Sin sujeto y sin historia: La insoportable levedad de la política actual.

“El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Antonio Gramsci

En las últimas décadas, la política ha ido perdiendo densidad y sustancia, convirtiéndose en una práctica cada vez más desligada de las necesidades concretas del pueblo. Se ha consolidado lo que algunos teóricos llaman «democracia vacía»: un sistema donde los mecanismos formales de la democracia siguen funcionando, pero sin una representación real de las mayorías.

Antonio Muñiz


La política se ha vuelto un espectáculo mediático, dominado por la tecnocracia, la ceocracia y una batalla cultural que, en muchos casos, reemplaza el debate sobre el poder económico y social por discusiones simbólicas superficiales. Mientras tanto los pueblos ha ido perdiendo protagonismo y la capacidad de lucha frente al avance de la derechas y las nuevas formas políticas y económicas que intenta consolidar el capital concentrado.

Para explicar este nuevo fenómeno de apatía, el filósofo Franco Berardi, en su libro «El Tercer Inconsciente»  plantea que la combinación entre el impacto de la pandemia y las nuevas tecnologías han generado  un escenario que podría definirse de autismo social.

El concepto de autismo social se utiliza para describir la desconexión, indiferencia o aislamiento de ciertos sectores de la sociedad frente a las problemáticas colectivas. No se refiere al autismo en términos clínicos, sino a una actitud de ensimismamiento social, donde individuos o grupos evitan el compromiso con lo público, priorizan intereses individuales y muestran una falta de empatía con el entorno. Este fenómeno puede manifestarse en la apatía política, la desconfianza generalizada o el consumo de discursos que refuerzan burbujas ideológicas, dificultando el diálogo y la construcción de proyectos comunitarios.

Es interesante comprobar que también la confusión de nuestra época ha sido capturada y difundida con precisión por las nuevas formas de la cultura en general y el relato que baja de los medios de comunicación y las redes, que reflejan la alienación y el desconcierto generalizados.

Un poco de historia

La crisis financiera de 2008 marcó el colapso de un sistema económico basado en la globalización,  el libre mercado, la sacralización de lo privado y la supremacía del dinero. Sin embargo, en lugar de permitir su desaparición, se ha mantenido artificialmente con rescates financieros, subsidios y políticas que han favorecido a los sectores más poderosos, como la banca, las aerolíneas y las corporaciones tecnológicas, energéticas, etc.

Este «viejo mundo» ha quedado obsoleto, pero sigue vivo gracias a la intervención estatal, mientras sus estructuras y principios fundamentales se han desplomado.

Desde 2008, los gobiernos han tenido que rescatar a empresas cuyos modelos de negocio ya no eran viables, lo que ha desmentido la idea del libre mercado competitivo. A su vez, los consumidores han sufrido las consecuencias de un sistema que, lejos de promover la igualdad, ha incrementado la concentración de poder en pocas manos, fomentando el auge de monopolios tecnológicos y autoritarismos varios.

Las grandes corporaciones tecnológicas y las oligarquías financieras se han beneficiado  de la desregulación y la concentración del poder, mientras que los ciudadanos ven reducidas sus posibilidades de influir en el destino colectivo.

Por otro lado, para el modelo actual el papel del estado sigue siendo crucial. Mientras que, por un lado, se reclama menor intervención estatal, por otro, los gobiernos se ven forzados a intervenir para evitar el colapso de sectores corporativos. En este sentido, la deuda pública se ha convertido en el motor que sostiene el capitalismo concentrado.  Esta apropiación de  recursos públicos por parte de las élites es en detrimento de los sectores populares y de las futuras generaciones.

«Estas  nuevas estructuras están relacionada con el surgimiento de un nuevo régimen de acumulación.  El poder político puro, y no la inversión productiva, es el determinante clave de la tasa de rentabilidad. Esta nueva forma de acumulación está asociada a una serie de nuevos mecanismos de fraude políticamente constituido. Entre ellos se incluye una serie creciente de exenciones fiscales, la privatización de activos públicos a precios de saldo, la flexibilización laboral y las tasas de interés bajas para promover la especulación bursátil y, sobre todo, la apropiación de los recursos de estado para direccionarlo directamente en beneficio directo del sector privado.» el gasto social y los salarios son recortados en nombre de la libertad de mercado solo para beneficio de las corporaciones.  – Dylan Riley y Robert Brenner, “Siete tesis sobre la política estadounidense”

Hace 40 años, la globalización y el neoliberalismo se impusieron como lógica hegemónica  bajo el supuesto de que el libre mercado sería el motor de la prosperidad. Hace 80 años, el estado de bienestar proponía una visión diferente, más centrada en lo social y la intervención estatal.

La pregunta, aun sin respuesta seria, es ¿Es posible generar una tercera vía, superadora de la vorágine actual?

«Cuando todo lo sólido se desvanece en el aire».

En las últimas décadas hemos vivido etapas de crisis recurrentes,  no solo económicas. Estamos conviviendo con crisis climáticas, demográficas, ambientales, migratorias, y como marco general conflictos bélicos regionales, pero que han ido escalando en conflictos violentos mas globales.

La lucha política, comercial y tecnológica entre EEUU y China por la hegemonía, el resurgimiento de Rusia y otras potencias menores, están reconfigurando el mundo. El notable avance de las nuevas tecnologías ha acelerado los cambios en la vida cotidiana de los ciudadanos y sobre todo en los medios de producción.

