Salud y Economía en los tiempos del coronavirus. Una falsa opción..


¿Privilegiar la salud o la economía?… esta pregunta está dando vuelta en los medios de prensa y en los debates políticos desde el comienzo de la pandemia.
Hubo, es justo reconocerlo, una subestimación del impacto del virus en Occidente. Europa, sobre todo, minimizó  la situación, no tomó las medidas extremas que se aconsejaban, y tarde se dio  cuenta del error. Los números europeos son de catástrofe. Sobre todo en España e Italia, pero el resto de los países también lo están sufriendo, aunque como en el caso de Alemania, habría una ocultación de datos sobre las muertes.
El Primer ministro inglés, minimizó  también la epidemia y privilegio mantener la actividad económica, negándose a tomar acciones directas de prevención de la expansión de la enfermedad. Solo días después tuvo que virar en la estrategia y anunciar una cuarentena extrema.
Trumps, para peor, en un acto de soberbia, pero de supina estupidez y desprecio por la vida de sus compatriotas, primero negó la pandemia, catalogándola de una gripe china, y maltratando a un periodista que le pregunto durante una conferencia de prensa…
Otro ejemplo de mezcla de soberbia, estupidez e ignorancia es Jair Bolsonaro, quien sigue minimizando la emergencia nacional, ante la desaprobación ciudadana  y de muchos de sus pares en el gobierno.
Rápidamente la realidad golpeo  con toda dureza, sobre todo en aquellos países que no tuvieron una estrategia de contención y prevención de la pandemia.
Hoy EEUU es el país con el mayor número de enfermos y muertes por el virus, Brasil tiene la primacía en América del sur, acompañada por una fuerte crisis política de su presidente, por las erradas políticas ante la pandemia.



Demás está decir que desde un punto ético, es  inhumano y egoísta  pensar que la economía y los negocios puedan estar por encima de la vida. Sin embargo, hay economistas neoliberales y empresarios y dirigentes políticos que así lo plantean.


Desde el Papa francisco, hasta empresarios globales como Bill Gate, han planteado la primacía de la vida.
El reclamo del Papa fue: "Una empresa que despide para salvarse no es una solución"
“Nadie se salva solo”,” tenemos que remar todos juntos”, en un claro llamado a la solidaridad social
¿Qué persona sensata podría estar en desacuerdo de esta afirmación? Lo lógico es que no, pero sin embargo vuelvo a decirlo encontramos a muchos sectores expresando lo contrario, se preocupan por el rumbo económico y de los indicadores y  sólo piensan en los intereses personales o en el de los grandes empresarios y/o grupos privilegiados.
También en esto está oculto un debate, ¿quién se hace cargo de pagar la crisis?.
Los grandes grupos concentrados y la banca apuestan, como siempre, a que sean los pueblos quienes paguen los platos rotos originados por la crisis. Y a su vez quieren quedar mejor posicionados, manteniendo sus privilegios y tasas de ganancias,  cuando la pandemia sea solo un recuerdo.
Las respuestas de estos grupos ante la crisis son del manual neoliberal,  el despido de trabajadores o una rebaja salarial, un ajuste en el gasto estatal, disminución de impuestos y ayuda económica, vía subsidios hacia sus empresas, lo cual además de egoísmo muestran estupidez e ignorancia económica.




La historia muestra que situaciones extremas de epidemias, guerras, luchas armadas internas, cataclismos, etc,  generan daño económico de por sí. La economía no puede funcionar correctamente en un país donde hay miles de enfermos y muertos en la calles.  En principio estas situaciones generan un aislamiento de la población y una baja sostenida en el consumo, con lo cual se produce un efecto recesivo muy importante. Demás está decir que una política de ajuste, rebaja salarial o despidos solo será echar  leña al fuego del parate económico. Y lo más probable es que también estas medidas favorezcan  la expansión de la enfermedad al sacar recursos al estado.  El caso ecuatoriano que bordea la tragedia social, es un ejemplo de la miopía de la mirada economicista. Las primeras medidas fueron de ajustar el gasto público y sostener la actividad productiva. La pandemia en Ecuador llego a altos niveles de muertos en las calles y  un estado que no puede atender a los enfermos y ni siquiera ocuparse de los cadáveres.
El caso argentino muestra, creemos el camino correcto, en cuanto a tener una política acorde desde lo sanitario y lo económico. En  principio, y hasta el momento, las medidas de aislamiento social tomadas tempranamente, parecieran exitosas, viendo la evolución muy aplanada de contagios y muertes, muy por debajo de casi todos los países de la región.  También al mismo tiempo el gobierno argentino lanzó una política de ayuda directa a los sectores medios  y populares, sobre todo aquellos que están en la economía informal. Además de acercar alimentos hacia los más vulnerables, generó inyecciones dinero directa a esos sectores y los trabajadores autónomos y trabajadores en “negro”.
Por el otro está intentando ayudar al sector industrial pymes, vía créditos a tasas bajas para capital de trabajo y/ pago de haberes. Estos todavía con problemas de ejecución por la negativa de la banca privada a llevar adelante estas medidas.
También se ha encarado una política de control de precios y de abastecimiento. En épocas de crisis profundas, como guerras o enfermedades, proliferan las acciones de agio y especulación sobre las necesidades básicas de la población.
En necesario un estado fuerte, empoderado, que marque objetivos y prioridades. Pensar que el mercado pueda marcar el camino, es un suicidio colectivo, como lo demuestran los países del primer mundo y su fracaso al enfrentar la emergencia.
Hay que tener claro que una epidemia de estas  característica, va a afectar no solo la economía, sino también a las instituciones y la relaciones políticas y sociales. El daño va a ser importante. Pero lo que hay que lograr, y en este caso el gobierno argentino está bien encaminado, es sostener la actividad económica, sostener el empleo, sostener a las pymes, que son la mayor dadoras de trabajo, o sea minimizar el daño económico, para que cuando la tormenta amaine, poder despegar rápidamente con una política expansiva de crecimiento.
Pero todo esto supeditado a la evolución de la enfermedad y  protegiendo la salud y la vida de los argentinos.
El escenario actual es muy difícil, incierto y complejo de manejar. No hay recetas mágicas. Es probable que haya errores y que todavía debamos enfrentar lo peor de la tormenta.
Por eso lo razonable como seres humanos en sociedad, es poner el objetivo de cuidar la vida como bien supremo, la atención de los más débiles, garantizar a todos los bienes indispensables y minimizar los daños. Como dijo alguien “no hay actividad económica en los cementerios”.

Antonio Muñiz

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