El Fracaso argentino (2 parte)

“A mí no me la vas a contar, Mordisquito”. Enrique Santos Discepolo


“Sin Industria No Hay Nación” - Carlos Pellegrini –

De cipayos, burgueses y garcas.

En Argentina a partir de 1930, como respuesta a la crisis económica mundial se inicia un proceso de industrialización basado, en el modelo de sustitución de importaciones.
Aun cuando la etapa anterior se caracterizó por un modelo agro exportador, inserto en el mundo dentro de la división internacional del trabajo, hubo, sin embargo, un desarrollo de algunas industrias orientadas al mercado interno. Este proceso fue encarado por algunos miembros de la oligarquía tradicional,  asociado en general  a capitales externos. Basualdo en sus investigaciones denomina a este grupo como “oligarquía diversificada”, que “está compuesta por capitales de diferente origen y grado de diversificación económica”. Entre ellos “un conjunto de capitales extranjeros que expresan formas de internacionalización temprana, ya que se instalaron en el país a fines del siglo XIX mediante la radicación de algunos integrantes de las familias propietarias y, como tales, se integraron con la clase dominante local en términos sociales y económicos”.
A pesar de sus nuevos intereses industriales “… tuvieron una destacada presencia en la propiedad y producción agropecuaria pampeana y extra-pampeana, formando parte de los grandes terratenientes, participaron en la exportación de productos primarios y en los negocios financieros de la época”.
Como ejemplo,  los Braun Menéndez, la familia Bember, Grupo Torquinst, Ingenio Ledesma, Terrabussi, Fortabat y Corcemar) como extranjeros, Alpargatas-Grupo Roberts y Compañía General de Combustibles-Brown Boveri, Bunge y Born.

Según Basualdo esta fracción empresaria se diferencia tanto de las empresas subsidiarias extranjeras, así como de la oligarquía más tradicional. Es un sector de la oligarquía local que diversificó sus intereses en la industria, el agro y otras actividades y que constituyó el sector “más estable y tradicional” del establishment económico de la época.
Siguiendo a Basualdo podemos decir que por un lado estaba la oligarquía tradicional terrateniente, el capital extranjero que tuvo una incidencia importante hasta mediados de 1940, la oligarquía diversificada  y la burguesía nacional que comienza a tener peso a partir de 1930, y tuvo  activa participación en el proceso económico y político, hasta mediados de los años 70.

A partir de la década del 30 el proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) no deja de crecer, sobre todo en la etapa de la segunda guerra mundial (1939/45), donde se cierran los mercados y esto obligó a producir muchos bienes que hasta ese entonces eran importados.
Pero es a partir de  1946, bajo el gobierno de JDP, que este proceso toma impulso, se convierte en una política del estado nacional.  Acompañando el modelo económico se instala un fuerte desarrollo del estado de bienestar, mejorando la calidad de vida de la población, a través de una legislación del trabajo, aumento de la participación de los trabajadores en la distribución del ingreso, vacaciones pagas, aguinaldo, convenios y paritarias, planes de vivienda, etc, que van conformando una clase media pujante, pero también una sociedad integrada e igualitaria.

 Hubo una clara estrategia de ampliar el mercado interno, con pleno empleo y salarios altos. También el Estado tuvo un rol central, se nacionalizaron las empresas de servicios públicos, todas ellas en manos de capitales ingleses, trenes, agua, energía, transportes, comunicaciones, etc.
Los gobiernos de JDP, si bien tuvieron crisis económicas en 1950 y más grave 1952, salió de ellas indemne de ellas y con gran apoyo popular.
Hacia 1955, colisiones y conflictos con la oposición y sobre todo con la iglesia, que había sido uno de sus principales sostenes en la primera etapa, llevaron a un clima de violencia opositora creciente. El bombardeo a la Plaza de Mayo, por parte de la aviación naval, que dejó  cuatrocientos de muertos y miles de heridos de civiles, o la colocación de bombas en las estaciones de subterráneos en horas pico, iniciaron un proceso destituyente, que termina con un golpe militar y el derrocamiento del gobierno.
Se inicia a partir de allí un ciclo de alta violencia e inestabilidad política. La proscripción del peronismo y la persecución de sus dirigentes generó  una alternancia de gobiernos civiles y militares débiles todos ellos, por su escasa aprobación popular.
Siguiendo a Basualdo la fuerte intervención estatal en el proceso económico permitió que este se apropiara de la renta extraordinaria del sector agropecuario y los redistribuyera hacia la industria orientada al mercado interno, a los sectores trabajadores y hacia el  propio estado. Hasta ese momento esa renta era apropiada por la oligarquía terrateniente y el capital extranjero.
El acelerado crecimiento industrial que en el periodo peronista 46/55 terminó con el modelo agroexportador. Se caracterizó además por la incorporación económica, social y política de la clase trabajadora, reflejada en una abundante legislación sobre convenios colectivos, tribunales laborales, salarios mínimos y seguridad social.
También las políticas del gobierno tendieron a que se fuera desconcentrando la propiedad rural, con lo cual la oligarquía terrateniente fue quedando subordinada a la fracción de la oligarquía diversificada.
La tasa de ganancia de la industria en ese periodo en muy alta, sobre todo en el periodo 46/52, por eso es explicable el amplio apoyo de los sectores industriales al gobierno en esa etapa. Cuando la tasa de ganancia comienza a decaer, disminuye también el apoyo, aunque la tasa seguía siendo muy alta.
El  peronismo no logró superar la etapa de la industrialización liviana, si bien en los últimos años se intentó comenzar ese proceso de desarrollo de la industria pesada. El objetivo era ir desarrollando  las industrias de base, para permitir una mayor expansión económica con  autonomía nacional. Los cuestionados contratos con la California en cuanto a extracción de petróleo apuntaban en ese sentido. Sin embargo estas políticas no generaron suficiente consenso, dado que la situación política se iba deteriorando. La fuerte oposición, a veces muy violenta, de los partidos opositores, sectores de las fuerzas armadas tradicionales, la oligarquía terrateniente; cuando se suma la iglesia Católica, el gobierno queda aislado. 
“La crítica repetida desde derecha e izquierda señala la redistribución progresiva del ingreso, los gastos improductivos del Estado y la nacionalización de los servicios públicos como causales de esa oportunidad perdida, al malgastar las reservas de divisas acumuladas durante la segunda guerra mundial. (Basualdo)
Sin embargo estas críticas no tienen en cuenta que ni la oligarquía diversificada, ni la burguesía nacional, grandes ganadores, no volcaron sus utilidades en nuevas inversiones como hubiera sido lógico para afrontar la nueva etapa. Por eso solo quedaban dos caminos para financiar el desarrollo pendiente, aumentar el rol del Estado en la producción industrial pesada o buscar inversiones extranjeras.
Superado el gobierno de la Revolución Libertadora, que intentó  desperonizar el país y volver a una situación pre cuarenta y cinco, sin éxito por supuesto, a pesar de la fuerte represión sobre los dirigentes políticos, gremiales y militancia del peronismo, el  gobierno desarrollista de  Frondizi-Guido (1958-1964), vuelve a las políticas industrialistas. Intenta fomentar el desarrollo de las industrias de base, para completar el ciclo industrializador. Elige el camino de atraer a las inversiones extranjeras, es así que en esos  años se produce una fuerte expansión del sector energético  (petróleo), automotriz, metalurgia, química-petroquímica, maquinarias, material eléctrico, etc.
El proceso iniciado en 1946 de industrialización, más allá de vaivenes políticos pronunciados, idas y vueltas, crisis económicas periódicas, marcó  el crecimiento económico e industrial más acentuado e ininterrumpido de la historia argentina.
Así, entre 1963 y 1974 el PBI se expandió un 54%, que es equivalente a una tasa de crecimiento anual acumulativa del 5,8%. Más acentuado aún fue el aumento del PBI per cápita al llegar al 82%, lo que supone una tasa de crecimiento anual acumulativa del 6%. (Rapoport)
Durante esos años de expansión económica, las exportaciones de bienes de origen industrial crecieron sensiblemente, y dentro de ellas las ventas externas de bienes de origen industrial exhibieron una participación creciente, que llegó a casi el 20% de las exportaciones en 1974.
En esta etapa se ve nuevamente el predominio del capital extranjero sobre las empresas de la oligarquía diversificada y la burguesía nacional. La burguesía nacional funcionaba como furgón de cola de la oligarquía diversificada, además de copiar sus modos, costumbres e ideología, confundiendo sus intereses con los de la oligarquía. En ambos casos unos y otros siguieron con la vieja lógica, invertir en producciones para el mercado interno, en áreas protegidas, y en muchos casos monopólicos, sin vocación de competir ni salir a los mercados internacionales. Por supuesto que esta situación les permitía asegurarse, sin mayores riesgos, una alta tasa de ganancia.
A pesar de la convulsionada situación política en esos años, a mediados los setenta el proceso de industrialización basado en la sustitución de importaciones exhibía una  consolidación importante. Hubo en esos años, crisis periódicas,  conocidas como “stop and go”, “pare y arranque”, causadas por restricciones externas, sin embargo estas no significaban una caída importante, solo una desaceleración del ciclo productivo. Esto fue así porque la industria había comenzado a tener presencia importante en las exportaciones y se utilizó además endeudamiento externo para cubrir los baches. (Basualdo)

