Raúl Scalabrini Ortiz: El destructor de espejismos



Siguiendo el precepto de Roger Bacon, Raúl Scalabrini Ortíz contempló el mundo y el tiempo en que vivió. Es cierto, contempló su época y dio cuenta de ella. Scalabrini fue un hombre de letras, pero también un hombre de acción; un ser que, a través de su obra literario-periodística y sus producciones teórico-políticas, procuró la transformación de la realidad. A su vez, también es cierto que sus sueños de cambio fueron desafiados por los propios devaneos intelectuales, los cuales estuvieron marcados por la búsqueda de una identidad individual y colectiva junto a la necesidad de escudriñar ciertas cuestiones vinculadas a la realidad político-económica del país. Una línea de fuerza parece condensar el afán de Scalabrini por entender su época: indagar acerca de quiénes somos y de dónde provenimos. Estas son las preguntas que canalizan los movimientos intelectuales y espirituales que van modelando el espacio urbano-arquitectónico (cuerpo y alma) en Raúl Scalabrini Ortíz. "Atreverse a erigir en creencia los sentimientos arraigados en cada uno, por mucho que contraríen la rutina de creencias extintas, he allí todo el arte de la vida", sentenciará Scalabrini. Y esta sentencia encuentra su marca de hierro candente en un niño que va creciendo bajo la influencia de perfiles familiares contradictorios: este niño nacido en la provincia de Corrientes el 14 de abril de 1898 es hijo de Pedro Scalabrini, un positivista convencido de lo central de la ciencia para el entendimiento del universo, y amigo de Florentino Ameghino y de Ernestina Ortíz (los Ortíz de Paraná) de abolengo patricio y acendrada creencia católica. Por otro lado, Raúl tiene un hermano mayor, Pedro, que se reúne asiduamente con sus primos Manuel Gálvez y Evaristo Carriego. "La Brasileña" o "Los Inmortales" serán los lugares donde Pedro y sus primos vivirán noches en las que, como dice Norberto Galasso " alternan las imprecaciones de Florencio Sánchez con las bromas de José Ingenieros, o los versos arrebatados de Alberto Ghiraldo; la escuela de la calle y sus verdades ríspidas, mezclando los invertebrados y los rectángulos con el dolor del arrabal, la tragedia del desocupado y la carga represora de los cosacos". Esta será otra de las influencias familiares que irá marcando el espíritu y las ideas de Raúl Scalabrini Ortíz. Anteriormente habíamos mencionado el interés de Scalabrini por las letras. La guerra del’14, "La Gran Guerra", lo encuentra sumergido en la avidez de la lectura: Guy de Maupassant, Edgar Alan Poe y Oscar Wilde, en una etapa inicial; luego Gogol, Tolstoi, Gorki y Dostoievski. Llega el tiempo de la facultad y con ella el tránsito por una fugaz experiencia política que, sin embargo, lo marcará en el futuro. Scalabrini recordará esa época con estas palabras: "Todos sabíamos que el pueblo ruso se debatía bajo la férula de una clase dirigente egoísta y rapaz, que contra la voluntad popular se imponía con el apoyo del capitalismo extranjero, francés en su mayor parte. El tiempo de la Revolución (de octubre de 1917) conmovió al mundo...". El impacto de la Revolución Rusa lo acerca al marxismo y es así como lee fervientemente los textos de Marx, Engels, Lenin y Plejanov. Comprende, a través de estas lecturas, la importancia de los factores económicos (estructura) sobre los acontecimientos sociales, políticos, culturales e ideológicos (superestructura). El acercamiento al socialismo revolucionario y la formación del grupo "Insurrexit" más la suma de las lecturas habituales, marcarán en Scalabrini la fuerte interpretación de los sucesos económicos como sustrato o basamento de ciertas condiciones de dominación social y cultural. Scalabrini Ortíz se recibirá, finalmente, de agrimensor y en busca del sustento económico obtiene un trabajo en la Dirección de Puertos. La inquietud literaria sigue siendo una cuenca inagotable. Frecuenta la librería editorial de Manuel Gleizer, a través de quien publica en 1923 un libro de cuentos titulado "La Manga". Ingresa, por esos años, al grupo Florida. Querer saber quiénes somos, de dónde provenimos y hacia dónde vamos es la fuerza que lo guía en su experiencia y, también, en el confuso camino hacia la construcción de una identidad; hacia la fe o el espíritu que de forma y supere al cuerpo de ese hombre