Por Raúl Isman“
El aluvión zoológico del 24 de febrero parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos”.
Alusión a los trabajadores movilizados el 17 de octubre de 1945 y que votaron por Perón el 24 de febrero de 1946.
Se trata de la frase fundacional del gorilismo argentino (pre) contemporáneo.
Ernesto Sanmartino. Dirigente radical.
“Los mejores políticos son los que se enfrentan a esos poderes cerrados, permanentes y ocultos; por supuesto que terminan siendo los políticos más atacados desde esos poderes y –por ello– los que son vistos como supuestamente “conflictivos””.
Roberto Follari. Ensayista y docente.
Entregolpes II
De la fusiladora a la caída de Illia:
Los antecedentes del golpismo Coboradical destituyente o el huevo de la serpiente
Introducción
En las presentes notas proseguirá el sintético derrotero histórico acerca de la trayectoria de la U.C.R iniciado en la primer parte del presente trabajo. Si el ocasional lector desconociere el primer segmento puede acceder a él desde diversos links en Internet. Algunos son los siguientes:
http://www.redaccionpopular.com/content/adelante-radicalesy-el-pueblo-al... o
http://apu001.blogspot.com/2010/01/adelante-radicalesy-el-pueblo-al-abis... o
http://operativoretorno.blogspot.com/2010/01/adelante-radicales-y-el-pue...
Realmente resulta por demás complejo, doloroso y tal vez muy complejo de explica que una fuerza nacida primigeniamente para defender el derecho democrático a decidir su destino del pueblo argentino se haya caracterizado por una trayectoria menos ambigua que abiertamente golpista durante el conjunto de la etapa iniciada con el golpe 1955 y que llega al corriente 2010. En el presente texto se analiza la etapa 1955-1966, quedando la época que va desde el último año citado hasta la actualidad para un tercer capítulo. Pero lo cierto es que, en rigor de verdad, nada hay completamente inexplicable para las ciencias sociales. Por lo tanto, en el presente texto se intentan algunas conjeturas para responder a los interrogantes precedentes. En efecto, la trayectoria histórica de la U.C.R. osciló desde la transigencia deleznable hasta la complicidad abierta con cuanto golpe militar azoló a nuestro sufrido pueblo; aún cuando el depuesto fuere un gobierno radical (1966, presidente Arturo Illia) o las víctimas de la furia dictatorial militantes del propio partido; como el diputado Mario Amaya, desaparecido, luego reaparecido y poco después muerto a consecuencia de las torturas sufridas en las clandestinas mazmorras dictatoriales. Ni frente a su cuerpo yacente y martirizado fue posible extraerle al dirigente partidario Ricardo Balbín una sola declaración crítica contra la peor dictadura que sufriera el país. Por no hablar de cómo el partido proporcionó un porcentaje significativo de cuadros gubernamentales a la gestión de la más nefasta tiranía militar que depredase nuestra patria. La causa fundamental de semejantes desviaciones es, sin dudas, la muy escasa consecuencia (radicalidad) demostrada por el partido a lo largo de toda su historia. Y mucho más en momentos álgidos. La otra fuerza política masiva en nuestra argentina, el peronismo, si bien no puede exhibir conductas por completo alejadas de actitudes golpistas y autoritarias; al menos en instancias muy complejas de la vida política nacional supo, en sus vertientes mayoritarias, colocar la defensa de la democracia muy por encima de los intereses partidarios. Nos referimos a la asonada golpista de semana santa del 1987, en tiempos de la presidencia del doctor Raúl Alfonsín. Otro fue el caso de la U.C.R, que- frente al vendaval destituyente planeado