El termómetro del humor social volvió a encenderse y los números no traen buenas noticias para el oficialismo. Un nuevo relevamiento del Monitor de Humor Social y Político, elaborado por D’Alessio IROL y Berensztein, muestra que el clima social y la evaluación de la gestión de Javier Milei se mantienen en terreno inestable.
Una amplia mayoría de los argentinos percibe que la economía empeoró y duda de una recuperación en el corto plazo. La desaprobación al Gobierno de Javier Milei se mantiene estable pero alta, mientras la polarización política y la falta de mejoras concretas en la vida cotidiana alimentan la desconfianza social.
Aunque algunos indicadores macroeconómicos se muestran estables, el descontento con la situación económica domina el humor social. Según el relevamiento de D’Alessio IROL y Berensztein, el 62 % de los argentinos considera que la economía está peor que hace un año, mientras solo el 35 % percibe una mejora. Entre los votantes de La Libertad Avanza, el 74 % cree que la situación mejoró; en cambio, entre los opositores, el 96 % sostiene lo contrario.
La brecha política atraviesa toda la percepción económica. Mientras el discurso oficial insiste en los “logros técnicos” del ajuste —déficit fiscal cero, tipo de cambio estable, desinflación— la mayoría de la población siente que esos resultados no se traducen en una mejora de su vida cotidiana. En palabras del economista Hernán Letcher, “la estabilización sin crecimiento ni distribución es apenas una foto contable que no cambia la realidad social”.
De cara al futuro inmediato, el pesimismo avanza: el 52 % cree que la economía empeorará en los próximos doce meses y apenas el 44 % se muestra esperanzado en una recuperación. Este diagnóstico coincide con informes de la Asociación de Empresarios y Empresarias Nacionales (ENAC), que advierten que el mercado interno “no se recupera” y que la recesión se profundizó durante el tercer trimestre de 2025.
Una gestión con aprobación acotada
En el plano político, la evaluación del Gobierno nacional revela un techo difícil de perforar. Un 56 % de los encuestados desaprueba la gestión de Javier Milei frente a un 42 % que la respalda. Dentro del electorado libertario, la adhesión se mantiene en torno al 88 %, pero el Gobierno no logra ampliar su base social. Entre los votantes opositores, la desaprobación roza el 99 %.
Los analistas coinciden en que la administración se sostiene sobre una base fiel pero estrecha. “El problema del mileísmo no es la fidelidad de sus votantes, sino su aislamiento: no crece hacia el centro ni retiene a los sectores medios que fueron seducidos por su discurso inicial de orden y libertad”, resume el politólogo Sergio Berensztein.
La paradoja es evidente: mientras Milei exhibe cifras de equilibrio fiscal y festeja la contención inflacionaria, la sociedad percibe que el costo del ajuste recae sobre los mismos sectores de siempre. Los aumentos en tarifas dolarizadas, el congelamiento salarial y la contracción del consumo golpean a la clase media, que según una reciente encuesta del Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), “se siente más empobrecida y desprotegida que nunca”.
Inseguridad e incertidumbre: las alarmas del presente
La incertidumbre encabeza la lista de preocupaciones nacionales con un 61 %, seguida por la inseguridad (58 %) y la falta de propuestas productivas (53 %). El estudio refleja dos agendas totalmente distintas según la orientación política: los votantes oficialistas priorizan la inseguridad (76 %), la “corrupción kirchnerista” (71 %) y el narcotráfico (49 %); mientras los opositores mencionan como principales problemas los recortes del Gobierno (94 %), la inestabilidad económica (84 %) y la falta de impulso al crecimiento (76 %).
El resultado es un país fragmentado, con dos miradas y dos lenguajes políticos que rara vez se cruzan. Para los votantes libertarios, el ajuste es un sacrificio necesario; para el resto, una agresión sin horizonte. Esa distancia narrativa explica la creciente polarización y el enfriamiento del humor social incluso en sectores que, hasta hace poco, mostraban paciencia con el rumbo oficial.
El humor social y el horizonte político
Entre las figuras políticas nacionales, Guillermo Francos lidera la imagen positiva con el 46 %, seguido por Patricia Bullrich y Diego Santilli (42 %). Javier Milei mantiene un 38 % de imagen positiva y un 57 % negativa, niveles similares a los de Mauricio Macri. En el caso de Cristina Fernández de Kirchner, la imagen positiva desciende al 28 % y la negativa trepa al 65 %, mientras Axel Kicillof conserva un 37 % positiva y 58 % negativa.
En cuanto a la valoración del rumbo nacional, el 45 % de los consultados se declara conforme con el camino elegido en las urnas, frente a un 52 % que lo desaprueba. Entre los libertarios, la satisfacción es casi unánime (93 %), pero fuera de ese círculo predomina el desencanto.
El desafío para el oficialismo es sostener la gobernabilidad en un contexto de recesión prolongada, desigualdad creciente y pérdida de expectativas. Si bien el Gobierno celebra haber frenado la inflación y reducido el déficit, la estabilidad prometida parece beneficiar a los mercados antes que a la economía real. En los hechos, las tarifas atadas al dólar no reflejan los costos de producción sino la rentabilidad asegurada a los empresarios, mientras el consumo interno sigue en retroceso.
Un país entre la paciencia y el hartazgo
La encuesta confirma que el apoyo a Milei se mantiene en su núcleo más ideologizado, pero fuera de ese círculo la confianza se erosiona. Los resultados técnicos del ajuste no logran compensar la pérdida de poder adquisitivo ni el deterioro de la vida cotidiana. La sociedad parece ingresar en una etapa de fatiga: el orden de los mercados ya no alcanza para justificar el desorden social.
En síntesis, seis de cada diez argentinos creen que la economía está peor que hace un año y más de la mitad anticipa un empeoramiento. En ese escenario, la legitimidad del Gobierno depende menos de las cifras macroeconómicas que de su capacidad para ofrecer esperanza y sentido en medio del ajuste. Mientras la paciencia ciudadana se acorta, el malestar se convierte en el nuevo termómetro político de la Argentina.
Antonio
Muñiz

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