“El eje del mal”

Un artículo de Jorge Rachid


Desde que el ex presidente de EE.UU. declarase que existía un conjunto de países llamados el eje del mal, desde una apreciación mística, emparentada con la fe religiosa y evocando a las imágenes del Dante en la “Divina Comedia”, condenándolos al fuego eterno del infierno, comenzó en esta nueva etapa imperial posterior al atentado del 2001, una nueva masacre de pueblos, en nombre del dios supremo del occidente cristiano llamado mercado.
Así sucesivamente ocurrieron las invasiones de Afganistán e Irak en nombre de las democracias occidentales –como nuevas cruzadas del siglo XXI– que esconden los intereses económicos petroleros y del complejo militar industrial, necesitado de guerras impulsadas por los países centrales. No les ha ido bien. Los pueblos se resisten a ser dominados, invadidos o violados en nombre de supuestas culturas superiores que se arrogan los derechos universales de admisión en el mundo de los “buenos”.
Hemos asistido a testimonios inobjetables de violaciones a los derechos humanos en los territorios ocupados, matanzas de civiles presentadas como efectos “no deseados”, destrucción de patrimonios de la humanidad bombardeados, ciudades destrozadas y por supuesto los recursos naturales –entre ellos el petróleo– explotados por los invasores. El resto del mundo observa y algunos participan para no quedar fuera del festín caranchero del nuevo colonialismo.
La lista de los países participantes de este llamativo club son casualmente aquellos países que se han atrevido a explorar caminos propios de autodeterminación y soberanía política. La mayoría de ellos lo hacen a través de elecciones democráticas y con amplia participación popular. Pese a ello se los amenaza por los medios, con declaraciones altisonantes, se los intenta condicionar a través de organismos internacionales, se les intenta prohibir el acceso a determinadas tecnologías, se les cuestiona el manejo del espacio audiovisual, se les condicionan hasta sus relaciones exteriores, se los somete a bloqueos, se los bombardea preventivamente, se acusa a los partidos de organizaciones terroristas aunque tengan diputados y ministros. Todo sucede en la marea mediática globalizada tratando de influir sobre las conductas sociales del conjunto de la comunidad internacional.
Lo hicieron con el tratado de Yalta en la posguerra mundial del 45. Condenaron a nuestro país, a los países árabes, se repartieron el mundo en áreas de influencia y determinaron quién era quien en el mundo bipolar que crearon. Ahora en un mundo supuestamente unipolar, los bloques se van uniendo: Latinoamérica es testimonio de ello, la UNASUR es un hecho. La unión con los países del Caribe es otro hecho. La reivindicación de Malvinas es inédita, frente al fracaso de los organismos manejados por los dueños del poder como la OEA o la OTAN o la UE o las Naciones Unidas, en donde conservan un vergonzoso poder de veto que ignora las mayorías asamblearias.
Los llamados analistas políticos de los grandes medios nacionales, al servicio del Virrey, llámese “la embajada”, catalogan las relaciones institucionales del país en función de esa óptica. Venezuela, Bolivia, Ecuador, Franja de Gaza y Palestina en su conjunto con Cisjordania, Irán, Libia, Nicaragua, Yemen, Siria, Cuba –entre muchos otros– son el largo listado de países indeseables, aquellos que no pueden decidir su destino ni planificar su desarrollo al margen de la cultura dominante del mercado. Otros presidentes de otros países amigos como Brasil o Francia, no se privan de desarrollar su comercio internacional con estos Estados ni de recibir a sus presidentes ni intercambiar tecnología. Los argentinos –en cambio– somos etiquetados si lo hacemos en un mecanismo de permanente denigración de nuestra actitud soberana de explorar caminos, establecer relaciones, estrechar vínculos y acrecentar nuestro propio comercio exterior.
No existen países probos ni otros demoníaco, sólo existen procesos políticos soberanos, con identidades nacionales diferentes y procesos alternativos a los que pretenden marcar lo “políticamente correcto”, que llevó a la Argentina en su momento a los mayores dolores de muerte de compatriotas y destrucción del patrimonio nacional de su historia, pese a lo cual hemos podido salir recuperando la democracia y consolidando la justicia junto a las instituciones de la Nación.
Debemos abandonar la autoflagelación y la denigración como ejercicios permanentes del devenir político para poder construir un destino común, nacional y popular –transformador y revolucionario– que nos permita mirar de frente a nuestros compatriotas en el marco de un modelo social solidario con justicia social. Si lo hacemos, será sin dudas el eje del bien argentino, más allá de los detractores y cipayos.

JORGE RACHID
CABA 25-2-2010

Las profecías autocumplidas, el escenario de catástrofe y el debate por la inflación

Por Ricardo Forster

Ca­da se­ma­na, e in­clu­so a ve­ces ca­da día, cam­bia el eje al­re­de­dor del cual se bus­ca trans­for­mar la co­ti­dia­ni­dad ar­gen­ti­na en un es­ce­na­rio de ca­tás­tro­fe. El ol­vi­do, la fu­ga­ci­dad de sus afir­ma­cio­nes tre­me­bun­das y la irres­pon­sa­bi­li­dad sue­len ser los me­ca­nis­mos que uti­li­za la cor­po­ra­ción me­diá­ti­ca pa­ra avan­zar ha­cia lo que po­dría­mos de­no­mi­nar “una pro­fe­cía au­to­cum­pli­da”, allí don­de nun­ca vuel­ve so­bre sus pa­sos pa­ra re­vi­sar sus pre­dic­cio­nes.

Anun­cia­ron a los cua­tro vien­tos que no ten­dría­mos gas en el in­vier­no y que, al su­bir las tem­pe­ra­tu­ras en el ve­ra­no, nos en­fren­ta­ría­mos a un co­lap­so ener­gé­ti­co que de­ja­ría el país a os­cu­ras; se de­di­ca­ron du­ran­te me­ses, y ha­cien­do co­ro con la gau­cho­cra­cia, a an­ti­ci­par la quie­bra fi­nal de la le­che­ría y el de­sas­tre agro­pe­cua­rio acom­pa­ña­do, to­do es­te cóc­tel, con la se­gu­ra ne­ce­si­dad de la im­por­ta­ción de car­ne pa­ra sa­tis­fa­cer la de­man­da del mer­ca­do in­ter­no; se en­tu­sias­ma­ron con la lle­ga­da de la cri­sis mun­dial co­mo pun­to de cie­rre del “po­pu­lis­mo” kirch­ne­ris­ta y co­mo gol­pe de muer­te a la re­cu­pe­ra­ción del sa­la­rio; inun­da­ron to­das las vías de co­mu­ni­ca­ción con la cues­tión de la in­se­gu­ri­dad lle­van­do al ciu­da­da­no co­mún y co­rrien­te a un te­rri­to­rio vir­tual en el que lo in­fer­nal aca­ba­ría por de­vo­rar­se vi­das y bie­nes; se preo­cu­pa­ron por des­ta­car, con ti­tu­la­res ama­ri­llis­tas, que la Ar­gen­ti­na ya era, en ma­te­ria de nar­co­trá­fi­co, co­mo Co­lom­bia o, to­da­vía peor, co­mo Mé­xi­co.

Una re­tó­ri­ca del es­pan­to y del Apo­ca­lip­sis que tie­ne co­mo prin­ci­pal ob­je­ti­vo que­brar cual­quier do­sis de es­pe­ran­za so­cial re­gre­sán­do­nos a una Ar­gen­ti­na des­qui­cia­da, sin brú­ju­la y con des­ti­no de nau­fra­gio. Su po­lí­ti­ca ha si­do y si­gue sien­do des­po­li­ti­zar a la so­cie­dad des­ple­gan­do un re­la­to con­ta­mi­na­do de pe­si­mis­mo ge­ne­ra­li­za­do y de bo­rra­mien­to de cual­quier ejem­plo que pue­da con­tra­de­cir su des­crip­ción de la rea­li­dad na­cio­nal.

Aho­ra son dos los te­mas que en­tu­sias­man a los gran­des me­dios y a cier­tos sec­to­res des­ti­tu­yen­tes de la opo­si­ción, te­mas que se en­tre­la­zan y que, a su vez, to­can de ma­ne­ra muy di­fe­ren­te a la ciu­da­da­nía. Por un la­do, el te­ma del Ban­co Cen­tral y del fa­mo­so Fon­do del Bi­cen­te­na­rio que se ha con­ver­ti­do en el ám­bi­to es­pec­ta­cu­la­ri­za­do de una nue­va ba­ta­lla con­tra to­da de­ci­sión to­ma­da por el Go­bier­no. Se tra­ta de im­pe­dir el uso de las re­ser­vas con las ex­cu­sas más hi­pó­cri­tas de las que son ca­pa­ces de echar ma­no.

Ellos, los de­fen­so­res del pa­go a ra­ja­ta­blas de la deu­da ex­ter­na, los inú­ti­les que en­deu­da­ron el país y que lue­go cri­ti­ca­ron la fe­no­me­nal qui­ta que lo­gró el go­bier­no de Kirch­ner des­pe­gán­do­nos de las de­man­das im­po­si­bles del FMI, hoy se des­ga­rran las ves­ti­du­ras an­te una de­ci­sión ra­cio­nal y ne­ce­sa­ria que apun­ta a ga­ran­ti­zar el tra­ba­jo, el sa­la­rio y el cre­ci­mien­to de la eco­no­mía en me­dio de un es­ce­na­rio mun­dial com­ple­jo y re­gre­si­vo (allí es­tá Eu­ro­pa pa­ra mos­trar­nos lo que sig­ni­fi­ca acep­tar las po­lí­ti­cas de ajus­te sos­te­ni­das, co­mo siem­pre, por los or­ga­nis­mos de cré­di­to in­ter­na­cio­na­les que nun­ca aban­do­na­ron, ni en lo peor de la cri­sis del 2008-2009, su ideo­lo­gía neo­li­be­ral).

Lo que de­fien­den es, co­mo siem­pre, los in­te­re­ses de la es­pe­cu­la­ción fi­nan­cie­ra, el en­deu­da­mien­to del país a ta­sas rui­no­sas y los pin­gües ne­go­cios de nues­tros ban­que­ros e “in­ver­so­res”, de esos que siem­pre se que­jan por la fal­ta de se­gu­ri­dad ju­rí­di­ca que exis­te en nues­tro país, esa su­pues­ta “se­gu­ri­dad” que no ha­ce mu­cho tiem­po les per­mi­tió va­ciar las ar­cas del Ban­co Cen­tral y des­gua­zar al Es­ta­do ha­cien­do añi­cos los aho­rros de gran par­te de los ar­gen­ti­nos.

Si­guien­do los mis­mos pa­sos y las mis­mas mo­da­li­da­des que la cor­po­ra­ción me­diá­ti­ca, tam­po­co nues­tros ga­rúes de la eco­no­mía ni nues­tros vir­tuo­sos ban­que­ros asu­men su ex­traor­di­na­ria cuo­ta de res­pon­sa­bi­li­dad en la ca­tás­tro­fe eco­nó­mi­co-so­cial que de­sem­bo­có en di­ciem­bre del 2001 con los re­sul­ta­dos que to­dos co­no­ce­mos pe­ro que mu­chos ol­vi­dan o se ha­cen los dis­traí­dos.

El nom­bra­mien­to de Mer­ce­des Mar­có del Pont al fren­te del Cen­tral les en­cien­de to­das sus alar­mas ideo­ló­gi­cas. Una de­li­ca­da pie­za de la ma­qui­na­ria neo­li­be­ral ha caí­do en las ma­nos ina­de­cua­das, esas que ha­blan de am­pliar el cré­di­to y de ejer­cer un con­trol efec­ti­vo so­bre las con­duc­tas de nues­tros ban­que­ros; ade­más de jus­ti­fi­car la ne­ce­si­dad de am­pliar las mi­ras del Ban­co Cen­tral y de afir­mar la fa­la­cia ar­gu­men­tal de los que de­fien­den “la in­tan­gi­bi­li­dad de las re­ser­vas” co­mo bas­tión su­pues­to de la so­be­ra­nía na­cio­nal (cuan­do no es otra co­sa, esa in­tan­gi­bi­li­dad, que la ga­ran­tía de sus pro­pios ne­go­cios es­pe­cu­la­ti­vos).