desde antes de la elección presidencial del 2007 y desencadenado abiertamente un trimestre después- no sólo no lo denunció ni apoyo al gobierno democrático, sino que puso a disposición de los golpistas el aparato partidario, los espacios institucionales y parlamentarios, lugares más que expectantes en las listas para el comicio posterior y una prédica cuya finalidad evidente era darle cauce a los designios del poder real. Tales objetivos consistían en que la soberanía (política) del estado no pudiera ponerle límites a la reacción económica. Uno de los modos de los que se valió la derecha para lograr sus propósitos fue el triste papel de la U.C.R como comparsa al servicio de invisibilizar la propia existencia del citado poder económico. Lo dicho es una de las cuestiones nodales del conjunto del quehacer político. O para decirlo de otro modo: la piedra de toque de una orientación favorable al pueblo es ayudar a crear un estado con capacidad de intervención en la economía favoreciendo a los sujetos subalternos. En el muy prolongado golpe de estado que la derecha desarrolla contra el gobierno nacional y contra el pueblo la U.C.R. no se equivocó y- una vez más- se coloca en la vereda de enfrente y contra los intereses nacionales y populares. No hay dudas que semejante opción no puede ser casual. Por otra parte, en el presente trabajo se omite polemizar acerca de la concepción movimientista, común tanto al radicalismo, como al peronismo. La densidad de la temática, tal vez amerita ejercicios de escritura posteriores. Mientras nos preparamos para esas estimulantes polémicas, volvamos a la historia para corroborar si nos asiste la verdad en las ideas que anticipábamos acerca de la U.C.R..
La fusiladora: juguemos en El bosque mientras el lobo no está
Los comicios previos al golpe contra el presidente Perón del 16 de septiembre de 1955 mostraron al conjunto de la oposición- en especial la U.C.R.- que el peronismo parecía ser invencible en contiendas electorales. De modo que se les presentaba una opción de hierro. O bien serían constantemente oposición o, en su defecto, la posibilidad de acceder al gobierno se realizaría forzosamente por vía, no muy democrática ciertamente, de un golpe militar. Es sabido que la segunda opción fue la elegida. La U.C.R. apoyó de modo entusiasta el golpe y muy especialmente, su segunda etapa; la presidida por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas. Ambos uniformados constituían en aquellos momentos lo más selectamente gorila del espinel militarizado de nuestro sistema político. Así como Ricardo Balbín, el citado en el epígrafe Ernesto Sanmartino y otros dirigentes lo eran en la franja civil. Desde la organización de comandos civiles hasta la participación en elecciones proscriptivas y la complicidad con gravísimos hechos de terrorismo de estado (que mencionaremos un poco más adelante), nada de la política gorila dejó de ser intentado y realizado por la U.C.R. Para un análisis histórico realizado con cierto detalle y no exento de humor acerca del gorilismo véase nuestro artículo acerca de la referida temática en http://www.avizora.com/atajo/colaboradores/textos_raul_isman/0002_retorn...
Pero ciertamente no puede omitirse que con este golpe comenzó la etapa de inestabilidad democrática contemporánea de la Argentina, causada en que el poder real pretendió gobernar al país (fingiendo) como si el peronismo no existiera. En semejante desatino es difícil discernir si la U.C.R pretendió aprovechar la situación o fue directamente causante de tan antidemocrática orientación. Pero no cabe ninguna duda que estuvo muy lejos de oponerse.
Durante el trimestre que el país fue conducido por el General Eduardo Lonardi, la inercia impidió que se desencadenase toda la furia antiperonista que la coalición gorila había acumulado durante la década del primer justicialismo. Recordemos que el gorilismo se origina en el odio generado por el peronismo; en razón de los indudables logros conseguidos por las masas populares en el período 1943-1955. La reacción deseaba que los sectores populares se condujeran de modo por completo subordinado al poder y no reclamasen incesantemente por los viejos y nuevos derechos a los que se consideraban merecedores. Tal es la causa del furor antiperonista que anima a la oligarquía, que llegaba a pintar “Viva el Cáncer” en las paredes callejeras de los barrios acomodados, mientras Eva Perón agonizaba por causa de la cruel enfermedad. Claro que la furia gorila era ocultada tras una jeringoza republiquienta. Cualquier semejanza con la realidad actual no es casualidad permanente. Otro de los orígenes era la conciencia de inferioridad del partido radical; ya que Perón les había demostrado por vía práctica que para solucionar los reclamos de los peones rurales; mejor que enviar ejércitos genocidas era resolver a favor de los trabajadores sus conflictos y reivindicaciones. Las recién mencionadas son respectivamente las causas sociales del origen del gorilismo: el odio de la oligarquía porque los sujetos subalternos se sentían protegidos por los sindicatos y el gobierno peronista y la falta de conciencia de los destacamentos de clase media, cebada y estimulada por el discurso radical, que no veía otro enemigo para los pequeño burgueses que la fuerza nacida el 17 de octubre de 1945. Tal como han señalado diversos teóricos de la izquierda nacional, la alianza plebeya entre los sectores populares (referenciados en el peronismo) y las clases medias (en general, ligadas a la U.C.R.) constituye lo central del frente de liberación nacional y social imprescindible para que el pueblo argentino realice sus tareas más significativas. Al sembrar odio contra los peronistas, la U.C.R. demostraba su extrema funcionalidad a las necesidades del poder real.
Trascurrido el trimestre de Lonardi (que fue sólo fue para velar las armas), al asumir Aramburu y Rojas se ilegalizó y proscribió al peronismo y al conjunto de instituciones relacionadas con el movimiento. Inclusive, se llegó a prohibir la sola mención al propio Perón y de todo vocablo afín al justicialismo. También fue intervenida la C.G.T., robado el cadáver de Eva Perón y desconocido su paradero durante más de tres lustros, un grupo de militantes peronistas fue asesinado de modo totalmente ilegal (en el penal de la Avenida Las Heras y en los basurales de José León Suárez), entre otras aberraciones. Tamaños atropellos no recibieron crítica alguna de la U.C.R. Una vez más: ¿Fuerza democrática y republicana?
La condición de libertadora de la revolución, tal vez, halla su máxima contradicción en el decreto 4161/56 (al que aludíamos poco antes) que prohibió la sola mención de cualquier vocablo relacionado al peronismo; como Perón, Evita, Peronismo, Partido Peronista y otros. Por cierto que la extraña orientación se da de patadas con la condición de cancerberos de la libertad que se habían (auto) adjudicado los autores de la iniciativa. Desde el punto de vista eminentemente práctico, es casi obvio que, si hay libertad, no puede prohibirse ni el funcionamiento legal ni la mención de dirigentes políticos, partidos o centrales laborales. Y desde un punto de vista más teórico, las condiciones de la auténtica libertad residen en el ejercicio, sin restricciones ni limitaciones, de todas las facultades del lenguaje. Ser, sentirse, pensarse, mencionarse peronistas era la marca de identidad del conjunto de las masas trabajadoras. Producir la interdicción del movimiento nacido en 1945 era una más que autoritaria intervención, cuyo objetivo no era otro que despojar de libertad al pueblo argentino. Salvo que se quisiere delimitar ciudadanos decentes (los antiperonistas) merecedores de los dones de la libertad y reducir a los peronistas a la animalidad por su propia condición. Ningún demócrata ni militante contra la opresión podría avalar semejante atropello basado en una manipulación maniquea tan vulgar. A condición que no fuera de la U.C.R. partido que militó entusiastamente por el golpe y en el aval de las reaccionarias iniciativas tomadas por los fusiladores. Lo dicho ya en infinidad de ocasiones, el republicanismo y la condición democrática deben ser refrenados por los hechos.
Por otra parte, el título del parágrafo (juguemos en el bosque mientras el lobo no está) hace alusión al hecho que la proscripción del peronismo resultó la oportunidad soñada por la totalidad de la U.C.R para poder acceder al gobierno. Y tan fue así que determinó la división del partido en función del modo de implementar dichos apetitos de poder. Para que no queden dudas, ningún sector importante del radicalismo planteó posición crítica alguna acerca de los citados despropósitos ni le preocupó la necesidad de restaurar la auténtica democracia, sin proscripciones.
