Las perspectivas de la economía mundial a partir de la crisis del 2008 (Segunda parte)

La crisis del 2008 marca un cambio de época en el comportamiento de la economía mundial y en el paradigma ideológico dominante en los países centrales.

Aldo Ferrer


3. EL REGRESO DEL ESTADO.
En diversos momentos, la especulación globalizada dio lugar al estallido de crisis en los mercados, como sucedió con las caídas de las acciones puntocom, la insolvencia de algunos operadores y los problemas de deuda de varios países de Asia, Rusia y América latina. Sin embargo, en ningún caso, hasta el descalabro del 2008, la crisis comprometió a la totalidad de las plazas de los países centrales (inclusive las operaciones bancarias y el crédito de consumo e inversión) y al mercado financiero internacional ni afectó, como ahora, a la economía real.

Probablemente, antes del fin de este año 2008 la intervención masiva de los gobiernos de los países centrales en los mercados financieros pondrá un piso a la crisis del mundo del dinero y comenzará una recuperación de valores. Seguramente surgirán nuevos marcos regulatorios que eviten en el futuro trastornos de vasto alcance, como el actual. Las consecuencias de estos hechos sobre la economía real están en pleno proceso. En los Estados Unidos, la pérdida de riqueza virtual provocada por la caída de los valores de los activos financieros y reales y el alto nivel de endeudamiento de las familias, está deprimiendo el consumo y, como arrastre, la inversión. Cabe esperar ahora otras intervenciones públicas para sostener la actividad y el empleo. El paradigma neoliberal se ha derrumbado en el marco de una crisis de amplio alcance.

El enfoque keynesiano, destinado administrar la demanda agregada para sostener la producción y el empleo, vuelve a instalarse, en el marco de una presencia masiva del Estado en el funcionamiento de los mercados, con dos fines principales: por una parte, restablecer el orden en el funcionamiento del mundo del dinero con vistas a ponerle un piso a la caída de valores de acciones y deuda, que no tiene relación con los datos reales de la economía, como no la tuvo, en la fase del auge, la subida explosiva de las cotizaciones. Las supuestas “expectativas racionales” de los mercados que, en la realidad, son la expresión extrema de la especulación irracional, será rescatada por las “decisiones racionales” de los Estados de las mayores economías industriales. Por la otra, sostener la demanda agregada, la producción y el empleo en las economías nacionales y, por lo tanto, mantener las corrientes de comercio e inversiones privadas directas internacionales.

4. LA FUNCIÓN KEYNESIANA DE LA ECONOMÍA DE LOS ESTADOS UNIDOS.

En este escenario subsiste el extraordinario rasgo del orden global contemporáneo referido al déficit de los pagos internacionales de los Estados Unidos y a la disponibilidad del resto del mundo de financiarlo, absorbiendo papeles de deuda y dólares norteamericanos. Las reservas internacionales del resto del mundo están constituidas en dos terceras partes por dólares y las mayores economías han invertido gran parte de sus excedentes de pagos internacionales en deuda de la tesorería norteamericana. Esta situación plantea el interrogante de qué sucedería con el sistema monetario internacional si los países acreedores se desprendieran masivamente de sus activos financieros denominados en dólares.

La pregunta es, probablemente, irrelevante, porque no es previsible que la Unión Europea, Japón, China, ni ningún otro de los gobiernos de las mayores economías del mundo se desprenda masivamente de sus tenencias de dólares. Por dos motivos principales: por una parte, porque nadie está interesado en desestabilizar el sistema. Por la otra, porque el déficit norteamericano expande la demanda agregada a nivel mundial e impulsa la producción y la acumulación de capital del resto del mundo.

Detengámonos brevemente sobre esta segunda cuestión. El déficit de los pagos internacionales de la economía norteamericana instaló una función keynesiana a nivel global. Algunas de las economías más dinámicas, como fue la de Japón en su fase de expansión y, actualmente, China, tienen una capacidad de generación de excedentes y de ahorro que no es totalmente absorbida por la inversión, aunque supere, como en China, el 30% del PBI. La baja capacidad de absorción de las economías superavitarias más dinámicas refleja la distribución interna del ingreso y tasas de ganancias, que no encontrarían destino en la inversión si no fuera por el déficit de los Estados Unidos. Además, el ingreso en los mercados mundiales de bienes producidos en economías emergentes de bajos costos y salarios, contribuyó a moderar las presiones inflacionarias en las economías avanzadas.

En definitiva, todos se benefician con la situación. La población norteamericana se permite un nivel de gasto superior a su ingreso y las economías superavitarias una tasa de acumulación y crecimiento mayor, en el contexto de la expansión de las actividades de la frontera tecnológica y la profunda transformación de la estructura productiva. La interdependencia de las principales economías es así profunda y en todos los planos, incluso en la dinámica ahorro-inversión. América latina también se benefició porque el dinamismo de las economías emergentes de Asia confirió nuevo impulso a la economía mundial y, en los últimos años, contribuyó al aumento de la demanda de alimentos, energía y materias primas, que se reflejó en un sostenido aumento de precios de los commodities.

5. PERSPECTIVAS.

Está por verse si la salida de la actual crisis de la economía internacional modificará, o no, ese comportamiento de la economía de los Estados Unidos. Si sucede, será probablemente gradual con una depreciación del dólar respecto de las principales monedas, el fortalecimiento de la competitividad de la producción norteamericana y el aumento del ahorro interno. Respecto de los países superavitarios, la respuesta está en la ampliación de los mercados internos y el consecuente aumento de la capacidad de absorción, en primer lugar en China e India, cuyas poblaciones constituyen el 40% de la mundial. Esto requiere una redistribución progresiva del ingreso en esos países. Una tercera vía, viabilizada por la mayor presencia de los Estados en la asignación de los recursos, sería emplear parte de los excedentes de los países superavitarios en programas de desarrollo de los países y regiones atrasados del planeta y de preservación del medio ambiente.

Pasada la extraordinaria crisis del 2008, se verá que siguen en pie los mismos problemas anteriores al tsunami financiero actual. Vale decir, las asimetrías en la capacidad de los países de gestionar el conocimiento y crecer, las agresiones al medio ambiente, las amenazas a la paz y la seguridad internacionales. Es posible, aunque poco probable, que los países centrales saquen conclusiones de estos hechos y observen que, con esfuerzos muchísimo menores que los empleados para rescatar al sistema de sus propios problemas, sería posible poner en marcha programas de cooperación internacional. Los mismos serían decisivos para acabar, en plazos históricos breves, con las calamidades que afectan a centenares de millones de seres humanos y, en ese contexto, contribuir a erradicar la violencia, el narcotráfico y otros azotes observables en el mundo contemporáneo. Permitirían, también, transferir la actual función keynesiana del déficit de los pagos internacionales de los Estados Unidos a los programas de cooperación para el desarrollo económico y humano a escala planetaria.

¿Qué enseñanzas nos dejan los acontecimientos actuales a países en desarrollo, como la Argentina y los hermanos de América latina?: en cierto sentido, nada nuevo. Concluir que, para defenderse de las turbulencias externas, es preciso tener la casa en orden, es decir, operar con sólidos equilibrios macroeconómicos en las finanzas públicas y los pagos internacionales. Concluir, también, que el desarrollo económico sigue siendo lo que siempre fue, es decir, la construcción de cada sociedad, en su espacio nacional, de las sinergias esenciales para desplegar su potencial de recursos, generando y asimilando el conocimiento disponible.

Vale decir que los acontecimientos actuales vuelven a demostrar el papel fundamental de la densidad nacional de los países para vivir con lo suyo, abiertos al mundo, en el comando de su propio destino. Así como Keynes vuelve al Norte, aquí, en el Sur latinoamericano, vuelven Raúl Prebisch, Celso Furtado y los otros fundadores del estructuralismo latinoamericano, como referencia esencial para enfrentar con éxito los desafíos que plantea la emergencia de un nuevo orden mundial a partir de la resolución de la extraordinaria crisis del 2008.

Aldo Ferrer
Director Editorial
de Buenos Aires Económico

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