El otro te­ma, mu­cho más pró­xi­mo a la sen­si­bi­li­dad de la so­cie­dad, es el de la in­fla­ción. Un país que su­po atra­ve­sar la pa­vo­ro­sa an­gus­tia de la hi­pe­rin­fla­ción tie­ne den­tro su­yo una aler­ta pe­li­gro­sa y ex­plo­si­va, de esas que, as­tu­ta­men­te ati­za­das por los po­de­res eco­nó­mi­co-me­diá­ti­cos, pue­den ge­ne­rar nue­vas for­mas de te­mor so­cial. Al­re­de­dor de la in­fla­ción se des­plie­gan los ar­gu­men­tos de siem­pre, esos que le echan la cul­pa al au­men­to de los sa­la­rios, a los pla­nes de re­pa­ra­ción so­cial y al con­si­guien­te dé­fi­cit fis­cal afir­man­do, suel­tos de cuer­po, la ne­ce­si­dad de en­friar la eco­no­mía pa­ra ba­jar los ín­di­ces in­fla­cio­na­rios.

Nun­ca ex­pli­can las cau­sas del au­men­to de los pre­cios, siem­pre de­jan que se na­tu­ra­li­cen o que se tras­la­den, co­mo res­pon­sa­ble di­rec­to, al Go­bier­no. Nun­ca ha­blan de oli­go­po­lios y de mo­no­po­lios, ni de for­ma­do­res de pre­cios, ni de chan­ta­jes que bus­can re­du­cir la par­ti­ci­pa­ción de los asa­la­ria­dos en una me­jor dis­tri­bu­ción de la ren­ta. Pe­ro fun­da­men­tal­men­te sa­ben que la pa­la­bra “in­fla­ción” lle­va den­tro su­yo una po­de­ro­sa ca­pa­ci­dad de ho­ra­da­ción, que pro­nun­cián­do­la una y mil ve­ces, re­pi­tién­do­la en ca­de­na na­cio­nal sin nin­gu­na ex­pli­ca­ción, van am­pli­fi­can­do un cli­ma de de­sa­so­sie­go que in­va­de a una po­bla­ción des­con­cer­ta­da que lo úni­co que sa­be es que los pre­cios au­men­tan ex­po­nen­cial­men­te. En me­dio de la es­pi­ral hi­pe­rin­fla­cio­na­ria del 1989 los po­de­res eco­nó­mi­cos se de­di­ca­ban a con­cen­trar la ri­que­za y a pre­pa­rar­se pa­ra la “fies­ta de los ’90”, esa que se sos­tu­vo so­bre la ya fa­mo­sa fra­se de Ca­va­llo: “Cuan­to peor, me­jor”.

El Go­bier­no ha con­tri­bui­do con su par­te allí don­de fue de­sau­to­ri­zan­do la fia­bi­li­dad del IN­DEC otor­gán­do­les a sus con­trin­can­tes la for­mi­da­ble ar­ma del des­cré­di­to de to­da afir­ma­ción ofi­cial. No al­can­za con ofre­cer las ci­fras de la re­cu­pe­ra­ción sa­la­rial, tam­po­co mos­trar los nú­me­ros de la eco­no­mía ni de las re­ser­vas acu­mu­la­das en el Ban­co Cen­tral; tam­po­co des­ta­car la im­por­tan­cia ex­traor­di­na­ria que ha te­ni­do la asig­na­ción uni­ver­sal pa­ra los ni­ños a la ho­ra de dis­mi­nuir la po­bre­za y de in­yec­tar di­ne­ro al con­su­mo di­rec­to apa­ci­guan­do los efec­tos de la cri­sis mun­dial so­bre el mer­ca­do de tra­ba­jo y so­bre el sa­la­rio (in­sis­to en con­tem­plar la po­si­ble so­lu­ción que se im­ple­men­ta­rá en Gre­cia o en Es­pa­ña pa­ra “equi­li­brar sus eco­no­mías”: ajus­te fis­cal, dis­mi­nu­ción de los sa­la­rios, re­cor­te de los gas­tos so­cia­les, au­men­to de la edad ju­bi­la­to­ria, et­cé­te­ra, es­pe­jo en el que les gus­ta­ría mi­rar­se a las cor­po­ra­cio­nes eco­nó­mi­cas ar­gen­ti­nas y a mu­chos de los opo­si­to­res po­lí­ti­cos). To­do pue­de ser pues­to en cues­tión y de­nun­cia­do co­mo im­pos­tu­ra. Eso ha­cen y se­gui­rán ha­cien­do; ése es su mo­do de ho­ra­dar y de de­bi­li­tar.

Fren­te a eso el Go­bier­no ten­drá que sa­lir, co­mo ya lo ha he­cho, a de­fen­der su orien­ta­ción que su­po­ne de­fen­der el sa­la­rio y el con­su­mo de los tra­ba­ja­do­res; pa­ra eso ten­drá que re­cu­pe­rar me­ca­nis­mos ade­cua­dos de con­trol y de re­gu­la­ción de pre­cios que pue­dan im­pe­dir que la es­pe­cu­la­ción si­ga rin­dien­do sus fru­tos. Pa­ra eso ten­drá que aban­do­nar po­lí­ti­cas que ya no son efi­cien­tes apun­tan­do ha­cia otras al­ter­na­ti­vas en di­rec­ta con­so­nan­cia con el pa­pel que de­be­rá ju­gar el Ban­co Cen­tral. Y allí se ins­cri­be, co­mo es ob­vio, la cues­tión del Fon­do del Bi­cen­te­na­rio, la dis­pu­ta par­la­men­ta­ria por el DNU y la pu­ja in­cle­men­te por la ren­ta y su dis­tri­bu­ción

Visualizar el cambio de paradigma es hoy nuestra responsabilidad como militantes

Por Prof.Daniela Bambill- Causa Popular Brown

“Y, como sucede con todos los hechiceros de la tribu, cuando sus poderes sobrenaturales son cuestionados, es cuestión de días. Los tigres no los aleja el mago de la tribu; hay que ir a cazarlos con arcos y flechas. Entonces, ¿para qué mantener al brujo?” ( J.W.Cooke)

El oráculo de Delfos fue un recinto sagrado dedicado a “Apolo” -Dios de los oráculos, de la juventud, de los rebaños, de la poesía, de la música y de las artes en general- que tenía en el centro su gran templo, al que acudían los griegos para preguntar a los dioses sobre cuestiones inquietantes. El oráculo referido se llegó a ubicar situado en Grecia, en el emplazamiento de lo que fue la antigua ciudad llamada Delfos. La leyenda y la mitología cuentan que en el monte Parnaso y cerca de esta fuente se reunían algunas divinidades, diosas menores del canto, la poesía, llamadas musas junto con las ninfas de las fuentes, llamadas Náyades. En estas reuniones Apolo tocaba la lira y las divinidades cantaban. El oráculo de Delfos influyó en gran manera en la colonización de las costas del sur de Italia y Sicilia. Llegó a ser el centro religioso del mundo helénico.

Con la Globalización y la consecuente concentración de la información, el alejamiento masivo de la ciudadanía de los Partidos Políticos tradicionales, los espacios de debate fueron resumiéndose a la simple escucha de lo que dicen otros… La Divinidad no tiene hoy un gran Templo, sino una sucursal en cada casa, dentro de ese aparato cuadrado que con los cambios de paradigma llegó a convertirse en reproductor excluyente de “la realidad”.

Formador de ideas por excelencia, los medios masivos de comunicación “bajan” la línea que representa exclusivamente los intereses a quienes ellos representan, valga la redundancia y el lugar común.

Ahora bien, se da por estas horas en nuestro país un fenómeno que hace muchísimo tiempo no ocurría, casi tímidamente primero y con una gran determinación después la afluencia de ciudadanos con ganas de participar activamente en política.
Con agrado podemos observar cómo los postulados que rezaban que no sirve la política y que los políticos solo están allí por beneficio personal van resultando obsoletos ante la premisa que para modificar realmente una realidad adversa en materia de participación política el único camino posible es la militancia activa.

El oráculo de la realidad mutilada va perdiendo su fuerza a medida que el ciudadano se acerca, se compromete y se alfabetiza en la lectura de los medios.
Sin caer en posturas maniqueístas , pero sí alfabetizando su lectura, quienes militamos en algún espacio podemos ser guías en este maravilloso proceso que abrió la discusión más profunda en materia de políticas de estado de los últimos 30 años
Quién maneja la información tiene el Poder. Temas como la negociación del Papel Prensa, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, significaron la puerta abierta hacia una nueva forma de ver la acción política.
Más allá de cuestionamientos hacia la figura presidencial, el 90 por ciento de la población estaba de acuerdo con esas medidas, y por primera vez en muchísimos años comenzaron a dudar de lo que escuchaban o leían, hasta no hace mucho cómo la única realidad que los circundaba.

Este pequeño aporte en un mar de contradicciones propios de años de no-militancia en la gran mayoría de la población puede significar un cambio de paradigma en cuanto a la construcción política.
Quienes recorremos los barrios más humildes del Conurbano escuchamos con emoción cuando algún vecino descreído dice, “estos que nos bajen todo, pero en el cuarto oscuro elegimos nosotros”… Aunque rudimentaria la frase, encierra la madurez que va adquiriendo el proceso democrático, la dignidad que van recuperando los sectores más vulnerables… El clientelismo está en terapia intensiva.

Militar desde las ideas ya no es una utopía, la honestidad intelectual comienza a ser un baluarte inimaginado durante la crisis del 2001.

Los agoreros hacen esfuerzos supremos por captar adeptos, pero a medida que avanzan las conquistas sociales, sus palabras impuestas como dogmas caen ante la realidad irrefutable, aún desde ese aparato qué va perdiendo la magia a medida que ejércitos de militantes distribuyen su palabra garantizada por hechos concretos.

Más allá de los aparatos de TV, más allá de los aparatos clientelares, más allá de los históricos manejos de algunos punteros de algunos Intendentes del Conurbano, se siente, se respira un cambio de paradigma…
No visualizar este momento histórico sería el peor error que podamos cometer

LECCIONES DE POLITÍCA ANTICÍCLICA

por Juan Santiago Fraschina, Buenos Aires Economico, 10 de febrero de 2010


Uno de los rasgos centrales del nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 y caracterizado por un proceso de reindustrialización con inclusión social es la política fiscal, la cual se estructura en dos puntos centrales. Por un lado, un fuerte incremento de la presión tributaria que permitió aumentar en forma sostenida la recaudación fiscal, destacándose en este rubro los impuestos progresivos como por ejemplo las retenciones a los productos primarios.
Por otro lado, y sustentado por el aumento de los recursos del Estado, un aumento permanente del gasto público, esto es, una política fiscal expansiva. Esta política es central para el incremento del mercado interno que es uno de los rasgos estructurantes del nuevo modelo económico vigente desde el 2003.
En efecto, el gasto estatal se suma a la mayor creación de puestos de trabajo y a la suba de los salarios a partir de la reactivación de las paritarias y de las jubilaciones para la expansión del mercado interno como motor fundamental de la economía nacional. Este mayor gasto del sector público se traduce fundamentalmente en tres puntos: en primer lugar, en mayor infraestructura a partir de la construcción de escuelas, hospitales, entre otros, en segundo lugar, en contención de la inflación debido a los subsidios al transporte, energía y ciertos productos básicos que consumen los sectores populares y en tercer lugar, una fuerte política social para los sectores más vulnerables.
Pero al mismo tiempo que durante el modelo kirchnerista se expande las erogaciones del Estado, se sostiene el superávit fiscal primario, es decir, antes de pagar los servicios de la deuda, y financiero, esto es, luego de pagar los servicios de la deuda pública. Por lo tanto, durante el nuevo modelo de desarrollo no sólo se produjo un aumento del gasto del Estado sino que además se experimentó un importante ahorro del sector público sostenido básicamente a partir del incremento permanente de la recaudación fiscal; dándole mayor sustentabilidad a la expansión económica.

