“No hay nada más
parecido a un fascista que un burgués asustado”
Bertold Brecht
El
triunfo de Bolsonaro, un político marginal, un ex militar, una figura
considerada payasesca por sus exabruptos, sus dichos racistas, misóginos. Un
mensaje autoritario casi fascista, generó un mar de dudas y temores en los analistas políticos y en la
política latinoamericana.
Un Brasil gobernado por un militar que expresa
un nacionalismo violento, que alineado con las políticas del Departamento de Estado,
puede ser un peligro para toda Latinoamérica.
Hay
que recordar que EEUU ha vuelto su mirada sobre su patio trasero, descuidado
luego de los atentados a las torres gemelas, que lo obligó a poner sus
objetivos en Medio Oriente y perdido en el 2005, cuando Argentina, Brasil y Venezuela en tándem, consiguieron
el rechazo al Alca.
2008
es otra fecha a tener en cuenta, ya fue el año que comenzó la gran crisis
global del sistema financiero internacional, pero que tuvo su epicentro en
EEUU.
Una
década después la crisis no ha sido superada. El sistema financiero globalizado
se mantiene, pero a un costo de crisis periódicas y un costo social y en la
economía real, devastador. Latinoamérica
en la década pasada pudo pasar bastante indemne las crisis dado sus políticas
de protección de sus mercados internos, sin embargo el avance del
neoliberalismo y la apertura de los mercados hicieron posible que los países
centrales transfieran su crisis a los países periféricos.
En
estos meses estamos viendo cómo el aumento de la tasa de interés en EEUU
funciona como una aspiradora de dólares hacia los países centrales, generando
en los periféricos crisis financieras, devaluaciones, inflación y fuga de
divisas. Cuanto mayor es la apertura y la desregulación, mayor es el daño sobre
la economía real de esos países.
El
cambio de políticas del departamento de estado hacia los países latinoamericanos,
ha logrado a partir de golpes de estado “blandos o suaves” voltear gobiernos
populares, empezando por Lugo en Paraguay, un contubernio político judicial
mediático en Brasil que termino con la destitución de Dilma y el encarcelamiento
y proscripción de Lula; fraudes en Honduras, estados sumergidos en una
violencia institucional y paraestatal como Guatemala, Colombia o Méjico, persecución
judicial y mediática sobre los políticos opositores, como en Argentina.
Los
gobiernos populares de Nicaragua, Venezuela, Bolivia y por supuesto siempre
Cuba, están en los objetivos desestabilizadores.
Está
claro que tras el avance político sobre los gobiernos populares han ido
instaurando políticas económicas neoliberales, liberación del comercio y
desregulación del sistema financiero.
Como
decíamos más arriba, el neoliberalismo genera graves daños en el tejido social
y económico de esos países, generando un empobrecimiento de amplios sectores de
la población, con trasferencia de ingresos desde los sectores populares hacia
los sectores más concentrados y sobre todo hacia los países centrales.
Estas
políticas generan una alta conflictividad interna producto de la inviabilidad
del modelo por la exclusión de amplios sectores y la incapacidad para dar
respuesta a las demandas sociales y a la perdida continua de derechos.
Está
claro que el conflicto social escalará en estos países y por lo que hay que
pensar en una fuerte represión estatal, a fin de sostener el modelo, generando
seguramente una fuerte inestabilidad en toda la región.
En
este escenario de crisis permanente, el neoliberalismo se va a trasfigurar en
fascismo, como sucede en varios países europeos y como parece que va a ocurrir
en Brasil. La historia muestra que las sociedades burguesas ante la crisis
salen por derecha, por modelos cerrados, xenófobos y violentos. La historia del
siglo XX muestra claro cómo las crisis del capitalismo y la lucha por la supremacía
termina en procesos nacionalistas y agresivos, y estos en conflictos bélicos.
La crisis del 30 y su salida en modelos fascistas o de derecha extrema es un
ejemplo histórico de los peligros del momento.
En
este escenario, el triunfo de Bolsonaro,
junto a la política de EEUU para la región, ponen en peligro la paz en
Sudamérica.
No
es descabellado en la nueva realidad pensar en una agresión armada, avalado por
varios países latinoamericanos, contra el régimen chavista de Venezuela,
convirtiendo de la región en un polvorín.
Antonio Muñiz
octubre 12 2018
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