"Las cenizas del sueño neoliberal"


En las últimas décadas, la globalización neoliberal ha sido uno de los fenómenos económicos más influyentes y, a la vez, más controvertidos en la historia contemporánea. Desde su comienzo en la década de 1970 hasta sus crisis recurrentes en la actualidad, ha dejado una huella profunda en la economía mundial, pero también ha generado debates sobre sus efectos a largo plazo en la sociedad, el medio ambiente y la política global.

Los orígenes del auge neoliberal

El surgimiento de la globalización neoliberal puede rastrearse a la década de 1970, en un contexto de crisis económica marcado por la estanflación —la combinación de estancamiento económico e inflación— que afectó a Estados Unidos y a otras economías occidentales. Las políticas keynesianas, que habían dominado el pensamiento económico desde la Segunda Guerra Mundial, parecían ineficaces para enfrentar esta nueva realidad.

Fue en este contexto que economistas como Milton Friedman y Friedrich Hayek, defensores del libre mercado y críticos del intervencionismo estatal, ganaron terreno en los círculos políticos. Su influencia fue clave en el giro hacia políticas de liberalización económica, desregulación y privatización que comenzaron a implementarse en la década de 1980 bajo el liderazgo de figuras como Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos.

El Consenso de Washington, una serie de políticas promovidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Tesoro de los Estados Unidos, se convirtió en el marco rector de la globalización neoliberal. Estas políticas incluyeron la apertura de los mercados, la reducción del gasto público, la privatización de empresas estatales y la liberalización del comercio y las finanzas internacionales. Este paradigma se expandió rápidamente por América Latina, Asia y Europa del Este, especialmente tras el colapso de la Unión Soviética en 1991.

El boom globalizador: promesas incumplidas.

Durante los años 80 y 90, la globalización neoliberal pareció cumplir sus promesas de crecimiento económico. La caída de barreras comerciales, la expansión del comercio internacional y la creciente integración financiera permitieron a muchas economías en desarrollo aumentar sus tasas de crecimiento. China, en particular, se benefició enormemente de su apertura económica, consolidándose como una potencia manufacturera mundial.

Sin embargo, no todos se beneficiaron de la misma manera. Las industrias locales en muchas partes del mundo fueron incapaces de competir con las grandes multinacionales, lo que provocó desindustrialización en países como México, Argentina y Sudáfrica. En las economías avanzadas, el traslado de fábricas a países con salarios más bajos desató una crisis en las clases trabajadoras, especialmente en sectores como la manufactura y la minería. Esto se tradujo en una creciente desigualdad, tanto entre países como dentro de ellos. Otro fenómeno que marco la época fue el crecimiento desenfrenado de la deuda publica, sobre todo en los países del tercer mundo, debido al gran volumen de petro dolares en los bancos y la desregulación de todo el sistema financiero global  

El modelo neoliberal promovía la falacia  que los mercados libres corregirían sus propios excesos, pero las crisis financieras se volvieron cada vez más recurrentes. La crisis asiática de 1997, la crisis rusa de 1998 y el colapso argentino de 2001 fueron ejemplos de cómo la liberalización financiera podía desencadenar inestabilidad y sufrimiento social. En cada caso, las recetas de austeridad impuestas por el FMI generaron más pobreza y conflictos sociales.

La gran recesión y el ocaso final.

El colapso financiero global de 2008 marcó un punto de inflexión para la globalización neoliberal. Originada en la especulación desenfrenada  del sistema financiero en Estados Unidos, la crisis se extendió rápidamente a Europa y al resto del mundo, desencadenando una recesión global sin precedentes desde la Gran Depresión. Los rescates bancarios, el estallido de burbujas inmobiliarias y la posterior crisis de deuda en Europa pusieron de manifiesto los riesgos inherentes de un sistema económico y financiero  desregulado.

La respuesta de muchos gobiernos, especialmente en Europa, fue aplicar políticas de austeridad similares a las que se habían implementado en América Latina y Asia décadas antes, lo que solo exacerbó la desigualdad y debilitó las economías nacionales. Al mismo tiempo, la creciente frustración con la clase política tradicional y el orden económico allanó el camino para el auge de movimientos, tanto de derecha como de izquierda, que sostienen   posiciones  anti liberales, anti globalizadoras, xenofobas y políticas autoritarias y anti democrática.

En paralelo, el ascenso de China como potencia económica desafió la hegemonía de Estados Unidos y Europa en el escenario global. China se benefició del sistema de comercio global neoliberal, pero mantuvo un fuerte control estatal sobre su economía, desafiando exitosamente la premisa básica del neoliberalismo: la preeminencia del libre mercado. 

El futuro de la globalización.

La pandemia de COVID-19 en 2020 representó otro duro golpe para la globalización. Las cadenas de suministro globales se rompieron, la movilidad de bienes y personas se redujo drásticamente y muchos países reconsideraron la dependencia excesiva de mercados internacionales. La crisis sanitaria también puso de relieve las fallas de un modelo que priorizaba la eficiencia y el crecimiento económico sobre la resiliencia y la equidad social.

En la actualidad, el futuro de la globalización neoliberal es incierto. Si bien sigue siendo un pilar del sistema económico mundial, la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China, las tensiones comerciales, los conflictos bélicos regionales, sobre todo en Medio Oriente, el auge de movimientos de ultra derecha, las crisis migratorias y el impacto del cambio climático, para los cuales las teorías del libre mercado parecen no tener respuesta, muestran que el modelo está bajo presión.

La discusión ahora gira en torno a si es posible un nuevo orden global con una mayor cooperación entre los países,  con justicia social y sostenibilidad ambiental o si el mundo se encamina hacia un período de fragmentación, competencia extrema por los mercados y por los recursos naturales, en un marco de violencia creciente.

 

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