LA CRISIS DE 2009: Durante la década del noventa, en todas las crisis internacionales que se verificaron, como por ejemplo la crisis desatada en México en 1994 y que se conoció como el efecto tequila, los gobiernos aplicaron una política procíclica que implicaba una fuerte reducción del gasto público (las denominadas políticas de ajuste).
Las consecuencias son bien conocidas: la reducción del gasto del Estado profundizaba los efectos de las crisis internacionales, comprimiendo aún más el mercado interno, lo cual generaba un fuerte aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia. Todo esto implicaba un circulo vicioso de caída del producto, menor recaudación fiscal, reducción del gasto público, mayor desempleo, pobreza e indigencia que volvía a generar una nueva disminución de la demanda interna y por lo tanto, una profundización de la crisis económica y social.
Sin embargo, durante la crisis de 2009, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner optó por una alternativa diferente. En medio de una de la peores crisis internacionales que provocó una desaceleración en el crecimiento de la recaudación tributaria, el gobierno nacional siguió incrementando el gasto público con el objetivo central de amortiguar los efectos de la crisis en la economía argentina.
Por lo tanto, en el 2009 en el contexto de crisis internacional se experimentó un aumento del gatos público primario del 30,18% en comparación al 2008, llegando el mismo a 242.928,6 millones de pesos. Por su puesto que, por los efectos de la crisis, se produjo una desaceleración en el crecimiento de la recaudación, la cual se expandió menos que el gasto público. En este sentido, en el 2009 los ingresos totales aumentaron un 18,75% en comparación al 2008, llegando a 260.214,2 millones de pesos.
A pesar de este fenómeno, es decir, a la fuerte política fiscal expansiva y un menor crecimiento de los recursos, el gobierno nacional pudo sostener el superávit fiscal primario. En efecto, en el 2009 el resultado acumulado primario fue de 17.285,6 millones de pesos, lo cual representa 1,53% del Producto Bruto Interno.

Cuadro: Evolución del Sector Público Base Caja, 2008-2009, acumulado a diciembre 2008 y diciembre 2009 (millones de pesos y en porcentaje).

Concepto
2008
2009
Variación Interanual

En millones de pesos
En %

Ingresos Totales
219.134,4
260.214,2
41.079,8
18,75

Gastos Primarios
186.605,7
242.928,6
56.322,9
30,18

Resultado Primario Total
35.528,7
17.285,6
-18.243,1
-51,35

Resultado Financiero
14.654,8
-7.131,1
-21.785,9
-148,66

Fuente: Ministerio de Economía y Finanzas Públicas


Es cierto que el resultado primario de 2009 es un 51,35% (18.243,1 millones de pesos) menor al superávit primario de 2008. Sin embargo, esta disminución fue un acierto del gobierno nacional, debido a que en un contexto económico – financiero internacional desfavorable, la política fiscal proactiva que se tradujo en un fuerte aumento del gasto público fue fundamental para fortalecer al mercado interno y mantener los puestos de trabajo.
A su vez, debido a los fuerte vencimiento de deuda pública, no se pudo sostener el superávit financiero, el cual arrojó un déficit de 7.131,1 millones de pesos, siendo un 148,66% (21.785,9 millones de pesos) inferior al registrado en el 2008.
Con respecto a este último punto es importante realizar una aclaración: este resultado es producto de la herencia de los gobiernos anteriores y específicamente del modelo rentístico financiero (1976-2003) que se tradujo en un fuerte crecimiento de la deuda del Estado. En la actualidad, el nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 se está haciendo cargo de esa deuda, lo cual implica importantes erogaciones que debe realizar el Estado Nacional.
En el contexto de la crisis internacional, la ortodoxia económica, como en los años noventa, empezó a recomendar políticas de ajuste fiscal, esto es, reducción del gasto público para evitar justamente un déficit fiscal.
Sin embargo, esto hubiera implicado, como en el modelo de Convertibilidad, una reducción de la demanda, amplificación de las repercusiones de la crisis financiera internacional en la economía argentina, caída fuerte de la recaudación impositiva que hubiera implicado un déficit fiscal. Pero a su vez, la disminución de las erogaciones del Estado y su consiguiente caída del mercado interno y del producto también se hubiera traducido en un aumento explosivo de la desocupación, subocupación, pobreza e indigencia.
Por lo tanto, la recomendación de los sectores dominantes y del establishment económico no sólo hubiera generado un mayor empeoramiento de las cuentas fiscales sino que además hubieran implicado una fuerte crisis social.
En contraposición, el gobierno nacional apostó a uno de los pilares del nuevo modelo de desarrollo, esto es, el incremento sostenido del gasto público a pesar de la desaceleración en el aumento de los recursos del Estado como consecuencia de la crisis financiera internacional. Los resultados de dicha política fueron sumamente positivos. En términos económicos gracias al aumento de las erogaciones del Estado que permitió sostener la demanda interna la Argentina fue uno de los pocos países que en el 2009 en medio de la crisis financiera internacional siguió creciendo. Por su puesto que la expansión del producto fue menor a la verificada en los años anteriores; sin embargo, el producto del 2009 fue mayor al de 2008.
Este resultado, entre otros fenómenos, permitió que los recursos del Estado en medio de la crisis no sólo no cayeran sino que se incrementaran a los largo del 2009; lo cual implicó que el Estado Nacional pudiera sostener un superávit fiscal primario y que el déficit financiera fuera sumamente reducido en términos históricos.
Pero además, el incremento sostenido de las erogaciones del Estado evitó que la crisis financiera internacional se traduzca como en la década del noventa en una crisis social. En efecto, en el 2009 el gobierno pudo sostener tasas de desempleo de un digito a pesar de los efectos que la crisis tuvo sobre la economía argentina.
Por lo tanto, y a contraposición de lo propuesto por los economistas ortodoxos, la política fiscal expansiva desarrollada por el gobierno nacional durante el 2009, siendo uno de los pilares centrales del nuevo modelo de desarrollo, permitió amortiguar económica y socialmente los efectos de la crisis internacional al mismo tiempo que pudo cumplir con los servicios de la deuda pública generada en años anteriores y evitó que se deteriorará abruptamente las cuentas públicas del Estado Nacional.

Crecimiento e inflación


por Andrés Quintana(GEENaP Formosa),
Buenos Aires Económico, 19 de febrero de 2010.


Existe regularidad empírica en ciertas variables económico-sociales como el tándem desocupación - deflación por un lado y crecimiento-inflación por otro.

Debemos insistir, la economía no es una ciencia exacta. Es una ciencia social, por lo tanto los conceptos elaborados desde la economía política de un país o momento histórico determinado, no pueden trasplantarse a otras naciones sin tener en cuenta la idiosincrasia del país o región a implementar, ya que la economía no se desarrolla conforme a leyes naturales. Cuando se analiza un fenómeno económico, si no se lo somete a verificación, obtendremos inverosímiles conclusiones.

En el matutino del 31/1, el multimedio, convoco a economistas para analizar el aumento en el nivel general de precios. Con honestidad, el economista Todesca sostiene que se percibe una relación entre crecimiento e inflación y acto seguido menciona que la forma de evitar que el crecimiento genere inflación es mediante la estabilidad de las políticas públicas.

¿Qué se entiende por estabilidad de las políticas públicas? Parafraseando al responsable norteamericano para el Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela, “en los 90 existía seguridad jurídica” ergo “las políticas públicas eran estables”. Además, desde la óptica neoliberal “la estabilidad de políticas públicas” se relaciona estrechamente con el manejo monetario de metas de inflación. Esto supone, ante el crecimiento de precios, elevar la tasa de interés como mecanismo-freno. Después del 2001, conocemos los efectos devastadores sobre la inversión y el consumo que estas aplicaciones han tenido en nuestro país.

En este análisis, se utilizarán tres variables de verificación: la tasa de variación del PBI en moneda constante, la de desocupación e inflación, entre 1991 y 2009. ¿Quizá se preguntará porque aparece la tasa de desocupación en este estudio? Simple, porque cuando aumenta el PBI, la desocupación tiende a la baja. Esta es una variable que el pensamiento neoliberal siempre soslaya. Por lo tanto determinaremos la relación empírica entre estos tres elementos

1) Se ha demostrado que en el corto y mediano plazo la relación entre inflación y desocupación es inversa, es decir aumentan los precios y se reduce la desocupación. Las investigaciones de Philips, Solow y Samuelson en 1960 alumbraron esta relación empírica estable.

2) Se ha demostrado la relación directa entre el crecimiento de la cantidad de bienes y servicios que produce una economía y el nivel de desempleo, es decir cuanto mayor es la cantidad de bienes y servicios (PBI), la desocupación se reduce. Para que ocurra esto el PBI debe crecer a una tasa del 2,25%, era lo que sostenía Arthur Okun.

3) El postulado que debemos confirmar y que se deriva de los anteriores es el siguiente: si el aumento de la cantidad de bienes y servicios producidos aumenta el número de empleos, y la reducción del desempleo se vincula inversamente con la inflación, encontraríamos el siguiente mecanismo: al aumentar la producción de bienes y servicios aumenta la inflación.

Las tres variables aplicadas durante la Convertibilidad

Definiremos periodos de variación del PBI, dejando como variables de efecto la inflación y desocupación.

Empezaremos por el postulado que sostenía que aumento del PBI generan reducción de la desocupación.

Por lo tanto, en el periodo 1991-94 encontramos un crecimiento acumulado del 34,63%, a una tasa anual de 7,72%. La desocupación llegaba al 6,45% en 1991, al final del periodo fue de 11,45%. Esto implica un aumento del 39%, a una tasa anual del 8,6%. La regularidad empírica “a mayor PBI menor desocupación” en nuestro país no se verificó, ya que el crecimiento del desempleo no solo acompaño, sino que supero la tasa de crecimiento del PBI.

El periodo 1996-98 (en 1995 decreció). El PBI creció al 5,5% anual, en tanto la desocupación (que había llegado al 17,5% en 1995), llega en 1998 al 12,8%.

Comparando los datos del modelo convertible con el modelo económico actual, podemos afirmar que, transcurrieron 18 años, para que se recuperara el nivel de empleo en Argentina, dada la tasa de desocupación en 1990 de 7,45% y en 2008 de 7,9%.

Analizando las tasas de inflación, luego de la híper de 1.344% en 1990, se llegó a una inflación del 0,7% anual en 1998. La desaceleración fue tan impresionante como la aceleración de la desocupación. Aquí vemos, el aumento del desempleo generó reducción de la inflación, sin embargo, el aumento del PBI no generó reducción de la desocupación.

En el último tramo de la Convertibilidad, del 99 a 2001. El PBI cayó el 8,4%, esto es una tasa anual del 2,9%. Si incorporamos 2002 al análisis, la caída del PBI llegó al 18,4%.

Entre 1999 y 2001, el PBI acumulaba la caída del 8,4%, la inflación se torno negativa. Argentina sufrió tres años de deflación acumulada del 4%, una tasa anual de -1,33%. En materia de desocupación, en 1999 asciende al 14,15% esto es 1,35 puntos porcentuales mayor a la desocupación del año anterior. Hacia 2001, la desocupación aumenta en 4,6%. Es decir, mientras los precios de la canasta básica se reducían, el nivel de consumo continuaba en retroceso debido a la perdida de los puestos laborales, consecuencia de la caída de la actividad productiva del país.

Mientras se producía un duro proceso deflacionario, la desocupación alcanzaba niveles insostenibles desde el punto de vista social, llegando al 21.5% de la población económicamente activa.

Ahora bien, la relación entre crecimiento y desocupación, se verifica que caídas del PBI se asocian con aumento de la desocupación. Como consecuencia de la salida traumática de la Convertibilidad, la inflación saltó al 41% para luego reducirse al 3,4% en el año 2003.

Conclusiones de la performance de las tres variables durante la Convertibilidad

Entre 1991–94, se produjo un aumento del PBI del 34,5%, la tasa de desocupación aumentó del 6,45% al 11,45%. La inflación en este periodo fue positiva aunque en este tramo se fue desacelerando pasando del 84% en el año 1991 al 3,9% en el año 1994 guardando una relación negativa con la desocupación. Reducciones del nivel general de precios promueven aumentos del desempleo. Y al relacionar el crecimiento económico con la inflación el vínculo es positivo.

Entre 1996-98, el PBI nuevamente crece, pero la desocupación se reduce y llega al 12,8% en 1998, permaneciendo en muy elevados niveles. Entonces, el crecimiento dio lugar a una reducción de la desocupación. La inflación se mantuvo positiva y puede asociarse con aumento del empleo. Por lo tanto se mantuvieron los dos postulados: el crecimiento genera reducción del desempleo, y el nivel general de precios positivos asociado a reducción del desempleo. En cuanto a la relación entre PBI e inflación se verifican en ambos caso tasas positivas.

Entre 1999-01 fue de crecimiento negativo del 18,37% asociado con deflación del 4% para todo el periodo y desempleo que pasa del 12,8% del año 1998 a casi el 20%. Se verifica la relación directa entre variación del PBI y el empleo, para este tramo caídas del PBI asociadas con caídas del empleo. Se verifica la relación directa entre inflación y desempleo, en este caso: caídas de la inflación (deflación asociada con aumento de desocupación), caída del PBI que da lugar a caída en el nivel general de precios.

Las tres variables hoy

El modelo económico aplicado a partir de 2003. Arroja los siguientes datos: el PBI creció un 64%, tasa anual del 7,35%. (El periodo de crecimiento más prolongado que vivió el país). En igual periodo, la desocupación que en 2002 llegó al 21.5%, retrocedió año tras año hasta la crisis de 2009 (la peor crisis económica del capitalismo desde 1929). En 2003 el desempleo fue del 17,3%; 2004 del 13,6%; 2005 del 11,6%; 2006 del 10,2%; 2007 del 8,5%; 2008 del 7,9% y 2009 del 8,4%.

Esto confirma los postulados mencionados: Crecimiento del PBI. Reducción del desempleo, y aumentos del nivel general de precios asociados con reducción de la desocupación. En cuanto a la relación entre PBI y precios también se manifiesta una relación positiva, es decir el crecimiento del PBI, genera aumentos de precios. La magnitud del aumento de precios se vinculará con la relación de fuerzas entre los detentadores de la renta del trabajo y la renta del capital y es natural, que al aumentar el tamaño de la torta a repartir, los comensales merezcan una porción mayor.

Por lo tanto es este periodo de crecimiento económico sin parangón en la historia Argentina en el que se corroboran los postulados enunciados, es decir, los aumentos del PBI se asocian con caídas en la tasa de desempleo y tasas positivas de inflación. La tasa de inflación no frena el crecimiento del consumo. No existen indicadores que vaticinen un proceso de espiral hiperinflacionario, a pesar que la ortodoxia económica pronostica una debacle, el modelo económico actual, responde con mayor generación de empleo, y tasas soportables de crecimiento de precios, que son paleados con el fomento de paritarias para la recomposición del salario real de los trabajadores.

SIMBOLOS Y FANTASMAS, UNA INVESTIGACION DE GERMAN FERRARI

Lunes, 15 de febrero de 2010. Pagina 12

“Hay sectores con una fuerte carga de negacionismo”

El periodista escarba en el discurso autoritario argentino, a partir del seguimiento de cuatro casos emblemáticos de víctimas de la guerrilla: Argentino del Valle Larrabure, Pedro Eugenio Aramburu, Jordán Bruno Genta y José Ignacio Rucci.

“El objetivo final de estos sectores que reivindican la ‘justicia para todos’ es que no se hable más del tema.”Por Silvina Friera
Germán Ferrari confiesa que después de escribir Símbolos y fantasmas. Las víctimas de la guerrilla: de la amnistía a la “justicia para todos” (Sudamericana) quedó “ex-haus-to”. Lo dice pronunciando lentamente cada sílaba ante Página/12, con un fragmento del Parque Lezama que se filtra por la ventana del bar, para anticipar lo que representó sumergirse en las aguas contaminadas del discurso autoritario argentino, revisar libros brutales y apologéticos, “panfletos” en los que abunda el golpe bajo emotivo en vez de la argumentación y la cita de fuentes, revistas y sitios en Internet o cartas de lectores. Esta minuciosa, documentada y necesaria investigación, que confronta el pasado con el presente, arrancó con un interrogante: ¿por qué la sistemática evocación de las víctimas de la guerrilla en la década del ’70 por parte de ciertos sectores de la sociedad implica siempre, de manera explícita o velada, una reivindicación de la última dictadura militar?

Los recientes intentos de equiparar los actos de la guerrilla con el terrorismo de Estado ocultan una realidad más compleja, en la que se mezclan el dolor y el oportunismo político, advierte el autor en el prólogo del libro. El repaso de cuatro casos emblemáticos –Argentino del Valle Larrabure, Pedro Eugenio Aramburu, Jordán Bruno Genta y José Ignacio Rucci– le permitió explorar el cambio de consignas de la derecha que, a partir de la derogación de las leyes de punto final y obediencia debida y la reapertura de los juicios, ahora reclama que los actos de la guerrilla sean considerados también “crímenes de lesa humanidad”.

“Si la amnistía era imposible en la nueva coyuntura política, si no cabía la posibilidad de frenar las causas judiciales, entonces todos debían pasar por Tribunales, ex militares y ex guerrilleros –plantea Ferrari en relación con el cambio de la estrategia jurídica–. Así como en los ‘80 el ‘revanchista’ había sido Alfonsín, a pesar de sostener la ‘teoría de los dos demonios’, en el comienzo del nuevo siglo la calificación le era endilgada al matrimonio Kirchner, y se completaba con una conceptualización que trató de instalarse en la opinión pública: ‘el gobierno de los Montoneros’”.

–¿Cuál es el propósito que persiguen estos grupos al intentar equiparar bajo la figura de “crímenes de lesa humanidad” a los desaparecidos con los muertos por la guerrilla?

–En principio hay una fuerte carga de negacionismo. Así como hay sectores que niegan el Holocausto, en la Argentina sigue habiendo sectores, aunque minoritarios, que niegan el terrorismo de Estado. En todo caso, quienes no reivindican tan abiertamente la dictadura, plantean que algo había que hacer con la “subversión”. Esto se escucha en diferentes discursos; en el más brutal de Cecilia Pando, y en otros más moderados tendientes a hacer potable este planteo. Macri afirmó que había que juzgar todos los crímenes; después tuvo que decir que no estaba a favor de la amnistía. Tenemos un arco bastante amplio de reivindicadores de máxima y de mínima de la dictadura.

–No es casual que esta suerte de “empate técnico” que se quiere alentar cobre impulso como reacción a la política de derechos humanos del kirchnerismo.

–No lo es porque, desde el punto de vista histórico, la derogación de las leyes de punto final, obediencia debida y los indultos se dio durante el kirchnerismo. Después se puede debatir cuán ligado a los derechos humanos está el kirchnerismo, si es sincera la adhesión o es oportunista, pero éste no es el planteo del libro. Hay un hecho histórico concreto y es que empiezan a reabrirse las causas, y comienzan nuevamente a desfilar por el banquillo de los acusados los imputados por el terrorismo de Estado. Si el camino iniciado durante los ’80 con el Juicio a las Juntas hubiera seguido con los juicios que estaban abiertos y que se detuvieron con la obediencia debida y el punto final, seguramente hoy estaríamos ante otro panorama.

En Símbolos y fantasmas, excepto el asesinato de Aramburu, asumido por Montoneros, los otros casos –las muertes de Larrabure, Genta y Rucci– aún no han sido esclarecidos por la Justicia. Aunque el relato oficial construido por la dictadura sobre el destino “heroico” de Larrabure –el militar secuestrado en 1974 por el ERP apareció muerto al año siguiente– subraya la participación de “la delincuencia terrorista”, una investigación del periodista Carlos del Frade, citada por Ferrari, determinó que Larrabure no fue “ni torturado, ni mal alimentado, ni matado”, sino que se habría suicidado, tal como lo informaron, entre otros ex militantes, Enrique Gorriarán Merlo y Luis Mattini. El hijo de Larrabure es uno de los impulsores más tenaces de la ampliación de los “crímenes de lesa humanidad” para las acciones de la guerrilla. Encontró, claro, eco favorable en el diario La Nación, que entre noviembre de 2003 y septiembre de 2008 dedicó más de medio centenar de editoriales al tema.

“Escribir el libro fue un desafío porque es un asunto bastante espinoso, un tema de debate permanente con heridas que continúan abiertas”, señala Ferrari. “Tenía que documentar e historiar este fenómeno que había pasado en los ’70 y que estaba pasando ahora. Esta relación entre el pasado y el presente me parecía fundamental. Y también había que proyectarlo hacia el futuro, porque es un tema que va a seguir estando presente, si tenemos en cuenta que este año se realizará una serie de juicios contra el terrorismo de Estado en diferentes puntos del país. Estos hechos no estaban analizados como se debía porque se había delegado la palabra a historiadores, periodistas y voceros de la derecha, o de una aparente posición moderada. Faltaba una visión integral y profunda.”

–¿Cómo estima que se proyectará este tema en el futuro?

–Hay sectores que seguirán pidiendo amnistía lisa y llanamente; pasó con Abel Posse y con Diego Guelar, aunque la sociedad rápidamente los rechazó. No hay vía para ese tipo de pedidos. Sin embargo, este intento de instalar la “justicia para todos” tiene un discurso un poco más aceptable para diferentes capas de la población, sobre todo para sectores medios que son muy cuestionadores de los años ’70. En el fondo, el objetivo final de estos sectores es dar vuelta la página y que no se hable más del tema, no volver a mirar para atrás y exigir algún tipo de perdón. No nos olvidemos de que hay causas abiertas, y que si bien están enfriadas, la Justicia tendrá que dictaminar algo, por ejemplo en la causa Rucci.

–¿Qué opina de esta causa?

–La figura de Rucci es muy simbólica para determinados sectores del peronismo que la usan para oponerse al gobierno de Kirchner bajo el slogan “el gobierno de los Montoneros”. Por otra parte, la causa se reabrió en 2008, en un momento de bastante debilidad del Gobierno porque estaba saliendo del conflicto con los grandes terratenientes. El libro Operación Traviata se presentó como prueba para poder abrir la causa. A partir de ahí se fue generando un debate y se fue reinstalando nuevamente el icono de Rucci como símbolo de un tipo de sindicalismo nacional, cristiano y argentino, en contraposición a otras tendencias más de izquierda y combativas. Esto que se planteaba en los ’70 se traslada al presente; tanta repercusión tuvo el caso, que Claudia Rucci, su hija, llegó al Parlamento por la lista de Francisco de Narváez en las elecciones del año pasado. Claudia había trabajado muy cerca de Carlos Kunkel en la Subsecretaría General de la Presidencia en los primeros años del gobierno de Kirchner.

–Es significativa la “evolución” de la hija de Rucci, porque termina alentando la postura de los sectores más reaccionarios.

–Sí, me apasiona ese diálogo permanente que hay entre el pasado y el presente. Hay un hecho que documento en el libro: a fines del gobierno de Menem se le otorgó a la familia de Rucci una indemnización porque, por una investigación que había hecho en ese momento la Subsecretaría de Derechos Humanos, se había determinado que la muerte de Rucci había sido producto de la Triple A; entonces quedaba enmarcada para poder recibir la indemnización. Diez años después, los autores del asesinato son los Montoneros, situación que sirve para confrontar con el gobierno de Cristina. Pero hay también algunos antecedentes de reivindicación de la figura de Rucci que vienen de la propia dictadura. Cuando había que mostrar a sindicalistas asesinados por la guerrilla, se lo mostraba a Rucci como uno de los símbolos del sindicalista “argentino y cristiano”.

Ferrari dice que no hay dudas de que el “discurso brutal” de los seguidores de la última dictadura causa un profundo rechazo. Pero un discurso autoritario “un poco más moderado” tiene mayor recepción en amplios sectores de la opinión pública. “Lo vemos en Susana Giménez o Mirtha Legrand, cuando piden que no hay que hablar más de lo que pasó hace 30 años, que este Gobierno incentiva la ‘venganza’. Estas afirmaciones de dos señoras de la farándula son un toque de atención. No es Duhalde, que dice que con los juicios se ‘humilla’ a las Fuerzas Armadas, sino que son personas de amplia exposición mediática que pueden tener un predicamento mucho mayor del que tiene un político tradicional.” Ferrari insiste en que la lectura de la documentación y las fuentes del discurso autoritario fue un trabajo arduo. “No es fácil reconocer que el autoritarismo está presente en el día a día más de lo que uno imaginaba. Por momentos, la reivindicación lisa y llana que hacían de la dictadura algunos sectores me alarmaba; me resultaba increíble que no tuvieran ningún tipo de autocrítica; son los mismos discursos casi calcados de hace 30 años.” En el caso de los sectores que adhieren a las consignas de la amnistía y la reconciliación nacional, sin estar estrechamente vinculados con la dictadura, a Ferrari le preocupa la poca autocrítica que tienen después del discurso de Martín Balza. “Desde los sectores de la militancia, la autocrítica y la reflexión están en permanente cuestión. Un libro como No matar, compilado a partir de la carta que escribió Oscar del Barco, generó un debate interesante.”

–El hijo de Larrabure cita a Del Barco para llevar agua a su molino.

