Apuntes para una política
militante.
“Tantas veces me mataron
Tantas veces me morí
Sin embargo estoy aquí
Resucitando.
Gracias doy a la desgracia
Y a la mano con puñal
Por qué me mato tan mal
Y seguí cantando.”
“Como la Cigarra” María Elena
Walsh
La derrota del
coalición que encarnaba el FPV en 2015 en manos de otra coalición política de
derecha, que representaba a las clases altas, a la burguesía, la clase media,
las empresas concentradas, a los intereses ligados al comercio internacional y
las finanzas globalizadas, expresado todo en un nuevo “sujeto”, los
empresarios, los ceos, los emprendedores
exitosos, que por primera vez asumen por si el poder del Estado. La historia argentina muestra a
este sujeto acompañando los golpes militares contra gobiernos populares, pero
no eran ellos los que ocupaban los cargos del Estado, ponían en su lugar
abogados, contadores, economistas, etc, que actuaban por su mandato. La novedad
es que en 2015 llegan al poder a través de elecciones democráticas y son ellos
los que ocupan los lugares claves.
A los largo de
artículos anteriores hemos analizado el periodo iniciado en 2015 y sus casi
cuatro años de gestión, que ya llegan a su fin en medio del mayor descalabro
político económico y social de la historia argentina, La experiencia neoliberal
mostró, una vez más, su inviabilidad histórica y nos llevó a otro final de
crisis.
Nos interesa pensar
la nueva etapa que se inicia a partir de este fracaso y el triunfo y el nuevo
ciclo histórico que marca la vuelta al gobierno de una fuerte alianza encarnada
en el peronismo unido, bajo la fórmula Fernández – Fernández.
La política, lo político y los
sujetos históricos
En principio creemos en la necesidad de construcción de
una nueva filosofía política, que salga de los estrechos moldes de la tradición
eurocéntrica. Debemos pensar una filosofía política situada en el aquí y ahora,
en un continente, con quinientos años de historia, de regímenes autoritarios,
genocidios, golpes de estado, saqueo de sus riquezas, violencia y agresiones
imperialistas.
En ese marco
latinoamericano: ¿Qué significa política? ¿Quién es el sujeto de la política?
¿Cuáles son los fines de la política? ¿Cuál es su función? ¿Cuáles son sus
medios? ¿Qué o quiénes son los sujetos políticos? ¿Qué rol cumplen? Todas estas
preguntas son, sin duda, constitutivas del saber propio de la teoría política
Estas preguntas han
sido respondidas de modo diverso por los distintos autores en las distintas
épocas y contextos. Sin embargo la filosofía política occidental, desde los
clásicos, Platón y Aristóteles, plantean que el hecho político es la instauración de un orden social y
político estable. Este planteo continuó a lo largo de la historia casi hasta
nuestros días: desde la Republica, el Leviatán de Hoobee, las teorías contractualistas,
etc, se busca generar un orden social permanente, donde el conflicto sea desterrado: estas
construcciones ven el conflicto como algo ajeno a la política, por fuera de lo
político.
Hanna
Arent concibe solo la política como diálogo y consenso entre ciudadanos
iguales. Una visión basada en el pensamiento griego clásico. Así el conflicto y
la tensión/ violencia que puede generar es la negación de la política.
Carl
Schmitt en su lógica amigo – enemigo acepta la existencia del conflicto, pero
adhiere a la necesidad de cancelarlo por parte de un Estado soberano. Es el Estado el que a través de
acciones represivas se coloca como
fundante y garante de un orden social y
político.
Marx
que veía la lucha de clase como inherente al capitalismo, y como motor que
mueve la historia, busca cerrar ese conflicto permanente con la abolición de
las clases sociales y de la propiedad privada, Un nuevo orden social y
político, la sociedad comunista, que al superar el conflicto hace innecesario
el mismo estado.
Pero en el marco de un continente
sometido como el nuestro el conflicto es el hecho político por
antonomasia. El primer conflicto es con el agresor imperial, pero también
con el enemigo interior que sirve al imperio ya que su poder y hegemonía surge
de esa alianza con los intereses extranjeros.
