"Lo imposible es lo que nosotros tenemos que hacer, porque de lo posible se encargan los demás todos los días". Simón Bolivar
En los últimos tiempos se ha debatido mucho sobre el supuesto fracaso de las políticas progresista y que, según los críticos, este fracaso ha sido una de las causas del surgimiento de movimientos de ultra derecha en el orden global.
El progresismo ha sido una de las principales corrientes políticas del siglo XXI, enfocada en la ampliación de derechos civiles y sociales, la igualdad de género, el reconocimiento de la diversidad sexual y la inclusión de minorías.
Sin embargo, pese a sus logros, enfrenta una crisis de identidad que lo desafía a repensar sus estrategias y objetivos. Este movimiento, que aboga por la justicia social y la reducción de desigualdades, ha encontrado límites estructurales que ponen en cuestión su capacidad para transformar profundamente las relaciones de poder en el sistema capitalista global.
El Progresismo y la Ampliación de Derechos
Uno de los mayores éxitos del progresismo ha sido su rol en la expansión de los derechos civiles. A lo largo de las últimas décadas, hemos sido testigos de importantes avances en la lucha por la igualdad de género, los derechos LGTB y la inclusión de minorías raciales, étnicas y religiosas. Políticas como el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, y la mayor visibilidad de las mujeres en la vida pública son fruto de estas luchas progresistas. En términos de derechos individuales, el progresismo ha tenido una influencia transformadora en las sociedades contemporáneas.
Sin embargo, estas victorias simbólicas, si bien necesarias, no siempre se han traducido en una mejora estructural de las condiciones de vida. Muchos de estos avances han tenido lugar en un contexto de globalización neoliberal, donde la apertura al mercado ha generado nuevas formas de desigualdad económica, precarización laboral y concentración de riqueza. Esto ha llevado a una paradoja: la expansión de derechos civiles coexisten con la perpetuación de un sistema económico que sigue beneficiando a las élites, sin redistribuir de manera significativa la riqueza.
Reformismo y Posibilismo: Los Límites del Progresismo
Uno de los grandes desafíos que enfrenta el progresismo es su tendencia al reformismo y el posibilismo. El reformismo implica la adopción de políticas que buscan mejorar el sistema capitalista desde dentro, mediante reformas parciales y graduales que no alteran las estructuras de poder. El posibilismo, por su parte, se refiere a la aceptación de los límites de lo políticamente viable, es decir, actuar dentro del marco de las condiciones impuestas por el sistema global, sin intentar una ruptura más profunda.
Este enfoque ha permitido importantes avances en derechos individuales y sociales, pero ha generado también críticas por su incapacidad de ir más allá de los márgenes que impone el capitalismo global. En este sentido, el progresismo ha sido absorbido en muchos casos por el orden neoliberal, administrando reformas que, aunque necesarias, no alteran las condiciones estructurales que perpetúan la desigualdad. La creciente precarización laboral, la financiarización de la economía y la concentración de la riqueza continúan siendo problemas no resueltos.
A diferencia de movimientos más radicales que buscan una transformación profunda del sistema económico, el progresismo ha optado, en gran medida, por trabajar dentro de los límites del orden capitalista, priorizando la estabilidad política y económica por encima de una redistribución radical de la riqueza. Esta tensión entre sus ideales de justicia social y las realidades de la globalización neoliberal ha generado una crisis interna que lo obliga a repensar su futuro.
La Correlación de Fuerzas y el Desafío Global
La noción de correlación de fuerzas es otra clave para entender las limitaciones del progresismo en la actualidad. En un mundo dominado por el capital financiero internacional y las élites económicas, los gobiernos progresistas han encontrado grandes dificultades para implementar políticas redistributivas más ambiciosas. La correlación de fuerzas es desfavorable: mientras las corporaciones transnacionales y los organismos financieros internacionales imponen sus condiciones, las fuerzas progresistas se ven obligadas a negociar dentro de un marco restrictivo.
Este contexto ha llevado al progresismo a priorizar la ampliación de derechos civiles y simbólicos, dejando en un segundo plano la lucha por la redistribución material. En muchas ocasiones, los avances en igualdad de género y derechos LGTB se han celebrado en un contexto de crecientes desigualdades económicas, donde las minorías logran más visibilidad y reconocimiento, pero sus condiciones materiales de vida no mejoran sustancialmente. La inclusión simbólica puede coexistir con la exclusión material, generando tensiones internas dentro del propio movimiento progresista.
El Progresismo y el Peronismo: Convergencias y Tensiones
En América Latina, el progresismo ha tenido que dialogar con corrientes políticas locales como el peronismo, que ha sido un actor clave en la defensa de la justicia social y la soberanía económica. El peronismo, en su versión más clásica, busca una ruptura más profunda con el orden capitalista global a través de un modelo de desarrollo autónomo y la centralidad del Estado en la economía. A diferencia del progresismo, que suele enmarcarse en una lógica cosmopolita y universalista, el peronismo tiene una visión nacional-popular que enfatiza la independencia económica y la construcción de un proyecto nacional basado en la industria y el trabajo.
Sin embargo, en las últimas décadas, el progresismo y el peronismo han encontrado puntos de convergencia. Por ejemplo el peronismo - kirchnerista en Argentina han logrado combinar políticas progresistas de ampliación de derechos (como el matrimonio igualitario y las leyes de género) con una agenda más estructural de justicia social y redistribución. No obstante, las tensiones persisten, especialmente en lo que respecta a la relación con el capitalismo global y las instituciones financieras internacionales.
La Crisis del Progresismo
El progresismo enfrenta una crisis de identidad debido a sus limitaciones para transformar el sistema capitalista y su dependencia de las estructuras globales de poder. Si bien ha logrado victorias importantes, su capacidad para llevar a cabo una transformación más profunda sigue siendo limitada. Esto se debe, en parte, a su inclinación por el reformismo y el posibilismo, que lo han llevado a operar dentro de los límites impuestos por el capital global, sin desafiar las bases materiales de la desigualdad.
Al mismo tiempo, el resurgimiento de fuerzas conservadoras y reaccionarias, que buscan revertir los avances logrados por el progresismo, ha puesto en jaque al movimiento. El crecimiento de movimientos de derecha, que utilizan el descontento social generado por la precarización y las crisis económicas y han capitalizado este fracaso, para ofrecer un relato conservador, autoritario, de regresión en muchos de las derechos conquistados.
El Futuro del Progresismo: ¿Reforma o Transformación?
Para superar esta crisis, el progresismo debe repensar sus estrategias y objetivos. La clave para su revitalización radica en combinar la lucha por los derechos civiles con una agenda más radical de transformación económica. Esto implicaría desafiar las jerarquías del capitalismo global y articular un proyecto de justicia social que no se limite a lo simbólico, sino que ataque las raíces materiales de la desigualdad.
El futuro del progresismo dependerá de su capacidad para movilizar a los sectores populares, construir una correlación de fuerzas favorable y ofrecer un proyecto de cambio estructural que trascienda los límites del reformismo. Si logra rearticularse desde una perspectiva más radical, podría convertirse en una verdadera alternativa frente al orden neoliberal. De lo contrario, corre el riesgo de quedarse en una expansión superficial de derechos sin una transformación real de las condiciones de vida de los más vulnerables.
AM
No hay comentarios:
Publicar un comentario