La primacía de la política.



                                                                                            Por
Antonio Muñiz
Marea  Verde
 La Cámara de Diputado de la Nación dio media sanción a la ley de despenalización del aborto en una votación ajustada. Afuera una multitud hacia una vigilia durante horas, en espera de la votación. Tal vez el hecho político de estos días es el movimiento feminista que está poniendo sobre el tablero una nueva agenda de derechos para la mujer.
La media sanción de la ley es un triunfo que marca la nueva realidad. Es contra factico, pero es muy probable que sin esa manifestación callejera de mujeres la ley no hubiera sido aprobada.
La presión de la gente movilizada en la calle logró en principio que la mayoría de la Cámara de senadores expresaran que la ley tendrá sanción definitiva cuando pase por esa cámara. La calle ganó la pulseada a la burocracia política. Algo que no estaba en lo cálculos de nadie.

Garantizar la gobernabilidad

Días atrás el senado transformó en Ley el proyecto aprobado en la Cámara de Diputados para retrotraer las tarifas a los valores de fines del 2017. Inmediatamente el Presidente Mauricio Macri vetó la nueva legislación.
Todo sigue como estaba antes del debate, el gobierno privilegió los intereses de las empresas, cuyos dueños son amigos y en algún caso testaferros de Mauricio Macri. Seguirán ganando millones por mes apropiándose de gran parte de los ingresos de los sectores medios y bajos. Un verdadero saqueo a los asalariados.

Más allá de la ley y de consideraciones éticas y políticas el veto presidencial es una atribución que la Constitución da al presidente de la república.
Podemos traer otros ejemplos anteriores, cuando la “oposición peronista” o así autodefinida votó y avaló todas las medidas propuestas por el PE en cuanto a pago a los fondos buitres, o avalaron por acción u omisión el escandaloso endeudamiento externo o callaron ante escándalos como el arresto político de Milagro Salas, el hundimiento del Ara San Juan o el asesinato de Santiago Maldonado.   

Existe y siempre ha existido una lógica “política institucionalista”, el ejemplo más notorio de esa lógica es el Senador Pichetto que pasó de presidir el bloque kirchnerista del senado a ser el “Hombre de estado” que garantiza la gobernabilidad, a ser el principal sostén de la Alianza gobernante durante los primeros dos años y medio.
Por supuesto que esta lógica esconde detrás  de ese discurso institucional y defensa de la república, una política de roscas y contra roscas, reparto de cargos, canonjías, obras públicas y muchas veces aporte del tesoro para que algún gobernador amigable pueda pagar los sueldos en tiempo y forma. Es política de palacio, que a su vez esconde políticas de clase y de intereses económicos y empresarios no siempre visibles.
Es cierto y es posible verlos y oírlos a algunos legisladores que asumen un papel de opositor férreo, un defensor o un tribuno del pueblo. En general son casos aislados, algunos de ellos son de partidos de izquierda, otros más aislados todavía son parte del kirchnerismo, Ni unos ni otros mueven el amperímetro social. Es mas sobre todo la izquierda termina siendo funcional al modelo que pretende cuestionar, ya que al no tener políticas de toma del poder se convierten en una minoría simpática aunque un poco molesta. Distinto es el caso del  Kirchnerismo, que si tiene una política y una praxis de poder que el régimen abomina pero sobre todo teme. Igualmente en estos dos años y medio no ha sido una oposición fuerte, más allá de los declamativo. Quedó preso del discurso del adversario, no quiso ni quiere aparecer como el que pone palos en la rueda, el que atenta contra la gobernabilidad y por lo tato navega en aguas poco profundas sin hacer grandes olas.
A la CGT en particular y al movimiento obrero en general lo pasa algo parecido no han querido ser la oposición en serio, no quieren ser acusados de golpistas ni destituyentes. Ese análisis más el miedo a terminar presos como Pedraza, Zanola o el Caballo Suarez los obligo a una política complaciente y en muchos casos cómplice del gobierno.
Ninguno de ellos, sobre todo alguno de los miembros del triunviro, se animó a ser el Ubaldini de la etapa.