También
es cierto que dentro de cada sociedad el poder
genera contra poderes que ponen en cuestión el orden social y político
imperante. Surge allí el conflicto. Queda claro que este es inherente a toda
sociedad humana. En un proceso dialéctico, la búsqueda de un orden social
estable se contrapone con la búsqueda de modificar, cambiar, cuestionar ese
orden imperante. De esta situación de conflictividad surge la política y lo
político.
Siguiendo a John
William Cooke, cuando decimos: “tener una política”, “carecer de política”,
“seguir tal política”, etc., la palabra “política” significa un
conjunto de principios y de pautas generales coherentes que orienten la acción
concreta en cada circunstancia. En este significado, la política
pertenece al ámbito “teórico” e incluso “filosófico”. Hay un significado más
amplio que éste, cuando se habla de las “ideologías políticas” o de las
“opiniones políticas”. Pero también hay un significado más específico, como
cuando se habla de la “política
internacional”, la “política universitaria” o la “política petrolera”. Estos
tres usos son variaciones de mayor o menor amplitud del mismo significado antes
definido.
Es importante definir que los procesos políticos ponen sobre el tapete sujetos sociales en conflicto. Estos sujetos tienen en general un origen histórico, cultural y económico. Estos sujetos son a veces preexistentes, pero a la vez siempre en construcción.
Continuando con el
pensamiento de Cooke, en un proceso de liberación nacional como los que llevan
adelante países dependientes como los
nuestros la política central es una política de liberación, entendida
esta como unidad teórica, metodológica, una praxis organizativa y de lucha.
En este marco el sujeto político es el pueblo en su conjunto.
Si bien es necesario tener claro que no existe
una “esencia de pueblo”, el pueblo es una construcción permanente tanto en lo
político, cultural e ideológico. A su vez para un mejor análisis de la
situación es posible ver diversos sujetos sociales según las épocas y
circunstancias. Por ejemplo, si bien en el primer peronismo, el sujeto
histórico central fueron los trabajadores organizados, no fue menor el
protagonismo de las mujeres empoderadas con el derecho al sufragio. Hoy ya en el siglo XXI es más difícil definir
al sujeto histórico ya que la clase obrera ha ido perdiendo terreno y peso
político, mientras surgen otros movimientos que nuclean a los desocupados, trabajadores
precarios, trabajadores de la economía popular, etc.
Un poco de historia:
política y sujetos sociales
El
peronismo en sus
orígenes expresó a las clases populares,
principalmente el obrero industrial, compuestas por hombres y mujeres del
interior que fueron llegando a las grandes centros urbanos corridos por la gran
crisis del 30 y la búsqueda de mejores calidades de vida, a los hijos de la inmigración,
nucleados todos en el naciente movimiento obrero; a eso se suma la iglesia y
las fuerzas armadas. Perón intenta sumar a su alianza a sectores empresarios de
la naciente industria nacional, que
prosperaban gracias a las políticas económicas de fomento al sector y la
expansión del mercado interno.
También la mujer,
empoderadas por las políticas de Eva Nerón, (voto femenino, partido femenino,
etc), fue un sujeto trascendente, que además aseguró el triunfo del peronismo en las siguientes
elecciones.
La ruptura de esta alianza de gobierno, en
especial la iglesia y las fuerzas armadas, más sectores de la clase media que
prosperó con el peronismo, pero se fue alejando en búsqueda de otros valores
más abstractos (libertad, democracia, republicanismos, etc) provocaron la caída
del peronismo en 1955.
Hubo cambios
importantes, ya superada la post guerra, en la situación geopolítica mundial que
incidieron en la construcción de un nuevo escenario para Argentina y el resto
de la región. El avance de EEUU como potencia mundial sobre su “patio trasero”
América latina y la conformación de un mundo bipolar, enfrascado en una “guerra
fría” con la URSS.
Los años de la revolución libertadora y en
general los años de la década del 60 mostraran la inviabilidad de una Argentina
con el peronismo proscripto y perseguido, pero sobre todo con un sujeto social
muy fuerte pero excluido de los derechos políticos.
La Revolución libertadora a pesar de la fuerte
represión sobre la política, la cultura y la sociedad que
ejerció en su búsqueda de desmontar el “aparato peronista” y volver a una
Argentina pre 45, fracasó por la inviabilidad de su proyecto. Pero inició un periodo de mucha violencia que marcó las próximas dos décadas. El bombardeo a Plaza de Mayo, que dejó más de cuatrocientos civiles muertos en las
calles, los fusilamientos y la cárcel dirigentes y militantes, la muerte de
Tanco y Valle, jefes de la sublevación del 56, dejaron una secuela de odio profundo que la
sociedad argentina pagaría con sangre, dolor y lágrimas.
A pesar de las políticas de desperonizacion de
la sociedad la clase obrera inicia un proceso de resistencia ante los nuevos
regímenes. Esta resistencia, a veces pasiva y en otras más violentas, nunca alcanzó
niveles que pusieran en riesgo el
sistema y la toma el poder, pero si generaban un escenario político de alta
inestabilidad. Ningún gobierno podía afianzarse y se sucedieron alternancias de
gobiernos “democráticos” débiles con
gobierno militares, que su única fortaleza era la lógica de las armas y la
represión.
Solo hacia finales de los 60, cuando aparece
otro sujeto “la juventud” que se asocia a la clase trabajadora y se producen
las grandes manifestaciones populares como el Cordobazo, el rosariazo, que
ponen en jaque al gobierno de Ongania y se inicia un proceso lento de avanzar
en el levantamiento de la proscripción del peronismo y su líder y la vuelta a
la democracia. Este fue posible por la alianza entre los sectores populares y
la juventud, proveniente de la clase media y alta, en especial universitaria,
que en esos años se vuelca hacia posiciones
más de izquierda o nacionales peronistas, bajo el influjo de la revolución
cubana, el mayo francés, o la opción por los pobres de muchos curas católicos.
Sin embargo, el nuevo proceso democrático y
popular quedo jaqueado por la lógica
militarista de varias organizaciones políticas peronistas y de la izquierda
guevarista, que hicieron prevalecer a la violencia como única vía política, el
enfrentamiento de estas organizaciones
que podrían definirse como “vanguardias” con el viejo líder popular, la
muerte posterior de este y un proceso creciente de violencia política
generalizada, agudizada por la violencia represiva de grupos para estatales de
derecha y de grupos al servicio del DE
norteamericano y de la CIA que operaban en la región con el objetivo de
destruir a los gobiernos populares, que gobernaban en Latinoamérica. Para fines de 1975, la democracia argentina era la
única que se mantenía en pie.
En marzo de 1976 comienza una etapa negra,
compleja, con rasgos de perversidad pocas veces vista.
Pero volviendo para atrás, un proceso
políticos de masa, con una muy fuerte organización territorial y sindical, una
cultura de lucha popular de resistencia que se fue consolidando durante 18 años
de proscripción, apenas pudo sostenerse en el gobierno unos tres años.
Seguramente la muerte de Perón, único artífice
de esa alianza policlasista, aceleró la
ruptura de la misma y por consecuencia la debilidad del gobierno que se
asentaba sobre ella. También la lógica de los fusiles, alejó la “política” en su sentido amplio y quiso
reemplazarla. Así primero las organizaciones juveniles mas militarizadas,
pretenden cuestionar el liderazgo de
Perón, lo que lleva al enfrentamiento y
posterior ruptura. Este conflicto
significó el quiebre de la alianza entre estos, que se
consideran una “vanguardia” , con los sectores populares. Estos grupos,
aislados del pueblo, profundizaron su estrategia militarista en detrimento de la acción
política y el trabajo de superficie en el territorio, la fábrica y el
sindicato.
El gobierno “popular” sobrevive solo nueve meses
a la muerte del Gral. Perón; jaqueado
por la violencia de izquierda y derecha, por la crisis económica, provocada por
los grandes grupos económicos, por el accionar de EEUU y, las propias contradicciones de ese mismo
gobierno.
Con el golpe vuelve al poder con el “Partido
Militar”, la vieja oligarquía, los
grandes grupos económicos, los intereses agro- exportadores históricos, la
iglesia, etc. Es justo reconocer que el golpe contó con apoyo social importante en los primeros
meses de amplios sectores de clase media y alta e incluso de
sectores populares que deseaban un marco de mayor paz en el país.
