“Sin Industria No Hay Nación”
- Carlos Pellegrini –
De cipayos,
burgueses y garcas.
En Argentina a partir de 1930, como respuesta
a la crisis económica mundial se inicia un proceso de industrialización basado,
en el modelo de sustitución de importaciones.
Aun cuando la etapa anterior se caracterizó
por un modelo agro exportador, inserto en el mundo dentro de la división
internacional del trabajo, hubo, sin embargo, un desarrollo de algunas
industrias orientadas al mercado interno. Este proceso fue encarado por algunos
miembros de la oligarquía tradicional, asociado en general a capitales externos. Basualdo en sus
investigaciones denomina a este grupo como “oligarquía diversificada”, que
“está compuesta por capitales de diferente origen y grado de diversificación
económica”. Entre ellos “un conjunto de capitales extranjeros que expresan formas
de internacionalización temprana, ya que se instalaron en el país a fines del
siglo XIX mediante la radicación de algunos integrantes de las familias
propietarias y, como tales, se integraron con la clase dominante local en
términos sociales y económicos”.
A pesar de sus nuevos intereses industriales
“… tuvieron una destacada presencia en la propiedad y producción agropecuaria
pampeana y extra-pampeana, formando parte de los grandes terratenientes,
participaron en la exportación de productos primarios y en los negocios
financieros de la época”.
Como ejemplo, los Braun Menéndez, la familia Bember, Grupo
Torquinst, Ingenio Ledesma, Terrabussi, Fortabat y Corcemar) como extranjeros, Alpargatas-Grupo
Roberts y Compañía General de Combustibles-Brown Boveri, Bunge y Born.
Según Basualdo esta fracción empresaria se
diferencia tanto de las empresas subsidiarias extranjeras, así como de la oligarquía
más tradicional. Es un sector de la oligarquía local que diversificó sus
intereses en la industria, el agro y otras actividades y que constituyó el
sector “más estable y tradicional” del establishment económico de la época.
Siguiendo a Basualdo podemos decir que por un
lado estaba la oligarquía tradicional terrateniente, el capital extranjero que
tuvo una incidencia importante hasta mediados de 1940, la oligarquía
diversificada y la burguesía nacional
que comienza a tener peso a partir de 1930, y tuvo activa participación en el proceso económico
y político, hasta mediados de los años 70.
A partir de la década del 30 el proceso de
industrialización por sustitución de importaciones (ISI) no deja de crecer,
sobre todo en la etapa de la segunda guerra mundial (1939/45), donde se cierran
los mercados y esto obligó a producir muchos bienes que hasta ese entonces eran
importados.
Pero es a partir de 1946, bajo el gobierno de JDP, que este
proceso toma impulso, se convierte en una política del estado nacional. Acompañando el modelo económico se instala un
fuerte desarrollo del estado de bienestar, mejorando la calidad de vida de la
población, a través de una legislación del trabajo, aumento de la participación
de los trabajadores en la distribución del ingreso, vacaciones pagas,
aguinaldo, convenios y paritarias, planes de vivienda, etc, que van conformando
una clase media pujante, pero también una sociedad integrada e igualitaria.
Hubo
una clara estrategia de ampliar el mercado interno, con pleno empleo y salarios
altos. También el Estado tuvo un rol central, se nacionalizaron las empresas de
servicios públicos, todas ellas en manos de capitales ingleses, trenes, agua,
energía, transportes, comunicaciones, etc.
Los gobiernos de JDP, si bien tuvieron crisis
económicas en 1950 y más grave 1952, salió de ellas indemne de ellas y con gran
apoyo popular.
Hacia 1955, colisiones y conflictos con la
oposición y sobre todo con la iglesia, que había sido uno de sus principales
sostenes en la primera etapa, llevaron a un clima de violencia opositora
creciente. El bombardeo a la Plaza de Mayo, por parte de la aviación naval, que
dejó cuatrocientos de muertos y miles de
heridos de civiles, o la colocación de bombas en las estaciones de subterráneos
en horas pico, iniciaron un proceso destituyente, que termina con un golpe
militar y el derrocamiento del gobierno.
Se inicia a partir de allí un ciclo de alta
violencia e inestabilidad política. La proscripción del peronismo y la persecución
de sus dirigentes generó una alternancia
de gobiernos civiles y militares débiles todos ellos, por su escasa aprobación
popular.
Siguiendo a Basualdo la fuerte intervención
estatal en el proceso económico permitió que este se apropiara de la renta
extraordinaria del sector agropecuario y los redistribuyera hacia la industria
orientada al mercado interno, a los sectores trabajadores y hacia el propio estado. Hasta ese momento esa renta
era apropiada por la oligarquía terrateniente y el capital extranjero.
El acelerado crecimiento industrial que en el
periodo peronista 46/55 terminó con el modelo agroexportador. Se caracterizó además
por la incorporación económica, social y política de la clase trabajadora,
reflejada en una abundante legislación sobre convenios colectivos, tribunales
laborales, salarios mínimos y seguridad social.
También las políticas del gobierno tendieron a
que se fuera desconcentrando la propiedad rural, con lo cual la oligarquía
terrateniente fue quedando subordinada a la fracción de la oligarquía
diversificada.
La tasa de ganancia de la industria en ese
periodo en muy alta, sobre todo en el periodo 46/52, por eso es explicable el
amplio apoyo de los sectores industriales al gobierno en esa etapa. Cuando la
tasa de ganancia comienza a decaer, disminuye también el apoyo, aunque la tasa
seguía siendo muy alta.
El peronismo no logró superar la etapa de la
industrialización liviana, si bien en los últimos años se intentó comenzar ese
proceso de desarrollo de la industria pesada. El objetivo era ir desarrollando las industrias de base, para permitir una
mayor expansión económica con autonomía
nacional. Los cuestionados contratos con la California en cuanto a extracción
de petróleo apuntaban en ese sentido. Sin embargo estas políticas no generaron
suficiente consenso, dado que la situación política se iba deteriorando. La
fuerte oposición, a veces muy violenta, de los partidos opositores, sectores de
las fuerzas armadas tradicionales, la oligarquía terrateniente; cuando se suma
la iglesia Católica, el gobierno queda aislado.
“La crítica repetida desde derecha e izquierda
señala la redistribución progresiva del ingreso, los gastos improductivos del
Estado y la nacionalización de los servicios públicos como causales de esa
oportunidad perdida, al malgastar las reservas de divisas acumuladas durante la
segunda guerra mundial. (Basualdo)
Sin embargo estas críticas no tienen en cuenta
que ni la oligarquía diversificada, ni la burguesía nacional, grandes ganadores,
no volcaron sus utilidades en nuevas inversiones como hubiera sido lógico para
afrontar la nueva etapa. Por eso solo quedaban dos caminos para financiar el
desarrollo pendiente, aumentar el rol del Estado en la producción industrial
pesada o buscar inversiones extranjeras.
Superado el gobierno de la Revolución
Libertadora, que intentó desperonizar el
país y volver a una situación pre cuarenta y cinco, sin éxito por supuesto, a
pesar de la fuerte represión sobre los dirigentes políticos, gremiales y militancia
del peronismo, el gobierno desarrollista
de Frondizi-Guido (1958-1964), vuelve a
las políticas industrialistas. Intenta fomentar el desarrollo de las industrias
de base, para completar el ciclo industrializador. Elige el camino de atraer a
las inversiones extranjeras, es así que en esos
años se produce una fuerte expansión del sector energético (petróleo), automotriz, metalurgia, química-petroquímica,
maquinarias, material eléctrico, etc.
El proceso iniciado en 1946 de
industrialización, más allá de vaivenes políticos pronunciados, idas y vueltas,
crisis económicas periódicas, marcó el
crecimiento económico e industrial más acentuado e ininterrumpido de la
historia argentina.
Así, entre 1963 y 1974 el PBI se expandió un
54%, que es equivalente a una tasa de crecimiento anual acumulativa del 5,8%.
Más acentuado aún fue el aumento del PBI per cápita al llegar al 82%, lo que
supone una tasa de crecimiento anual acumulativa del 6%. (Rapoport)
Durante esos años de expansión económica, las
exportaciones de bienes de origen industrial crecieron sensiblemente, y dentro de
ellas las ventas externas de bienes de origen industrial exhibieron una participación
creciente, que llegó a casi el 20% de las exportaciones en 1974.
En esta etapa se ve nuevamente el predominio
del capital extranjero sobre las empresas de la oligarquía diversificada y la burguesía
nacional. La burguesía nacional funcionaba como furgón de cola de la oligarquía
diversificada, además de copiar sus modos, costumbres e ideología, confundiendo
sus intereses con los de la oligarquía. En ambos casos unos y otros siguieron
con la vieja lógica, invertir en producciones para el mercado interno, en áreas
protegidas, y en muchos casos monopólicos, sin vocación de competir ni salir a
los mercados internacionales. Por supuesto que esta situación les permitía
asegurarse, sin mayores riesgos, una alta tasa de ganancia.
A pesar de la convulsionada situación política
en esos años, a mediados los setenta el proceso de industrialización basado en
la sustitución de importaciones exhibía una
consolidación importante. Hubo en esos años, crisis periódicas, conocidas como “stop and go”, “pare y arranque”,
causadas por restricciones externas, sin embargo estas no significaban una
caída importante, solo una desaceleración del ciclo productivo. Esto fue así
porque la industria había comenzado a tener presencia importante en las
exportaciones y se utilizó además endeudamiento externo para cubrir los baches.
(Basualdo)
En marzo de 1976 irrumpió una nueva dictadura
militar, introduciendo un giro en el funcionamiento económico tan profundo que implicó
un cambio en el régimen social de acumulación, dejando atrás la
industrialización basada en la sustitución de importaciones.
Es decir que el programa de industrialización
no había llegado a su techo, ni se había agotado, sino que hubo una interrupción abrupta, decidida por el nuevo bloque dominante cuando la industrialización
sustitutiva estaba en los albores de su consolidación (Basualdo, 2006).
“Muchos
economistas e historiadores sostienen todavía que las riquezas de la época
agroexportadora fueron despilfarradas sin sentido a partir de los años 30, al
promoverse la industrialización y la intervención del Estado, conduciendo así a
la declinación económica del país, la inflación y la inestabilidad política que
habrían imperado bajo el modelo de sustitución de importaciones, pero el
análisis cuantitativo y cualitativo no les da la razón. El país fracasa, porque
no completa su ciclo de industrialización no porque se industrializa”.
(Rapoport).
Simplificando el Gobierno militar abortó el
modelo sustitutivo de importaciones, no porque estuviera agotado, sino por la
decisión de la gran burguesía argentina de acoplarse al mundo a través de un
modelo de acumulación basada en lo rentístico financiero.
Esto transformó el comportamiento económico y
social del país. Este escenario de predominio de la especulación sobre la producción
potenció la concentración del capital, el endeudamiento externo, el
desmantelamiento del tejido industrial, desocupación, indigencia y un alto
nivel de exclusión social.
Quedó claro que un programa de ajuste tan brutal,
solo podía hacerse bajo una fuerte represión, sobre todo sobre los sectores
obreros sindicalizados. Así el accionar represivo más fuerte fue sobre las
comisiones obreras internas y la mayor parte de los detenidos desaparecidos
eran de origen sindical.
La política económica del proceso, tenía como
objetivo modificar la compleja estructura
económica, política y social, generada
luego de 1930 y más concreto a partir de 1945 con la impronta que le dio
el peronismo. El objetivo fue modificar en forma irreversible las bases de
una Argentina industrial.
La persistencia de las elevadas tasas de
interés, la dolarización de la economía, la apertura indiscriminada a las
importaciones, el atraso cambiario fueron
cambiando la economía Argentina. Esos factores, junto con los cambios en la demanda
local, sorprendieron a la industria y, rápidamente se vio su nefasto
resultado.
En el
periodo 76/83 cerraron sus puertas más de veinte mil establecimientos industriales,
el PBI industrial cayó el 10 % y la ocupación en el sector disminuyó un 35 %.
A partir de 1977 con la reforma del sector
financiero bancario el núcleo dinámico de la economía paso a ser el sector
rentístico - financiero.
Un gran número de empresas clásicas
desaparecieron en ese remolino. El mercado bursátil, donde se podía comprar el
paquete de control de algunas empresas a muy bajo precio, fue un ámbito
privilegiado de esas maniobras. Lo mismo ocurrió con muchas otras; con el
tiempo se convirtieron en depósitos, supermercados, shoppings, esperando caer
sobre la piqueta para dejar espacio libre a nuevas actividades.
Una vez más la oligarquía terrateniente,
asociada a los intereses del imperio puso un veto al desarrollo industrial
argentino. No es casual que el ministro de economía y mentor ideológico del
Proceso Militar haya sido un conspicuo miembro de esa oligarquía tradicional,
Alfredo Martínez de Hoz, ni que Argentina y Chile hayan sido las pruebas de
ensayo de las políticas neoliberales monetarista, diseñadas por Milton Friedman
en la universidad de Chicago y que solo un par de años después fueron
globalizadas a partir de la revolución conservadora, iniciada por la dupla
Thacher – Regan.
Durante esos años se instala una campaña
sistemática, que llega hasta nuestros días, para instalar en el sentido común
de la gente que el problema radica en la excesiva intervención y gasto estatal
en el elevado nivel de los salarios, en la falta de inserción en el mundo, en
la ineficiencia de nuestra industria, su mala calidad y altos precios, que la solución
es abrir nuestra fronteras a la libre circulación de bienes y capitales.
Numerosos autores señalan la paradoja que la
burguesía nacional se acopla a estas políticas acríticamente, cuando ellas iban
claramente en contra de sus propios intereses.
Así
mientras que una parte de las burguesías nacional se asoció durante las
décadas del ochenta y noventa a la oligarquía terrateniente dominante para
acceder a los negocios del mercado financiero internacional, otra parte, la más
débil desapareció víctima de las políticas económicas neoliberales,
La tan mentada “burguesía nacional” es un
ejemplo histórico más de las clases sociales que se “suicidan”. Es una
burguesía fallida que no tiene vocación ni conciencia de sus intereses de
clase.
Es indudable que la falta de una burguesía
nacional industrialista fue la limitante general a todo este proceso y la razón
última del fracaso de los varios intentos por profundizar y completar el ciclo
de la industrialización.
Los sectores más tradicionales de la
oligarquía, tanto la terrateniente, como la que intentó la diversificación de
sus negocios, eran hijas de la misma matriz parasitaria.
Cuando a mediados de los años setenta se
produce el cambio en el ciclo de acumulación en la industria se pasa a un modelo de acumulación rentístico
financiero internacionalizado, esta oligarquía no duda y se acopla al nuevo
modelo imperial de los negocios globalizados.
Las décadas siguientes los años ochenta y noventa se siguieron aplicando las mismas
políticas neoliberales instauradas por el proceso, con matices, por supuesto,
pero en el fondo nunca su pudo superar la matriz oligárquico – rentístico y
primarizadora de nuestra economía impuesta por el modelo neoliberal.
Para tener una idea del daño que causaron las
políticas neoliberales en los últimos cuarenta años, el nivel de pobreza de
Argentina en 1974 era del 6%, o sea era una sociedad integrada e igualitaria,
para hoy 2020 tener un nivel de pobreza por encima del 40 %. Estos números dan
una magnitud de la destrucción del entramado productivo, industrial en primer término,
la destrucción de puestos de trabajo y la regresión y concentración del ingreso
en las elites, en detrimento de los sectores populares.
En ese sentido, la deuda externa, auto
generada por el Proceso en beneficio de los grandes grupos fue un corset que marcó
las siguientes dos décadas. En los
noventa se intenta completar el ciclo neoliberal iniciado por Martínez de Hoz,
así se profundizan las privatizaciones de las empresa públicas, se modifican la
legislación y se avanza en reformas para fortalecer la concentración y
extranjerización de la economía en beneficio los grandes grupos económicos
tradicionales.
