Hacia un país industrial con justa distribución del ingreso

Por Bernardo Tirelli
Publicada en bae 12 mayo 2008

Si actualmente continúan algunos debates sobre si es conveniente enfriar o calentar la economía, es porque detrás de los argumentos de mejorar la eficiencia en el manejo de la economía se esconden intereses que no siempre son confesables. Hay abundantes enseñanzas, en las últimas décadas, acerca de que el enfriamiento de la economía, con sus consabidos componentes de ajuste, se hace a costa de los más débiles y vulnerables. Claro que en esta oportunidad se aprovecha la situación del aumento de precios para plantear cambios hacia modelos de no crecimiento, en la supuesta defensa del bolsillo de los trabajadores y de los costos de producción.
Cambiar el rumbo significa, lisa y llanamente, cuestionar los objetivos políticos perseguidos hasta ahora, negar el estado de situación económico social y el punto de partida que permitió elaborar la lista de problemas. Significa abandonar el objetivo de construir un país industrial y lograr que, en los próximos cuatro años, la pobreza disminuya a un dígito. Significa que no se entendió, o no se quiere entender, que todavía se debe reconstruir una cultura de producción y trabajo, cuya pérdida cuestiona la autoestima y la identidad, que se partió de niveles de exclusión, pobreza, desempleo, desindustrialización y extranjerización de la economía como nunca existieron en nuestro país.
Algunos piensan, en silencio y no tanto, que recuperada la paz social, que tuvo su pico de alteración en diciembre de 2001 con sus manifestaciones piqueteras, por hambre y desempleo, prolongadas por varios años y hoy superadas, es hora de retomar el camino del privilegio rentístico. Esto abre el interrogante acerca de que las expresiones, de los consabidos gurúes de la economía del ajuste, no están separadas de las intenciones de los grupos concentrados de la economía.
Estos sectores no dudan en usar el poder de formación de precios para alterar la base del modelo al erosionar, por inflación, la competitividad del tipo de cambio. Como en las novelas policiales, veamos quien se beneficia y aparecerá el responsable del crimen. En esta dirección no sería de descartar, a futuro cercano, que aparezca una situación de presión o escalada sobre el cuadro tarifario de bienes y servicios.
Entonces, sean bienvenidas las declaraciones de múltiples sectores de la industria, la construcción y el comercio que piden continuar con el modelo. A ellos se les ha sumado la CGT que ha emitido una declaración a favor, de la que podemos destacar la explicita mención de la necesidad de terminar con la pobreza y de impulsar la integridad .territorial y el fomento de las economías regionales.

El crecimiento no asegura distribución
En nuestro país, durante los 90, en el primer período del menemismo nuestra economía creció acompañada de gran IED y ello no aseguró ni la industria y la producción, ni el empleo y nos dejó un país casi destruido y en profunda crisis social.
Pero analicemos otras situaciones más exitosas, como el caso de Chile. Después del fracaso del menemismo comenzó a ser mencionado como modelo por nuestros gurúes económicos liberales (y si vemos sus indicadores pareciera que tienen razón). La economía de Chile ha pasado en las últimas décadas de ser una economía mono exportadora de productos primarios, principalmente cobre, a un país de rápida industrialización, fruto de un crecimiento económico promedio de 7% durante los años 90 -en torno al 5% durante 2000 – 2007, con una sólida adhesión de los sectores políticos en torno a la dirección de la política económica. Ésta se caracteriza por mantener el carácter de economía abierta y flexible, combinado con una política fiscal contra cíclica de acumulación de reservas, con superávit fiscal y comercial.
A pesar de tener poco más de 16 millones de habitantes, en 2007 (según el INE) la economía chilena fue la quinta más grande de América Latina. El PIB en su valor nomimal, llegó a los US$ 163.844 millones y el PIB per cápita a los 9.871 dólares. A su vez, según datos del FMI. En 2007, el PIB creció un 5,1%, la inflación fue de 7,8% y el desempleo promedio fue de 7,1%.
A pesar de estos buenos indicadores, la economía de Chile aún presenta un importante problema: una marcada desigualdad en la distribución de ingresos. Según el informe de desarrollo humano de la ONU en 2005, Chile se encuentra en el puesto 113 de la lista de países por igualdad de ingreso, ubicándose entre los 15 últimos estados a nivel mundial.
Es interesante visualizar que nuestra tasa de desempleo se parece, actualmente, a la de Chile, por tanto, si no queremos caer en ese modelo de desigualdad estamos a tiempo de encarar estos desafíos con otra visión. Nos queda poco para distribuir por expansión de la masa salarial, de modo que la mejora debe darse por calidad de empleo, que implica calidad de la actividad productiva y, por ende, calidad salarial.

