“Un clima de rebeldías
individuales puede durar indefinidamente sin afectar al régimen que las
provoca. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encauzada en un
movimiento de liberación adquiere eficacia necesaria para luchar con
éxito”. J. W. Cooke
Latinoamérica vive
una etapa de grandes convulsiones políticas
y sociales. Por un lado nuevamente está siendo agredida por las políticas
imperialistas de EEUU, aliadas a las oligarquías locales. Nada nuevo bajo el
sol, como en los 70 los golpes cívicos – mediáticos - militares están
agrediendo a los gobiernos democráticos de la región. Golpes palaciegos, contra
Lugo, Zelaya o Dilma, la proscripción y cárcel de Lula en Brasil, los ataques,
por ahora infructuosos, contra el gobierno Bolivariano de Venezuela, o ahora el
golpe militar, con una feroz represión sobre los sectores populares que
resisten, en Bolivia.
Por el otro hay un
hartazgo de los pueblos, que se está viendo en las calles de Chile, Colombia,
Haití o Ecuador, hacia un modelo
neoliberal colonialista imperante en
esos países
La región estuvo
gobernada desde los noventa por movimientos que pueden ser caracterizados como
nacionales y populares, encarnados en figuras fuertes como Chávez, Lula,
Kirchner, Correa o Evo, mostraron un camino distinto y exitoso, de integración
social, crecimiento económico y autonomía política. Estos movimientos, aun en
retirada, mantienen una presencia política importante. No sin contradicciones
internas, avances y retroceso, aciertos y errores, conservan un gran apoyo
popular
Los proyectos
nacionales y populares son cuestionados
tanto por derecha como por la izquierda.
Ya que son alternativas políticas que pueden
y tienen por objetivo disputar poder real, apoderarse de los recursos y las estructuras del estado y construir un
discurso hegemónico, para trasformar a la sociedad y hacer efectivos los derechos de las
mayorías populares.
Caracterizar a estos
movimientos no es tarea sencilla ni neutral, porque en cada país asumen
características particulares, debidas a la historia, a la praxis de cada pueblo
y sobre todo a la construcción y los liderazgos que se dan en cada país.
Por derecha son
denostados con el calificativo de “populismos”, término despectivo, que termina no definiendo nada, pero con connotaciones de gobierno
demagógico, corrupto, clientelistico, que no respeta las reglas de la economía
y la política, como el establishment lo
impone. Por izquierda, sobre todo desde el marxismo europeísta, se los define
como movimientos burgueses, gatopardistas,
conservadores del sistema, etc.
Por supuesto que esta
falta de comprensión de la izquierda y su subestimación de los movimientos
nacionales y populares no es nueva, por
el contrario es la siempre presente
visión eurocéntrica que les impide ver el contenido revolucionario del
nacionalismo popular en nuestros países. En países colonizados y agredidos por
los intereses imperiales el nacionalismo popular es revolucionario.
En general estos
movimientos abrevan en experiencias similares anteriores, como el Varguismo, el
peronismo o el cardinismo. el Apra peruano, el sandinismo, etc, y en todas las
experiencias revolucionarias y anti imperialistas del continente. Este hilo
muestra una continuidad histórica que une a todas estas experiencias.
Como todos o casi
todos los procesos políticos latinoamericanos se encarnan en la presencia de un
liderazgo muy fuerte y definido. La figura del “caudillo” siempre presente en
la historia de nuestros países.
Además podemos
definirlos por la movilización de masas populares, que representan una alianza
de clases bajas, medias y la pequeñas burguesías urbanas y/o rurales, unidas
por un sentimiento nacional anti imperialista, con una apelación y construcción
de un sujeto “pueblo”, como baluarte y
depositario de valores
trascedentes. Por el contrario siempre
se construye antagonismo con la oligarquía y aquellos sectores sociales o
económicos que son aliados de los intereses imperiales. En cuanto al programa socio económico en
general los movimientos populares pueden caracterizarse como anti
imperialistas, anti oligárquicos, democráticos, comprometidos en profundizar
las formas de democracia directa y participativa, industrialistas, basado en el
desarrollo de un fuerte mercado interno, salarios altos y derechos laborales
para las clases trabajadoras, fuerte presencia del estado y nacionalización de
los sectores básicos de la economía.