que sufre y espera. La búsqueda de una tarea mayor y colectiva, que franquee la conformación dialéctica de su carácter; algo que trasvase los límites de su individualismo y que supere aquellas contradictorias influencias que lo marcaron en su niñez. En síntesis, crisis espiritual, escepticismo que se halla reflejado en su libro de cuentos y desorientación. Acercamientos a la literatura y a la filosofía; viajes por el interior del país. "Días de sufrir, días de esperar", dirá Scalabrini. Entre los años 1924 y 1930 realiza el clásico viaje a París, el cual caracteriza el desplazamiento o movimiento que un escritor debe realizar para la consolidación oligárquica de la exquisitez (Scalabrini tiene ahora, otros amigos: Borges, Gainza Paz, Enrique Mallea, etc.) y su posterior consagración. Pero el resultado de este viaje se transforma en la desviación del camino trazado y en la dilución de un esperado cierre del círculo tradicional del escritor argentino. Apunta Scalabrini: "Yo llevaba una estima reverente, conjeturaba que los europeos eran con relación a sus obras lo mismo que nosotros en relación a las nuestras: infinitamente superiores a sus realizaciones. Me equivoqué. Di con técnicos. Técnicos del saborear. Técnicos de la escritura... Cada hombre está íntegramente en su órbita. El labriego es el mejor labriego, y el historiador el mejor historiador, nada más. Pero no sentí en ellos esa congestión de posibilidades, esa desorientación de solicitudes; ese afán de inhallables que había sentido palpitar en la entraña joven de mi tierra... Comprendí que nosotros éramos más fértiles y posibles porque estábamos más cerca de lo elemental. La revisión fue brusca y profunda. Hasta la historia de los hombres de mi tierra se abrió ante mí como si sus hechos fueran las radículas procuradas de la savia del futuro... Desde entonces mi fe es la que los hombres de esta tierra poseen el secreto de una fermentación nueva del espíritu". El espíritu de la tierra comienza a erigirse en esa suerte de fe, de empresa superior que lo orienta en el entendimiento de su crisis tanto espiritual como política. Comienza así a tomar forma el sentido de aquellas preguntas iniciales: saber quiénes somos, de dónde provenimos y hacia dónde vamos. Sus ojos se han vuelto hacia la Argentina: la tierra y su espíritu; la energía de una pampa casi esotérica, indómita, en su inmensidad. Inicia, guiado por este vuelco en su visión del mundo, sus viajes por el interior del país. Conoce el verdadero rostro de esta tierra: "cepos en una estancia perteneciente a una sociedad inglesa en Salta, con el que se castigaba a los peones; jornaleros de la selva "montoliera" cuya comida depende de incalculables azares; la lucha junto a las laderas de la Sierra del Alto, para intentar construir un ferrocarril estatal...". En fin, el resultado de esos viajes constituye la apertura definitiva del camino hacia la lucha antiimperialista. Otro hecho de importancia que marcará su radical alejamiento del rol del intelectual consustanciado con la escritura colonial del vasallaje oligárquico, lo constituye la relación que entabla con el escritor y metafísico Macedonio Fernández, el hombre que se automargina del mundillo literario y filosofa en una habitación de pensión. El primer metafísico argentino que desprecia "la celebridad fabricada del poder dominante". Scalabrini afirma y consolida su visión del país y de los países centrales; afina el análisis de las relaciones estructurales entre Argentina y Europa. Hacia los últimos años de la década del veinte, Scalabrini toma contacto con un grupo nacionalista oligárquico (nuevamente aflora en él la contradicción dialéctica, marcada por la influencia del modelo dual de familia), que publica "La Nueva República". Pero los valores vertidos por su padre se imponen y pronto se aleja de lo que para él representa "un nacionalismo reaccionario nacido, no en la lucha contra el imperialismo, sino para combatir a los obreros extranjeros y a sus ideas internacionalistas". Hace periodismo escribiendo para La Nación, El Hogar y El Diario, mientras busca esa tarea mayor, esa empresa colectiva, esa "tarea irrealizable", que podía ser realizada en cualquier momento. Para ser yo mismo - dice Scalabrini - "quería fundirme en algo más grande que yo mismo". La muchedumbre innúmera: el espíritu de lo que será el hombre que está solo y espera. Estalla la crisis de 1929, conocida como "Jueves Negro" y el país ve resquebrajar su economía agraria semi-colonial. Al disminuir los derechos aduaneros por la caída del comercio exterior, el Estado paraliza las obras públicas y cesantea a miles de agentes. La desocupación es desesperante. La oligarquía agrícola-ganadera se encuentra aterrorizada. Yrigoyen y el juego de la apertura de un proceso democrático, ya no le son útiles a los dueños de la tierra. El 6 de septiembre de 1930, el general Uriburu (títere del poder hegemónico) derroca al gobierno de Yrigoyen, elegido en forma popular. Nuevamente aparece un Scalabrini Ortíz todavía políticamente inexperto, inmaduro, apoyando el golpe contra el gobierno de Yrigoyen. Llega a sus manos, de modo inesperado, un volante que denuncia a los nuevos ministros del gobierno de Uriburu. Estos son directivos de empresas extranjeras. Scalabrini comprende su error y empieza así a revalorizar la figura de Yrigoyen. Decide abandonar el diario La Nación, donde había llegado a alcanzar el título de redactor, uno de los cargos más altos y de mayor prestigio según Scalabrini, para pelear desde el llano en defensa de la voluntad popular. Pasa entonces, a atacar a la dictadura de Uriburu desde Noticias Gráficas, mientras prepara el emblemático ensayo El Hombre que está solo y espera en el cual intenta plasmar su visión sobre la importancia de descubrir en esa muchedumbre innúmera, identificada en el hombre de Corrientes y Esmeralda, las resonancias del espíritu de una tierra que no cesa en su clamor de reconocimiento. Luego, desarrollaremos más este punto de una obra literaria clave. Teniendo en cuenta este relato podemos sí agregar ahora que Scalabrini Ortíz, además de ser un hombre de letras fue un hombre de acción. Un hombre que entendió el lenguaje como acto y como arma. Desde el año 1930, Scalabrini desarrolla una fuerte acción de denuncia y crítica. Investiga aspectos de la coyuntura nacional. Investiga, con gran interés, el desarrollo de la economía del país. Denuncia y critica el golpe de Uriburu, el gobierno de la Concordancia, el Fraude Patriótico. Hacia el año 1933 Scalabrini se encuentra profundamente inmerso en la investigación económica. Denuncia el pacto Roca-Runciman (1-5-1933), pacto que establece el estatuto legal de coloniaje en Argentina. Este pacto establecía, por un lado, la seguridad de la colocación de las carnes argentinas en el mercado británico, y por el otro (o como consecuencia de dicha seguridad) obligaba al país a cederlo todo: "el 85% de la cuota en favor del polo extranjero, el compromiso de que no habrá de crearse en la Argentina ningún nuevo frigorífico nacional privado, la exención de tarifas para la importación de carbón inglés, la contratación de un empréstito, con el fin de que las empresas inglesas en la Argentina puedan girar sus dividendos a la City, e incluso, pacta secretamente otras concesiones gravísimas tales como la creación del Banco Central Mixto y la Coordinación de transportes, que ponen en manos británicas el control de la moneda, el crédito y el transporte". Desde "Ultima Hora" Scalabrini dirá: "Se dice que los ferrocarriles tienen poder suficiente para hacer y deshacer gobiernos". El 28 de diciembre de 1933, Scalabrini participó activamente del levantamiento cívico-militar (de corte yrigoyenista) de Paso de los Libres. Este levantamiento fue sofocado rápidamente, lo cual le valió, en primer lugar, la reclusión en la Isla Martín García, y luego, el exilio en Europa. Hacia 1934, con el cambio de mando en el gobierno hacia el general Justo, Scalabrini regresa al país. En el año 1935, y a raíz del silencio y la connivencia del gobierno dictatorial de Justo con el poder oligárquico, de acendrada inclinación anglófila, Scalabrini Ortiz, desde el semanario "Señales", desarrolla sus denuncias en torno a la creación del Banco Central Mixto, " que transfería el crédito y la moneda del Estado a la banca extranjera". Pero Señales es apenas una pequeña isla dentro del gran archipiélago de los medios hegemónicos. Scalabrini apuntará: "El periodismo está en su totalidad supeditado a esas enormes potencias económicas y financieras. La opinión pública argentina es la opinión de los ferrocarriles y del Banco Central."