Una franja más que importante del radicalismo pasó a denominarse Unión Cívica Radical del Pueblo (en adelante, U.C.R.P., su máximo dirigente era el doctor Ricardo Balbín) y postulaba a rajatabla la proscripción del peronismo con el “democrático” objetivo de pretender acceder al poder político; mientras el lobo que les ganaba las elecciones no pudiere presentarse. El rústico razonamiento fue superado en capacidad “maquiavélica” para construir opciones de poder por la otra fracción radical, denominada intransigente (en adelante U.C.R.I. máximo referente Arturo Frondizi). Este sector comisionó un enviado a Caracas- ciudad donde se hallaba exiliado Perón- a fin de negociar un acuerdo que le permitiera al candidato en la elección presidencial de 1958 por la U.C.R.I., el citado Frondizi, aspirar al “pozo” vacante de los votos peronistas. Cierto es que los separaban también miradas acerca del modelo económico a implementar en el país. La U.C.R.P. había tomado gran parte del diseño económico del peronismo. De semejante modo completaba su estrategia (juguemos en el bosque) defendiendo la exitosa orientación económica que el partido había combatido con reaccionaria tenacidad mientras Perón gobernaba. Por su parte, la U.C.R.I. acordaba en la creación de manufacturas de elevada composición orgánica de capital (es decir, con maquinaria sofisticada y que apuntase a desarrollar la producción de bienes llamados de capital). Para estas nuevas ramas económicas, la U.C.R.I. postulaba la llegada de capital extranjero; ya que juzgaba insuficiente al ahorro nacional. La orientación descripta conectaba orgánicamente al frondicismo con el imperialismo, que alentaba por aquellos años la llamada teoría del desarrollismo. Tales ideas, muy en boga a fines de los ’50 y comienzo de los ’60, postulaban la falacia que la diferencia entre países desarrollados y subdesarrollados era una cuestión apenas de escalones que los segundos no habían subido. Y en realidad se ocultaba que la relación entre los dos grupos de formaciones nacionales mencionados incluía necesariamente la subordinación de los periféricos por parte de los países centrales. Esperar que capitales provenientes del centro del imperio remediasen esta situación podía ser mencionado como una profunda ingenuidad, si no fuera en realidad pura complicidad con los centros de poder económico mundial.
Pero en el presente texto nos interesa mucho más la política que la economía; de modo que queda claro de modo irrefutable la profunda orientación antidemocrática de ambas fracciones radicales, motivada en la necesidad de aprovechar la proscripción peronista para acceder al gobierno. Es que esta fuera de toda duda que ningún hemisferio radical podía (por aquellos tiempos) contar entre sus aspiraciones ganar elecciones en comicios realmente democráticos sin que mediase la prohibición del peronismo.
El periodo 1955-1973 (aunque hay autores que la acotan algo más en el tiempo) fue denominado la época de la resistencia desde ámbitos historiográficos y políticos cercanos al peronismo. La lucha sindical se concatenó con métodos armados; lo cual significó la represión estatal sin respetar- como es de rigor- la ley. Las dos fracciones radicales, como se dice en arte dramático, hicieron mutis por el foro frente a los citados atropellos a los derechos humanos y a la calidad de las instituciones democráticas.