–Sí, es cierto. Pero aquí se desprende otro debate cuando la derecha utiliza determinados referentes de la izquierda para alimentar su discurso. El tema de la lucha armada sigue siendo complicado y genera muchos debates. Si no lo podemos enmarcar en el contexto histórico, político y social de lo que fue la Argentina –pero también Latinoamérica y el mundo en los ’60 y ’70–, todo queda circunscripto a discusiones de café o a pareceres apasionados de los diferentes interlocutores; entonces se llegan a decir barbaridades en algunas cartas de lectores o en los foros de Internet. Una cuestión tan compleja requiere una profundidad mayor y no un tratamiento ligero, sólo desde el sentimiento. Todavía podemos encontrar editoriales de La Nación que hablan de “terrorismo subversivo”.

LA DIRIGENCIA DE PROYECTO SUR NECESITA VACUNARSE

Por Susana Velleggia *

Un librito de la biblioteca marxista clásica que, entre otros, me dio a leer mi padre -un lector insaciable de este y otros temas- produjo en mí el efecto de una vacuna política.

Con el paso de los años pienso que darme a leer El Izquierdismo, enfermedad infantil del Comunismo en aquél momento, fue una táctica protectora de mi viejo, que aplicaba métodos indirectos de persuasión sin pronunciar jamás las palabras te prohibo.

Por entonces yo militaba en una agrupación de la Facultad de Filosofía y Letras y algunos compañeros empezaban a ingresar a ciertas organizaciones –armadas- e intentaban convencerme de hacer otro tanto.

Sus discursos eran de un ultraizquierdismo tremebundo, epopéyico, grandilocuente que provocaba un fuerte impacto emotivo.

Sin embargo, a mí me producían el efecto contrario al buscado: yo estaba vacunada ¡y tan luego por Lenin!

Los afectados por la enfermedad, según el autor, suelen incurrir en varios errores, entre ellos dos que son fatales: no comprender cuál es la contradicción principal que atraviesa a la sociedad en un tiempo histórico determinado -y, por ende, ignorar las condiciones históricas objetivas que hacen factible o no el triunfo de un movimiento revolucionario- y equivocarse en la identificación del enemigo principal.

El primero puede ser corregido con la praxis, pero el segundo provoca daños irreparables: quien lo comete está favoreciendo a la contra-revolución, sea o no consciente de ello.

Puede incurrirse en este pecado capital a causa del ideologismo voluntarista característico de la inmadurez, que obnubila la razón al punto de confundir ideología con práctica política, o bien por simple oportunismo.

La enfermedad no es privativa de cierta etapa biológica y puede hacerse crónica o atacar a los no inmunizados aunque estén en la tercera edad.

En cualquiera de los casos es usufructuada -y a veces propiciada y hasta financiada- por los sectores políticos más retrógrados.

En nuestro país –y en otros- bajo invocaciones contrarias al populismo o, en su caso, al reformismo pequeño burgués, las fuerzas de izquierda se prestaron a parir frentes políticos bastardos, que terminaron desconociendo a su madre revolución para quedar tutelados por la paternal guía del más rancio conservadurismo neoliberal.

Desde el peronismo este tipo de amuchamientos es designado genéricamente con dos palabras: Unión Democrática.

Cuando Octavio Getino y yo escribimos el artículo Deben ser los buitres deben ser (Página 12, 15-01-10), al que se refiere Argumedo en su nota El drama y la farsa (www.Infosur. info, 26-01-10) creímos innecesario aclarar que, hoy, el empleo de aquellas dos palabras constituye una alegoría.

A la par de remitir a un hecho político bochornoso de nuestra historia, tienen una carga simbólica que designa una cosa distinta del referente real pero cuyo significado profundo devela.

Esta es precisamente la función poética que cumplen en todo lenguaje la alegoría y la metáfora.

En este caso: -quien va se acuesta con el enemigo no alumbra revoluciones sino monstruos…

Me extraña que una persona que merece mi mayor respeto intelectual y hasta mi afecto, como Alcira, caiga presa de un ataque de dogmatismo silvestre tan agudo como para no identificar una alegoría (ojo, también lo es el título del libro de Lenin).

Escasa de argumentos políticos, su citada nota incurre en excesos discursivos e interpretativos al apelar a ciertas estadísticas muy parciales y recortadas, adornadas con las archiconocidas frases de los Marx; Carlos y Groucho.

En el caso del primer Marx, el precursor de la cita es el venerable Heráclito y su famosa alegoría fluvial, que se refiere a la historia no a un paseo en barco por el Delta.

Cuando escucho los discursos ideologistas, tremebundos y grandilocuentes de ciertos intelectuales y dirigentes opositores, entre ellos los de Proyecto Sur y veo sus prácticas político-histriónicas -profusamente publicitadas por TN y medios satélites- viene a mi memoria aquél breve libro de Vladimir Ilich que tanto atesoraba, quizá por ser un preciado recuerdo de mi padre que perdí en alguna apresurada quema de biblioteca o mudanza.

Mis recuerdos del texto ponen en marcha una voz interior que me hace tomar inmediata distancia del enunciador y su enunciado.

Las poses ultristas del todo o nada, de las que hace gala la dirigencia de Proyecto Sur, exhalan un tufo a aquello que Marx y Engels condenaban con la palabra filisteísmo, curiosamente excluida del discurso político actual pese a su práctica intensiva en estas latitudes.

Los discursos violentamente dicotómicos remiten, asimismo, a la remanida oposición civilización / barbarie cara al Iluminismo.

O sea, al eurocentrismo de los promotores de una cultura, una institucionalidad política y una razón, consideradas las únicas civilizadas y, por ende universales.

Sus representantes afirmaban que estaban predestinados a -llevar las luces de la civilización a los pueblos sumidos en la barbarie.

Cuesta creer que la elementalidad de esta matriz de pensamiento haya fructificado en tantas ramificaciones, alumbrando doctrinas nefastas -sin ir mas lejos la de la Seguridad Nacional- y prácticas políticas siniestras, de derecha y de izquierda, que pulverizan el imprescindible vínculo entre ética y política.

Matriz que sigue dando soporte, tanto a procesos de opresión y exterminio enmascarados con consignas reductivas –eje del mal; lucha contra el terrorismo- como a fugas hacia delante, amigas de adjetivar sustantivos; progreso, civilización, república, democracia, patriotismo, cambio.

La evidencia empírica señala que las fugas hacia delante, sean por derecha o izquierda, construyen verdades absolutas como trajes prêt a portér en los que luego se pretende que la realidad encaje.

Como esto no sucede, sus autores concluyen estrellando a las sociedades en los más profundos abismos.

Ninguna persona madura que se autoproclame progresista, defensora de las instituciones, el medio ambiente, la democracia y/o el cambio revolucionario, asume el talante lumínico arriba descrito, ni ostenta ser poseedora de la verdad absoluta como si se tratara de un parque temático de su propiedad.

Tampoco acostumbra tomar baños de inmersión diarios en esa pegajosa gelatina de autoreferencialidad que, en el caso de algunos grandes personajes históricos, se denominó culto a la personalidad.

El autobombo narcisista cansa a la audiencia que, cuando ya lo conoce, cambia de canal.

Anunciar y describir cataclismos en nombre de la verdad revelada, para demostrarse portador -o portadora- de una utopía iluminadora que nos salvará del infierno para trasladarnos al paraíso, no sólo resulta inverosímil a esta altura del siglo XXI sino también poco ético.

En Argentina, el miedo no cumple la función de amalgamar a la sociedad para sobrellevar guerras prolongadas contra otros externos.

La etapa del enemigo interno también parece haber finalizado y, a falta de noticias más conmocionantes, solo pueden agitarse los fantasmas esperpénticos de la “inseguridad”.

Hoy la principal guerra es simbólica y tiene lugar a escala global. Ella consiste en la lucha por la imposición del sentido, que es comandada en nuestra aldea por un grupo multimedia privado seguido de una oposición que hace cola fuera de cámara para proferir discursos descalificadores del gobierno, sin respiro, ni medida.

Tras estos sudorosos menesteres se oculta la trágica atomización en alrededor de 23 bloques parlamentarios –varios “unipersonales” - y más de 200 partidos políticos y frentes electorales.

El menú a la carta de estas fuerzas va, de los más banales lugares comunes enunciados de manera ampulosa, a los preconceptos de un conservadurismo cavernario, pasando por el consabido catecismo del izquierdismo infantilista en permanente fuga hacia delante.

Muchos de estos dirigentes entienden la política como el arduo quehacer de oponerse a todo lo que enuncie o haga el otro, pero están unidos por una coincidencia básica: disimular la crisis que afecta al sistema político argentino.

Esta fragmentación canibalesca evidencia que el objeto de tanta disputa no son los proyectos de país diferenciados, sino la desesperación de ciertos sujetos por diferenciarse para ocupar espacios de poder.

Fatiga que el pasaje de la infancia a la adolescencia de estos dirigentes lleve tanto tiempo y ocupe tantas páginas, pantallas y energías denuncistas, involucrando sin escrúpulos morales ni temor al ridículo, a una vapuleada Justicia con tal de embarrar la cancha para imponer una verdad -la de ellos- como la única posible, a un gobierno elegido por el pueblo con todos los requisitos de la institucionalidad democrática que dicen defender.

Cuando esto sucede, se supone -quizá erróneamente en el caso particular de la Argentina , no así de otras democracias- que el /la Presidente (a) está obligado (a) a formular políticas públicas que, necesariamente, pasan por la toma de decisiones.

Más allá de los errores a los que lleve la dinámica solipsista de toma de decisiones, está claro que, salvo honrosas excepciones, no existe una dirigencia opositora con la estatura política, intelectual y moral necesaria para establecer un diálogo civilizado y maduro, sino una jauría de lobos famélicos que amenaza todo el tiempo con devorarse a Cristina de un mordisco, sillón de Rivadavia incluido.

El Iluminismo opositor se basa en la descalificación y demonización permanente del otro como única estrategia para acrecentar el poder propio.

Además, apela a sobreactuaciones que bordean el grotesco y arrasan con la credibilidad de la política, al reducirla a un juego de poder que desecha el debate de ideas para ego-centrarse en las tácticas de posicionamiento individual.

Lejos de aportar a la construcción de sentidos que ayuden a la sociedad a comprender la compleja realidad que vivimos y a construir alternativas políticas superadoras, estas prácticas y los respectivos discursos justificatorios, constituyen un peligro.

Es de sentido común que, cuando en el mundo persiste la tempestad generada por el insaciable fundamentalismo financiero neoliberal –que muchos de ellos aún defienden- no se zarandean las paredes, todavía débiles, de la propia casa.

Protegerlas no pasa por la dicotomía oficialismo / oposición, sino que es una responsabilidad cívica colectiva.

Al menos así sucede en las democracias maduras que algunos citan como modelos que -este gobierno debería imitar…

En ejercicio del papel de desbordado semántico que se autoimpuso para la construcción de su personaje público –quizá para competir con Carrió- afirma Solanas en un reportaje periodístico reciente: -Cristina tiene que hacerse cargo de haber hecho pareja con un traidor.

¿Es este el debate de ideas de una fuerza política que se propone conducir e país hacia un destino luminoso?

¿No se trata más bien de la actitud adolescente que se cree con derecho a sobreactuar su iracundia y condenar al otro con su dedito acusador, al solo efecto de autoadjudicarse la pureza de un recién nacido y la clarividencia de un anciano sabio?

Hay muchas preguntas que ningún periodista independiente hace a los dirigentes de Proyecto Sur.

Creo tener derecho a plantearlas y a que los representantes políticos del pueblo las respondan sin coartadas leguleyas.

1 ¿Por qué Solanas apela a la causa Nº 14.467 “Olmos , Alejandro S/dcia" de 1993, sobre la ilegitimidad de parte de la deuda externa –vaya a saberse cuál después de 30 años- para impugnar el Fondo del Bicentenario y la emprende contra Cristina pero no denuncia penalmente a los más de 50 personajes allí implicados hasta el caracú con nombres y apellidos, entre los cuales se encuentran José Alfredo Martínez de Hoz, Alfredo Diz, ex Presidente del BCRA, José Luis Machinea ex Gerente de Finanzas del BCRA, Domingo F. Cavallo y otros?.

Deben sumarse los negociadores oficiales de la deuda que, después del daño ocasionado al país, siguen dictando cátedra por TV: Horacio Tomás Liendo, Daniel Marx, Roque Fernandez, entre ellos.

¿Estaban desenchufados los líderes de Proyecto Sur en el momento que se tramaron en maloliente oscuridad los latrocinios eufemísticamente llamados Plan Brady y megacanje chupetista, bajo el gerenciamiento de Cavallo y los susodichos?

¿Por qué coinciden los líderes de PS en el boicot a una medida política de un gobierno representativo de la mayor parte de la sociedad con los grupúsculos perpetradores, cómplices y defensores de estas aberraciones, que hoy se erigen en custodios de la virginidad de las reservas acumuladas en el BCRA, pese –y no gracias- a ellos? ¿No les incomoda ni un cachito semejante compañía?

Una nota de Infosur reza: ¿Sabias que…? …

1) El pago que hace año tras año la Nación supera ampliamente los presupuestos de salud y educación sumados.

2) …La enorme magnitud de la deuda hace que la Argentina pueda pagar anualmente, solo el monto del interés generado en un año y no la deuda en si misma, es decir: la deuda no disminuye, sino que por el contrario aumenta, para que el año siguiente se repita el ciclo.

3) Este ciclo ya lleva más de 30 años cuando en épocas de dictadura se contrajeron las primeras deudas.

De esta manera, la Argentina pago más de 20 veces la deuda original y en lugar de cancelarla, la misma aumentó en más del 1500%.(…)

¿Por qué esperaron que se pagaran intereses usurarios durante 30 años y vienen a denunciar -¡en enero de 2010 y en el fuero penal!- a Cristina por adoptar una medida política que disgusta a PS, tanto como a los banqueros y buitres de toda calaña, que permitiría ahorrar algunos millones de dólares en concepto de intereses, al hacer el pago con una parte ínfima de las reservas por las cuales los bancos nos pagan el 2 ,5% de interés anual, mientras nos cobran alrededor del 14% por la deuda que es su negocio y nuestra ruina?

¿Por qué si el verdulero de la esquina se da cuenta que esto puede ser beneficioso para el país, los ilustrados opositores no?

¿Por qué no encaran con seriedad el debate de fondo: qué destino dar a las reservas que son un ahorro de la sociedad argentina?

¿Deben volver a ella para generar y distribuir riqueza o deben seguir depositadas en bancos extranjeros que hacen pingües negocios con nuestro dinero?

Me pregunto:

¿Será que prefieren que la economía se vaya al diablo para aparecer ellos como los candidatos que salvarán a la Nación de los K en las próximas elecciones?

¿Siguen aferrados a las fórmulas troztko-infantilist as: cuanto peor, mejor; todo o nada?

2 La raíz del problema minero que Solanas denuncia con bombos, platillos, y películas, reside en la transferencia de las competencias sobre los recursos no renovables del subsuelo de la Nación que hizo el menem-cavallismo a los gobiernos provinciales mediante la Ley Nº 24.228, del 26-07-93, denominada Acuerdo Federal Minero, ratificada por la Reforma Constitucional de 1994, en la cual el arriba citado participó siendo Diputado Nacional.

¿Por qué no denunció en aquél momento ante el fuero penal a los artífices de esta decisión?

¿Por qué avaló con su firma como Convencional Constituyente aquella reforma basada en el lamentable Pacto de Olivos, cuyas consecuencias lo enfurecen?

¿Por qué tergiversa sistemáticamente los hechos con tanto griterío denuncista y oculta a la audiencia que no es este Gobierno Nacional el responsable de tal situación?

3. ¿Por qué el verdísimo Proyecto Sur no incluye entre los recursos que deben preservarse el suelo y el agua?

¿Por qué en lugar de promover una ley de reforma agraria en un país que figura en el tope del ranking en cuanto a concentración de la tenencia de la tierra –reconocida como una de las principales causas del deterioro de los suelos, amén de una injusticia social tremenda- el impetuoso dipu-economista Lozano votó en contra del proyecto de ley surgido de la resolución 125?

¿Estaba desconectado de la instalación eléctrica cuando, al igual que Biolcatti, Bussi, De Ángelis y compañía, se negó a reconocer que la ley hubiera favorecido a los pequeños agricultores del interior?

¿Decidió Solanas por una cuestión de fotogenia amontonarse junto a María Eugenia Estensoro, Patricia Bullrich, Elisa Carrió, Mariano Grondona, Federico Pinedo, Gerardo Morales , Mauricio Macri, Francisco De Narváez, Vilma Ripioll(¡!), los panzones de la Sociedad Rural, CARBAP, CRA, el inimputable Venegas, el Grupo Clarín y el patético Vicepresidente del voto no-positivo?

¿Por qué adoptó ante cámaras un discurso de tribuno romano ofendido, justificando con un asunto colateral su alianza de hecho con este elenco de filme clase B que evoca El regreso de los muertos vivos?

¿Por qué Proyecto Sur inicialmente se opuso al Proyecto de Ley de Medios Audiovisuales, superior en todo al Decreto-ley 22.285 de la dictadura militar y al proyecto de ley de radiodifusión elaborado por Solanas cuando fue Diputado, alineándose junto a Clarín, Carrió, Pinedo, Estensoro y sus restantes amigos, aduciendo 25 razones de una puerilidad asombrosa?

¿Por qué la vanguardia iluminada de Proyecto Sur después dio marcha atrás, justificando el abrupto giro con el inverosímil argumento de que ellos habían sido los artífices de la reforma que hacía del vicioso proyecto oficialista una virtuosa y genial ley pinista?

Afirmación falaz para disimular la bronca -interna y externa a PS- desatada contra la decisión de dos dirigentes que, en función de su posicionamiento mediático, no tuvieron ningún prurito en colaborar con la mentirosa campaña de una derecha enceguecida por el odio y obsecuente del oligopolio multimedia sin cuyo patrocinio nadie sabría que existe.

Con su virulento discurso de izquierda al ingresar al escenario, fugas futuristas hacia el proscenio y abruptas salidas por los bastidores de la derecha, la actuación de los líderes de Proyecto Sur es desconcertante (y en algunos casos desopilante) .

Amistosamente les pregunto: ¿Cuál es el proyecto de país que Proyecto Sur propone, amén de la nacionalizació n de los hidrocarburos y la recuperación de los ferrocarriles?

¿En caso de ser gobierno, cómo declararán el default?

¿En el Congreso Nacional ante cámaras, al estilo Adolfo, o remitiendo una carta-documento con copias de los filmes de Solanas a los bancos y tenedores de bonos externos, para que comprendan la injusticia de querer cobrarnos la plata que ellos están re-convencidos que les debemos y desistan de utilizar su poder de coacción contra nuestro país?

¿Investigarán, denunciarán en el fuero penal y expropiarán a los productores de la deuda fraudulenta y a los fugadores seriales de dólares a paraísos fiscales, algunos de cuyos nombres y apellidos afirma tener el showman Redrado?

¿Contratará Pino al golden boy para su próximo filme ahora que se quedó sin trabajo?

¿Rodará con él y sus amigos una remake de El Padrino en versión criolla o los denunciará en el fuero penal?

¿Qué harán con la minería?

¿Reformarán la Constitución y abolirán la ley arriba citada para que los recursos vuelvan a ser administrados por la Nación?

¿Elevarán los -ínfimos- cánones que ahora pagan las empresas concesionarias?

¿Clausurarán las minas?

¿Iniciarán juicios en el fuero penal a los empresarios y gobernadores involucrados en los delitos de lesa minería?

¿Promoverán una ley de reforma agraria, una de reforma del sistema financiero y otra de reforma del sistema tributario para impulsar la redistribución de la riqueza o las objetarán por entorpecer el vuelo de las aves acuáticas si las presentara el PEN?

¿Se unirán a las plegarias opositoras sobre la divina autonomía del BCRA, según la biblia de Martinez de Hoz-Cavallo- Redrado-Pinedo- Carrió-De Narváez-Grondona- Pinedo-Macri- Morales, o defenderán que esa institución sea puesta al servicio de la producción, la justicia social y el desarrollo del país en la línea Cristina-Heller- Marcó del Pont-Grupo Fenix?

Apreciadísimos ex compañeros: ¿Por qué Proyecto Sur es rehén de la hybris -según los griegos: apetencia desmesurada de poder, unida al desprecio hacia el espacio personal ajeno y falta de control sobre los propios impulsos- de algunos de sus fundadores y sus cuadros con trayectoria solo atinan a someterse a un hechizo lumínico de evidente raigambre autoritaria?

¿Por qué personas con probados conocimientos de metodología avalan tal vendaval de inconsistencias ideológicas, políticas, semánticas y lógicas?

¿Será que, al no haberse vacunado en el momento oportuno, la enfermedad típica de cierto progresismo argentino, atacó a los líderes de Proyecto Sur de manera tardía e irremediable?



* Cineasta e investigadora de medios de comunicación y cultura

Adelante radicales: (Segunda Parte)

Por Raúl Isman

El aluvión zoológico del 24 de febrero parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos”.
Alusión a los trabajadores movilizados el 17 de octubre de 1945 y que votaron por Perón el 24 de febrero de 1946.
Se trata de la frase fundacional del gorilismo argentino (pre) contemporáneo.
Ernesto Sanmartino. Dirigente radical.
“Los mejores políticos son los que se enfrentan a esos poderes cerrados, permanentes y ocultos; por supuesto que terminan siendo los políticos más atacados desde esos poderes y –por ello– los que son vistos como supuestamente “conflictivos””.
Roberto Follari. Ensayista y docente.

Entregolpes II
De la fusiladora a la caída de Illia:
Los antecedentes del golpismo Coboradical destituyente o el huevo de la serpiente
Introducción


En las presentes notas proseguirá el sintético derrotero histórico acerca de la trayectoria de la U.C.R iniciado en la primer parte del presente trabajo. Si el ocasional lector desconociere el primer segmento puede acceder a él desde diversos links en Internet. Algunos son los siguientes:
http://www.redaccionpopular.com/content/adelante-radicalesy-el-pueblo-al... o
http://apu001.blogspot.com/2010/01/adelante-radicalesy-el-pueblo-al-abis... o
http://operativoretorno.blogspot.com/2010/01/adelante-radicales-y-el-pue...
Realmente resulta por demás complejo, doloroso y tal vez muy complejo de explica que una fuerza nacida primigeniamente para defender el derecho democrático a decidir su destino del pueblo argentino se haya caracterizado por una trayectoria menos ambigua que abiertamente golpista durante el conjunto de la etapa iniciada con el golpe 1955 y que llega al corriente 2010. En el presente texto se analiza la etapa 1955-1966, quedando la época que va desde el último año citado hasta la actualidad para un tercer capítulo. Pero lo cierto es que, en rigor de verdad, nada hay completamente inexplicable para las ciencias sociales. Por lo tanto, en el presente texto se intentan algunas conjeturas para responder a los interrogantes precedentes. En efecto, la trayectoria histórica de la U.C.R. osciló desde la transigencia deleznable hasta la complicidad abierta con cuanto golpe militar azoló a nuestro sufrido pueblo; aún cuando el depuesto fuere un gobierno radical (1966, presidente Arturo Illia) o las víctimas de la furia dictatorial militantes del propio partido; como el diputado Mario Amaya, desaparecido, luego reaparecido y poco después muerto a consecuencia de las torturas sufridas en las clandestinas mazmorras dictatoriales. Ni frente a su cuerpo yacente y martirizado fue posible extraerle al dirigente partidario Ricardo Balbín una sola declaración crítica contra la peor dictadura que sufriera el país. Por no hablar de cómo el partido proporcionó un porcentaje significativo de cuadros gubernamentales a la gestión de la más nefasta tiranía militar que depredase nuestra patria. La causa fundamental de semejantes desviaciones es, sin dudas, la muy escasa consecuencia (radicalidad) demostrada por el partido a lo largo de toda su historia. Y mucho más en momentos álgidos. La otra fuerza política masiva en nuestra argentina, el peronismo, si bien no puede exhibir conductas por completo alejadas de actitudes golpistas y autoritarias; al menos en instancias muy complejas de la vida política nacional supo, en sus vertientes mayoritarias, colocar la defensa de la democracia muy por encima de los intereses partidarios. Nos referimos a la asonada golpista de semana santa del 1987, en tiempos de la presidencia del doctor Raúl Alfonsín. Otro fue el caso de la U.C.R, que- frente al vendaval destituyente planeado desde antes de la elección presidencial del 2007 y desencadenado abiertamente un trimestre después- no sólo no lo denunció ni apoyo al gobierno democrático, sino que puso a disposición de los golpistas el aparato partidario, los espacios institucionales y parlamentarios, lugares más que expectantes en las listas para el comicio posterior y una prédica cuya finalidad evidente era darle cauce a los designios del poder real. Tales objetivos consistían en que la soberanía (política) del estado no pudiera ponerle límites a la reacción económica. Uno de los modos de los que se valió la derecha para lograr sus propósitos fue el triste papel de la U.C.R como comparsa al servicio de invisibilizar la propia existencia del citado poder económico. Lo dicho es una de las cuestiones nodales del conjunto del quehacer político. O para decirlo de otro modo: la piedra de toque de una orientación favorable al pueblo es ayudar a crear un estado con capacidad de intervención en la economía favoreciendo a los sujetos subalternos. En el muy prolongado golpe de estado que la derecha desarrolla contra el gobierno nacional y contra el pueblo la U.C.R. no se equivocó y- una vez más- se coloca en la vereda de enfrente y contra los intereses nacionales y populares. No hay dudas que semejante opción no puede ser casual. Por otra parte, en el presente trabajo se omite polemizar acerca de la concepción movimientista, común tanto al radicalismo, como al peronismo. La densidad de la temática, tal vez amerita ejercicios de escritura posteriores. Mientras nos preparamos para esas estimulantes polémicas, volvamos a la historia para corroborar si nos asiste la verdad en las ideas que anticipábamos acerca de la U.C.R..