Existe una distinción
importante entre el nacionalismo popular en los países de América Latina con
respecto a fenómenos similares en el mundo, este nacionalismo no es agresivo,
ni xenófobo ni expansionista, como si lo fue siempre el europeo y el norte americano,
tampoco es aislacionista. Por el contrario el proyecto central es la
integración política y económica de los países de la “Patria Grande”.
La construcción del
Movimiento Popular
El peronismo siempre
se pensó a sí mismo como un movimiento de liberación nacional y social,
relegando al partido a una mera herramienta electoral. Sin embargo, también,
cuando era el momento de presentar listas, estas trataban de reflejar el
espíritu movimientista en la construcción de un frente electoral que superara las
estrechas paredes del Partido Justicialista.
Perón pensaba al
primer peronismo como una alianza entre los trabajadores industriales y agrarios, la “burguesía nacional”, la iglesia y el
ejército. Esta alianza se rompe y se
produce el golpe militar de 1955. No vamos a entrar analizar las razones de esa
ruptura y sus consecuencias, ya que mucho se ha escrito sobre ello. Si un dato
que tendrá influencia sobre el futuro, el abandono del peronismo de gran parte
de la clase media y la pequeña burguesía, que habían crecido al calor de las
políticas de JDP, pero que migraron en una búsqueda de republicanismo
abstracto y ascenso social. Esta clase
media busco distintas alternativas políticas, todas infructuosas, apoyo al frondizismo, a Illia o al golpe de Ongania, todas experiencias fracasadas, Solo volvió a
encontrar su camino cuando los sectores juveniles de esa clase media se
volcaron al peronismo a principios de los setenta, conformando una experiencia
política, infinitamente rica, a pesar de
su trágico final, producto de la represión del golpe cívico militar.
La idea movimientista
siguió siempre en la base de toda construcción peronista, aun en la etapa
fallida de la renovación peronista.
NK vuelve a retomar
esta idea pero ya desde el gobierno, la famosa transversalidad que planteaba y
que llevó a Cobos a la vice presidencia
fue una iniciativa de conformar un frente político y social que ampliara la
base electoral del PJ. La experiencia permitió
que CFK ganara con un 54 %.
El Frente para la
Victoria fue una experiencia altamente
exitosa, por supuesto llena de contradicciones, como toda construcción política
mayoritaria. Fue una herramienta de construcción del gran movimiento nacional. La deserción de Cobos, no marcó el quiebre de este proyecto de transversalidad,
como lo quisieron ver muchos; el éxito
lo marcó la sumatoria de miles de
jóvenes, clase media y pequeña burguesía al peronismo, aunque muchos lo
hicieron desde distintas experiencias y organizaciones políticas no peronistas.
Un cambio de época:
El mundo ha cambiado
en esta primeras dos décadas del siglo
XXI.
¿Es el final de una
etapa histórica?
Es difícil decirlo y
analizarlo porque nos falta perspectiva
histórica. Estamos viviendo ese proceso, somos espectadores, pero también actores
en esta nueva construcción. Pareciera que estamos en una brutal crisis mundial.
No solo económica, sino política. Los síntomas de descomposición del viejo
orden mundial parecen evidentes, sin embargo es prematuro pensar que está
muerto.
La crisis argentina
del 2001 donde crujió todo el sistema capitalista local, las sucesivas crisis
en el centro de poder mundial, EEUU y Europa, las guerras y el terrorismo
en Medio Oriente, con su secuela de
muerte y millones de refugiados que avanzan hacia Europa, la salida del Gran
Bretaña de La Unión europea, el fracaso evidente de la experiencia de la Europa
Unida, que poco a poco va creando monstruos ultranacionalistas dentro de las
fronteras de cada país. Una crisis económica que genera el crecimiento de experiencias
políticas que creíamos desaparecidas como el nazismo, con racismo, xenofobia,
aislamiento, etc. Vivimos en un capitalismo en crisis, incapaz de dar respuesta
a los sectores medios y populares.
La asunción de Donald
Trump como presidente de EEUU marcó también la profundidad de la crisis dentro del
mismo centro imperial.
Votado por los
sectores populares norteamericanos y odiado por el establishment político,
mediático, financiero, pero rodeado por un gabinete de ricos, muy ricos y
reaccionarios de derecha, hacen un difícil pronóstico hacia el futuro.
En principio en estos
dos años de mandato todo parece indicar que EEUU se va cerrando sobre sí misma, por lo
menos en lo económico y comercial. Pareciera que EE.UU. vuelve a su vieja
política pre primera guerra mundial de aislarse
y cerrarse al mundo.
Lamentablemente este
cerrarse sobre sí mismo implica también un cerrarse sobre su patio trasero. En
una etapa de decadencia, EEUU vuelve a sus viejas políticas del Destino
Manifiesto y el Gran Garrote sobre los países de América asegurándose recursos
naturales y energéticos de la región, además de mercados para sus productos.
En estos días estamos
viendo una nueva escalada de políticas imperialistas y colonialista, por parte
del DE yanqui, siempre aliado a grupos oligárquicos de cada país: el golpe
militar contra la democracia boliviana muestra una vez más la peor cara de las políticas norteamericana
para la región, No solo derrocan gobiernos democráticos y populares, sino que
también ejercen una feroz represión interna contra esos movimientos, sus
dirigentes y sus pueblos.
Un escenario complejo
El escenario
latinoamericano es complejo. El nuevo gobierno popular argentino, si bien llega
legitimado por el amplio triunfo sobre el anterior y sus políticas neoliberales
de los últimos cuatro años, enfrenta un escenario regional hostil, agudizado en
estos días por el triunfo del candidato de la derecha uruguaya, Lacalle Pou y su posible alineación con las políticas de
Bolsonaro y Trump para la región.
Por el otro lado
enfrenta internamente a sectores
políticos, económicos y mediáticos, muy
poderosos, que han crecido al amparo de las políticas neoliberales de los
últimos años. Estos grupos, seguramente alentados y algunos caso financiados
por el DE de EEUU, se preparan para
resistir cualquier cambio en las políticas o modificación de sus privilegios.
El ejemplo más perverso son sectores de la burguesía agro pecuaria que amenaza
con un lockout patronal ante cualquier intento del nuevo gobierno de imponer
una suba de retenciones. Y detrás de todo este escenario, la deuda externa, que el próximo gobierno sufrirá como una gran
restricción a cualquiera de sus políticas destinadas a modificar el status quo.
La pregunta que surge
es como enfrentar, desde la legitimidad
de un gobierno electo, un
escenario con tantas y complejas
acechanzas. La respuesta está en nuestra historia y la praxis política de
nuestro pueblo. Es necesaria la construcción y fortalecimiento de un gran
movimiento de liberación nacional y social, que de respaldo a las políticas
populares del próximo gobierno.
Pero como en toda
construcción política hay que pasar de la idea al hecho concreto.
Es tarea de todos
poner esfuerzo en esta construcción de un proyecto nacional, popular y revolucionario. Hay que recuperar
el espíritu y la lógica movimientista, debe ser nacional, abierto,
participativo, poli clasista, que nuclee a todos y a todas aquellos que quieran
una Argentina justa, libre, soberana, unidos en un programa de acción común y un sueño y una mística
compartidos.
Debe ser un
espacio que tenga vocación fundacional, de desmontar a la vieja
Argentina moldeada en la estructura legal y económica del Liberalismo, y construir una nueva Argentina, sobre bases
sólidas y duraderas.
La historia no
terminó, como nos decía Fukuyama allá
por los noventa, los hombres y los pueblos construyen día a día su historia por
lo tanto mientras exista el hombre siempre habrá historia y política a su
alrededor.
El imperativo de la
hora nos impone generar políticas de fortalecimiento de las organizaciones
populares, definir un rumbo claro y preciso, dialogar con el pueblo para no
perder el rumbo, evitar que de la crisis sigan lucrando los personeros de
siempre, que en nombre de la república y las instituciones saquean nuestra
riqueza, no permitir el paso de experiencia políticas golpistas, autoritarias, xenófobas, y violentas como
alternativas mesiánicas y salvadoras.
Debemos pensar la
Argentina para los próximos 50 años, buscando en nuestras raíces e historia,
pero lanzados al futuro, Insertos en un
mundo caótico y cambiante. Pensar
situados en el aquí y ahora, desde nosotros y nuestra historia construir nuestro futuro.
Antonio Muñiz
Noviembre 2019
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