El precio de la soberanía

Por Carlos Benitez
Gentileza Revista Zoom
La presidenta Cristina Fernández anunció que Argentina cancelará su deuda de 6.706 millones de dólares con el Club de París utilizando parte de las reservas del Banco Central. Menos de 48 horas más tarde, el Congreso aprobó la reestatización de Aerolíneas Argentinas.
¿Son decisiones contradictorias o complementarias? Lo de Aerolíneas fue accionar sobre un hecho casi consumado. La empresa estaba técnicamente quebrada y la presión era muy grande: los trabajadores apretaban para no quedar en la calle, los gallegos ya no querían poner más plata (si es que alguna vez pusieron algo) y el destrato diario a miles de pasajeros (en años de auge turístico) no daba para más. Dicen que la posición de los gremios más una encuesta y los rumores del ambiente llevaron a la presidenta a impulsar la reestatización y enviar el proyecto al parlamento.
El pago al Club de París parece apuntar a desbaratar múltiples operaciones de la patria financiera para instalar un insólito clima de default. La pelea con España por Aerolíneas, además, resintió la relación con un importante amigo dentro del Club de Paris, amén del lobby de las calificadoras de riesgo y de los bancos. Seguro hubo otras razones que se nos escapan a los millones de argentinos que no estamos en la mesa chica.

El desteñido abanico opositor
Vale abrir un paréntesis para detenerse en el vergonzoso papel de la oposición. Escuchar a los opositores por derecha desdecirse de lo que hasta hace una horas afirmaban como una necesidad (garpar) para que la Argentina esté en el concierto de los países serios fue lamentable, tanto como que ni siquiera se les caiga una idea. A la larga, sus voceros son siempre los mismos y tienen los intereses de siempre. Como leemos acá, el incombustible Mingo Cavallo colgó en su blog este artículo “para ayudar a nuestra Presidenta”, aunque en realidad parece servir a sus históricos socios y/o patrones.
Por izquierda, la oposición peca cuanto menos de perezosa. No vamos a opinar de los dichos de Buzzi porque sería un regalo meterlo en este palo. Pero la declaración de Pino Solanas reclamando que “en lugar de investigar parte de la deuda que fue contraída ilegítimamente a fines de la dictadura militar, el Gobierno acepta las presiones del establishment y paga al Club de París" resulta casi demodée. Como leímos por ahí (no encontramos el link, así que citaremos sin citar) el “Estado argentino es una continuidad histórica institucional, cercana ya a los doscientos años. Por ende, señalar la ilegitimidad de origen de la deuda, tras pagarla durante 25 años de gobiernos democráticos, parece, como mínimo, inconsistente. ¿Nos dimos cuenta ayer de que estaba mal pagar? ¿Quién nos financiaría? ¿Quién liberaría créditos? ¿A qué tasas? No hay desarrollo sin financiamiento. Y ello empeora en el caso de una economía abierta, que depende, para crecer, de sus exportaciones.” Más claro… La izquierda testimonial debería darse cuenta de que así, no tiene destino, porque la gente ya sabe que hablar es más fácil que gobernar.
De los radicales de Morales y cía, mejor no dar detalles. Cuando fueron gobierno (si se le puede llamar así), en menos de dos años se mandaron un repertorio completito de ajustes, recorte de salarios estatales, reducción del 13% a las jubilaciones y déficit cero, desesperados por cumplir con los acreedores. Ahora, parecían salidos de un local del PO.

Comprar soberanía

Nos preguntábamos al inicio si estas dos grandes decisiones nacionales que nos ocupan son contradictorias o complementarias. Para ser sinceros, cuando el tablero se pone complejo y/o confuso, lo mejor es recurrir a los métodos básicos y someter cualquier disyuntiva a la pregunta de siempre: ¿a quiénes favorece?
Esto nos lleva (otra vez) a la tan meneada como postergada redistribución de la riqueza. Nobleza obliga, transcribimos una frase de la declaración de Solanas: “Con esa suma (los seis mil palos del Club parisino) se podría acabar con la indigencia o reconstruir a nuevo el sistema ferroviario y la flota marítima". Se dirá que es tan testimonial como lo anterior que criticamos, pero da un poquito por las pelotas, ¿no?
Para esquivar atascarnos en el reclamo eterno de que con la guita del Banco Central se podrían hacer un montón de cosas, lo primero que hay que hacer es reformar la carta orgánica del Central. Como diputada, la actual titular del Banco Nación, Mercedes Marcó del Pont, había propuesto modificaciones a esa carta orgánica para ampliar el marco de utilización de reservas. Nunca logró reunir apoyo ni del gobierno ni de gran parte de la oposición.
La redistribución de la riqueza se perdió como bandera la noche del voto no positivo en el Senado. Ahora hay que reagrupar fuerzas para que, la próxima vez, tengamos más éxito. Ahora, con sectores que lo único que pretenden es decir “Yo lo dije” o “Yo tenía razón”, no vamos a llegar muy lejos.
También es importante que los sectores que estuvimos en la calle apoyando la redistribución la sigamos sosteniendo independientemente del gobierno, que tiene que atajar varios penales antes de encarar una nueva pelea para recuperar la bandera perdida.
Los trabajadores de Aerolíneas dicen que con la reestatización estamos comprando soberanía. No sé si algo de eso no tuvo también la movida del Club de París. Como sea, el gobierno muy de a poco está volviendo a marcar la agenda, socorrido por una oposición que lo único que espera es que lo parta un rayo, como si una alternativa se construyera así. La aprobación en Diputados del proyecto de movilidad jubilatoria y las tímidas medidas tributarias (impuesto a las ganancias) y previsionales (asignaciones familiares) contribuyen a ese reposicionamiento oficial. Es cierto, no con la agenda de centroizquierda que nos hubiese gustado, sino con una más de centro, como ya lo dijimos. ¿Había otra posibilidad?
Más allá de la pelea que se viene con Marsans, por encima de la validez táctica que pueda tener saldar la deuda con los países poderosos, el coro de voces del establishment empresarial y financiero que aplaudió de pie la medida de Cristina en la Casa Rosada, junto a alborozados títulos mediáticos como el de Julio Blank (Cristina vuelve al mundo), son una señal de alerta que nos llevan a recordar (le) la frase pronunciada por la propia presidenta hace un mes en el municipio bonaerense de San Martín: “Cuando tengo una duda, miro muchas veces quien se pone de un lado y así, por asociación, yo me pongo del otro lado”.

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