Revista Zoom
Por Hugo Presman
El ácido teclado del periodista Jorge Asís la denominó “Nuestra Gioconda pintada por Botero”.
Hubo otro tiempo de la doctora Carrió en donde posaba de centro izquierda. Irrumpió en la política en la Convención Constituyente reemplazando a su padre. Tuvo una vistosa intervención donde exhibió una fuerte oratoria y conocimientos jurídicos, que sorprendieron a los presentes. Durante el menemismo, fue una crítica persistente y su discurso atrayente la convirtió en una abonada a los programas de televisión. Como Chacho Álvarez fue construyendo sus candidaturas mediáticas. Su participación hegemónica en la Comisión de Lavado, tuvo denuncias certeras y la compra en algunos casos, exhibiendo una notable ingenuidad, de carne podrida. Su trabajo legislativo fue meritorio. Fue parte del triunfo de la Alianza, aunque se apartó tempranamente de ese experimento que avanzaba hacia el abismo. Cuando Néstor Kirchner llegó a la Presidencia sintió que su espacio político había sido ocupado. Y empezó allí un sostenido periplo de seducción de los grupos concentrados y de los medios monopólicos que la fue desplazando a posiciones cada vez más conservadoras. Se fue del ARI, su creación, sin irse y cuando tuvo el convencimiento que debía crear algo más amplio, cierta concepción movimientista de derecha, engendró la Coalición Cívica, una especie de partido de la Revolución Libertadora a la que el humorista Ariel Tarico denomina con precisión como Coalición Cínica. En el medio fueron expulsados o se fueron numerosas figuras políticas conocidas, tan seducidas como luego desilusionadas por la chaqueña que parece haber vivido siempre en Buenos Aires.
Exuberante, fue cambiando su look a medida que se derechizaba. Al mismo tiempo reemplazaba a su referente económico, que pasó de ser un economista de signo nacional como Rubén Lovuolo a un ex empleado del JP Morgan, como Adolfo Prat Gay.
Joven precoz, se recibió de abogada tan rápido como fue madre y luego divorciada. Fue reina de belleza de su provincia y luego la comida cambió tan radicalmente su silueta como años después fue su viraje ideológico. Siendo muy joven, fue fiscal durante la dictadura establishment-militar.
Predicadora de la ética y la república, analiza la historia por la ranura de la corrupción.
Empezó a sentirse cómoda en su papel de pitonisa, mientras su militancia religiosa la acercaba a las posiciones de la Iglesia Católica. Hace un tiempo portaba cruces enormes para evitar que hubiere dudas sobre cuál era su posición y su prédica. Luego fue más recatada, para empezar a incursionar junto a las profecías en un discurso político amarillista. La búsqueda del impacto mediático, el título para el diario del día siguiente, las asociaciones históricas arbitrarias y antojadizas, carentes del menor sustento. Profecías y frases impactantes. Partos, catástrofes, dolores y un final venturoso cuando ella llegue a ser presidente. Posiciones alineadas con los sectores del poder. Casi podría suscribir en la práctica las declaraciones del vicepresidente de CRA, Néstor Roulet, quién afirmó: “Mi maestra me enseñó que la Iglesia, el campo y el Ejército" fueron las "instituciones que hicieron grande a la Argentina”.
Como ejemplo de su desmesura verbal llegó a afirmar: “El kirchnerismo es el nazismo sin campos de concentración”. Luego agregó la comparación de que Néstor Kirchner y Cristina Fernández son los émulos vernáculos de los rumanos Ceaucescu que terminaron ahorcados. Alineada con los sectores agropecuarios fundamentalmente sojeros suele decir “Yo amo al campo”. Frase similar a la que suele recurrir: “Yo amo a los judíos.” En medio de su alineamiento con las AFJP, pronuncia frases estentóreas donde muere cualquier debate: “No entregaremos los fondos provisionales a una banda de ladrones”, no tuvo mejor idea que decir. “Yo convoco a toda la oposición y a la Argentina, no solo a los jubilados sino a sus hijos y a los hijos de los hijos a impedir que el tren salga a Varsovia.” Su ex compañero Eduardo Macaluse le contestó con precisión. “En la Argentina, el tren a Varsovia no es una metáfora, pasó en el ‘76. Yo no estuve en ese tren e intenté que descarrilara. Lilita no.”
La doctora Carrió, que tiene un Instituto que se llama Hannah Arendt, debería ser más cuidadosa y recordar que la filósofa acuñó en su libro Eichmann en Jerusalem la expresión “la banalidad del mal”. En este caso es imprescindible que no banalice una de las mayores tragedias del siglo XX para adecuarla arbitrariamente a sus estridentes campañas propagandísticas.
Muchos de sus fraudulentos vaticinios ignoraron llamativamente la mayor crisis mundial desde el año 1929. Tanto avizorar el futuro, se le escapan ya no los elefantes, a veces hasta la tortuga. Parece como aquel experto en sexo, que conocía todas las posiciones pero desconocía la más elemental: la del misionero.
Los dos escritores y periodistas que mejor manejan la ironía desde posiciones ideológicas antagónicas son Orlando Barone y Jorge Asís, que por esas vueltas de la historia, alguna vez coincidieron en un mismo taller literario.
Fue precisamente el autor de Flores robadas en los jardines de Quilmes quien ha definido con una precisión lapidaria, a la protagonista de esta nota: “Elisa Carrió es una empresa de demolición que no sabe qué hacer con los escombros que produce.”
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