Ricardo Sidicaro: "Esta es una guerra entre moribundos"

"Si bien no coincidimos en todos sus términos, nos parece un análisis lúcido sobre nuestra realidad. La publicamos porque es un aporte más al debate y la discusión ideológica en la construcción de un nuevo Proyecto Nacional"

"La guerra entre dos moribundos siempre hace mucho ruido, porque ninguno de los dos quiere morir. De ahí que hayamos visto tantos fuegos artifíciales en esta guerra entre el Gobierno y el campo, los dos actores agónicos de este conflicto" ¿Y el kirchnerismo? "Es apenas el intento de hacerle respiración artificial a uno de los moribundos, el peronismo".
Así opina , sin apelar a sutilezas, el doctor en Sociología Ricardo Sidicaro, investigador principal del Conicet y autor de Los tres peronismos , la tesis con la que obtuvo su doctorado en Francia, junto al reconocido Alain Touraine, y en la que analiza las distintas fotos del partido de Perón a lo largo de la historia.
Si bien parece todo muy espectacular -sigue Sidicaro-, lo que hemos vivido no hace más que reflejar un psicodrama de los dos grandes contrincantes de los años 40, que hoy están siendo barridos por esta segunda modernidad, signada por la globalización.
"Una globalización que se caracteriza por desarticular el mundo político, productivo, el de las legitimidades, y sobre todo de la presencia fuerte del Estado-Nación, todos ejes que constituían las bases del peronismo. Por eso, peronismo no hay más, lo que hay son peronistas".
Y con el agro ocurre otro tanto: "Está siendo corrido por los pools de siembra, y sus actores agónicos por excelencia son Carbap y la Federación Agraria", afirma este sociólogo que, a los 66 años, se define como un típico producto de los años 60, marcado por la influencia del estructuralismo marxista de esos años. "Es imposible tener 18 años en 1960 y no haber creído en la revolución", dice.
Como muchos intelectuales progresistas, apoyó al kirchnerismo en la primera etapa, cuando Néstor Kirchner impulsó la reapertura de los juicios a los militares y, después, se alejó. El mismo explica por qué: "Conversando con los kirchneristas fui teniendo la convicción de que la falta de debate los iba a llevar a situaciones como las que hemos vivido en estos últimos meses. Noté, además, que el registro que tenían de la realidad era muy viejo y, cuando tenés un registro viejo, aunque llegues a tomar medidas acertadas, finalmente te equivocás".

-Usted que se ha especializado en el peronismo y sus diversos momentos, ¿qué opina del acto de Cristina en la Plaza de Mayo? ¿Fue un gesto hacia el interior del peronismo o tuvo otro fin?

Cuando uno mira la tapa de los diarios reflejando el acto de la Presidenta, se pregunta dónde está [Carlos] Menem, porque es el único que falta en esa foto. Realmente, no sé si hay algún funcionario peronista relevante que no sea de esa época. Y entonces, ¿qué pasa cuando las personas hacen ese recorrido? Las creencias de las personas, su identidad partidaria, se debilita. El kirchnerismo trata de darle un nuevo aliento al peronismo, y los actos del PJ, donde funciona la aclamación apuntan a intensificar una identidad que ha perdido sus bases constitutivas: hoy no tenemos ni Estado fuerte, ni clase obrera, los dos pilares del peronismo.

-¿Y qué puede salir de una batalla entre dos moribundos?

-No sé: sólo miro el tablero. Ninguno de los dos puede construir un proyecto de país y los agrarios, menos todavía: la Argentina agraria se hundió en 1940. -Pero el kirchnerismo no siempre se volcó a la liturgia peronista; por el contrario, Kirchner decía que jamás presidiría el PJ y que quería armar una gran centroizquierda junto con el peronismo. ¿Qué le pasó que no pudo hacerlo? -En una sociedad en la que prima el individualismo en todos los sectores sociales no es tan fácil constituir nuevas identidades políticas. La que hizo Kirchner al principio fue una buena captación: el peronismo está agónico, hagamos otro conglomerado político. Pero construir nuevas identidades colectivas en una sociedad donde todos son cada vez más individuos es una tarea muy compleja, y no pudo lograrla. -El chico tucumano que falleció vino al acto porque, como tantos jóvenes del interior pobre, quiso conocer Buenos Aires y se cree que le pagaron por venir, como a tantos otros: ¿qué sentido tiene construir de esa manera? -Ahí hay otra cuestión: la gente no va a cualquier acto, van a actos que tienen que ver con una tradición política a la que adhieren, pero esa tradición, como decía, se ha debilitado lo suficiente como para que busquen los beneficios personales y, entonces, los sujetos hacen cálculos.

-¿Y eso no le parece una degradación de las personas?
-No. Es una degradación con respecto al concepto abstracto de ciudadanía. Bueno sería que una persona sea tan necia que diga: ´no, yo soy ciudadano y me muero sin hospital en nombre de la ciudadanía . Hoy la política se hace del intercambio.

-En consonancia con los intelectuales cercanos al Gobierno, el matrimonio Kirchner pone a los medios de comunicación y al campo como parte de una nueva derecha. También viene acusando al campo de oligarcas golpistas, ¿qué opina de este cuadro?
-Que es un viejo registro porque, para que haya golpe de Estado, primero hace falta que exista un Estado. Además, hoy en la Argentina podés controlar intereses económicos sin siquiera pasar por el Estado. En segundo lugar, la sensibilidad democrática que tenemos hoy hace imposible que la sociedad argentina permita un golpe. El problema es que, como no tienen partidos para expresarse, el reclamo de las corporaciones se vuelve más descarnado. Y si el Congreso tuviera un rol más activo, harían lobby para sacar leyes, como en cualquier democracia.

-Bueno, ahora Cristina decidió girar las retenciones al Congreso, ¿no es eso un avance en términos democráticos?
-Cuando se cierre este proceso, veremos si el giro al Congreso fue un instrumento de disciplinamiento o si, por el contrario, pone de manifiesto la fragmentación del peronismo. Lo cierto es que esta semana pasó algo importantísimo: van a darle voz a alguien que no la tuvo hasta este momento.

-Ahora, en el Gobierno creen que, a pesar del malhumor de la clase media, hay un 40 por ciento de piso histórico del peronismo que los sigue apoyando y confían en ese importante piso: ¿cómo se puede hablar entonces del peronismo como un moribundo?
-El peronismo tiene una primera minoría muy abultada, un 40 por ciento propio. Es el 38 o 39 por ciento que sacó Duhalde y el 40 por ciento de Luder, sectores populares y parte de la clase media. Eso está: lo que se ha diluido es la intensidad del sentimiento. Acá el kirchnerismo hace un juego del lenguaje como si no hubiera sido el peronismo el que impulsó las políticas neoliberales. Los 90 no los protagonizó el neoliberalismo sino el peronismo neoliberal. Ese proceso también cambió las estructuras tradicionales del agro y lo debilitaron económicamente. -Pero el Gobierno habla de una oligarquía golpista con renta extraordinaria,

¿no hay vasos comunicantes entre el conocimiento que produce la UBA sobre el agro y el Gobierno?
-No; no hay vasos comunicantes entre el mundo del conocimiento y el mundo de la política, sencillamente porque el conocimiento tiene escaso presupuesto y la política escaso interés en saber cómo es realmente la sociedad. Ni siquiera fue capaz el Gobierno de crear un cuadro matemático para explicar algo tan elemental como que, si la Argentina tuviese precios altos para los recursos producidos por el agro, el dólar valdría 80 centavos y, si así fuera, desaparecía toda la industria. Con esos números en la mano, es muy fácil explicarle a la gente: ´señores, en función del bien común, los precios rurales deberían estar aquí . Pero como son muy pocos quienes toman decisiones, necesitaron 85 días para explicarnos dónde van las retenciones y 10 más para girar el tema al Congreso. Ahora, con respecto a los agrarios, ellos sí que no tienen ninguna idea.

-Pero, siguiendo su hipótesis del peronismo, de que aunque le paguen la gente no va a cualquier acto, podríamos decir lo mismo del acto rural de Rosario: ¿tanta gente apoya a la oligarquía?

-(Se ríe) Sin duda que no. La oligarquía nunca se hubiera puesto a saltar sobre un escenario. -No tendrán ideas, pero tuvieron el apoyo en las ciudades del interior. ¿Por qué? -En un país donde se han debilitado todas las solidaridades, son solidaridades de gente que viven en lugares más chicos y que puede entender el combate del otro. Y que siempre vivieron con prejuicios contra la dominación de Buenos Aires: el campo está movilizando ese sentimiento. -Hay otra medida del fenómeno, que son las encuestas. Los números muestran la adhesión de gente de clase media urbana y un derrumbe importante de Cristina en las encuestas. -Las encuestas son engañosas porque no reflejan las preocupaciones verdaderas de la gente. Gente que nunca movería un dedo por nada, que son los que contestan encuestas, y que no tiene un pensamiento claro sobre lo que está pasando, contestan sobre cosas sobre las que habitualmente no piensan, ni les preocupa simplemente porque una pregunta los situó en ese escenario.

-¿Y el cacerolazo de esta semana tampoco le parece una protesta con significado político?
- Mire, que 300 personas salgan a la calle golpeando cacerolitas puede ser la expresión de un malestar, pero de ninguna manera se trata de la población manifestándose.

-¿Entonces el Gobierno giró las retenciones al Congreso por la presión de 300 caceroleros?
-Están sobrevalorados esos actos, en un país donde la ideología populista pesa y donde los políticos están preocupados por si los quieren o no. Porque, cuando uno se pregunta qué es el cacerolazo, vemos que, para algunos es un sentimiento político, pero para muchos otros es prenderse en un jolgorio, como quien va a un mundial de fútbol.
Por Laura Di Marco

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