En
estos días el gobierno firmó el acuerdo con el FMI por 50 mil millones de
dólares. Este hecho marca varias cosas que deben ser evaluadas con seriedad,
porque condicionan el futuro de corto y largo plazo.
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El gobierno quemó sus naves, ya no tiene vuelta atrás. Se
acabó el relato y el supuesto gradualismo. De aquí en más debe profundizar el
ajuste y la reestructurar económica y productiva del país a los designios del
FMI, el Consenso de Washington y los grupos concentrados de la economía
argentina.
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Ese ajuste pactado con el fondo significa un ajuste salvaje
sobre los sectores medios y bajos de la sociedad, las Pymes, el comercio y casi
todos los sectores asalariados ligados al mercado interno.
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De más esta decir el alto costo que pagarán estos sectores y
el consecuente daño sobre todo el tejido social y productivo que generará este
acuerdo. Lo más grave es que, además, condicionara también las generaciones
futuras. Argentina tiene varios recuerdos todavía frescos en la memoria, y si no, hay que ver el resultado de estas
políticas en los países donde se aplican.
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Muestran también la incapacidad manifiesta de la clase
política tradicional. La UCR es socia y cómplice del gobierno de Cambiemos y
gran parte de la dirigencia política y gremial del peronismo se comporta como
le pide el sistema: ser una oposición seria y moderna, que garantiza la
gobernabilidad. Para ser más sencillo, por acción u omisión, la dirigencia peronista
se convierte en cómplice del modelo de saqueo y destrucción. La dirigencia de la
central obrera muestra en estos días su lado más genuflexo ante el poder, traiciona a sus bases y a la patria.
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Los sectores de izquierda deambulan como siempre entre su
autismo ideológico y su anti peronismo militante, que los termina alejando de
los sectores populares que dicen o quieren representar. Al no reconocer a su
enemigo principal, la oligarquía y los sectores concentrados, terminan volcando
su energía militante, que la tienen, en un anti peronismo pueril y asociándose
muchas veces con los enemigos del pueblo trabajador. El ejemplo más notorio
aunque no el único, fue el apoyo de los partidos de izquierda al “campo”
durante el conflicto de la 125.
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Las políticas de ajuste han generado muy diversas manifestaciones sectoriales de repudio por
parte de sectores afectados y dos grandes movilizaciones multitudinarias. El 25
de mayo, bajo la consigna “La Patria está en peligro”; la otra reeditó una idea
y el nombre de una convocatoria de la
década del 90, la Marcha Federal.
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La primera, si bien muy numerosa, fue convocada formalmente
por artistas y algunos dirigentes sociales, congregó en su mayoría al
kirchnerismo disperso, algunas organizaciones sociales y barriales, gremios
alineados o cercanos al kirchnerismo.
Fue un acto fuerte, con discursos contrarios a los acuerdos con el FMI.
Por los menos en las primeras imágenes se vio mucha gente suelta, de clase
media porteña y del primer cordón.
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La segunda
movilización se convocó a partir de los movimientos sociales: CETEP, Movimiento
Evita. Barrios de Pie, agrupaciones de izquierda y gremios como Camioneros y
Bancarios, etc. Se hizo evidente la
participación de organizaciones muy ligadas al Papa Francisco.
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Resultó notorio en ambos actos que la dirigencia gremial y
política no subiera a los escenarios, salvo excepciones, y vieran los actos
desde la multitud.
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Además, en ambos casos quedó evidenciada la falta de
conducción del conjunto y la de un proyecto común convocante. Las consignas
contra el FMI no alcanzan para conformar un espacio opositor mayoritario frente
a la alianza gobernante.
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Es justo reconocer que así planteada la lucha en las calles desde posiciones sectoriales o reclamos
puntuales, por más valederos que estos sean no alcanzan a mover el amperímetro
de la realidad social y política.
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Lamentablemente, terminan siendo expresiones catárticas por
parte de sectores de la sociedad que se sienten agredidos por las políticas
gubernamentales, que no esmerilan al gobierno y que, a veces, logran el efecto
contrario al adherir al gobierno a sectores que se ven agredidos por los
cortes, el caos en el tránsito y el desorden generalizado.
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Es indudable que la crisis de la economía es muy grave. El
acuerdo con el Fondo y las políticas de salvataje del último mes fueron
victorias pírricas, ya que con un muy alto costo no solucionaron los problemas,
sino simplemente los postergaron. Por lo que es de prever una escalada en la
conflictividad social.
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Y por la tanto hay que esperar una escalada de la represión
gubernamental para controlar la protesta. Hay que tener claro que la derecha
gobernante es una derecha violenta y represiva, que no ahorrará sangre popular
para mantenerse en el poder y sostener su esquema de negocios. Es la misma
clase que masacró los gauchos del interior en el siglo XIX, peones en la
Patagonia en el siglo XX, bombardeo Plaza de Mayo en 1955 o “desapareció” a más 30 mil militantes populares durante el Proceso.