Desde el punto de vista sindical, el juego en el bosque durante la ausencia del lobo se repitió desde la intervención de la C.G.T.. Los destacamentos gremiales ligados a la U.C.R. creyeron llegada su hora cuando la legítima representación (peronista) de los trabajadores se hallaba interdicta. Pero no contaron con la opinión de los propios laburantes, que tozudamente volvieron a construir una dirección en los sindicatos de clara raigambre peronista cuando tuvieron posibilidades legales. Mientras tanto en el mundo del trabajo como en toda la sociedad se verificaba una situación de gorilismo harto ingenuo. Es que tanto los dirigentes políticos “libertadores” como sectores de la opinión pública participaban de la angelical idea que los peronistas lo eran porqué habían sido “engañados” en su buena fe por el demagógico líder, que ya exiliado carecía de mecanismos para seguir con sus “diabólicas” orientaciones. De manera que sólo era cuestión de tiempo la desperonización de las masas. Por el contrario de semejantes ideas, lo cierto es que los sectores populares se habían constituido identitariamente como peronistas en razón que el gobierno de Perón no era (sólo) el que más había beneficiado a los sumergidos. Se trataba del único que había diseñado un modelo económico en que los sectores populares podían aspirar a ser algo más que furgón de cola oprimido. En el diseño de país impulsado por Perón, el mercado interno era una fuerza económica central. Lo cual coadyuvaba para que los trabajadores (y sus sindicatos) tuvieran un protagonismo incuestionable. Por cierto que este reconocimiento no niega que en la Argentina peronista (como en cualquier sociedad capitalista) existiere la explotación del hombre por el hombre. Pero lo cierto es que las opciones concretas no eran entre la economía capitalista y una sociedad socialista; si no que se daban entre modelos diferentes de capitalismo: es decir o la Argentina 1946-1955 o la vuelta en lo central al predominio sin límites de la oligarquía. Tales opciones convertían a Perón y a lo mejor de su movimiento en la verdadera izquierda de la Argentina. Por ello, mientras el peronismo supo conservar tal posición resultó imbatible. Por el contrario, cuando se ubicó en la franja diestra de la política argentina perdió nítidamente las elecciones presidenciales de 1983 y 1999. La única excepción a la mencionada “ley” fue el comicio legislativo del año 2009 en el que lo mejor del justicialismo fue vencido… por la derecha peronista en la provincia de Buenos Aires.
Llegado al gobierno (Frondizi 1958-1962), su gestión se halló jaqueada desde un principio por la presión de los militares, el desencanto de sus votantes más progresistas y la combatividad del peronismo (“dueño” real de los votos del presidente) en su lucha por conquistar la legalidad.
Las fuerzas armadas- autoerigidas en control autoritario del poder en razón de los conflictos propios de la guerra fría- hostigaron desde un primer momento al presidente, le impusieron ministros y orientaciones fundamentales, lo obligaron a anular elecciones en la provincia de Buenos Aires y finalmente lo depusieron sin más trámite. Ninguna de las dos fracciones radicales cuestionó el anticonstitucional papel- enmarcado a su vez en las contradicciones de la guerra fría- desempeñado por los uniformados durante aquellas complejas circunstancias.
Por su parte, el ala juvenil de la U.C.R.I se manifestó desencantada por la apertura privatizadora (aunque semejante expresión resulte fuera de tiempo) realizada por Frondizi al abrir al capital extranjero el campo de la exploración petrolífera. También el presidente realizó una apertura hacia la educación universitaria de carácter privada, completamente por fuera de los programas electorales. Por las razones apuntadas el nombre del presidente quedó asociado por bastante tiempo con el acto de traición. Lo dicho en la primera parte, las prácticas de Judas son consustancialmente radicales, como demostró una vez más Cobos cierta noche del año 2008.
En lo referente a los sindicatos, Frondizi había dado cumplimiento a una de las cláusulas del acuerdo con Perón al impulsar una Ley de Asociaciones Profesionales (sindicatos) que recomponía lo central del modelo peronista en la materia. Así, la conducción de la mayoría de las organizaciones de trabajadores fue ganada por seguidores del líder exiliado. Los dirigentes gremiales no peronistas vieron confinada su figuración a los destacamentos de trabajadores más ligados a las clases medias (docentes, bancarios, administrativos). Por otra parte, la pretensión del poder económico residía en pretender reducir de modo drástico el poder adquisitivo del salario: lo cual era coincidente con los gobernantes durante la totalidad del período correspondiente a los años 1955-1963. Los fusiladores por causa de su vinculación orgánica con la oligarquía y los desarrollistas por su proyecto de fomentar una industria de base (que no necesitaba en principio un mercado interno muy fuerte) coincidían en la necesidad de empobrecer a los trabajadores. De modo que en la oposición a semejantes designios del poder se realizó por aquellos tiempos amalgamando la lucha- realizada centralmente desde los sindicatos- en defensa del salario real y contra los intentos de proscribir y liquidar al movimiento peronista. Fueron de hecho, dos caras de la misma moneda.
