“El sistema no castiga a sus hombres: los premia. No
encarcela a sus verdugos: los mantiene.”
(¿Quién mató a Rosendo? Rodolfo Walsh 1969)
“Las bancarrotas se socializan, las ganancias se
privatizan/ Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas” / El libro de
los abrazos. Eduardo Galeano
“Los funcionarios no funcionan./ Los políticos hablan pero no dicen./ Los
votantes votan pero no eligen.
Los medios de información desinforman” / El libro de
los abrazos. Eduardo Galeano
Hoy asistimos a un episodio más, casi tragicómico, que muestra el final de un tiempo histórico.
El ciclo del gobierno macrista está tocando a su fin. Su ciclo iniciado
en diciembre de 2015, que prometía el fin del cepo y el fin de todo intervencionismo
estatal en la economía, que prometía bajar la inflación, reducir la pobreza,
una lluvia de inversiones, termina restaurando el “cepo cambiario” y encima con
un “corralito” selectivo y para completar la situación declaran un default
sobre deuda en pesos contraída por ellos.
Si no fueran tan trágicas las consecuencias para nuestro pueblo y para
las futuras generaciones, seria hasta cómico.
Hay hasta justicia divina para un
gobierno inepto y corrupto, que con una soberbia ideológica, pero también de clase, llegó para cambiar la matriz cultural y política de
la Argentina y termina acorralado, en una final de partida, por sus propios
errores, por su ignorancia política, histórica y cultural. El mejor equipo de
los últimos cincuenta años termino mostrando una inoperancia significativa, muy
difícil de encontrar aun en gestiones fracasadas anteriores.
Lo bueno de este momento es que no solo se avecina un fin de gobierno,
sino el final de un ciclo, corto, gracias a Dios, del neoliberalismo. Una vez
más el neoliberalismo vernáculo muestra su incapacidad para llevar adelante un
programa de gobierno, de construcción de un modelo de país sustentable e
inclusivo.
Una vez más, y van…., la
experiencia neoliberal conservadora nos ha conducido a un callejón cuya salida
en un precipicio. Una vez más nos encontramos con una crisis de deuda,
endeudados por décadas, con una industria en crisis, con desocupación, pobreza
e indigencia, alta inflación, recesión y default. Un escenario de catástrofe, del
que los macristas venían a liberarnos.
Es indudable que el macrismo formó parte de la avanzada neo
conservadora de EEUU sobre América Latina y el Caribe, luego de su crisis del
2008/9, bajo el gobierno de Obama, comienza a recuperar su “patio trasero”. Fue
como en un dominó, volteando gobiernos
populares: comenzó con los eslabones más débiles con golpes “blandos” en
Paraguay de Lugo y en Honduras, con la
caída de Zelaya, siguió con el golpe palaciego a Dilma en Brasil y las
posterior persecución judicial y proscripción de Lula, finalmente en Argentina
en 2015 en elecciones democráticas. Solo
sobrevive el gobierno de Evo en Bolivia, tal vez el más exitoso de la región y
el gobierno venezolano, con fuerte apoyo popular, pero jaqueado económica y políticamente desde
el exterior, en especial por EEUU.
El macrismo era un proyecto neo liberal, conservador colonialista que vino a cambiar
la matriz política, cultural,
ideológica, productiva, reconstruir una
Argentina pre peronista, bajo las premisas del Consenso de Washington.
En este marco hay que leer el triunfo y posterior gobierno de Mauricio
Macri, así como el fuerte apoyo del FMI y el gobierno de Trump, cuando la
primer crisis en 2018.
Las causas del fracaso son varias, sin duda, en especial las limitaciones
políticas e ideológicas del elenco gobernante, sobre todo de su presidente. También
llegaron con una matriz de generar negocios para sí y sus amigos. Forman parte
de una burguesía parasitaria, que vivió siempre del saqueo del estado, a través
de la obra pública primero y las privatizaciones, en los noventa después. Una
burguesía que creció generando deuda externa y su posterior fuga a paraísos
fiscales. Ya Cavallo nacionalizó la
deuda externa de estos grupos en 1982, antes de la caída del gobierno militar,
posteriormente fueron beneficiados por la pesificación asimétrica en el 2001. Siempre el mecanismo fue el mismo, generar deuda externa para luego apropiársela
y fugarla, dejando la deuda a la nación argentina, en medio de una feroz crisis:
1982/3, 89/90, 2001/2 y 2019. Si siempre hicieron eso, ¿porque iban a cambiar
siendo gobierno?
Con esa misma lógica predatoria se apropiaron de las empresas de
energía eléctrica, petróleo, gas, energía eólica, etc, dolarizando sus tarifas
a costas de los usuarios y consumidores.
El fin de ciclo apresurado muestra una vez más la inviabilidad de los
proyectos neoliberales en Argentina y menos llevado adelante por los restos de
la vieja oligarquía, la nueva burguesía parasitaria y los Ceos de los grupos
concentrados.
Un proyecto político de clase, un modelo de primarización de la
economía, desindustrializador, basado en servicios y en la acumulación
financiera. Atado y subordinado a las políticas imperiales de EEUU, con altos
índices de pobreza y desocupación, con una legislación laboral pre peronista,
con veinte millones de argentinos sin acceso al trabajo, la salud, a la educación, la cultura o el
consumo.
A este modelo reaccionario no pudieron imponerlo ni con el fuego, la
cárcel y la tortura los gobiernos militares, menos podrán imponerlo bajo
gobiernos democráticos.
Por más débil y acotada que sea la democracia el pueblo resiste.
La ciudadanía se expresó en forma categórica contra este modelo en las
pasadas Paso, poniendo en evidencia la fragilidad de todo el modelo. Estaba
todo atado con alambre, esperando llegar con ayuda de los cinco mil millones
del FMI, hasta un hipotético ballotage, que en la mente afiebrada de Marcos
Peña y Mauricio Macri creían posible.
El pueblo con su pronunciamiento aceleró la caída y le puso el punto final a un proceso caricaturesco pero
trágico.
Es un gobierno que hizo mucho daño.
Agravó la “grieta” que ellos
mismos habían construido con mayor odio y perversión, persiguió a dirigentes
políticos y sociales de la oposición.
Hay presos políticos en la Argentina, algo inédito desde el fin del
proceso militar, la prisión de Milagro Sala es una afrenta a la democracia y
vergüenza nacional, las causas armadas por servicios y jueces corruptos para
perseguir a ex funcionarios como Amado
Boudou o Julio De Vido, la persecución con causas ridículas a dirigentes
sociales como Fernando Esteche o Luis D’Elía y sobre todo la persecución sobre
la ex presidenta Cristina Fernández y su familia.
En un contubernio mafioso que contó con la participación activa de los
grandes medios de comunicación, periodistas, servicios, jueces y fiscales
federales, legisladores y funcionarios construyeron una maquinaria de
vigilancia, persecución, hostigamiento y extorsión sobre toda la sociedad. Las
investigaciones que lleva adelante el Juez Ramos Padilla son por ahora la punta
de un iceberg muy grande.
Los niveles de corrupción en la mayoría de los actos de gobierno son
tan notorios y evidentes, que solo una cobertura mediática pudo taparlos
durante tanto tiempo. Detrás de cada decisión de gobierno hubo y hay negocios,
para sí o para “amigos de la vida”.
Debemos remontarnos al proceso militar para ver actos tan escandalosos
de corrupción y apropiación de los bienes y recursos del estado en beneficio de
un puñado de empresas.
El tema de la deuda y el pago de comisiones a bancos y fondos amigos,
la venta de acciones del fondo de sustentabilidad del Anses, la venta de Parque
eólicos, Autopistas del Sol, Correo Argentino, dólar futuro, subsidios y pagos
a las empresas amigas, el blanqueo, son solo una parte de un entramado de
negocios y delito llevados adelante por el mejor equipo de los ultimo cincuenta
años. Es necesario un “nunca más”. Una “CONADEP”
que investigue en profundidad y lleve estos delitos a la justicia. Es la única
manera que no vuelva a suceder.
Lamentablemente todavía faltan tiempos “institucionales” para concretar
la asunción del próximo gobierno, casi dos meses para las elecciones y tres
meses y días para la toma de juramento el 10 de diciembre. Un suspiro en el
tiempo histórico, pero un tiempo eterno para la crisis que atravesamos.
Tal vez como dice el proverbio chino “en cada crisis hay una
oportunidad” o siguiendo el pensamiento de Gramnci las crisis económicas no
necesariamente generan grandes cambios políticos o sociales, no siempre generan
un quiebre, pero van creando un terreno fértil, un espacio más favorable para la difusión de nuevos
modos de pensar, de crear nuevos paradigmas,
de plantear y de resolver los viejos problemas con nuevas soluciones. Cuestiones
estas que puedan incidir en el desarrollo posterior de la vida política.
Hay que romper con estas lógicas de crisis cíclicas que solo generan
pobreza y dolor para beneficio de una minoría parasitaria.
Esta crisis no son producto de
un sino trágico del destino, sino una construcción política humana que
la hace posible. Hay que desmontar todo el aparato político, legal, cultural e
ideológico, que le da sustento y le permite reaparecer después de un tiempo
bajo nuevas formas pero con los mismos objetivos.
Anímenos a soñar, a pensar, a crear, otro país es
posible.
Antonio Muñiz
2 de septiembre de 2019
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