Se profundiza en el periodo 1976/2001 un
fenómeno, que si bien venia de antes alcanza con el gobierno militar y los
subsiguientes un grado consolidación, los contratos con el estado para la obra pública.
Se genera una cartelización de la obra pública que beneficia a grupos, algunos tradicionales,
otros más nuevos, que se apropian de los recursos del estado en beneficio de
una veintena de empresas, (Roggio, Roca – Techint, Macri, etc). Son los que se
conocieron en los ochenta como “la patria contratista”. Estos grupos fueron
luego los grandes ganadores de la
privatización de la empresa publicas hecha por el gobierno menemista.
Luego de la crisis del 2001, donde estalla el
modelo neoliberal dependiente, vigente desde 1976, comienza un etapa nueva,
donde el peronismo en el poder intenta
recomenzar el proceso de industrialización a partir del modelo de sustitución
de importaciones.
Los números de ese periodo 2003/2015, marcan
tasas de crecimiento de la economía a niveles altísimos en los primeros años,
hasta el 2008, donde se produce la crisis internacional generada por la quiebra
de Lemman Brother en EEUU.
En ese año se produce el conflicto con los
sectores sojeros y los consorcios agro exportadores, “la 125”. Donde un aumento
en la retenciones a la exportación de granos fue violentamente resistida por
los sectores oligárquicos terratenientes, las empresas dedicadas a los agro
negocios, sectores de la banca, y los grande medios de prensa concentrados, ya
con intereses diversificados en el agro y la banca.
Este conflicto vuelve a mostrar a una
oligarquía y a sectores burgueses asociados, como un factor parasitario, de
rapiña, que se niega a pagar impuestos, rompiendo las normas de convivencia
mínima que hacen a una nación.
Igualmente el gobierno de Cristina Kirchner
culmina su mandato en 2015 con números de la económicos y sociales altamente
satisfactorios. Por eso, a pesar de las campañas de desprestigio, calumnias y
persecución judicial CFK es una de las dirigentes argentinas que conserva un
alto grado de popularidad, sobre todo en los sectores medios y bajos.
En este periodo hubo una apuesta firme de
Néstor Kirchner de recrear una nueva burguesía nacional, por eso todas su
política económica estuvieron destinadas a fortalecer al sector industrial, en
especial las pymes y un mercado interno importante, tanto local como mercado
latinoamericano. A pesar del éxito del proceso de crecimiento industrial, tasas
del 8/9% anual, el proyecto se estanca cuando surgen las restricción externa, o
sea hay escases de dólares para financiar la compra de insumos y maquinaria
para la industria. En esos días se produce un enfrentamiento en los mercados
locales entre el sector privado que quería los dólares para el consumo
suntuario o para el turismo en el exterior de sus clases altas y el Estado que
los necesitaba para sostener el nivel de crecimiento económico.
Una vez
más el intento de reconstruir una argentina basada en el desarrollo industrial
quedó trunco, porque una vez más que el sujeto histórico que debería liderar
este proceso defeccionó. Siguió privilegiando sus prejuicios de clases, su sometimiento
económico y político a la oligarquía tradicional y copiando de esta sus vicios,
errores, su parasitismo y sobre todo su corrupción interna. La burguesía
nacional es una “burguesía fallida”, que no tiene vocación ni conciencia de sus
intereses de clase.
Hemos escrito mucho sobre el gobierno
neoliberal que sucedió a CFK y no vamos a profundizarlos nuevamente en este
artículo. Solo haremos mención a algunos hechos que marcan la tendencia
histórica ideológica y actitudinal de estas elites oligárquicas.
Con Macri llegan al gobierno sectores
oligárquicos tradicionales, la banca nacional y extranjera, el empresariado
concentrado, etc, mas toda una camarilla
de empresarios, ceos y “garcas” de toda laya, que intentan aplicar las viejas
recetas neoliberales apoyadas por el FMI y el Departamento de Estado yanqui. El
resultado esas políticas ha sido el previsto y ya todos lo conocemos, un
rotundo fracaso, que mostró una vez más la inviabilidad del proyecto político y
económico de la elite tradicional. Su proyecto es un país para una minoría
privilegiada, que deja afuera, en la pobreza y marginalidad a casi el 50% de la
población. Una Argentina agro exportadora en una idea reaccionaria, una
Argentina sin industrias es una Nación inviable ([1]).
Una vez más estos grupos mostraron su carácter
parasitario y corrupto.
Una vez más las políticas aplicadas fueron el ajuste de los gastos del estado en
los servicios básicos (salud, educación, previsión social, seguridad, etc),
baja de salarios, despidos masivos, desindustrialización y por ende
primarización de la economía, más la dolarización de la economía, las altas
tasas de interés, el endeudamiento externo, la especulación financiera, y la
posterior fuga al exterior de los capitales, amparados en el “relato”
neoliberal del libre comercio y la libertad de circulación de capitales, es el
mecanismo perverso con que los sectores oligárquicos se apropian de la mayor parte
de la riqueza generada por toda la sociedad en su beneficio.
Por un lado, siguiendo los estudios de José
Sbatella sobre el comportamiento de las elites y la apropiación del excedente económico,
queda claro este va destinado a consumos suntuarios, una pequeña parte a reinversiones
en la actividad y el resto al acaparamiento y fuga.
No es casual que el vehículo más vendido en
los últimos años sea la Toyota Hillux, o que una de las primeras medidas del
macrismo, fuera la quita de impuestos a los autos importados de alta gama
o sea consumos suntuarios de la elite,
Por el otro lado queda claro que el fuerte endeudamiento en los últimos años
por parte del macrismo fue destinado a financiar la fuga de capitales de esos
mismos grupos.
La deuda externa fue, desde 1976 a la fecha,
entre otras cosas, un mecanismo de apropiación de dólares para su posterior
fuga. Según informes confiable los capitales fugados por las grandes empresas
argentinas hacia el exterior en las últimas décadas ascienden a un PBI, o sea
unos 500 mil millones de dólares. O sea que se han robado un monto similar a la
riqueza generada por todos los argentinos en un año.
Hoy podemos afirmar que detrás de toda la
hojarasca de debate y discusión ideológica, detrás de los relatos, detrás de
las campañas de difamación se esconde el verdadero problema central. La
oligarquía y sus socios no quieren perder el control de esa renta
extraordinaria o excedente económico, ya
que es la principal fuente de acumulación de capital y el que le da su poderío
económico y político.
El Estado debe hallar la forma de apropiarse
de ese “superplus” generado por toda la sociedad, para redistribuirlo
equitativamente en toda la comunidad. La
apropiación por parte del Estado permitiría entre otras cosas solucionar la
falta de dólares en la economía,
garantizar una mejor calidad de vida para toda la población y se podría encarar un camino.
sustentable y moderno, hasta completar el proceso de industrialización trunco.
Por ello es necesario avanzar sobre los
mecanismo que tiene el estado la apropiación del excedente, por ejemplo vía
impuestos a las ganancias, al patrimonio o a la herencia, planificar su distribución
en el seno de la sociedad, ya que es una riqueza generada por el trabajo de
toda la sociedad. Para esta tarea es necesario un estado fuerte y empoderado
que pueda enfrentar y doblegar a los grandes grupos económicos concentrados,
que en su avaricia son y han sido capaces de utilizar la violencia terrorista
para sostener sus privilegios de casta.
El destino de esa disputa marcara el éxito o el fracaso del proyecto político
nacional y popular de construir una nación industrial, con integración social
en el marco de una gran nación sudamericana.
Antonio
Muñiz
Abril 2020
genialujan@gmail.com
http://causapopularynacional.blogspot.com/
[1] La colocación monopólica de la producción
agropecuaria Argentina representaba el 3
por ciento del comercio mundial en la
década de 1910. En 2020 alcanza apenas al 0,4 por ciento, siendo casi los
mismos productos. El proyecto oligárquico tuvo como golpe mortal la Gran
Depresión de 1930 que forzó fuertemente a la baja de los precios externos. (Ezequiel Beer)
No hay comentarios:
Publicar un comentario