Calentar el huevo sin olvidarse del gallo
La teoría acerca de las contradicciones explicaba que el desarrollo de las cosas es un automovimiento, interno y necesario, y que, en su movimiento, cada cosa se encuentra en interconexión e interacción con las cosas que la rodean. La causa fundamental del desarrollo de las cosas no es externa sino interna. Las causas externas constituyen la condición del cambio, y las causas internas, su base, y que aquéllas actúan a través de éstas. Para graficar esta exposición se exponía como ejemplo el hecho de que a una temperatura adecuada, un huevo se transforma en pollo, pero ninguna temperatura puede transformar una piedra en pollo. Así que, si tenemos claro que no vamos a enfriar la economía y si, por contraposición, hablamos de calentarla, si queremos un pollo, no calentemos una piedra.
Esto quiere decir que si el objetivo buscado es un país industrial es necesario mantener ciertos niveles de inversión y el factor de competitividad por tipo de cambio.
Las otras causas externas que generan un clima propicio para el desarrollo son, desde el punto de vista histórico, casi únicas. Sólo por nombrar algunas, tenemos a la demanda mundial de alimentos y la integración energética, propiciada por la esperanzadora integración política latinoamericana, como dos de los factores más influyentes.
Al ejemplo del huevo calentado le falta una aclaración importante: si no intervino antes el gallo podremos comer un buen huevo duro pero jamás habrá pollito. Los factores mencionados para el desarrollo productivo -la temperatura- por sí solos no son suficientes para eliminar la pobreza y establecer una justa distribución de la riqueza. Si en el crecimiento se mantienen los niveles de concentración económica el crecimiento económico se hará sobre las estructuras actuales y no mejorará la distribución.
Para cambiar la tendencia natural del mercado se necesita un plan nacional de desarrollo industrial en las zonas subdesarrolladas que, en nuestro país, abarcan casi el 80% del territorio. No sólo permitiría lograr equilibrios sociales, también permitirá mejorar la desigual e ineficiente distribución demográfica.
A esto hay que agregarle dos ingredientes que aparecieron como debilidades en el marco del conflicto agrario: la política y el Estado.
La sociedad, en nuestro país, no se ha repuesto de la crisis de los partidos políticos, que es crisis de representatitividad y que no se resuelve con ajustar estructuras burocráticas de partido. Salvo las excepciones de legitimidad construida en estos años, en los más altos niveles de gobierno, nuestro pueblo concibe a la política, a los políticos y, por tanto, a la mayoría de los gobernantes, como algo ajeno. No sólo se siente no ser parte sino, muchas veces, se percibe que cada parte está de un lado distinto del mostrador.
Es evidente que el Estado está intocado en sus diversos estratos geológicos, construidos durante décadas de dictadura y liberalismo. Ambas cuestiones, renovación y transformación de política y del Estado son imprescindibles para generar las condiciones de viabilidad. Los altos objetivos planteados lo exigen y, a su vez, lo facilitan.
Las voces que se levantan para que continúe el modelo ayudan a crear las condiciones de desarrollo con justa distribución –nuestro huevo atendido por el gallo- conformando el factor interno de la oportunidad histórica que vivimos. No la perdamos.

No hay comentarios:

Foro en defensa del Proyecto Nacional y Popular

El Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, fue el invitado especial del primer Foro en Defensa del Proyecto Nacional y Popular, que contó con más de 250 militantes.