Jorge Giles.
Mientras el oficialismo unifica personería, los opositores ahondan sus diferencias. Una recorrida por los diversos domicilios de la política, nos mostró con toda elocuencia una renovada y pujante mística entre las mujeres y los hombres que abrazan el proyecto político que hoy gobierna la Argentina. Consultamos y entrevistamos a distintos referentes de la Ciudad de Buenos Aires, de las orillas bonaerenses y del interior del país. Todos coinciden en un lugar común, la alegría del que sabe que va al combate electoral por una justa razón. Como si de pronto todos los conflictos nacionales, los más superficiales y los más profundos, encontraran un punto de resolución posible en las elecciones adelantadas para el próximo 28 de junio.
Se elijen legisladores nacionales, pero en verdad, se plebiscitará el modelo de país de los argentinos para los próximos años. Ahora o nunca, parece ser la consigna. Será optar entre una democracia formal, atada al destino de los grupos de poder nacional y trasnacional, o una democracia que defiende el empleo y la producción nacional. Seas o no seas kirchnerista.
Así como el oficialismo muestra su pulsión de vida, las distintas huestes opositoras lanzan rayos y centellas en una pulsión muy distinta.
¿Dónde quedaron sus presunciones de ser fuerzas alternativas y superadoras de esta etapa, que “el kirchnerismo ya fue” y que “el gobierno y sus legisladores deberán aceptar lo que exige el campo de las vacas y la soja o caerán ante el escrache de los dueños de la tierra”?
El diputado Canteros, de Córdoba, fue la última víctima de estas prácticas autoritarias.
Contabilizamos, entre el viernes y el sábado pasado, 324 reuniones convocadas de urgencia por los opositores a lo largo y ancho del país en menos de 24 hs, luego de la palabra presidencial. Cunde entre los distintos grupos el desánimo y la impotencia, la bronca y la angustia de tener que conciliar intereses tan diversos y distantes como los que separan a socios que aparentaban una unidad de acero y ahora demuestran la porosidad de sus alianzas, sus enconos internos, sus desconfianzas, sus vanidades, sus recelos. Creen ver en la debilidad gubernamental, las razones del adelantamiento electoral. Si así fuera, ojala todos los gobiernos llamen a elecciones, en lugar de convocar los colmillos de la represión, como ocurría antes. ¿Se acuerdan?
Mientras prevalece el revuelo en la granja opositora, la rebelión contra el pasado, es patrimonio del oficialismo.
¿Rebaja de las retenciones a la soja o Junta Nacional de Granos? ¿La ley de la dictadura o una nueva Ley de “radiodifusión”? ¿La vuelta de los ferrocarriles o seguimos con los piquetes y accidentes mortales de las rutas argentinas? ¿Defensa y valoración de los pueblos originarios o xenofobia? ¿Respeto a las minorías sexuales o no? ¿Soberanía nacional o no? ¿Cuidamos el empleo y el consumo interno o nos atamos a la crisis mundial? ¿Respeto irrestricto a los derechos humanos o vuelta al pasado de los genocidas?
Es la disputa entre el viejo país y este otro, tan nuevo como lleno de contradicciones, pero en definitiva, un país en cinta de más justicia social, más inclusión, más libertad.
Una porción de opositores, rechaza esta decisión porque no les da más tiempo para la rosca y el internismo. Son los que acaban de denunciar al gobierno democrático argentino ante la poderosa SIP, la Sociedad Interamericana de Prensa, sospechada por su cercanía a la CIA y al “Operativo Cóndor” de las dictaduras sudamericanas, presidida hasta muy poco tiempo atrás, por quien fuera el director de prensa de la dictadura uruguaya, Danilo Arbilla, tenebroso funcionario que decía defender la libertad de expresión mientras los genocidas secuestraban, asesinaban, torturaban y desaparecían periodistas como Rodolfo Walsh y clausuraban diarios genuinamente independientes. Los firmantes de la UCR y la Coalición de Carrió, deberían saber que de esa desvergüenza tampoco se vuelve.
Vale el homenaje a la memoria de Chenda, aquella valiente argentina exiliada en los EE.UU., que cuando se enteró de la desaparición de su hijo periodista en Buenos Aires, hizo tal escándalo en la cumbre de la SIP en 1981, que los directores de La Nación, Clarín, Gente, La Capital, de Rosario, aún deben recordar a aquella mujer que entre sollozos les recriminaba “¿Y ustedes se dicen argentinos?”
La democracia es generosa. En junio, tendrán oportunidad de votar aquellos que para atacarla, acudieron nuevamente, a los viejos socios de la dictadura. 6
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