Un poco de prospectiva:
Debemos
construir y analizar posibles escenarios futuros sobre el devenir político,
económico y social, para poder diagramar acciones, tácticas y una estrategia
política de enfrentamiento con el modelo de restauración neoliberal
conservadora.
- El ajuste salvaje a implementar por el
gobierno irá alejando y radicalizando cada vez más a los sectores
agredidos, esto agudizara el conflicto y la presencia de protestas
populares en la calle. La represión estatal, que sin duda aplicará el
gobierno para disciplinar a los revoltosos, hará que el conflicto crezca
exponencialmente hasta que haya movilizaciones masivas que nucleen a los
obreros agremiados, movimientos sociales, juventudes, clase media y
sectores de la pequeña burguesía, como empresarios Pymes o comerciales que
hagan caer al gobierno de Macri.
- El mismo escenario, acelerado por una
crisis económica interna, producto de la inviabilidad del modelo gobernante
y la impericia de los cuadros de gobierno.
- El escenario anterior se ve agravado por la
agudización de las crisis internacionales de EEUU, Europa y la guerra en Medio
Oriente.
- Políticas de ajuste, protestas sociales
en escalada, represión sobre la protesta, situación de caos permanente
pero que, el gobierno puede manejar como hasta ahora y le permita llegar,
aun desgastado, a las elecciones de 2019, con Macri a la re elección o en
su defecto alguno alternativo que garantice la continuidad. EL más evidente
es la candidatura de María Eugenia Vidal, pero no la única.
Por supuesto que en la realidad pueden acontecer estas
y otras variantes mezcladas de las mismas. Un escenario que sectores del poder
económico barajan es que cuando el ciclo macrista se termine, es necesario que
el peronismo sea el garante de la continuidad del modelo. Para eso instalan
figuras como Urtubey o Massa, como referentes de “un peronismo moderno y
serio”.
Es cierto que sectores importantes de la oposición ven
como escenario el 1ro. con una salida anticipada de Macri en helicóptero. Que
una gran movilización popular se exprese en las calles y obligue a una fuga del
macrismo.
A priori, todos estos escenarios y algunos otros más
apocalípticos pueden parecer factibles, dada nuestra experiencia histórica y la
profundidad del colapso financiero y de la economía real a que nos llevarán las
políticas del macrismo y del FMI.
Hay
que tener claro que enfrentamos a un enemigo muy poderoso. La alianza
gobernante está compuesta por un partido político con estructura nacional como
la UCR; un partido como el PRO, que es una usina de dirigentes y cuadros medios
formados en la lógica empresarial, los sectores de la economía más
concentrados, el sector bancario financiero, los medios, etc, que manejan con
destreza, por lo menos hasta ahora, los
resorte de la justicia, la prensa, los aparatos de represión, etc. Hay que sumarle a eso su alianza con EEUU y
los regímenes de derecha del mundo y enancados en una oleada neo conservadora
que tiene peso sobre todo en Latinoamérica.
Como
decía un viejo director técnico “uno
puede plantear la mejor estrategia en el pizarrón, pero no hay que olvidad que
el otro equipo también juega”.
De
la protesta sectorial al movimiento nacional y popular.
Decíamos más arriba que las protesta callejeras,
algunas muy numerosas, muestran las limitaciones de estas políticas. La
manifestación de diciembre contra la reforma previsional y laboral fueron
exitosas porque hicieron retroceder al gobierno en la reforma laboral y le hicieron
pagar un costo muy alto por la reforma previsional, a pesar de que fue
aprobada.
Si bien hay que tener claro en la lucha política callejera todo suma
hacia el objetivo final; que en etapas de resistencia hay que pensar la
política como una “guerra de guerrillas”: golpear al retroceder y volver que a
golpear, buscando el agotamiento y el desgaste
del enemigo.
Sin embargo, como señalamos más arriba, las últimas movilizaciones dejan como corolario, que este tipo de manifestaciones sectoriales,
por más legítimas que estas sean, contra un enemigo tan poderoso, son insuficientes
y a la vez peligrosas para las fuerzas populares, porque implican un fuerte
desgaste de la tropa propia, y una causa de desmoralización sino se ven
resultados rápidos.
Perón decía en Conducción Política “El principio de
la economía de fuerzas establece como condición fundamental para vencer en la
lucha política que es necesario ser más fuerte en la acción, en el momento y en un el lugar donde se produce
la decisión”. Juan Domingo Perón
O más claro: “El principio de la
economía de fuerzas consiste en ser más fuerte, vale decir, en dominar la
situación política en un lugar y en un momento: en el lugar donde sea decisiva y principal.”
La unidad del campo
popular (1)
La unidad de las fuerzas populares es requisito
indispensable para conformar una coalición política potente, que pueda
enfrentar a la alianza hegemónica.
Pero además se requiere trabajar un concepto algo
olvidado, la unidad nacional. Debemos poner fin a la construcción de la
“grieta”, idea desarrollada por Clarín y sus adláteres, para dividir y restar
al campo popular. La división argentina siempre ha sido la misma, pueblo versus
oligarquía, o nación o colonia. Por eso es necesario recuperar estos viejos
conceptos como directrices estratégicos hacia el futuro.