La fusiladora: juguemos en El bosque mientras el lobo no está
Los comicios previos al golpe contra el presidente Perón del 16 de septiembre de 1955 mostraron al conjunto de la oposición- en especial la U.C.R.- que el peronismo parecía ser invencible en contiendas electorales. De modo que se les presentaba una opción de hierro. O bien serían constantemente oposición o, en su defecto, la posibilidad de acceder al gobierno se realizaría forzosamente por vía, no muy democrática ciertamente, de un golpe militar. Es sabido que la segunda opción fue la elegida. La U.C.R. apoyó de modo entusiasta el golpe y muy especialmente, su segunda etapa; la presidida por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas. Ambos uniformados constituían en aquellos momentos lo más selectamente gorila del espinel militarizado de nuestro sistema político. Así como Ricardo Balbín, el citado en el epígrafe Ernesto Sanmartino y otros dirigentes lo eran en la franja civil. Desde la organización de comandos civiles hasta la participación en elecciones proscriptivas y la complicidad con gravísimos hechos de terrorismo de estado (que mencionaremos un poco más adelante), nada de la política gorila dejó de ser intentado y realizado por la U.C.R. Para un análisis histórico realizado con cierto detalle y no exento de humor acerca del gorilismo véase nuestro artículo acerca de la referida temática en http://www.avizora.com/atajo/colaboradores/textos_raul_isman/0002_retorn...
Pero ciertamente no puede omitirse que con este golpe comenzó la etapa de inestabilidad democrática contemporánea de la Argentina, causada en que el poder real pretendió gobernar al país (fingiendo) como si el peronismo no existiera. En semejante desatino es difícil discernir si la U.C.R pretendió aprovechar la situación o fue directamente causante de tan antidemocrática orientación. Pero no cabe ninguna duda que estuvo muy lejos de oponerse.
Durante el trimestre que el país fue conducido por el General Eduardo Lonardi, la inercia impidió que se desencadenase toda la furia antiperonista que la coalición gorila había acumulado durante la década del primer justicialismo. Recordemos que el gorilismo se origina en el odio generado por el peronismo; en razón de los indudables logros conseguidos por las masas populares en el período 1943-1955. La reacción deseaba que los sectores populares se condujeran de modo por completo subordinado al poder y no reclamasen incesantemente por los viejos y nuevos derechos a los que se consideraban merecedores. Tal es la causa del furor antiperonista que anima a la oligarquía, que llegaba a pintar “Viva el Cáncer” en las paredes callejeras de los barrios acomodados, mientras Eva Perón agonizaba por causa de la cruel enfermedad. Claro que la furia gorila era ocultada tras una jeringoza republiquienta. Cualquier semejanza con la realidad actual no es casualidad permanente. Otro de los orígenes era la conciencia de inferioridad del partido radical; ya que Perón les había demostrado por vía práctica que para solucionar los reclamos de los peones rurales; mejor que enviar ejércitos genocidas era resolver a favor de los trabajadores sus conflictos y reivindicaciones. Las recién mencionadas son respectivamente las causas sociales del origen del gorilismo: el odio de la oligarquía porque los sujetos subalternos se sentían protegidos por los sindicatos y el gobierno peronista y la falta de conciencia de los destacamentos de clase media, cebada y estimulada por el discurso radical, que no veía otro enemigo para los pequeño burgueses que la fuerza nacida el 17 de octubre de 1945. Tal como han señalado diversos teóricos de la izquierda nacional, la alianza plebeya entre los sectores populares (referenciados en el peronismo) y las clases medias (en general, ligadas a la U.C.R.) constituye lo central del frente de liberación nacional y social imprescindible para que el pueblo argentino realice sus tareas más significativas. Al sembrar odio contra los peronistas, la U.C.R. demostraba su extrema funcionalidad a las necesidades del poder real.
Trascurrido el trimestre de Lonardi (que fue sólo fue para velar las armas), al asumir Aramburu y Rojas se ilegalizó y proscribió al peronismo y al conjunto de instituciones relacionadas con el movimiento. Inclusive, se llegó a prohibir la sola mención al propio Perón y de todo vocablo afín al justicialismo. También fue intervenida la C.G.T., robado el cadáver de Eva Perón y desconocido su paradero durante más de tres lustros, un grupo de militantes peronistas fue asesinado de modo totalmente ilegal (en el penal de la Avenida Las Heras y en los basurales de José León Suárez), entre otras aberraciones. Tamaños atropellos no recibieron crítica alguna de la U.C.R. Una vez más: ¿Fuerza democrática y republicana?
La condición de libertadora de la revolución, tal vez, halla su máxima contradicción en el decreto 4161/56 (al que aludíamos poco antes) que prohibió la sola mención de cualquier vocablo relacionado al peronismo; como Perón, Evita, Peronismo, Partido Peronista y otros. Por cierto que la extraña orientación se da de patadas con la condición de cancerberos de la libertad que se habían (auto) adjudicado los autores de la iniciativa. Desde el punto de vista eminentemente práctico, es casi obvio que, si hay libertad, no puede prohibirse ni el funcionamiento legal ni la mención de dirigentes políticos, partidos o centrales laborales. Y desde un punto de vista más teórico, las condiciones de la auténtica libertad residen en el ejercicio, sin restricciones ni limitaciones, de todas las facultades del lenguaje. Ser, sentirse, pensarse, mencionarse peronistas era la marca de identidad del conjunto de las masas trabajadoras. Producir la interdicción del movimiento nacido en 1945 era una más que autoritaria intervención, cuyo objetivo no era otro que despojar de libertad al pueblo argentino. Salvo que se quisiere delimitar ciudadanos decentes (los antiperonistas) merecedores de los dones de la libertad y reducir a los peronistas a la animalidad por su propia condición. Ningún demócrata ni militante contra la opresión podría avalar semejante atropello basado en una manipulación maniquea tan vulgar. A condición que no fuera de la U.C.R. partido que militó entusiastamente por el golpe y en el aval de las reaccionarias iniciativas tomadas por los fusiladores. Lo dicho ya en infinidad de ocasiones, el republicanismo y la condición democrática deben ser refrenados por los hechos.
Por otra parte, el título del parágrafo (juguemos en el bosque mientras el lobo no está) hace alusión al hecho que la proscripción del peronismo resultó la oportunidad soñada por la totalidad de la U.C.R para poder acceder al gobierno. Y tan fue así que determinó la división del partido en función del modo de implementar dichos apetitos de poder. Para que no queden dudas, ningún sector importante del radicalismo planteó posición crítica alguna acerca de los citados despropósitos ni le preocupó la necesidad de restaurar la auténtica democracia, sin proscripciones.
Una franja más que importante del radicalismo pasó a denominarse Unión Cívica Radical del Pueblo (en adelante, U.C.R.P., su máximo dirigente era el doctor Ricardo Balbín) y postulaba a rajatabla la proscripción del peronismo con el “democrático” objetivo de pretender acceder al poder político; mientras el lobo que les ganaba las elecciones no pudiere presentarse. El rústico razonamiento fue superado en capacidad “maquiavélica” para construir opciones de poder por la otra fracción radical, denominada intransigente (en adelante U.C.R.I. máximo referente Arturo Frondizi). Este sector comisionó un enviado a Caracas- ciudad donde se hallaba exiliado Perón- a fin de negociar un acuerdo que le permitiera al candidato en la elección presidencial de 1958 por la U.C.R.I., el citado Frondizi, aspirar al “pozo” vacante de los votos peronistas. Cierto es que los separaban también miradas acerca del modelo económico a implementar en el país. La U.C.R.P. había tomado gran parte del diseño económico del peronismo. De semejante modo completaba su estrategia (juguemos en el bosque) defendiendo la exitosa orientación económica que el partido había combatido con reaccionaria tenacidad mientras Perón gobernaba. Por su parte, la U.C.R.I. acordaba en la creación de manufacturas de elevada composición orgánica de capital (es decir, con maquinaria sofisticada y que apuntase a desarrollar la producción de bienes llamados de capital). Para estas nuevas ramas económicas, la U.C.R.I. postulaba la llegada de capital extranjero; ya que juzgaba insuficiente al ahorro nacional. La orientación descripta conectaba orgánicamente al frondicismo con el imperialismo, que alentaba por aquellos años la llamada teoría del desarrollismo. Tales ideas, muy en boga a fines de los ’50 y comienzo de los ’60, postulaban la falacia que la diferencia entre países desarrollados y subdesarrollados era una cuestión apenas de escalones que los segundos no habían subido. Y en realidad se ocultaba que la relación entre los dos grupos de formaciones nacionales mencionados incluía necesariamente la subordinación de los periféricos por parte de los países centrales. Esperar que capitales provenientes del centro del imperio remediasen esta situación podía ser mencionado como una profunda ingenuidad, si no fuera en realidad pura complicidad con los centros de poder económico mundial.
Pero en el presente texto nos interesa mucho más la política que la economía; de modo que queda claro de modo irrefutable la profunda orientación antidemocrática de ambas fracciones radicales, motivada en la necesidad de aprovechar la proscripción peronista para acceder al gobierno. Es que esta fuera de toda duda que ningún hemisferio radical podía (por aquellos tiempos) contar entre sus aspiraciones ganar elecciones en comicios realmente democráticos sin que mediase la prohibición del peronismo.
El periodo 1955-1973 (aunque hay autores que la acotan algo más en el tiempo) fue denominado la época de la resistencia desde ámbitos historiográficos y políticos cercanos al peronismo. La lucha sindical se concatenó con métodos armados; lo cual significó la represión estatal sin respetar- como es de rigor- la ley. Las dos fracciones radicales, como se dice en arte dramático, hicieron mutis por el foro frente a los citados atropellos a los derechos humanos y a la calidad de las instituciones democráticas.
Desde el punto de vista sindical, el juego en el bosque durante la ausencia del lobo se repitió desde la intervención de la C.G.T.. Los destacamentos gremiales ligados a la U.C.R. creyeron llegada su hora cuando la legítima representación (peronista) de los trabajadores se hallaba interdicta. Pero no contaron con la opinión de los propios laburantes, que tozudamente volvieron a construir una dirección en los sindicatos de clara raigambre peronista cuando tuvieron posibilidades legales. Mientras tanto en el mundo del trabajo como en toda la sociedad se verificaba una situación de gorilismo harto ingenuo. Es que tanto los dirigentes políticos “libertadores” como sectores de la opinión pública participaban de la angelical idea que los peronistas lo eran porqué habían sido “engañados” en su buena fe por el demagógico líder, que ya exiliado carecía de mecanismos para seguir con sus “diabólicas” orientaciones. De manera que sólo era cuestión de tiempo la desperonización de las masas. Por el contrario de semejantes ideas, lo cierto es que los sectores populares se habían constituido identitariamente como peronistas en razón que el gobierno de Perón no era (sólo) el que más había beneficiado a los sumergidos. Se trataba del único que había diseñado un modelo económico en que los sectores populares podían aspirar a ser algo más que furgón de cola oprimido. En el diseño de país impulsado por Perón, el mercado interno era una fuerza económica central. Lo cual coadyuvaba para que los trabajadores (y sus sindicatos) tuvieran un protagonismo incuestionable. Por cierto que este reconocimiento no niega que en la Argentina peronista (como en cualquier sociedad capitalista) existiere la explotación del hombre por el hombre. Pero lo cierto es que las opciones concretas no eran entre la economía capitalista y una sociedad socialista; si no que se daban entre modelos diferentes de capitalismo: es decir o la Argentina 1946-1955 o la vuelta en lo central al predominio sin límites de la oligarquía. Tales opciones convertían a Perón y a lo mejor de su movimiento en la verdadera izquierda de la Argentina. Por ello, mientras el peronismo supo conservar tal posición resultó imbatible. Por el contrario, cuando se ubicó en la franja diestra de la política argentina perdió nítidamente las elecciones presidenciales de 1983 y 1999. La única excepción a la mencionada “ley” fue el comicio legislativo del año 2009 en el que lo mejor del justicialismo fue vencido… por la derecha peronista en la provincia de Buenos Aires.
Llegado al gobierno (Frondizi 1958-1962), su gestión se halló jaqueada desde un principio por la presión de los militares, el desencanto de sus votantes más progresistas y la combatividad del peronismo (“dueño” real de los votos del presidente) en su lucha por conquistar la legalidad.
Las fuerzas armadas- autoerigidas en control autoritario del poder en razón de los conflictos propios de la guerra fría- hostigaron desde un primer momento al presidente, le impusieron ministros y orientaciones fundamentales, lo obligaron a anular elecciones en la provincia de Buenos Aires y finalmente lo depusieron sin más trámite. Ninguna de las dos fracciones radicales cuestionó el anticonstitucional papel- enmarcado a su vez en las contradicciones de la guerra fría- desempeñado por los uniformados durante aquellas complejas circunstancias.
Por su parte, el ala juvenil de la U.C.R.I se manifestó desencantada por la apertura privatizadora (aunque semejante expresión resulte fuera de tiempo) realizada por Frondizi al abrir al capital extranjero el campo de la exploración petrolífera. También el presidente realizó una apertura hacia la educación universitaria de carácter privada, completamente por fuera de los programas electorales. Por las razones apuntadas el nombre del presidente quedó asociado por bastante tiempo con el acto de traición. Lo dicho en la primera parte, las prácticas de Judas son consustancialmente radicales, como demostró una vez más Cobos cierta noche del año 2008.
En lo referente a los sindicatos, Frondizi había dado cumplimiento a una de las cláusulas del acuerdo con Perón al impulsar una Ley de Asociaciones Profesionales (sindicatos) que recomponía lo central del modelo peronista en la materia. Así, la conducción de la mayoría de las organizaciones de trabajadores fue ganada por seguidores del líder exiliado. Los dirigentes gremiales no peronistas vieron confinada su figuración a los destacamentos de trabajadores más ligados a las clases medias (docentes, bancarios, administrativos). Por otra parte, la pretensión del poder económico residía en pretender reducir de modo drástico el poder adquisitivo del salario: lo cual era coincidente con los gobernantes durante la totalidad del período correspondiente a los años 1955-1963. Los fusiladores por causa de su vinculación orgánica con la oligarquía y los desarrollistas por su proyecto de fomentar una industria de base (que no necesitaba en principio un mercado interno muy fuerte) coincidían en la necesidad de empobrecer a los trabajadores. De modo que en la oposición a semejantes designios del poder se realizó por aquellos tiempos amalgamando la lucha- realizada centralmente desde los sindicatos- en defensa del salario real y contra los intentos de proscribir y liquidar al movimiento peronista. Fueron de hecho, dos caras de la misma moneda.
Luego de la caída de Frondizi (que incluyó una poco lucida comedia de enredos por el sucesor presidencial) y presidido el país por el títere de las fuerzas armadas José María Guido, se verificó en el país un grotesco aquelarre que pasó a la historia como disputa entre azules y colorados. Tal era el nombre que recibieron las dos fracciones militares que disputaron por poco tiempo el poder. Se trataba, como diríamos hoy, de una interna intra-gorilas. Los colorados constituían la más fundamentalista opción anti-peronista que (en el marco de lo más demencial de la guerra fría) no diferenciaba a los seguidores de Perón de los de Marx, Lenín, Stalin, Mao o Trotski. Las pesadillas de los integrantes de semejante corriente pasaban por (un inexistente) Perón retornando a la Rosada en el marco de una campaña guerrillera impulsada por descamisados corridos muy a la izquierda. Se trataba ni más ni menos que de un delirio más cercano a la patología psiquiátrica que a la politilogía. Los azules no eran menos gorilas, pero si más racionales. Y se daban cuenta que era imposible liquidar al conjunto del peronismo. Por lo tanto, impulsaban un progresivo acercamiento a sus alas mas moderadas (derechistas) aconsejados por el entonces no tan viejo golpista Mariano Grondona, redactor del célebre comunicado 150, que acompañó con su asesoramiento el triunfo de la banda azulada.
Producido el desenlace en la bizarra contienda, se realizó una salida electoral condicionada por la proscripción peronista en la que se impuso el candidato de la U.C.R.P. Arturo Illia con un muy exiguo porcentaje electoral, que determinó la debilidad del nuevo gobierno. En la ocasión, Ricardo Balbín no fue el postulante del partido porqué estaba convencido que no podría ganar. Pero lo peor fue que impulsó una sorda oposición radical al ejecutivo, que menos de un trienio después sucumbió asilado, debilitado e impotente frente al golpe encabezado por el General Juan Carlos Ongana. El anciano médico cordobés tenía buenas intenciones. Pero adolecía de una profunda debilidad de origen, ya que había obtenido aproximadamente un cuarto de los votos. Y las fuerzas que lo enfrentaban eran imbatibles para todo radical. Los grandes empresarios como la oligarquía (el poder real), los militares, los sindicalistas peronistas de orientación vandorista y hasta el propio partido radical. fueron un entramado de fuerzas tan poderosas cono invencibles para el débil Illia. La enclenque “democracia” (nos resistimos a quitarle las comillas en razón de la proscripción del peronismo) no mereció apoyo de Balbín quien habría dicho refiriéndose al advenimiento de Onganía: “mejor que haya sido así, porque este gobierno se iba a hundir arrastrando al partido”. (Contratapa de Página 12 del 28-06-06.). Para una ampliación de lo dicho recién, véase un artículo sobre la citada temática en http://raulisman.blog.terra.com.ar/2006/06/
Lo dicho, el anciano presidente caído había demostrado buenas intenciones al permitir que el peronismo participase del parlamento; aunque con un nombre de fantasía. Pero no quería o no se animaba a jugar si el lobo estaba. Por ello, cuando Perón en 1964 intentó volver hizo lo indecible para que no llegase a destino valiéndose para tan democrático cometido del auxilio de los dictadores brasileños.
En la siguiente etapa (1966-2010) que glosaremos, podrá apreciarse la Renovación y el Cambio que el Alfonsinismo le aportó a la U.C.R. Y también lo débil y epidérmico que significaron dichas trasformaciones para una fuerza signada con desviaciones casi inalterables que portaba desde la cuna. Y también veremos como su golpismo y su tendencia atávica a la traición (contra el pueblo) llegaron a su paroxismo con la crisis iniciada en el año 2008. (Continuará).

Las buenas intenciones y la política

Por Rubén Dri. Pagina 12

“Ni en el mundo, dice Kant, ni en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad.” Y para que no queden dudas, aclara: “La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma.” Kant fundamenta la ética de la intención que encontrará su formulación en el principio categórico, que consiste en lo esencial de que todo lo que haga el sujeto debe poder querer que todo el mundo lo haga si se encuentra en esa situación. De esta manera, el comportamiento ético queda desligado de sus consecuencias prácticas. El infierno está plagado de buenas intenciones, según un dicho medieval.

Hegel fue el filósofo que llevó a fondo la crítica a esta desconexión entre la intención y sus consecuencias. La intención se propone siempre lo perfecto, que se expresa en “principios” como “hay que decir siempre la verdad”. No bien comienzas a pensar qué quiere decir ese principio te das cuenta de que en la realidad, es decir, en el contexto humano, social, político, lo que parecía claro se oscurece.

La Iglesia Católica es maestra del principismo, pues sólo de esa manera puede poner al resguardo de todo peligro sus “dogmas”. Lo que pueda sucederles a los seres humanos depende de esos mismos sujetos. Así, por ejemplo, el principio dice que el aborto es un crimen porque atenta contra la vida y, en consecuencia, la mujer que aborta es una asesina. Si de la defensa de este principio que lleva a obstaculizar cualquier legislación que haga al aborto no punible, miles de mujeres abortan en condiciones tales que ocasionan la muerte del feto y también de la madre, ello es culpa de esas mujeres. A nadie se oculta que esto esconde una gran hipocresía. La pretendida defensa de la vida ocasiona la muerte, pero de ello el principista, la Iglesia en este caso, no se hace cargo. La culpa la tiene el otro, o mejor, la otra. Los principios son en realidad orientaciones fundamentales que dan sentido a la vida de los seres humanos y como tales se desarrollan dialécticamente, según “el curso del mundo”, como decía Hegel.

Ello llevó a Hegel a distinguir entre la moral y la ética, siendo la primera la actuación del individuo y la ética el ámbito intersubjetivo y, en consecuencia, político en que se da el comportamiento moral. El desprendimiento de la actuación en relación con sus consecuencias lleva fácilmente a la hipocresía y origina mala conciencia.

Max Weber retomará los conceptos hegelianos, haciendo una precisa distinción entre la “ética de la convicción” y la “ética de la responsabilidad”, pero en realidad nunca se da una sin la otra, pues como seres esencialmente intersubjetivos, lo que hacemos, las resoluciones que tomamos, influyen en los demás. Todo lo que hacemos tiene consecuencias.

Si eso es válido para todo lo que hacemos, lo es mucho más cuando nos referimos a la acción política, porque ésta tiene que ver directamente con lo público. Allí no vale la pura buena voluntad o convicción. Menester es hacerse cargo de las consecuencias y, en este sentido, muchas veces el puro principio puede generar consecuencias que atentan contra el mismo.

Dos casos de nuestra política reciente y actual muestran esto con claridad. Cuando se trató de la votación de la 125, sólo había dos opciones, votar por la positiva, es decir por las retenciones móviles, o por la negativa, es decir estar en contra de las mismas y, en consecuencia, estar de acuerdo con la Mesa de Enlace y en especial con la Sociedad Rural. Pretender, como lo hizo Claudio Lozano, que su voto negativo era por la segmentación de las retenciones es, en el mejor de los casos, un autoengaño, y en el peor, una hipocresía. La pretendida convicción o buena voluntad produjo un acto que favoreció a las corporaciones agrarias.

El caso de la política actual se refiere al tema de las reservas y de la deuda externa. Después del desastre provocado por la política neoliberal de los ’90, el gobierno de Kirchner procedió a una lenta reconstrucción del Estado y, en una situación de debilidad, pudo hacer una quita de un 70 por ciento a la deuda externa y llevar adelante una política económica de crecimiento que permitió tener en reserva 48 mil millones de dólares.

Cuando el Gobierno quiere pagar la deuda con parte de las reservas, todo el espectro opositor se levanta para defender las reservas que ellos, cuando fueron gobierno, habían liquidado. ¿Con qué se va a pagar entonces? Con el presupuesto, es decir, con los ajustes. El centroizquierda liderado por Proyecto Sur también se opone, pero lo hace para sostener la pura convicción de que no se pague la deuda ilegítima. Saben bien que en este contexto tal posición es puramente principista, con la nefasta consecuencia de que, si triunfa, la deuda se pagará con el presupuesto, es decir, con el salario, las jubilaciones, en una palabra con el ajuste. No será culpa de ellos. La culpa la tiene el otro.

Por otra parte, se oculta que lo que está en juego en toda esta movida de la derecha manejada por el grupo Clarín es el desgaste del Gobierno hasta, si es posible, su destitución y, con ello, el fin de la ley de medios, de la política de derechos humanos, la vuelta a las AFJP, el fin de la política latinoamericana de la Patria Grande, la vuelta a las relaciones carnales. De esto el principista no se hace cargo.

* Filósofo, profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.