La deuda es una
catástrofe para la humanidad entera, manteniendo regiones enteras en la más
extrema pobreza, aunque estas posean importantes riquezas materiales y humanas.
Pero esta tragedia no ha ocurrido por si sola como puede ocurrir con un
terremoto o un huracán devastador. Es la consecuencia de elecciones
geopolíticas bien definidas. Es sobretodo un mecanismo de subordinación sobre
todo de los países del tercer mundo en beneficio de la banca global concentrada,
los grandes grupos de poder económico y los países centrales. Una herramienta
de penetración imperial.
Situación actual:
Los mercados financieros
globales creen que se ha superado la última crisis de la deuda soberana
(2008/10) y por ello se siguen endeudando.
Sin embargo los números de la economía real siguen siendo preocupantes, pues el endeudamiento global sigue siendo muy
alto. Se van generando niveles de deuda
que tendrán que ser pagados por las generaciones futuras o bien conjurados con
una gran hoguera hiperinflacionaria.
Década de bajas tasas
de interés han facilitado el crédito a gobiernos, empresas e individuos,
empujando el endeudamiento a un gigantesco nivel equivalente a un 322% del
Producto Interno Bruto (PIB) global. Hoy la deuda global alcanzó un récord
histórico de US$253 billones. Y sigue creciendo según los análisis de
organismos internacionales.
La economía y la
política mundial muestran números y realidades que si bien no indican una
crisis a corto plazo muestran signos preocupantes:
La tasa de
crecimiento se mantiene muy baja, cercana al 2%.
El conflicto en Medio
oriente marca una zona de mucho peligro económico – bélico que podría arrastrar
al mundo a una nueva guerra regional, con una disparada del precio de petróleo
y la energía en general
La lucha por la
hegemonía mundial entre EEUU y China por el liderazgo militar, económico y
tecnológico puede escalar en una guerra comercial que afecte la economía
global.
La deuda global llegó a su nivel más alto en
la historia. Estados Unidos y China son los dos grandes motores. Estos dos países
que han precipitado el alza en el endeudamiento: Estados Unidos (por el aumento
de la deuda fiscal y corporativa) y China (por el incremento de la deuda de las
empresas no financieras).
La deuda de China se está acercando al 310% de
su PIB, uno de los mayores niveles de endeudamiento entre las economías
emergentes.
Desde una perspectiva global, los altos niveles de endeudamiento encienden
luces de alarma sobre cómo se financiará hacia el futuro, como responderán las
economías centrales ante una nueva crisis y cual será el costo para los países
endeudados, ya que la experiencia indica que los países centrales tienden a
transferirles los costos de sus propias crisis.
Los más
endeudados en América Latina
Dentro de las economías emergentes, en América
latina, el crecimiento de la deuda se ha concentrado en países
como Argentina, Brasil, Colombia y Chile.
En una mirada particular, Argentina había sido
exitosa en reducir su deuda significativamente (2003/15). Hoy después de cuatro
años de otra experiencia neoliberal ha
vuelto a una deuda muy alta en relación al PBI.
La experiencia de Macri en Argentina es un
ejemplo perverso de estas políticas de endeudamiento indiscriminado para
solventar gastos corrientes. Las políticas de endeudamiento llevado adelante
por los gobiernos kirchnerista, habían
sacado el tema de la deuda de la agenda. Cuatro años de políticas neoliberales,
apadrinadas por el FMI, la condujo a otra crisis externa. Se está librando en estos días una ardua
negociación de los pagos y condiciones de la deuda ante los bonistas y las
organizaciones de crédito.
De acuerdo con el último informe de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la deuda pública
que acumulan los 18 países de la región pasó de representar 39,4% en 2017 a
42,3% en 2018 del PBI, lo que significó un aumento interanual de 2,9 puntos
porcentuales impulsado por el endeudamiento de Argentina (95%) y Brasil (77%).
La deuda pública de Brasil es de US$979.040
millones. De acuerdo con el informe de
la Cepal, este país debe pagar la tasa de interés de 5/6 %, siendo la más
elevada en América Latina.
La desafortunada política económica llevada
adelante por Bolsonaro, la crisis y recesión de la economía brasileña, las
tensiones políticas y sociales, hacen un difícil pronóstico de la proyección de
la economía de ese país.
En el ranking, Colombia y Chile muestran un
crecimiento importante de su deuda. Ambos países están sufriendo revueltas
populares continuas, fuertemente reprimidas, en repudio a las políticas de
endeudamiento y ajuste que sufren desde hace décadas.
El alto nivel de endeudamiento es un problema
recurrente y estructural en las finanzas públicas de la mayoría de los países
latinoamericanos. Muchos gobiernos de la región apuestan al endeudamiento
constante para financiar gastos corrientes, déficit en sus balanzas de pago, pago
de intereses y capital de préstamos anteriores, financiar carreras
armamentísticas, gastos suntuarios de sus clases altas, etc.
La economía latinoamericana es el lastre
global, pues crece a ritmos aún inferiores frente a varios países africanos.