Luego de la caída de Frondizi (que incluyó una poco lucida comedia de enredos por el sucesor presidencial) y presidido el país por el títere de las fuerzas armadas José María Guido, se verificó en el país un grotesco aquelarre que pasó a la historia como disputa entre azules y colorados. Tal era el nombre que recibieron las dos fracciones militares que disputaron por poco tiempo el poder. Se trataba, como diríamos hoy, de una interna intra-gorilas. Los colorados constituían la más fundamentalista opción anti-peronista que (en el marco de lo más demencial de la guerra fría) no diferenciaba a los seguidores de Perón de los de Marx, Lenín, Stalin, Mao o Trotski. Las pesadillas de los integrantes de semejante corriente pasaban por (un inexistente) Perón retornando a la Rosada en el marco de una campaña guerrillera impulsada por descamisados corridos muy a la izquierda. Se trataba ni más ni menos que de un delirio más cercano a la patología psiquiátrica que a la politilogía. Los azules no eran menos gorilas, pero si más racionales. Y se daban cuenta que era imposible liquidar al conjunto del peronismo. Por lo tanto, impulsaban un progresivo acercamiento a sus alas mas moderadas (derechistas) aconsejados por el entonces no tan viejo golpista Mariano Grondona, redactor del célebre comunicado 150, que acompañó con su asesoramiento el triunfo de la banda azulada.
Producido el desenlace en la bizarra contienda, se realizó una salida electoral condicionada por la proscripción peronista en la que se impuso el candidato de la U.C.R.P. Arturo Illia con un muy exiguo porcentaje electoral, que determinó la debilidad del nuevo gobierno. En la ocasión, Ricardo Balbín no fue el postulante del partido porqué estaba convencido que no podría ganar. Pero lo peor fue que impulsó una sorda oposición radical al ejecutivo, que menos de un trienio después sucumbió asilado, debilitado e impotente frente al golpe encabezado por el General Juan Carlos Ongana. El anciano médico cordobés tenía buenas intenciones. Pero adolecía de una profunda debilidad de origen, ya que había obtenido aproximadamente un cuarto de los votos. Y las fuerzas que lo enfrentaban eran imbatibles para todo radical. Los grandes empresarios como la oligarquía (el poder real), los militares, los sindicalistas peronistas de orientación vandorista y hasta el propio partido radical. fueron un entramado de fuerzas tan poderosas cono invencibles para el débil Illia. La enclenque “democracia” (nos resistimos a quitarle las comillas en razón de la proscripción del peronismo) no mereció apoyo de Balbín quien habría dicho refiriéndose al advenimiento de Onganía: “mejor que haya sido así, porque este gobierno se iba a hundir arrastrando al partido”. (Contratapa de Página 12 del 28-06-06.). Para una ampliación de lo dicho recién, véase un artículo sobre la citada temática en http://raulisman.blog.terra.com.ar/2006/06/
Lo dicho, el anciano presidente caído había demostrado buenas intenciones al permitir que el peronismo participase del parlamento; aunque con un nombre de fantasía. Pero no quería o no se animaba a jugar si el lobo estaba. Por ello, cuando Perón en 1964 intentó volver hizo lo indecible para que no llegase a destino valiéndose para tan democrático cometido del auxilio de los dictadores brasileños.
En la siguiente etapa (1966-2010) que glosaremos, podrá apreciarse la Renovación y el Cambio que el Alfonsinismo le aportó a la U.C.R. Y también lo débil y epidérmico que significaron dichas trasformaciones para una fuerza signada con desviaciones casi inalterables que portaba desde la cuna. Y también veremos como su golpismo y su tendencia atávica a la traición (contra el pueblo) llegaron a su paroxismo con la crisis iniciada en el año 2008. (Continuará).
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