Acuerdo Mercosur – UE. Un nuevo pacto para afianzar el coloniaje?


Desde diciembre de 2015 el programa económico macrista lleva implícito un proceso de reprimarización de todo el sistema productivo. Es decir que estamos en un proceso de desindustrialización acelerada, con su secuela de cierres de plantas, desocupación, miseria e indigencia  de los sectores asalariados. Esta primacía de la explotación intensiva  recursos naturales  y su exportación sin el agregado de valor es una constante en  la historia económica argentina.
Las discusiones sobre  el modelo agro exportador versus modelo industrialista, o proteccionismo o libre cambio fueron y son discusiones no saldadas desde los tiempos del virreinato.
Sin embargo en estos tiempos de globalización financiera la primacía de un modelo agro – minero exportador  es  una necesidad  directa de la política macroeconómica que busca privilegiar el capital financiero.
En este modelo, las políticas monetaria y fiscal están organizadas para transferir recursos de los sectores reales de la economía al sector financiero. Para que ese modelo neoliberal monetarista funcione le es necesario apropiarse de los recursos generados por la explotación intensiva de los recursos naturales  y la mano de obra barata.
Pero más grave aún,  estas ganancias extraordinarias se vuelcan al sistema financiero, constituyendo una burbuja que forma parte de un proceso perverso, esta actividad no solo no derrama hacia el resto de la sociedad, sino más bien constituyen un canal de apropiación, deuda externa y posterior fuga de capitales hacia paraísos fiscales.
Este modelo ha mostrado sus limitaciones por el alto costo social y económico; nos lleva una desaparición de la industria pyme y por ende a millones de desocupados o sub ocupados con su secuela de pobreza e indigencia.
El caso de la soja en emblemático, un cultivo que requiere poca mano de obra, es totalmente exportada, ya que no se consume internamente, como grano, sin valor agregado alguno. China, principal comprador, ha decidido dejar de comprarnos aceite de soja y circunscribirse al grano. Esta claro que esta realidad solo beneficia a los grandes pool de siembra y a los exportadores, no “derramando”, salvo por las  retenciones,  sobre el resto de la economía.
Está por demás claro que el objetivo central de estas políticas es insertar a la Argentina en la nueva división internacional del trabajo como mero proveedor de materias primas, renunciando a cualquier desarrollo industrial.
En estos días el gobierno  anunció que el Mercosur llegó a un acuerdo de "asociación estratégica" con la Unión Europea al que calificó como "histórico" y ahora seguirán las negociaciones para delimitar el tratado de libre comercio entre ambos bloques.
La grandilocuencia con que el gobierno “vende” esta firma tiene que ver en que el  acuerdo con la Unión Europea tiene más de redito político que de ganancia.
En ese sentido, podría tener un impacto real en 10 años o más, de acuerdo a la propia información del Gobierno. Pero el anuncio se apuró para que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, Macri y el brasileño Jair Bolsonaro, pudieran exhibirlo en la cumbre del G20 que se desarrolla en Japón.



¿Quién gana?  ¿Quién pierde?

En el comercio internacional siempre hay ganadores y perdedores. La Unión Europea, y pesar de su retórica en favor de la globalización neoliberal y el libre comercio, protege y subsidia a su producción y en especial a su sector agrario, por lo que siempre impuso barreras y  limitaciones al ingreso a la eurozona de  productos agropecuarios procedentes del Mercosur.
El ejemplo de la carne es claro, existe una cuota anual de 78000 toneladas anuales de ingreso sin aranceles, el Mercosur ha solicitado sin éxito que esta cuota sea llevada a 100 mil toneladas, siendo negado hasta hoy.
El proteccionismo europeo es lógico, en gobiernos que velan por el desarrollo armónico de sus países.
Lo que resulta irritante es la predica liberal del libre comercio que imponen al resto del mundo,  obligando a la liberalización económica y comercial, “haz lo que te digo y no lo que hago”.
Este doble discurso y la férrea defensa de sus intereses por parte de los negociadores de la UE empantanó  las negociaciones durante casi veinte años. La debilidad del Mercosur, en crisis y sin rumbo, dado las políticas neoliberales en Brasil y Argentina, y las necesidades políticas interna de ambos gobiernos de mostrar algún éxito económico y político, ha llevado a este acuerdo. Es probable que UE ceda en algunos ítems y libere cuotas de importación de alimentos, en especial  productos cárnicos a cambio de  que las empresas europeas tengan acceso preferencial a los contratos por obras, servicios y contrataciones públicas. Esto haría que más de 60.000 empresas europeas pudieran entrar libremente en las economías del Mercosur y apropiarse  de la obra y el dinero público de los estados.
A modo de conclusión, y sin conocer la letra chica del acuerdo puede presumirse que en lo local el impacto sobre el Mercosur será letal para el comercio entre los países miembros, ya que las empresas europeas inundaran ambos mercados con productos industriales de mayor calidad y menor precio. Hay que decir que este menor precio no siempre llegara al consumidor final, sino, como muestra la experiencia esa diferencia será apropiada por las cadenas de comercialización interna.
El gran ganador interno serán los grandes productores de carnes y cereales, las exportadoras y en el sector industrial las grandes corporaciones.
El impacto para el resto de la industria y en especial las pequeñas y medianas empresas nacionales será muy alto y muchas de ellas seguramente se verán obligadas a cerrar. La industria automotriz y su cadena de valor, basada en la integración intra Mercosur, seguramente entrara en crisis casi terminal al no poder competir con la producción europea.
Exportar materias primas, alimentos y minerales e importar productos industriales provocara un impacto a largo plazo muy elevado en términos de desindustrialización, desempleo y menor capacidad de generación de riqueza por parte de los países del Mercosur. Este modelo asegurara el rol de los países del Mercosur, como países periféricos, reforzando su especialización como proveedores de materias primas para los países desarrollados, comprometiendo su capacidad de industrialización futura.
Además, si los países del Mercosur ceden en un tema tan delicado como es el de las licitaciones públicas, muchas empresas constructoras de la región  se verán obligadas a competir en forma desigual, regalándole el mercado a las firmas europeas.
El Mercosur debería primero reforzar su integración interna, fortalecer los procesos de complementariedad productiva entre los países, promover la integración política, financiera, económica y social, etc., que garanticen una unidad fortalecida para negociar con otros bloques.
 Los gobiernos liberales de la región, con la excusa de “volver al mundo”, nos plantean una apertura apresurada de los mercados sin importarles el fuerte costo social y económico.
Esta apertura suicida se convertirá en el corto plazo en una pesada mochila, que impedirá la construcción de una sociedad moderna, pujante y más igualitaria.


Antonio Muñiz
1 de julio de 2019

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