Reportaje a Jorge Gaggero: presión tributaria y distribución del ingreso
El economista del Plan Fénix revela que la carga impositiva en el país es inferior a la del principal socio del Mercosur y marcadamente más baja que en países desarrollados, pese a la idea que buscan imponer los sectores económicos más concentrados.
Por Sebastián Premici
La presión tributaria es uno de los temas que desvela a los empresarios de los sectores más concentrados de la economía. Suele escucharse que el nivel de impuestos en Argentina es “altísimo” en comparación con otros países. Incluso, algunos sectores como el agropecuario o el financiero reclaman una baja de sus impuestos para poder operar en el país. El economista del Plan Fénix Jorge Gaggero presentó una investigación que demuestra que en realidad la presión tributaria argentina es muy inferior en comparación con la de Brasil o algunos países desarrollados. En una entrevista con Página/12, el tributarista dio detalles de su estudio y ahondó en la metodología que utilizan algunos sectores económicos para instalar la idea de una fuerte presión impositiva. También explicó la necesidad de avanzar en una mayor distribución de la riqueza, no sólo desde el plano fiscal sino a partir de la profundización de las políticas de intervención estatal.
–A más de un año del conflicto entre el Gobierno y las entidades agropecuarias, ¿cree que la discusión sobre las retenciones fue solamente un tema de caja o había de fondo un intento por profundizar la redistribución de la riqueza?
–Después del derrumbe de la convertibilidad se realizaron algunas correcciones positivas en el sistema tributario nacional. Los llamados Derechos de Exportación están entre las principales modificaciones, ya que aportan una mayor progresividad tributaria al gravar las ganancias extraordinarias en momentos de precios favorables de los commodities. El aporte de las retenciones fue aproximadamente de tres puntos del PBI en 2007. Sumado a lo que se recaudó por el Impuesto a las Ganancias, eso dio un cinco por ciento del PBI. Casi la mitad del salto que hubo en la presión tributaria desde la salida de la convertibilidad se explicó por este impuesto de impacto global progresivo. Las reformas fiscales resultan ineludibles para darle mayor competitividad a la economía, en todos los planos en los que la gestión estatal resulta sustantiva. La eliminación de las exenciones que hoy benefician a las actividades financieras y especulativas y el aumento de la presión sobre las personas con alta capacidad contributiva permitiría terminar con la asimetría que hoy afecta a las pequeñas y medianas empresas generadoras de trabajo y a las actividades productivas.
–En su último trabajo, La progresividad tributaria, publicado por el Cefid-AR, usted remarca que para profundizar la redistribución de la riqueza hay que tener en cuenta otros aspectos y no sólo los fiscales. ¿A qué se refiere?
–La literatura sobre el saber económico fiscal distingue entre una fase primaria –o pre-fiscal– anterior a la recolección de impuestos. Esta fase es la que resulta de la interacción entre los distintos actores de mercado, instituciones y el Estado. En un extremo está la cultura, muy resistente a los cambios. En el otro extremo estaría por ejemplo la política laboral, que incide fuertemente en la redistribución de la riqueza. Dentro de esta política también podemos incluir las regulaciones sobre las horas extra; las diferentes prácticas de control sobre los empleados; la fiscalización del trabajo en negro. También ubicaría dentro de la fase primaria la mayor democratización de los medios de comunicación y la pluralidad de los mismos, para garantizar dentro de una sociedad el tratamiento de los temas relevantes por sobre las cuestiones superfluas. En los últimos años, los principales medios de comunicación –prensa gráfica y de televisión– tendieron a censurar las posiciones a favor de una distribución equitativa del ingreso. No sólo filtran las posiciones que van contra los intereses más concentrados sino que empiezan a aparecer en los medios think tanks, universidades o lobbistas que elaboran cierto material para defender el statu quo, que es publicado sin cuestionamientos.
–¿Cuáles serían los casos donde usted ve que se defiende el statu quo?
–Hay grandes medios que están creando, o incluso resaltando instituciones que publican informes diciendo que la presión tributaria en el país es enorme, cuando no es así. El Plan Fénix hace años que no puede colar una idea en Clarín o La Nación. Y lo mismo pasa con los canales de televisión. Y esto se explica en parte porque en muchos casos los ejecutivos máximos de esos medios se sientan a la mesa de negociación de la Asociación Empresaria Argentina. Es decir, hay un conflicto de intereses que en un país más desarrollado culturalmente sería un escándalo.