En marzo de 1976 irrumpió una nueva dictadura militar, introduciendo un giro en el funcionamiento económico tan profundo que implicó un cambio en el régimen social de acumulación, dejando atrás la industrialización basada en la sustitución de importaciones.
Es decir que el programa de industrialización no había llegado a su techo, ni se había agotado, sino que hubo  una interrupción abrupta, decidida  por el nuevo bloque dominante cuando la industrialización sustitutiva estaba en los albores de su consolidación (Basualdo, 2006).
 “Muchos economistas e historiadores sostienen todavía que las riquezas de la época agroexportadora fueron despilfarradas sin sentido a partir de los años 30, al promoverse la industrialización y la intervención del Estado, conduciendo así a la declinación económica del país, la inflación y la inestabilidad política que habrían imperado bajo el modelo de sustitución de importaciones, pero el análisis cuantitativo y cualitativo no les da la razón. El país fracasa, porque no completa su ciclo de industrialización no porque se industrializa”. (Rapoport).



Simplificando el Gobierno militar abortó el modelo sustitutivo de importaciones, no porque estuviera agotado, sino por la decisión de la gran burguesía argentina de acoplarse al mundo a través de un modelo de acumulación basada en lo rentístico financiero.
Esto transformó el comportamiento económico y social del país. Este escenario de predominio de la especulación sobre la producción potenció la concentración del capital, el endeudamiento externo, el desmantelamiento del tejido industrial, desocupación, indigencia y un alto nivel de exclusión social.
Quedó  claro que un programa de ajuste tan brutal, solo podía hacerse bajo una fuerte represión, sobre todo sobre los sectores obreros sindicalizados. Así el accionar represivo más fuerte fue sobre las comisiones obreras internas y la mayor parte de los detenidos desaparecidos eran de origen sindical.
La política económica del proceso, tenía como objetivo modificar la compleja estructura  económica, política y social, generada  luego de 1930 y más concreto a partir de 1945 con la impronta que le dio el peronismo.  El objetivo fue  modificar en forma irreversible las bases de una Argentina industrial. 
La persistencia de las elevadas tasas de interés, la dolarización de la economía, la apertura indiscriminada a las importaciones,  el atraso cambiario fueron cambiando la economía Argentina. Esos factores, junto con los cambios en la demanda local, sorprendieron a la industria y, rápidamente se vio su nefasto resultado. 
En  el periodo 76/83 cerraron sus puertas más de veinte mil establecimientos industriales, el PBI industrial cayó el 10 % y la ocupación en el sector disminuyó un 35 %.
A partir de 1977 con la reforma del sector financiero bancario el núcleo dinámico de la economía paso a ser el sector rentístico - financiero.
Un gran número de empresas clásicas desaparecieron en ese remolino. El mercado bursátil, donde se podía comprar el paquete de control de algunas empresas a muy bajo precio, fue un ámbito privilegiado de esas maniobras. Lo mismo ocurrió con muchas otras; con el tiempo se convirtieron en depósitos, supermercados, shoppings, esperando caer sobre la piqueta para dejar espacio libre a nuevas actividades.
Una vez más la oligarquía terrateniente, asociada a los intereses del imperio puso un veto al desarrollo industrial argentino. No es casual que el ministro de economía y mentor ideológico del Proceso Militar haya sido un conspicuo miembro de esa oligarquía tradicional, Alfredo Martínez de Hoz, ni que Argentina y Chile hayan sido las pruebas de ensayo de las políticas neoliberales monetarista, diseñadas por Milton Friedman en la universidad de Chicago y que solo un par de años después fueron globalizadas a partir de la revolución conservadora, iniciada por la dupla Thacher – Regan.
Durante esos años se instala una campaña sistemática, que llega hasta nuestros días, para instalar en el sentido común de la gente que el problema radica en la excesiva intervención y gasto estatal en el elevado nivel de los salarios, en la falta de inserción en el mundo, en la ineficiencia de nuestra industria, su mala calidad y altos precios, que la solución es abrir nuestra fronteras a la libre circulación de bienes y capitales.  
Numerosos autores señalan la paradoja que la burguesía nacional se acopla a estas políticas acríticamente, cuando ellas iban claramente en contra de sus propios intereses.




Así  mientras que una parte de las burguesías nacional se asoció durante las décadas del ochenta y noventa a la oligarquía terrateniente dominante para acceder a los negocios del mercado financiero internacional, otra parte, la más débil desapareció víctima de las políticas económicas neoliberales,
La tan mentada “burguesía nacional” es un ejemplo histórico más de las clases sociales que se “suicidan”. Es una burguesía fallida que no tiene vocación ni conciencia de sus intereses de clase.
Es indudable que la falta de una burguesía nacional industrialista fue la limitante general a todo este proceso y la razón última del fracaso de los varios intentos por profundizar y completar el ciclo de la industrialización.
Los sectores más tradicionales de la oligarquía, tanto la terrateniente, como la que intentó la diversificación de sus negocios, eran hijas de la misma matriz parasitaria.
Cuando a mediados de los años setenta se produce el cambio en el ciclo de acumulación en la industria  se pasa a un modelo de acumulación rentístico financiero internacionalizado, esta oligarquía no duda y se acopla al nuevo modelo imperial de los negocios globalizados.
Las décadas siguientes los años ochenta y  noventa se siguieron aplicando las mismas políticas neoliberales instauradas por el proceso, con matices, por supuesto, pero en el fondo nunca su pudo superar la matriz oligárquico – rentístico y primarizadora de nuestra economía impuesta por el modelo neoliberal.
Para tener una idea del daño que causaron las políticas neoliberales en los últimos cuarenta años, el nivel de pobreza de Argentina en 1974 era del 6%, o sea era una sociedad integrada e igualitaria, para hoy 2020 tener un nivel de pobreza por encima del 40 %. Estos números dan una magnitud de la destrucción del entramado productivo, industrial en primer término, la destrucción de puestos de trabajo y la regresión y concentración del ingreso en las elites, en detrimento de los sectores populares.



