Desarrollo: el nombre de la paz y la justicia

Por Bernardo Tirelli

Hay un fantasma dando vueltas: es el temor al regreso a la situación del año 2001. Paradójicamente este fantasma asusta a todos por igual: a la argentina social que piensa que el regreso significará volver a mayores niveles de exclusión y a la argentina de los negocios que piensa que éstos se tornarían inviables. Despejar este fantasma ayuda a enfrentar los conflictos, sin falsos condicionamientos, de cara al futuro donde lo que importe es que de su movilidad y orientación resulte un país más justo.
La crisis del 2001 sumó a los sectores medios acorralados en los bancos, terminó con el gobierno de la alianza y fue el punto cúlmine de las luchas sociales que hacía años resistían el proyecto neoliberal antinacional. No hay que retrotraerse a 1930, o a 1880 para mostrar que los proyectos que incluyen a la Argentina en la división del trabajo otorgando al país el rol de productor de materias primas, sin industrias diversificadas, con un sector agro exportador privilegiado, asociado a los oligopolios externos, es excluyente de las mayorías. El 2001 cercano es una clara muestra de ello.
No sólo la caída del gobierno sino, fundamentalmente, la alteración de la paz social modificaron el clima de los negocios y cuestionó su viabilidad. La cadena de pagos interna y externa estaba rota, los grandes volúmenes de divisas girados al exterior durante los 90, y en particular en el 2001, se complicaban con la moneda en patacones y cese de pago de la deuda. En ese escenario se declaró la emergencia económica y se tomaron, entre otras, dos medidas de normalización: la devaluación que permitió restablecer precio a las empresas y significó disminución del salario real y el comienzo de la aplicación del régimen de retenciones para utilizar esa recaudación en planes de contención social.
La normalización institucional del 2003, la renegociación de la deuda externa y las políticas de inclusión favorecieron la paz social y restablecieron el clima de negocios. Hasta hoy.

El país de los gigantes
La concentración y la extranjerización de la economía han continuado y crecido en forma continua. El informe del INDEC con los principales resultados de la Encuesta Nacional a Grandes Empresas (ENGE) referidos a las 500 empresas no financieras más grandes del país, muestra que en el año 2005 aumentaron sus ganancias en casi un 100%.
Sólo 50 empresas (10%) explican el 68% de las ganancias de las 500 y como vemos las extranjeras tienen el 92% de las ganancias totales.
Estas 500 empresas más grandes del país aumentaron su participación en el valor agregado total desde un 21% en 1993 al 34,1% en el 2005. Entre 2001 y 2005 (último dato disponible), este grupo de 500 firmas aumentó en casi un 50% su participación y controlan nada menos que el 23% del producto bruto nacional (valor que en 2001 era del 16% y en 1997 del 14%).
Su participación en las exportaciones de bienes pasó del 56% al 77%. El informe de la Cámara de Exportadores para 2007 explica que 743 empresas significan el 90% de las exportaciones del país donde, a su vez, el 81% se concentra en 4 provincias.
La participación de las 500 grandes empresas en el empleo total bajó desde 5,5% en 1993 a 4% en el 2004 reducción que se dio no sólo relativa sino absoluta ya que disminuyó en 60.000 los trabajadores a su cargo o sea un 10 % menos.

Por lo que se ve no les interesa generar trabajo. Su único interés es el incremento incesante de las transferencias, de estas filiales extranjeras, de utilidades y dividendos a sus casas matrices, reduciendo al empresariado nacional a un sector tercerizado, al menos en los sectores más vitales y estratégicos de la vida económica.
Las ganancias de este total integrado por 500 empresas, casi se duplicaron en tres años al pasar de 19.350 millones de pesos en el 2003 a unos 38.000 millones de pesos en el 2005, su incidencia pasó de 9,5 % al 12,6 % sobre el total producido, o sea que ganan 50 % más que lo que pagan en salario (8,3 %). Mientras los más de 550.000 trabajadores que éstas emplean sólo han visto aumentado su salario en un 31.3%.
Con tan brillante rendimiento de este grupo de empresas y con el PBI creciendo a tasas chinas a algunos les resulta difícil entender el mantenimiento de la ley de emergencia económica del 2001. Estos grandes grupos son parte de la explicación y, precisamente, no porque les vaya mal. Por lo contrario, dada su voracidad existe la necesidad de defender al Estado nacional y por tanto al conjunto del Pueblo de las acciones que iniciarían por reclamos por la devaluación y pesificación de la moneda sobre la base de contratos leoninos y contrarios al interés nacional en la adquisición de las empresas nacionales y la prestación de servicios públicos. Tan claro es esto que no han dudado en reclamar hasta hoy en los tribunales internacionales, léase CIADI, organismo del Banco Mundial o en la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (UNCITRAL, su sigla en inglés) o ante la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional (CCI) y que actúan como agentes de los oligopolios.
Entre las demandas de las privatizadas y los bonistas el monto reclamado a la Argentina en el CIADI asciende a casi U$S 14 mil millones, sin sumarle los reclamos en los que no hay un monto determinado ni siquiera de inversión, lo que puede elevar la cifra a unos U$S 20 mil millones. En UNCITRAL hay seis demandas por U$S 2.657 millones. El CIADI tiene 268 casos registrados en toda su historia desde su creación en
marzo de 1965, la Argentina tiene 3 casos antes de 2001 y 43 más a partir de esa fecha. Siempre se lauda a favor de las empresas, por ello los casos se van resolviendo por renuncias de estas empresas al arbitraje, las que se producen frente a la concreción de nuevos negocios.
Es en estas empresas donde está la capacidad de formar precios y ejercer presión en la puja distributiva y si estos grupos tienen Patria no está aquí, por eso sólo en el primer trimestre de este año se giraron al exterior en concepto de utilidades U$S 557 millones. Si de la paz social –inclusión- y la estabilidad se hace cargo el Estado con el panorama de negocios descrito, ¿porqué querrían volver al 2001?

Los viajes de Gulliver

En el siglo 18 Inglaterra se dedicó a la piratería y a las conquistas coloniales. Ese fue su método de acumulación de capital para iniciar a la mitad de siglo, por 1750, lo que se dio en llamar la revolución industrial. La sociedad que construyeron los ingleses no estuvo ausente de debates y conflictos, algunos de los cuales, de la etapa preindustrial, llegaron como cuentos infantiles. Se destacan Robinson Crusoe de Daniel Defoe, publicada en 1719 donde su exclavo colonial Viernes es dominado hasta que este descubre que la fuerza de su trabajo es superior al inútil capital de su amo y Los viajes de Gulliver (1726) novela satírica de Jonathan Swift que fue concebida contra la vanidad y la hipocresía de las cortes, los hombres de estado y los partidos políticos de ese tiempo, los hombres gigantes, poderosos por su tamaño, pero débiles de espíritu e incapaces de comprender las razones de humanidad.
¿Qué necesidad de desestabilización institucional puede haber por parte de los hombres gigantes de aquí? Estos, sin necesidad de votos, ejercen desde hace años el control de resortes claves de la economía como son el nivel y la calidad de inversión, la fijación de precios y control de cadenas comerciales, el comercio exterior, la concentración de medios de producción industriales y de la tierra, la localización de industrias y recursos, el giro de beneficios al exterior sólo por nombrar algunos. Acciones y fuerzas que bajo su control son límites para que exista una justa distribución de la riqueza.
Para corregir las desigualdades provocadas por la concentración económica se precisa de una acción directa del Estado. El rol del Estado es fundamental para restablecer una ecuación de equilibrio con justicia social en integridad territorial. No hay ninguna razón democrática, teórica, de principios, jurídica que impida la intervención del Estado en los asuntos económicos porque a través de él el Pueblo ve expresados sus intereses políticos, sociales y también los económicos, que son los que terminan consolidando su calidad de vida.
Mientras en Inglaterra la revolución industrial tuvo el signo de la libertad de mercado, en Francia la evolución fue otra. Con movilizaciones sociales, incluyendo las luchas en contra de la suba del precio del pan, se llega a la revolución francesa con el signo de la participación y el protagonismo. Los excluidos no pidieron la inclusión, se hicieron dueños de su destino con el gobierno del Pueblo.
Los conflictos continuarán con más movilización política y la paz social sólo será posible con políticas de desarrollo que aseguren un país justo.

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