La otra deuda

Por Bernardo Tirelli
Publicada en Buenos Aires Económico el 10 de junio de 2008


Cinco años de crecimiento continuo de la economía a tasas chinas permite observar algunos comportamientos. Uno de ellos es que el sostenimiento de una tasa de cambio competitivo permitió un proceso de sustitución de importaciones, la recuperación de la capacidad ociosa industrial y el aumento significativo de la producción y exportación de materias primas agropecuarias. Esto ha facilitado la obtención de un amplio superávit comercial y fiscal con la consecuente acumulación de reservas y disponibilidad de recursos para inversiones en obra pública, todo lo cual ha redundado en una importante disminución del desempleo. Sin embargo, también se verifica la persistencia de altos índices de pobreza y de empleo precario que alertan sobre el sentido del crecimiento, confirmando que la libertad de mercado, con teoría del derrame incluida, no asegura ni desarrollo ni calidad de vida.
El otro dato es que prácticamente todo el superávit se vuelca al pago de la deuda externa. Un informe de la Secretaría de Finanzas señala que la Argentina tiene obligaciones por U$S 144.728 millones, equivalente al 56 % del PBI. Los números oficiales indican que en los últimos dos años la deuda creció y que, medida en dólares, es comparable con la que había durante la crisis del 2001. Ahora bien, la deuda mirada en relación a las reservas y a las exportaciones, con la capacidad de pago que se obtiene, es sustancialmente diferente. Las reservas han aumentado a más de U$S 50 mil millones. Las reservas netas de los pasivos del Central –Lebacs y Nobacs– suman aproximadamente U$S 34 mil millones.
El proceso de desendeudamiento aparece como manejable pero ejerce una constante presión fiscal. Durante los próximos cuatro años se deberá hacer frente al pago de intereses de la deuda externa por una suma de U$S 52.904 millones, de ellos U$S 14.902 millones son intereses y U$S 38.002 millones corresponden al pago de capital lo que representa alrededor del 30 % del total de la deuda argentina. Para este año, si se descuentan los vencimientos de deuda a cargo de las provincias (BOGAR) y los de adelantos transitorios al Banco Central que se renuevan automáticamente, los vencimientos de capital e intereses suman U$S 12.500 millones. Considerando además el pago del cupón del PBI y la recompra de bonos del canje por excedente de capacidad de pago, que, en conjunto, suman U$S 2.100 millones, los pagos que se deberán enfrentar alcanzan los U$S 14.600 millones, lo que representa aproximadamente 6 % del PBI.

La deuda de pobreza

La contra cara de la deuda externa es la pobreza y el trabajo informal que llega al 40% con salarios promedio de $750 y en el sector formal, donde unos tres millones de trabajadores tienen salarios que apenas superan los $ 1.500 mensuales, que es el equivalente al valor de la línea de pobreza para un hogar tipo metropolitano
La pobreza en la Argentina es fundamentalmente una manifestación de la desigualdad y producto de la concentración económica y del ingreso. En 1974, que es el mejor año de distribución de los últimos treinta y cinco años, el 20 % de los hogares con menores ingresos accedía al nueve por ciento de la riqueza total. El 20 % más rico acumulaba el 35 por ciento. En mayo de 2003 el 20 % más pobre recibía el 6 % de la riqueza y el 20 % más rico casi el 50 % y en los últimos cuatro años, de acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares, de cada $100 nuevos que se generaron, el 30 % más rico se apropió de $62.
La medición de la pobreza que hace el INDEC con el método de la "Línea de Pobreza" (LP) consiste en establecer, a partir de los ingresos de los hogares, si éstos tienen capacidad de satisfacer -por medio de la compra de bienes y servicios- un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas esenciales.
Para calcular la Línea de Pobreza es necesario contar con el valor de la Canasta Básica Alimentaria ( marzo es $180.54), ampliarlo con la inclusión de bienes y servicios no alimentarios (vestimenta, transporte, educación, salud, etc.) y multiplicarlo por el tamaño promedio del hogar pobre en adulto equivalente ( 3,68 en marzo de 2008) con el fin de obtener el valor de la Canasta Básica Total (CBT). Para ampliar o expandir el valor de la CBA se utiliza el "Coeficiente de Engel" (CdE), definido como la relación entre los gastos alimentarios y los gastos totales observados en la población de referencia. CBT = CBA por la inversa del Coeficiente de Engel (2,16 en marzo de 2008)
El resultado de este cálculo da $1435,6 que es la canasta básica total del hogar pobre. Si el ingreso total promedio del hogar pobre es de $614,8 resulta que la brecha de pobreza, o sea los ingresos necesarios menos los que se percibe es de $820,8 pesos.
Tomando los últimos datos oficiales sobre la cantidad de pobres resulta que la deuda de pobreza anualizada es aproximadamente de 20 mil millones de pesos, o sea menos del 3 % del PBI. Por supuesto si, en vez de números, se visualizan los seres humanos que están detrás esta es la primera y justa deuda a pagar.

Ismael y Samuel

Se cuenta que Ismael le había prestado dinero a Samuel. Este que vivía en una casa frente a la de Samuel, que estaba con dificultades económicas y no podía pagar la deuda, lo cual le creaba una situación de angustia e insomnio. Rebeca, su mujer, insistía infructuosamente sin resultados para que Samuel duerma. Una noche, cansada de esta situación, levanta las persianas y grita llamando a Ismael. Cuando Ismael sorprendido contesta, Rebeca le anuncia que Samuel no le va a pagar lo que el debe. Inmediatamente baja las persianas y le dice a Samuel: duerme tranquilo, el que no va a dormir ahora es Ismael. Si no aparecía en la escena Rebeca, resulta simple apreciar la lógica del prestamista: Ismael dormía tranquilo porque estaba seguro que Samuel, aún en dificultades, le iba a pagar. Así es con la deuda Argentina, nadie presta U$S 150 mil millones si se piensa que no se van a recuperar y con creces. Eso habla de dos situaciones, las dificultades a seguir enfrentando y del potencial disponible.
Romper la lógica del prestamista es definir primero objetivos y prioridades desde una visión nacional. Es terminar de superar definitivamente el Consenso de Washington Sobre los diez puntos de acuerdo: disciplina presupuestaria; cambios en las prioridades del gasto público (de áreas menos productivas a sanidad, educación e infraestructuras); reforma fiscal encaminada a buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados; liberalización financiera, especialmente de los tipos de interés; búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio competitivos; liberalización comercial; apertura a la entrada de inversiones extranjeras directas; privatizaciones; desregulaciones; garantía de los derechos de propiedad, hoy están casi todos vigentes.
La diferencia la puede establecer el sentido de la acción que significa que el crecimiento económico esté orientado hacia el desarrollo que significa eliminación de pobreza y desigualdad.
Significa aprender de las experiencias del pasado, superando los condicionamientos de la deuda y aprovechando la bonanza de las condiciones externas para construir una economía diversificada, industrializada y tecnológicamente avanzada.
Significa orientar la calidad de la inversión y adoptar decisiones soberanas como la que se tomó para la cancelación de la deuda con el FMI. Las reservas actuales se han mostrado suficientes para contener movimientos financieros externos e internos. El escenario es, más allá del conflicto agrario, de mayor acumulación de reservas. Por tanto, se podría definir a esta acumulación como excedente, disponerla para la cancelación de compromisos de deuda y, de ese modo, liberar el superávit fiscal para la deuda interna y destinarlo a inversiones industriales en zonas de bajo desarrollo.
La base de valor para estas nuevas industrias será, principalmente, el campo y sus productos. La combinación de estas inversiones y de los recursos humanos y tecnológicos movilizados provocará un positivo cambio cultural y los sacrificios, dificultades y esfuerzos del presente dejarán paso al camino de la esperanza.
Se dejará atrás, sin olvido, la traición de los que provocaron la deuda, a los que anunciaron la claudicación de las ideas propias y fueron artífices de la negación del pensamiento y la acción nacional, en las cuales no sólo se perdió el rumbo, sino que provocaron la gran tragedia que llega hasta hoy, materializada no sólo por la deuda sino por su contra cara de la pobreza.
La sujeción idearia del pensamiento único y del Consenso de Washington fue que debíamos pagar para vivir y se transformó en vivir para pagar. Es hora de trabajar para vivir y vivir para lograr la felicidad de todo el pueblo argentino

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