En ese sentido, la deuda externa, auto generada por el Proceso en beneficio de los grandes grupos fue un corset que marcó  las siguientes dos décadas. En los noventa se intenta completar el ciclo neoliberal iniciado por Martínez de Hoz, así se profundizan las privatizaciones de las empresa públicas, se modifican la legislación y se avanza en reformas para fortalecer la concentración y extranjerización de la economía en beneficio los grandes grupos económicos tradicionales.
Se profundiza en el periodo 1976/2001 un fenómeno, que si bien venia de antes alcanza con el gobierno militar y los subsiguientes un grado consolidación, los contratos con el estado para la obra pública. Se genera una cartelización de la obra pública que beneficia a grupos, algunos tradicionales, otros más nuevos, que se apropian de los recursos del estado en beneficio de una veintena de empresas, (Roggio, Roca – Techint, Macri, etc). Son los que se conocieron en los ochenta como “la patria contratista”. Estos grupos fueron luego los grandes ganadores  de la privatización de la empresa publicas hecha por el gobierno menemista.
Luego de la crisis del 2001, donde estalla el modelo neoliberal dependiente, vigente desde 1976, comienza un etapa nueva, donde el peronismo  en el poder intenta recomenzar el proceso de industrialización a partir del modelo de sustitución de importaciones.
Los números de ese periodo 2003/2015, marcan tasas de crecimiento de la economía a niveles altísimos en los primeros años, hasta el 2008, donde se produce la crisis internacional generada por la quiebra de Lemman Brother en EEUU.
En ese año se produce el conflicto con los sectores sojeros y los consorcios agro exportadores, “la 125”. Donde un aumento en la retenciones a la exportación de granos fue violentamente resistida por los sectores oligárquicos terratenientes, las empresas dedicadas a los agro negocios, sectores de la banca, y los grande medios de prensa concentrados, ya con intereses diversificados en el agro y la banca.
Este conflicto vuelve a mostrar a una oligarquía y a sectores burgueses asociados, como un factor parasitario, de rapiña, que se niega a pagar impuestos, rompiendo las normas de convivencia mínima que hacen a una nación.
Igualmente el gobierno de Cristina Kirchner culmina su mandato en 2015 con números de la económicos y sociales altamente satisfactorios. Por eso, a pesar de las campañas de desprestigio, calumnias y persecución judicial CFK es una de las dirigentes argentinas que conserva un alto grado de popularidad, sobre todo en los sectores medios y bajos.
En este periodo hubo una apuesta firme de Néstor Kirchner de recrear una nueva burguesía nacional, por eso todas su política económica estuvieron destinadas a fortalecer al sector industrial, en especial las pymes y un mercado interno importante, tanto local como mercado latinoamericano. A pesar del éxito del proceso de crecimiento industrial, tasas del 8/9% anual, el proyecto se estanca cuando surgen las restricción externa, o sea hay escases de dólares para financiar la compra de insumos y maquinaria para la industria. En esos días se produce un enfrentamiento en los mercados locales entre el sector privado que quería los dólares para el consumo suntuario o para el turismo en el exterior de sus clases altas y el Estado que los necesitaba para sostener el nivel de crecimiento económico.
 Una vez más el intento de reconstruir una argentina basada en el desarrollo industrial quedó  trunco, porque una vez más  que el sujeto histórico que debería liderar este proceso defeccionó. Siguió privilegiando sus   prejuicios de clases, su sometimiento económico y político a la oligarquía tradicional y copiando de esta sus vicios, errores, su parasitismo y sobre todo su corrupción interna. La burguesía nacional es una “burguesía fallida”, que no tiene vocación ni conciencia de sus intereses de clase.

