Las perspectivas de la economía mundial a partir de la crisis del 2008 (Primera parte)


por Aldo Ferrer . Director BAE
Miércoles, 19 de Noviembre de 2008

La crisis del 2008 marca un cambio de época en el comportamiento de la economía mundial y en el paradigma ideológico dominante en los países centrales.

La especulación financiera alentada por la desregulación de las transacciones en mercados inundados por la liquidez generada por el déficit de los pagos internacionales de los Estados Unidos y otros factores, culmina en un desorden gigantesco del mundo del dinero.

La intervención masiva del Estado de esos países para restablecer el orden y, seguramente, sostener la demanda efectiva para limitar el contagio en la economía real, reinstala la presencia de las políticas públicas en el comportamiento de las economías nacionales y del sistema global.

Llega así a su fin el período de la hegemonía neoliberal inaugurado en la década de 1970 y formalizado durante los gobiernos del presidente Reagan y la primera ministra Thatcher. Vuelve a abrirse un vacío en el pensamiento hegemónico de los centros, como sucedió desde la crisis de los años ’30 hasta principios de 1970. En ese escenario surgió, en América latina, un pensamiento alternativo liderado, primero, desde la Argentina, y, luego, desde la CEPAL, por Raúl Prebisch.

Ahora, en el marco de la crisis mundial del 2008 y de los pobres resultados del neoliberalismo en nuestros países, volvemos a confrontar con el desafío de analizar la realidad desde nuestras propias perspectivas y diseñar estrategias viables de desarrollo, nacional y regional, dentro del orden global. Es necesario, entonces, recordar la trayectoria de los acontecimientos que culminaron en la situación actual, explorar el rumbo posible del orden mundial a partir de la resolución de esta crisis y sacar las conclusiones pertinentes a la posición de nuestros países en la globalización.

1. De la “escasez de dólares” al patrón dólar. A partir de1945 y en el contexto de la Guerra Fría, los Estados Unidos cumplieron un papel decisivo en la reconstrucción de las naciones que participaron en la Segunda Guerra Mundial, principalmente, de las economías de Europa occidental y Japón. Inicialmente, los déficits de pagos de esos países con los Estados Unidos fueron cubiertos con programas de ayuda, como el Plan Marshall y medidas proteccionistas y de control de cambios de los países deficitarios. En ese entonces, la “escasez de dólares” reflejó los desequilibrios de los pagos internacionales de la posguerra. Hacia finales de la década de 1950 la rápida recuperación de Europa y Japón permitió la progresiva liberalización del comercio y el abandono de las restricciones a los pagos internacionales.

A partir de allí se produjo una transformación radical en el comportamiento de los pagos internacionales de los Estados Unidos y de la economía mundial. La economía norteamericana comenzó a generar crecientes déficits en su balance comercial y en la cuenta corriente del balance de pagos, derivado de la baja propensión al ahorro de la población, las inversiones de filiales de empresas norteamericanas y el déficit fiscal acrecentado por los compromisos militares en el exterior, agravados en situaciones de guerra, como sucedió en Vietnam en 1966-1972 y actualmente en Irak y Afganistán.

El déficit fiscal y en los pagos internacionales refleja el hecho de que el gasto de la economía de la primera economía del mundo excede el ingreso generado por la producción nacional de bienes y servicios más los ingresos por los capitales norteamericanos invertidos en el resto del mundo. Este cambio en el comportamiento de los pagos internacionales de los Estados Unidos provocó varias devaluaciones del dólar respecto de las otras monedas principales, las cuales no restablecieron el equilibrio en los pagos norteamericanos.

En definitiva, el país no se vio forzado a ajustar su gasto al ingreso debido a su posición hegemónica en la economía mundial. La misma le confiere el privilegio de que su moneda nacional sea reconocida como el principal medio de pago internacional y de formación de reservas en el resto del mundo. De hecho, éste funciona como mercado financiero interno de los Estados Unidos con una capacidad ilimitada de absorber la oferta de dólares resultante del déficit norteamericano.

En la década de 1960, varios países cambiaron sus tenencias de dólares por las reservas de oro norteamericanas. El 15 de agosto de 1971, el presidente Nixon suspendió las ventas de las reservas oficiales oro. Éste fue el final del régimen de tipos de cambios con paridades fijas referidas al oro, inaugurado con los acuerdos de Bretton Woods.

En diciembre del mismo año, los gobiernos del Grupo de los Diez establecieron, en el Acuerdo del Smithsonian, el nuevo régimen de paridades flotantes. De allí en más no prosperaron iniciativas para sustituir la creación de liquidez internacional en torno del patrón dólar por medios alternativos, como los derechos especiales de giro y, por lo tanto, de imponer finalmente un proceso de ajuste a la economía norteamericana. El sistema siguió así funcionando con el déficit continuo de los pagos norteamericanos y la acumulación de dólares en el resto del mundo.

La consecuente expansión de la liquidez internacional posibilitó la emergencia de nuevas operaciones denominadas en dólares en el resto del mundo (los eurodólares). Otra fuente adicional de liquidez surgió con el aumento de los precios del petróleo a fines de 1973 y los petrodólares en manos de los miembros de la la Organización de los Países Exportadores de Petróleo. Este proceso de aumento de la liquidez a un ritmo que multiplicaba el crecimiento de las transacciones reales convergió con la cada vez más profunda globalización de la economía mundial.

En efecto: el comercio mundial creció a tasas vecinas al 10% anual desde el fin de la guerra en 1945 hasta principios de los años ’70. A su vez, la expansión de las corporaciones transnacionales integró las cadenas de valor escala planetaria. Al interior de las matrices y sus filiales surgieron excedentes, cuyo rendimiento, en mercados financieros cada vez más integrados, convirtió al arbitraje de las variaciones de paridades y tasas de interés en una actividad tanto o más importante para la rentabilidad que la producción misma.

Simultáneamente, la revolución informática y de las comunicaciones facilitó la integración de las plazas financieras, los bancos internacionalizaron sus operaciones a escala planetaria, surgieron diversidad de operadores no bancarios involucrados en las corrientes de capitales y se multiplicaron los activos y pasivos financieros y sus derivados.

En la década de 1970 ya estaba constituido un mercado financiero global, operativo, atendiendo a las diferencias de horario entre Tokio y Nueva York, las 24 horas siete días a la semana. En los mercados de cambios, cuyas operaciones diarias superan, actualmente, u$s2 billones, el 95% corresponde a movimientos de capitales especulativos de corto plazo. El cambio de expectativas y los comportamientos en manada de los operadores, contribuye a formar burbujas especulativas y a la volatilidad que caracteriza a los mercados financieros contemporáneos.

2. De Keynes al neoliberalismo. A fines de la década de 1960 y principios de la siguiente se acumularon tensiones inflacionarias en la economía mundial. Las principales economías industriales registraron aumentos de precios de dos dígitos bajo el impacto de políticas fiscales expansivas y, en el caso de los EE.UU., los gastos por la guerra de Vietnam. Simultáneamente, aumentaron los precios de los alimentos y materias primas, en parte, impulsados por la especulación en commodities.

Entre 1972y 1973 los precios del petróleo se cuadruplicaron y terminaron de configurar un escenario de alta inflación simultáneamente con la desaceleración de la economía mundial y el aumento del desempleo. Fue el período de stagflation que culminó con el abandono del paradigma keynesiano, prevaleciente desde la década de 1930 y durante el período dorado de la posguerra (1945-1970).

A partir de entonces, la lucha contra la inflación se convirtió en el objetivo dominante de la política económica de los países centrales. El aumento de las tasas de interés profundizó las tendencias recesivas en la economía mundial y deprimió los precios de los productos primarios. América latina, que se había endeudado en la fase expansiva del crédito internacional, quedo atrapada por servicios que excedían su capacidad de pagos.

La crisis de la deuda latinoamericana y el inicio de la “década perdida de los ’80”, se formalizó con la suspensión de los pagos de la de México en agosto de 1982. A comienzos de la década de 1980, Ronald Reagan y Margaret Thatcher consolidaron las nuevas orientaciones de la política económica de los países centrales en torno de la desregulación de los mercados, la apertura de las economías, la reducción de la intervención del Estado y la prioridad de la estabilidad de los precios en las políticas monetaria y fiscal de los países centrales.

En América latina estas políticas, definidas como el Consenso de Washington, dieron lugar a estrategias que, en la Argentina, culminaron con el endeudamiento hasta el límite de la insolvencia y la extranjerización del control de los principales sectores y empresas de la economía. Los tipos de cambio sobrevaluados, prevalecientes en varios países en el transcurso de la década de 1990, debilitaron la competitividad de las economías y atrajeron capitales especulativos, en un escenario de abundancia del financiamiento internacional.

Las políticas “neoliberales” fueron propicias para la continua expansión de las corrientes de capitales especulativos. En la década de 1990 y principios de la siguiente, el proceso fue favorecido por las políticas de bajas tasas de interés en los Estados Unidos, las cuales estimularon el consumo a crédito y, en el caso de los inmuebles, dieron lugar a un sustancial aumento de sus valores y a una nueva plataforma para el mayor aumento del crédito hipotecario.

La sofisticación de los intermediarios, en un contexto desregulado, multiplicó la diversidad de activos financieros y aumentó su rentabilidad sobre fundamentos insustentables. Finalmente, la crisis de las hipotecas subprime arrastró a la totalidad de los mercados financieros, incluso a las operaciones interbancarias y al crédito. Entre principios de octubre del 2007 y el 2008, la caída de los valores en todos los mercados de capitales del mundo supero los u$s27 billones, equivalentes a casi dos veces el PBI de los Estados Unidos y el 40% del mundial.

No hay comentarios:

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.