Estos resultados demuestran que los modelos neoliberales aplicados en la región
han fracasados, pues durante 40 años cubrieron todos los déficits del gobierno
a base de un endeudamiento dañino.
Valga la paradoja que a pesar de los
resultados vistos hasta este momento, más las pésimas proyecciones para los
próximos años, los organismos internacionales, como el FMI o la CEPAL, aconsejan a los países que continúen con estas
políticas.
No es casual esta recomendación de los
organismos internacionales, gendarmes de estas políticas neoliberales (FMI, BM,
OMC, etc). La deuda como fenómeno estructural es una herramienta de
subordinación de los países periféricos hacia los centrales. Un nuevo neo
colonialismo.
Siempre la deuda fue un mecanismo de
dominación imperial.
En Argentina la deuda casi nació con la independencia,
el famoso préstamo de la Baring Brothers en 1824 al gobierno de Rivadavia inició
un proceso de endeudamiento pertinaz de
la economía argentina durante casi dos siglos. Hubo otros casos escandalosos
como el préstamo de la banca inglesa para financiar la Guerra contra el
Paraguay, que abrió aquel país a los negocios ingleses pero a su vez permitió a
los intereses ingleses saquear nuestras riquezas.
Sin embargo solo en las últimas décadas
alcanza un nivel perversidad como nunca en la historia: la ideología
neoliberal, con su matriz académica en la Escuela de Chicago, el monetarismo
como doctrina económica, la globalización tecnológica, conformaron un coctel
muy peligroso, ya que comenzó un ciclo de acumulación capitalista basada en lo
financiero en detrimento de la economía real.
La deuda fue la herramienta de apertura de los
mercados, así como en siglos anteriores fueron las cañoneras y los ejércitos,
ahora fue el yugo de la deuda y la ficción del libre comercio.
A partir de 1973, con la crisis del petróleo,
la banca comienza a expandirse globalmente con abundantes dólares y tasas
bajas. En primer lugar para apoyar aliados estratégicos de EEUU, las
dictaduras en Brasil, Argentina y Chile
por ejemplo. O bloquear e impedir el desarrollo autónomo de países
del Tercer Mundo, como Nasser en Egipto,
Con el argumento de la modernización,
inserción en el mundo y los mercados y el libre comercio, se incita a los países a endeudarse. Así la
deuda global se multiplica por 12 en
solo 10 años, entre 1970 y 1980. Por supuesto que para que esto fuera posible
se contaba con la complicidad de las clases dirigentes de cada país, muchas
veces dictaduras sangrientas.
Para cerrar el dogal, en 1979 la reserva
Federal decide aumentar la tasa de interés, hasta ese momento variable y baja.
Pasa de 4/5 % a 16/18 % y más en el pico
de la crisis. Así de la noche a la mañana los países endeudados pasan a pagar
intereses tres veces más elevados. A la mitad del juego cambiaron las reglas y
cerraron la trampa.
Para completar el círculo perverso los
mercados internacionales hacen bajar los precios de las materias primas y todos
los commoditys que los países del sur exportan, que a su vez les provee de los
dólares para hacer frente a los compromisos e capital e intereses de la deuda.
Poco a poco los países endeudados, a pesar de
los ajustes internos y las políticas exportadoras se van ahogando en le
imposibilidad de enfrentarse a los plazos fijados. Méjico fue el primer país en
anunciar el default de la deuda (1982).
Es la crisis de la deuda, que marcara toda la
década del ochenta.
Con las crisis recurrentes en diversos países
durante casi toda la década del 80 y parte de los 90, aparece un viejo gendarme
de la ideología libre cambista, el FMI, como último prestamista para los países
en default. En realidad su función es asegurar que los grupos bancarios cobren
y de imponer a los países en default sus
“condiciones”: devaluación de la moneda local, suba de la tasa de interés,
quita de subsidios a los productos alimenticios, energía y transporte, políticas
de ajuste en gastos de salud, educación, jubilaciones, etc., o sea todo el
gasto social, que para ellos es improductivos, apertura de los mercados
comercial y financiero, privatización de las empresas del estado, reformas
legislativas, laborales y previsionales, siempre en beneficio de los intereses
del imperio y de las clases altas locales, o sea profundizar la dependencia con
aumento de la pobreza y la indigencia, ya que se produce una brutal transferencia
de recursos hacia los sectores concentrados y los países centrales.
Las medidas preconizadas están inscritas en un
Plan de Ajuste Estructural (PAE),
Este programa
empaquetado del FMI, perjudica claramente a los sectores medios y populares y
beneficia las empresas y la banca
internacionalizada y a las clases altas
de esos países, casi siempre bajo regímenes dictatoriales corruptos, que muchas
veces malversaron eso fondos y los han fugado hacia los paraísos fiscales.
El caso emblemático
es Argentina, cuya elite empresarial ha fugado más de 400 mil millones de
dólares en las últimas décadas. El endeudamiento del gobierno macrista en
cuatro años endeudo al país en casi 150 mil millones, de los cuales el 90 % fue
apropiado y fugado por los mismos que la originaron.