Hemos escrito mucho sobre el gobierno neoliberal que sucedió a CFK y no vamos a profundizarlos nuevamente en este artículo. Solo haremos mención a algunos hechos que marcan la tendencia histórica ideológica y actitudinal de estas elites oligárquicas.
Con Macri llegan al gobierno sectores oligárquicos tradicionales, la banca nacional y extranjera, el empresariado concentrado, etc, mas toda una  camarilla de empresarios, ceos y “garcas” de toda laya, que intentan aplicar las viejas recetas neoliberales apoyadas por el FMI y el Departamento de Estado yanqui. El resultado esas políticas ha sido el previsto y ya todos lo conocemos, un rotundo fracaso, que mostró una vez más la inviabilidad del proyecto político y económico de la elite tradicional. Su proyecto es un país para una minoría privilegiada, que deja afuera, en la pobreza y marginalidad a casi el 50% de la población. Una Argentina agro exportadora en una idea reaccionaria, una Argentina sin industrias es una Nación inviable ([1]).
Una vez más estos grupos mostraron su carácter parasitario y corrupto.
Una vez más las políticas aplicadas  fueron el ajuste de los gastos del estado en los servicios básicos (salud, educación, previsión social, seguridad, etc), baja de salarios, despidos masivos, desindustrialización y por ende primarización de la economía, más la dolarización de la economía, las altas tasas de interés, el endeudamiento externo, la especulación financiera, y la posterior fuga al exterior de los capitales, amparados en el “relato” neoliberal del libre comercio y la libertad de circulación de capitales, es el mecanismo perverso con que los sectores oligárquicos se apropian de la mayor parte de la riqueza generada por toda la sociedad en su beneficio.
Por un lado, siguiendo los estudios de José Sbatella sobre el comportamiento de las elites y la apropiación del excedente económico, queda claro este va destinado a consumos suntuarios, una pequeña parte a reinversiones en la actividad y el resto al acaparamiento y fuga.
No es casual que el vehículo más vendido en los últimos años sea la Toyota Hillux, o que una de las primeras medidas del macrismo, fuera la quita de impuestos a los autos importados de alta gama o  sea consumos suntuarios de la elite, Por el otro lado queda claro que el fuerte endeudamiento en los últimos años por parte del macrismo fue destinado a financiar la fuga de capitales de esos mismos grupos.
La deuda externa fue, desde 1976 a la fecha, entre otras cosas, un mecanismo de apropiación de dólares para su posterior fuga. Según informes confiable los capitales fugados por las grandes empresas argentinas hacia el exterior en las últimas décadas ascienden a un PBI, o sea unos 500 mil millones de dólares. O sea que se han robado un monto similar a la riqueza generada por todos los argentinos en un año.
Hoy podemos afirmar que detrás de toda la hojarasca de debate y discusión ideológica, detrás de los relatos, detrás de las campañas de difamación se esconde el verdadero problema central. La oligarquía y sus socios no quieren perder el control de esa renta extraordinaria o  excedente económico, ya que es la principal fuente de acumulación de capital y el que le da su poderío económico y político.
El Estado debe hallar la forma de apropiarse de ese “superplus” generado por toda la sociedad, para redistribuirlo equitativamente  en toda la comunidad. La apropiación por parte del Estado permitiría entre otras cosas solucionar la falta de dólares en la economía,  garantizar una mejor calidad de vida para toda la  población y se podría encarar un camino. sustentable y moderno, hasta completar el  proceso de industrialización trunco.
Por ello es necesario avanzar sobre los mecanismo que tiene el estado la apropiación del excedente, por ejemplo vía impuestos a las ganancias, al patrimonio o a la herencia, planificar su distribución en el seno de la sociedad, ya que es una riqueza generada por el trabajo de toda la sociedad. Para esta tarea es necesario un estado fuerte y empoderado que pueda enfrentar y doblegar a los grandes grupos económicos concentrados, que en su avaricia son y han sido capaces de utilizar la violencia terrorista para sostener sus privilegios de casta.
El destino de esa disputa marcara  el éxito o el fracaso del proyecto político nacional y popular de construir una nación industrial, con integración social en el marco de una gran nación sudamericana.


Antonio Muñiz
Abril 2020
genialujan@gmail.com
http://causapopularynacional.blogspot.com/



[1] La colocación monopólica de la producción agropecuaria  Argentina representaba el 3 por ciento del comercio mundial  en la década de 1910. En 2020 alcanza apenas al 0,4 por ciento, siendo casi los mismos productos. El proyecto oligárquico tuvo como golpe mortal la Gran Depresión de 1930 que forzó fuertemente a la baja de los precios externos.  (Ezequiel Beer)

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