Scalabrini tiene 37 años y se siente pleno y políticamente maduro. Señales no lo conforma y, en junio de 1935, se vuelca a la acción militante incorporándose a F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Este nuevo espacio político estaba formado por antiguos militantes del radicalismo, como Luis Dellepiane y Juan Fleitas, y por grupos de jóvenes que se sumaban al proyecto de la recuperación de la conciencia nacional. Dentro de este grupo se encontraba la figura de Arturo Jauretche y Homero Manzi, quien militaba con su nombre original: Homero Manzzione. Scalabrini Ortíz se suma al grupo y se convierte en su principal teórico. Es desde este espacio que Scalabrini iniciará un proceso que podríamos definir como "revisionismo histórico". Es decir, un enfoque de análisis de tipo estructural- histórico, el cual intenta rastrear cierto hilo de continuidad histórica, situado en la esfera de la política rosista, que pueda ofrecer una explicación de la situación actual de vasallaje e imperialismo en que se hallaba sumergido, por esos años, el país. El abanico de este proceso, y sus resultantes investigaciones, son reunidas y editadas bajo la forma y el nombre de los Cuadernos de FORJA. Algunas de las investigaciones más importantes son Política Británica en el Río de la Plata e Historia de los Ferrocarriles Argentinos. Es interesante destacar que Scalabrini Ortíz era quien desarrollaba las investigaciones y elaboraba el marco teórico-político de F.O.R.J.A., mientras que Arturo Jauretche - quien luego sería uno de sus más grandes amigos - era el difusor de las ideas diseñadas por Scalabrini. FORJA seguirá, entonces, con su campaña de promoción para la recuperación de la conciencia nacional, antiimperialista; debatiendo en un sótano de la calle Lavalle, produciendo sus textos a mimeógrafo y realizando pegatinas de folletos de neto corte denunciativo. 1940 es el año en el que FORJA siente sus primeros cimbronazos internos, debido a que los sectores más jóvenes y pujantes, desean extender la agrupación hacia sectores más vastos y para ello es necesario reformular el estatuto original, anulando la cláusula que pone como condición para integrarse a FORJA, la afiliación obligatoria a la Unión Cívica Radical ( línea yrigoyenista). La tensión entre las fracciones de FORJA va creciendo, y en una de esas noches del frío invierno de 1940 se produce una fuerte discusión entre Scalabrini Ortíz y Dellepiane, presidente de FORJA en ese momento. Se realiza una Asamblea Extraordinaria, hacia el mes de septiembre del ’40 y se sanciona el nuevo estatuto que elimina el requisito de la afiliación obligatoria al partido radical. Como consecuencia, Dellepiane presenta su renuncia indeclinable. (La semilla que originó el cisma interno quedó sembrada desde una antigua posición que FORJA tuvo frente al gobierno de la Concordancia, la postura de la abstención revolucionaria, la cual generó un choque de posiciones con la corriente de los galeristas de Alvear). Hacia 1943 se produce la Revolución de los Coroneles debido al proyecto de sustituir al candidato a presidente para las futuras elecciones, Castillo, por Patrón Costas, quien era el candidato del partido Demócrata Conservador y que, además, tenía una fuerte inclinación hacia la anglofilia. FORJA apoya la revolución de los coroneles. Dentro de esta estructura militar, en la que estaba incluido el entonces coronel Juan Domingo Perón, y en el marco de la Segunda Guerra Mundial, se produjo una situación de crisis interna debido a las diferencias de postura con relación a la neutralidad o no frente a la guerra. Desde 1939, FORJA, y principalmente Scalabrini Ortíz, había manifestado la necesidad de mantener la neutralidad para evitar caer en la trampa que proponían los imperialismos en pugna. En un acto público, organizado y costeado económicamente por Scalabrini, en 1939 y bajo la presidencia de Ortíz, el mismo Scalabrini pronunció: "La guerra es inminente. Las llamadas potencias totalitarias, imperialismos insatisfechos, disputan a las llamadas grandes potencias democráticas, imperialismos realizados, la hegemonía que éstas detentan. La lucha es por el dominio material del mundo...". El resultado de estos dos enfoques que Scalabrini se plantea en simultaneidad -uno, la neutralidad, el otro, afianzar el proceso de concientización nacional- es el nacimiento del diario Reconquista. En el editorial del primer número, Reconquista, define su posición neutralista, como así también continúa con su línea antiinglesa en relación a la defensa de los límites y de los intereses nacionales. También define su posición frente al peligro alemán, concebido como uno de los dos imperialismos afectados en la guerra por el dominio del mundo. Reconquista dura, apenas, 41 días. Conrado Yasenza

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