El nuevo gobierno se asentó, con la excusa de
la lucha antisubversiva, sobre una ola de terror, muerte y desaparición
de cuadros políticos y gremiales de base,
con el claro objetivo de desarticular toda expresión y organización popular. Mientras la política económica
basada en el neoliberalismo y el monetarismo de la escuela de Chicago, se
dirigió con bastante éxito a destruir el aparato industrial, basado en las
pymes, primarizar la economía y desarrollar un modelo agro exportador, de
servicios y sobre todo bancario financiero internacionalizado. Fue una brutal transferencia de recursos de
los sectores populares hacia los sectores concentrados de la economía.
El Proceso militar tuvo los mismos objetivos
de la revolución “libertadora”, desestructurar la matriz política, económica,
ideológica, cultural, legal, etc., instaurada por el peronismo en el periodo
45/55 y que sobrevivió a los distintitos avatares que quisieron “borrarlo” de
la historia. Sobre todo destruir al
sujeto histórico que sostenía al peronismo, la clase obrera organizada.
Una de las armas utilizadas por el proceso
militar fue la política de despolitización
de la sociedad. La demonización de lo político y de los políticos es una
herramienta usada por casi todos los gobiernos militares y después durante la
democracia por los gobiernos neoliberales. Esta despolitización produce el
efecto de alejar al pueblo de la única herramienta que tiene, la política. Lo
aísla de sus pares, lo degrada, ya que
lo baja de la categoría ciudadano a mero espectador.
El
proceso cívico militar se agotó básicamente por su gran fracaso
económico, crisis en todos los frentes y sobre todo una crisis en la balanza de
pagos originada por la gran deuda externa contraída en ese periodo. Aparece por
primer a vez la deuda externa como gran condicionante estructural. La guerra de
Malvinas fue un intento desesperado de perduración del régimen. La derrota
aceleró la crisis y la salida
democrática.
La vuelta a la democracia en Argentina y en región en los 80, fue un
intento de rearticulación de lo popular con lo democrático. Sin embargo el intento
quedó trunco, el sistema democrático
formal quedo supeditado rápidamente al nuevo sujeto histórico “ “el mercado”. El apotegma alfonsinista “con la democracia,
se cura, se come y se educa” mostró su falacia. Con la democracia representativa formal, sin el sujeto pueblo activo y
protagonista se convierte en un sistema vacío, impotente ante el poder
económico y político sintetizado en el “mercado”.
El neoliberalismo se impuso a fuerza de golpes
de mercado, como la hiperinflación, que puso fin al gobierno de Alfonsín pero
también condicionó y puso límites al gobierno que lo sucedió. El gobierno
menemista también sufrió en sus inicios una híper que frustró cualquier plan, aunque tímido, de generar un proyecto diferente al
neoliberal.
Con Menem se intenta completar el ciclo
iniciado en 1976, de concentración y
extranjerización de la economía mediante las privatizaciones de las empresas
públicas, el desmantelamiento de la industria, la primarización y sobre la inserción de la economía argentina
en el sistema financiero globalizado.
A pesar de fuertes luchas populares, esta quedaron aisladas, como mera defensa
sectorial, pero sin un proyecto político que las nuclee y potencie, Surge el
piquete como herramienta de lucha y la
organización de lo popular a partir de experiencias barriales y locales. La claudicación y la impotencia del poder
gremial y del sector político fueron manifiestas para generar proyectos
alternativos, aun dentro del sistema. La experiencia del FREPASO fue un fracaso
evidente dado que su “progresismo” no
superó nunca una moralina clase mediera,
denunciaba la corrupción pero nunca cuestionó
el modelo.
Mientras que la democracia liberal en esos años suponía el protagonismo de figuras
individuales, como el votante, el
ciudadano, el consumidor, nunca un sujeto colectivo, fue gestándose por abajo
movimientos populares orientados a construir estrategias de supervivencia y
resistencia, basadas en satisfacer necesidades básicas de alimento, trabajo,
educación, defensa del medio ambiente, que lograron de a poco ir estableciendo
otra agenda basada en la soberanía popular. Fueron construcciones contra poder,
pero en general estos movimientos no
pudieron articular un programa común,
superador del reclamo individual y sectorial. Salvo el caso Bolivia que bajo la
conducción de Evo Morales logró ir
articulando, a pesar de fuerte resistencias internas, un proyecto exitoso de
nación integrada.
