Walter Moore
En este nuevo siglo, no sólo se perfila una era de unificaciones continentales, sino una época en que la cooperación tenderá a sustituir la confrontación.
La Argentina, y América toda, están por entrar en un nuevo período histórico. El grupo de historiadores de El Umbral ha realizado un trabajo de gran trascendencia al definir que nuestro Pueblo tiene 1400 años de historia, e identifica siete Proyectos de país en esta larga historia, el Peronismo en sí mismo es un Proyecto de País diferenciado, y lo ubican como el Proyecto número 6, el proyecto 7, que ubican en el período de 1976 hasta la actualidad lo denominan El Proyecto de la sumisión incondicionada al Norte imperial y globalizador. La importancia política de esta caracterización es que ubica al Peronismo como un proceso histórico que comenzó y terminó, constituyendo una base importante para definir el Proyecto de País número 8, que inició el Pueblo Argentino marchando por el centro de las calles el 19 de diciembre de 2001 y que busca la forma en que -Se vayan todos, y espera pacientemente que aparezcan los nuevos líderes, capaces de lograr ese Umbral de Poder que Marcelo Gullo define como -el poder mínimo que necesita una Nación para no caer en un estadio de subordinación, en un momento determinado de su historia. Eso lo logró el peronismo, pero no pudo sostenerlo, y después de 20 años de embates, el proyecto de sumisión lo desplazó definitivamente del poder. Ahora ha llegado el momento de hacer un balance sobre lo que debemos rescatar del peronismo, más allá de la nostalgia de esos años felices, y las tareas que dejó pendientes el movimiento ideológico más potente del siglo 20, después del capitalismo, para lo cual es pertinente comparar a ambos, ahora que este modelo también está entrando en las sombras. El Peronismo logró plenamente todos sus propósitos: La Felicidad del Pueblo, la Grandeza de la Nación, la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social, en eso fue impecable, y estos objetivos será necesariamente los mismos en el 8º Proyecto, las diferencias estarán en los proyectos y los protagonistas, puesto que algunas variables son completamente diferentes en el siglo 21, a de los dos siglos anteriores, con lo cual tanto el proyecto Peronista como el Proyecto del ´80, requieren grandes cambios. En otro artículo analizamos los mitos que instaló el capitalismo, o demoliberalismo[1], mitos que fueron la base de su persistencia, pues los Centros de Dominación o Centros de Saqueo, usaron eficazmente su poder. Y aquí, en la concepción del poder de los Centros imperiales y la del Peronismo existe una diferencia sustancial. Mientras el primero organiza un poder ofensivo, destinado a perpetuar la dominación, el peronismo no pudo, no supo o no quiso, organizar su poder para oponer una defensa eficaz a la enorme capacidad agresiva de los centros imperiales que habían ganado la Segunda Guerra Mundial, y que percibían que si el ejemplo del peronismo se extendía por América Latina podía convertirse en una amenaza real para sus intenciones. En esta falta de apreciación del potencial y de las intenciones de los Centros de Saqueo, y en consecuencia, de movilizar todos los recursos necesarios para organizar una defensa efectiva de nuestra soberanía. Una defensa que tuviera en cuenta la eficacia de la Guerra Cultural emprendida contra nuestra Nación, con operaciones en este campo capaces de desarrollar una eficaz Quinta Columna en las fuerzas armadas argentinas, y de conseguir el apoyo de grupos sociales con poder, que siempre vivieron de las comisiones de los saqueadores. El peronismo descalificó el poder que puede ejercer un sistema que opera con una falta total de escrúpulos jurídicos y éticos con tal de consolidar una estructura de saqueo permanente. El peronismo cometió el error de creer que la clase obrera, por si misma, era capaz de oponerse al grado de organización de que disponen los Centros Mundiales de Saqueo, con su capacidad de corrupción mediante el dinero y el chantaje, además del fraude comunicacional que caracteriza su operación de guerra psicológica destinada a desgastar el poder nacional. Otro error central de la política peronista fue permitir el desmesurado crecimiento de las ciudades. Durante su gobierno no se fundaron nuevas poblaciones, el desarrollo industrial se concentró en las ciudades existentes y la trama de comunicaciones se mantuvo igual a la diseñada por el Imperio Británico, formando un embudo hacia el puerto, consistente con su programa de distribución internacional del trabajo (Inglaterra la fábrica y Argentina la granja). Si bien el peronismo libró