–¿Cómo es la construcción que se hace sobre la presión tributaria argentina?
–Los medios están popularizando un índice que se llama “El día de la liberación de impuestos”, inventado en los Estados Unidos. Este índice mide en términos de un mes calendario, cuántos días laborales tiene que aplicar un ciudadano promedio para pagar todos sus impuestos. El cálculo puede dar que a final de marzo, el ciudadano logró pagar todos sus impuestos. Por eso el 1º de abril sería “el día de la liberación de impuestos”. Detrás de este índice se cuela la idea de que dejar de pagar impuestos es algo liberador del Estado. Por contraste, se induce a pensar que el Estado es una entidad opresiva. Los medios suelen enfatizar el aspecto de imposición y lo gratificante que es liberarse de los impuestos. Este es el metamensaje.
–¿Por ejemplo, cuál es el último caso que ha estudiado?
–La consultora Ernest & Young publicó en 2005 un informe sobre presión tributaria, que fue replicado por la prensa local, bajo el título “Encuesta Mundial: Argentina en el noveno lugar de presión tributaria”. Este dato fue vendido como el resultado de una investigación entre 56 países. Lo curioso era que en el último párrafo de las notas periodísticas que dieron cuenta de la información se aclaraba que los datos publicados hacían referencia a la presión tributaria teórica y no real. Es decir, el trabajo no hablaba de lo que realmente pagaban los ciudadanos. Ahora han perfeccionado estos índices, y hace pocas semanas se conoció uno que sumaba a los impuestos las tarifas de los servicios públicos, presentándolos como un todo homogéneo. Es decir, como resultado se extendía “El día de liberación de impuestos” para dar cuenta de una mayor presión.
–¿Cómo se compara la presión tributaria de Argentina con otros países?
–Argentina está en el orden de los treinta puntos de presión en término del PBI. Brasil, por ejemplo, tiene una presión tributaria consolidada cercana a los cuarenta puntos, mientras que los países más desarrollados están en un promedio que oscila entre el 45 y 50 por ciento de su PBI. Hay países de excepción –como Japón–, que tienen una presión tributaria más débil pero con una distribución primaria muy equitativa. Obviamente, no es el caso de la región, donde los niveles de distribución pre-fiscal son más inequitativos, y el gasto público resulta menos progresivo.
–¿Por qué todavía no se puede encarar en el país una mayor progresividad del sistema tributario y una mayor redistribución de la riqueza?
–Los sectores más concentrados de la economía local no quieren una mayor redistribución, ni una reforma tributaria progresiva. Lo asegura el campo cada vez que dice “no me pongan la mano en el bolsillo” o el sector financiero o la Asociación Empresaria Argentina. También está la paradoja de los dirigentes gremiales, que pidieron la eliminación del Impuesto a las Ganancias. ¿Por qué Moyano pidió esto? La única justificación que encuentro es que como el Estado no grava las inversiones financieras ni la tierra, el sindicalista pidió a modo de compensación que tampoco se grave a los asalariados. Esa no es la solución. En definitiva, no se pudo avanzar porque hay muchos intereses en juego, a los que no se los supo manejar.
–¿Está en condiciones este Gobierno de gravar la renta financiera?
–El impuesto sobre la renta financiera es uno de los más avanzados del mundo. Existe en Brasil y Chile. La anomalía es la Argentina. El primer gobierno de Perón estableció el impuesto sobre las Ganancias Eventuales (1949), gravamen que pudo subsistir hasta 1991, cuando Raúl Cuello, bajo el gobierno de Carlos Menem, lo eliminó. Desde el ’91 hasta la fecha no ha habido ningún intento por restablecer un impuesto que recaiga sobre la renta financiera. En 2003, el por entonces presidente Néstor Kirchner había dicho que era indispensable cambiar el sistema impositivo regresivo por otro progresivo, donde pagasen los que más ganan. Supongo que sigue pensando igual, aunque los tiempos ya son otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario