En estos días hay un debate en Argentina sobre la
intervención del Estado Argentino al grupo empresarial Vicentín, un
conglomerado que tiene como eje central la elaboración de alimentos y la
exportación de granos.
Sin entrar en muchos detalles que hacen a la historia y que
condujeron al grupo empresario al concurso de acreedores y casi segura quiebra,
queda claro que los dueños tradicionales tuvieron, en el mejor de los casos,
una conducta poco prudente del manejo financiero. Estas políticas que la
llevaron a sobre endeudarse con bancos estatales y una práctica, también común,
de financiarse, difiriendo pagos a proveedores y clientes. O sea, están en una
situación de “paga dios”.
Más grave aun cuando existen serios indicios de vaciamiento
y fuga de capitales, lo cual agrava y da origen a la situación antes descripta.
El estado, con buen criterio, sale a intervenirla y planea
su expropiación, con el objetivo básico que la empresa siga en funcionamiento,
preservando los puestos de trabajo, asegurando el pago de sueldos, el cobro por
parte de miles de productores de granos, que quedaron entrampados en la estafa,
más los proveedores que ya habían dado por perdida las acrecencias.
Dos datos más, la quiebra de Vicentín sería un golpe muy
duro al entramado productivo de la provincia de Santa Fe, además de afectar un
área estratégica para el interés nacional, como es la producción de alimento y
la exportación de granos.
La medida contó con
la aprobación de los trabajadores directos
y de los grupos productores y proveedores, sin embargo surgió una ola de
rechazo alimentada por parte de partidos políticos opositores, algunas entidades empresarias y potenciada,
como siempre, por la prensa mercenaria de los medios concentrados.
Surge aquí una paradoja, o no tanto, ¿porque el empresariado
concentrado sale en defensa de empresarios, con prácticas delictivas, que se
apropió con la complicidad de
funcionarios del Banco Nación, de ingentes créditos, cuando ya la empresa
estaba en situación de cesación de pagos? ¿Porque el empresariado, los
políticos de Cambiemos o los economistas neoliberales argentinos aplauden este
capitalismo de saqueo? Porque esos grupos levantan el fantasma del estado, el
comunismo o la “venezuelizacion”, cuando el Estado actúa con políticas destinadas al bien común?
Tal vez una de las razones es que las practica fraudulentas
de los empresarios de Vicentín, no sean una excepción, sino una regla de
comportamiento para casi toda la burguesía concentrada.
Hace décadas que existe una frase en los ámbitos populares,
“empresas pobres, pero empresarios ricos”. Y esto indudablemente marca una
cultura empresarial en la gran burguesía tradicional. Su lógica fue siempre
negocios fáciles y seguros, con poca o nula competencia, hacer viable su
actividad vía subsidios del estado, créditos a tasa promocionales, elusión y
evasión de impuestos y la especulación vía fuga de divisas. Los grande
capitanes de la industria ha hecho así su fortuna, sobre todo a partir del
golpe del 76 y las reformas neoliberales de la década del noventa.
En el caso concreto de la exportación de granos, sobre todo a través del puerto de Rosario y Santa Fe, se
caracteriza por la falta de controles por parte del Estado, sobre qué y cuanto
se exporta y por ende cuales son los impuestos a pagar. Con la excusa de la
sequía, en el 2018 el presidente de la Nación eliminó una serie de controles y
regulaciones al comercio de granos, lo solo beneficio a los 5 grandes exportadores y
a los productores más concentrados, renunciando al poder de control que el
estado debe tener sobre ese sector estratégico.
La presencia de una empresa estatal en el sector granífero
permitirá controlar una operatoria poco trasparente, con herramientas para limitar la triangulación,
o el contrabando vía empresas fantasmas en Paraguay, o la sub declaración de
exportaciones, el abuso de precios de transferencia, y diversas maniobras para
fugar divisas y evadir impuestos vía empresas “offshore” en Uruguay o Panamá.
Es urgente instrumentar la presencia de controles del estado
en toda la operatoria portuaria a la vera del Paraná y a su vez el control de la hidrobia Paraguay
– Paraná. Esto permitirá evitar situaciones de puertos libres y zonas
liberadas, no solo por parte de las empresas exportadoras, sino también toda
una gama de delitos que operan en la región, al amparo de legislaciones
demasiado benévolas y nula presencia del control estatal, como el contrabando y
el narco tráfico.
Es indudable que el comportamiento de la burguesía
tradicional concentrada muestra un comportamiento, no por conocido, menos
preocupante. Es la incapacidad de atar sus proyectos de desarrollo empresario a
los destinos, objetivos e intereses nacionales. Lamentablemente este sector
muestra una vez más una lógica de capitalismo de saqueo, que se convierte en un
lastre para el resto de la comunidad. Es necesario tener claro y actuar en
consecuencia que cualquier proyecto de desarrollo y re industrialización verá a este sector en la vereda de enfrente, en la
medida que no acople sus intereses, hoy trasnacionalizados, a los intereses
nacionales.
Antonio Muñiz
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