En Argentina la crisis del dos mil uno fue el
catalizador que permitió un momento de síntesis entre todos los sectores en la
construcción de una estrategia consensuada para superar la crisis que el mismo
modelo nos había llevado.
Primero Duhalde y luego Néstor Kirchner
pudieron liderar un proceso que permitió recuperar la política por sobre la
economía. Sobre todo el gobierno de NK,
a partir de 2003 logró articular un programa económico con base en la re
industrialización, salarios altos y desarrolló
del mercado interno, al mismo tiempo que se lograban tasas de
crecimiento “chinas”, se renegociaba la deuda externa en condiciones más
favorables y se articulaban políticas de asistencia directa hacia aquellos
sectores empobrecidos por la crisis.
El modelo comienza a estancarse a partir de la
crisis internacional 2008/9 y sobre todo la muerte de NK en 2010. El modelo
requería cambios en la estructura económica vigente. Una sintonía más
fina para la superación de los estrangulamientos en muchos sectores, en
especial el sector externo.
El gobierno de CFK, mas allá de sus errores y
limitaciones internas, fue también víctima de un fuerte ataque por parte de los
grupos de poder político, económico y mediático, sostenidos por la acciones del
gobierno yanky en la región. EEUU se volvió en esos años sobre su “patio
trasero”, a fin de evitar del avance de los intereses y negocios chinos, con el que estaba enfrentado
en una guerra comercial y política por la hegemonía mundial.
Pero tal vez la gran deficiencia del gobierno
kirchnerista, sobre todo en su última etapa fue la ausencia de construcción y
fortalecimiento del pueblo organizado
como sujeto histórico. Primó una lógica política de construcción de arriba hacia abajo, a pesar de la fuerte
inversión que se hizo como asistencia a los sectores populares más vulnerables,
no se tuvo una estrategia de fortalecimiento y empoderamiento popular. Este
poder popular movilizado era una herramienta imprescindible frente al poder de
fuegos de los enemigos internos y externos que se enfrentaban.
En ese
marco no era impensada una derrota en las urnas, agravada por la imposibilidad
de CFK de ser candidata y la falta de un liderazgo fuerte que sintetizara a
todo el espacio.
El triunfo del macrismo y con él la vuelta del
neoliberalismo más acérrimo, significó
la vuelta al poder de los grandes grupos empresarios extranjeros y
nacionales ligados a ellos. Una vez más
“el mercado” se constituyó como sujeto hegemónico. Y una vez más se puso en
evidencia la inviabilidad de un proyecto
neoliberal en Argentina y la incapacidad de la derecha de generar un proyecto
de país, sustentable, que integre a los cuarenta y cinco millones de
habitantes.
El resultado de las próximas elecciones mostrara
no solo su fracaso sino el repudio de la
mayor parte de la población a estas políticas.
Lo que viene
Es indudable que la fórmula de Alberto
Fernández – Cristina Fernández sintetizó la unidad de todo el peronismo y los
sectores populares aliados. Esta unidad del campo popular rápidamente demostró
su fortaleza, que se vio claramente en las Paso del 11 de agosto. La victoria
aplastante del Frente de todos, coloco a AF como virtual presidente de la
nación iniciando un proceso de transición. AF inició un proceso de construcción
de poder, a partir de un accionar político muy activo de diálogo y búsqueda de consensos, primero hacia dentro
del espacio y luego con todos los sectores económicos y sociales, así fue
consolidándose como líder y generando estatus presidencial.
Todo el proceso esta mostrando varias aristas
complejas pero interesantes para el análisis de lo que viene. Por un lado la
capacidad de resiliencia del peronismo, entendida esta como como un proceso donde la persona y las organizaciones deben adaptarse
positivamente a las situaciones adversas.
El
peronismo parece siempre resurgir de sus cenizas, cuando parece la borde de la
extinción, cuando se cree que viene su superación histórica, el peronismo se
readapta y cambia, sin perder su esencia historica. A pesar de procesos largos
de desperonizacion de la sociedad, de la persecución de sus cuadros, de la
calumnia y la difamación de sus dirigentes,
a lo largo de su historia, el peronismo muestra una capacidad de
reponerse, reagruparse, generar nuevos liderazgos y volver a representar a
amplios sectores populares.
