“Qué tiempos serán los que
vivimos, que hay que defender lo obvio”. Bertolt Brecht
Antonio A. Muñiz
Los trabajos sobre economía del alemán Federico
List, están hoy algo olvidados en las ciencias económicas. Sin embargo
releyéndolos uno encuentra temas que siguen siendo de notable actualidad. En
ellos analiza la economía de su tiempo y el desempeño de los distintos
países.
Su tesis central es que la emergencia de las
grandes potencias industriales e imperialistas, como Inglaterra, Francia y
EEUU, se debió a su severo proteccionismo y a un férreo accionar del estado,
como impulsor del desarrollo del mercado interno primero y de la búsqueda de
nuevos mercados después.
Federico
List, criticó la concepción de la
división internacional del trabajo, según costos comparativos. Él explicó que
los países que están en período de desarrollo, aceleran cada vez más ese
desarrollo y lo profundizan con el libre comercio internacional pero los que
recién emergen necesitan protección en las fronteras nacionales.
Friedrich List, (1789-1846), fue un economista alemán,
nacionalista y precursor de la Escuela Historicista, profesor de Economía
Política en la Universidad de Tubinga. Publicó sus obras “El Sistema Natural de la Economía Política” en
1837) y el “El Sistema Nacional de la Economía Política” en 1841.
El
pensamiento de List promovió el desarrollo capitalista de Alemania y también de
los Estados Unidos, e influyó en el pensamiento económico de los países centrales.
65 años después de que Adam Smith
difundiera su "Investigaciones sobre la Naturaleza y las Causas de la
Riqueza de las Naciones", más conocido en nuestros días por “La Riqueza de
la naciones” en el que plantea los enunciados del liberalismo económico,
equiparándolos a leyes de la naturaleza. Smith sostiene que Inglaterra alcanzó
su grandeza no por su política comercial proteccionista, sino "a pesar de
ella". List dice que esa falacia “se
asemeja a sostener que una planta creció a pesar de haber sido regada”.
La
industrialización británica, que comienza con el renacimiento isabelino y
alcanza su cenit a fines del siglo XVIII con la Revolución Industrial, tuvo,
como condición fundamental, el estricto proteccionismo del mercado doméstico y
el conveniente auxilio del Estado al proceso de industrialización. Obteniendo
para sí buenos resultados de esa política, Gran Bretaña se esmerará en
sostener, para los países periféricos, los principios del libre cambio y del
libre mercado y condenará, como contraproducente, cualquier intervención del
Estado. Imprimiendo a esa ideología de preservación de su hegemonía las
apariencias de un principio científico universal; logró con éxito persuadir a
los países periféricos que, así, se constituyeron, en mercado para los
productos industriales británicos y después para los norteamericanos, y
permanecieron como simples productores de materias primas.
Mientras Smith y el liberalismo aconsejaban a los
países como el nuestro o como EE.UU o Polonia ,
abocarse a su “vocación agrícola”, aprovechando las “ventajas
comparativas”, dejando a otros (Inglaterra sobre todo) la producción de los
bienes manufacturados, List, que
residió varios años en EE.UU y que conoció la economía estadounidense del siglo
XVIII alertó sobre los peligros de una
economía inserta en el mundo dentro de la “división internacional del trabajo”
basada en un modelo agro exportador y condenado a ser mero proveedor de
materias primas para los países centrales.
Jauretche, que estudio y conocía el pensamiento de
List escribió con respecto EEUU. “Nos
han enseñado la Guerra de Secesión como una guerra motivada por las lloronas
páginas de 'La Cabaña del Tío Tom', no como fue en realidad, una lucha entre
los industriales del norte que querían el algodón para sus telares pero además necesitaban consumidores de productos en el sur, contra los terratenientes algodoneros,
que con una visión agrícola y europea quería
producir algodón con mano de obra esclava para los grandes fabricantes de Inglaterra. El algodón explica
mejor la Guerra de Secesión que las páginas de “La Cabaña del Tío Tom”
Ulises Grandt, presidente de EEUU, luego de la
guerra de Secesión, manifestó que su
país “tenía que imitar a
Inglaterra en lo que hace y no en lo que predica”.
En su libro List muestra también las razones del
éxito de los franceses y el fracaso de España y Portugal. Estos dos fueron
imperios coloniales durante los siglos XVI y XVII, pero que a comienzos del
siglo XVIII, ya estaban en franca decadencia política y económica. List
sostiene con acierto que en ambos casos
no supieron utilizar el excedente
generado por la explotación de sus colonias, dilapidándolo en gastos suntuarios
en lugar de promover su industrialización interna, primero, para conquistar
mercados externos, después.
A partir de
estudiar la economía italiana llega a otra conclusión interesante, también de
aplicación en los tiempos modernos, la necesidad de que exista una unidad
nacional. Según el análisis de List Italia, estuvo en mejores condiciones que
Inglaterra para ser la primera potencia de su tiempo. No lo logró debido a que
sus florecientes ciudades - estados, como Venecia, Génova, Pisa, Amalfi y
Florencia, herederas de la tecnología y conquistas culturales del imperio
romano y del comercio con el Oriente, se enfrentaron entre sí en guerras
fratricidas, imposibilitando cualquier desarrollo.
El caso alemán también nos remite a “la unidad nacional como requisito de
transformaciones estructurales”. Hasta
mediados del Siglo XIX, el pueblo alemán carecía de conciencia nacional. El
hombre de Baviera, Prusia o Hesse no se sentía alemán y no creía que existiera
una patria llamada Alemania. Los señores feudales de Alemania vendían a sus
súbditos al Ejército británico, que los convertía en soldados esclavos. Solo la
unidad alemana, acaudillada por Bismark, puso los cimientos del poderío alemán,
vigente en nuestros días, a pesar de dos derrotas militares que destruyeron
Alemania, tanto en la primera, como en la segunda guerra mundial.
Si bien List
no las estudio, el mismo esquema puede ser aplicado para analizar las
economías de Japón, China o India.
China fue el país más poderoso del planeta en el
Siglo XIII, sin embargo las potencias occidentales la sometieron a sistemáticos
saqueos y humillaciones durante los siglos venideros.
China comienza a resurgir a partir de la caída del
“imperio” y la instauración de la república. La llegada del régimen comunista
de Mao, acelera la ruptura con las potencias imperialistas y comienza una
búsqueda de un proyecto de desarrollo propio y autónomo.
Luego de la muerte
de Mao, Deng Xiaoping, adopta una serie de medidas durante su periodo de
gobierno (1978-1988), basadas en un
capitalismo nacional, férreamente conducido por el Estado central, dejando
algunas áreas de libertad de mercado. Gracias a ello
China mantiene, desde entonces e interrumpidamente, tasas anuales de crecimiento
económico del orden de 10 por ciento, y alcanza ya a convertirse en la tercera
economía del mundo.
Para ver la importancia que
tuvo este pensador y economista citaremos un breve párrafo de su obra donde
vislumbra el fenómeno de la globalización y nos alerta “….En cambio, una unión
universal basada en el predominio político, en la riqueza predominante
de una sola nación, es decir, en la sumisión
y dependencia de otras nacionalidades, traería como consecuencia la
ruina de todas las características nacionales y la noble concurrencia entre los
pueblos; contradiría los intereses y lo sentimientos de todas las naciones que
se sienten llamadas a realizar su independencia y a lograr un alto grado de
riqueza y de prestigio político; no sería otra cosa sino una repetición de algo
que ya ocurrió una vez, en la época de los romanos; de un intento que hoy
contaría con el apoyo de las manufacturas y del comercio, en lugar de utilizar
como entonces el frío acero, no obstante lo cual, el resultado sería el mismo:
la barbarie” (1)
Por ultimo
citaremos otro breve párrafo que parece destinado a la Argentina donde se están debatiendo nuevamente estos
temas: el rol del estado, la industrialización, el desarrollo de mercados
internos, la integración con Latinoamérica, etc.
Ya varias veces perdimos
oportunidades por escuchar los cantos de sirena del
neoliberalismo. Hoy, nuevamente el neoliberalismo intenta generar un país agropecuario
y extractivista, sin industrias, rentístico
y financiero, atado al imperialismo, inserto en el mundo como mero proveedor de
materias primas, Un modelo que ya fracaso en reiteradas ocasiones, pero que ha
generado daños en el tejido económico, político y social que ha llevado décadas
subsanar.
Tal vez si tenemos
memoria, si aprendemos de las lecciones de la historia, tal vez podamos
construir una nación, solo tal vez tengamos otra nueva oportunidad:
“La
historia ofrece ejemplos de naciones que han sucumbido porque no supieron
resolver a tiempo la gran misión de asegurar su independencia intelectual,
económica y política, estableciendo manufacturas propias y un vigoroso
estamento industrial mercantil”. (2)
1
y 2 “Sistema Nacional de Economía Política”. Fondo de Cultura Económica,
México, 1942. pp. 31-49
3) “La insubordinación fundante” de Marcelo Gullo
3) “La insubordinación fundante” de Marcelo Gullo
Antonio A. Muñiz
Octubre de 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario