Si conocemos la naturaleza perversa de estas
políticas, el daño en el tejido productivo, social, cultural y moral que
provoca y además su previsible fracaso, ¿porque una y otra vez vuelve a
implementarse? ¿Porque hay sectores sociales que apoyan este tipo de programas?
El neo liberalismo: ¿Fase terminal del capitalismo
tardío?
Es necesario aclarar que a pesar del fracaso en Argentina y la
responsabilidad de estas políticas en la
crisis que sufre la economía mundial, el neo liberalismo está lejos de perder
su hegemonía ideológica.
Esto es así porque el neoliberalismo, en todas
sus vertientes, es mucho más que un programa económico, es un proyecto político
llevado adelante por EEUU y los países centrales hacia los países periféricos.
Pero también, a su vez internamente en cada país, es un proyecto de clase.
Los objetivos últimos tienden a la
concentración del capital en las grandes corporaciones mundiales e internamente
en una clase social. Pero también tiene objetivos políticos, ya que busca poner el Estado al servicio del “mercado” y
remodelar a las sociedades actuales,
bajo nuevos patrones culturales, sociales y morales y por supuesto económicos
–productivos.
Este proyecto global le da características de
complejidad, diversidad, dinamismo y sobre todo resiliencia ante las crisis.
Y a su vez estas características, le permiten,
a pesar de las sucesivas crisis y fracasos, renovarse
y adaptarse a nuevas situaciones
y escenarios.
Una visión
histórica:
El crack financiero entre 2007 – 2008 hizo tambalear las economías centrales. Puso sobre
el tapete la crisis estructural y global del capitalismo basado en la
globalización y la acumulación financiera. El “modelo” capitalista imperante
desde la década del 70 sufrió sucesivas crisis, en general en los países y regiones periféricas, pero la crisis
originada por la quiebra de la Lemans Brother afectó al núcleo central del sistema, mostrando
claramente los límites estructurales y sus limitaciones a mediano y largo
plazo.
La década del 70, con el aumento del precio
del petróleo a nivel mundial, es
señalada como el hito inicial, que pone en crisis una etapa caracterizada por
un capitalismo basado en la producción, el consumo y el estado de bienestar, imperantes desde la década
del 30, y consolidándose a partir del
fin de la segunda guerra mundial.
La gran crisis del capitalismo mundial de 1929
puso fin al liberalismo tradicional decimonónico, ya que sus viejas “leyes”
condujeron a la gran recesión mundial, pero a su vez las recetas de ese
liberalismo para resolverla no solo mostraron su incapacidad, sino que además
agudizaron y perpetuaron en el tiempo sus efectos devastadores.
Solo las nuevas ideas del “New deal” , las
teorías keynesianas y la segunda Guerra Mundial (1939/45) permitieron superarla
y empezar una nueva etapa.
Sin embargo las ideas liberales clásicas siguieron
estando en circulación; desde
universidades y centros de difusión se continuó con la difusión del pensamiento
y las doctrinas liberales.
Algunos otros autores ponen como fecha del
nuevo ciclo neoliberal el 11 de septiembre de 1973, día en que un golpe militar
derroca violentamente el gobierno
popular de Salvador Allende en Chile. Bajo el gobierno del general Pinochet se
convierte en un laboratorio para las viejas y “nuevas” teorías neoliberales y
monetaristas de la escuela de Chicago, con Milton Friedman a la cabeza.
Este golpe fue el prolegómeno de golpes
impulsados por del Departamento de Estado y la CIA de EEUU en los países de Latinoamérica, dentro
de lo que se conoció como Plan Cóndor.
Estos acontecimientos marca la
instalación de las bases del régimen económico-político neoliberal en la
región.
Estas experiencias, no del todo exitosas, e
impuestas por dictaduras militares muy violentas y represivas, sobre todo
Argentina y Chile, fueron exportadas hacia primero Inglaterra, con Margaret
Tacher e EEU con Ronald Regan y luego ya en los 80 y 90 a casi todo el mundo
occidental, a través del “Consenso de Washington” (1989) y los organismos
multilaterales de crédito como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Desde la década de 1970 y hasta el día de hoy,
el neoliberalismo es “la estrategia
ofensiva y contrarrevolucionaria del Capital contra el trabajo y contra los
estados nacionales. Por ello, el neoliberalismo debe entenderse como una
“salida” y “solución” para las élites económicas y políticas
mundiales, con el fin de afrontar la
crisis estructural y global del capitalismo tardío”.
Es sabido, desde los clásicos, que el
capitalismo tiende a la apropiación y concentración del capital. Pero esta
lógica, llevada al extremo, agudiza las contradicciones, profundizando el
conflicto inter clases dentro de los países, pero también agudizando el
conflicto centro- periferia.
La globalización y el lucha por los mercados a
nivel global, por un lado y, por el otro, los niveles de explotación económica,
dominación política, estrativismo a
ultranza, desastre ambiental, emergencia climática, endeudamiento global de
toda la economía, opresión social y alienación cultural e ideológica, etc., que el modelo neoliberal está generando nos está llevando a una crisis global, a una crisis
civilizatoria según algunos autores.
Proyecto político de clase
Así lo definíamos más arriba, no solamente es un
programa de políticas económicas, sino un proyecto político global.
Pensar el proyecto neoliberal como un programa
de políticas, sobre todo económicas, oculta y minimiza su verdadero significado
geo-socio-político.
Al neoliberalismo hay que analizarlo desde un
punto de vista estratégico y táctico global, como un proyecto imperial.
Suele concebirse al neoliberalismo como una ideología estática,
subestimando su resiliencia o sea su capacidad para resistir los momentos críticos,
superar sus fases de fracaso y renovarse y recomponerse.
Como ejemplo de ello, es que en medio del creciente cuestionamiento al proyecto neoliberal, sus evidentes fracasos y
los efectos nocivos sobre toda la humanidad, éste en sus aspectos esenciales, continúa
adelante.
En este punto también hay que reconocer que el
neoliberalismo sigue teniendo una
posición hegemónica. Si bien existen fuertes críticas y se esbozan otros modelos alternativos, no existe, por lo menos
por ahora, un sistema que pueda poner en
riesgo su hegemonía global.
Si bien hoy, por un lado, la crisis económica global parece
ofrecer nuevas oportunidades estratégicas para las fuerzas sociales y las
alianzas políticas interesadas en promover y generar un nuevo orden mundial,
poniendo restricciones a los mercados o
estrategias regulatorias para construir sociedades más justas y equitativas, por
el otro persisten instituciones tanto globales, como locales, sistemas, leyes y sobre todo un aparato cultural,
asociadas que le dan sustento y sostienen la hegemonía del
neoliberalismo.
En principio es necesario abandonar posiciones
simplistas y voluntaristas sobre este fenómeno y tratar de entender su profundidad y complejidad. Es necesario detectar sus
grietas y contradicciones, desde donde construir modelos alternativos contra
hegemónicos.
En principio debemos entender este proceso
como una profunda contra revolución contra el orden de post guerra, que ha
llevado adelante una profunda transformación social, cultural, política y
económica en los últimos 40 años, sobre todo después de la caída de la Unión
Soviética, quien encarnaba un modelo distinto y alternativo. El fracaso
histórico del “socialismo real” abrió
las puertas a la hegemonía del nuevo capitalismo.
El neoliberalismo es un proyecto contra
revolucionarios porque busca desmantelar al estado nación, a las políticas
de redistribución y justicia social, a
las leyes y derechos laborales, todas propias del siglo XX. Es un fenómeno que articula, por ahora con
éxito, múltiples dimensiones, a veces contradictorias: políticas imperiales,
neo colonialismo, apropiación y saqueo de materias primas, autoritarismo
político, muchas veces con fuertes represiones y guerras de ocupación, con
libre comercio y libre circulación financiera.
El proceso latinoamericano.