Cuesta abajo

Pasada las elecciones de medio término donde el macrismo ganó cómodamente y sintió que tenía el camino libre para la reelección de Macri en el 2019. Así creyendo que le habían dado un cheque en blanco avanzó en diciembre con la reforma previsional y laboral, dos reformas claves para su modelo.
Sin embargo nuevamente la calle fue la caja de resonancia de la política. Masivas marchas y movilizaciones acontecieron en el mes de diciembre. Si bien el gobierno pudo, con el apoyo de los bloque opositores,  aprobar la reforma previsional no pudo y tuvo guardar para tiempos mejores la reforma laboral.
Las movilizaciones populares hicieron retroceder al gobierno. Si bien algunas marchas fueron reprimidas formas violenta, la represión no pudo parar la voz de la calle. Macri pagó un alto costo por esa ofensiva reformista y ya nada volvió a ser como antes.
Comenzó allí una cuesta abajo, lenta e inexorable.
Las inconsistencias del programa económico eran visibles para cualquier persona medianamente informada. Las consecuencias de los errores de diagnóstico, el brutal aumento de tarifas para beneficiar al capitalismo amigo, el quite de retenciones al campo y a la minería, la quita de impuestos a los sectores más altos ingresos, más por otro lado una devaluación inicial, un endeudamiento feroz e innecesario, un quita de salarios, inflación, despidos, llevaron a un modelo que solo era sostenible en el tiempo con endeudamiento. Cuando este se cortó, se acabó el flujo de dólares y comenzó la corrida que sigue hasta nuestro día.
El gobierno sigue corriendo de atrás a la crisis y a la devaluación diaria, mientras se ata al FMI y plantea como solución un ajuste más feroz. Los caminos que nos condujeron hasta esta situación no nos van a llevar a la salida, por el contrario van a profundizar la crisis con un costo social y económico suicida para el país.
El macrismo es hoy un conductor autista, corre detrás de los acontecimientos y de los mercados sin atinar a gobernar, así sigue quemando capital político aceleradamente y arrastrando a sus aliados y principales figuras.
Rotos los pactos de palacio con la “oposición”, intenta obtener gobernabilidad a través del acuerdo con el fondo. Sabe que para profundizar el ajuste necesita apoyo político y con lo que tiene ya no le alcanza, por eso busca alianzas con grupos económicos locales como la UIA, Techint, etc y desesperadamente con gobernadores “amigos” y sus legisladores.
Si bien la “oposición amigable” le dio una mano al gobierno al no dar quorum a la sesión que debía tratar el acuerdo con el FMI, todo hace parecer que el peronismo en su conjunto se va a ir alejando del gobierno en la medida que se acerca el 2019 y la crisis se agudiza.

A pesar de que a los economistas no les gusta reconocerlo la economía es básicamente política. Todo se reduce a la política.
El gobierno está inmerso en una crisis política que el mismo generó y que por limitaciones ideológicas e intereses de clase no puede resolver.
Este gobierno inventó una crisis que no existía para justificar el ajuste a los sectores populares, y por su avaricia por los negocios y su incapacidad política genero un plan de gobierno que era y es inviable políticamente, no solo excluye a millones de argentinos, sino que deja afuera a muchos de sus posibles aliados.
Las relaciones sociales están siempre atravesadas por relaciones políticas, esto es, por relaciones de fuerza, conflictos de poder, tensiones entre grupos con intereses contrapuestos, cada uno de los cuales pugna, desde posiciones que rebasan ampliamente el marco político formal, por construir un determinado ordenamiento social y no otro.
Por ende siempre hay un elemento sustancial,  precisamente la dimensión política en sentido amplio, es decir, no reducida al terreno “formal”, “institucional”, estatal-partidario, sino extendida a toda la sociedad.
Este es el cuello de botella de las concepciones neoliberales. Al plantear la economía sobre la política, error común del marxismo ortodoxo como del liberalismo económico, hay una variable fundamental que no ven, la dimensión política. 

La política y la calle:

Como decíamos más arriba la política atraviesa toda la sociedad. Por lo tanto una visión que solo tenga en cuenta lo formal- institucional, o lo estatal – partidario carecerá de eficacia, la política también se juega en la calle.
Las movilizaciones populares y todos los intentos de organización social, fueron siempre demonizados por el pensamiento hegemónico y  los medios de comunicación. El Pensamiento que inyectan en la sociedad es que no sirven, que nada se logra, que son la expresión de grupos minoritarios y violentos.
Sin embargo Argentina tiene larga historia en este sentido, desde las movilizaciones en la semana de mayo de 1810, que forzaron la salida del Virrey y aceleraron la ruptura con el modelo colonial, hasta el 17 de octubre de 1945, que hicieron irrumpir a los trabajadores a la escena política, las movilizaciones populares de fines de los sesenta y comienzo de los setenta, la movilizaciones en defensa de la democracia en los ochenta, la lucha en las calles del 2001, ante la crisis del modelo neoliberal, las marchas contra la ley del 2 x1, y más recientemente en diciembre de 2017 que pusieron un límite al “reformismo” neoliberal del macrismo.
La calle fue el escenario de todas las luchas populares.
Es indudable que el ajuste que plantea el gobierno y hoy acordado con el FMI está generando un profundo malestar social, existe un mal humor social en aumento, ante la funesta realidad que nos plantea el ajuste permanente: tarifazo, inflación, devaluación, recesión, despidos, cierre de empresas, una situación económica y social que poco a poco va asfixiando a la sociedad. La respuesta, ante la falta de políticas opositoras que pudieran poner freno al macrismo, fue la protesta, la movilización, la organización de base, etc, Así la dinámica del conflicto fue creciendo y extendiéndose. Hoy son numerosos los focos de conflicto en el interior, por ejemplo Jujuy, Chubut o Neuquén, hasta la propia Buenos Aires. La marcha federal de hace una semanas fue ejemplo de la masividad del daño que el modelo neoliberal está haciendo en todo el entramado social y productivo del país.
Todo hace suponer ante la agudización de las medidas de ajuste que la dinámica del conflicto se retroalimentara. Estamos ante un paro general en unos días, que seguramente será light porque  la dirigencia de CGT fue forzada por las bases y la realidad a llevarlo adelante, sin estar convencida de ello, pero es un paso importante en la lucha de los sectores populares.
Decíamos en un artículo anterior que las luchas y movilizaciones sectoriales, por muy legítimas que fueran, muchas veces no alcanzan los objetivos deseados, provocando un desgaste y desmoralización de la militancia que no ve resultados concretos, la mayoría de las movidas sectoriales no hacen mella en el gobierno.
Sin embargo también sostenemos que estamos ante un enemigo muy poderoso, que cuenta con fierros para la represión, los medios de comunicación para tergiversar la realidad y una justica corrupta y cooptada para criminalizar la protesta política y social, es necesario actuar con inteligencia y paciencia. La lucha puede ser larga y prolongada. Es este marco una acción coordinada de ganar la calle, movilizar, organizar, avanzar, golpear y retroceder para volver a organizarse y volver a golpear, desgasta al poder, pero requiere de unidad, organización, tiempo y paciencia.

Ríos subterráneos.

La crisis política y económica esta, se va a profundizar, porque la lógica de ajuste y saqueo va a persistir. El conflicto va a escalar como respuesta de la sociedad.
Ahora las pregunta que debemos hacernos es ¿podemos generar un movimiento político que dé respuesta a todos los reclamos sectoriales? ¿Podemos generar un proceso de unidad de todos los sectores populares que pueda frenar primero y derrotar después el avance neoliberal conservador? ¿Puede ser la calle el ámbito  donde se de esa síntesis?
Muchas preguntas y pocas certezas, ya que las respuestas las tiene que generar el propio pueblo en lucha.
Nada van a venir de dirigentes providenciales ni mesiánicos. Nada va a venir de acuerdos de dirigentes de cúpula.  Lo que surja será el fruto de la militancia y del  pueblo organizado. Lo nuevo tiene que venir de abajo hacia arriba.
En principio como hemos sostenido anteriormente en otros artículos que las reivindicaciones sectoriales sumadas no constituyen en sí misma un programa alternativo. Para nosotros desde una lógica peronista es necesario un proyecto más amplio, abarcador, que contenga esas reivindicaciones sectoriales pero a su vez las supere en un proyecto nacional, que tenga como objetivos la integración latinoamericana, la inclusión social, la independencia económica, la liberación de la patria, etc.
Se debe trabajar mucho desde la política con la militancia y con el pueblo organizado para  lograr  unidad de acción y unidad política, que sintetice en un movimiento nacional y popular que pueda  enfrentar y derrotar a la alianza hegemónica.
Seguramente, como venimos sosteniendo la batalla final para frenar el proyecto neoliberal será en las calles, para luego derrotarlos rotundamente en las urnas,
Para ello debemos construir ese proyecto político, hoy ausente, pero latente en nuestra historia y nuestro inconsciente colectivo, que pueda pensar la realidad desde modelos propios, pensarnos como una nación y un pueblo integrado a la Patria Grande, con una visión universalista, como planteaba Perón
No basta con la crítica puntual, ni con la creencia de que nosotros lo haríamos mejor,  es necesario cuestionar el modelo neo liberal vigente y las instituciones políticas y  estatales que le dan sustento;  construir una democracia social, directa y participativa y una sociedad donde el hombre sea el centro de todas las cosas, donde la economía este supeditada a la política y ambas al bienestar general.
Claro que no es simple, tal como lo demuestran la experiencia social y política, pero ese es el desafío que nos plantea la historia,

La historia muestra que  muchas veces las ideas y los cambios van como ríos subterráneos, se van formando, creciendo y tomando presión, hasta encuentran un espacio libre y salen a la superficie con la fuerza de una inundación.
Tal vez estamos en ese proceso, que no vemos, pero que todos con nuestro trabajo diario estamos alimentando.


Antonio Muñiz
20 de junio de 2018


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