Otro caso curioso por
la falta de escrúpulos y de límites morales
por parte de los bancos pero también de las autoridades corruptas que
permiten y se benefician con estas prácticas fue la deuda contraída por la
dictadura militar argentina (1976/83). En siete años la deuda creció 5,5, hasta
llegar a 45 mil millones. Pero a su vez la junta militar obligó a las empresas estatales, como el caso YPF, a
endeudarse en el exterior. Así la deuda de la empresa paso de 372 millones de
dólares a 6 mil millones de dólares, o sea
fue multiplicada por 16 en 7
años.
Pero lo más grave fue
que los dólares prestados jamás llegaron a las arcas de la empresa. Fueron
colocados en depósitos en el exterior, tasas menores a la de los préstamos,
generando u perjuicio para el país, pero grandes beneficios vía comisiones para
funcionarios del gobierno.
Toda esto se hizo con
el visto bueno del FMI y del Departamento de Estado de EEUU, sosteniendo a un
régimen corrupto y sanguinario como el gobierno cívico militar que gobernaba
Argentina. Para completar ese circuito
perverso, antes de la salida democrática, el gobierno militar estatizó la deuda
de las empresas privadas, cargando a las espaldas del pueblo las pérdidas de
los negocios privados.
La década del noventa fue una sucesión de
crisis en los países emergentes. Fue el caso en América del Sur en 1994, luego
en Asia del Sur-este en 1997, en Rusia en 1998, de nuevo en América latina en
1999, en Turquía entre 1999 y 2002, en Argentina en 2001-2002, en Brasil en
2002. Pero siempre y por todas partes, las mismas recetas se impusieron: nuevos
préstamos en cambio de una liberalización acentuada de la economía. De hecho,
estos nuevos préstamos solo incrementaron
la deuda y reembolsar los dólares a los
países acreedores.
En estos años aparece la figura del pago de la
deuda mediante la venta, casi siempre a precio vil, de las empresas del Estado.
Así el patrimonio acumulado por
generaciones fue apropiado por la banca acreedora y empresas asociadas a cambio
de papeles de la deuda muy por debajo de su valor nominal.
Este proceso que se vivió en Argentina durante
los noventa, solo permitió una fabulosa ganancia para los acreedores y los
intermediarios, una pérdida de patrimonio, pero también de soberanía económica
y política y un empobrecimiento general de la población.
Pero nada se arregló con ello, por el
contrario la deuda siguió creciendo a nivel global, con crisis periódicas, como
la Argentina (2001/02) o las economías centrales en 2008/10.
La apertura total del Tercer Mundo a los
capitales extranjeros, las medidas
liberales impuestas por el FMI, la especulación permanente de los negocios
financieros globales, la falta de controles sobre los flujos de capital, la
falta de controles, mas allá de los discursos hipócritas, sobre el control de
los paraísos fiscales, guaridas donde se esconde el dinero de la corrupción,
las armas o las drogas, regenteadas por los mismos bancos , han convertido a la
economía mundial en un sistema altamente frágil.
Además la caída del precio de las materias primas
prosigue inexorablemente, por lo que vivimos es más un saqueo de los recursos
naturales de los países emergentes que a intercambios comerciales equitativos.
Después de casi 40 años de programas de ajuste
estructural, la pobreza ha aumentado, el crecimiento es en la mayoría de los
casos lento y errático, las crisis rurales se han agravado y la
desindustrialización ha acabado con las perspectivas de crecimiento.
Vivimos en un mundo en guerra, producto del
saqueo de los recursos naturales: una crisis ambiental global está cercana y está claro que ya
estamos, sobre todo en África y algunos países de Medio Oriente, en una crisis
alimentaria de proporciones apocalípticas.
Lo comprobamos, hoy en día el problema de la
deuda sigue vigente.
Lo muestra nuevamente Argentina, que en un
virtual default, está negociando con los bonistas y el FMI una refinanciación
de la deuda a mayores plazos, que permitan un deshago para afrontar situaciones
de extrema pobreza de parte de su población, poner en marcha su aparato
productivo e ir generando excedentes para afrontar los pagos de la deuda.
Una vez más Argentina fue endeudada
irresponsablemente por una elite empresarial y política, alentada por el FMI y
el Departamento de Estado de EEUU. Está claro que el objetivo de este nuevo
endeudamiento fue desindustrializar la economía, quitar autonomía y soberanía
política y económica, abortar cualquier intento futuro de vuelta de los
gobiernos populares y sobre todo apropiarse de los recursos naturales, energía,
sobre todo el yacimiento de Vaca Muerta, los recursos mineros, sobre todo los
yacimientos de litio en el Norte, los acuíferos y los alimentos.
Veremos cómo se desarrollan las negociaciones,
pero una vez más Argentina es un caso testigo del futuro de la economía
mundial.
Antonio
Muñiz
Febrero 2020
genialujan@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario