El fantasma del Gattopardo.


        Gattopardo, que es el título de la novela del escritor siciliano Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa (1896-1957), que habla de la decadencia de la nobleza siciliana en la época de la unificación italiana. Desde entonces se usa la expresión gatopardismo para señalar la actitud de “cambiar todo para que las cosas sigan iguales", tal como lo proclama reiteradamente el personaje de la novela.
El gatopardismo es la filosofía política de quienes piensan que es preciso que algo cambie para que todo siga igual. Consiste en ceder en algunos cambios para que lo demás permanezca intocado en la organización social. Se refiere a reformas meramente cosméticas, ociosas o de distracción que se proponen para mantener incólumes los privilegios sociales y económicos de un sector o clase social.
No son tiempos hoy en Argentina y en Latinoamérica para políticas gatopardistas, sería un error histórico no avanzar en reformas estructurales. Es cierto que el neoliberalismo es un enemigo, si bien en crisis, poderoso; que como todo modelo impulsado por EEUU  es un proyecto de dominación imperial, pero a su vez internamente es un proyecto de acumulación de poder político y económico de las clases altas argentinas.   La historia argentina tiene sobrados ejemplos del accionar perverso, amoral y violento de esta clase social parasitaria sobre el resto de la sociedad.

Auge y fracasos:

Desde estas páginas y desde muchas otras se viene haciendo una crítica a las políticas neoliberales implementadas en el mundo, y sobre todo en Argentina, con alguna alternancia, desde mediados de la década de 1970. Solo los corifeos del discurso único, economistas convertidos en divulgadores, muy bien pagos, algunos periodistas a sueldo y algún que otro político, con más prensa que votos siguen negando el fracaso evidente de la experiencia neoliberal en nuestro país. El daño estructural que todavía está causando y la destrucción continua de recursos que conlleva su aplicación resulta hoy más que evidente.
También quedó en evidencia luego de cuatro años de aplicación de estas medidas por parte del gobierno macrista de su inviabilidad histórica y política. La experiencia neoliberal una vez más nos condujo a una crisis de deuda y sobre todo a una crisis social, pauperizando a una parte de la población bajo los niveles de pobreza e indigencia. También quedó  claro el rechazo de la mayoría de los electores en las ultima elecciones nacionales, donde la experiencia neoliberal fue derrotada ampliamente en las urnas. El discurso de Alberto Fernández y de todo el Frente de Todos fue un mensaje claramente opositor a esas ideas y fue correspondido por casi el 50 de electorado.
Hay que tener claro que el neoliberalismo no es solo un modelo económico, es un proyecto político, económico y social de reorganizar y subordinar,  a nuestro países  a los intereses de los países imperiales y las grandes corporaciones y a su vez en el interior de los mismos realinear las distintas fuerzas en función de la hegemonía económica y política de las clases más altas. Esto ha podido tener éxito por la fuerte presión de los países centrales y de sus organismos internacionales (FMI, BM, OMC, etc) y porque, en lo interno,  alrededor de este modelo se fue construyendo un andamiaje legal, técnico, económico, cultural que le da sustento pero también lo legitima. Los fracasos evidente de las diversas experiencias neoliberales, Martínez de Hoz y seguidores (1976/1982), las inconsistencias económicas del gobierno de Raúl Alfonsín,  Menen – Cavallo (1987/1999), Dela Rua (1999/2001), Macri (2015/19), fueron callados por la prensa concentrada y por todo el aparato mediático - cultural – económico.
Pero a pesar del fracaso de este modelo en sus diversas versiones se fue moldeando un país a gusto de los intereses del neoliberalismo vernáculo y los designios del FMI y Banco Mundial.
El daño causado en todo el entretejido productivo, con la destrucción de más del 40% de las industrias pymes, la concentración industrial consecuente y su extranjerización, la desocupación y la pobreza como fenómenos estructurales durante décadas, la deuda externa endémica como gran regulador de las políticas económicas, pero sobre todo la gran restricción a cualquier política de crecimiento, hay que sumarle la destrucción del estado  y su objetivo de llevarlo a su mínima expresión, la destrucción del concepto patria o nación, como un colectivo de voluntades en pos de un objetivo común, la perdida de  valores culturales y morales, la ruptura de lazos sociales, la exacerbación del individualismo extremo, la falsa meritocracia, el sálvese quien pueda, que conducen a la destrucción de la comunidad, de lo social, y por ende a una negación de la política y lo político.
Como decíamos los cambios introducidos  por el neoliberalismo en la sociedad y las instituciones políticas, sociales y culturales se ha convertido en estructurales y han ido persistiendo a pesar de los sucesivos gobiernos y de la periódicas crisis.
Estas instituciones le dan cobertura y sostén al periódico regreso una y otra vez a estas experiencias nefastas y a su vez le dan legitimidad, adueñándose del relato económico y político, como la única salida posible y racional, frente a la supuesta irracionalidad del “populismo “y otras opciones políticas alternativas.

Caballo de Troya.

Según Harvey, en su reciente trabajo sobre la historia del neoliberalismo, el caso argentino constituye para el autor una suerte de manual de cómo  funciona este modelo. El “caballo de Troya” fue la entrada y salida de capitales especulativos de corto plazo, en una especie de “montaña rusa”, donde los ingresos eran notorios pero también sus salidas bruscas. Esta volatilidad alejo a las actividades productivas y generó  lo que se llamó “bicicleta financiera”. El ingreso de capitales fomentaba una expectativa positiva, pero la salida brusca llevaba rápidamente a una “crisis” autoinducida y a una crisis de deuda. El acaparamiento  de riqueza se concretaba por la apropiación de activos ya existentes, sobre todo estatales, y no por la creación de nuevas empresas o proyectos productivos. Harvey lo denomina  “acumulación por desposesión”, Basualdo en sus trabajos sobre la economía argentina en estos periodos llega a la misma conclusión
Se trata de un proceso  tres fases: endeudamiento, crisis y privatización de los activos estatales. O sea el ingreso de capitales que se fue convirtiendo deuda externa a partir de 1976 y el golpe militar y las sucesivas crisis de pago durante la década del 80, fueron llevando a la necesidad de pagar la deuda con las empresas del Estado. El proceso de privatización llevado adelante por Menem y Cavallo tuvo este claro objetivo, llegando a extremos como la privatización de YPF a cambio de bonos de la deuda a valores nominales. Este proceso fue, según Harvey, la “trampa del endeudamiento” y llevó  a la destrucción de ingentes recursos estatales y sociales a mano de empresas extranjeras, a cambio de papeles de deuda, bastante devaluados.
La próxima negociación de la deuda en que está embarcado el nuevo gobierno argentino corre el riesgo que los acreedores avancen en  la desposesión de recursos naturales, caso Vaca Muerta y otros recursos valiosos y estratégicos como el litio. De más esta decir que el irresponsable endeudamiento del gobierno de Macri tuvo y tiene la oculta finalidad de entregar a valores viles la riqueza de nuestro suelo a especuladores  financieros internacionales.
Veremos como el actual gobierno hace frente a la situación planteada, pero queda claro  que una y otra vez el mecanismo perverso vuelve a instalarse, con el riego, como sucedió en 2015, de contar con el apoyo de un sector importante de la sociedad argentina.

¿Nunca más?

Si realmente creemos que hay que decirle NUNCA MAS al neoliberalismo es imprescindible pasar a reformas estructurales  que desmonten el aparato que le da poder político, mediático y legal.
En principio hay que derogar todas las leyes que sirvieron y sirven a estos propósitos, comenzando por la Ley de entidades financieras, dictada por Martínez de Hoz en 1976, piedra basal del modelo porque marco el comienzo del proceso de acumulación financiera, la extranjerización de la banca, la dolarización de la economía, que a su vez sirvió para el proceso perverso, que aún perdura, de apropiación y fuga de divisas. La banca debe estar altamente regulada por el Estado y puesta al servicio de las actividades productivas. La otras dos grandes leyes que deben ser derogadas y que marcaron el proceso de privatización, son la ley de reforma del Estado y la ley de emergencia del Estado, que junto con otras leyes, decretos  y normas internas de diversos organismos hicieron viable el proceso de desposesión de las empresa y recursos del estado durante la década del noventa, el saqueo de nuestra riquezas y la destrucción de gran parte del entramado productivo.
No esta demás aclarar que este proceso de saqueo sigue vigente, junto a las privatizaciones de empresas y servicios del estado se continúan abonando cuantiosos volúmenes de subsidios estatales a las empresas concesionarias, cuando lo que se privatizó fueron las partes más rentables del negocio.
Tal vez uno de los más vergonzosos casos de corrupción que seguramente la  investigará en los próximos meses es el caso de los subsidios a las autopistas privatizadas, donde tiene uno de sus negocios más rentables la familia Macri. Es tan grande la apropiación de recursos por parte de las empresas concesionarias ya que no solo reciben un alto peaje, sino también como “compensación” cuantiosos subsidios. Lo mismo puede decirse de la privatización de Ferrocarriles,  Correo Argentino, puertos, aeropuertos, la generación y distribución eléctrica, agua, gas,  aerolíneas, YPF, y sigue una larga lista, muchas  de ellas además de subsidios tienen asegurado un mercado monopólico y ahora, gracias a Macri, tarifas dolarizadas.
Es que conjuntamente con esta brutal trasferencia de riqueza, se alentó un profundo proceso de concentración y extranjerización de muchos sectores económicos, generando en mucha áreas monopolios u oligopolios, en beneficio siempre de las mismas empresas o grupos, y en muchos casos siguiendo la lógica del neoliberalismo, de poner al estado al servicio de los negocios se obligó a este a pagar cuantiosos subsidios a las mismas. En algunos casos en situaciones tan escandalosas que la empresas cobran más por vía subsidios que por las tarifas.
Es imperioso poner fin a esta desangre constante de recursos que en la mayoría de los casos terminan fugándose, en lugar de volver a inversiones, tal cual está estipulado en muchos contratos de concesión.
Entre las medidas urgentes es necesario poner a la justicia a investigar todo este proceso, porque además de lo perverso y perjudicial para el erario nacional, hay además hechos de corrupción manifiesta, de muchos empresarios y muchos ex funcionarios del gobierno macrista. Al mismo tiempo es fundamental investigar la fuga de capitales y las cuentas en paraísos fiscales  por parte de los mismos actores. Según cifras extraoficiales existen cuentas en cuevas fiscales por parte de ciudadanos  argentinos por más de 500 mil millones de dólares. De más está decir que es dinero en negro, o sea que no ha pagado impuestos y casi con seguridad  proviene de la corrupción u otros ilícitos.
Debe ser imperioso, entre otras,  derogar todas las leyes y normas citadas, eliminar los subsidios, nacionalizar todas las empresas y servicios privatizados, iniciar y planificar un programa de industrialización,  controlar el comercio exterior, controlar el flujo de capitales, poniendo restricciones claras que limiten el accionar especulativo, buscar mecanismo de recuperación de los fondos fugados, dictar una ley antimonopólica, que permita una mayor trasparencia en los mercados, fomentar el ahorro interno y orientarlo vía créditos al sector productivo.
Estas reformas deben ser encaradas en el marco de un gran pacto político y social, luego de un amplio debate y búsqueda de consensos; avanzar en la construcción de un nuevo pacto fundacional, que incluya a todos los sectores cuyos intereses concuerden con los intereses nacionales y populares.
Por supuesto que no son medidas fáciles de tomar, el poder político, económico y mediático de estos grupos es muy grande. Pero de no encarar estas reformas el fantasma del neo liberalismo y todos sus monstruos estarán al acecho, listos para volver en cualquier momento. Solo están esperando y trabajando para el fracaso de esta nueva experiencia popular.



Antonio Muñiz

http://causapopularynacional.blogspot.com/

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