El anti liberalismo puede rastrearse en Latinoamérica desde el siglo XIX, en las luchas civiles que
asolaron la región, post independencia
de esos países. Había un germen contrario a las ideas liberales, importadas de
Europa, en especial el libre comercio, impuesto por Inglaterra, en su propio
beneficio. A través de la trampa del libre comercio Inglaterra se apropiaba de
las materias primas para abastecer sus industrias y luego exportaba a nuestros
países sus productos, rompiendo y quebrando cualquier intento de
industrialización, aun aquellas casi artesanales.
Regiones enteras fueron sumidas en la miseria
y la pauperización, en beneficio de los puertos y la clase “comercial”, que fue
enriqueciéndose y convirtiéndose en oligarquías al servicio de los intereses
imperiales.
La expansión imperial (comercial y militar) de
Inglaterra en los siglos XVIII y XIX, con su bandera del libre cambio, fue un
primer intento de globalización del capitalismo.
Luego de la crisis del 29, donde todo el
sistema capitalista entró en una crisis
casi terminal, comienza una etapa de luchas políticas y sociales, de
resistencia al modelo liberal vigente. Para ese momento Inglaterra estaba
perdiendo su hegemonía en manos de EEUU, pero las formas y la ideología eran
similares.
Surgen los movimientos nacionales, anti
imperialistas y sobre todo industrialistas, basado en el proceso de sustitución
de importaciones, por la tanto se
cerraron las economías y se intentó desarrollar un mercado interno fuerte.
Este proceso continuó con marchas y contra marchas, en un proceso no
exento de contradicciones hasta el año 73, que con el aumento de los precios
del petróleo y sobre todo el ciclo de golpes militares en Latinoamérica a
partir del golpe en Chile, en septiembre de 1973.
Aparece así y se propaga por toda América del
Sur y el Caribe las ideas neoliberales, tal como desarrollamos en la primera
parte de este escrito.
La hegemonía que fue construyendo el
neoliberalismo en Latino América, fue impuesta a sangre y fuego por regímenes
militares alineados con las políticas de EEUU. Sin embargo con el regreso a la
democracia en los 80, comienza un proceso de luchas políticas y sociales de resistencia.
Por ejemplo Alan García en Perú o Raúl Alfonsín en Argentina, en sus primeros
años de gestión. Rápidamente fueron abortando estos intentos y subordinando a
nuestros países a las políticas neoliberales.
Es a partir de 1989, con el “caracazo”, que podríamos marcar como el comienzo de una
contra ofensiva de los movimientos populares contra el naciente “Consenso de
Washington”. La década del noventa fue el apogeo del neoliberalismo en
Latinoamérica, pero también fue el comienzo luchas populares. Al caracazo le
sucedió la insurrección zapatista en Méjico, revueltas populares en Ecuador, Argentina, Bolivia, etc.
Es claro que las políticas neoliberales se caracterizan
en la región por ser autoritarias, colonialistas, anti industrialistas y por
supuesto anti populares por lo tanto no tardan en generar un profundo malestar
social que termina expresándose en movimientos de protesta y lucha. Así en cada
país van surgiendo nuevos liderazgos que encarnan esta lucha, Chávez en
Venezuela, Correa, en Ecuador, Lugo en Paraguay, Evo en Bolivia, Lula en Brasil
o los Kirchner en Argentina, etc.
Un hito importante en el avance de los
partidos populares fue la constitución del Foro de San Pablo, fundada por Lula
y el Partido de los trabajadores de Brasil. Este foro se convirtió en una usina
de ideas y organización de los partidos y movimientos populares de América del
Sur y el Caribe. Entre sus objetivos figuran “Profundizar el debate y procurar avanzar con propuestas de unidad de
acción consensuadas en la lucha antiimperialista y popular, promover
intercambios especializados en torno a los problemas económicos, políticos, sociales
y culturales que la izquierda continental enfrenta”.
Este proceso de ruptura y quiebre de las
políticas neoliberales en la región y la
constitución de gobiernos populares en la mayoría de los países marco una
década o más de gobiernos exitosos en cuanto a poner límites a las políticas
neoliberales e integrar a amplios
sectores sociales a la economía, al trabajo, a la educación, al consumo, etc.
Sin embargo hubo en todo este proceso una
incapacidad de generar proyectos políticos alternativos, y un modelo propio de
desarrollo.
La ausencia de un programa que fortaleciera
las instituciones populares y creara nuevas formas organizativas y de
gobernanza en la mayoría de los países. Salvo Venezuela, que apostó a la construcción del “socialismo del siglo
XXI” y una participación activa de los sectores populares. En este caso la
muerte prematura de su líder Hugo Chávez complicó el desarrollo del proceso,
que a pesar de sus muchas contradicciones y el fuerte ataque de EEUU, todavía
sobrevive con fuerte apoyo popular.
La experiencia zapatista en Chiapas es una
experiencia interesante de construcción política de otra sociedad y modelos
autogestionados.
Es indudable que las muertes de Néstor
Kirchner y Hugo Chávez afectaron y debilitaron el proceso de integración
regional que era básico para enfrentar en bloque a la ofensiva del Departamento
de Estado de EEUU: Pero también los gobiernos sucesivos no avanzaron en el
afianzamiento y ampliación del Mercosur, el Banco Sudamericano y demás
organismos supranacionales que hubieran permitido una integración económica y
política regional.
Esa negativa o imposibilidad de avanzar en la
integración o desmontar el aparato interno político, económico, mediático,
cultural e ideológico que en cada país sostiene al neoliberalismo fue a la
postre una grieta por donde las
políticas de EEUU volvieron a restaurar regímenes neoliberales, conservadores y
en algunos casos autoritarios, como Brasil y Argentina.
Cuando EEUU, luego y como consecuencia de su
crisis en 2008/9 se volvió sobre su patio trasero, fue primero por los
eslabones más débiles, Paraguay y Honduras, luego los triunfos electorales de
fuerzas de derecha en Chile, Panamá y Costa Rica
Esta ofensiva neo conservadora y colonialista,
aprovechando las debilidades de los gobiernos populares fue avanzando uno a uno
y poniendo en crisis todo el proceso popular y progresista. Brasil víctima de
un golpe palaciego a su presidenta Vilma Rouseff y la prisión de su principal
figura Lula Da Silva, permitieron el avance de fuerzas de derecha liberales en
lo económico pero muy autoritarias y reaccionarias en lo político. En Argentina
el proceso fue menos traumático, ya que se dio tras elecciones nacionales
libres y transparentes. Si bien luego el nuevo gobierno mostró rasgos autoritarios y anti democráticos,
persiguiendo a la oposición con la prisión o causas judiciales fraguadas.
En el caso de Brasil y Argentina puede verse
con claridad como la falta de profundidad en los cambios estructurales, la
falta de un proyecto político alternativo, la falta de construcción de
mecanismos de participación y organización popular, hicieron posible el
resurgimiento táctico del neo liberalismo, que aprovechando su capacidad de
resiliencia, promoviendo “criticas” y “cambios” al modelo neo liberal ortodoxo,
pero no transformaciones a nivel de ideas, programas y objetivos. Se disfraza
de “nueva derecha”, “derecha moderna”, “gestión eficiente”, denostación de lo
político y los políticos y su reemplazo por una elite de ceos, etc. Pero una
vez en el poder desempolva su viejo proyecto de clase, asociado al Consenso de
Washington y las políticas imperiales de EEUU.
A las mismas recetas, iguales resultados; el
neoliberalismo en Latinoamérica muestra una vez más peor cara.
La crisis argentina, la derrota electoral del
macrismo y la vuelta del peronismo al gobierno,
la convulsión social y política en Ecuador, con marchas claramente en
contra de las políticas del FMI, la
inviabilidad del bolsonarismo en Brasil,
la avanzada imperialista contra el pueblo venezolano, que resiste, un
gobierno exitoso en Bolivia, que no acata las doctrina neo liberales, etc,
muestran una Latinoamérica, como un territorio en disputa, pueblos en lucha y
resistencia.
No hay fin de la historia. La historia sigue
escribiéndose, y la construyen los pueblos.
Antonio
Muñiz
Octubre
2019
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