A 40 años del heroico Cordobazo
por Lido Iacomini
Hoy, a 40 años de aquellos acontecimientos, es posible intentar establecer los nexos históricos entre el impactante estallido popular de Mayo del `69 –que imprimió su sello a una época- y el desenlace institucional del `73, que devolvió, con la soberanía del voto, el gobierno democrático al movimiento nacional y popular.
Una interpretación extendida en ese entonces –pero una mirada más entre tantas posibles- afirmaba que estábamos ante un viraje histórico de los acontecimientos, un punto de inflexión (¡ya nada sería igual!), una emergencia tumultuosa y palpable de una situación revolucionaria . Una clase obrera nuevamente protagonista junto a un estudiantado movilizado y altamente politizado irrumpían en la escena junto a una nueva izquierda (peronista y no peronista) que venía desarrollándose desde la revolución cubana. Atrás quedaban los debates entre reforma y revolución: las opciones que inundaban las apasionadas tribunas eran si revolución socialista ya ó nacional democrática, si vía insurreccional o guerra popular prolongada. Y por supuesto si peronismo revolucionario o izquierda clasista.
El combativismo de las vanguardias políticas coincidía con las necesidades populares de sacudirse de encima a la dictadura opresiva aunque los objetivos más precisos de las mismas no coincidían con sus aspiraciones e ilusiones más inmediatas: el regreso del peronismo de Perón al gobierno y al poder, el retorno del General a su patria y el cese de la proscripción que, directa o indirecta, total o parcial, sufría el peronismo desde el golpe del `55. Tras 17 años de proscripción el liderazgo de Perón era más fuerte que nunca.
Quienes no veníamos de una tradición peronista teníamos dificultades adicionales para entender la complejidad de la situación en su onda más larga: la que unía el golpe gorila del`55 con el desenlace electoral del `73, facilitado por la insurgencia que abrió el Cordobazo. Los nuevos rasgos que ofrecía el desarrollo industrial argentino, promovido y aprovechado por el imperialismo norteamericano, diferían de las condiciones en que el primer Perón encontró y alentó al movimiento obrero de mitad del siglo XX. Un proletariado joven, principalmente mecánicos y metalúrgicos, facilitó el surgimiento del sindicalismo clasista, estimulado desde una intelectualidad también joven y embebida por el espíritu revolucionario de la época.
Pero el clasismo tuvo serias dificultades para entender el alcance político de la proscripción del movimiento mayoritario y la significación histórica del movimiento nacional en los períodos anteriores a la “libertadora”, principalmente en el papel de Perón como líder instalado en la conciencia y en el imaginario de los sectores populares argentinos. En consecuencia de la decisiva importancia de la lucha por el retorno de Perón a la Patria.
Pero también, largamente amasada, se estaba desarrollando una izquierda peronista, y aunque no menores fueron sus equívocos, importantes fueron sus aciertos. Si bien en lo fundamental tenía el mismo origen social y de clase de la nueva izquierda, era superadora de sus limitaciones en la comprensión del “fenómeno maldito” de la sociedad argentina pero compartía sus voluntarismo político y la arrogancia vanguardista que la hacía ubicarse demasiados pasos por delante de la conciencia y la voluntad de la mayoría de la población.
Así como el 17 de Octubre la irrupción plebeya le dio un viraje a la historia que se institucionalizó con éxito con el primer gobierno de Perón, fundiendo con claridad a esas masas protagonistas en el resultado político casi inmediato que fue el peronismo, el alzamiento revolucionario del Cordobazo desembocó recién luego de una larga y sinuosa lucha política, e incluso “militar”, en la institucionalización de la derrota dictatorial con la llegada de Cámpora al Gobierno y luego de Perón al poder. La incomprensión dominó la escena y las contradicciones políticas y de clases predominaron y de ello se aprovechó la reacción y el imperio agazapado, reconquistando a sangre y fuego el Estado y el poder.
El neoliberalismo se estaba gestando ya y finalmente se enseñoreó.
Nunca se conformará a todos cuando uno recurre a las comparaciones de hechos cercanos en la historia, que hemos vivido e incluso protagonizado, seguramente desde distintas tradiciones políticas, ideológicas y partidarias, con diferentes experiencias y miradas personales. Pero me atrevo a comparar a este cercano final del 2001, al 19 y 20 de diciembre, en que un pueblo golpeado y cercenado por el genocidio y la represión, acorralado por la crisis y la desocupación, le dijo basta al neoliberalismo que nos desarticuló como nación y fue de golpe centro de las miradas y la admiración de los luchadores de todo el mundo. No es el momento de detenerme en si el duhaldismo y los caciques de la Provincia de Bs. As. se enancaron en esa situación en su provecho. Lo cierto es que luego de un duro 2002 de insurgencia y movilización, de desgobierno y Puente Pueyrredón, Duhalde tuvo que llamar a elecciones y nuevamente el desemboque de ese punto de viraje que también fue Diciembre del 2001 culminó en una elección y esta vez fue Kirchner quién ganó. Por puntos pero ganó.
Se hizo cargo del significado y muchas de las demandas del 19 y 20. La política de Derechos Humanos fue su paradigma junto a la no represión. La economía se recuperó y descendió la desocupación. Pero el problema político aún no se resolvió. Hay muchas maneras, nuevamente, de mirar esto. Saque ud. sus propias conclusiones, lector, es necesario. Pero conmemoramos el Cordobazo y por ende el protagonismo combativo de la clase obrera y del pueblo y desde ese lugar yo me atreveré a una posible observación. Tres insurgencias, distintas épocas: en la primera, el 17 de Octubre, la construcción política que heredó la gesta fue el peronismo sin discusión y la izquierda, ciega se le enfrentó; en la segunda, el Cordobazo las nuevas organizaciones surgidas desde abajo, la izquierda (peronista y no peronista) zigzagueó, no fue capaz de asimilar la tradición política vigente aunque hizo esfuerzos en esa dirección y finalmente capotó. Estamos en la tercera, finales del 2001, que no nos dejó de su primera etapa más que el sabor amargo de ver la mezquindad de izquierdas que querían capitalizar para sí las asambleas, los movimientos piqueteros y la movilización, en una parodia de lucha política por la “hegemonía”en la conducción. En síntesis abortaron la organización. El kirchnerismo intentó la transversalidad como forma de asimilar lo nuevo, la diversidad y repotenciar la política como salida hacia una nueva situación. Sin dudas fracasó y se pueden repartir culpas que la hora temprana no nos permitirá transformar en lecciones que alumbren el camino. Lo cierto es que, concientes de que el viejo pejota ya no da para mucho más, estamos sin alternativa de construcción política que aliente el desarrollo de un nuevo movimiento nacional y popular para enfrentar a la renacida derecha que, al decir de Carta Abierta, camina hacia la restauración conservadora. ¿Será la hora de nuevas formas de protagonismo popular? Sin duda en la memoria del pueblo están el 17 de Octubre de 1945, el 29 de Mayo de 1969 y el 19 y 20 de Diciembre del 2001 y no lo digo para asustar burgueses sino para escarbar lo necesario, para ayudar a no olvidar, para hacer honor a quienes fueron sus mártires y protagonistas, para ayudarnos a recuperar la decisión necesaria, la voluntad combativa y la fidelidad a la causa del pueblo y la nación.
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