por Julio Bárbaro
Una nueva duda existencial: no sé a quien votar.
Pesada carga para los que nos creemos expertos en el tema, una excusa
bien lograda para los que viven denostando a la política sin atreverse
a expresar su amor por las dictaduras.
Se convierte en un silencio desagradable cuando alguno que confía en
nosotros nos interroga de pronto esperando respuesta.
Necesitábamos un pacificador que edificara el consenso, y por
momentos, advertimos que se intenta convertir el resentimiento en
discurso revolucionario. Así y todo, el gobierno sigue siendo lo más
cercano a mi pensamiento y lo más agresivo a mi paciencia, evaluada la
escasez de la góndola electoral, con su toque de provocación peronista
que convoca a la cacería de gorilas en la selva achaparrada de
enredaderas éticas. Y a renglón seguido, le deforma el rostro un
conjunto de rictus de la izquierda decadente que espanta a muchos sin
convocar a nadie.
Estoy en contra de los que lo odian por sus virtudes de devolución de
poder al estado y dignidad en el trato con la ideología hoy en crisis
y me molesta que luego de enfrentar a enemigos reales, se inventen
autóctonos solo para justificar metidas de pata. Queda claro que al
tener mayoría propia terminaron convirtiendo al Congreso en un cuerpo
casi clandestino, pero no queda nada claro cómo se las van a arreglar
cuando pasen a ser primera minoría.
La verdad es que no era difícil entender al gobierno y apoyar su
gestión hasta que decidieron complicarnos la vida: para vengarse de
Telerman, coronaron a Macri; para enfrentar al campo, sin razón,
inventaron a Cobos; para convencerse de que son revolucionarios,
expulsaron a los gobernadores y a la clase media y redujeron su
sistema a un grupo de intelectuales y un cordón donde impera la
clientela electoral y la marginalidad.
Sinceramente, resulta complicado entender sus odios y casi imposible
compartir sus afectos.
Cuando Felipe Solá se une a Macri, define un espacio de centro derecha
tan respetable como distante del pensamiento peronista. Los restos de
Menem que Duhalde mantuvo en hibernación aportaron clientela y
encontraron destino. Luego nos queda Carrió, para mi gusto la síntesis
más perfecta del gorilismo de barrio norte. Usar la ética para
sustituir las ideologías es el sueño eterno de las derechas, termina
con ricos decentes y pobres corruptos, todo un mapa de la realidad
social .Y retorno a mi viejo peronismo, hasta que choco con el afiche
de Heller que me avisa que resiste a la prueba del prontuario, y ni
hablar lo que resiste a la prueba del peronismo.
Muchos viven la política como un partido de fútbol, los jugadores son
pasajeros, lo permanente es la tribuna. Esos le meten a la provocación
del gobierno copiada de la izquierda decadente un poco de la mística
popular que ha perdido hace rato.
El peronismo es el fruto nacional de la alianza de los sectores
productivos, obreros y empresarios; la izquierda es la división
permanente de la alianza circunstancial entre algunos intelectuales y
muchos marginales.
La derecha, vertebrada en sus intereses, se va armando su partido y su
sistema, algunos sectores impresentables que se consideran
revolucionarios suelen ayudarla al agredirla.
Nuestros progresistas insisten en generar más candidatos que ideas,
cosa de seguir teniendo más partidos que votos.
Con Raúl Alfonsin se nos fue lo último permanente de la política, todo
lo demás es tan pasajero como los objetos de la sociedad de consumo.
Los hombres usan los partidos y se los llevan a la casa. Al viejo
militante lo heredaron los operadores de negocios, y a estos los
sustituyeron los obsecuentes a tiempo completo.
Nos queda rearmar el peronismo superador de los caprichos de Calafate
con aquellos a los que Macri nos resulta muy a la derecha y Kirchner
muy a la deriva.
Entre el PRO y los radicales con Lilita van a discutirse los votos del
centro a la derecha; el centro izquierda queda libre y ese fue desde
siempre el espacio del peronismo.
No somos los únicos en esa propuesta, más solos estamos todavía en la
posibilidad de convertirla en gobierno.
Rescatemos lo mejor de los Kirchner, superemos sus caprichos y su
falta de respeto al peronismo y sus cuadros.
Parece un acto de soberbia expresarlo, pero hasta el momento solo
desde el peronismo puede surgir una fuerza superadora de lo actual.
De lo contrario, uno no sabe a quién votar.
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