alineados a Kicillof, y otra en octubre, con listas leales a Cristina y Massa. «Sería un caos —admite un senador opositor—. Pero para algunos, el caos es un negocio: en la fragmentación, surgen nuevos liderazgos».

Mientras, en los márgenes, La Libertad Avanza y la oposición no peronista observan con una sonrisa. El desgaste interno del peronismo es, para ellos, una brisa a favor.

¿El último tango de Cristina?

Cristina Fernández, a sus 71 años, no da señales de retirarse. Su movimiento en la Legislatura es un mensaje: aún dicta la partitura. Pero Kicillof, de 53, representa una generación que ansía su turno.

En este duelo, la Provincia de Buenos Aires —el distrito que decide presidentes— se convierte en el campo de batalla donde no solo se definen candidaturas, sino el alma de un movimiento que, en su agonía y reinvención, sigue marcando el pulso de Argentina.

Como en el mejor tango de Piazzolla, la melodía es dramática, impredecible. Y en este caso, no hay final escrito.

NR

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