Civilización o barbarie

Durante siglos la antinomia planteada en términos de contradicción “Civilización o barbarie” tiñó la historia oficial de nuestro país. Hoy esa contradicción está disuelta: ahora se sabe, la civilización es barbarie, que en la bestialidad de un discurso, fue salda por la corporación rural al amontonar la historia ya conocida por el pueblo argentino, la llamada civilización, la del genocidio de los pueblos originarios, del golpismo militar y la represión como instrumento disciplinador de masas populares soliviantadas por reiteradas violaciones humanas por décadas, la llamada civilización que permitió la obscena entrega de tierras de todos los argentinos a 100 familias ahora llamadas a sí mismas “patricias”, antagonizando a lo largo de la historia, con la supuesta barbarie, siempre caracterizada en “los otros”, los criollos, los indios, los pobres, humildes y trabajadores, los violentos y agresivos, los sucios, feos y malos, los malhablados, los calumniadores y descalificadores, ladrones y marginales, críticos e incendiarios, que siempre fueron culturalmente lejanos a ellos, los nobles y respetadísimos representantes de las familias “bien”.
En un mismo discurso, en una sola defensa de sus privilegios, sin distinción entre la pobreza que dicen dolerle y la ganancia que pretenden aumentar aún a costa de la primera; la corrupción como denuncia al Estado y la dádiva que ellos realizan para preservar prebendas y subsidios; la soberbia de sentirse los dueños de la Patria y el odio hacia los trabajadores organizados y los políticos que no acuerdan con ellos; democracia limitada y sometida al mercado o dictadura que responda a sus intereses. La corporación rural dio su encendido mensaje supuestamente dramático, asumiendo una totalidad de país de la cual nunca fue parte, ni en su pensamiento ni en su acción, pero que hoy, acorralada por la impotencia asume como conjunto nacional en la crítica, tratando de aumentar su representación para volver a ejercer su violencia de clase, como lo hizo a lo largo de la historia argentina.
Así asistimos los argentinos a un espectáculo denigrante y patético de quienes al ver limitadas sus capacidades de presión, confabulación, lobby y conspiración, colocan todo su odio y despecho al servicio de sus intereses más ocultos, dejando al desnudo que sus formas cultivadas, sus modales de plástico, sus llamados a la “mesa del diálogo”, sólo tenían por objetivo seguir siendo dueños de la historia y del patrimonio de los argentinos, del poder detrás del trono o del simbólico de intereses externos, a través de dictadores militares o ahora de políticos genuflexos, verdaderas marionetas de un poder reconcentrado, que financian sus andanzas y determinan sus humillaciones.
La foto ya vista de quienes portan el dolor de ya no ser, junto a los nuevos protagonistas de viejas historias lejanas que añoran golpismos facilistas, que inducen a desfinanciar el Estado con tal de conseguir posiciones electorales, que sin pudor ilusionan sectores necesitados para captar votos sin correlatos de seriedad, financiamiento ni planificación estratégica, es una imagen que fue vaciada ante semejante ofensiva de la corporación rural, enlazada en una mesa enclenque que no duda en mantener más del 60% de sus asalariados en negro y clama contra la pobreza, la misma que evade impuestos y lamenta el estado de los hospitales, que comete fraude fiscal con los embarques clandestinos pero quiere eliminar los mecanismos de control para poder perpetuarlos, que critica la corrupción cuando no puede generarla. Ofende la inteligencia tanta hipocresía.
Además da vergüenza ajena la indignidad de los acompañantes y aplaudidores del discurso golpista, mentiroso y procaz que no sólo pretende golpear al gobierno sino que como en los mejores años del neoliberalismo, arremete contra la política y sus representantes, denigrando su función, atentando contra la democracia, estigmatizando ante la sociedad a sus miembros, avanzando hacia su demolición, como única forma de retornar el poder por parte de los sectores oligárquicos y clasistas que se creen –porque durante muchos años lo fueron– dueños de la Patria.
Son los que escribieron la historia que todavía se lee en las escuelas, la que el Bicentenario comenzó a desmantelar; son los mitritistas derrotados culturalmente en las festejos cuando retornaron los caudillos, se condenó la guerra de la triple infamia, se jerarquizó a los pueblos originarios, se condenó los golpismos, se denunciaron las masacres y los genocidios y se recuperó la concepción independientista soberana de la Nación, afianzando la soberanía popular como ejercicio pleno del poder democrático.
¿Será eso lo que les duele en el fondo de sus almas y sus bolsillos? o ¿será que están preparando un contragolpe que puede ser electoral pero puede vestirse de cualquier color?; lo hemos visto ya en Honduras al llamado “golpe blanco”, lo hemos vivido en la Argentina con Frondizi/Guido y la parodia de la continuidad institucional.
Prepararon al vicepresidente como recambio; fracasaron. Se enjuagaron las manos después del 28 de junio, fracasaron; pregonaron la hecatombe financiera cuando se disolvieron las AFJP y otra vez en enero, fracasaron; perdieron el negocio del fútbol y la ley de medios los dispersa entre la multitud de “negros de mierda” que tendrán voz en nuevos medios de difusión, que se hará visible lo invisible, que no se podrá negociar nada a espaldas del pueblo porque millones de voces estarán prestas a defender el interés común, antes que los intereses corporativos concentrados.
Por eso están dolidos y enojados, por eso han perdido el estilo y las formas, no tienen el glamour de otras épocas donde les rendían pleitesía: ahora son manadas carancheando por su pedazo de comida, cuando antes decidían dónde se comía y dónde no.
No quiere decir que todo esté bien en nuestro tiempo, porque pobres sigue habiendo y debemos derrotar esa injusticia, pero –aunque ellos lo nieguen o interesadamente quieran ocultarlo– del 57% de pobreza del 2003 al tiempo actual se ha disminuído más del 40% y la indigencia ha descendido a límites menores al 3%.
Faltan cosas o logros, sin dudas: hay hipotecas pendientes en salud y educación, pero hay trabajo en un mundo que se derrumba, hay control financiero en una globalización codiciosa y perversa mientras hay hambre y guerras en el mundo con millones de muertos en nombre de la libertad y la democracia, pero en Argentina se respira libertad y democracia sin imposiciones; sólo las lógicas de la lucha política que a muchos molesta, acostumbrados a las órdenes de mando de otras épocas y a las imposiciones corporativas, limitantes de los derechos constitucionales, con el acompañamiento de las dictaduras adictas a sus deseos e intereses.
Cuando un episodio como el relatado inunda y estremece es porque hay vida, hay lucha de intereses y se visualizan diferentes bandos que no son otra cosa que modelos diferentes de pensar y vivir la Nación; saliendo a la superficie la puja entre aquellos que pretenden un modelo social prebendario, benefactor y asistencialista y quienes pretendemos un modelo social solidario, justo y distributivo con justicia social, entre quienes pretenden un modelo agroexportador dependiente pero dominante en el plano nacional antes que un país industrializado y desarrollado, con independencia económica y política.
El abismo no se llena con palabras de buena voluntad ni llamados a consensos superestructurales: se llena con distribución de la riqueza, con dignidad para todos los hombres y mujeres de nuestra Patria, con objetivos claros de felicidad del pueblo y grandeza de la Nación. En ese orden, más allá de denigraciones, insultos y atropellos propios de la prepotencia gerencial de un país colonial al cual están muchos acostumbrados todavía.

JORGE RACHID
CABA, 2/8/10
jorgerachid2003@yahoo.com.ar

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