La llegada de Donald Trump al gobierno norteamericano y sus primeras acciones como las conversaciones  para un acuerdo de paz entre Rusia y Estados Unidos, alcanzado sin la participación de Ucrania y la Unión Europea, sugieren un posible reordenamiento global multipolar.

Sin embargo esta claro que  el nuevo escenario que se abre esta lleno de incertidumbres e incógnitas.

En este escenario de caos e incerteza  Álvaro García Linera ofrece una lectura  sobre la reorganización política y económica mundial. Sostiene que vivimos en una etapa liminal, donde parafraseando a Gramsci, el viejo orden se desmorona sin que haya nacido aún uno nuevo.

En este vacío político las corrientes ideológicas marginales han ganado terreno. El surgimiento de movimientos neo nazis, el libertarismo, que detrás de su exaltación a la libertad de mercado, esconde elementos fascistoides, movimientos contra la agenda woke, el antifeminismo, xenofobia, activismo anti-LGBT, etc. Estas ideas, otrora muy minoritarias, han ido tomando preponderancia en la agenda política global, y aportando, dada su precariedad conceptual, en una fuente mas de confusión.

El ejemplo mas notorio es Silicon Valley, donde el liberalismo extremo se ha fusionado con posturas tecnológicas radicales. Lo que antes era un bastión de progresismo y contracultura, hoy se ha convertido en un laboratorio de ideas de derecha extrema.

En el caso argentino la irrupción de Milei es un reflejo distorsionado de estos cambios globales: un intento fallido de revivir el neoliberalismo en una región donde ya había sido rechazado.

Los  movimientos populares latinoamericanos, al abandonar su agenda económica y no articular con las nuevas demandas sociales, han perdido su capacidad de ofrecer un horizonte de futuro. Esto dejó un vacío que fue ocupado por discursos ultraliberales que, a pesar de sus contradicciones, ofrecen una promesa, aunque ilusoria, de desarrollo y prosperidad.

La izquierda y los nacionalismos populares, en lugar de analizar este fenómeno en profundidad, han recurrido a categorías pasadas para describirlo, sin advertir que se trata de una nueva mutación ideológica. Algunos teóricos lo definen como «neo-reaccionarios»: movimiento autoritarios que combinan  alta concentración económica,  nuevas tecnologías, conservadurismo ultra y libertad de mercado extremo.

En paralelo, otra corriente de pensamiento ha promovido una narrativa de impotencia, que presenta al enemigo como invencible y a la resistencia como inútil. Este discurso niega la historia y desconoce las fuerzas sociales, siempre en pugna. Esto suma mayor parálisis  política y una idea de resignación. La idea de que «lo nuevo» está exclusivamente en la derecha ha llevado a una subordinación pasiva, debilitando aún más la capacidad de respuesta de los sectores populares.

Este mismo clima de descomposición ideológica se observa en la izquierda el crecimiento de sectores que no entienden el cambio tecnológico y su impacto en las clases trabajadoras, o grupos «verdes»  que rechazan la sociedad industrial y proponen un retorno a la naturaleza.

Mientras tanto, el anarco capitalismo crece por derecha, promoviendo una visión ultraindividualista del mercado.

Ambos extremos reflejan la chatura del pensamiento político actual.

Crisis de horizonte.

Todo esto responde a una crisis de horizonte, donde las alternativas colectivas han sido erosionadas ex profeso.

El ejemplo mas duro del impacto en el tejido social de estas nuevas ideologías se puede observar  en las generaciones jóvenes donde las aspiraciones se basan casi en un pensamiento mágico, de éxito rápido y salidas individualistas: la cultura de la fama instantánea a través de las redes, las apuestas online, la especulación financiera, y sobre todo la glorificación del «sé tu propio jefe» como forma de auto-explotación. Estos fenómenos y sus consecuencias en la sociedad, fueron descriptos en los trabajos del filosofo   Byung-Chul Han sobre temas como la sobreexplotación del individuo en el capitalismo tardío, la hipertransparencia, la digitalización y el agotamiento emocional en  sus obras, como La sociedad del cansancioLa agonía del Eros y Psicopolítica,

Esta  levedad de la política también se expresa en la consolidación de la ceocracia, es decir, el dominio de los CEOs y empresarios sobre la toma de decisiones políticas. Se ha naturalizado que los Estados sean gestionados como empresas y que las políticas públicas respondan a lógicas de rentabilidad antes que a necesidades sociales. En este esquema, las tecnocracias cumplen un papel clave al consolidar el pensamiento único, presentando las decisiones económicas como meramente técnicas y desprovistas de ideología, cuando en realidad responden a intereses de clase bien definidos.

Mientras en África surgen nuevos movimientos liberación, en América Latina las izquierdas y los nacionalismos populares deben encontrar la forma de dialogar con las nuevas realidades sociales que ellos mismos ayudaron a generar.

La fragmentación de fuerzas, los debates no resueltos, la falta de auto critica sobre los procesos nacional populares y progresista en las primeras décadas del siglo XXI y la falta de un diagnóstico certero sobre la época actual,  se expresan en la falta de una estrategia unificada para encarar una lucha hacia la transformación social.

Sin una narrativa de futuro clara y sin una estrategia económica sólida, el riesgo es seguir atrapados en la levedad de una política y una agenda superestructurales, alejadas del pueblo e incapaz de responder a los desafíos de la época.

Antonio Muñiz

 

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