La unidad debe ser amplia, sin sectarismos ni
exclusiones. Quien divide por derecha o por izquierda le hace juego al
macrismo. Debemos sumar a todos aquellos sectores cuyos intereses concuerden
con el ideario nacional y popular, a aquellos agredidos por el modelo, a todos
aquellos que quedan afuera del sistema.
Como decíamos, el criterio de unidad debe ser
amplio, y tener claro que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
La unidad nacional no es sólo necesaria para
enfrentar al neoliberalismo, sino sobre todo para gobernar después. La herencia
que ese gobierno dejará a las futuras generaciones será terrible, por eso será
necesario un gran trabajo colectivo para restaurar las heridas y reconstruir la
patria.
La herramienta de construcción para alcanzar el objetivo
de la unidad, el gobierno en el 2019 y gobernar después es la reconstrucción
del Movimiento Nacional y Popular de liberación. Es necesario generar además un
programa de gobierno, que dé potencia, pero
también contención y pertenencia al movimiento.
Movimiento
y proyecto nacional.
Es necesario generar
un movimiento nacional que supere los
estrechos límites de los partidos políticos. Por supuesto que
estos, con pertenencia popular, deben formar parte de ese movimiento. Pero, sólo
eso no alcanza, hay que sumar al sector obrero organizado, a los empresarios, a
las organizaciones sociales, clase media, colectivos culturales, feministas,
ecologistas, etc., y todas las “organizaciones libres del pueblo”, como las
definía Perón.
Para unir a todos estos
sectores, a veces con intereses contradictorios, es necesario generar un proyecto
nacional colectivo e integrador, que además pueda enamorar a amplios sectores
sociales.
El Gral. Perón nos lego
meses antes de su muerte “El modelo
argentino para el proyecto nacional”. Allí están las bases para la
formulación de un modelo de país.
El
“Modelo” representa desde su título la orientación ideológica del pensamiento
peronista, una doctrina que reivindica la inteligencia nacional de un país que
necesita pensarse como primer protagonista de su desarrollo económico y
cultural: “Una ideología creativa que marque con claridad el rumbo a seguir y
una doctrina que sistematice los principios fundamentales de esa ideología”.
Por este motivo, un proyecto nacional sólo puede encontrar sus bases en un
“método argentino”, es decir, situado de manera realista en su contexto
histórico, social y político. (JDP. 1974). (2)
Ejes
para el Proyecto nacional.
Es necesario pensar un
proyecto de país diferente, que rompa la lógica de gobiernos populares versus
gobiernos neoliberales. Es necesario llamar a una asamblea constituyente que
nos dé una nueva constitución, moderna, que garantice la democracia directa y
social y a su vez desmontar todo el aparato legal que da sustento al modelo de
dominación y al neoliberalismo: la ley de inversiones extranjeras, la ley de
entidades financieras, profundizar la ley de medios, ordenamiento de la
justicia federal, corroída por la corrupción y la injerencia de los servicios,
nacionalización del comercio exterior y de los recursos naturales y
energéticos. Reforma fiscal que permita cobrar impuestos a los que tienen
capacidad contributiva, reforma educativa que desburocratice y la ponga al
servicio de la comunidad.
Una alianza entre el Estado, los gremios y el sector
empresario Pyme para impulsar el desarrollo productivo basado en la industria,
en el mercado interno, el pleno empleo y salarios altos. Sumarle a esto la
investigación y el desarrollo que generen las universidades nacionales para la
producción.
Entre otras muchas cosas por hacer, es
fundamental saldar una deuda con los sectores más vulnerables, un ambicioso
plan de acceso a la tierra y a la vivienda, que además pueda generar puestos
trabajo.
La tarea por venir es
titánica, porque además de los problemas que vamos a heredar, nos van a dejar
la deuda como un condicionante a futuro.
El movimiento nacional estará
obligado a ir a fondo contra la estructura económica concentrada, extranjera y
oligopólica de la Argentina, a la vez que construye una base social solida
sobre la cual sustentarse a través de la
organización popular y una democracia social. Sólo el apoyo de un pueblo
movilizado y organizado, consciente de sus derechos, podrá dar el respaldo
necesario para dar las batallas decisivas contra las oligarquías y el
imperialismo.
En caso de no hacerlo, vamos a otro fracaso. En ese caso el
peronismo ser convertirá en un mero administrador de la crisis. La verdad es
que el peronismo no nació para eso, o es un ariete en la lucha por la
liberación nacional y social, o no tiene razón histórica de existir.
En la dura y compleja etapa
histórica que se avecina, el país requiere del compromiso, la inteligencia y el
valor de una dirigencia política con vocación nacional, patriótica y
revolucionaria.
(1)
http://causapopularynacional.blogspot.com/2017/10/partido-o-movimiento-por-antonio-muniz.html
Antonio Muñiz
8 de junio de 2018
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