una gran batalla para tomar el control del comercio internacional de la Argentina, mantuvo la misma estructura de dependencia económica de la venta de commodities hacia los países ricos, en lugar de expandir la producción destinada al mercado interno hacia los países limítrofes, compitiendo con la penetración que los Centros de Saqueo desplegaban en los mismos. El esfuerzo de industrialización para sustituir importaciones, y aún el de buscar formas de desarrollo de punta (energía nuclear, petroquímica, aviónica, etc.) no estaba sustentado por un esquema diferente al propuesto por el liberalismo para el consumo interno, ni estaba sostenido por un nuevo modelo de consumo y distribución nacional del sistema productivo que pudiera oponerse, por sí mismo, a la presión política y cultural de las multinacionales, aunque se hicieron movimientos en esa dirección, tales como obligar a rotular nuestra producción con Industria Argentina. En otras palabras, el peronismo organizó una mejora sustancial del sistema Demoliberal, con una equidad social desconocida en nuestro país, un amor por la familia, los niños, los jóvenes y los ancianos que no tuvo parangón, puso una parte sustancial de la producción de nuestro país bajo el control de los argentinos, pero mantuvo el sistema Demoliberal intacto, y eso ocasionó su derrota. El error de concepción fue creer que bastaba con conseguir nuestra independencia, sin tomar en cuenta que esta sólo puede ser sostenida en la medida de que se disponga de un sistema de poder capaz de disuadir a Centros de Saqueo que fueron capaces de mover el tablero internacional hasta propiciar el derrumbe de una potencia como la Unión Soviética. El peronismo esbozó políticas capaces de ofrecer esa resistencia, como la Tercera Posición y el intento de la alianza ABC, entre Argentina, Brasil y Chile, pero confió en que la afinidad política sería suficiente, cuando todos los estadistas saben que las naciones lo único que tienen en común en forma permanent, son los intereses. A la Argentina le sobraban recursos materiales, intelectuales, éticos y estéticos para desplegar una arrolladora influencia en los países sudamericanos, donde debería haber dado la batalla en todos los mismos frentes en que nuestros enemigos avanzaban. Cuando los marinos genocidas bombardearon a sus conciudadanos de Buenos Aires, la batalla ya estaba perdida en términos estratégicos. Nunca existió la posibilidad de una contraofensiva peronista porque la cultura de nuestro pueblo no admite el saqueo de otras naciones, y el modelo demoliberal está organizado para eso. Pero tal como lo están demostrando los actuales acontecimientos, el poder saqueador ya no tiene un futuro promisorio, aunque se recuperen o intenten desplazar los centros de saqueo desde el Atlántico Norte al Mar de la China o a los Urales. Algo sustancial ha cambiado en este Siglo. El capitalismo se pasó de vueltas y el desarrollo de las comunicaciones lo puso en evidencia, y una vez que se conocen los engaños de los estafadores, es difícil que puedan volver a usar las mismas tretas, y además porque: EXISTEN DIFERENCIAS ESTRUCTURALES ENTRE EL SIGLO 20 Y EL 21. Una de las diferencias principales entre ambos períodos, consiste en que las Pirámides de Poder han alcanzado su nivel de ineficiencia, con lo cual se incrementa la entropía de los sistemas piramidales hasta llevarlos a lo que Lazlo denomina Umbral de Crisis, situación en la cual el sistema tiene dos alternativas, o se bifurca dando origen a dos sistemas diferentes, o desaparece. En este Umbral se encuentran las grandes empresas automotrices norteamericanas, que fueran paradigmas del poder del capitalismo industrial avanzado del siglo 20, y que hoy están prácticamente quebradas. Esto no significa que no se vayan a seguir produciendo automóviles, sino que su uso y posesión ya no será determinante para organizar el modo de vida de las sociedades avanzadas. Como bien menciona Marcelo Gullo, si la industrialización fue la condición necesaria para alcanzar un umbral dominante de poder en el siglo 20, en el siglo 21 será una condición necesaria pero no suficiente, pues las estructuras productivas evolucionaron desde las pirámides industriales hacia las redes de proveedores de partes y de distribución global de productos y servicios. Con lo cual, cualquier país podrá acceder al autoabastecimiento de productos industriales utilizando estas redes deseosas de vender sus partes, insumos y conocimientos en existencia. Esto posibilita que todas las naciones puedan Vivir con lo nuestro como propuso Aldo Ferrer, y cuando lo hagan, todo el sistema de dominación mercantil inaugurado por el Imperio Británico, y tardíamente imitado por la República Popular China, entrará en su propio Umbral de Crisis. Otra diferencia sustancial entre ambos siglos es la cantidad de personas que viven en el mismo planeta, que se estima que en este siglo llegarán a los 10.000 millones, o sea casi 10 veces más que 100 años antes. 10.000 millones que necesitan comer todos los días y todos los días generan desechos, y como han calculado algunos, para que todos los seres humanos pudieran vivir una vida considerada hoy decente en los países ricos, harían falta 3 planetas como la Tierra. En consecuencia todo el sistema de producción y consumo de alimentos, de distribución de los mismos y de control de los desechos generados en este proceso deben modificarse radicalmente. No debemos preocuparnos por encontrar esas soluciones, los europeos y los chinos, con una carga de 140 habitantes por kilómetro cuadrado y sin dinero para importar nada, tendrán que resolverlo. Nosotros, con 10 veces menos habitantes, tenemos otros problemas: Proteger la calidad de nuestros recursos productores de riqueza, y generar las condiciones para absorber la gigantesca corriente inmigratoria procedente de una humanidad hambrienta. Ambos problemas no admiten las soluciones de grandes organizaciones competitivas con voraz crecimiento, solo pueden resolverse con redes de pequeñas organizaciones cooperativas, dedicadas a producir lo que no tienen y proteger lo que tienen defendiéndose de la rapiña de los que no se resignan a vivir de lo suyo. Esa intención de rapiña no es un tema menor, pues para robar hay que armarse, y vimos como dos grandes naciones, con dos proyectos hegemónicos basados la idea narcisista de su superioridad, y la falta de temor a Dios por sus pecados de codicia, han destruido a sus economías en una loca carrera armamentista destinada a perder las guerras [2]. Parecería que las comunidades germánicas del norte de los Estados Unidos se las ingeniaron para que el país que los derrotara en su tierra, cometiera sus mismos errores, creando otra de esas paradojas que brotan en la Historia. Eso también permite pensar que es factible que el dólar corra el mismo destino que el marco alemán después de la Primera Guerra Mundial: Empapelar paredes como su único fin útil, ya que carecen de riqueza real que los respalde. A pesar del monstruoso aparato de propaganda organizado por el Departamento de Estado norteamericano a través de Hollywood, de su red de satélites de comunicaciones y de la aceitada maquinaria de corrupción montada en casi todos los países que saquean (o quieren saquear) sus Centros de Poder, no pudieron ocultar que no pueden ganar una guerra en países del Tercer Mundo (sólo han tenido éxito desmembrando a la Yugoslavia que Tito construyera con tanto talento), y tampoco pueden hacerlo sus gendarmes israelíes en Medio Oriente, derrotados en la República del Líbano por el Ejército Popular Hezbollah. Los norteamericanos ya llenaron los agotados pozos petroleros de su país con el oro negro que saquearon en Irak y Kuwait, pero eso no ha resucitado su poder menguante, pues Estados Unidos es un país envejecido prematuramente. Cometieron el error de haber comprado para sí mismos la filosofía decadente que tratan de instalar en el resto del planeta: el American way of life, que ahora parece declinar en su cuna también, donde, como una consecuencia de la crisis que les impide seguir endeudándose, el pueblo norteamericano está revisando sus valores consumistas. EL CONTINENTALISMO SUDAMERICANO ES UNA REALIDAD EN MARCHA En este nuevo siglo, no sólo se perfila una era de unificaciones continentales, sino una época en que la cooperación tenderá a sustituir la confrontación. Con lo cual el negocio que les quedará a los países industrializados es cooperar con el autoabastecimiento y la recuperación ambiental de las naciones que anteriormente se dedicaban a saquear. En el siglo 21 se extinguirán también muchas de las actividades de saqueo monetario, porque esas estafas ya han quedado en evidencia, lo mismo que robar materias primas a cambio de chafalonía industrial o papeles sin valor. La paciencia de los pueblos tiene su límite y los espejitos de colores ya no brillan igual que antaño. Durante el último cuarto del siglo 20 el capitalismo jugó todas sus cartas, y su crisis actual es la prueba de que perdió el juego. La herencia que el Peronismo ha dejado en la Argentina hace previsible que nuestro país recuperará su voluntad de poder, su vocación de independencia y su capacidad para expandir la justicia social en todo el territorio sudamericano, la voluntad del pueblo ya se expresó en ese sentido, solo falta el Plan y que asuman el poder estatal los que tengan la energía para consumarlo. Esta vez no podemos volver a desperdiciar nuestra oportunidad, los Centros de Saqueo no desaparecerán, se recuperarán en unos años, y a menos que se los expulse de todas las naciones del planeta volverán a saquearnos. Por eso es necesario desarrollar un sistema capaz de impedir su implantación nuevamente. Debemos organizar los recursos necesarios para neutralizar sus capacidades de agresión mediante la guerra física de alta o baja intensidad, sus recursos usados para ganar la guerra política y diplomática y organizar su invasión económica y cultural, debemos ganarles en la guerra psicológica y ambiental. Si queremos ser libres, debemos definir recursos defensivos en cada uno de estos rubros, pues ninguno es descuidado por ellos. En el mundo de hoy hablar de Naciones Desarrolladas y No Desarrolladas, de Países Centrales y Países Periféricos es un anacronismo. La única diferenciación que permite profundizar los análisis políticos y comprender lo que sucede en la política y la economía internacional es comprender que la principal dicotomía se establece entre los Pueblos y las Naciones Saqueadas y los Centros de Saqueo. Son los Centros de Saqueo los que se apoderan de los aparatos gubernamentales, los que controlan los directorios de las multinacionales y manejan los organismos internacionales. Grupos como los que controlan el Complejo Militar Industrial y el Sistema Financiero de Estados Unidos saquean a todo el mundo, pero también a los mismos norteamericanos, y son ellos los que controlan a todas las instituciones de ese país, incluyendo al Congreso, a todas las estructuras del Ejecutivo y también al sistema judicial, sin contar que, a través de la participación en los directorios controlan a las corporaciones y los medios de difusión, y su influencia en las universidades sirve para poner a su servicio a toda la clase dirigente, de su país y a las de las de los países en los que tienen repetidoras. Pero la verdad es que solamente gozan de gran prosperidad los grupos del pueblo norteamericano y de los países europeos occidentales que actúan como cómplices de los saqueadores, y lo mismo sucede en los países saqueados, la prosperidad sólo le llega a aquellos colaboracionistas, estén en la actividad privada o en el gobierno. El resto del pueblo está cada vez menos feliz y menos próspero, consumir más o menos no es su decisión sino la de los grupos que controlan la economía. Esto es igual en los países centrales y en los periféricos, pero en todos el nivel de vida real no cesa de debilitarse, a pesar de las mediáticas afirmaciones de la economía contable, a la que, como ahora todos pueden ver, no se le puede creer nada. El paroxismo del monetarismo ha tenido un resultado positivo para los pueblos: el extender la conciencia sobre quienes son nuestros enemigos. Ahora necesitamos desarrollar las hipótesis sobre lo que debemos hacer para defendernos de estos agresores. Si bien es positivo que aparezcan medidas puntuales de oposición en muchos de nuestros países, todavía no se despliegan las propuestas necesarias para instalar un modelo que nos deje a salvo de los saqueadores en forma definitiva. El Continentalismo y la Guerra Asimétrica son dos iniciativas que se consolidan en nuestras tierras. El concepto de Autoabastecimiento está también en el aire, como así también el retomar el control de nuestras monedas y de los sistemas financieros de nuestros países. El desarrollo de un modelo en que premie la producción y no la especulación comienza a perfilarse como una necesidad importante, y la necesidad de deshacer el desbarajuste jurídico que significó la anulación de la Constitución de 1949 por un bando militar, aparece como el primer paso para restaurar la juridicidad en la Argentina. Todo esto, si bien necesario, no es suficiente, porque debemos encontrar la manera de instalarnos en la línea del tiempo de nuestro siglo, y eso requiere transformaciones profundas, pues así como la invención de la imprenta instaló la idea de la producción industrial, el fulmíneo desarrollo de Internet, la Red de Redes, está abriendo las mentes al sistema de colaboración y libre expresión de todo el mundo, de un sistema recíproco de poder, de libre acceso y uso del conocimiento, de un sistema multidimensional de relaciones, muy diferente del inmovilismo de las pirámides de poder. El cambio no provendrá ya de un líder carismático inspirado (que necesariamente reinstalará una pirámide de poder) sino de la interacción de sistemas de pensamiento y acción semejantes, de una conciencia clara de quienes son los agentes de la muerte, y cuales los que propician la felicidad y la liberación en este mundo. En este sentido el punto de mayor claridad dejado por el Peronismo, son los 10 años de Felicidad del Pueblo, que nos servirán de guía, pues para llevar a este gran movimiento histórico hasta su actual derrota, o sea al punto de su mayor oscuridad, hicieron falta tres golpes militares (Aramburu, Onganía y Videla), tres gobiernos radicales (Frondizi, Alfonsín y De La Rua) y tres gobiernos del partido Justicialista (Menem, Duhalde y Kirchner). El Proyecto de la sumisión incondicionada al Norte imperial y globalizador, no se inicia en 1976 sino 20 años antes, con el golpe de Estado de Aramburu y Rojas, que despojó a los niños y a los ancianos del amparo que les diera el peronismo, que volvió a endeudar a una Argentina que no debía un dólar, que le abrió las puertas al FMI, que dejó al país sin Constitución y convocó a un apólogo del neoliberalismo como Raúl Presbich que propició maniobras con divisas generaron una alta inflación. Ese gobierno fue el que comenzó una tarea de acoso y corrupción ante la dirigencia obrera que se prolongó hasta el año 1990, donde el desarme de su poder en defensa de los intereses nacionales quedó terminado: la dirigencia sindical no defiende ya ninguna causa nacional, se limita a sus intereses sectoriales, iguales a los de cualquier corporación. Frondizi siguió con la tarea de desguace de la potencia Argentina iniciado por el gobierno liberal de Aramburu. Tomó el plan de un general norteamericano, Thomas Larkin, y cerró un tercio de los ramales ferroviarios, dejó a 60.000 personas sin trabajo, demolió la potente industria automotriz argentina abriéndoles las puertas a 14 empresas automotrices que todo lo que hacían era montar partes importadas y como si eso fuera poco, le abrió las puertas a las multinacionales petroleras y a las universidades extrajeras (o privadas, es lo mismo), el trabajo de demolición iniciado por Frondizi lo terminó Menem. El presidente Arturo Illia detuvo por un tiempo el desastre y una breve racha de prosperidad volvió al país, hasta que la banda de Onganía retomó el saqueo y el desguace de la Argentina peronista: destruyo a la Universidad Estatal y espantó a los cuadros intelectuales de la Argentina, instalando la Primera Era de Terror. Demolió a las PyMEs industriales cerrando las cooperativas de crédito que les permitían autofinanciarse. Las maniobras financieras y monetarias desde el Banco Central provocaron la quiebra de grandes empresas industriales como SIAM y Sasetru, preparando el terreno para el saqueo de las empresas nacionales estatales y privadas que finalmente se concretaría en el proceso 1976 - 2003, donde quebraron más de 160.000 empresas industriales nacionales. El resto de la historia todos la conocen, 30.000 desaparecidos, en su mayor parte cuadros sindicales y políticos del peronismo, dejaron las puertas abiertas a la liquidación del resto de poder popular encarnado en la dirigencia obrera, terminó con la derrota final del peronismo, cuyas consecuencias más trágicas no son el calamitoso estado de nuestro sistema de transporte, ni la decadencia de la calidad educativa o sanitaria, ni siquiera el hecho de que tengamos 3 millones de viviendas menos de las que se necesitan. El punto más trágico de esta derrota son el millón de niños desnutridos y los millones de desocupados con sus secuelas de degradación física, familiar y social. Estos son hechos inadmisibles en un país que genera alimentos para centenares de millones de extranjeros y donde todo está por hacerse. Los responsables de tamaño desastre deberán rendir cuentas por él, en un futuro más o menos próximo, deberán responder ante la justicia comunitaria por su omisión de acción ante tamaño desastre, de la misma manera que los genocidas ya perdieron su impunidad, esta camarilla de ineptos no puede pasar por la función pública sin rendir cuentas de su incompetencia. El crepúsculo del Peronismo abre el camino hacia una nueva alborada, ha quedado en los genes de nuestro pueblo, inspirando la valentía que será necesaria nuevamente, no tanto para pelear contra enemigos inasibles, sino para construir con inteligencia el Nuevo Estado Continental. El Peronismo nos ha dejado un gran espacio para la nostalgia, para la reivindicación de sus próceres y sus logros, formando una valiosa biblioteca viviente de la experiencia que hace medio siglo nos hizo pisar el Escalón de Poder, pero debemos tomar en cuenta los déficits que no nos permitieron instalarnos sobre él.
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