La pobreza es un fenómeno multidimensional que va más allá de la simple carencia de ingresos suficientes para satisfacer las necesidades básicas.
En Argentina, las mediciones tradicionales de pobreza por ingresos, que se basan en la capacidad de una familia para acceder a una canasta básica, son insuficientes para abordar las profundas raíces estructurales del problema.
Mientras que la pobreza por ingresos puede reflejar una situación coyuntural, la pobreza estructural describe un escenario de exclusión arraigada, donde generaciones enteras se ven atrapadas en un círculo vicioso de precariedad y falta de oportunidades. Resolver este desafío requiere un enfoque integral, que no solo ataque los bajos ingresos del grupo familiar, sino que también apunte a reformar las condiciones estructurales que perpetúan la desigualdad.
La pobreza por ingresos: un enfoque limitado
El índice de pobreza por ingresos que maneja el INDEC, la UCA y otros organismos internacionales, como la CEPAL, están basado en la comparación entre los ingresos de los hogares y el costo de una canasta básica de bienes y servicios. Según estos indicadores, la pobreza ha escalado drásticamente en los últimos años debido a la alta inflación, el estancamiento salarial y la creciente informalidad laboral, pero se ha agudizado en los últimos meses debido a recesión brutal inducida por el plan de ajuste gubernamental que ataca básicamente al salario, las pensiones y jubilaciones. Así las cifras tanto del Indec como el Observatorio de la UCA muestran una situación extrema.
Según los datos de pobreza e indigencia para el primer semestre de 2024, los primeros 6 meses completos de la gestión de Javier Milei, la pobreza alcanzó al 52,9% de la población, un incremento de 12,8 puntos porcentuales con respecto a los datos de igual período de 2023 (40,1%).
En tanto, la indigencia prácticamente se duplicó en un año: pasó del 9,3% en el primer semestre de 2023 al 18,1% en los primeros 6 meses de este año.
Si se proyectan los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) a todo el país, casi 25 millones de personas son pobres (6 millones más que en el segundo semestre de 2023), de las cuales 8,5 millones son indigentes.
Si tomamos a los niños y adolescente los índices son mas alarmantes, el 63% de los chicos y adolescentes en el país son pobres y el 16,2% son indigentes, según la UCA.
Aunque estas cifras revelan una realidad impactante, también ofrecen una visión limitada del problema. Al enfocarse exclusivamente en la insuficiencia de ingresos, se omiten otros factores fundamentales que impactan la vida de las personas en situación de pobreza, tales como la falta de acceso a servicios públicos de calidad, la precariedad habitacional, el acceso limitado a educación y salud, y la exclusión del mercado laboral formal.
La pobreza estructural: la exclusión de fondo
La pobreza estructural, en cambio, tiene raíces más profundas y está relacionada con la falta de acceso a recursos productivos y servicios básicos. Es el resultado de décadas de políticas económicas y sociales que han excluido a amplios sectores de la población, especialmente en regiones del país donde la inversión en infraestructura, salud y educación ha sido históricamente insuficiente.
En las zonas más vulnerables de Argentina, como algunas provincias del norte y las periferias urbanas, la pobreza estructural es palpable. No se trata solo de ingresos insuficientes, sino de una ausencia crónica de oportunidades para que las personas puedan mejorar sus condiciones de vida. Las familias que viven en estas áreas no solo enfrentan bajos ingresos, sino también viviendas en condiciones deplorables, falta de acceso a servicios básicos como salud, agua potable, electricidad, y educación, etc.
Este tipo de pobreza es hereditaria y se perpetúa a lo largo de las generaciones, creando una especie de «trampa de la pobreza» de la que es muy difícil escapar. Las políticas focalizadas en la asistencia social, si bien son necesarias en el corto plazo, no atacan la raíz del problema: la falta de desarrollo económico sostenible y la distribución equitativa de recursos.
¿Cómo resolver el problema?
Para abordar eficazmente la pobreza en Argentina, es crucial desarrollar un enfoque que combine la solución de la pobreza por ingresos con la eliminación de las causas estructurales de la exclusión. El economista Aldo Ferrer, sostenía que el desarrollo económico y la inclusión social están intrínsecamente ligados a la construcción de una «economía con base nacional», que fortalezca las capacidades productivas del país y promueva la autonomía económica.
Para romper el ciclo de la pobreza estructural, Argentina necesita reformas profundas en varias áreas clave:
Desarrollo productivo con inclusión social: Se requiere una política industrial activa que promueva la creación de empleo de calidad, especialmente en sectores estratégicos. La reindustrialización del país, con un enfoque en el desarrollo regional, permitiría generar oportunidades en las zonas más postergadas, donde la pobreza estructural es más severa. Las inversiones en infraestructura, especialmente en las regiones del interior, también son fundamentales para conectar a las poblaciones excluidas con el resto del país.
Acceso a un terreno y una vivienda digna
El acceso a un terreno y una vivienda digna es un derecho fundamental que garantiza no solo la satisfacción de necesidades básicas como refugio y seguridad, sino también la posibilidad de una vida plena y desarrollada en condiciones de igualdad. En Argentina, esta insuficiencia es uno de los principales factores que perpetúan la pobreza estructural, especialmente en las zonas urbanas marginales y rurales postergadas.
Una vivienda digna implica mucho más que un techo: es el acceso a servicios esenciales como agua potable, electricidad, saneamiento, etc. Además, es la base sobre la cual las familias pueden construir un futuro, insertarse en la vida comunitaria y tener estabilidad para desarrollar sus proyectos de vida.
Para ello, se requiere una política integral de urbanización y acceso a la vivienda que contemple no solo la construcción de casas, sino también la planificación urbana, la regularización de terrenos y la inversión en infraestructura social que promueva la inclusión y el bienestar.
Acceso universal a servicios públicos de calidad: La desigualdad en el acceso a servicios básicos como educación, salud, agua y energía perpetúa la pobreza estructural. Es fundamental garantizar que todos los ciudadanos, independientemente de su lugar de residencia, tengan acceso a estos derechos fundamentales. La inversión publica en infraestructura social es crucial para nivelar el terreno y brindar igualdad de oportunidades.
Reforma del sistema educativo: La educación es uno de los pilares más importantes para romper el ciclo de la pobreza inter generacional. Sin embargo, el sistema educativo argentino sigue presentando grandes disparidades entre las distintas regiones del país y entre los diferentes niveles socioeconómicos. Garantizar servicios universales, públicos y gratuitos en todos los niveles, optimizar su calidad y adaptarla a las necesidades del mercado laboral del siglo XXI son esenciales para ofrecer a las nuevas generaciones herramientas que generen una movilidad social ascendente.
Integración del mercado laboral: El empleo formal y de calidad es el principal vehículo para reducir la pobreza. Sin embargo, la creciente informalidad laboral y la precarización del empleo han profundizado la exclusión. Es necesario reformar las políticas laborales para fomentar la creación de empleo digno, con derechos y protección social, y promover la inserción de los sectores más vulnerables en la economía formal.
Rediseño de políticas asistenciales: Si bien los programas de transferencias monetarias como la Asignación Universal por Hijo (AUH) o la Tarjeta Alimentar son esenciales para combatir la pobreza por ingresos en el corto plazo, deben estar acompañados de políticas que fomenten el desarrollo de capacidades productivas y la integración al mercado laboral formal. Las transferencias deben ser instrumentadas como transitorias y orientadas a promover la autonomía económica de las familias beneficiarias.
En síntesis erradicar la pobreza en Argentina es una tarea urgente que requiere una transformación profunda de las estructuras económicas y sociales que han perpetuado la exclusión durante décadas. La combinación de políticas productivas, una mayor inversión publica en infraestructura social y educativa, y la creación de empleo formal y de calidad son las claves para superar la pobreza estructural.
En un contexto de crisis económica y social, es necesario adoptar una visión de largo plazo que priorice la justicia social y el desarrollo inclusivo, reconociendo que la pobreza no es solo una cuestión de ingresos, sino de acceso a bienes y servicios, pero sobre todo a derechos y oportunidades.
ANTONIO MUÑIZ
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