Así por ejemplo la “renovación” en los 80, el
kirchnerismo en el 2000, Alberto Fernández en el 2019, son momento de
rearticulación interna, debate, surgimiento de nuevos líderes pero también
fundamentalmente la conformación de un nuevo pacto con la comunidad sumando
sujetos políticos dispersos.
En el 2000, con Néstor Kirchner, pudo dar garantías de control de la crisis
económica y representar a sectores que fueron agredidos por el modelo
neoliberal, así sumo a los movimientos
sociales, piqueteros, a sectores de la economía social, a las madres y los
organismos de derechos humanos, sectores juveniles, etc.
Hoy el peronismo trata de construir una
alternativa política que sume además de lo anterior, a la marea verde
feminista, a los sectores de clase media, que se habían alejado del gobierno de
Cristina Fernández, trabajadores de la cultura, de la educación, de las
ciencias, a la vieja militancia y dirigencia peronista con las nuevas camadas
juveniles, más los partidos “progresistas” filo kirchneristas, etc.
Un dato a estudiar con más profundidad, para
no quedarnos con una mirada “jaurecheana”, es el comportamiento de ciertos
sectores de clase media. Por un lado
están los “independientes”, los que fluctúan su voto y muchas veces definen una
elección, son parte del electorado que sumo CFK con el 54%, aportaron para el
triunfo de Macri en el 2015 y ahora acompañan al Frente de Todos; por el otro
un sector de clase media muy refractario al peronismo, a pesar de ser la
primera víctima de las políticas neoliberales.
Si algo demostró este gobierno es la
vulnerabilidad económica de la mayor
parte de la clase media argentina. Las políticas de ajuste permanente del
neoliberalismo llevan a los sectores medios a un empobrecimiento generalizado,
que lo acercan a los sectores populares más pobres.
Hubo un sector que por falta de cultura política o histórica
creyó en los globos de colores o en la virtud el cambio, pero hoy descubrieron en carne propia que la
única promesa real del neoliberalismo es el ajuste sin fin y el progresivo
empobrecimiento de toda la comunidad.
Sin embargo hay otros donde esto genera situaciones de angustia y miedo, que los hace
votar a modelos políticos que les prometen una salida individual, un salvarse
solo, una meritocracia que les hace creer que son distintos y superiores a los
pobres, Un síndrome de Estocolmo que los hace votar a quienes lo perjudican y
odiar a aquellos que los benefician o ver a los “otros”, los pobres, como enemigos.
El gran desafío el próximo gobierno será
estabilizar la economía, domesticar la inflación y controlar el dólar, detener
la fuga de divisas, y renegociar el pago de la deuda, al mismo tiempo que
genera puestos de trabajo, pone en marcha las pymes, y hace una fuerte campaña
con ayuda directa contra el hambre y la pobreza.
Todo esto en un escenario interno y externo
muy complejo, donde el conflicto de intereses será muy fuerte.
La herramienta política que está planteando AF
es un gran pacto social, donde participen todos los sectores de la producción y
el trabajo y el estado. Una herramienta peronista, que Perón intento llevar a
la práctica varias veces.
La historia argentina muestra que estos pactos
solo funcionan cuando existe un poder político muy fuerte que actúa como
articulador o negociador entre las partes, pero también como dador de premios y
castigos e imponga los límites al conflicto
de intereses entre todos los sectores.
La experiencia también muestra que es necesaria
la construcción de un sujeto político que encarne y lidere el proceso. Este
sujeto no es más que el pueblo empoderado y movilizado, detrás de un proyecto
emancipador, que dé respuesta a las múltiples demandas de los distintos
sectores que conforman el colectivo pueblo.
Esta constitución de un sujeto político debe
estar basada en la historia, la memoria
colectiva, la experiencia popular, en una cultura, y sintetizados en un
proyecto de nación. Este sujeto político es el encargado de la disputa por los
significados, por la construcción del relato hegemónico, por el sentido común,
de dar la lucha por el poder y la hegemonía.
En síntesis el/los sujetos políticos democráticos y
populares deben ser garante y sostén del
próximo gobierno, dar la batalla cultural y política y la construcción de contra
poderes para la instauración de un nuevo orden social hegemónico.
Sin este soporte, sin el pueblo organizado y
movilizado, la tarea del próximo gobierno será ardua y llena de escollos.
Antonio
Muñiz
17 de
octubre de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario